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1º LIBRO - Realidad y Ficción





16.
El viejo Neuval

Denzel salió del cuarto de baño acompañado por los vapores del interior, mientras se ataba una toalla a la cintura. No llevaba sus extrañas gafas negras puestas, y por eso caminaba con los ojos cerrados, por costumbre, y porque era mejor así. Si abría los ojos, sin llevar las gafas puestas, no es que no viera nada, es que veía algo muy diferente a lo que veía el resto del mundo, y dicha visión era bastante abrumadora y a veces mareante, especialmente cuando él ya llevaba un par de décadas acostumbrado a ver con las gafas un aspecto más normal y más quieto del mundo. Su cabello negro con sus tres mechones blancos echado hacia atrás aún goteaba un poco. Su torso desnudo dejaba ver varias cicatrices de todo tipo, no muy llamativas, bastante bien curadas, cada una con su historia.

Recorrió el pasillo de su piso dando un bostezo, dirigiéndose al salón principal. Su piso no parecía el que se podía esperar de un hombre de 26 años. Estaba colmado de incontables antigüedades: relojes que no funcionaban, pequeñas estatuas y esculturas, cuadros de las artes que surgieron a partir del siglo XVII, mesas, sillas, una armadura de guerrero samurái espeluznante dentro de un armario, dos espadas samurái con sus iniciales grabadas en la hoja cerca de la empuñadura, enganchadas en la pared sobre la chimenea del salón y, sobre todo, libros. Cientos de libros abarrotando las estanterías que tenía en una habitación que usaba de biblioteca, en el pasillo y el mismo salón.

Apenas uno podría caminar por el salón, aunque era bien grande, pues había montoncitos de viejos libros por medio y otro tipo de antigüedades. Sin embargo, él lo esquivaba todo al caminar, como si nada, aun con los ojos cerrados, como si se supiese el camino de memoria hacia la mesa de al lado del sofá, que era a donde iba, en la que reposaban el teléfono y sus gafas. Antes de ponérselas, pulsó el botón del aparato para oír los mensajes, mientras se rascaba perezosamente un hombro.

—“¡Tú, desgraciado!”

—¡Uah! —pegó un brinco del susto al oír la voz de la anciana Agatha en el aparato.

—“¿¡Qué es eso de no cogerle el teléfono a tu abuela!? ¿¡Se puede saber dónde te metes todo el tiempo, que no estás en casa!? ¡Y no me digas que tienes mucho trabajo ejerciendo de profe de instituto! ¡No cuela, pollo!”

—Aaay... —suspiró Denzel con desasosiego, apoyándose contra la mesa y cruzándose de brazos.

—“Quería decirte que iba a verte hoy para que me dieses el informe del Gobierno que te di, he de entregárselo al Líder de la SRS, pero acabo de enterarme de que ahora andan con un asunto de trabajo del que les ha informado Kiyomaro, así que... te libras, mequetrefe. Pero en cuanto te tenga delante…”

Denzel frunció el ceño, algo extrañado, mientras su lejana tatarabuela le soltaba una serie de castigos absurdos, preguntándose qué asunto sería ese que tenía la SRS. No obstante, en un segundo lo reflexionó todo y adivinó que seguramente estaban vinculados en el asunto de Kyo y su pergamino con la KRS.

—“… y te daré de bastonazos hasta que te crezca el coco y tengas que andar por las calles apoyándolo en una carretilla” —concluyó la anciana, y se la escuchó coger aire después de todo lo que le había soltado; después carraspeó—. “En fin, niño. No voy a seguir consintiendo que me evites para librarte de tu verdadero trabajo. Tú, un auténtico caballero inglés de mi estirpe, ha de cumplir con su responsabilidad sin rechistar. Esta madrugada debiste haber ido a Dinamarca a recoger un nuevo iris, pero claro, lo he tenido que hacer yo. No sé cómo Alvion no hace nada contigo...”

Tras unos refunfuños más, la voz de la anciana se apagó y la máquina declaró un “fin de los mensajes” con su robótica voz. Denzel negó con la cabeza para sí, cansino. «Sólo tengo mensajes de esa anciana, qué triste» se lamentó.

Se despegó de la mesa y cogió sus gafas para ponérselas, pero en ese momento sonaron un par de fuertes golpetazos en el cristal de la ventana que tenía a unos tres metros de distancia, lo que le sobresaltó de tal modo que se le resbalaron las gafas de las manos. Hizo un intento de cogerlas a tiempo, pero estas rebotaron de nuevo hacia delante, y Denzel dio un descuidado paso que le lio el cable del teléfono en el tobillo. Perdió el equilibrio e intentó recuperarlo dando otro paso, aunque este se topó con uno de los montones de libros, los cuales se cayeron; Denzel perdió el equilibrio por completo, se le soltó la toalla de la cintura y cayó al suelo llevándose consigo el teléfono, la mesa y un par de torres de libros.

De una vez había montado un estropicio, y el hecho de que ya no tuviese prenda alguna que le cubriera el cuerpo, ponía la guinda en el pastel. Emitió un leve gemido moribundo, con un chichón en toda la cabeza.

Soltó una palabra malsonante y se incorporó un poco para ponerse las gafas, entonces alzó la vista hacia la ventana y se llevó una sorpresa. La ventana estaba abierta, y había un hombre de cuclillas sobre la repisa, el cual miraba a Denzel con la misma cara pasmada. Ambos permanecieron así, mirándose un buen rato, incómodos. Entonces el hombre de la ventana apartó la vista a un lado, indeciso.

—Mm… Tenía que haber llamado, no pensé que podría encontrarte bailando desnudo por tu casa. Veo que vengo en mal momento. Mejor me voy.

Despegó los pies de la repisa y voló por el aire unos metros, hasta que Denzel lo llamó.

—¡Hey, Neuval, espera! —le pidió, poniéndose en pie como el rayo y, volviendo a cubrirse con la toalla, se asomó por la ventana hacia el exterior.

Miró un momento hacia abajo, y sintió un pequeño mareo, pues era un decimoséptimo piso y los coches y personas de la calle se veían diminutos. Denzel tenía miedo a las alturas, así que volvió a mirar hacia arriba. Neuval estaba ahí, levitando por el aire.

—Pasa, mate, pasa —le invitó Denzel con premura, haciéndole gestos con la mano—. Que no te vea nadie así, no seas tan descuidado. Y no estaba bailando desnudo, estaba tropezándome y partiéndome la crisma mientras se me caía la toalla. Por tu culpa, por cierto —refunfuñó.

Neuval asintió con la cabeza y se metió por la ventana, adentrándose en el salón con Denzel, que caminó por delante.

—Podrías haber subido en ascensor y entrar por la puerta como la gente normal —le reprochó al mismo tiempo que ordenaba en un momento el estropicio que había causado—. Aunque claro, tú no eres normal. Y te lo dice este demonio ciego cuatricentenario.

—Lo siento, pero sería perder el tiempo —se excusó Neuval.

Su voz sonó bastante apagada y desanimada. Esto llamó la atención del joven profesor, por lo que se volvió hacia él y lo observó detenidamente a través de sus gafas. Denzel no podía ver los colores con ellas, sólo podía ver en blanco y negro, pero se percató perfectamente de unas manchas oscuras que había en las ropas de Neuval.

—¿Estás herido? —preguntó con sorpresa, acercándose a él con preocupación, pero Neuval levantó las manos.

—No. Esta sangre no es mía.

Denzel se lo quedó mirando en silencio por un rato.

—Vale... —comprendió finalmente—. Vale, está bien, ya me figuro lo que ha pasado. Siéntate.

Le puso una mano en el hombro y le indicó que se sentase en el sofá. Neuval lo hizo y se cubrió la cara con las manos, dando un largo suspiro de cansancio. Luego se quedó mirando al frente seriamente, apoyando los codos en las rodillas, pensando cómo iba a poder salir del problema en el que se había metido. Aun así, el joven profesor procuró no atosigarlo de inmediato.

—¿Tienes hambre, niño? —le preguntó Denzel.

—Sí… Lo cierto es que llevo más de un día sin comer —se excusó Neuval.

—¿Cosas con azúcar? —adivinó de antemano.

—Lo más dulce que tengas —asintió—. Te lo reabasteceré.

—No te preocupes por eso. Esta no sería la vivienda de un inglés sin un buen repertorio de dulces y edulcorantes.

Denzel se fue un momento del salón. Unos minutos después, volvió ya vestido y con dos tazas de té en una mano; en la otra llevaba una bandeja repleta de alimentos y condimentos dulces variados, como melocotones, chocolatinas, miel y una bolsa de un kilo de azúcar para que se lo echase en el té. Lo dejó todo sobre la mesa y se sentó a su lado.

Neuval no pudo contenerse y vertió en su taza numerosas cucharadas de azúcar, de miel también, luego devoró los melocotones y después hasta le dio por tomarse los pequeños sobres de pura sacarina en polvo. Denzel ya conocía su esporádico, inexplicable y voraz apetito por los sabores dulces y no le sorprendía.

—Podría prepararte comida de verdad. Ya sabes. Pescado, patatas… —le comentó.

—No es sólo por el hambre. Es sobre todo por la ansiedad. Ya sabes que el sabor dulce me calma.

—Menos mal que eres un iris. Si no, ya te habría dado un infarto.

—No es la peor de todas las adicciones que he tenido y sobrevivido —bufó Neuval, tomando un sorbo de su empalagoso y pastoso té, y cerró los ojos con mucha más calma y alivio.

Ambos compartieron un rato de silencio en el que el profesor estuvo pensando qué decir, frotándose el chichón de antes, dubitativo.

—Hm... —sonrió entonces—. Hacía años que no recibía este tipo de visita por tu parte. Siento que haya vuelto a pasar.

—¿Qué harán conmigo, Denzel? —preguntó Neuval, mirándolo preocupado.

—Nada —se encogió de hombros—. No te harán nada, no será para tanto, ¿no? ¿Qué fue, un maleante?

—Doce.

—Ahm... —murmuró Denzel, mirando hacia otro lado, pasmado—. Guau... Es decir... En fin. Tranquilo. Ante todo, no te atormentes. Alvion está tan acostumbrado a tus problemas y está tan harto de ti que no creo que ahora...

—Denzel, no creo que vuelva a pasar esto por alto —replicó apesadumbrado—. Estoy seguro. Alvion accedió a mi petición de dejar de servirle, y eso fue mucho pedir. Ahora que he vuelto a meter la pata, de lo que ya habrá tenido noticia, tendré que enfrentarme a un nuevo juicio de esos.

—Bueno, eso es cierto. Pero no es nada nuevo para ti, ¿no? Alvion puede llegar a ser muy severo y autoritario, pero para él eres el mismo niño sin remedio de siempre. Siempre te han consentido de todo y han pasado por alto las catástrofes que has ocasionado, Neuval, porque no pueden equipararse a la inmensa cantidad de cosas buenas e imprescindibles que has hecho —siguió con su intento de animarlo, pero vio que no servía de nada, y se puso serio—. No vayas al juicio, entonces. Así de simple.

—No es eso. Quiero volver allí para someterme al Edonus Vigi, pero si voy allí me obligarán a asistir al juicio por mi metedura de pata. Y no quiero.

—¿¡Estás loco!? —saltó de pronto, incrédulo—. ¡Neuval, no puedes someterte tantas veces al Edonus Vigi! ¡Las personas cuerdas sólo se someten a esa prueba de control una vez, pero tú ya lo has hecho seis veces! ¡No puedes hablar en serio!

—¡Tengo que solucionar mi problema de una vez!

—A ver, jovencito, escúchame —suspiró Denzel seriamente, manteniendo la calma, intentando salir de su asombro—. Seis veces, ¿entiendes? Y seguimos en las mismas. ¿Cuándo vas a aceptar que ya no hay solución, ni volviendo a hacer esa dura prueba? Los monjes ya lo saben, y por eso te obligarán a volver.

—Eso es lo que me dirán en el juicio, y por eso no quiero ir.

—Sé la razón por la que no quieres volver a la Asociación, Neuval, pero está empezando a resultar que si vuelves hay menos probabilidad de que tu familia esté en peligro. Volver es la solución. Ahora es de ti de quien deben protegerse, y de eso se encargarán los monjes, otra vez, si vuelves. Estando de nuevo bajo el mando de Alvion, podrá controlarte mejor y mejorar las cosas a tu alrededor, y no volviendo a someterte a esa horrible prueba que ya carece de eficacia en ti. Vuelve a trabajar para ellos y a reunirte con tus camaradas. Volviendo a esa vida, tu problema estará bajo control. Creo que ya es la milésima vez que te aconsejo esto desde que te exiliaste, a ver si me haces caso de una vez. Ve al juicio.

—Hablas como ellos —masculló Neuval, molesto—. Viniendo aquí esperaba que pudieses hablar con Alvion y excusarme del juicio. No sé, eres como el segundo jefe de la Asociación, podrías hacer algo…

—En asuntos de iris no tengo esa autoridad, Neu. Sólo tengo autoridad sobre los monjes. Y si no lo he hecho antes de todas las veces que me lo has pedido, no lo voy a hacer ahora —sonrió con sorna—. No puedo estar toda mi vida cuidando de vosotros, los iris lleváis dos de mis casi cuatro siglos de vida pidiéndome favores que se saltan las normas, y Alvion ya me ha pedido mil veces que intente ser más estricto con vosotros. Precisamente el que más me ha venido pidiendo un favor últimamente ha sido Kei Lian, respecto a convencerte de que regreses, ya que él se cansa de pedírtelo en vano. Oh, hablando del rey de Roma —levantó la vista—. Por mi ventana se asoma.

Neuval se puso en pie de un salto con la piel de gallina, y se volvió para ver que, en efecto, el viejo Lao estaba en la ventana de cuclillas sobre la repisa, observándolo con una cara sombría.

—¿Queréis dejar de entrar por ahí, por favor? —protestó Denzel—. Estamos en un décimo-séptimo piso, ¿vale?

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Neuval al viejo, sorprendido.

—Debería partirte la cara por hacerme esa sola pregunta. He conseguido localizar tu rastro hasta aquí, llevo todo un maldito día buscándote —le espetó Lao, saltando al interior, y observó las manchas de su ropa—. Lo sabía... —masculló.

—Menos mal que has venido, Kei Lian, a lo mejor a ti te hace caso —le dijo Denzel, cruzándose de piernas sobre el sofá.

—¿Ha venido a pedirte que le excuses del evidente juicio que le harán por haber vuelto a matar sin permiso? —quiso saber Lao, sin apartar una fría mirada de Neuval.

—En efecto, no quiere ir.

—¿Qué le decretarán?

—Seguramente que vuelva para estar de nuevo bajo el control de Alvion, y claro, Neu se niega en rotundo. Sigue pensando que la prueba del Edonus Vigi le servirá para mitigar los síntomas del majin, pero está claro que estando en sexto grado de esa enfermedad sólo Alvion puede subsanarlo.

—Oye... —gruñó Lao, apuntando con el dedo a Neuval—. Te he estado buscando por toda la ciudad, y Hana no ha parado de darme la lata, ¿sabes lo preocupada que está? Ahora mismo vas a venir conmigo a la casa de tu madre a cambiarte de ropa y volverás a la tuya con una buena excusa para Hana. ¡Después irás al juicio como un iris responsable, harás lo que Alvion te diga, y punto!

—¡Oye, que tú y Alvion seáis tan buenos amigos no significa que tengas que quedar bien con él mandándome a hacer lo que él quiere! —gruñó Neuval.

—¡Esto no tiene que ver con que Alvion y yo seamos tan cercanos, tiene que ver contigo y con tu maldito majin tomando el control de tu iris en contra de tu voluntad! —le recriminó Lao, achantándole con un dedo acusador, y a cada palabra que decía, Neuval fue frunciendo más los labios—. ¡A ver si te enteras de una vez de que eres un iris extremadamente sensible, Neu, todavía conservas gran parte del humano que eras en tu infancia y no puedes controlar todas tus emociones!

—¡De eso nada, soy el iris más poderoso de todos! —se impuso Neuval, pero Lao volvió a achantarle clavándole ese dedo de reproche en el pecho y acercándose a un palmo de su cara.

—¿¡De qué sirve todo ese poder si no puedes controlarlo al cien por cien!? —insistió e insistió, y Neuval cada vez tenía los labios más fruncidos—. ¡Con 45 años que tienes ya y con tres hijos ya mayorcitos, deja de ser tan caprichoso y orgulloso! ¡Vas a ir a casa y luego vas a ir al juicio porque lo digo yo y punto, y no me vengas otra vez con que te dan alergia las órdenes, o…!

—¡¡Basta!! —explotó Neuval, sobrepasando su límite de paciencia; estaba tan harto que comenzó a emanar de él un fuerte viento que fue arrastrando y moviendo todos los muebles y cosas del salón, y su ojo izquierdo brilló de una intensa luz blanca.

—¡A mí no me amenaces con tus malos aires que me caliento como el infierno! —gruñó Lao, desprendiendo llamas de fuego por todo su cuerpo.

—¡Uaaah…! —Denzel se tuvo que agarrar al respaldo de una butaca para no salir volando—. ¡Mi casa, niños, mi casa…!

—¡Ahora no tengo tiempo para volver a casa de rositas como si nada hubiese pasado! —exclamó Neuval—. ¡No tengo por qué estar escuchando a un par de viejos que no entienden mi verdadera situación! ¡Voy a ir al jodido Monte, pero sólo para volver a someterme a la prueba Edonus Vigi porque a mí me sale de los huevos! ¡El juicio se lo van a meter los monjes por su maldito culo y Alvion ya puede lamerme el eje de las sombras!

Después de desahogarse, el viento dejó de soplar y todo volvió a la calma, formándose un silencio súbito. Tanto Denzel como Lao se lo quedaron mirando boquiabiertos.

—Dios mío, ¡vuelves a ser el viejo Neuval de antes! —sonrió el profesor, feliz—. Hacía años que no te oía hablar así.

—¡Síiii, bieeen, vuelvo a ser yo mismo! ¿¡Contentos!? —les espetó Neuval con sarcasmo y una fingida sonrisa alegre, agitando las manitas—. ¡Soy el Neu majara de los viejos tiempos y os voy a volar la cabeza a todos mientras esnifo mis rayas de cocaína y sobrevuelo la ciudad en calzoncillos, yupiiii!

—Sí... —siguió sonriendo Denzel con ilusión—. Incluso tu sarcasmo ha vuelto.

—No es sarcasmo, todas esas cosas ocurrieron de verdad, y varias veces —le informó Lao a Denzel, y el profesor lo miró con espanto—. Con lo de "volar cabezas" ha exagerado un poco.

—Y como siempre, va el viejo chafando la diversión —le espetó Neuval.

—¿Me has llamado viejo? —preguntó Lao, con ojos como platos, era la palabra que más le dolía—. ¿¡A mí!? ¡El único vejestorio de aquí es Denzel, que tiene más años que una tortuga marina y el muy cabrón no los aparenta!

—¡Deja de huir de la realidad, carcamal, que eres el único de aquí que tiene canas! —replicó Neuval.

—Oye, que esto no es tinte —saltó Denzel, cogiéndose un mechón blanco de la sien, pero nadie le escuchaba.

—¡No tienes por qué estar siempre encima de mí como si fuese un puto crío, Lao!

—¡Si te sigues comportando como uno no me dejas más opción! ¡Muy serio y educado te comportas en la empresa pero bien que te quitas esa máscara cuando te conviene! —exclamó Lao, echando chipas por los ojos—. ¡A mí no me asustas con esos berrinches tuyos haciendo volar las cosas por los aires, que te llevo controlando desde que eras un niño! ¡Ya no estamos en el trabajo ni en un lugar público, así que ahora mismo, en este lugar y momento, soy tu padre y te prohíbo que me hables en ese tono! ¡Como vayas a hacer otra vez esa horrible prueba, te capo de arriba abajo, francesito!

—¡Atrévete, chinito!

—¡A que me quito el cinturón!

—¡Se te caerán los pantalones y no quiero verte el culo! —contestó Neuval.

—¡No me hables con ese tono! —gruñó Lao—. ¡Muéstrame más respet...!

—¡Baaah! —Neuval le sacó la lengua haciendo burla con las manos.

—¡Deja de ser un inmaduro!

—¡Baaaaahh!

—¡Neuval! ¡Ya tienes 45 años, deja de...!

—¡Baah, baaahh...! —seguía poniéndole muecas.

—Bueno, bueeeno, bloody hell —intervino Denzel, poniéndose entre los dos—. Ya habéis vuelto a la misma escena de hace treinta años y habéis demostrado lo mucho que os queréis, pero... No os desviéis del tema, ¿sí?

Lao soltó un bufido y se relajó un poco, clavándole una mirada fiera a Neuval.

—Al juicio ahora mismo —le ordenó, y miró a Denzel—. Teletranspórtale.

—Lao, espera a que se decida él mismo. Ahora que el verdadero e impredecible Neuval ha despertado, no me gustaría recibir un rodillazo en la entrepierna en el intento —dijo, mirando de reojo al hombre de los ojos grises, separándose un paso de él por si las moscas.

—Dejadlo ya —murmuró Neuval, calmándose y llevándose una mano a la cabeza, abatido—. No iré al Edonus Vigi, y tampoco al juicio. Tengo un asunto más importante del que ocuparme ahora.

—¿Qué puede haber más importante? —discrepó Lao, cruzándose de brazos—. Ahora los del Gobierno deben de estar enteradísimos de lo que ha pasado, e irán a por ti de alguna manera con los dientes bien afilados. Si vas al juicio ahora, los monjes te propondrán algún trato que te ayude a protegerte del Gobierno y a mantener a raya tu problema de descontrol. Además, deben de estar tan hartos de ti que dudo que te impongan un castigo.

—Ya se lo he dicho yo... Y esa proposición será que vuelvas a la Asociación, Neu —concluyó Denzel, con su calmada sonrisa, posándole una mano en el hombro—. No me vas a negar que desde que te exiliaste, tu vida es una mierda, ¿eh?

—Siempre das en el clavo —farfulló Neuval con fastidio.

—Es la solución que te queda para acabar de una vez por todas con tu desgracia —continuó el joven profesor—. Todavía no has realizado tu venganza, y estoy seguro de que sigue rondando por tu cabeza. También estoy convencido de que has vivido estos siete años en la agonía por la muerte de tu esposa, conteniendo la rabia por no haber podido hacer nada y seguir sin poder hacer nada. No estaría mal que ahora que estás a tiempo vuelvas a la acción, y sería una gran remontada para la KRS, que sin ti no es lo que era, y la Asociación tampoco.

—Sí, ahora sería un caos de no ser porque Raijin sigue activo y a cargo de todo —afirmó Lao—. Pero, de todas maneras, está claro que si no te hubieses exiliado durante tantos años, la MRS no se habría atrevido a tomarla con nosotros y ahora Kyo no estaría metido en el problema de ahora. Somos la RS más pequeña y vulnerable de todas porque aún no te decides a ceder el cargo ni tampoco a retomarlo, hijo. La KRS necesita un cambio, pasar página, ¿lo entiendes?

—Vale, vale, ya lo he captado —protestó Neuval, chasqueando la lengua y mirando a un lado, reflexivo—. Pero ahora tengo que dejar estas decisiones a un lado. Mi prioridad ahora mismo es encontrar a mi hija, por encima de todo, luego ya...

—¿¡Que qué!? —saltaron los dos, atónitos—. ¿¡Cómo que encontrar a tu hija!?

—Sí, la pelirroja ha vuelto a hacer de las suyas —les explicó Neuval—. Se ha largado de casa, como si nada. ¿Os lo podéis creer?

—Yo sí que me lo creo, eso lo ha heredado de ti —le espetó Lao, y Neuval le lanzó una mirada de advertencia—. ¡No me mires así, Neu! Tú a su misma edad te escapabas de casa cada dos por tres para irte de juerga a saber dónde, me tenías muchas noches en vela. Y te expulsaban del instituto constantemente. Por no hablar de peores gamberradas.

—¡Pues no haberme adoptado! —bufó Neuval.

—¡Deja de decir eso cada vez que te enfadas! Sabes que jamás te habría dejado tirado en ese callejón.

—Pues ayer Cleven vino al instituto, Neu —declaró Denzel, cansado de sus discusiones—. Vaya, no tenía ni idea de que en ese momento...

—Espera, espera —le detuvo—. ¿Cómo sabes eso?

—Ah, claro —sonrió, comprendiendo—. Es normal que los padres no conozcan la clase y el tutor de sus hijos hasta la primera reunión del curso, que es la semana que viene. No me acordaba de que vosotros aún no sabíais nada.

—¿Estás trabajando ahora de profesor de instituto? —preguntaron Lao y Neuval, arqueando una ceja.

—Sí —asintió contento—. Soy el tutor de Cleven, me lo he pasado muy bien con ella estos días de curso que llevamos, ¿sabes? Es clavada a ti. En lo chiflada que está, quiero decir. Por cierto, ¿sabe ella lo chiflado que estás tú, Neu? Porque, por las cosas que me cuenta, te describe como un hombre torpe, amargado y gruñón. ¡Y aburrido! En mi larga vida había escuchado algo tan inverosímil.

—¡Si me comporto como un hombre torpe, estricto y amargado es para que el Gobierno no sospeche de mí, y para que mis hijos sigan un buen ejemplo de conducta y no acaben siendo unos drogadictos delincuentes!

—¿Como tú? —le espetó Lao.

—¡Te parto la cara! —se ofendió Neuval.

—Vale, vaaale, qué mal genio… —intervino Denzel de nuevo entre ambos—. Está claro que estamos en una situación muy tensa aquí. Pero Neuval, no te tienes que preocupar tanto por Cleven, se parece a ti, pero en todo lo que respecta a su carácter seguro y su bondad con la gente. Te lo puedo asegurar, es muy buena niña, solamente necesita apoyo en los estudios y un poco de alegría en su vida. En el instituto yo puedo animarla a esforzarse un poco más.

—Ah... menos mal... —se alivió Neuval, abrazando al joven profesor—. Me quedo mil veces más tranquilo sabiendo quién la controla en las horas de clase. Qué gran noticia.

—Vamos, Neu, vamos... Supongo que tú tampoco sabrás que Kyo está en mi clase también, Lao.

—Oh, gracias a Dios —sollozó el viejo, también abrazando a Denzel—. Eso deja claro que no correrán peligro mientras estén en el instituto, qué gran alivio. Era una de mis preocupaciones.

—Ya está, payasadas aparte —sonrió Denzel, separándolos de él—. Sin comerlo ni beberlo vuelvo a ser la niñera de los iris.

—Pero una cosa —se percató Neuval—. ¿Kyo y Cleven en la misma clase...? Espero que no permitas que mi hija se vea involucrada en lo que ya sabes.

—De lo que habría que preocuparse es de Drasik, no de Kyo —declaró serio—. También está en mi clase, con ellos.

En ese momento Neuval se quedó completamente callado, mirando al joven muy detenidamente y con notable preocupación.

—¿Drasik? —murmuró inquieto—. Pero... él no se acuerda de ella... ¿verdad?

—No, tranquilo, no sabe quién es tu hija. Aunque... —vaciló, pensando antes de hablar—. Tengo visto que desde que Drasik reparó en tu hija hace unos días... creo que ella le ha gustado y la ha apuntado en su lista de ligues.

—¿¡Qué!? —exclamó Neuval, dando un susto de muerte a los otros dos—. ¡No puedes permitirlo! ¡No dejes que se acerque a ella! ¿¡Sabes lo que me costó encargarme de ese niño!? Denzel, es importante que Drasik no recuerde ciertas cosas, al igual que Cleven. Vosotros ya sabéis que Drasik es muy especial para mí, tengo que protegerle a él también.

—Calma, Neuval, lo sé —le tranquilizó Denzel, agitando las manos—. Pero no olvides que Nakuru está pegada a tu hija, te aseguro que ella sigue cumpliendo a rajatabla lo que le pediste de alejar a Cleven de la otra vida que llevan las personas que la rodean. Tienes suerte de que alguien como Nakuru sea la mejor amiga de Cleven desde la infancia, cuida mucho de ella. Luego, Sam está en un curso superior, pero se encarga de controlar a Kyo y a Drasik.

Neuval asintió con un suspiro, completamente conforme.

—¿Cuatro miembros de la KRS en el mismo lugar? —preguntó Lao—. No sé qué saldrá de bueno de todo esto.

—Bueno, iré a la casa de mamá a cambiarme de ropa y seguiré buscando a Cleven. Ya veré lo que hago con respecto al juicio —dijo Neuval, mirando a Lao—. Invéntate algo para Hana, por favor.

El viejo acabó por asentir, aunque de mala gana, y Neuval se dirigió a la ventana para marcharse.

—Tal vez se haya ido con tu hijo mayor —opinó Denzel.

Neuval se paró en seco antes de salir, y volvió la cabeza lentamente, mordiéndose el labio inferior.

—¿Tú crees? —preguntó inquieto—. ¿Crees que Cleven puede estar con Lex? No… Puede que Lex no me dirija la palabra, pero es el chico más correcto y honesto del mundo y me informaría enseguida de si Cleven está con él.

—¿Adónde sino iba a ir? No tiene otro sitio.

—Claro que sí —intervino Lao—. Brey vive en la ciudad. Y ella sabe que tiene un tío.

En ese momento la cara de Neuval palideció por segundos.

—No debiste sacar esa conclusión —le susurró Denzel al viejo, mirando a Neuval con apuro.

—¿Por qué no? —Lao se encogió de hombros—. Es probable, y ya sé que Neuval odia a Brey. Pero lo más triste de todo es que yo soy el abuelo de sus hijos y que sólo Lex lo sepa.

—Kei Lian, no te desvíes, mira lo que has conseguido —Denzel le señaló la cara de ira que tenía Neuval en ese momento.

—Como resulte que mi hija está con Brey y él la esté poniendo en peligro otra vez... lo mataré —musitó con gran frialdad, y en una fracción de segundo desapareció de la ventana, echando a volar a toda velocidad por el cielo.

—¿Qué le dabas de comer a este de pequeño? —preguntó Denzel, volviendo a frotarse el chichón—. Este hombre es increíble, y no lo digo por lo que es capaz de hacer, aparte, es muy cabezota.

—Lo habrá sacado de su padre biológico, porque de mí... —vaciló el viejo Lao, y se dispuso a marcharse, encaminándose hacia la puerta, acompañado por el joven profesor—. Vaya semanita que me espera. Rezaré por Brey para que no se encuentre con Neu en un estado de descontrol, si de verdad Cleven está con él. Que lo que ha ocurrido no salga de aquí, ¿de acuerdo, Denzel?

—Descuida, jovencito —sonrió, abriéndole la puerta—. Iré a hablar con Alvion Zou para que le dé un margen de tiempo a Neuval para el juicio. No sé por qué, pero creo que la KRS va a renacer.


* * * *


La tarde fue transcurriendo lentamente. Paseando por la arboleda del gran cementerio de Aoyama del distrito de Minato, vecino de Shibuya, comenzaban a caer copos de nieve que iban a desaparecer en el frío suelo de piedra. Era como si todo se hubiese calmado de repente, todo estaba silencioso, y se respiraba una paz inmensa. Cleven no supo si sólo era porque estaban ahí, o si el resto de la ciudad compartía esa tarde de armonía.

La verdad, ahora mismo debería estar yendo a la dirección que consiguió del instituto, para comprobar si su tío Brey seguía viviendo en ella y conocerlo de una vez por todas. Debería estar cumpliendo con el plan por el cual se había fugado de casa. Pero ¿cómo iba a rechazar una invitación del propio Raijin para acompañarlo a un lugar donde él tenía historia? Estar en el cementerio podía revelar nuevas cosas sobre él, y Cleven no podía resistirse.

Miró al frente, donde iba él en cabeza, en silencio. Todavía no podía creerse del todo que la hubiese invitado a acompañarlo a visitar a sus seres queridos, era como un extraño sueño. No lo de ver a los muertos, sino que él la quisiera a su lado para algo tan personal.

Cleven empezaba a ver en él nuevos aspectos que la desconcertaban tanto como la maravillaban. Se dio cuenta de que en el fondo él era una persona extraordinariamente buena, solo que el mundo había construido una coraza de soledad en su corazón, y por eso él tenía esa forma de ser con los demás. Puede que hiciera daño con sus palabras o su actitud, pero es porque no sabía cómo tratar con la gente normal, no lo hacía a sabiendas. Se protegía del colosal mar de sentimientos que inundaba al mundo, un mar que le superaba, que no alcanzaba a comprender y se había cansado de intentarlo.

Ella, llegada a este punto, sabía que ese chico había sufrido bastante y aún estaba cicatrizando. Empezó a pensar que tal vez sus palabras de la noche anterior, llenas de dureza, habían conseguido romper un poco esa coraza de hielo. Esperaba con todas sus fuerzas poder llegar a destruirla del todo algún día.

Entonces, se le vino la gran pregunta a la cabeza en ese momento. ¿Se estaba enamorando de él, o de su deseo de ayudarlo? ¿Se estaba enamorando de las pocas cosas que sabía de él, o de las muchas cosas que no sabía de él y aún eran un misterio? A estas cosas… ¿se las podía llamar “enamorarse”, para empezar? Por primera vez, Cleven se sintió confusa sobre sus propias intenciones con Raijin.

Tras varios minutos caminando, llegaron a la zona central del cementerio. Cleven observó aquello con admiración, era bastante acogedor. Cientos de blancas lápidas abarcaban las pequeñas colinas y llanos, hasta más allá. Había árboles por todas partes de hoja perenne que adornaban el lugar, acumulando en sus ramas mantos blancos, y varios mausoleos de lujo. Aún quedaban restos de las flores de los visitantes y había otras personas caminando por entre las lápidas.

—Oye... —la llamó Raijin con su tono apático, a unos metros por delante de ella.

Cleven se dio cuenta de que se había quedado atrás, y corrió apresurada hacia él, siguiéndolo hasta lo alto de una de las colinas.

—Creo que mi madre debe de estar por aquí —comentó Cleven, observando las lápidas al paso.

—¿Nunca la visitas?

—Yo... bueno... —se avergonzó—. No, desde hace varios años. Mi padre dejó de llevarnos a mí y a mis hermanos... mm...

—Ya, entiendo —dijo él.

—¿El qué entiendes? —preguntó Cleven.

—Que eso significa que tu padre no ha superado la muerte de tu madre, es evidente.

Cleven se quedó algo acongojada al oír eso. La verdad es que nunca había reparado en ello; la verdad, en todos esos años nunca había prestado atención suficiente a su padre como para saber cómo se sentía.

—Bueno, ya la superará —supuso Cleven.

—¿Hace mucho que tu madre murió? —preguntó Raijin—. ¿Por lo menos hace más de cinco años?

—Sí, ¿por qué? ¿Qué quiere decir eso?

—Que entonces tu padre no va a superar esa muerte jamás. Pero fue hace más de cinco años, así que lo que tu padre sí puede lograr, es fingir ante los demás que sí lo ha superado.

Cleven se quedó callada y más abrumada, pensando en ello. Raijin tampoco dijo nada más. Los dos se detuvieron frente a una fila de lápidas en lo alto de la colina, bajo un enorme pino. Debía haber como unas dos docenas de lápidas, y varias de ellas estaban cubiertas por hiedras que tapaban los grabados del mármol y en su base reposaban flores ya marchitas.

—¿No traes flores? —preguntó Cleven, alzando la vista para mirarlo a los ojos.

—Me parece una estupidez. Los muertos no ven las flores, ni les importan. Además, acaban muriendo, marchitándose, es una ironía que no me agrada mucho.

—Pero no se trata de que los muertos las vean o las huelan, es un símbolo. Ya sabes, los humanos tenemos tradiciones y simbologías.

—Todas ellas carecen de lógica para mí, no hay un fin productivo o de utilidad en algo así —insistió Raijin sin variar lo más mínimo su tono impasible y serio.

—Vaya, cómo eres —musitó con sorna, y vio que Raijin se paraba frente a una lápida, se agachaba frente a ella y le quitó las hiedras que la cubrían.

Cleven se agachó a su lado y ambos se quedaron mirando en silencio la piedra grabada.

—¿Me vas a contar quiénes son? —le sonrió—. Si no te importa. Me gustaría saberlo.

Raijin cerró los ojos un momento y después los abrió, apoyando los codos en las rodillas, contemplando con infinita serenidad la lápida.

—Está todo escrito en chino en esta, ¿verdad? —descubrió la joven—. ¿Qué pone?

—Yue —pronunció él con voz firme—. "Yue Saitou. Amada hija de Joji y Norie. Nuestra luz en la oscuridad".

—Oh... —murmuró pensativa—. Joji... y Norie Saitou... Me suenan mucho esos nombres. ¿Joji Saitou y Norie Saitou no son...? Mmm... Se les menciona a veces en noticias de política.

—Así es. Yue era la hija adoptiva de Norie y Joji Saitou —le explicó—. Norie es la secretaria general del Ministerio de Interior, y Joji lo es del Ministerio de Defensa. Son dos personas importantes del Gobierno. Las manos derechas de sendos ministros de Interior y de Defensa.

—Ah, sí, eso... —hizo aspavientos, pues no le interesaba la política—. Alguna vez han salido en las noticias, y se los ve como un hombre y una mujer superserios.

—Sí, ellos son así.

—¿Conoces entonces a esas dos personas importantes del Gobierno? Dime, ¿quién era Yue?

Raijin tardó un poco en contestar, dubitativo.

—Era mi novia.

Ahí fue cuando Cleven se quedó muda. Miró con gran sorpresa al chico, luego apartó la vista a otro sitio y frunció el ceño. «Su novia...» pensó frustrada «Su novia... Tengo delante de mis narices a la novia de Raijin... Maldita sea, esto no es justo. No puede ser, no sabía que hubiese perdido a alguien así. ¿Qué estoy haciendo yo entonces? ¿He...? ¡He estado todo este tiempo intentando hacerme con Raijin sin importarme si hubo alguien más para él!, ¿qué clase de monstruo soy?».

Cleven no quería creerlo. Al parecer no tenía nada que hacer, había estado gastando su tiempo en vano. Observó de nuevo al chico, el cual seguía mirando la lápida con una expresión indescifrable en los ojos. Ahí lo supo. Supo que Raijin sólo tenía corazón para esa tal Yue, a pesar de que estaba muerta.

«¿Qué estoy haciendo?» se repitió, sintiéndose fatal. «Esa chica debió de ser una persona increíble como para haberse convertido en la novia de un chico así. No puedo competir con eso. Es como si me estuviese entrometiendo...». Realmente se sintió como un bicho, un insignificante bicho comparada con Yue. Podía ver en ese momento cómo Raijin observaba la lápida, como si estuviese viendo en su mente los viejos recuerdos. Nada más ver eso supo que esa chica fue única para él.

—Estás muy callada, qué raro —dijo Raijin.

Cleven pegó un brinco y lo miró con sobresalto, poniéndose roja.

—No, es que... yo... Me ha sorprendido, sólo eso.

—¿Que yo haya tenido novia hace tiempo? —preguntó, arqueando una ceja.

Cleven se encogió de hombros como respuesta. No era exactamente porque hubiese tenido una novia, sino porque esta hubiese fallecido, pero no quería comentarle eso.

—Debió de ser una gran persona —le dijo Cleven—. Si sigues recordándola así y visitándola.

—Sí. Lo fue.

—Esto... ¿Cuánto hace... que murió?

—Hace cinco años. Teníamos 14 años cuando nos conocimos. Ella era una niña adoptada en una familia importante. Sus padres, ambos trabajan en la seguridad del país, así que a ella la controlaban mucho y la sobreprotegían, como sería de esperar. Por si fuera poco, Yue además tenía una salud frágil. Nuestra relación nunca fue fácil, porque por supuesto sus padres no iban a dejar que ella se relacionara con un chico de la calle sin casa y sin nada. Siempre teníamos que vernos a escondidas.

—¿Sin casa y sin nada? —se sorprendió—. Raijin, ¿cómo es eso?

—Me quedé huérfano a los 4 años —le contó, mientras arrancaba hierbitas de donde estaba sentado—. Estuve hasta los 10 años al cuidado de mi hermana, pero ella ya estaba casada y con hijos, y había otras circunstancias por medio que nos dificultaba la vida. No quería seguir siendo una carga ni ver a mi hermana sobresaturada. Por eso, la convencí para que me dejara irme a una casa de acogida. Pensaba que era lo mejor para ella y para mí. Al principio estuve bien. Pero a los dos o tres años, tuve que largarme de ese lugar.

—¿Por qué?

—Al final resultó no ser un buen lugar —Raijin se encogió de hombros, acortando toda la historia en esa respuesta—. Le mentía a mi hermana para que siguiese creyendo que vivía allí y sin problema. Estuve arreglándomelas solo desde los 13 años, y trabajé en varias cosas para ganar dinero. Y por esas fechas... mi hermana murió de forma inesperada.

Cleven escuchaba embelesaba todo lo que le contaba, no podía ni parpadear. Se le encogió el estómago al oír que aparte de sus padres, también acabó perdiendo a su hermana.

—Ya a los 14, una anciana que conocía desde pequeño, Agatha, estuvo ayudándome y dándome cobijo cada vez que lo necesitaba. Me obligaba a ir al colegio, pero no solía ir casi nunca. Fue en esa época cuando la conocí, a Yue. Jamás fui tan feliz —dijo, mirando a Cleven a los ojos—. A pesar de que nuestros encuentros eran difíciles y escasos —añadió—. Su padre intentó atraparme en numerosas ocasiones, pero Yue siempre conseguía escaparse para encontrarme. Todo se acabó un año después, cuando ella murió. Ella también —suspiró, y miró hacia el cielo nublado—. Todos, uno tras otro...

Cleven permaneció un largo rato en silencio, recapacitando. Todo lo que había escuchado no era más que un resumen muy corto de la historia real, pero para ella fue suficiente.

—¿Cómo murió? —musitó, evitando mirar a Raijin, pues se sentía incómoda.

—Preferiría no contestar a eso.

—Hm... —asintió—. Entonces, estos últimos cinco años, ¿te las has arreglado tú solo para llegar hasta donde has llegado? Parece que ahora te va todo bien.

—He tenido alguna que otra ayuda. Después de la muerte de Yue, Agatha consiguió convencerme para hacer el instituto. Lo acabé y entré en la universidad.

«Vaya...» se lamentó Cleven, «Hace cinco años. Me pregunto si Raijin ya habrá superado la muerte de Yue, si su teoría que me mencionó antes es cierta».

—¿Por qué me has contado todo esto?

—¿Que por qué? —casi se sorprendió Raijin por la pregunta—. Porque no has parado de preguntarme acerca de mi vida, poniéndote muy pesada. Ahora que ya lo sabes, podré respirar un poco de paz.

—Oye —se mosqueó, pero después sonrió—. Gracias por hacer el sacrificio.

—¿Por qué te intereso tanto? Siempre me encuentro contigo, y después no te despegas de mí, lapa.

—Ah, eh... no, es que... —se sonrojó con vergüenza, por supuesto no le iba a decir lo que sentía por él, no en ese momento, así que cambió de tema descaradamente—. ¿Cómo es que... has querido que te acompañase a este lugar?

—No me gusta venir solo —contestó sin más, mientras se encendía un cigarrillo tranquilamente.

«Esa respuesta contradice muchas cosas» pensó la joven, frunciendo el ceño con extrañeza, pero no le dio más vueltas. Se sentía afortunada.

—¿No vas a visitar a tus padres y a tu hermana también? —le preguntó.

El rubio fue a contestar, pero una voz familiar los sorprendió a sus espaldas.

—¡Raijin! —exclamó Sam, corriendo colina arriba hacia ellos.

Los dos se pusieron en pie de un salto, y Sam fue aminorando la marcha hasta detenerse a unos metros de ellos. Primero miró a Cleven, confuso, y luego a Raijin.

—Uy... —murmuró, frunciendo el ceño.

—No es lo que piensas —masculló el rubio con mosqueo—. ¿Qué pasa?

Sam se abstuvo de responder, y Raijin se dio cuenta de que miraba a Cleven por ello, entonces entendió. Kyo ya estaba preparado para realizar su plan, pero hablar de los asuntos de los iris no era algo que debieran hacer delante de humanos como Cleven.









16.
El viejo Neuval

Denzel salió del cuarto de baño acompañado por los vapores del interior, mientras se ataba una toalla a la cintura. No llevaba sus extrañas gafas negras puestas, y por eso caminaba con los ojos cerrados, por costumbre, y porque era mejor así. Si abría los ojos, sin llevar las gafas puestas, no es que no viera nada, es que veía algo muy diferente a lo que veía el resto del mundo, y dicha visión era bastante abrumadora y a veces mareante, especialmente cuando él ya llevaba un par de décadas acostumbrado a ver con las gafas un aspecto más normal y más quieto del mundo. Su cabello negro con sus tres mechones blancos echado hacia atrás aún goteaba un poco. Su torso desnudo dejaba ver varias cicatrices de todo tipo, no muy llamativas, bastante bien curadas, cada una con su historia.

Recorrió el pasillo de su piso dando un bostezo, dirigiéndose al salón principal. Su piso no parecía el que se podía esperar de un hombre de 26 años. Estaba colmado de incontables antigüedades: relojes que no funcionaban, pequeñas estatuas y esculturas, cuadros de las artes que surgieron a partir del siglo XVII, mesas, sillas, una armadura de guerrero samurái espeluznante dentro de un armario, dos espadas samurái con sus iniciales grabadas en la hoja cerca de la empuñadura, enganchadas en la pared sobre la chimenea del salón y, sobre todo, libros. Cientos de libros abarrotando las estanterías que tenía en una habitación que usaba de biblioteca, en el pasillo y el mismo salón.

Apenas uno podría caminar por el salón, aunque era bien grande, pues había montoncitos de viejos libros por medio y otro tipo de antigüedades. Sin embargo, él lo esquivaba todo al caminar, como si nada, aun con los ojos cerrados, como si se supiese el camino de memoria hacia la mesa de al lado del sofá, que era a donde iba, en la que reposaban el teléfono y sus gafas. Antes de ponérselas, pulsó el botón del aparato para oír los mensajes, mientras se rascaba perezosamente un hombro.

—“¡Tú, desgraciado!”

—¡Uah! —pegó un brinco del susto al oír la voz de la anciana Agatha en el aparato.

—“¿¡Qué es eso de no cogerle el teléfono a tu abuela!? ¿¡Se puede saber dónde te metes todo el tiempo, que no estás en casa!? ¡Y no me digas que tienes mucho trabajo ejerciendo de profe de instituto! ¡No cuela, pollo!”

—Aaay... —suspiró Denzel con desasosiego, apoyándose contra la mesa y cruzándose de brazos.

—“Quería decirte que iba a verte hoy para que me dieses el informe del Gobierno que te di, he de entregárselo al Líder de la SRS, pero acabo de enterarme de que ahora andan con un asunto de trabajo del que les ha informado Kiyomaro, así que... te libras, mequetrefe. Pero en cuanto te tenga delante…”

Denzel frunció el ceño, algo extrañado, mientras su lejana tatarabuela le soltaba una serie de castigos absurdos, preguntándose qué asunto sería ese que tenía la SRS. No obstante, en un segundo lo reflexionó todo y adivinó que seguramente estaban vinculados en el asunto de Kyo y su pergamino con la KRS.

—“… y te daré de bastonazos hasta que te crezca el coco y tengas que andar por las calles apoyándolo en una carretilla” —concluyó la anciana, y se la escuchó coger aire después de todo lo que le había soltado; después carraspeó—. “En fin, niño. No voy a seguir consintiendo que me evites para librarte de tu verdadero trabajo. Tú, un auténtico caballero inglés de mi estirpe, ha de cumplir con su responsabilidad sin rechistar. Esta madrugada debiste haber ido a Dinamarca a recoger un nuevo iris, pero claro, lo he tenido que hacer yo. No sé cómo Alvion no hace nada contigo...”

Tras unos refunfuños más, la voz de la anciana se apagó y la máquina declaró un “fin de los mensajes” con su robótica voz. Denzel negó con la cabeza para sí, cansino. «Sólo tengo mensajes de esa anciana, qué triste» se lamentó.

Se despegó de la mesa y cogió sus gafas para ponérselas, pero en ese momento sonaron un par de fuertes golpetazos en el cristal de la ventana que tenía a unos tres metros de distancia, lo que le sobresaltó de tal modo que se le resbalaron las gafas de las manos. Hizo un intento de cogerlas a tiempo, pero estas rebotaron de nuevo hacia delante, y Denzel dio un descuidado paso que le lio el cable del teléfono en el tobillo. Perdió el equilibrio e intentó recuperarlo dando otro paso, aunque este se topó con uno de los montones de libros, los cuales se cayeron; Denzel perdió el equilibrio por completo, se le soltó la toalla de la cintura y cayó al suelo llevándose consigo el teléfono, la mesa y un par de torres de libros.

De una vez había montado un estropicio, y el hecho de que ya no tuviese prenda alguna que le cubriera el cuerpo, ponía la guinda en el pastel. Emitió un leve gemido moribundo, con un chichón en toda la cabeza.

Soltó una palabra malsonante y se incorporó un poco para ponerse las gafas, entonces alzó la vista hacia la ventana y se llevó una sorpresa. La ventana estaba abierta, y había un hombre de cuclillas sobre la repisa, el cual miraba a Denzel con la misma cara pasmada. Ambos permanecieron así, mirándose un buen rato, incómodos. Entonces el hombre de la ventana apartó la vista a un lado, indeciso.

—Mm… Tenía que haber llamado, no pensé que podría encontrarte bailando desnudo por tu casa. Veo que vengo en mal momento. Mejor me voy.

Despegó los pies de la repisa y voló por el aire unos metros, hasta que Denzel lo llamó.

—¡Hey, Neuval, espera! —le pidió, poniéndose en pie como el rayo y, volviendo a cubrirse con la toalla, se asomó por la ventana hacia el exterior.

Miró un momento hacia abajo, y sintió un pequeño mareo, pues era un decimoséptimo piso y los coches y personas de la calle se veían diminutos. Denzel tenía miedo a las alturas, así que volvió a mirar hacia arriba. Neuval estaba ahí, levitando por el aire.

—Pasa, mate, pasa —le invitó Denzel con premura, haciéndole gestos con la mano—. Que no te vea nadie así, no seas tan descuidado. Y no estaba bailando desnudo, estaba tropezándome y partiéndome la crisma mientras se me caía la toalla. Por tu culpa, por cierto —refunfuñó.

Neuval asintió con la cabeza y se metió por la ventana, adentrándose en el salón con Denzel, que caminó por delante.

—Podrías haber subido en ascensor y entrar por la puerta como la gente normal —le reprochó al mismo tiempo que ordenaba en un momento el estropicio que había causado—. Aunque claro, tú no eres normal. Y te lo dice este demonio ciego cuatricentenario.

—Lo siento, pero sería perder el tiempo —se excusó Neuval.

Su voz sonó bastante apagada y desanimada. Esto llamó la atención del joven profesor, por lo que se volvió hacia él y lo observó detenidamente a través de sus gafas. Denzel no podía ver los colores con ellas, sólo podía ver en blanco y negro, pero se percató perfectamente de unas manchas oscuras que había en las ropas de Neuval.

—¿Estás herido? —preguntó con sorpresa, acercándose a él con preocupación, pero Neuval levantó las manos.

—No. Esta sangre no es mía.

Denzel se lo quedó mirando en silencio por un rato.

—Vale... —comprendió finalmente—. Vale, está bien, ya me figuro lo que ha pasado. Siéntate.

Le puso una mano en el hombro y le indicó que se sentase en el sofá. Neuval lo hizo y se cubrió la cara con las manos, dando un largo suspiro de cansancio. Luego se quedó mirando al frente seriamente, apoyando los codos en las rodillas, pensando cómo iba a poder salir del problema en el que se había metido. Aun así, el joven profesor procuró no atosigarlo de inmediato.

—¿Tienes hambre, niño? —le preguntó Denzel.

—Sí… Lo cierto es que llevo más de un día sin comer —se excusó Neuval.

—¿Cosas con azúcar? —adivinó de antemano.

—Lo más dulce que tengas —asintió—. Te lo reabasteceré.

—No te preocupes por eso. Esta no sería la vivienda de un inglés sin un buen repertorio de dulces y edulcorantes.

Denzel se fue un momento del salón. Unos minutos después, volvió ya vestido y con dos tazas de té en una mano; en la otra llevaba una bandeja repleta de alimentos y condimentos dulces variados, como melocotones, chocolatinas, miel y una bolsa de un kilo de azúcar para que se lo echase en el té. Lo dejó todo sobre la mesa y se sentó a su lado.

Neuval no pudo contenerse y vertió en su taza numerosas cucharadas de azúcar, de miel también, luego devoró los melocotones y después hasta le dio por tomarse los pequeños sobres de pura sacarina en polvo. Denzel ya conocía su esporádico, inexplicable y voraz apetito por los sabores dulces y no le sorprendía.

—Podría prepararte comida de verdad. Ya sabes. Pescado, patatas… —le comentó.

—No es sólo por el hambre. Es sobre todo por la ansiedad. Ya sabes que el sabor dulce me calma.

—Menos mal que eres un iris. Si no, ya te habría dado un infarto.

—No es la peor de todas las adicciones que he tenido y sobrevivido —bufó Neuval, tomando un sorbo de su empalagoso y pastoso té, y cerró los ojos con mucha más calma y alivio.

Ambos compartieron un rato de silencio en el que el profesor estuvo pensando qué decir, frotándose el chichón de antes, dubitativo.

—Hm... —sonrió entonces—. Hacía años que no recibía este tipo de visita por tu parte. Siento que haya vuelto a pasar.

—¿Qué harán conmigo, Denzel? —preguntó Neuval, mirándolo preocupado.

—Nada —se encogió de hombros—. No te harán nada, no será para tanto, ¿no? ¿Qué fue, un maleante?

—Doce.

—Ahm... —murmuró Denzel, mirando hacia otro lado, pasmado—. Guau... Es decir... En fin. Tranquilo. Ante todo, no te atormentes. Alvion está tan acostumbrado a tus problemas y está tan harto de ti que no creo que ahora...

—Denzel, no creo que vuelva a pasar esto por alto —replicó apesadumbrado—. Estoy seguro. Alvion accedió a mi petición de dejar de servirle, y eso fue mucho pedir. Ahora que he vuelto a meter la pata, de lo que ya habrá tenido noticia, tendré que enfrentarme a un nuevo juicio de esos.

—Bueno, eso es cierto. Pero no es nada nuevo para ti, ¿no? Alvion puede llegar a ser muy severo y autoritario, pero para él eres el mismo niño sin remedio de siempre. Siempre te han consentido de todo y han pasado por alto las catástrofes que has ocasionado, Neuval, porque no pueden equipararse a la inmensa cantidad de cosas buenas e imprescindibles que has hecho —siguió con su intento de animarlo, pero vio que no servía de nada, y se puso serio—. No vayas al juicio, entonces. Así de simple.

—No es eso. Quiero volver allí para someterme al Edonus Vigi, pero si voy allí me obligarán a asistir al juicio por mi metedura de pata. Y no quiero.

—¿¡Estás loco!? —saltó de pronto, incrédulo—. ¡Neuval, no puedes someterte tantas veces al Edonus Vigi! ¡Las personas cuerdas sólo se someten a esa prueba de control una vez, pero tú ya lo has hecho seis veces! ¡No puedes hablar en serio!

—¡Tengo que solucionar mi problema de una vez!

—A ver, jovencito, escúchame —suspiró Denzel seriamente, manteniendo la calma, intentando salir de su asombro—. Seis veces, ¿entiendes? Y seguimos en las mismas. ¿Cuándo vas a aceptar que ya no hay solución, ni volviendo a hacer esa dura prueba? Los monjes ya lo saben, y por eso te obligarán a volver.

—Eso es lo que me dirán en el juicio, y por eso no quiero ir.

—Sé la razón por la que no quieres volver a la Asociación, Neuval, pero está empezando a resultar que si vuelves hay menos probabilidad de que tu familia esté en peligro. Volver es la solución. Ahora es de ti de quien deben protegerse, y de eso se encargarán los monjes, otra vez, si vuelves. Estando de nuevo bajo el mando de Alvion, podrá controlarte mejor y mejorar las cosas a tu alrededor, y no volviendo a someterte a esa horrible prueba que ya carece de eficacia en ti. Vuelve a trabajar para ellos y a reunirte con tus camaradas. Volviendo a esa vida, tu problema estará bajo control. Creo que ya es la milésima vez que te aconsejo esto desde que te exiliaste, a ver si me haces caso de una vez. Ve al juicio.

—Hablas como ellos —masculló Neuval, molesto—. Viniendo aquí esperaba que pudieses hablar con Alvion y excusarme del juicio. No sé, eres como el segundo jefe de la Asociación, podrías hacer algo…

—En asuntos de iris no tengo esa autoridad, Neu. Sólo tengo autoridad sobre los monjes. Y si no lo he hecho antes de todas las veces que me lo has pedido, no lo voy a hacer ahora —sonrió con sorna—. No puedo estar toda mi vida cuidando de vosotros, los iris lleváis dos de mis casi cuatro siglos de vida pidiéndome favores que se saltan las normas, y Alvion ya me ha pedido mil veces que intente ser más estricto con vosotros. Precisamente el que más me ha venido pidiendo un favor últimamente ha sido Kei Lian, respecto a convencerte de que regreses, ya que él se cansa de pedírtelo en vano. Oh, hablando del rey de Roma —levantó la vista—. Por mi ventana se asoma.

Neuval se puso en pie de un salto con la piel de gallina, y se volvió para ver que, en efecto, el viejo Lao estaba en la ventana de cuclillas sobre la repisa, observándolo con una cara sombría.

—¿Queréis dejar de entrar por ahí, por favor? —protestó Denzel—. Estamos en un décimo-séptimo piso, ¿vale?

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Neuval al viejo, sorprendido.

—Debería partirte la cara por hacerme esa sola pregunta. He conseguido localizar tu rastro hasta aquí, llevo todo un maldito día buscándote —le espetó Lao, saltando al interior, y observó las manchas de su ropa—. Lo sabía... —masculló.

—Menos mal que has venido, Kei Lian, a lo mejor a ti te hace caso —le dijo Denzel, cruzándose de piernas sobre el sofá.

—¿Ha venido a pedirte que le excuses del evidente juicio que le harán por haber vuelto a matar sin permiso? —quiso saber Lao, sin apartar una fría mirada de Neuval.

—En efecto, no quiere ir.

—¿Qué le decretarán?

—Seguramente que vuelva para estar de nuevo bajo el control de Alvion, y claro, Neu se niega en rotundo. Sigue pensando que la prueba del Edonus Vigi le servirá para mitigar los síntomas del majin, pero está claro que estando en sexto grado de esa enfermedad sólo Alvion puede subsanarlo.

—Oye... —gruñó Lao, apuntando con el dedo a Neuval—. Te he estado buscando por toda la ciudad, y Hana no ha parado de darme la lata, ¿sabes lo preocupada que está? Ahora mismo vas a venir conmigo a la casa de tu madre a cambiarte de ropa y volverás a la tuya con una buena excusa para Hana. ¡Después irás al juicio como un iris responsable, harás lo que Alvion te diga, y punto!

—¡Oye, que tú y Alvion seáis tan buenos amigos no significa que tengas que quedar bien con él mandándome a hacer lo que él quiere! —gruñó Neuval.

—¡Esto no tiene que ver con que Alvion y yo seamos tan cercanos, tiene que ver contigo y con tu maldito majin tomando el control de tu iris en contra de tu voluntad! —le recriminó Lao, achantándole con un dedo acusador, y a cada palabra que decía, Neuval fue frunciendo más los labios—. ¡A ver si te enteras de una vez de que eres un iris extremadamente sensible, Neu, todavía conservas gran parte del humano que eras en tu infancia y no puedes controlar todas tus emociones!

—¡De eso nada, soy el iris más poderoso de todos! —se impuso Neuval, pero Lao volvió a achantarle clavándole ese dedo de reproche en el pecho y acercándose a un palmo de su cara.

—¿¡De qué sirve todo ese poder si no puedes controlarlo al cien por cien!? —insistió e insistió, y Neuval cada vez tenía los labios más fruncidos—. ¡Con 45 años que tienes ya y con tres hijos ya mayorcitos, deja de ser tan caprichoso y orgulloso! ¡Vas a ir a casa y luego vas a ir al juicio porque lo digo yo y punto, y no me vengas otra vez con que te dan alergia las órdenes, o…!

—¡¡Basta!! —explotó Neuval, sobrepasando su límite de paciencia; estaba tan harto que comenzó a emanar de él un fuerte viento que fue arrastrando y moviendo todos los muebles y cosas del salón, y su ojo izquierdo brilló de una intensa luz blanca.

—¡A mí no me amenaces con tus malos aires que me caliento como el infierno! —gruñó Lao, desprendiendo llamas de fuego por todo su cuerpo.

—¡Uaaah…! —Denzel se tuvo que agarrar al respaldo de una butaca para no salir volando—. ¡Mi casa, niños, mi casa…!

—¡Ahora no tengo tiempo para volver a casa de rositas como si nada hubiese pasado! —exclamó Neuval—. ¡No tengo por qué estar escuchando a un par de viejos que no entienden mi verdadera situación! ¡Voy a ir al jodido Monte, pero sólo para volver a someterme a la prueba Edonus Vigi porque a mí me sale de los huevos! ¡El juicio se lo van a meter los monjes por su maldito culo y Alvion ya puede lamerme el eje de las sombras!

Después de desahogarse, el viento dejó de soplar y todo volvió a la calma, formándose un silencio súbito. Tanto Denzel como Lao se lo quedaron mirando boquiabiertos.

—Dios mío, ¡vuelves a ser el viejo Neuval de antes! —sonrió el profesor, feliz—. Hacía años que no te oía hablar así.

—¡Síiii, bieeen, vuelvo a ser yo mismo! ¿¡Contentos!? —les espetó Neuval con sarcasmo y una fingida sonrisa alegre, agitando las manitas—. ¡Soy el Neu majara de los viejos tiempos y os voy a volar la cabeza a todos mientras esnifo mis rayas de cocaína y sobrevuelo la ciudad en calzoncillos, yupiiii!

—Sí... —siguió sonriendo Denzel con ilusión—. Incluso tu sarcasmo ha vuelto.

—No es sarcasmo, todas esas cosas ocurrieron de verdad, y varias veces —le informó Lao a Denzel, y el profesor lo miró con espanto—. Con lo de "volar cabezas" ha exagerado un poco.

—Y como siempre, va el viejo chafando la diversión —le espetó Neuval.

—¿Me has llamado viejo? —preguntó Lao, con ojos como platos, era la palabra que más le dolía—. ¿¡A mí!? ¡El único vejestorio de aquí es Denzel, que tiene más años que una tortuga marina y el muy cabrón no los aparenta!

—¡Deja de huir de la realidad, carcamal, que eres el único de aquí que tiene canas! —replicó Neuval.

—Oye, que esto no es tinte —saltó Denzel, cogiéndose un mechón blanco de la sien, pero nadie le escuchaba.

—¡No tienes por qué estar siempre encima de mí como si fuese un puto crío, Lao!

—¡Si te sigues comportando como uno no me dejas más opción! ¡Muy serio y educado te comportas en la empresa pero bien que te quitas esa máscara cuando te conviene! —exclamó Lao, echando chipas por los ojos—. ¡A mí no me asustas con esos berrinches tuyos haciendo volar las cosas por los aires, que te llevo controlando desde que eras un niño! ¡Ya no estamos en el trabajo ni en un lugar público, así que ahora mismo, en este lugar y momento, soy tu padre y te prohíbo que me hables en ese tono! ¡Como vayas a hacer otra vez esa horrible prueba, te capo de arriba abajo, francesito!

—¡Atrévete, chinito!

—¡A que me quito el cinturón!

—¡Se te caerán los pantalones y no quiero verte el culo! —contestó Neuval.

—¡No me hables con ese tono! —gruñó Lao—. ¡Muéstrame más respet...!

—¡Baaah! —Neuval le sacó la lengua haciendo burla con las manos.

—¡Deja de ser un inmaduro!

—¡Baaaaahh!

—¡Neuval! ¡Ya tienes 45 años, deja de...!

—¡Baah, baaahh...! —seguía poniéndole muecas.

—Bueno, bueeeno, bloody hell —intervino Denzel, poniéndose entre los dos—. Ya habéis vuelto a la misma escena de hace treinta años y habéis demostrado lo mucho que os queréis, pero... No os desviéis del tema, ¿sí?

Lao soltó un bufido y se relajó un poco, clavándole una mirada fiera a Neuval.

—Al juicio ahora mismo —le ordenó, y miró a Denzel—. Teletranspórtale.

—Lao, espera a que se decida él mismo. Ahora que el verdadero e impredecible Neuval ha despertado, no me gustaría recibir un rodillazo en la entrepierna en el intento —dijo, mirando de reojo al hombre de los ojos grises, separándose un paso de él por si las moscas.

—Dejadlo ya —murmuró Neuval, calmándose y llevándose una mano a la cabeza, abatido—. No iré al Edonus Vigi, y tampoco al juicio. Tengo un asunto más importante del que ocuparme ahora.

—¿Qué puede haber más importante? —discrepó Lao, cruzándose de brazos—. Ahora los del Gobierno deben de estar enteradísimos de lo que ha pasado, e irán a por ti de alguna manera con los dientes bien afilados. Si vas al juicio ahora, los monjes te propondrán algún trato que te ayude a protegerte del Gobierno y a mantener a raya tu problema de descontrol. Además, deben de estar tan hartos de ti que dudo que te impongan un castigo.

—Ya se lo he dicho yo... Y esa proposición será que vuelvas a la Asociación, Neu —concluyó Denzel, con su calmada sonrisa, posándole una mano en el hombro—. No me vas a negar que desde que te exiliaste, tu vida es una mierda, ¿eh?

—Siempre das en el clavo —farfulló Neuval con fastidio.

—Es la solución que te queda para acabar de una vez por todas con tu desgracia —continuó el joven profesor—. Todavía no has realizado tu venganza, y estoy seguro de que sigue rondando por tu cabeza. También estoy convencido de que has vivido estos siete años en la agonía por la muerte de tu esposa, conteniendo la rabia por no haber podido hacer nada y seguir sin poder hacer nada. No estaría mal que ahora que estás a tiempo vuelvas a la acción, y sería una gran remontada para la KRS, que sin ti no es lo que era, y la Asociación tampoco.

—Sí, ahora sería un caos de no ser porque Raijin sigue activo y a cargo de todo —afirmó Lao—. Pero, de todas maneras, está claro que si no te hubieses exiliado durante tantos años, la MRS no se habría atrevido a tomarla con nosotros y ahora Kyo no estaría metido en el problema de ahora. Somos la RS más pequeña y vulnerable de todas porque aún no te decides a ceder el cargo ni tampoco a retomarlo, hijo. La KRS necesita un cambio, pasar página, ¿lo entiendes?

—Vale, vale, ya lo he captado —protestó Neuval, chasqueando la lengua y mirando a un lado, reflexivo—. Pero ahora tengo que dejar estas decisiones a un lado. Mi prioridad ahora mismo es encontrar a mi hija, por encima de todo, luego ya...

—¿¡Que qué!? —saltaron los dos, atónitos—. ¿¡Cómo que encontrar a tu hija!?

—Sí, la pelirroja ha vuelto a hacer de las suyas —les explicó Neuval—. Se ha largado de casa, como si nada. ¿Os lo podéis creer?

—Yo sí que me lo creo, eso lo ha heredado de ti —le espetó Lao, y Neuval le lanzó una mirada de advertencia—. ¡No me mires así, Neu! Tú a su misma edad te escapabas de casa cada dos por tres para irte de juerga a saber dónde, me tenías muchas noches en vela. Y te expulsaban del instituto constantemente. Por no hablar de peores gamberradas.

—¡Pues no haberme adoptado! —bufó Neuval.

—¡Deja de decir eso cada vez que te enfadas! Sabes que jamás te habría dejado tirado en ese callejón.

—Pues ayer Cleven vino al instituto, Neu —declaró Denzel, cansado de sus discusiones—. Vaya, no tenía ni idea de que en ese momento...

—Espera, espera —le detuvo—. ¿Cómo sabes eso?

—Ah, claro —sonrió, comprendiendo—. Es normal que los padres no conozcan la clase y el tutor de sus hijos hasta la primera reunión del curso, que es la semana que viene. No me acordaba de que vosotros aún no sabíais nada.

—¿Estás trabajando ahora de profesor de instituto? —preguntaron Lao y Neuval, arqueando una ceja.

—Sí —asintió contento—. Soy el tutor de Cleven, me lo he pasado muy bien con ella estos días de curso que llevamos, ¿sabes? Es clavada a ti. En lo chiflada que está, quiero decir. Por cierto, ¿sabe ella lo chiflado que estás tú, Neu? Porque, por las cosas que me cuenta, te describe como un hombre torpe, amargado y gruñón. ¡Y aburrido! En mi larga vida había escuchado algo tan inverosímil.

—¡Si me comporto como un hombre torpe, estricto y amargado es para que el Gobierno no sospeche de mí, y para que mis hijos sigan un buen ejemplo de conducta y no acaben siendo unos drogadictos delincuentes!

—¿Como tú? —le espetó Lao.

—¡Te parto la cara! —se ofendió Neuval.

—Vale, vaaale, qué mal genio… —intervino Denzel de nuevo entre ambos—. Está claro que estamos en una situación muy tensa aquí. Pero Neuval, no te tienes que preocupar tanto por Cleven, se parece a ti, pero en todo lo que respecta a su carácter seguro y su bondad con la gente. Te lo puedo asegurar, es muy buena niña, solamente necesita apoyo en los estudios y un poco de alegría en su vida. En el instituto yo puedo animarla a esforzarse un poco más.

—Ah... menos mal... —se alivió Neuval, abrazando al joven profesor—. Me quedo mil veces más tranquilo sabiendo quién la controla en las horas de clase. Qué gran noticia.

—Vamos, Neu, vamos... Supongo que tú tampoco sabrás que Kyo está en mi clase también, Lao.

—Oh, gracias a Dios —sollozó el viejo, también abrazando a Denzel—. Eso deja claro que no correrán peligro mientras estén en el instituto, qué gran alivio. Era una de mis preocupaciones.

—Ya está, payasadas aparte —sonrió Denzel, separándolos de él—. Sin comerlo ni beberlo vuelvo a ser la niñera de los iris.

—Pero una cosa —se percató Neuval—. ¿Kyo y Cleven en la misma clase...? Espero que no permitas que mi hija se vea involucrada en lo que ya sabes.

—De lo que habría que preocuparse es de Drasik, no de Kyo —declaró serio—. También está en mi clase, con ellos.

En ese momento Neuval se quedó completamente callado, mirando al joven muy detenidamente y con notable preocupación.

—¿Drasik? —murmuró inquieto—. Pero... él no se acuerda de ella... ¿verdad?

—No, tranquilo, no sabe quién es tu hija. Aunque... —vaciló, pensando antes de hablar—. Tengo visto que desde que Drasik reparó en tu hija hace unos días... creo que ella le ha gustado y la ha apuntado en su lista de ligues.

—¿¡Qué!? —exclamó Neuval, dando un susto de muerte a los otros dos—. ¡No puedes permitirlo! ¡No dejes que se acerque a ella! ¿¡Sabes lo que me costó encargarme de ese niño!? Denzel, es importante que Drasik no recuerde ciertas cosas, al igual que Cleven. Vosotros ya sabéis que Drasik es muy especial para mí, tengo que protegerle a él también.

—Calma, Neuval, lo sé —le tranquilizó Denzel, agitando las manos—. Pero no olvides que Nakuru está pegada a tu hija, te aseguro que ella sigue cumpliendo a rajatabla lo que le pediste de alejar a Cleven de la otra vida que llevan las personas que la rodean. Tienes suerte de que alguien como Nakuru sea la mejor amiga de Cleven desde la infancia, cuida mucho de ella. Luego, Sam está en un curso superior, pero se encarga de controlar a Kyo y a Drasik.

Neuval asintió con un suspiro, completamente conforme.

—¿Cuatro miembros de la KRS en el mismo lugar? —preguntó Lao—. No sé qué saldrá de bueno de todo esto.

—Bueno, iré a la casa de mamá a cambiarme de ropa y seguiré buscando a Cleven. Ya veré lo que hago con respecto al juicio —dijo Neuval, mirando a Lao—. Invéntate algo para Hana, por favor.

El viejo acabó por asentir, aunque de mala gana, y Neuval se dirigió a la ventana para marcharse.

—Tal vez se haya ido con tu hijo mayor —opinó Denzel.

Neuval se paró en seco antes de salir, y volvió la cabeza lentamente, mordiéndose el labio inferior.

—¿Tú crees? —preguntó inquieto—. ¿Crees que Cleven puede estar con Lex? No… Puede que Lex no me dirija la palabra, pero es el chico más correcto y honesto del mundo y me informaría enseguida de si Cleven está con él.

—¿Adónde sino iba a ir? No tiene otro sitio.

—Claro que sí —intervino Lao—. Brey vive en la ciudad. Y ella sabe que tiene un tío.

En ese momento la cara de Neuval palideció por segundos.

—No debiste sacar esa conclusión —le susurró Denzel al viejo, mirando a Neuval con apuro.

—¿Por qué no? —Lao se encogió de hombros—. Es probable, y ya sé que Neuval odia a Brey. Pero lo más triste de todo es que yo soy el abuelo de sus hijos y que sólo Lex lo sepa.

—Kei Lian, no te desvíes, mira lo que has conseguido —Denzel le señaló la cara de ira que tenía Neuval en ese momento.

—Como resulte que mi hija está con Brey y él la esté poniendo en peligro otra vez... lo mataré —musitó con gran frialdad, y en una fracción de segundo desapareció de la ventana, echando a volar a toda velocidad por el cielo.

—¿Qué le dabas de comer a este de pequeño? —preguntó Denzel, volviendo a frotarse el chichón—. Este hombre es increíble, y no lo digo por lo que es capaz de hacer, aparte, es muy cabezota.

—Lo habrá sacado de su padre biológico, porque de mí... —vaciló el viejo Lao, y se dispuso a marcharse, encaminándose hacia la puerta, acompañado por el joven profesor—. Vaya semanita que me espera. Rezaré por Brey para que no se encuentre con Neu en un estado de descontrol, si de verdad Cleven está con él. Que lo que ha ocurrido no salga de aquí, ¿de acuerdo, Denzel?

—Descuida, jovencito —sonrió, abriéndole la puerta—. Iré a hablar con Alvion Zou para que le dé un margen de tiempo a Neuval para el juicio. No sé por qué, pero creo que la KRS va a renacer.


* * * *


La tarde fue transcurriendo lentamente. Paseando por la arboleda del gran cementerio de Aoyama del distrito de Minato, vecino de Shibuya, comenzaban a caer copos de nieve que iban a desaparecer en el frío suelo de piedra. Era como si todo se hubiese calmado de repente, todo estaba silencioso, y se respiraba una paz inmensa. Cleven no supo si sólo era porque estaban ahí, o si el resto de la ciudad compartía esa tarde de armonía.

La verdad, ahora mismo debería estar yendo a la dirección que consiguió del instituto, para comprobar si su tío Brey seguía viviendo en ella y conocerlo de una vez por todas. Debería estar cumpliendo con el plan por el cual se había fugado de casa. Pero ¿cómo iba a rechazar una invitación del propio Raijin para acompañarlo a un lugar donde él tenía historia? Estar en el cementerio podía revelar nuevas cosas sobre él, y Cleven no podía resistirse.

Miró al frente, donde iba él en cabeza, en silencio. Todavía no podía creerse del todo que la hubiese invitado a acompañarlo a visitar a sus seres queridos, era como un extraño sueño. No lo de ver a los muertos, sino que él la quisiera a su lado para algo tan personal.

Cleven empezaba a ver en él nuevos aspectos que la desconcertaban tanto como la maravillaban. Se dio cuenta de que en el fondo él era una persona extraordinariamente buena, solo que el mundo había construido una coraza de soledad en su corazón, y por eso él tenía esa forma de ser con los demás. Puede que hiciera daño con sus palabras o su actitud, pero es porque no sabía cómo tratar con la gente normal, no lo hacía a sabiendas. Se protegía del colosal mar de sentimientos que inundaba al mundo, un mar que le superaba, que no alcanzaba a comprender y se había cansado de intentarlo.

Ella, llegada a este punto, sabía que ese chico había sufrido bastante y aún estaba cicatrizando. Empezó a pensar que tal vez sus palabras de la noche anterior, llenas de dureza, habían conseguido romper un poco esa coraza de hielo. Esperaba con todas sus fuerzas poder llegar a destruirla del todo algún día.

Entonces, se le vino la gran pregunta a la cabeza en ese momento. ¿Se estaba enamorando de él, o de su deseo de ayudarlo? ¿Se estaba enamorando de las pocas cosas que sabía de él, o de las muchas cosas que no sabía de él y aún eran un misterio? A estas cosas… ¿se las podía llamar “enamorarse”, para empezar? Por primera vez, Cleven se sintió confusa sobre sus propias intenciones con Raijin.

Tras varios minutos caminando, llegaron a la zona central del cementerio. Cleven observó aquello con admiración, era bastante acogedor. Cientos de blancas lápidas abarcaban las pequeñas colinas y llanos, hasta más allá. Había árboles por todas partes de hoja perenne que adornaban el lugar, acumulando en sus ramas mantos blancos, y varios mausoleos de lujo. Aún quedaban restos de las flores de los visitantes y había otras personas caminando por entre las lápidas.

—Oye... —la llamó Raijin con su tono apático, a unos metros por delante de ella.

Cleven se dio cuenta de que se había quedado atrás, y corrió apresurada hacia él, siguiéndolo hasta lo alto de una de las colinas.

—Creo que mi madre debe de estar por aquí —comentó Cleven, observando las lápidas al paso.

—¿Nunca la visitas?

—Yo... bueno... —se avergonzó—. No, desde hace varios años. Mi padre dejó de llevarnos a mí y a mis hermanos... mm...

—Ya, entiendo —dijo él.

—¿El qué entiendes? —preguntó Cleven.

—Que eso significa que tu padre no ha superado la muerte de tu madre, es evidente.

Cleven se quedó algo acongojada al oír eso. La verdad es que nunca había reparado en ello; la verdad, en todos esos años nunca había prestado atención suficiente a su padre como para saber cómo se sentía.

—Bueno, ya la superará —supuso Cleven.

—¿Hace mucho que tu madre murió? —preguntó Raijin—. ¿Por lo menos hace más de cinco años?

—Sí, ¿por qué? ¿Qué quiere decir eso?

—Que entonces tu padre no va a superar esa muerte jamás. Pero fue hace más de cinco años, así que lo que tu padre sí puede lograr, es fingir ante los demás que sí lo ha superado.

Cleven se quedó callada y más abrumada, pensando en ello. Raijin tampoco dijo nada más. Los dos se detuvieron frente a una fila de lápidas en lo alto de la colina, bajo un enorme pino. Debía haber como unas dos docenas de lápidas, y varias de ellas estaban cubiertas por hiedras que tapaban los grabados del mármol y en su base reposaban flores ya marchitas.

—¿No traes flores? —preguntó Cleven, alzando la vista para mirarlo a los ojos.

—Me parece una estupidez. Los muertos no ven las flores, ni les importan. Además, acaban muriendo, marchitándose, es una ironía que no me agrada mucho.

—Pero no se trata de que los muertos las vean o las huelan, es un símbolo. Ya sabes, los humanos tenemos tradiciones y simbologías.

—Todas ellas carecen de lógica para mí, no hay un fin productivo o de utilidad en algo así —insistió Raijin sin variar lo más mínimo su tono impasible y serio.

—Vaya, cómo eres —musitó con sorna, y vio que Raijin se paraba frente a una lápida, se agachaba frente a ella y le quitó las hiedras que la cubrían.

Cleven se agachó a su lado y ambos se quedaron mirando en silencio la piedra grabada.

—¿Me vas a contar quiénes son? —le sonrió—. Si no te importa. Me gustaría saberlo.

Raijin cerró los ojos un momento y después los abrió, apoyando los codos en las rodillas, contemplando con infinita serenidad la lápida.

—Está todo escrito en chino en esta, ¿verdad? —descubrió la joven—. ¿Qué pone?

—Yue —pronunció él con voz firme—. "Yue Saitou. Amada hija de Joji y Norie. Nuestra luz en la oscuridad".

—Oh... —murmuró pensativa—. Joji... y Norie Saitou... Me suenan mucho esos nombres. ¿Joji Saitou y Norie Saitou no son...? Mmm... Se les menciona a veces en noticias de política.

—Así es. Yue era la hija adoptiva de Norie y Joji Saitou —le explicó—. Norie es la secretaria general del Ministerio de Interior, y Joji lo es del Ministerio de Defensa. Son dos personas importantes del Gobierno. Las manos derechas de sendos ministros de Interior y de Defensa.

—Ah, sí, eso... —hizo aspavientos, pues no le interesaba la política—. Alguna vez han salido en las noticias, y se los ve como un hombre y una mujer superserios.

—Sí, ellos son así.

—¿Conoces entonces a esas dos personas importantes del Gobierno? Dime, ¿quién era Yue?

Raijin tardó un poco en contestar, dubitativo.

—Era mi novia.

Ahí fue cuando Cleven se quedó muda. Miró con gran sorpresa al chico, luego apartó la vista a otro sitio y frunció el ceño. «Su novia...» pensó frustrada «Su novia... Tengo delante de mis narices a la novia de Raijin... Maldita sea, esto no es justo. No puede ser, no sabía que hubiese perdido a alguien así. ¿Qué estoy haciendo yo entonces? ¿He...? ¡He estado todo este tiempo intentando hacerme con Raijin sin importarme si hubo alguien más para él!, ¿qué clase de monstruo soy?».

Cleven no quería creerlo. Al parecer no tenía nada que hacer, había estado gastando su tiempo en vano. Observó de nuevo al chico, el cual seguía mirando la lápida con una expresión indescifrable en los ojos. Ahí lo supo. Supo que Raijin sólo tenía corazón para esa tal Yue, a pesar de que estaba muerta.

«¿Qué estoy haciendo?» se repitió, sintiéndose fatal. «Esa chica debió de ser una persona increíble como para haberse convertido en la novia de un chico así. No puedo competir con eso. Es como si me estuviese entrometiendo...». Realmente se sintió como un bicho, un insignificante bicho comparada con Yue. Podía ver en ese momento cómo Raijin observaba la lápida, como si estuviese viendo en su mente los viejos recuerdos. Nada más ver eso supo que esa chica fue única para él.

—Estás muy callada, qué raro —dijo Raijin.

Cleven pegó un brinco y lo miró con sobresalto, poniéndose roja.

—No, es que... yo... Me ha sorprendido, sólo eso.

—¿Que yo haya tenido novia hace tiempo? —preguntó, arqueando una ceja.

Cleven se encogió de hombros como respuesta. No era exactamente porque hubiese tenido una novia, sino porque esta hubiese fallecido, pero no quería comentarle eso.

—Debió de ser una gran persona —le dijo Cleven—. Si sigues recordándola así y visitándola.

—Sí. Lo fue.

—Esto... ¿Cuánto hace... que murió?

—Hace cinco años. Teníamos 14 años cuando nos conocimos. Ella era una niña adoptada en una familia importante. Sus padres, ambos trabajan en la seguridad del país, así que a ella la controlaban mucho y la sobreprotegían, como sería de esperar. Por si fuera poco, Yue además tenía una salud frágil. Nuestra relación nunca fue fácil, porque por supuesto sus padres no iban a dejar que ella se relacionara con un chico de la calle sin casa y sin nada. Siempre teníamos que vernos a escondidas.

—¿Sin casa y sin nada? —se sorprendió—. Raijin, ¿cómo es eso?

—Me quedé huérfano a los 4 años —le contó, mientras arrancaba hierbitas de donde estaba sentado—. Estuve hasta los 10 años al cuidado de mi hermana, pero ella ya estaba casada y con hijos, y había otras circunstancias por medio que nos dificultaba la vida. No quería seguir siendo una carga ni ver a mi hermana sobresaturada. Por eso, la convencí para que me dejara irme a una casa de acogida. Pensaba que era lo mejor para ella y para mí. Al principio estuve bien. Pero a los dos o tres años, tuve que largarme de ese lugar.

—¿Por qué?

—Al final resultó no ser un buen lugar —Raijin se encogió de hombros, acortando toda la historia en esa respuesta—. Le mentía a mi hermana para que siguiese creyendo que vivía allí y sin problema. Estuve arreglándomelas solo desde los 13 años, y trabajé en varias cosas para ganar dinero. Y por esas fechas... mi hermana murió de forma inesperada.

Cleven escuchaba embelesaba todo lo que le contaba, no podía ni parpadear. Se le encogió el estómago al oír que aparte de sus padres, también acabó perdiendo a su hermana.

—Ya a los 14, una anciana que conocía desde pequeño, Agatha, estuvo ayudándome y dándome cobijo cada vez que lo necesitaba. Me obligaba a ir al colegio, pero no solía ir casi nunca. Fue en esa época cuando la conocí, a Yue. Jamás fui tan feliz —dijo, mirando a Cleven a los ojos—. A pesar de que nuestros encuentros eran difíciles y escasos —añadió—. Su padre intentó atraparme en numerosas ocasiones, pero Yue siempre conseguía escaparse para encontrarme. Todo se acabó un año después, cuando ella murió. Ella también —suspiró, y miró hacia el cielo nublado—. Todos, uno tras otro...

Cleven permaneció un largo rato en silencio, recapacitando. Todo lo que había escuchado no era más que un resumen muy corto de la historia real, pero para ella fue suficiente.

—¿Cómo murió? —musitó, evitando mirar a Raijin, pues se sentía incómoda.

—Preferiría no contestar a eso.

—Hm... —asintió—. Entonces, estos últimos cinco años, ¿te las has arreglado tú solo para llegar hasta donde has llegado? Parece que ahora te va todo bien.

—He tenido alguna que otra ayuda. Después de la muerte de Yue, Agatha consiguió convencerme para hacer el instituto. Lo acabé y entré en la universidad.

«Vaya...» se lamentó Cleven, «Hace cinco años. Me pregunto si Raijin ya habrá superado la muerte de Yue, si su teoría que me mencionó antes es cierta».

—¿Por qué me has contado todo esto?

—¿Que por qué? —casi se sorprendió Raijin por la pregunta—. Porque no has parado de preguntarme acerca de mi vida, poniéndote muy pesada. Ahora que ya lo sabes, podré respirar un poco de paz.

—Oye —se mosqueó, pero después sonrió—. Gracias por hacer el sacrificio.

—¿Por qué te intereso tanto? Siempre me encuentro contigo, y después no te despegas de mí, lapa.

—Ah, eh... no, es que... —se sonrojó con vergüenza, por supuesto no le iba a decir lo que sentía por él, no en ese momento, así que cambió de tema descaradamente—. ¿Cómo es que... has querido que te acompañase a este lugar?

—No me gusta venir solo —contestó sin más, mientras se encendía un cigarrillo tranquilamente.

«Esa respuesta contradice muchas cosas» pensó la joven, frunciendo el ceño con extrañeza, pero no le dio más vueltas. Se sentía afortunada.

—¿No vas a visitar a tus padres y a tu hermana también? —le preguntó.

El rubio fue a contestar, pero una voz familiar los sorprendió a sus espaldas.

—¡Raijin! —exclamó Sam, corriendo colina arriba hacia ellos.

Los dos se pusieron en pie de un salto, y Sam fue aminorando la marcha hasta detenerse a unos metros de ellos. Primero miró a Cleven, confuso, y luego a Raijin.

—Uy... —murmuró, frunciendo el ceño.

—No es lo que piensas —masculló el rubio con mosqueo—. ¿Qué pasa?

Sam se abstuvo de responder, y Raijin se dio cuenta de que miraba a Cleven por ello, entonces entendió. Kyo ya estaba preparado para realizar su plan, pero hablar de los asuntos de los iris no era algo que debieran hacer delante de humanos como Cleven.





Comentarios

  1. La forma en la que se entrecruzan los cmainos es fascinante. EL momento de Neuval de quitarse la mascara y decir "hasta los cojones de fingir" es fascinante. Em su momento cuando lo lei la primera vez hace tiempo, siempre me llamo la atencion la preocupación y atencion que mostraba Neuval en Drasik. Quiero decir lo mantenia alejado de todo pero al mismo tiempo intentaba cuidarlo.

    Fuer ade cotnexto la actitud de Cleven con la gente indagando en la vida de un desconocido podria resulta excesivamente invasivo pero cuando mas adelante avanzas y entiendes cosas resulta fascinante. Literla la cabra tira al monte en este caso. No puedes evitar quien eres.

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    1. ¡Hola, Kauri! Parece que Blogger sólo me deja responder como anónimo, pero soy Ana, la dueña de este blog. He leído todos los comentarios que me has dejado, te lo agradezco enormemente ^^ La verdad es que, con el gran parón que hice en la época de la pandemia y tal, no creí que fuera a recuperar lectores, así que cuando dices que necesitabas volver a leer mi historia, pues ha sido una alegría :D

      Mi plan es continuar esta historia sí o sí, porque, ante todo, es de mis mayores hobbies y no tengo intención de abandonarlo. Como habrás leído, le estoy haciendo un gran lavado ahora. La historia sigue siendo la misma en esencia, pero le he cambiado y añadido un montón de cosas, escenas y diálogos, tratando y uniendo todos los sucesos con más coherencia. Quizá por eso recuerdas muchas cosas pero muchas te parecen nuevas XD Pronto publicaré el siguiente puñado de capítulos arreglados del 2º Libro, y así seguiré con el 3º, 4º y demás :)

      Al haber estado mucho tiempo sin tocar los últimos libros, cuando empecé a hacer el arreglo desde el 1º Libro también me dio esa sensación de nostalgia de "mira cómo empezaron los personajes, qué normalito y simple parecía todo" xD Con este arreglo quiero profundizar aún más en esa evolución de personajes como Neuval, Cleven, Drasik, Raijin, Hatori y otros importantes, porque en la antigua versión de la historia había poca profundidad o tardaba mucho en mostrarla. Espero que te vaya gustando ^^ ¡Gracias por leer!



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    2. ¡AAAh si! Me he dado cuenta incluso a pepsar de los años, que habia cosas e incluso dialogos que recordaba casi como si tuviera grabado a fuego y cosas que veo claramente nuevas. Son matices pero se nota. Sin contar que tambien noto que se ha profundizado mas en la psique de algunso peronaje y por que piensan, sienta o actuan como actuan.

      Creem que me das una legria tremenda al saber que vas a continuarlo, me encnata esta historia como los msiterios se entralanzan y como cuando piensas que ya esta todo..puum sorpresa, que no y te quedas ¿WTF?¿QUE PASA AHORA?

      Es plot twist, tras plot twist, perocon sentido y no sacado de la nada porque en todo momento se dan pistas, matices, indicios de que nada es lo que parece, con ninguno de los personajes, los cuales todos tiene una riquesa de profundidad increible, ya no solo Cleventine, incluso si es considerada el personaje principal y su historia.

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