Seguidores

1º LIBRO - Realidad y Ficción





37.
La fiesta de Yako

Al llegar a la casa de Yako, que era un chalet, Raijin y Cleven se bajaron del coche, y él caminó hasta la casa con mucha prisa, dejando a Cleven atrás. A ella ni le dio tiempo a decir nada. Por eso, Cleven dejó salir un resoplido, pensando cómo diablos iba a arreglar esa situación tan incómoda. No quería que Raijin se sintiera así por su culpa. Claro que el beso lo había dado él, y si se arrepentía, la culpa era de él. Pero ella conocía ese tipo de sentimiento porque también lo había vivido con un par de chicos antes, dar un paso que tal vez no debió haber dado, o darlo y después descubrir que no era lo que ella esperaba… Eran cosas que pasaban.

No sabía con cuántas chicas había salido Raijin desde que murió Yue. Seguramente con varias. Pero seguramente no fueron parejas importantes, tan sólo temporales. Cleven veía en él, con mucha claridad, que Yue y su muerte aún le pesaban, y que todavía lo encadenaban al pasado. Raijin no se permitía a sí mismo quitarse esa cadena. No se permitía a sí mismo ser feliz, probar conocer gente nueva, meramente vivir la vida. Era como si sintiera injusto que él tuviera esta opción y Yue no.

Por eso, Cleven se sentía tan atraída hacia él. Más allá de su belleza, su físico, su actitud estoica, lo que Cleven vio en él aquel primer día en la cafetería fue a un chico muriendo en vida. Y eso era algo que ella no podía aguantar ver en alguien. No sólo quería estar con él, lo que era un deseo de propio beneficio, sino que también quería ayudarlo a sentirse mejor, lo que era un deseo para beneficio de Raijin.

No es que él le diera pena. Es simplemente que ella había sufrido de forma similar tras la muerte de su madre y, a pesar de todas las buenas personas que la rodeaban, no todas le habían servido de ayuda para levantar cabeza. A veces, solamente hacía falta una persona, en un momento y lugar concreto, y unas palabras que sólo esa persona podía decirle. En el caso de Cleven, fue Yenkis.

Necesitaba saberlo. Ahora, era ella quien tenía esta pregunta para Raijin: “¿qué es lo que deseas?”. Y él iba a tener que responder esa noche.

Cleven, cruzando curiosa el jardín, observó con la escasa luz de las farolas que estaba plagado de plantas de mil tipos. Algunas tenían flores enormes y muy raras a pesar de estar en pleno invierno. Otras, tenían hojas de color morado, o azul. Había unas en particular que llamaron su atención. Estaban por todo el perímetro del jardín, repartidas ordenadamente a la misma distancia. Eran unos arbolillos que no alcanzaban más de tres metros, los cuales, en lugar de un tronco, tenían tres, de color rojo y entrelazados casi como una trenza, y sus ramas superiores adelgazaban y se multiplicaban cuanto más ascendían, de modo que al final formaban como un amasijo de filamentos. Lo más extraño es que no tenía hojas. De las puntas de las ramas crecía una especie de algodón vaporoso de color rosado. Cleven pensó que, si eso no era algodón de azúcar, era lo más parecido que había visto nunca.

 Yako los estaba esperando en la puerta del chalet, desde la que se oía una música alta y muchas voces. Yako le dio unas palmaditas a Raijin en el hombro mientras este pasaba directamente adentro, y aguardó ahí hasta que llegó Cleven, y se metió con ella en la casa.

«¡Qué fiestorro!» se sorprendió Cleven nada más poner un pie dentro. «¡Y qué casaza!» añadió. La casa era una tradicional japonesa, de las antiguas, pero reformada de menara moderna. El interior era muy espacioso, apenas había tabiques separando las diferentes zonas, por lo que, a pesar de toda la gente que había, no era agobiante y uno se podía mover cómodamente de un lado a otro. Cleven se tomó un par de minutos para analizarlo todo, y observó que todo el mundo allí, formando grupitos de conversación por distintos lugares, sentados en los sofás, butacas y sillas con vasos de bebida en mano, eran universitarios.

—Yako —lo agarró del brazo, mirándolo preocupada—. ¿Soy la única bebé de aquí?

—¿Bebé?

—¿Hay alguien más de mi edad?

—Bueno… algunos aquí tienen 18, suelen ser los de primer año de universidad que se cuelan en las fiestas de los que somos de tercero. No me molesta, ya que aquí sólo puede entrar buena gente…

—Yako —lo interrumpió, sacudiendo la cabeza un momento, empezando a darse cuenta de que no le encajaba algo—. ¿Por qué me has invitado?

—Eres mi amiga.

—Nos hemos conocido hace menos de una semana.

—Y tenemos una química estupenda —sonrió.

Cleven se sonrojó al oírle decir eso y al ver esa sonrisa tan bonita.

—Lo sé, pero… Es un poco raro, no sé, debo de parecer un bebé a ojos de toda esta gente.

—Tampoco estás tan distanciada de los de 18.

—¿Por qué no has invitado a más gente de mi edad?

—Lo habría hecho, pero Sammy tenía otra fiesta hoy en otra parte. Y Kyo y Drasik me dijeron que tenían un asunto pendiente en el laboratorio…

—¿Laboratorio? ¿Qué…? —Cleven estaba confusa—. Espera, ¿tienes relación con Kyosuke y con ese loco de Drasik?

—Bueno… son clientes habituales de la cafetería.

—Ah…

—Escucha, Cleven —le posó las manos sobre los hombros y la miró con otra de sus cálidas sonrisas—. No te sientas cohibida aquí. Nadie te va a mirar ni a tratar como si fueras un bebé. Disfruta, explora la casa si quieres, o quédate cerca de mí si así te sientes más segura. Pero te prometo que aquí hay gente buena.

—¿Es que conoces al centenar de personas que hay aquí?

—No a todos. Pero, como ya te he dicho, en esta casa sólo pueden entrar buenas personas.

Cleven siguió sin entender eso. Pero porque creía que Yako hablaba de “poder” como “permiso”, cuando en realidad hablaba de “poder” como “capacidad”. Ni un solo ser vivo que poseyera mala energía o energía Yin por encima del límite aceptable podía físicamente entrar en la morada de un Zou.

Los arbolillos que Cleven había visto antes por el jardín eran los encargados de esto. Se llamaban storditori, o así los había bautizado Yako, del italiano “aturdidores”, ya que era una especie única de planta que el propio Yako había creado, algo común en su familia. Todos los Zou eran soberanamente inteligentes. De hecho, eran los seres más inteligentes que vivían en la Tierra. Pero el campo donde eran los mayores expertos del mundo era el campo de la química, sobre todo directamente relacionada con las plantas y todo el reino vegetal. Se podía decir que la química era la ciencia de los Zou, pero la botánica era su pasión. Y cada generación Zou había creado algo nuevo, único y propio, ya bien fuera una nueva especie de planta, ya bien fuera una medicina o compuesto químico que creaba efectos especiales.

Yako había juntado ambas cosas en los storditori. La función especial que tenían estos arbolillos era su capacidad de sentir o detectar la energía Yin dentro de cualquier persona que estuviera o pasara cerca de ellos. Si detectaban una energía Yin por encima del límite aceptable, sus algodones vaporosos comenzaban a deshacerse sutilmente, soltando sus finos hilos al aire, que se deshacían en minúsculas partículas. Si una buena persona los inhalaba, no le pasaba nada, pero cuando la mala persona los respiraba, de inmediato sentía un fuerte mareo, y comenzaba a tener náuseas y a vomitar. A veces, en los casos donde la persona se trataba de alguien realmente malo, se le sumaba una diarrea instantánea incontrolable. Y así, la persona indeseada se veía obligada a marcharse corriendo, descubriendo que cuanto más se alejaba de la casa de Yako, mejor se sentía. Y así no volvía.

De hecho, este mecanismo de seguridad hizo su labor esa misma noche. Había un par de chicas universitarias entrando por la verja en ese momento. Venían ya con una actitud problemática.

—Ya verás… Yassuf se va a arrepentir de haber cortado conmigo.

—Total, tía.

—Y encima se creerá importante porque el mismísimo Angelo Moretti lo ha invitado a su fiesta… ¿Se cree con derecho a pasárselo bien en fiestas después de dejarme? ¿Se puede ser más cabrón y rastrero?

—Mazo, tía.

—Tía, ya sabes lo que tienes que hacer. Cuando esté discutiendo con él, gritas superfuerte y le dices a todo el mundo que lo has visto pegarme y que lo has oído amenazarme…

—Ya verás, tía, ese cretino se va a cagar cuando lo acusemos de agresor…

—¡Hahaha! Y con suerte hasta lo pueden expulsar de la universi-… ¡buaaagh! —vomitó de repente.

—¡Pero tía! —brincó la otra con gran pasmo—. ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Por qué vomi-…!? ¡Buaaargh! —vomitó ella también.

Las dos arpías sintieron fuertes mareos y no paraban de dar arcadas vacías después de haber vomitado. Entraron en pánico, porque una reacción del cuerpo así de repentina e intensa asustaría a cualquiera. Temerosas de ser vistas en esa situación tan embarazosa, cambiaron de idea y se largaron de allí corriendo.

Lo bueno que tenía esto, es que el vómito era abono para el césped. Por muy asqueroso que pudiera parecer, Yako ya había utilizado un compuesto químico especial por toda la tierra y césped de su jardín que hacía que el suelo absorbiera en cuestión de segundos estos desechos desagradables y volvían a dejar el césped limpio. Y así, este suceso quedaba como si no hubiera pasado.

Yako había acompañado a Cleven a la cocina para servirle una bebida. Como se esperaba, la cocina también era grande, alargada. Cleven se sentó en un taburete de la isla del centro mientras Yako acercaba unos vasos y unas botellas de refresco, unas frutas y unos frascos con contenido extraño. En la cocina también había gente charlando o pasando por ahí. Muchos venían y le daban unas palmaditas a Yako en el hombro como saludo.

Cleven no podía hacer más que admirar cómo la gente adoraba a Yako. Era como un sol, iluminando los lugares y a las personas de su alrededor, con su incansable sonrisa perfecta. Cleven había visto sonrisas falsas miles de veces y tenía un don para identificarlas con facilidad. Pero la de Yako era real. Y esto fascinaba a Cleven y a la vez le era algo difícil de entender. Un simple ser humano no podía ser tan genuinamente bueno todo el tiempo, incluso los más amables a veces se cansaban y la sonrisa pasaba a ser fingida, aunque con buena intención. Pero Yako nunca parecía necesitar hacer eso, fingir, hacer un esfuerzo, para agradar a los demás, para caer bien a los demás. Era algo totalmente natural en él. Tanto, que no parecía humano.

En ese momento, Yako terminó de prepararle a Cleven una bebida especial en un vaso grande. Ella miró el líquido gaseoso entre los hielos. Era un líquido de varios colores que insólitamente no se mezclaban. Cleven nunca había visto una bebida tan bonita.

—¿No será radiactiva? —le preguntó a Yako.

—¡Hahah…! ¡No! De hecho, es absolutamente sana e inofensiva. Es un invento mío. Una mezcla de gaseosa sin azúcar con varias sustancias naturales que producen estos colores. Cada color tiene un sabor diferente.

—¿¡Eh!?

—Suaves, intensos, dulces, ácidos… un poco de todo. No sé si la has llegado a ver estos días en la cafetería, pero es muy popular, la piden muchos clientes. Yo la llamo “soda irisada” pero la gente directamente la pide como “irisada”.

—No sabía que te gustase hacer experimentos raros de comidas y bebidas. ¡Qué pasada! ¿Y las grandes corporaciones no quieren comprarte la fórmula de tu soda mágica?

—¿Para que la modifiquen y la intoxiquen con aditivos adictivos, azúcares nocivos y cancerígenos? Nah… yo soy diferente a las corporaciones, a mí me caen bien los humanos.

—¡Hahah…! Qué cosas tan raras dices —se rio Cleven—. ¿Y qué alcohol lleva?

—Ninguno —sonrió Yako felizmente.

—¡Yakooo! —berreó, agarrándolo de la camiseta—. ¡Me dijiste que me dejarías beber un poquitooo!

—Ay… bueeeno —cedió el chico a duras penas—. Pero un poco —cogió una botella de ron y le echó un chorro—. El ron es lo que más le pega.

—No te preocupes por mí, Yako, porque nunca alcanzo a beber más de dos copas, mi límite está ahí. Más allá de eso, como que me empacho.

Lo que Cleven se estaba olvidando de explicarle es que no podía beber más de dos copas porque ya con una se emborrachaba, lo que para otras personas sería con cuatro o más copas. Ella tenía la realidad un poco distorsionada sobre este tema y creía que tenía más aguante de lo que en verdad tenía. Y lo que ella recordaba como un “empacho” era en realidad una buena cogorza.

—¡Guaaauuu! —exclamó Cleven tras probar la bebida con una pajita, y miró alucinada tanto a Yako como al vaso—. ¡Es como… como si notaras el paso de cada sabor! He notado sabor a manzana, luego cereza, luego de cola, y luego lima. ¡Y no se mezclaban! ¡Notas cada sabor por separado! Yako, ¿por qué estás estudiando Derecho? Con las maravillas deliciosas que ya sirves en tu cafetería, tienes el éxito asegurado.

—Oh, bueno, lo de la cocina y la cafetería sólo es un hobby.

—Entonces, ¿quieres ser abogado o algo así?

—Quiero ser juez. De la Corte Suprema.

Cleven se quedó asombrada.

—¿De… Japón?

—En principio, sí, ya que estoy estudiando aquí el Derecho japonés. Pero también estoy estudiando el Derecho chino, el estadounidense, y las leyes generales europeas. Con el tiempo, crearé una iniciativa unificada que no sólo trate los derechos humanos universales, sino también que unifique las leyes en temas de crimen y corrupción, ya que hoy en día cada país tiene sus propias leyes distintas y por eso el sistema judicial en general de todo el mundo es tan patéticamente inútil, y en lugar de arreglar las grietas de la sociedad humana, solamente va poniendo parches y cinta adhesiva que con el tiempo se rompen y se despegan. En un futuro, este sistema unificado me permitirá ejercer justicia en diferentes continentes, enseñar a los humanos a seguir más a la lógica y menos al dinero y trabajar con ellos codo con codo como el equipo unido que todos debemos formar.

Cleven, que se había quedado con una mueca cada vez más torcida y atontada, le colgaba la pajita de los labios. Tardó un par de minutos en procesar toda esa información.

—Perdona… —se rio Yako—. Sé que es algo complicado de entender y lo he resumido muy rápido, seguro que te he aburrido…

—No… para nada… —contestó Cleven, y lo miró con cara muy pensativa—. De hecho, lo he entendido bien. Lo que pasa es que me estaba preguntando… ¿Qué pasa con el factor de la variabilidad y la invariabilidad humana?

—¿Cómo?

—Bueno, he notado que usas mucho el término “humanos”, y por eso, tu iniciativa me parece extraordinaria y genial, pero no puedes olvidar el factor de variabilidad y el factor de invariabilidad que tenemos los humanos, que son los que rigen las decisiones que llevan al mundo por un camino y no por otro. Ya sabes, los humanos padecemos la virtud del cambio, virtud cuando se trata de aprendizaje, y el defecto del cambio, defecto cuando se trata de corrupción. Y luego está lo que nunca podemos cambiar, lo invariable, que es el entendimiento auténtico, completo y real hacia otra persona, ya que existimos de forma individual. Tenemos mente, alma y cuerpo propio que no podemos compartir físicamente con los demás y por eso nunca podemos ponernos literalmente en la piel de los demás, sólo “imaginarlo”. Y ese entendimiento completo que no tenemos la capacidad de alcanzar es lo que se interpone entre el cambio hacia el aprendizaje y el cambio hacia la corrupción. Entonces, creo que esto es un bache que se interpondrá inevitablemente en tu plan. A no ser… que halles primero la manera de arreglar el factor de invariabilidad. Ya que es la primera clave para que sea posible esa cadena de resultados. El entendimiento empático definitivo llevará al aprendizaje y el aprendizaje llevará a la auténtica justicia incorruptible.

Cleven terminó de hablar y tomó otro sorbo de su bebida de sabores. Yako estaba sin habla. Tenía sus ojos ámbar abiertos como platos. No podía creerlo. «Lo que acaba de contarme…» pensó, entre emocionado y perplejo, «… es uno de los capítulos de La Energía Cambiante, ¡el libro que escribió mi bisabuelo Dorian! Es cierto… ella solía… de pequeña ella solía colarse en la biblioteca privada de mi familia… ¿Se acuerda? ¿¡Se acuerda de los libros prohibidos que leía!?».

—¡Cleven! —la agarró de los hombros, sobresaltándola, sin saber si sentirse ilusionado o preocupado—. ¿¡Lo recuerdas!?

—¿Eh?

—¿¡Recuerdas dónde leíste eso!? Lo que me acabas de explicar…

—¿Dónde lo leí? —repitió ella, confusa, y miró al techo, tratando de hacer memoria—. No… no sé… no recuerdo haber leído sobre… Es sólo algo que sé… algo que siempre he sabido… y… —cerró los ojos, sintiendo un pequeño dolor de cabeza—. Sólo es algo que forma parte de mí… —murmuró.

—¿Cleven?

La chica se frotó los ojos y volvió a abrirlos. Estaba un poco mareada. Parpadeó varias veces, como si acabara de despertar de un sueño.

—Uy… disculpa, Yako, creo que me he bebido tu soda mágica demasiado deprisa —dejó el vaso ya vacío sobre la isla—. Voy a comer algo para que se me pase un poco el efecto del ron. —Se bajó del taburete y cogió uno de los sándwiches que había en varias bandejas sobre las encimeras, y volvió con Yako, dándole un gran bocado al sándwich—. Mm… ¿De qué estábamos hablando? —preguntó con la boca llena.

Yako seguía ojiplático, pero esta vez con cara asustada. «Che pericolo! ¡Eso ha sido muy descuidado por mi parte!» pensó. «Creo que casi me cargo su memoria… No debí incitarla a recordar dónde lo leyó. Ha tenido un pequeño lapsus. Sé que esto puede pasar con la Técnica de Denzel, pero… qué extraño… Se supone que Fuujin le borró la memoria y le salió bien el proceso. Y, aun así, ¿cómo ha podido Cleven recordar con tanta perfección aquel análisis sobre el que escribió mi bisabuelo? Creo que hablarle sobre mi proyecto del futuro ha podido despertar ese recuerdo en ella. Solo que ahora parece haberlo olvidado de nuevo». El chico disimuló y fue a servirle un vaso de agua a Cleven para que pudiera tragar toda esa comida que engullía como un pato. «Lo más sorprendente… es que lo que me ha dicho tiene razón».

—Uf, gracias —le dijo Cleven cuando por fin pudo tragar la bola de comida tras beber un poco de agua—. De verdad, Yako, creo que al final tus bebidas y comidas son un peligro. Entre tu irisada y el relleno de estos sándwiches, ¡casi me olvido de respirar! ¡Qué buenos, mon Dieu! —exclamó, alzando el quinto sándwich que tenía en la mano, y luego se lo llevó entero a la boca. Se atragantó otra vez. Volvió a beber agua.

—Hey… —se percató Yako, y la miró extrañado—. Esta noche estás engullendo la comida más salvajemente de lo normal.

—¿Ehm? ¿A gué te feffiebes? —preguntó con la boca llena.

—Normalmente comes engullendo como un pato, pero ahora pareces, más bien… una anaconda —inquirió el chico.

Cleven no sabía si sonrojarse de bochorno, porque Yako describía su manera animalesca de comer como si ya lo considerase algo natural en ella.

—¿Sigues estando nerviosa? ¿Por este ambiente? ¿Por la edad de los demás?

—¿Eh? Eh… ¡No, no! No es por eso… —se sonrojó, un poco avergonzada—. No estoy nerviosa, estoy bien.

«Hmmm…» Yako activó su capacidad suprema innata de Zou de análisis psicológico, y entornó los ojos con suspicacia.

—Oye… mmm… —preguntó con cuidado—. ¿Pasó algo antes en la orilla del estanque… con Raijin?

—¡Ahhhh! —Cleven dio un respingo mortífero y se quedó más tiesa y más roja que un semáforo.

—Espera, espera… —empezó a entender Yako, y le creció una sonrisa muy entusiasmada—. Cuéntamelo… ¿Notaste algo en él? ¿Es eso? ¿Lo notaste?

—Ahm… eh… bueno, yo…

—Oh, ¡vamos! ¡Puedes contármelo a mí! —insistió Yako.

A Cleven no le sorprendía que Yako a estas alturas ya supiese qué sentimientos tenía ella por Raijin, lo que le sorprendía era que se mostrase tan ilusionado al respecto. «Oh, caray… Debe de ser que Raijin lleva mucho tiempo solo, y Yako sólo quiere verlo feliz con alguien. ¿Yako cree que yo podría ser buena para Raijin? ¿Le entusiasma la idea de que Raijin y yo estemos juntos?». A Cleven se le iluminaron los ojos de emoción, porque eso era como tener la aprobación de Yako, y tener la aprobación de Yako, la persona que mejor conocía a Raijin en el mundo entero, significaba muchísimo.

—Bu-bueno, sí, la verdad… —titubeó Cleven, con una sonrisilla vergonzosa y mirando a la encimera, recordando el beso—. La verdad es que ocurrió algo… diferente… Es decir, algo que no me pareció como el Raijin de siempre… algo muy cercano… una conexión sin igual que no sé explicar…

—¡Wow! —brincó Yako, la mar de contento—. ¿Con conexión te refieres… ya sabes… a que notas algo muy importante dentro de él… una verdad deseando salir a la luz?

«¿Se refiere a la tristeza y a los sentimientos por Yue con los que Raijin lleva tanto tiempo cargando, y ocultando dentro de él? ¿Y que tiene sentimientos por mí? ¡Sin duda!» pensó Cleven.

—¡Sí, es justo como dices! —afirmó ella—. Pero creo que… siento como que esa verdad ya está asomando, cerca de la superficie… No he logrado que Raijin saque sus secretos afuera, pero en el estanque sí que me mostró gran parte, y creo que estoy a punto de descubrir ese último misterio que me oculta. Tengo mis sospechas cada vez más sólidas, y sólo me queda averiguar ese misterio que falta.

«Raijin tendrá que revelármelo tarde o temprano, tendrá que decirme la verdad y qué es lo que siente realmente por mí» suspiró Cleven para sus adentros.

—Oh, Cleven… ¡No sabes la alegría que me da escuchar esto! —la abrazó de repente, y ella volvió a sonrojarse por lo inesperado que fue—. No sabes lo mucho que deseo esto para Raijin. Y para ti.

—¿De verdad? —lo miró asombrada.

—Os lo merecéis. Pero no te preocupes, no voy a meterme mucho en el medio, no quiero estropear nada. Quiero que puedas descubrir esa verdad de Raijin por ti misma, de forma natural.

—Sí, que él me lo confirme de una vez. Y así yo pueda confirmárselo a él.

—¡Exacto!

Ahora Cleven estaba más entusiasmada que nunca. Con las palabras de aliento de Yako, sabía que tenía que buscar a Raijin ahora y hablar con él ahora. Sin embargo, fue levantarse del taburete, y el susodicho apareció en ese instante entrando en la cocina. Pero Raijin, el verlos ahí en la isla central, primero se paró en seco; se mostró tenso; trató de disimular normalidad y se fue directo a una de las encimeras de una esquina, en la parte más al fondo de la cocina alargada, ignorándolos. Tanto Cleven como Yako observaron cómo Raijin cogía una botella de vodka, llenó un vaso hasta arriba y se lo bebió entero. Y después, volvió a llenarlo de vodka hasta arriba.

—Aeh… disculpa un momento, Cleven —le dijo Yako, y se dirigió allá donde estaba Raijin.

Ella asintió y volvió a sentarse en su taburete, pues le volvieron a surgir las dudas sobre si era buen momento o no de hablar con él, tras ver a Raijin en ese estado tan impropio. Pensó que quizá Yako podía ayudar a suavizar la situación.

El joven Zou se puso al lado de su amigo y observó de nuevo cómo el rubio llenaba el tercer vaso de vodka y se lo bebía a palo seco.

—¿Qué estás haciendo?

—Beber. ¿O a ti qué te parece? —contestó Raijin, claramente con aire molesto.

—A mí me parece que sí, que estás bebiendo. Pero bebiendo como un humano —le dijo, cruzándose de brazos.

—Entonces, por fin hago algo “normal”, ¿no? Me mimetizo, haciendo lo que aquí todos estos humanos hacen —se llevó el cuarto vaso a los labios, pero Yako lo frenó, bajándole el brazo, sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos.

—Nadie aquí está bebiendo ahora como si anhelase perder el conocimiento para huir de algún conflicto emocional irresoluto.

—Basta. No hagas eso —le advirtió Raijin, esta vez mirándolo a los ojos, alterado—. No me analices. Si renunciaste a ser un Zou, no me analices como si fuera uno de tus iris.

—¡Raijin! —protestó Yako.

El rubio se quedó callado, dándose cuenta de lo irracional que se estaba comportando. La verdad, no estaba llevando una buena noche desde lo del beso. Se frotó los ojos, fatigado.

—Raijin, eres mi “hermano”.

—Perdóname. Tienes razón —acabó dejando esa cuarta copa de vodka en la encimera—. Estoy… sólo estoy un poco… confuso.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

—No. No sé…

—¿Tiene que ver con Cleven?

Raijin volvió a levantar la mirada hacia él.

—¿Lo sabes?

—Ella ya me ha contado… que habéis tenido un momento especial antes, junto al estanque. Una conexión que habéis sentido el uno por el otro.

—Sí… algo así… —bajó la mirada de nuevo, e hizo un pequeño ademán de mirar a Cleven de reojo, allá sentada en la isla central, pero no se atrevió—. Es que…

—No hace falta que me expliques nada, Rai —le sonrió, sujetándolo de los brazos—. Lo que estás sintiendo en ella es totalmente comprensible, es lo esperado.

—¿Tú… esperabas que esto empezase a pasar? —se sorprendió.

—Estás generando sentimientos naturales por ti mismo. Estás sintiendo de forma natural como haría cualquier humano o iris común. Sabes que esto solamente te ocurre con las personas que empiezan a importarte mucho. Por eso, estás confuso, porque tu iris se empeña en darle una razón lógica a esto que estás sintiendo.

—Pero es que tiene que haberla, y no logro hallarla.

—Tu iris te está tratando de convencer de que esa chica aún es una extraña cuando en realidad se está haciendo muy cercana a ti, e importante. Lo sé, lo he notado estos días entre vosotros. Por eso, esta vez tienes que abrir más tu corazón y cerrar un poquito la racionalidad de tu iris, y verás que dejarás de sentirte confuso.

Raijin puso una mueca dubitativa.

—Escucha. No te preocupes, Rai —le sonrió Yako con más candor—. Estás descubriendo lo que se oculta dentro de Cleven y lo que se oculta dentro de ti. Estás a punto de averiguar el misterio, de confirmar esta corazonada que tienes. Tu conexión con ella es real. Tenéis una conversación pendiente… para que la verdad salga a la luz.

Raijin no dijo nada por un rato. Sabía que Yako tenía razón, tenía que aclarar sus sentimientos con Cleven, confirmarlos, y no dejarlos al aire sin resolver. Lo que le sorprendía un poco era ver que Yako parecía estar deseando que esto ocurriera entre él y Cleven. Yako sabía que Raijin siempre prefería salir con chicas de su edad o mayores, porque para Raijin era crucial salir con alguien que tuviera una alta madurez y que no fuera demasiado infantil o ilógico.

A pesar de que Cleven había demostrado estar un poco loca a veces, las conversaciones importantes que había tenido con ella, aunque pocas, habían llegado a sorprender mucho a Raijin. Aunque Cleven fuese cuatro años más joven, había notado que, bajo esa fachada de loca glotona y a veces caprichosa e inmadura, había en realidad una humana que sabía observar, entender, ponerse seria cuando era necesario y dar importancia a las cosas que lo merecían. Y eso atraía a Raijin enormemente. Eso, y más cosas. En especial, esa misteriosa energía que no paraba de detectar emanando de ella.

También, Yako sabía que Raijin tenía la misma barrera que habían tenido él y Sam respecto a recordar quién era Cleven, que la conocían de hace muchos años, que era una amiga de ellos en el pasado, pero que Fuujin les había modificado la memoria a todos en un intento de evitar reconocerse o recordarse a través del nombre y del aspecto. Yako quería que esa nube puesta en la memoria de Raijin, al igual que había sucedido con él y con Sam, se disipase, pero de forma natural. Que la propia Cleven se la disipase, teniendo con ella esa conversación pendiente para aclarar todo.

No obstante, Cleven tenía razón en algo, y es que seguía habiendo una persona que Raijin no conseguía quitarse de la cabeza. Yue seguía en su mente, constantemente; y con ella, un persistente sentimiento de tristeza y de culpabilidad que dificultaba su capacidad de tomar decisiones cuando se trataba de amar a alguien nuevo.

Por eso, se vio que Raijin todavía necesitaba un poco más de tiempo, cuando, sin previo aviso, dio media vuelta y se marchó de la cocina, pasando junto a la isla del centro sin mirar a Cleven. Se perdió de vista ente el gentío y la música del salón. Cleven se quedó mirando hacia esa dirección, pensativa.

—Lo siento —se acercó Yako a ella—. He intentado ayudar.

—Creo que lo has hecho —afirmó ella—. No quiere hablar conmigo ahora mismo, pero creo que está más dispuesto que antes a considerarlo. Lo dejaré en paz un rato, no quiero presionarlo. Iré yo misma a hablar con él, más tarde. Si es que él quiere.

—¿No estás enfadada o molesta con él por su tozudez y empeñarse en ignorarte e incluso evitar mirarte a la cara?

—¡No! —exclamó sorprendida, y luego sonrió—. Claro que no, ¿por qué me iba a enfadar con él? Yo lo que veo en él es que está tenso, y agobiado, y frustrado, y mal… Lo único que quiero de él es que deje de sentir cosas malas y sienta cosas buenas. Si consigo averiguar el modo de ayudarlo a sentirse mejor… Quiero verlo sonreír por una vez…

Cleven suspiró y apoyó la barbilla en una mano, mirando hacia allá, hacia el gentío. A Yako, a su lado, se le formó una sonrisa cálida en la cara tras escucharla decir eso. Hacía siete años que no le pasaba esto, pero no era la primera vez, y es que, en aquel lejano tiempo de sus infancias, a veces sentía una extraña fascinación por Cleven por cosas que hacía o decía. Le vinieron a la memoria algunas ocasiones del pasado en que ella le evocaba esta rara fascinación. Curiosamente, a Alvion también le ocurría, sentir hacia la pequeña Cleven de aquel entonces una atracción especial. Le estaba volviendo a pasar ahora a Yako. Y estaba convencido de que era debido a que Cleven poseía una alta cantidad de energía Yang. Y los Zou adoraban todo lo que contuviese una enorme cantidad de esta energía. Como los iris.

De pronto, se oyó a alguien exclamar el nombre de Yako. Ambos vieron a una chica muy bien vestida y bastante guapa abriéndose paso entre la gente del salón, dirigiéndose a la zona de la cocina, sin parar de agitar el brazo para llamar la atención de Yako. Cleven miró a este, preguntándose si era otra buena amiga suya, pero encontró al chico con una cara un poco espantada, que rápidamente trató de disimular con una sonrisa nerviosa.

—Aeh… disculpa, Cleven, tengo que… —no sabía qué decir, y aquella chica ya estaba a punto de llegar hasta ellos—. Luego te veo —concluyó Yako, se marchó corriendo de allí, huyendo.

—¡Yako, vamos, por favor, cariño…! —rogaba esa chica, intentando seguirlo, difícilmente con tanta gente por medio—. ¡Sólo te pido una vez, sólo una vez más…! ¡Esta noche tan estupenda nos lo está poniendo en bandeja…!

—¿Pero qué carajos…? —Cleven observaba aquello, sin entender nada—. ¿Qué le pasa a esa?

—Es una de sus exnovias —le respondió una voz al lado.

Cleven pegó un bote sobre el taburete, dándose un susto, y al girarse, encontró a MJ ahí cruzada de brazos y con cara de muy malas pulgas.

—¡Contra! MJ, qué susto… —suspiró Cleven—. Espera, ¿qué? ¿Esa chica es una ex de Yako?

—Sí —gruñó—. Siempre están igual. Cada vez que ven la ocasión, lo persiguen. Siempre con lo mismo…

—Oh… ¿En plural?

—Menudos pulpos… —siguió refunfuñando MJ, mientras se ponía a comer un sándwich tras otro, como si estuviera enfadada con los sándwiches—. No se enteran… Si Yako cortó con ellas, significa que no quiere, y si él no quiere, pues no quiere… pero ellas no pillan el mensaje, y no paran de molestarlo…

—Ahm… —Cleven empezó a entender lo que estaba diciendo MJ, y de repente sintió una enorme curiosidad por la vida amorosa de Yako—. ¿Yako tiene muchas ex?

—No muchas. Él no es de salir con cientos de chicas, él es más de entablar relaciones sanas y estables y duraderas… pero cuando dejan de ir bien, pues se acaban.

—¿Por qué Yako cortó con ellas?

—No le dejaban más remedio. Cada vez que Yako sale con una nueva chica, al principio todo está bien, pero al paso de los meses, se acaban volviendo… demasiado fanáticas, ¿sabes lo que te quiero decir? Se obsesionan con Yako hasta un punto en que dejan de tratarlo como a su pareja y comienzan a tratarlo como si fuera un dios… A ver, no digo que no lo entienda —MJ empezó a sonrojarse mientras cogía un cuenco de patatas fritas y se las comía a puñados—, porque es cierto… él es perfecto… es… increíble… y…

Ahora Cleven tenía los ojos absortos en MJ, triplicando su curiosidad en ella.

—Lo que quiero decir es… que ellas no terminan de entender que Yako ya no quiere nada con ellas, ¿sabes?

—Sé, sé —asintió Cleven, comiendo también patatas fritas de su bol—. Cuéntame más.

—Lo que me molesta es que Yako ya no sabe cómo hacérselo entender, dice que ya ha hablado con ellas todo lo que ha podido e intentado ser lo más claro posible, pero es que yo le digo que tiene que ponerse más serio, ser más estricto, más tajante… pero no, es que no es capaz, es demasiado amable y le cuesta muchísimo ser más tajante.

—Sí, pareces muy pero que muy molesta —asintió Cleven, atrapada en este pequeño culebrón—. ¿Te da celos?

—¿Celos? —se puso más roja—. ¡Oh, no, no! Es que… Yako es mi mejor amigo, ¿sabes? Hace ya tres años que lo conozco, y… Yo lo ayudé a reformar y a resucitar la cafetería, porque había estado cerrada quince años desde la muerte de su padre y a Yako le costaba mucho volver a entrar en ese lugar, pero al mismo tiempo lo deseaba mucho, reabrir la cafetería de su padre, y desde entonces hemos estado muy unidos… y me preocupo por él, nada más.

—Ajá, claro, claro. ¿Te da miedo que esas exnovias, después de tanto pedirle a Yako volver juntos, logren convencerlo?

—¿Qué? No, ellas no le… —MJ empezó a tartamudear un poco—. Volver a salir juntos no es… lo que ellas le piden.

—¿Eh?

—Ellas ya entendieron hace tiempo que no tenían posibilidad de que Yako aceptara volver a salir con ellas.

—¿Entonces? ¿Qué es lo que le piden cuando lo persiguen? ¿Qué le estaba pidiendo esa chica de antes con lo de “sólo una vez más”?

De repente la cara de MJ se volvió tan roja que parecía incandescente, y miraba a la mesa fijamente. Cleven no lo estaba entendiendo en ese momento, pero estaba disfrutando de descubrir esta faceta de MJ. En la cafetería siempre la había visto comportarse diligentemente, seria, responsable… nada que destacase por encima de lo normal. No sabía por qué, pero ahora le parecía adorable verla tan evidentemente celosa.

Entonces, Cleven terminó descifrando ese silencio acalorado y abochornado de MJ, y se le abrieron los ojos como platos. Cleven nunca se había fijado en Yako de esa manera porque ella sólo tenía ojos para Raijin, pero al parecer el joven Zou tenía… otras muy buenas cualidades, aparte del carácter amable y su bello rostro risueño y angelical. Hasta el punto de que aquella exnovia viniera a perseguirlo para suplicarle “una vez más”… Ahora fue Cleven la que se sonrojó, porque no esperaba aprender este dato de Yako. Las dos se quedaron calladas un rato.


Más tarde, a eso de medianoche, en un momento más relajado de la fiesta y a salvo de exnovias locas, Yako, MJ, Cleven, Kain y su prometida se encontraban sentados en una mesa del jardín trasero, disfrutando de la noche y el ruido de fondo. Estaban cerca de la piscina, una piscina no muy grande que sólo ocupaba un tercio del terreno. Estaba iluminada con focos de luz sumergidos, por lo que el jardín estaba medio alumbrado por esa azulada luz, creando un ambiente agradable. Había más gente por el jardín, hablando, riendo, bailando y bebiendo. La música se oía más dentro de la casa y no tanto aquí fuera.

Durante la hora anterior, como Cleven había perdido el ala protectora de Yako porque este tuvo que huir de aquella ex y MJ se había acabado yendo detrás de él para ayudarlo, se había quedado sola, pero como ya no tenía ninguna preocupación o miedo de poder moverse por allí por su cuenta, se puso a socializar un poco. Había encontrado a Kain y a su prometida por ahí charlando con unos compañeros de universidad de Yako, y Kain la había invitado a unirse para ayudarlo a ganar un debate sobre cuál era la correcta pronunciación de unas palabras en francés.

Después de unas risas y hablando de anécdotas, Cleven acabó con mucha sed y fue a buscar algo de beber. Fue a una mesa del salón principal que estaba en una esquina, donde reposaban vasos, botellas de alcohol, botellas de refrescos o sodas, cubiteras de hielo, frutas cortadas muy apetecibles y un par de jarras de cristal que contenían un líquido blanco. Estas llamaron la atención de Cleven, porque pensó que era leche, leche de vaca normal y corriente. Y se preguntó por qué demonios había leche en jarras en una fiesta universitaria. «Quizá sea para hacer una mezcla con otras bebidas» pensó en aquel momento, acercando la nariz a una de esas jarras para olisquear. «Mmm… Esto no huele a leche, huele muy dulce. ¿Será como una horchata? ¡Oh! Capto olor a canela. Seguro que es un batido de leche con alguna fruta o con azúcar… Sí… huele a batido dulce. Me apetece mucho algo dulce. Le prometí a Yako que no bebería más alcohol, así que beberé este batido».

Sedienta, Cleven cogió un vaso y lo llenó hasta arriba de esa bebida. Se puso una pajita y lo probó. «¡Woooh! ¡Qué rico! Sabe a leche condensada y a canela… y también un poco a menta. ¡Qué bueno está!».

La pobre Cleven, ignorando que aquello en realidad era leche de pantera y que llevaba bastantes grados de alcohol, tapados bajo ese sabor dulce, se bebió tres vasos durante aquella hora. Y por eso, ahora, en el jardín, ya estaba empezando a mostrar síntomas de ebriedad, a ver borroso y a tener las mejillas rojas y una sonrisilla boba en la cara.

—Hey, Cleven, ¿te encuentras bien? —se percató Yako, cortando su conversación con los otros un momento.

—¿Yo? De maravilla —sonrió de nuevo como una boba, medio atolondrada.

—Se ha empachado de bocadillos —apuntó Kain—. La he visto comer kilos de bocadillos. Es increíble. Esta chica tiene un agujero negro en el estómago.

—Es que los bocadillos de Yako están demasiado buenos… —se defendió Cleven—. Especialmente los de pollo al curry con esa extraña mezcla de yogur agrio y cebollino… ¡Esos son mis favoritos, estaban espectaculares!

—¡Hahah! —se rio Yako, y miró a MJ, que en ese momento agachó la cabeza y se sonrojó—. Esos los ha hecho MJ. Es uno de los nuevos rellenos que se ha inventado.

—¡MJ, ¿qué?! —Cleven se abalanzó hacia ella, agarrándola de un brazo, dándole un susto de muerte—. Pues que sepas que son los mejores sándwiches que he probado… —se interrumpió un momento porque le dio hipo—. Eres una diosa de la cocina, MJ…

—¿Ves? —le dijo Yako a su compañera de clase—. Te dije que esa receta tuya iba a triunfar. Hace una hora que se acabaron esos sándwiches, se acabaron antes que los demás.

—Bueno… —MJ se rascó la mejilla con una sonrisa tímida.

—Perdona, Kain, ¿me estabas diciendo que finalmente has decidido dejar la cafetería? —reanudó Yako su conversación con el otro.

—Sí, así es —le decía el hombre, sentado junto a su prometida y agarrando su mano—. Dentro de dos meses, cuando ya hayamos celebrado la boda y todo, estaré demasiado ocupado terminando los últimos exámenes de mi carrera y buscando con mi mujer una nueva vivienda, donde iremos formando una familia en un futuro próximo. Por lo que ya no dispondré de tiempo para seguir trabajando en la cafetería. A pesar de que adoro ese trabajo. Espero que no te importe.

—¡Para nada! —sonrió Yako—. Me parecen fantásticos esos proyectos que tienes en mente. Te echaremos de menos en la cafetería, eso sin duda, pero te espera el inicio de una vida muy feliz y no puedo desear otra cosa. Por favor, Kain, acepta esa paga especial que ya te mencioné. Déjame despedirte de la cafetería con esa paga extra, para la boda, o lo que quieras…

—¡Yako, ya me has dado tres “pagas especiales” este año! Lo que estás haciendo es regalarme dinero, según tú “por ser tan buen humano”. No puedo aceptar tantos regalos de ti, eres demasiado generoso. Reserva ese dinero para cosas más importantes, por si algún día se rompe algo de la cafetería, o dáselo de sueldo a otro empleado.

—Es que es tan entrañable ver a un hombre tan bruto ser tan dulce con los clientes, que te mereces lo mejor… —sollozó Yako, emocionado, llevándose un pañuelo de papel a los ojos.

MJ, Cleven y la prometida de Kain no pudieron evitar reírse con ganas. A Cleven le sorprendió un poco oír a MJ reírse también así. Estaba acostumbrada a verla siempre tranquila y seria, pero al parecer estas pequeñas bobadas de Yako la hacían sucumbir. Y en especial por esa mirada. Esa mirada que, después de reírse, MJ no podía apartar de él, y dejó en su cara una sonrisa duradera y hermosa.

—Oh, por Dios… —Cleven se llevó las manitas a las mejillas, extremadamente enternecida con esta particular situación entre MJ y Yako, donde claramente ella estaba colada hasta los huesos y él parecía no darse ni cuenta—. Sois tan monos como un K-drama…

—¿Eh? —brincó MJ, mirándola sin entender.

—Uy, Cleven… ¿Seguro que no has bebido más alcohol? —empezó a sospechar Yako de su actitud atontada.

—¡Ja! Mira que eres aburrido con eso, Yako, aquí todo el mundo bebe menos tú —se rio Kain.

—Es verdad, Yako —corroboró su prometida—. ¿Por qué no bebes nada? Tienes que disfrutar tú también.

—He de estar sobrio para poder estar atento y poner orden si ocurre algún incidente —se defendió Yako. «Y porque necesitaría cinco botellas de vodka para siquiera empezar a estar un poco ebrio y es una pérdida de dinero» pensó para sus adentros—. Además, Momoki tampoco ha bebido nada.

De repente Yako se tapó la boca, mirando a MJ con sobresalto. Los otros tres vieron cómo esta le lanzó una mirada asesina.

—¡Serás...!

—¡Lo siento! —se apuró Yako—. ¡Se me ha escapado!

—¡Yo te mato! —rugió la chica.

—¡Mamááá! —se asustó y salió pitando.

—¡No huyas, te voy a dar una somanta de...!

No se escuchó lo último que dijo, los dos se perdieron de vista al interior de la casa.

—Pero ¿qué acabba de pasar? —rio Cleven.

—Hahaha… Yako ha dicho el nombre de MJ cuando ella nos lo tiene prohibido —contestó Kain.

—¿MJ se llama Momoki? Sé que a algunos les parece un poco cursi llamarse “melocotonero”, pero ¿qué tiene de malo?

—Es que la madre de MJ, cuando era joven, tenía de mascota una gatita naranja llamada Momoki a la que adoraba, y cuando murió y nació MJ, pues le puso ese mismo nombre. A MJ no le hace mucha gracia llevar el nombre que su madre le puso a su gata.

—Buah... pueds a mí me parece un… nombre muy bonito —a Cleven ya le estaba empezado a fallar la vocalización de toda la leche de pantera que se había bebido por error.

—Hahah… qué pedo tiene esta chica —carcajeó Kain.

—Pero una cosa... ¿Yako y MJ tienen algo entre ellos? —quiso saber Cleven.

Kain y la otra negaron con la cabeza, sonrientes.

—¿Pero ella...?

—Es un tema más complicado de lo que parece —le explicó Kain—. Que una chica mantenga una relación sentimental con Yako es… bastante complicado.

—¿Es porque acaban obsesionándose con él? MJ me… hip… —le dio hipo—… me contó antes lo de sus exnovias.

—No es sólo por eso —suspiró Kain, y por primera vez en la noche se mostró un poco apenado—. Yako es un ser… Yako es una persona diferente. Y tiene que tener cuidado.

Cleven arrugó el ceño y ladeó la cabeza, sin entender bien eso.

—Por cierto —les dijo Cleven—. Yako me dijo que es chino, y habla japonés muy bien. Pero desdde que lo conozco… hip… le he oído pronunciar a veces algunas palabras en otro idioma.

—Hahah, ¡seguro! Yako habla 11 idiomas —se rio Kain.

Quoi? —Cleven se quedó pasmada ante ese dato. Eso le recordaba a su padre, el cual, que ella supiera, hablaba más de quince idiomas—. ¿Por qué habla tantos idiomas? ¿Es un hobby?

—No, él simplemente habla sus idiomas maternos.

—¿Cómo puede… hip… tener 11 idiomas mateddnos?

—Bueno, Yako, aparte de chino, habla italiano porque es medio italiano, por parte de madre. También habla árabe, por parte de su abuela paterna. Y coreano, por parte de su bisabuela paterna. Y alemán, por parte de su tatarabuela…

Cleven escuchó anonadada esa lista de antepasadas de Yako. Creyó recordar que Kain enumeró como 17 antepasadas y 11 de ellas provenían de diferentes países del mundo y el resto eran de China. Incluso había una tatarabuela turca, otra japonesa y otra africana de Nigeria.

—¡Yako tiene genética de todo el planeta! ¡Guau! Ezs… espera, pero ¿cómo sabes toddo eso…? Hip… O sea, ¿cómo es que sabes su árbol genealógico?

—Bah, no es ningún secreto para sus amigos cercanos… y para tres millones de iris —añadió Kain en voz baja y disimuló mientras tomaba un sorbo de su lata de cerveza.

—Increíble, Yako de verddad es… hip… una persona fascinante. Pero me pregunto… bueno… espero no estar preguntando algo… hip… muy personal… pero me preguntaba… O sea, él ya me dijo que su padre murió cuando él tenía unos 4 años, pero ¿qué pasó con su madre?

—Me temo que también murió —lamentó Kain—, cuando él todavía era un bebé. Su madre era joven, pero enfermó de leucemia. Se llamaba Juno Moretti, y dicen que solía ser una mujer muy alegre, vivaz y generosa. Prácticamente como Yako. Yako no se acuerda de ella, obviamente, pero su padre siempre le hablaba de ella y le enseñó a hablar italiano por ella.

—Entonces... —murmuró Cleven con pena—. ¿Yako está solo? ¿No tiene familia?

—Tiene un abuelo paterno. Pero su abuelo... —titubeó, sin saber qué decir—… es… una persona aún más complicada.









37.
La fiesta de Yako

Al llegar a la casa de Yako, que era un chalet, Raijin y Cleven se bajaron del coche, y él caminó hasta la casa con mucha prisa, dejando a Cleven atrás. A ella ni le dio tiempo a decir nada. Por eso, Cleven dejó salir un resoplido, pensando cómo diablos iba a arreglar esa situación tan incómoda. No quería que Raijin se sintiera así por su culpa. Claro que el beso lo había dado él, y si se arrepentía, la culpa era de él. Pero ella conocía ese tipo de sentimiento porque también lo había vivido con un par de chicos antes, dar un paso que tal vez no debió haber dado, o darlo y después descubrir que no era lo que ella esperaba… Eran cosas que pasaban.

No sabía con cuántas chicas había salido Raijin desde que murió Yue. Seguramente con varias. Pero seguramente no fueron parejas importantes, tan sólo temporales. Cleven veía en él, con mucha claridad, que Yue y su muerte aún le pesaban, y que todavía lo encadenaban al pasado. Raijin no se permitía a sí mismo quitarse esa cadena. No se permitía a sí mismo ser feliz, probar conocer gente nueva, meramente vivir la vida. Era como si sintiera injusto que él tuviera esta opción y Yue no.

Por eso, Cleven se sentía tan atraída hacia él. Más allá de su belleza, su físico, su actitud estoica, lo que Cleven vio en él aquel primer día en la cafetería fue a un chico muriendo en vida. Y eso era algo que ella no podía aguantar ver en alguien. No sólo quería estar con él, lo que era un deseo de propio beneficio, sino que también quería ayudarlo a sentirse mejor, lo que era un deseo para beneficio de Raijin.

No es que él le diera pena. Es simplemente que ella había sufrido de forma similar tras la muerte de su madre y, a pesar de todas las buenas personas que la rodeaban, no todas le habían servido de ayuda para levantar cabeza. A veces, solamente hacía falta una persona, en un momento y lugar concreto, y unas palabras que sólo esa persona podía decirle. En el caso de Cleven, fue Yenkis.

Necesitaba saberlo. Ahora, era ella quien tenía esta pregunta para Raijin: “¿qué es lo que deseas?”. Y él iba a tener que responder esa noche.

Cleven, cruzando curiosa el jardín, observó con la escasa luz de las farolas que estaba plagado de plantas de mil tipos. Algunas tenían flores enormes y muy raras a pesar de estar en pleno invierno. Otras, tenían hojas de color morado, o azul. Había unas en particular que llamaron su atención. Estaban por todo el perímetro del jardín, repartidas ordenadamente a la misma distancia. Eran unos arbolillos que no alcanzaban más de tres metros, los cuales, en lugar de un tronco, tenían tres, de color rojo y entrelazados casi como una trenza, y sus ramas superiores adelgazaban y se multiplicaban cuanto más ascendían, de modo que al final formaban como un amasijo de filamentos. Lo más extraño es que no tenía hojas. De las puntas de las ramas crecía una especie de algodón vaporoso de color rosado. Cleven pensó que, si eso no era algodón de azúcar, era lo más parecido que había visto nunca.

 Yako los estaba esperando en la puerta del chalet, desde la que se oía una música alta y muchas voces. Yako le dio unas palmaditas a Raijin en el hombro mientras este pasaba directamente adentro, y aguardó ahí hasta que llegó Cleven, y se metió con ella en la casa.

«¡Qué fiestorro!» se sorprendió Cleven nada más poner un pie dentro. «¡Y qué casaza!» añadió. La casa era una tradicional japonesa, de las antiguas, pero reformada de menara moderna. El interior era muy espacioso, apenas había tabiques separando las diferentes zonas, por lo que, a pesar de toda la gente que había, no era agobiante y uno se podía mover cómodamente de un lado a otro. Cleven se tomó un par de minutos para analizarlo todo, y observó que todo el mundo allí, formando grupitos de conversación por distintos lugares, sentados en los sofás, butacas y sillas con vasos de bebida en mano, eran universitarios.

—Yako —lo agarró del brazo, mirándolo preocupada—. ¿Soy la única bebé de aquí?

—¿Bebé?

—¿Hay alguien más de mi edad?

—Bueno… algunos aquí tienen 18, suelen ser los de primer año de universidad que se cuelan en las fiestas de los que somos de tercero. No me molesta, ya que aquí sólo puede entrar buena gente…

—Yako —lo interrumpió, sacudiendo la cabeza un momento, empezando a darse cuenta de que no le encajaba algo—. ¿Por qué me has invitado?

—Eres mi amiga.

—Nos hemos conocido hace menos de una semana.

—Y tenemos una química estupenda —sonrió.

Cleven se sonrojó al oírle decir eso y al ver esa sonrisa tan bonita.

—Lo sé, pero… Es un poco raro, no sé, debo de parecer un bebé a ojos de toda esta gente.

—Tampoco estás tan distanciada de los de 18.

—¿Por qué no has invitado a más gente de mi edad?

—Lo habría hecho, pero Sammy tenía otra fiesta hoy en otra parte. Y Kyo y Drasik me dijeron que tenían un asunto pendiente en el laboratorio…

—¿Laboratorio? ¿Qué…? —Cleven estaba confusa—. Espera, ¿tienes relación con Kyosuke y con ese loco de Drasik?

—Bueno… son clientes habituales de la cafetería.

—Ah…

—Escucha, Cleven —le posó las manos sobre los hombros y la miró con otra de sus cálidas sonrisas—. No te sientas cohibida aquí. Nadie te va a mirar ni a tratar como si fueras un bebé. Disfruta, explora la casa si quieres, o quédate cerca de mí si así te sientes más segura. Pero te prometo que aquí hay gente buena.

—¿Es que conoces al centenar de personas que hay aquí?

—No a todos. Pero, como ya te he dicho, en esta casa sólo pueden entrar buenas personas.

Cleven siguió sin entender eso. Pero porque creía que Yako hablaba de “poder” como “permiso”, cuando en realidad hablaba de “poder” como “capacidad”. Ni un solo ser vivo que poseyera mala energía o energía Yin por encima del límite aceptable podía físicamente entrar en la morada de un Zou.

Los arbolillos que Cleven había visto antes por el jardín eran los encargados de esto. Se llamaban storditori, o así los había bautizado Yako, del italiano “aturdidores”, ya que era una especie única de planta que el propio Yako había creado, algo común en su familia. Todos los Zou eran soberanamente inteligentes. De hecho, eran los seres más inteligentes que vivían en la Tierra. Pero el campo donde eran los mayores expertos del mundo era el campo de la química, sobre todo directamente relacionada con las plantas y todo el reino vegetal. Se podía decir que la química era la ciencia de los Zou, pero la botánica era su pasión. Y cada generación Zou había creado algo nuevo, único y propio, ya bien fuera una nueva especie de planta, ya bien fuera una medicina o compuesto químico que creaba efectos especiales.

Yako había juntado ambas cosas en los storditori. La función especial que tenían estos arbolillos era su capacidad de sentir o detectar la energía Yin dentro de cualquier persona que estuviera o pasara cerca de ellos. Si detectaban una energía Yin por encima del límite aceptable, sus algodones vaporosos comenzaban a deshacerse sutilmente, soltando sus finos hilos al aire, que se deshacían en minúsculas partículas. Si una buena persona los inhalaba, no le pasaba nada, pero cuando la mala persona los respiraba, de inmediato sentía un fuerte mareo, y comenzaba a tener náuseas y a vomitar. A veces, en los casos donde la persona se trataba de alguien realmente malo, se le sumaba una diarrea instantánea incontrolable. Y así, la persona indeseada se veía obligada a marcharse corriendo, descubriendo que cuanto más se alejaba de la casa de Yako, mejor se sentía. Y así no volvía.

De hecho, este mecanismo de seguridad hizo su labor esa misma noche. Había un par de chicas universitarias entrando por la verja en ese momento. Venían ya con una actitud problemática.

—Ya verás… Yassuf se va a arrepentir de haber cortado conmigo.

—Total, tía.

—Y encima se creerá importante porque el mismísimo Angelo Moretti lo ha invitado a su fiesta… ¿Se cree con derecho a pasárselo bien en fiestas después de dejarme? ¿Se puede ser más cabrón y rastrero?

—Mazo, tía.

—Tía, ya sabes lo que tienes que hacer. Cuando esté discutiendo con él, gritas superfuerte y le dices a todo el mundo que lo has visto pegarme y que lo has oído amenazarme…

—Ya verás, tía, ese cretino se va a cagar cuando lo acusemos de agresor…

—¡Hahaha! Y con suerte hasta lo pueden expulsar de la universi-… ¡buaaagh! —vomitó de repente.

—¡Pero tía! —brincó la otra con gran pasmo—. ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Por qué vomi-…!? ¡Buaaargh! —vomitó ella también.

Las dos arpías sintieron fuertes mareos y no paraban de dar arcadas vacías después de haber vomitado. Entraron en pánico, porque una reacción del cuerpo así de repentina e intensa asustaría a cualquiera. Temerosas de ser vistas en esa situación tan embarazosa, cambiaron de idea y se largaron de allí corriendo.

Lo bueno que tenía esto, es que el vómito era abono para el césped. Por muy asqueroso que pudiera parecer, Yako ya había utilizado un compuesto químico especial por toda la tierra y césped de su jardín que hacía que el suelo absorbiera en cuestión de segundos estos desechos desagradables y volvían a dejar el césped limpio. Y así, este suceso quedaba como si no hubiera pasado.

Yako había acompañado a Cleven a la cocina para servirle una bebida. Como se esperaba, la cocina también era grande, alargada. Cleven se sentó en un taburete de la isla del centro mientras Yako acercaba unos vasos y unas botellas de refresco, unas frutas y unos frascos con contenido extraño. En la cocina también había gente charlando o pasando por ahí. Muchos venían y le daban unas palmaditas a Yako en el hombro como saludo.

Cleven no podía hacer más que admirar cómo la gente adoraba a Yako. Era como un sol, iluminando los lugares y a las personas de su alrededor, con su incansable sonrisa perfecta. Cleven había visto sonrisas falsas miles de veces y tenía un don para identificarlas con facilidad. Pero la de Yako era real. Y esto fascinaba a Cleven y a la vez le era algo difícil de entender. Un simple ser humano no podía ser tan genuinamente bueno todo el tiempo, incluso los más amables a veces se cansaban y la sonrisa pasaba a ser fingida, aunque con buena intención. Pero Yako nunca parecía necesitar hacer eso, fingir, hacer un esfuerzo, para agradar a los demás, para caer bien a los demás. Era algo totalmente natural en él. Tanto, que no parecía humano.

En ese momento, Yako terminó de prepararle a Cleven una bebida especial en un vaso grande. Ella miró el líquido gaseoso entre los hielos. Era un líquido de varios colores que insólitamente no se mezclaban. Cleven nunca había visto una bebida tan bonita.

—¿No será radiactiva? —le preguntó a Yako.

—¡Hahah…! ¡No! De hecho, es absolutamente sana e inofensiva. Es un invento mío. Una mezcla de gaseosa sin azúcar con varias sustancias naturales que producen estos colores. Cada color tiene un sabor diferente.

—¿¡Eh!?

—Suaves, intensos, dulces, ácidos… un poco de todo. No sé si la has llegado a ver estos días en la cafetería, pero es muy popular, la piden muchos clientes. Yo la llamo “soda irisada” pero la gente directamente la pide como “irisada”.

—No sabía que te gustase hacer experimentos raros de comidas y bebidas. ¡Qué pasada! ¿Y las grandes corporaciones no quieren comprarte la fórmula de tu soda mágica?

—¿Para que la modifiquen y la intoxiquen con aditivos adictivos, azúcares nocivos y cancerígenos? Nah… yo soy diferente a las corporaciones, a mí me caen bien los humanos.

—¡Hahah…! Qué cosas tan raras dices —se rio Cleven—. ¿Y qué alcohol lleva?

—Ninguno —sonrió Yako felizmente.

—¡Yakooo! —berreó, agarrándolo de la camiseta—. ¡Me dijiste que me dejarías beber un poquitooo!

—Ay… bueeeno —cedió el chico a duras penas—. Pero un poco —cogió una botella de ron y le echó un chorro—. El ron es lo que más le pega.

—No te preocupes por mí, Yako, porque nunca alcanzo a beber más de dos copas, mi límite está ahí. Más allá de eso, como que me empacho.

Lo que Cleven se estaba olvidando de explicarle es que no podía beber más de dos copas porque ya con una se emborrachaba, lo que para otras personas sería con cuatro o más copas. Ella tenía la realidad un poco distorsionada sobre este tema y creía que tenía más aguante de lo que en verdad tenía. Y lo que ella recordaba como un “empacho” era en realidad una buena cogorza.

—¡Guaaauuu! —exclamó Cleven tras probar la bebida con una pajita, y miró alucinada tanto a Yako como al vaso—. ¡Es como… como si notaras el paso de cada sabor! He notado sabor a manzana, luego cereza, luego de cola, y luego lima. ¡Y no se mezclaban! ¡Notas cada sabor por separado! Yako, ¿por qué estás estudiando Derecho? Con las maravillas deliciosas que ya sirves en tu cafetería, tienes el éxito asegurado.

—Oh, bueno, lo de la cocina y la cafetería sólo es un hobby.

—Entonces, ¿quieres ser abogado o algo así?

—Quiero ser juez. De la Corte Suprema.

Cleven se quedó asombrada.

—¿De… Japón?

—En principio, sí, ya que estoy estudiando aquí el Derecho japonés. Pero también estoy estudiando el Derecho chino, el estadounidense, y las leyes generales europeas. Con el tiempo, crearé una iniciativa unificada que no sólo trate los derechos humanos universales, sino también que unifique las leyes en temas de crimen y corrupción, ya que hoy en día cada país tiene sus propias leyes distintas y por eso el sistema judicial en general de todo el mundo es tan patéticamente inútil, y en lugar de arreglar las grietas de la sociedad humana, solamente va poniendo parches y cinta adhesiva que con el tiempo se rompen y se despegan. En un futuro, este sistema unificado me permitirá ejercer justicia en diferentes continentes, enseñar a los humanos a seguir más a la lógica y menos al dinero y trabajar con ellos codo con codo como el equipo unido que todos debemos formar.

Cleven, que se había quedado con una mueca cada vez más torcida y atontada, le colgaba la pajita de los labios. Tardó un par de minutos en procesar toda esa información.

—Perdona… —se rio Yako—. Sé que es algo complicado de entender y lo he resumido muy rápido, seguro que te he aburrido…

—No… para nada… —contestó Cleven, y lo miró con cara muy pensativa—. De hecho, lo he entendido bien. Lo que pasa es que me estaba preguntando… ¿Qué pasa con el factor de la variabilidad y la invariabilidad humana?

—¿Cómo?

—Bueno, he notado que usas mucho el término “humanos”, y por eso, tu iniciativa me parece extraordinaria y genial, pero no puedes olvidar el factor de variabilidad y el factor de invariabilidad que tenemos los humanos, que son los que rigen las decisiones que llevan al mundo por un camino y no por otro. Ya sabes, los humanos padecemos la virtud del cambio, virtud cuando se trata de aprendizaje, y el defecto del cambio, defecto cuando se trata de corrupción. Y luego está lo que nunca podemos cambiar, lo invariable, que es el entendimiento auténtico, completo y real hacia otra persona, ya que existimos de forma individual. Tenemos mente, alma y cuerpo propio que no podemos compartir físicamente con los demás y por eso nunca podemos ponernos literalmente en la piel de los demás, sólo “imaginarlo”. Y ese entendimiento completo que no tenemos la capacidad de alcanzar es lo que se interpone entre el cambio hacia el aprendizaje y el cambio hacia la corrupción. Entonces, creo que esto es un bache que se interpondrá inevitablemente en tu plan. A no ser… que halles primero la manera de arreglar el factor de invariabilidad. Ya que es la primera clave para que sea posible esa cadena de resultados. El entendimiento empático definitivo llevará al aprendizaje y el aprendizaje llevará a la auténtica justicia incorruptible.

Cleven terminó de hablar y tomó otro sorbo de su bebida de sabores. Yako estaba sin habla. Tenía sus ojos ámbar abiertos como platos. No podía creerlo. «Lo que acaba de contarme…» pensó, entre emocionado y perplejo, «… es uno de los capítulos de La Energía Cambiante, ¡el libro que escribió mi bisabuelo Dorian! Es cierto… ella solía… de pequeña ella solía colarse en la biblioteca privada de mi familia… ¿Se acuerda? ¿¡Se acuerda de los libros prohibidos que leía!?».

—¡Cleven! —la agarró de los hombros, sobresaltándola, sin saber si sentirse ilusionado o preocupado—. ¿¡Lo recuerdas!?

—¿Eh?

—¿¡Recuerdas dónde leíste eso!? Lo que me acabas de explicar…

—¿Dónde lo leí? —repitió ella, confusa, y miró al techo, tratando de hacer memoria—. No… no sé… no recuerdo haber leído sobre… Es sólo algo que sé… algo que siempre he sabido… y… —cerró los ojos, sintiendo un pequeño dolor de cabeza—. Sólo es algo que forma parte de mí… —murmuró.

—¿Cleven?

La chica se frotó los ojos y volvió a abrirlos. Estaba un poco mareada. Parpadeó varias veces, como si acabara de despertar de un sueño.

—Uy… disculpa, Yako, creo que me he bebido tu soda mágica demasiado deprisa —dejó el vaso ya vacío sobre la isla—. Voy a comer algo para que se me pase un poco el efecto del ron. —Se bajó del taburete y cogió uno de los sándwiches que había en varias bandejas sobre las encimeras, y volvió con Yako, dándole un gran bocado al sándwich—. Mm… ¿De qué estábamos hablando? —preguntó con la boca llena.

Yako seguía ojiplático, pero esta vez con cara asustada. «Che pericolo! ¡Eso ha sido muy descuidado por mi parte!» pensó. «Creo que casi me cargo su memoria… No debí incitarla a recordar dónde lo leyó. Ha tenido un pequeño lapsus. Sé que esto puede pasar con la Técnica de Denzel, pero… qué extraño… Se supone que Fuujin le borró la memoria y le salió bien el proceso. Y, aun así, ¿cómo ha podido Cleven recordar con tanta perfección aquel análisis sobre el que escribió mi bisabuelo? Creo que hablarle sobre mi proyecto del futuro ha podido despertar ese recuerdo en ella. Solo que ahora parece haberlo olvidado de nuevo». El chico disimuló y fue a servirle un vaso de agua a Cleven para que pudiera tragar toda esa comida que engullía como un pato. «Lo más sorprendente… es que lo que me ha dicho tiene razón».

—Uf, gracias —le dijo Cleven cuando por fin pudo tragar la bola de comida tras beber un poco de agua—. De verdad, Yako, creo que al final tus bebidas y comidas son un peligro. Entre tu irisada y el relleno de estos sándwiches, ¡casi me olvido de respirar! ¡Qué buenos, mon Dieu! —exclamó, alzando el quinto sándwich que tenía en la mano, y luego se lo llevó entero a la boca. Se atragantó otra vez. Volvió a beber agua.

—Hey… —se percató Yako, y la miró extrañado—. Esta noche estás engullendo la comida más salvajemente de lo normal.

—¿Ehm? ¿A gué te feffiebes? —preguntó con la boca llena.

—Normalmente comes engullendo como un pato, pero ahora pareces, más bien… una anaconda —inquirió el chico.

Cleven no sabía si sonrojarse de bochorno, porque Yako describía su manera animalesca de comer como si ya lo considerase algo natural en ella.

—¿Sigues estando nerviosa? ¿Por este ambiente? ¿Por la edad de los demás?

—¿Eh? Eh… ¡No, no! No es por eso… —se sonrojó, un poco avergonzada—. No estoy nerviosa, estoy bien.

«Hmmm…» Yako activó su capacidad suprema innata de Zou de análisis psicológico, y entornó los ojos con suspicacia.

—Oye… mmm… —preguntó con cuidado—. ¿Pasó algo antes en la orilla del estanque… con Raijin?

—¡Ahhhh! —Cleven dio un respingo mortífero y se quedó más tiesa y más roja que un semáforo.

—Espera, espera… —empezó a entender Yako, y le creció una sonrisa muy entusiasmada—. Cuéntamelo… ¿Notaste algo en él? ¿Es eso? ¿Lo notaste?

—Ahm… eh… bueno, yo…

—Oh, ¡vamos! ¡Puedes contármelo a mí! —insistió Yako.

A Cleven no le sorprendía que Yako a estas alturas ya supiese qué sentimientos tenía ella por Raijin, lo que le sorprendía era que se mostrase tan ilusionado al respecto. «Oh, caray… Debe de ser que Raijin lleva mucho tiempo solo, y Yako sólo quiere verlo feliz con alguien. ¿Yako cree que yo podría ser buena para Raijin? ¿Le entusiasma la idea de que Raijin y yo estemos juntos?». A Cleven se le iluminaron los ojos de emoción, porque eso era como tener la aprobación de Yako, y tener la aprobación de Yako, la persona que mejor conocía a Raijin en el mundo entero, significaba muchísimo.

—Bu-bueno, sí, la verdad… —titubeó Cleven, con una sonrisilla vergonzosa y mirando a la encimera, recordando el beso—. La verdad es que ocurrió algo… diferente… Es decir, algo que no me pareció como el Raijin de siempre… algo muy cercano… una conexión sin igual que no sé explicar…

—¡Wow! —brincó Yako, la mar de contento—. ¿Con conexión te refieres… ya sabes… a que notas algo muy importante dentro de él… una verdad deseando salir a la luz?

«¿Se refiere a la tristeza y a los sentimientos por Yue con los que Raijin lleva tanto tiempo cargando, y ocultando dentro de él? ¿Y que tiene sentimientos por mí? ¡Sin duda!» pensó Cleven.

—¡Sí, es justo como dices! —afirmó ella—. Pero creo que… siento como que esa verdad ya está asomando, cerca de la superficie… No he logrado que Raijin saque sus secretos afuera, pero en el estanque sí que me mostró gran parte, y creo que estoy a punto de descubrir ese último misterio que me oculta. Tengo mis sospechas cada vez más sólidas, y sólo me queda averiguar ese misterio que falta.

«Raijin tendrá que revelármelo tarde o temprano, tendrá que decirme la verdad y qué es lo que siente realmente por mí» suspiró Cleven para sus adentros.

—Oh, Cleven… ¡No sabes la alegría que me da escuchar esto! —la abrazó de repente, y ella volvió a sonrojarse por lo inesperado que fue—. No sabes lo mucho que deseo esto para Raijin. Y para ti.

—¿De verdad? —lo miró asombrada.

—Os lo merecéis. Pero no te preocupes, no voy a meterme mucho en el medio, no quiero estropear nada. Quiero que puedas descubrir esa verdad de Raijin por ti misma, de forma natural.

—Sí, que él me lo confirme de una vez. Y así yo pueda confirmárselo a él.

—¡Exacto!

Ahora Cleven estaba más entusiasmada que nunca. Con las palabras de aliento de Yako, sabía que tenía que buscar a Raijin ahora y hablar con él ahora. Sin embargo, fue levantarse del taburete, y el susodicho apareció en ese instante entrando en la cocina. Pero Raijin, el verlos ahí en la isla central, primero se paró en seco; se mostró tenso; trató de disimular normalidad y se fue directo a una de las encimeras de una esquina, en la parte más al fondo de la cocina alargada, ignorándolos. Tanto Cleven como Yako observaron cómo Raijin cogía una botella de vodka, llenó un vaso hasta arriba y se lo bebió entero. Y después, volvió a llenarlo de vodka hasta arriba.

—Aeh… disculpa un momento, Cleven —le dijo Yako, y se dirigió allá donde estaba Raijin.

Ella asintió y volvió a sentarse en su taburete, pues le volvieron a surgir las dudas sobre si era buen momento o no de hablar con él, tras ver a Raijin en ese estado tan impropio. Pensó que quizá Yako podía ayudar a suavizar la situación.

El joven Zou se puso al lado de su amigo y observó de nuevo cómo el rubio llenaba el tercer vaso de vodka y se lo bebía a palo seco.

—¿Qué estás haciendo?

—Beber. ¿O a ti qué te parece? —contestó Raijin, claramente con aire molesto.

—A mí me parece que sí, que estás bebiendo. Pero bebiendo como un humano —le dijo, cruzándose de brazos.

—Entonces, por fin hago algo “normal”, ¿no? Me mimetizo, haciendo lo que aquí todos estos humanos hacen —se llevó el cuarto vaso a los labios, pero Yako lo frenó, bajándole el brazo, sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos.

—Nadie aquí está bebiendo ahora como si anhelase perder el conocimiento para huir de algún conflicto emocional irresoluto.

—Basta. No hagas eso —le advirtió Raijin, esta vez mirándolo a los ojos, alterado—. No me analices. Si renunciaste a ser un Zou, no me analices como si fuera uno de tus iris.

—¡Raijin! —protestó Yako.

El rubio se quedó callado, dándose cuenta de lo irracional que se estaba comportando. La verdad, no estaba llevando una buena noche desde lo del beso. Se frotó los ojos, fatigado.

—Raijin, eres mi “hermano”.

—Perdóname. Tienes razón —acabó dejando esa cuarta copa de vodka en la encimera—. Estoy… sólo estoy un poco… confuso.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

—No. No sé…

—¿Tiene que ver con Cleven?

Raijin volvió a levantar la mirada hacia él.

—¿Lo sabes?

—Ella ya me ha contado… que habéis tenido un momento especial antes, junto al estanque. Una conexión que habéis sentido el uno por el otro.

—Sí… algo así… —bajó la mirada de nuevo, e hizo un pequeño ademán de mirar a Cleven de reojo, allá sentada en la isla central, pero no se atrevió—. Es que…

—No hace falta que me expliques nada, Rai —le sonrió, sujetándolo de los brazos—. Lo que estás sintiendo en ella es totalmente comprensible, es lo esperado.

—¿Tú… esperabas que esto empezase a pasar? —se sorprendió.

—Estás generando sentimientos naturales por ti mismo. Estás sintiendo de forma natural como haría cualquier humano o iris común. Sabes que esto solamente te ocurre con las personas que empiezan a importarte mucho. Por eso, estás confuso, porque tu iris se empeña en darle una razón lógica a esto que estás sintiendo.

—Pero es que tiene que haberla, y no logro hallarla.

—Tu iris te está tratando de convencer de que esa chica aún es una extraña cuando en realidad se está haciendo muy cercana a ti, e importante. Lo sé, lo he notado estos días entre vosotros. Por eso, esta vez tienes que abrir más tu corazón y cerrar un poquito la racionalidad de tu iris, y verás que dejarás de sentirte confuso.

Raijin puso una mueca dubitativa.

—Escucha. No te preocupes, Rai —le sonrió Yako con más candor—. Estás descubriendo lo que se oculta dentro de Cleven y lo que se oculta dentro de ti. Estás a punto de averiguar el misterio, de confirmar esta corazonada que tienes. Tu conexión con ella es real. Tenéis una conversación pendiente… para que la verdad salga a la luz.

Raijin no dijo nada por un rato. Sabía que Yako tenía razón, tenía que aclarar sus sentimientos con Cleven, confirmarlos, y no dejarlos al aire sin resolver. Lo que le sorprendía un poco era ver que Yako parecía estar deseando que esto ocurriera entre él y Cleven. Yako sabía que Raijin siempre prefería salir con chicas de su edad o mayores, porque para Raijin era crucial salir con alguien que tuviera una alta madurez y que no fuera demasiado infantil o ilógico.

A pesar de que Cleven había demostrado estar un poco loca a veces, las conversaciones importantes que había tenido con ella, aunque pocas, habían llegado a sorprender mucho a Raijin. Aunque Cleven fuese cuatro años más joven, había notado que, bajo esa fachada de loca glotona y a veces caprichosa e inmadura, había en realidad una humana que sabía observar, entender, ponerse seria cuando era necesario y dar importancia a las cosas que lo merecían. Y eso atraía a Raijin enormemente. Eso, y más cosas. En especial, esa misteriosa energía que no paraba de detectar emanando de ella.

También, Yako sabía que Raijin tenía la misma barrera que habían tenido él y Sam respecto a recordar quién era Cleven, que la conocían de hace muchos años, que era una amiga de ellos en el pasado, pero que Fuujin les había modificado la memoria a todos en un intento de evitar reconocerse o recordarse a través del nombre y del aspecto. Yako quería que esa nube puesta en la memoria de Raijin, al igual que había sucedido con él y con Sam, se disipase, pero de forma natural. Que la propia Cleven se la disipase, teniendo con ella esa conversación pendiente para aclarar todo.

No obstante, Cleven tenía razón en algo, y es que seguía habiendo una persona que Raijin no conseguía quitarse de la cabeza. Yue seguía en su mente, constantemente; y con ella, un persistente sentimiento de tristeza y de culpabilidad que dificultaba su capacidad de tomar decisiones cuando se trataba de amar a alguien nuevo.

Por eso, se vio que Raijin todavía necesitaba un poco más de tiempo, cuando, sin previo aviso, dio media vuelta y se marchó de la cocina, pasando junto a la isla del centro sin mirar a Cleven. Se perdió de vista ente el gentío y la música del salón. Cleven se quedó mirando hacia esa dirección, pensativa.

—Lo siento —se acercó Yako a ella—. He intentado ayudar.

—Creo que lo has hecho —afirmó ella—. No quiere hablar conmigo ahora mismo, pero creo que está más dispuesto que antes a considerarlo. Lo dejaré en paz un rato, no quiero presionarlo. Iré yo misma a hablar con él, más tarde. Si es que él quiere.

—¿No estás enfadada o molesta con él por su tozudez y empeñarse en ignorarte e incluso evitar mirarte a la cara?

—¡No! —exclamó sorprendida, y luego sonrió—. Claro que no, ¿por qué me iba a enfadar con él? Yo lo que veo en él es que está tenso, y agobiado, y frustrado, y mal… Lo único que quiero de él es que deje de sentir cosas malas y sienta cosas buenas. Si consigo averiguar el modo de ayudarlo a sentirse mejor… Quiero verlo sonreír por una vez…

Cleven suspiró y apoyó la barbilla en una mano, mirando hacia allá, hacia el gentío. A Yako, a su lado, se le formó una sonrisa cálida en la cara tras escucharla decir eso. Hacía siete años que no le pasaba esto, pero no era la primera vez, y es que, en aquel lejano tiempo de sus infancias, a veces sentía una extraña fascinación por Cleven por cosas que hacía o decía. Le vinieron a la memoria algunas ocasiones del pasado en que ella le evocaba esta rara fascinación. Curiosamente, a Alvion también le ocurría, sentir hacia la pequeña Cleven de aquel entonces una atracción especial. Le estaba volviendo a pasar ahora a Yako. Y estaba convencido de que era debido a que Cleven poseía una alta cantidad de energía Yang. Y los Zou adoraban todo lo que contuviese una enorme cantidad de esta energía. Como los iris.

De pronto, se oyó a alguien exclamar el nombre de Yako. Ambos vieron a una chica muy bien vestida y bastante guapa abriéndose paso entre la gente del salón, dirigiéndose a la zona de la cocina, sin parar de agitar el brazo para llamar la atención de Yako. Cleven miró a este, preguntándose si era otra buena amiga suya, pero encontró al chico con una cara un poco espantada, que rápidamente trató de disimular con una sonrisa nerviosa.

—Aeh… disculpa, Cleven, tengo que… —no sabía qué decir, y aquella chica ya estaba a punto de llegar hasta ellos—. Luego te veo —concluyó Yako, se marchó corriendo de allí, huyendo.

—¡Yako, vamos, por favor, cariño…! —rogaba esa chica, intentando seguirlo, difícilmente con tanta gente por medio—. ¡Sólo te pido una vez, sólo una vez más…! ¡Esta noche tan estupenda nos lo está poniendo en bandeja…!

—¿Pero qué carajos…? —Cleven observaba aquello, sin entender nada—. ¿Qué le pasa a esa?

—Es una de sus exnovias —le respondió una voz al lado.

Cleven pegó un bote sobre el taburete, dándose un susto, y al girarse, encontró a MJ ahí cruzada de brazos y con cara de muy malas pulgas.

—¡Contra! MJ, qué susto… —suspiró Cleven—. Espera, ¿qué? ¿Esa chica es una ex de Yako?

—Sí —gruñó—. Siempre están igual. Cada vez que ven la ocasión, lo persiguen. Siempre con lo mismo…

—Oh… ¿En plural?

—Menudos pulpos… —siguió refunfuñando MJ, mientras se ponía a comer un sándwich tras otro, como si estuviera enfadada con los sándwiches—. No se enteran… Si Yako cortó con ellas, significa que no quiere, y si él no quiere, pues no quiere… pero ellas no pillan el mensaje, y no paran de molestarlo…

—Ahm… —Cleven empezó a entender lo que estaba diciendo MJ, y de repente sintió una enorme curiosidad por la vida amorosa de Yako—. ¿Yako tiene muchas ex?

—No muchas. Él no es de salir con cientos de chicas, él es más de entablar relaciones sanas y estables y duraderas… pero cuando dejan de ir bien, pues se acaban.

—¿Por qué Yako cortó con ellas?

—No le dejaban más remedio. Cada vez que Yako sale con una nueva chica, al principio todo está bien, pero al paso de los meses, se acaban volviendo… demasiado fanáticas, ¿sabes lo que te quiero decir? Se obsesionan con Yako hasta un punto en que dejan de tratarlo como a su pareja y comienzan a tratarlo como si fuera un dios… A ver, no digo que no lo entienda —MJ empezó a sonrojarse mientras cogía un cuenco de patatas fritas y se las comía a puñados—, porque es cierto… él es perfecto… es… increíble… y…

Ahora Cleven tenía los ojos absortos en MJ, triplicando su curiosidad en ella.

—Lo que quiero decir es… que ellas no terminan de entender que Yako ya no quiere nada con ellas, ¿sabes?

—Sé, sé —asintió Cleven, comiendo también patatas fritas de su bol—. Cuéntame más.

—Lo que me molesta es que Yako ya no sabe cómo hacérselo entender, dice que ya ha hablado con ellas todo lo que ha podido e intentado ser lo más claro posible, pero es que yo le digo que tiene que ponerse más serio, ser más estricto, más tajante… pero no, es que no es capaz, es demasiado amable y le cuesta muchísimo ser más tajante.

—Sí, pareces muy pero que muy molesta —asintió Cleven, atrapada en este pequeño culebrón—. ¿Te da celos?

—¿Celos? —se puso más roja—. ¡Oh, no, no! Es que… Yako es mi mejor amigo, ¿sabes? Hace ya tres años que lo conozco, y… Yo lo ayudé a reformar y a resucitar la cafetería, porque había estado cerrada quince años desde la muerte de su padre y a Yako le costaba mucho volver a entrar en ese lugar, pero al mismo tiempo lo deseaba mucho, reabrir la cafetería de su padre, y desde entonces hemos estado muy unidos… y me preocupo por él, nada más.

—Ajá, claro, claro. ¿Te da miedo que esas exnovias, después de tanto pedirle a Yako volver juntos, logren convencerlo?

—¿Qué? No, ellas no le… —MJ empezó a tartamudear un poco—. Volver a salir juntos no es… lo que ellas le piden.

—¿Eh?

—Ellas ya entendieron hace tiempo que no tenían posibilidad de que Yako aceptara volver a salir con ellas.

—¿Entonces? ¿Qué es lo que le piden cuando lo persiguen? ¿Qué le estaba pidiendo esa chica de antes con lo de “sólo una vez más”?

De repente la cara de MJ se volvió tan roja que parecía incandescente, y miraba a la mesa fijamente. Cleven no lo estaba entendiendo en ese momento, pero estaba disfrutando de descubrir esta faceta de MJ. En la cafetería siempre la había visto comportarse diligentemente, seria, responsable… nada que destacase por encima de lo normal. No sabía por qué, pero ahora le parecía adorable verla tan evidentemente celosa.

Entonces, Cleven terminó descifrando ese silencio acalorado y abochornado de MJ, y se le abrieron los ojos como platos. Cleven nunca se había fijado en Yako de esa manera porque ella sólo tenía ojos para Raijin, pero al parecer el joven Zou tenía… otras muy buenas cualidades, aparte del carácter amable y su bello rostro risueño y angelical. Hasta el punto de que aquella exnovia viniera a perseguirlo para suplicarle “una vez más”… Ahora fue Cleven la que se sonrojó, porque no esperaba aprender este dato de Yako. Las dos se quedaron calladas un rato.


Más tarde, a eso de medianoche, en un momento más relajado de la fiesta y a salvo de exnovias locas, Yako, MJ, Cleven, Kain y su prometida se encontraban sentados en una mesa del jardín trasero, disfrutando de la noche y el ruido de fondo. Estaban cerca de la piscina, una piscina no muy grande que sólo ocupaba un tercio del terreno. Estaba iluminada con focos de luz sumergidos, por lo que el jardín estaba medio alumbrado por esa azulada luz, creando un ambiente agradable. Había más gente por el jardín, hablando, riendo, bailando y bebiendo. La música se oía más dentro de la casa y no tanto aquí fuera.

Durante la hora anterior, como Cleven había perdido el ala protectora de Yako porque este tuvo que huir de aquella ex y MJ se había acabado yendo detrás de él para ayudarlo, se había quedado sola, pero como ya no tenía ninguna preocupación o miedo de poder moverse por allí por su cuenta, se puso a socializar un poco. Había encontrado a Kain y a su prometida por ahí charlando con unos compañeros de universidad de Yako, y Kain la había invitado a unirse para ayudarlo a ganar un debate sobre cuál era la correcta pronunciación de unas palabras en francés.

Después de unas risas y hablando de anécdotas, Cleven acabó con mucha sed y fue a buscar algo de beber. Fue a una mesa del salón principal que estaba en una esquina, donde reposaban vasos, botellas de alcohol, botellas de refrescos o sodas, cubiteras de hielo, frutas cortadas muy apetecibles y un par de jarras de cristal que contenían un líquido blanco. Estas llamaron la atención de Cleven, porque pensó que era leche, leche de vaca normal y corriente. Y se preguntó por qué demonios había leche en jarras en una fiesta universitaria. «Quizá sea para hacer una mezcla con otras bebidas» pensó en aquel momento, acercando la nariz a una de esas jarras para olisquear. «Mmm… Esto no huele a leche, huele muy dulce. ¿Será como una horchata? ¡Oh! Capto olor a canela. Seguro que es un batido de leche con alguna fruta o con azúcar… Sí… huele a batido dulce. Me apetece mucho algo dulce. Le prometí a Yako que no bebería más alcohol, así que beberé este batido».

Sedienta, Cleven cogió un vaso y lo llenó hasta arriba de esa bebida. Se puso una pajita y lo probó. «¡Woooh! ¡Qué rico! Sabe a leche condensada y a canela… y también un poco a menta. ¡Qué bueno está!».

La pobre Cleven, ignorando que aquello en realidad era leche de pantera y que llevaba bastantes grados de alcohol, tapados bajo ese sabor dulce, se bebió tres vasos durante aquella hora. Y por eso, ahora, en el jardín, ya estaba empezando a mostrar síntomas de ebriedad, a ver borroso y a tener las mejillas rojas y una sonrisilla boba en la cara.

—Hey, Cleven, ¿te encuentras bien? —se percató Yako, cortando su conversación con los otros un momento.

—¿Yo? De maravilla —sonrió de nuevo como una boba, medio atolondrada.

—Se ha empachado de bocadillos —apuntó Kain—. La he visto comer kilos de bocadillos. Es increíble. Esta chica tiene un agujero negro en el estómago.

—Es que los bocadillos de Yako están demasiado buenos… —se defendió Cleven—. Especialmente los de pollo al curry con esa extraña mezcla de yogur agrio y cebollino… ¡Esos son mis favoritos, estaban espectaculares!

—¡Hahah! —se rio Yako, y miró a MJ, que en ese momento agachó la cabeza y se sonrojó—. Esos los ha hecho MJ. Es uno de los nuevos rellenos que se ha inventado.

—¡MJ, ¿qué?! —Cleven se abalanzó hacia ella, agarrándola de un brazo, dándole un susto de muerte—. Pues que sepas que son los mejores sándwiches que he probado… —se interrumpió un momento porque le dio hipo—. Eres una diosa de la cocina, MJ…

—¿Ves? —le dijo Yako a su compañera de clase—. Te dije que esa receta tuya iba a triunfar. Hace una hora que se acabaron esos sándwiches, se acabaron antes que los demás.

—Bueno… —MJ se rascó la mejilla con una sonrisa tímida.

—Perdona, Kain, ¿me estabas diciendo que finalmente has decidido dejar la cafetería? —reanudó Yako su conversación con el otro.

—Sí, así es —le decía el hombre, sentado junto a su prometida y agarrando su mano—. Dentro de dos meses, cuando ya hayamos celebrado la boda y todo, estaré demasiado ocupado terminando los últimos exámenes de mi carrera y buscando con mi mujer una nueva vivienda, donde iremos formando una familia en un futuro próximo. Por lo que ya no dispondré de tiempo para seguir trabajando en la cafetería. A pesar de que adoro ese trabajo. Espero que no te importe.

—¡Para nada! —sonrió Yako—. Me parecen fantásticos esos proyectos que tienes en mente. Te echaremos de menos en la cafetería, eso sin duda, pero te espera el inicio de una vida muy feliz y no puedo desear otra cosa. Por favor, Kain, acepta esa paga especial que ya te mencioné. Déjame despedirte de la cafetería con esa paga extra, para la boda, o lo que quieras…

—¡Yako, ya me has dado tres “pagas especiales” este año! Lo que estás haciendo es regalarme dinero, según tú “por ser tan buen humano”. No puedo aceptar tantos regalos de ti, eres demasiado generoso. Reserva ese dinero para cosas más importantes, por si algún día se rompe algo de la cafetería, o dáselo de sueldo a otro empleado.

—Es que es tan entrañable ver a un hombre tan bruto ser tan dulce con los clientes, que te mereces lo mejor… —sollozó Yako, emocionado, llevándose un pañuelo de papel a los ojos.

MJ, Cleven y la prometida de Kain no pudieron evitar reírse con ganas. A Cleven le sorprendió un poco oír a MJ reírse también así. Estaba acostumbrada a verla siempre tranquila y seria, pero al parecer estas pequeñas bobadas de Yako la hacían sucumbir. Y en especial por esa mirada. Esa mirada que, después de reírse, MJ no podía apartar de él, y dejó en su cara una sonrisa duradera y hermosa.

—Oh, por Dios… —Cleven se llevó las manitas a las mejillas, extremadamente enternecida con esta particular situación entre MJ y Yako, donde claramente ella estaba colada hasta los huesos y él parecía no darse ni cuenta—. Sois tan monos como un K-drama…

—¿Eh? —brincó MJ, mirándola sin entender.

—Uy, Cleven… ¿Seguro que no has bebido más alcohol? —empezó a sospechar Yako de su actitud atontada.

—¡Ja! Mira que eres aburrido con eso, Yako, aquí todo el mundo bebe menos tú —se rio Kain.

—Es verdad, Yako —corroboró su prometida—. ¿Por qué no bebes nada? Tienes que disfrutar tú también.

—He de estar sobrio para poder estar atento y poner orden si ocurre algún incidente —se defendió Yako. «Y porque necesitaría cinco botellas de vodka para siquiera empezar a estar un poco ebrio y es una pérdida de dinero» pensó para sus adentros—. Además, Momoki tampoco ha bebido nada.

De repente Yako se tapó la boca, mirando a MJ con sobresalto. Los otros tres vieron cómo esta le lanzó una mirada asesina.

—¡Serás...!

—¡Lo siento! —se apuró Yako—. ¡Se me ha escapado!

—¡Yo te mato! —rugió la chica.

—¡Mamááá! —se asustó y salió pitando.

—¡No huyas, te voy a dar una somanta de...!

No se escuchó lo último que dijo, los dos se perdieron de vista al interior de la casa.

—Pero ¿qué acabba de pasar? —rio Cleven.

—Hahaha… Yako ha dicho el nombre de MJ cuando ella nos lo tiene prohibido —contestó Kain.

—¿MJ se llama Momoki? Sé que a algunos les parece un poco cursi llamarse “melocotonero”, pero ¿qué tiene de malo?

—Es que la madre de MJ, cuando era joven, tenía de mascota una gatita naranja llamada Momoki a la que adoraba, y cuando murió y nació MJ, pues le puso ese mismo nombre. A MJ no le hace mucha gracia llevar el nombre que su madre le puso a su gata.

—Buah... pueds a mí me parece un… nombre muy bonito —a Cleven ya le estaba empezado a fallar la vocalización de toda la leche de pantera que se había bebido por error.

—Hahah… qué pedo tiene esta chica —carcajeó Kain.

—Pero una cosa... ¿Yako y MJ tienen algo entre ellos? —quiso saber Cleven.

Kain y la otra negaron con la cabeza, sonrientes.

—¿Pero ella...?

—Es un tema más complicado de lo que parece —le explicó Kain—. Que una chica mantenga una relación sentimental con Yako es… bastante complicado.

—¿Es porque acaban obsesionándose con él? MJ me… hip… —le dio hipo—… me contó antes lo de sus exnovias.

—No es sólo por eso —suspiró Kain, y por primera vez en la noche se mostró un poco apenado—. Yako es un ser… Yako es una persona diferente. Y tiene que tener cuidado.

Cleven arrugó el ceño y ladeó la cabeza, sin entender bien eso.

—Por cierto —les dijo Cleven—. Yako me dijo que es chino, y habla japonés muy bien. Pero desdde que lo conozco… hip… le he oído pronunciar a veces algunas palabras en otro idioma.

—Hahah, ¡seguro! Yako habla 11 idiomas —se rio Kain.

Quoi? —Cleven se quedó pasmada ante ese dato. Eso le recordaba a su padre, el cual, que ella supiera, hablaba más de quince idiomas—. ¿Por qué habla tantos idiomas? ¿Es un hobby?

—No, él simplemente habla sus idiomas maternos.

—¿Cómo puede… hip… tener 11 idiomas mateddnos?

—Bueno, Yako, aparte de chino, habla italiano porque es medio italiano, por parte de madre. También habla árabe, por parte de su abuela paterna. Y coreano, por parte de su bisabuela paterna. Y alemán, por parte de su tatarabuela…

Cleven escuchó anonadada esa lista de antepasadas de Yako. Creyó recordar que Kain enumeró como 17 antepasadas y 11 de ellas provenían de diferentes países del mundo y el resto eran de China. Incluso había una tatarabuela turca, otra japonesa y otra africana de Nigeria.

—¡Yako tiene genética de todo el planeta! ¡Guau! Ezs… espera, pero ¿cómo sabes toddo eso…? Hip… O sea, ¿cómo es que sabes su árbol genealógico?

—Bah, no es ningún secreto para sus amigos cercanos… y para tres millones de iris —añadió Kain en voz baja y disimuló mientras tomaba un sorbo de su lata de cerveza.

—Increíble, Yako de verddad es… hip… una persona fascinante. Pero me pregunto… bueno… espero no estar preguntando algo… hip… muy personal… pero me preguntaba… O sea, él ya me dijo que su padre murió cuando él tenía unos 4 años, pero ¿qué pasó con su madre?

—Me temo que también murió —lamentó Kain—, cuando él todavía era un bebé. Su madre era joven, pero enfermó de leucemia. Se llamaba Juno Moretti, y dicen que solía ser una mujer muy alegre, vivaz y generosa. Prácticamente como Yako. Yako no se acuerda de ella, obviamente, pero su padre siempre le hablaba de ella y le enseñó a hablar italiano por ella.

—Entonces... —murmuró Cleven con pena—. ¿Yako está solo? ¿No tiene familia?

—Tiene un abuelo paterno. Pero su abuelo... —titubeó, sin saber qué decir—… es… una persona aún más complicada.





Comentarios

  1. Los lapsus mentales de Cleven estan yendo a toda mecha ese dia, ya lleva como tres. Se le va a descuajeringar el cerebro a este paso a la pobre. Es fascinante como es capaz de habalr tambien de cosas que ni siqueira es conciente de donde salen, aunque creo que no es tanto porque lo ha leido sino que es como ese tipo de verdad intrinseca en ella que ni siqueira es capaz de entender, al menos ahora.

    Ahora la conVersación con Yako sobre lo de Raijin, es fascinante como en una misma coNVersacion ocurren dos interpretaciones totalmente diferentes: uno hablando si esta notando algo de Raijin como familia y la otra pensando que esta dandole el visto bueno como pareja. Lo que ocurre cuando no eres claro, aich, que lio mas grande.

    Yaako dejale decir lo que pasa en el estanqueeee...¡madre mia, que se va a liar! ¡Que no va la cosa por donde todos creeis!

    Ay dios, que bochornoso con Yako huyendo de su ex porque le anda pidiendo tener sexo con ella una vez mas, pobre hombre. Imagino que el hecho de que sus prejas cambien tanto su actitud con él, es precisamente por ser un Zou tan cercano a una divinidad, valga la redundancia.

    EL exposeo de la vida de Yako a una Cleven borracha es digno de mencionar, si es que no puedes dejar a nadie solo porque cuenta tu vida a otros xD

    ResponderEliminar

Publicar un comentario