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1º LIBRO - Realidad y Ficción





34.
El opurita

Fuujin empezó a ser mundialmente conocido hace 25 años cuando se descubrió que había alcanzado un nuevo nivel máximo nunca antes visto en un iris. Fue el primero y único hasta la fecha en convertirse en lo que se denominó un “dios iris”, el rango de -sama. Fue algo sin precedentes, e inequívoco, porque este máximo nivel consistía en poder hacer algo que nadie más, excepto los Zou, había hecho nunca: convertirse a uno mismo en su elemento. Su propio cuerpo, físicamente, transformado en aire, conservando la consciencia, haciéndose a sí mismo un elemento natural vivo.

Esto confirmó la teoría que los Zou habían estado sosteniendo desde hace siglos de que el iris era una energía arraigada a la mente, o al alma –misma cosa para los Zou–, y no al cuerpo, porque cuando Fuujin se transformaba a sí mismo en aire, podía seguir pensando, viendo, oyendo, sintiendo y actuar conforme a la razón. Era un elemento consciente, un elemento con alma.

Hasta entonces, solamente los Zou habían sido las únicas “criaturas” del mundo en hacer algo así. Por eso, Fuujin se convirtió en un ejemplo para miles de iris que, estando en el nivel -san, no sabían que podían lograr subir un peldaño más. Sin embargo, casi todos los que lo intentaron, esforzándose más, haciendo el triple de entrenamientos físicos y mentales, usando el iris de manera continua, se toparon con un objetivo que parecía imposible. Pero imposible no era, simplemente era extremadamente difícil, y no sólo dependía del entrenamiento y el esfuerzo, sino también de un motivo.

El motivo emocional. Muchos olvidaron que el iris, siempre, siempre, se sostenía en un motivo emocional. Olvidaron que, precisamente, se convirtieron en iris por un motivo emocional. El iris no era un fenómeno físico, biológico, material… era una energía inmaterial, igual que el alma. E igual que el alma no podía existir si no estaba hecha de recuerdos y experiencias, de pensamientos y emociones, el iris tampoco.

El entrenamiento o usar mucho el poder del iris en misiones ayudaba, pero eso tenía que venir acompañado por un motivo emocional para despertar un nuevo nivel. Y no era igual para todos, por supuesto. Las personas son diferentes, cada una reacciona de una forma ante algún suceso, y no a todas les afectaba algo con la misma intensidad. Por ejemplo, para Pipi, el nacimiento de su hija Álex le produjo una enorme felicidad que alimentó a su iris de más poder. Pero, para Neuval, el nacimiento de su primer hijo fue el acontecimiento más significativo de toda su vida. Porque Neuval, a diferencia de Pipi, tenía un cierto pasado, y tenía un cierto trauma con su padre biológico, y una historia detrás de lo que era para él tener una familia, formar parte de una, y en ella, tener el papel de hijo, de hermano, de marido, de tío, y de padre.

Pipi venía de una familia complicada, pero normal, en la que siempre había tenido a sus padres, a sus abuelos, a tíos abuelos, a sus dos hermanos, varios tíos, muchos primos, varios sobrinos… y en la que siempre había habido cosas buenas y cosas malas, las típicas en las familias. Pipi venía de una familia enorme, y conocía tan bien el papel de cada uno en ella y había visto lo mismo una y otra vez, que había acabado saturado de ella. Y quizá, por eso, tener un nuevo hermano, o un nuevo primo, o sobrino… como que le alegraba pero como que ya no era tan importante. Tener a su hija fue el mayor motivo de felicidad que había tenido nunca, eso sin duda. Pero no llegó a ser “el motivo clave” para su iris para alcanzar el máximo nivel porque no tenía un trauma relacionado con eso.

Neuval, por el contrario… tenía unos orígenes bien diferentes, y para él, el nacimiento de Lex fue lo que dio sentido a todo: a su pasado, a su presente, a su futuro, a sí mismo, a su vida y a todo por lo que luchaba en ese mundo. Para él, fue motivo de sobra para que su iris rebosase de la mayor dicha, y despertara su mayor nivel de poder. Y de Fuujin-san, pasó a ser Fuujin-sama, estrenando nuevo nivel en la Asociación.

Pues por eso lo de “casi todos”. En los años siguientes, el ejemplo de Neuval sí sirvió, al menos, para un par de iris más en el mundo. Al ser un nivel tan excepcional, cabía esperar que apenas nadie más lo lograra. La siguiente fue una mujer en Estados Unidos, una iris Sui. Aquí, había que apuntar una excepción. Los Sui eran los únicos iris en los que sí era normal convertir su cuerpo en agua si alcanzaban un nivel -san alto, por la única e indiscutible razón de que el agua era el mayor componente básico del cuerpo humano. Sin embargo, no podían durar mucho tiempo, ni hacer muchos movimientos efectivos, porque se evaporaban, y si se evaporaban, significaba que pasaban a convertirse de agua a aire, y si se convertían en aire… era básicamente como morir, ya que era el estado donde su elemento dejaba de ser su elemento. Si un Sui se convertía en agua y a causa de un fuego o de un calor abrasador se evaporaba parte de su masa, al recuperar su cuerpo de carne y hueso podían aparecer sin un dedo, o sin un pie… dependiendo de cuánta agua hubiesen perdido.

Esta Sui de Estados Unidos alcanzó el máximo nivel cuando demostró ser capaz de, no sólo convertirse en agua, sino también en hielo, el más puro y frío hielo, y adoptar formas y moverse sin problema. El hielo era el estado del agua más estable y seguro, significaba que estaba mucho más lejos del estado de evaporarse, por lo que, para un Sui, ser hielo era el mayor nivel de su elemento, su estado más perdurable.

El siguiente, fue un iris Shokubutsu de Europa. Consiguió transformarse enteramente a sí mismo en planta, es decir, sustituir todas las células animales de su cuerpo humano en células vegetales, y de ahí, poder tener un cuerpo de dura madera, o de flexible fibra, extenderse, moverse sobre la tierra o bajo ella, y bajo el agua, si adquiría la composición celular de una planta acuática, etc.

Oficialmente, el siguiente en alcanzar el máximo nivel fue Raijin con su elemento Den. Extraoficialmente, fue Izan con su elemento Yami, pero como Izan había estado desaparecido siete años, no se contaba.

A partir de aquel momento en que Fuujin logró convertirse en un Dios del Viento a sus 21 años, su fama siguió creciendo, y no sólo por sus hazañas, sino por cómo ejecutaba sus hazañas. Y no sólo por el método, sino también por su disposición. Fuujin era un iris que siempre estaba ahí cuando alguien lo necesitaba, y cuando no lo necesitaban también. Nunca negaba un favor, nunca rechazaba una petición o una colaboración, ni aunque tuviera que irse a otro país o al otro lado del globo. Si alguna vez se negó por aquellos años, era porque priorizó cuidar de Lex, ocuparse de él y dedicarle todo el tiempo que merecía, por encima del trabajo de la Asociación.

Se ganó la envidia de algunos, el respeto de muchos y la amistad de muchísimos más. Por eso, a nadie le sorprendió cuando corrió la voz de que Fuujin iba a dejar la SRS de Hideki porque quería crear la suya propia. Se supone que esto iba en contra de las normas. Un iris no podía fundar una RS por su cuenta y sin permiso y con ello autoproclamarse Líder así por las buenas. Las RS las fundaban y autorizaban Alvion y los monjes de Administración, y se obtenía el título de Líder, o bien mediante la autorización del anterior Líder tras haber pasado con éxito su aprendizaje privado, o bien mediante una prueba supervisada por los monjes durante un mes.

Pero Neuval ya tenía en ese entonces arrogancia de sobra para autoproclamarse Líder de su nueva KRS de Tokio e ir reclutando en ella a quien él quisiese, desoyendo las quejas de Alvion y de los monjes de que debía cumplir las normas como todos. Y es que había algo que Neuval había estado años observando y que ya no aguantaba ver, y era la tendencia mayoritaria de las RS del mundo de acoger siempre a jóvenes y adultos, ignorando a los iris que tenía menos de 15 años y mucho más a los menores de 10.

No sólo fundó la KRS por capricho, sino también para predicar con el ejemplo. Con su propia iniciativa, impulsó a muchos Líderes de la Asociación a darles a los iris más pequeños y jóvenes la oportunidad que merecían. Y si no había RS o vacantes suficientes, que se creasen nuevas RS de una vez, sin más demora y burocracia y tonterías, donde nuevos Líderes pudieran tener la oportunidad de liderar y donde los iris más jóvenes tuvieran también su oportunidad de hacer aquello para lo que fueron entrenados y que su iris interior les pedía a gritos. Ser útiles, hacer cosas importantes, salvar a la gente, luchar contra el mal.

Antes no había una KRS de Tokio, había la de otros colores en la capital, siendo la más famosa la SRS de Hideki. Neuval hizo la KRS de Tokio. Y el primero en seguir su iniciativa fue Pipi, cuando Hideki murió y la SRS pasó a ser suya. La muerte de Hideki y de Emiliya afectó a los anteriores miembros tanto que muchos de ellos se fueron a otras, o bien, cumplieron su venganza y decidieron dejar la Asociación y volver a ser humanos. Por eso, la SRS se quedó con varias vacantes, y Pipi fue al Monte Zou a buscar, directamente, a iris pequeños que llevaban ya tiempo postulando, siendo rechazados y esperando ser aceptados en alguna RS.

Después, esta iniciativa se expandió hacia muchos más Líderes de Japón, y de ahí, a otros cuantos Líderes del resto del mundo. La cola de niños iris haciendo espera en el Monte Zou por entrar en alguna RS, que se estuvo haciendo larga hasta entonces, disminuyó casi por completo, y las cosas se equilibraron más justamente en esta situación.

Neuval siempre quiso a su padre como su mano derecha, por lo que Lao fue el primer miembro que tuvo. Y junto a él, Izan, y también Raijin, los cuales no fueron “niños marginados” pero Neuval los acogió por ciertas razones especiales. Después, ya fue integrando a los demás que sí eran “niños marginados”: a Sarah, a Sam, a Nakuru y a Drasik. Y, especialmente, al niño iris más rechazado del mundo. Yako.

Yako fue, de hecho, el primer “niño marginado” que acogió en la KRS, quien entonces tenía 5 años y apenas dos años antes había perdido a su padre, el hijo de Alvion, y se convirtió.

Nunca antes un Zou se había convertido en iris, era algo insólito. Pero porque nunca antes un Zou había presenciado la injusta y trágica muerte de un familiar o ser querido. Y no es que nadie quisiera acogerlo en su RS por ser pequeño, sino por ser un Zou. Los Líderes sabían que Alvion quería someterlo a la preparación para ser el siguiente Señor de los Iris, a pesar de su conversión, así que era intocable. Pero el niño no quería hacerlo, quería ser como los demás iris. Y un día, Neuval fue otra vez al Monte Zou y, tranquilamente, secuestró a Yako y se lo llevó a Tokio, para salvarlo de las ataduras de su abuelo y cumplir su deseo de ser un iris más.

Drasik fue el siguiente “niño marginado” después de Yako. Era, para ser más exactos, el primer “niño marginado desconocido” que acogió, es decir, que Neuval no lo conocía de antes en absoluto. Pero fue el único de todos que no era sólo rechazado por su cortísima edad récord de 4 años, sino porque ya se rumoreaba que ya estaba enfermo de majin.

Pequeño, desconocido, ignorado, don nadie y además con la mente sensible a las malas emociones y propensa al descontrol… y con un extraordinario e intrigante potencial oculto… Neuval nunca antes se había sentido tan identificado con alguien.


Kyo y Drasik acabaron su desayuno en silencio, y después se levantaron para recoger los platos. Kyo observó que Drasik volvía a hacer uso de su brazo izquierdo para llevar el plato y el vaso. Ya se había estado fijando antes en cómo su amigo evitaba mover el otro brazo, y eso no le cuadraba.

—¿Es un esguince de muñeca, dijiste? —le preguntó en la cocina.

Drasik se miró el brazo con indiferencia.

—Sí, ya sabes que no tengo mucho cuidado.

—¿Y por qué llevas vendado el antebrazo entero si se trata de la muñeca? —se extrañó, y luego frunció el ceño—. ¿No es ahí donde tienes el tatuaje?

—Tío, qué pesado —protestó—. Me di un golpe ayer cuando iba con Sakura, ¿vale?

—Vale, vale... —se estremeció, sorprendido por su repentina actitud.

—Que tenga el tatuaje ahí es pura casualidad, no pienses lo que no es —gruñó, dándole la espalda un momento, apoyando las manos sobre una de las repisas, y luego se volvió hacia él de nuevo y fue a salir de la cocina—. Claro, como tú lo tienes en el cuello, nadie tiene por qué preguntarte por qué lo tienes vendado, ya que el cuello no se venda.

—Tranquilo, no he dicho nada —se apuró Kyo, preocupado, siguiéndolo hasta la puerta.

—Pero lo piensas. Olvídalo, ¿quieres? Ven a ayudarme a preparar el opurita.

Kyo se quedó un momento quieto en la puerta mientras Drasik se dirigía a su casa echando humos y refunfuñando. «¿Por qué se ha puesto así? Se ha puesto nervioso» pensó. Finalmente cerró la puerta tras él y se fue hacia la casa de su vecino. Le había dejado un mal sabor de boca, aunque en realidad sí que pensaba lo que Drasik creía que pensaba.

Sólo vio un caso similar en Fuujin, en el pasado, y había oído de otros casos así en otros iris que compartían con ellos dos una característica común, que es tener una sensibilidad especialmente alta, es decir, conservar todavía mucha parte humana emocional, con la que sus iris a veces les costaba lidiar y apaciguar con la razón y la lógica, y de esa dificultad solía generarse una enfermedad que la Asociación llamaba majin. Por tanto, esta sólo aparecía en los iris más emocionales y propensos a perder el autocontrol, tal como le había pasado a Fuujin recientemente con esa docena de maleantes que había matado.

Había varios grados de majin, clasificados del uno al siete, siendo el uno de lo más insignificante y el siete de lo más alarmante. Se estimaba que la mitad de los iris no tenían ningún ápice de majin y que además eran inmunes, y que la otra mitad sí tenían, pero en su mayoría de grados bajos. Eran pocos los que desarrollaban grados altos y dependía de lo “sensible” que fuera el iris. Fuujin, por ejemplo, tenía el preocupante grado VI desde hace muchos años.

Antes del exilio, Neuval también tuvo una época de ponerse un parche en una parte específica del tatuaje de su espalda, para ocultar una señal concreta de que estaba teniendo problemas con su enfermedad del majin. Viniendo de él, no era de sorprender, porque el alto majin de Neuval ya llevaba muchos años siendo algo conocido. Lo que a Kyo le estaba preocupando es que Drasik se estuviera vendando el tatuaje por la misma razón, lo cual sí sería de sorprender, porque, aunque todos sabían que Drasik tenía un majin, se supone que tenía uno de muy bajo grado, y ese síntoma específico que el tatuaje solía delatar y que preocupaba a Kyo aparecía cuando el majin estaba empezando a ser alto.

Kyo entonces recordó que de pequeño conoció el peor caso. Ocho años atrás, llegó a ver en un puñado de ocasiones cómo Izan se cubría la parte derecha del pecho con una venda o una gasa. Siempre lo hacía a escondidas, pero en ese entonces, el pequeño Kyo humano de 8 años pensaba que simplemente se estaba tratando alguna herida obtenida en alguna misión iris, lo más normal para ellos. Y lo siguiente que ocurrió es que un día Izan acabó marchándose, desapareciendo sin explicaciones, acompañado de rumores de haberse convertido oficialmente en el único iris de la época actual cuyo majin presuntamente había alcanzado el último y séptimo grado, aunque Denzel y Alvion no lo creyeran posible, ya que, de ser así, los Dioses del Yin habrían avisado a la Asociación, tal como Denzel le dijo antes a Neuval. Sin embargo, Neuval no se equivocaba en su mal presentimiento. Creía que Izan sí había llegado al último grado, por el cual el iris se convertía en arki. Y si los Dioses del Yin no lo habían alertado, sería por algo.


* * * *


Después de todo, el Hotel Shibuya Excel Tokyu seguía sin corriente eléctrica. Habían estado los encargados toda la noche buscando el problema hasta que dieron con él. Frustrados al descubrir que anoche hubo un raro incidente, que la policía había encontrado a tres moteros delincuentes noqueados al final de un callejón y que la caja de cableado eléctrico había quedado destrozada porque se le estrelló una moto encima… tuvieron que recurrir a un especialista a que lo arreglase, y eso llevaría un poco de tiempo.

Por eso, sin tele, ni wifi ni luz en el hotel, Cleven decidió matar el tiempo en la calle hasta que llegara la hora del festival en el Templo Meiji. No podía evitar mirar su teléfono cada diez minutos, por si recibía de Toshiro la información de su tío, a pesar de que era improbable que se la enviara hoy. Estaba emocionada, nerviosa e impaciente, y la espera la mataba, pero por suerte, disfrutar del festival con sus amigos y posiblemente con Raijin sería distracción suficiente.

Una hora y media después de haber abandonado la Universidad de Tokio, estuvo dando paseos por el distrito de Shinjuku y mirando escaparates de ropa, libros y aparatos electrónicos –de los cuales se mostraba la marca de su padre en primera fila– hasta cansarse.

Acabó sentándose en un banco en medio de una agitada avenida, bajo la sombra de un árbol. Mientras se comía un gran bollo relleno de crema que había comprado en un 7-Eleven, observó a la gente de su alrededor, aburrida, indiferente.

No…

No era aburrimiento, ni indiferencia.

Cleven sintió algo raro dentro de ella. Por un momento pensó que el bollo le estaba sentando mal. Pero no era eso. Sentada ahí sola rodeada de tanta gente, tenía una sensación muy familiar, lejana, de un pasado recóndito. Ese pequeño malestar no era una indigestión, era una añoranza. Observaba a la gente, y notaba un extraño impulso, de ir hacia ella, mirarla más de cerca, indagar en sus problemas, hablar con ella, ayudarla, resolver enigmas, arreglar grietas…

Seguro que, si hacía algo así, además de rara, la tacharían de loca. Cleven no tenía ni idea de por qué sintió esto ahora. Se quedó un poco mosqueada. Miró el bollo. No creía que estuviese caducado ni nada.

 No le sorprendió ver que gran parte de la gente ya iba vestida con sus kimonos tradicionales, sobre todo las madres que iban con sus hijos, excitados por el festival que se acercaba y no paraban de correr de aquí para allá jugando con los otros. Eso le recordó que tenía que conseguir su kimono, para lo cual tenía que recurrir a su hermanito, su cómplice de toda la vida. Sacó el móvil y fue a ver qué saldo tenía.

—Fuoh... —farfulló, con la boca llena de pan—. Cero pelotero.

Esto era lo que pasaba cuando Neuval la castigaba por haber faltado a clase a escondidas, le anulaba la tarifa de llamadas y de datos de su móvil, y se la restringía a un saldo concreto. Por mucho que se comprase un móvil diferente a la marca de su padre para evitar su dispositivo de localización, no podía hacer nada con el contrato de la tarifa, la cual su padre podía modificar como quisiera. Las únicas llamadas y mensajes gratis que podía hacer eran a su padre y a Hana, ya que, por supuesto, Neuval no la iba a dejar con la imposibilidad de llamarlo a él o a Hana por alguna urgencia.

Volvió a guardar el teléfono y se levantó del banco, optando por ir a plena Shibuya a llamar por una cabina pública que aún existiese. Para ello decidió coger el metro, que estaba al lado, y a una parada la dejaría en el centro de Shibuya. Una vez en la estación, esperó en la cola del vagón. Cuando ya llegó el metro, avanzó lentamente por la cola a medida que la gente entraba, y mientras tanto giró la cabeza hacia la fila de al lado.

Le pegó otro bocado a su interminable bollo de crema y entonces se cruzó con una mirada. Había un hombre joven, atractivo y con una sonrisa amigable que esperaba algo o a alguien, cerca de la cola de al lado. Lo perturbador es que ese joven la estaba mirando a ella. Cleven apartó la vista, desconcertada. Era seguro que la estaba mirando a ella. «¿Quién es ese y por qué me mira?» se preguntó, viendo de reojo que el otro seguía observándola fijamente y sonriente.

La joven vio algo en él que la inquietaba bastante. Tal vez fuese esa sonrisa. Era como si escondiese algo oscuro bajo un disfraz de simpatía. Se dio cuenta de cómo las mujeres de su fila lo miraban también de reojo y cuchicheaban entre ellas.

—¡Qué guapo! —dijo una.

—¿Será extranjero? —preguntó otra más joven—. ¿Será un famoso?

Cleven frunció los labios y volvió la vista a él. Sí que era interesante, pero no tanto como su insuperable Raijin. Ese de ahí tenía el cabello rubio, con rastas largas y perfectamente cuidadas, recogidas con una diadema negra ancha, y tenía un aro en el labio inferior. Sin embargo, iba vestido con un elegante traje negro y camisa blanca, sin corbata. Se mostraba casual, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y porte viril, y le hacía, sin discusión alguna, un bombón que destacaba entre toda la gente de la estación.

Las mujeres de la cola fueron ya entrando en el vagón, continuando con sus comentarios, pero Cleven se quedó quieta donde estaba sin darse cuenta, cogiendo su bollo a la altura de su barbilla y mirando a ese hombre. «¿Por qué me está observando tanto?» se empezó a mosquear, «¿Será un pervertido, o me quiere atracar?». Y él seguía igual, quieto donde estaba, contemplándola con su siniestra pero a la vez conquistadora sonrisa. «¿Pero por qué está ahí parado? ¿Querrá algo de mí? ¿Me conocerá de algo? Mejor paso».

Cuando ya se metió en el vagón y las puertas se cerraron, Cleven no pudo evitar comprobarlo una vez más y miró discreta por la ventanilla. Ese joven seguía ahí parado en el andén, y seguía observándola risueño. Por un instante, a Cleven le pareció ver una diminuta luz violeta en su ojo izquierdo, y esto la desconcertó, pero cuando se giró para verlo mejor, un grupo de personas pasó por delante de ese rubio y este de repente desapareció. A ella no le dio tiempo a mirar por otras partes del andén porque el tren ya arrancó.

Cleven estaba tan intrigada tras lo ocurrido que no se dio cuenta cuando un trozo de crema de su bollo cayó al suelo. Estaba apretándolo demasiado fuerte. «¿Qué es lo que pasaba con ese?» se preguntaba. «¿Qué es esta sensación? Ese chico con rastas… es como si ya lo hubiese visto alguna vez. Su cara me suena mucho, incluso diría que se parece mucho a Raijin».

Decidió no darle más vueltas. Una vez llegó a Shibuya, se dirigió a la zona más transitada en busca de una cabina, aún con su bollo a medio terminar. Ya encontrada, llamó al móvil de su hermano, que no tardó en contestar.

—“Allô?

Yenkis, c’est moi —dijo Cleven.

—“Soeur! ¿Llamando desde una cabina? Te veo un poco pobre...” —se mofó.

—Sí, ya, oye —se impacientó—. Necesito que me hagas un favor. Tráeme mi kimono.

—“¡Ah! ¿Vas a ir al festival?”

—Así es. ¿Tú vas?

—“Mm... Sí, ¿por qué no? Iré con mi gente y con Evie. Bueno, ¿dónde estás para que te lleve el kimono?”

—¡Oh, gracias, Yen! —se alegró, apretando los puños con triunfo—. Te espero en Shibuya. Donde la estatua de Hachiko.

—“Ok. Llegaré ahí en una media hora.”

Merci, merci! ¡Ah! ¿Cómo van las cosas por ahí? ¿Y papá y Hana?

—“Hana está bien, haciendo su vida como siempre, aunque hay ratos en los que se pone a andar de un lado a otro con el teléfono a mano, esperando. Sigue preocupada por dónde puedes andar y por cómo está papá.”

—¿Cómo que “por cómo está papá”? —se extrañó, tapándose un oído para oír bien entre la barullo de la calle—. ¿Qué le pasa ahora a ese muermo?

—“Papá no aparece por casa desde hace un tiempo” —le explicó—. “Creo que está en la casa del... de ese hombre viejo que suele andar con él.”

—¿El viejo Lao? ¿Por asuntos de trabajo?

—“Lo dudo. Me parece que te está buscando.”

—¿¡Qué dices!?

—“¿Te sorprende?”

—Joder... —refunfuñó—. Tendré que ir con los ojos bien abiertos.

—“¿Todavía no has dado con el tío Brey?” —saltó—. “Cleven, eres un poco petarda para estas cosas.”

—No es fácil, ¿vale? Luego te cuento, que se agota el dinero. Date prisa.

Colgó el auricular y dio un suspiro, mirando a su alrededor con una nueva preocupación. Esperaba que su padre no estuviese andando por allí cerca, esperaba que no la descubriese, no tan pronto, no sin haber visto a su tío y haber hablado con él en mejores condiciones. Se fue hacia la estatua de Hachiko y se apoyó de espaldas contra el pedestal, mordiéndose las uñas, acechando los alrededores.


* * * *


—Pásame esa jarra —le indicó Drasik—. ¡Esa no! La de tu izquierda... ¡Tu otra izquierda!

Kyo agitó las manos con exasperación, haciéndose un lío.

Él y Drasik eran mejores amigos desde que tenían unos 6 años, pero esta era la primera vez que Kyo veía el laboratorio de su amigo. Siempre había sabido que desde que Drasik se especializó en Química en la Asociación, había estado usando una de las habitaciones de su casa como laboratorio privado. Drasik nunca había podido enseñárselo antes porque estaba prohibido que un humano externo a la Asociación entrase en los laboratorios de los iris que experimentaban con esta ciencia. Ahora que Kyo era un iris oficial de la Asociación, Drasik había podido por fin mostrarle su santuario.

La verdad es que Kyo no se esperó encontrarse con una habitación tan bien aclimatada, en una simple vivienda. Parecía un laboratorio profesional. Era una habitación grande y sin ventanas, supuestamente para usarse de trastero, pero no daba sensación claustrofóbica ni nada. Drasik le explicó que, cuando comenzó a demostrar un talento notable como Químico hace cinco años, el propio Pipi, Líder de la SRS y también arquitecto, se ofreció a ponerle en esa habitación las instalaciones adecuadas, como paredes hechas de un material a prueba de ácidos y fuegos, conductos de ventilación eficaces, fontanerías, iluminación… Luego, los aparatos avanzados, como los tanques de mezclas, microscopios y demás, fueron un regalo de Neuval.

Lo único que había incomodado a Kyo fue que, nada más entrar en la habitación, Drasik comenzó a quitarse la ropa hasta quedarse en calzoncillos. Y después, se puso una bata blanca encima. Drasik le dijo que era así como trabajaba, en calzoncillos y en bata, porque por nada en el mundo quería que su estilosa ropa normal se le estropease, manchase o quemase. Y luego, se puso unas gafas protectoras negras, quedándole el pelo mucho más raro de lo que ya lo tenía por la goma.

Cuando Kyo se vio ahí delante de semejante personaje en ropa interior, bata blanca, gafas protectoras, pelos de auténtico loco y sonrisa de bobo, se sintió de pronto dentro de la película de Frankenstein y tuvo un poquito de miedo.

Enseguida, el Sui se había puesto a preparar algo, y ahora estaba Kyo intentando ayudarlo, delante de una estantería repleta de recipientes de vidrio de todo tipo de formas y tamaños. Cuando dio por fin con lo que le pedía, una jarra de cristal, se la llevó a la mesa central, donde Drasik ya estaba lavando unos utensilios.

—Atiende, Kyosuke. Esto es un arte, y es imprescindible en la vida —le indicó.

—Vale —contestó, muy serio, prestando toda su atención.

Entonces Drasik, después de llenar de agua la jarra, cogió una especie de vaso, que era un poco esférico, hecho de madera y rematado con un borde y una base de acero. Lavó su interior con agua y un pañuelo muy brevemente. Después, sacó de un cajón de esa mesa central, que era como una isla, un tarro muy grande de vidrio, lleno de una especie de hierbas secas.

—¿Qué… es eso?

—Esto, Kyo, es yerba mate con palo.

—¿Yer-qué?

Yerba mate con palo.

—¿En qué idioma está eso?

—Atiende, Kyosuke —le repitió, superserio.

Kyo estaba un poco perdido, pero volvió a atender.

Mate de madera de algarrobo —Drasik le mostró el vaso.

—Sigo sin entender ese idioma.

—Lo llenas de yerba, dos tercios de su capacidad —vertió las hierbas del tarro dentro del vaso—. Lo bates un poco, para quitarle el polvo —tapó el vaso con la palma de la mano y lo agitó un poco, y al quitar la mano, tenía la palma llena de un fino polvito que después se limpió soplando.

—Mmmvale… —Kyo seguía perdido.

—Inclinación, 45 grados —continuó enseñándole Drasik, inclinando el vaso hasta que las hierbas de dentro dejaron una cavidad hasta el fondo—. Después, agua. A 80 grados Celsius, ni más ni menos —le acercó la jarra llena de agua. Kyo se la quedó mirando. Drasik siguió mirando a Kyo, callado. Kyo miró a Drasik y luego a la jarra, esperando algo. Drasik parpadeó con paciencia—. Agua, a 80 grados —repitió.

—¡Ah! ¡Que te lo caliente yo! —entendió Kyo al fin, y sostuvo la jarra con ambas manos—. ¿No tienes un calentador, o qué?

—El calentador tarda más y no siempre confío en que lo haga a la temperatura exacta. Si te digo a 80 grados, tú sabes calentarla a 80 grados exactos, ¿verdad?

—Sí, Drasik —contestó pacientemente—. Los Ka sabemos calentar cosas con perfecta precisión medida en grados. Toma, tus 80 grados Celsius —le acercó la jarra.

Pero Drasik hizo un gesto raro como si Kyo le estuviera acercando una caca de perro.

—Iiih…

—¿Me tomas el pelo? —dijo Kyo.

—No me gusta tocar cosas tan calientes.

—¿Y qué quieres que le haga?

—Tú verterás el agua, aquí —le acercó el vaso con la hierba inclinada—. Eso sí. Importantísimo. Poco a poco. Despacio. Que vaya cayendo en la parte del fondo, en la yerba de abajo, no en la de arriba.

—Doy por sentado que por yerba te refieres a estas hierbitas secas.

Kyo suspiró y siguió sus indicaciones, vertiendo el agua caliente con cuidado.

—Eso es. Que la yerba de abajo se vaya empapando y que desplace hacia arriba el resto de la yerba aún seca. Un poquito más… ¡Ya! Ahí está bien. Ahora, atiende, Kyo.

—Atiendo.

—Crucial —le enseñó un tubito de metal, algo aplanado, hueco por dentro—. La bombilla. Supercrucial.

—La bonyiya, crucial —repitió, o lo intentó.

—Tapas el agujero de arriba con el pulgar para que el aire dentro del tubo no permita que le entre yerba ni polvo, e introduces la bombilla por el hueco, así, de esta forma. A esta altura, y como si hicieras un poco de palanca, hasta que la bombilla se queda sujeta así, con esta inclinación.

—Ajá…

—Ya está listo. Luego se le irá añadiendo más agua caliente conforme se va consumiendo.

—Mm… de acuerdo… —Kyo fue a coger el vaso, preguntándose cómo tendría que tomarse eso, pero de repente Drasik lo cogió antes y se puso a sorber por el tubito—. ¡Pe…! ¿¡No se supone que soy yo quien tiene que tomarse el opurita!?

—¿Qué dices, tontín? Esto no es el opurita, es mi mate.

—¡Ay, Dios! ¡Es esa cosa rara que te pones a beber a veces! —acabó recordando.

—Mm, hm —siguió sorbiendo, disfrutando su bebida.

—¡Yo creía que ya estábamos haciendo el opurita! ¡No parabas de decir que era imprescindible y crucial!

—¡Efectivamente! No puedo trabajar debidamente sin un buen mate en mano.

Kyo lo miró muy quieto y callado mientras lo asesinaba de tres formas diferentes en su imaginación.

—Ahora sí, a fabricar el opurita —apremió Drasik, apuntando con un dedo firme hacia el horizonte, es decir, hacia una pared cualquiera de la habitación, como si liderase a todo un equipo.

Nunca en su vida había visto Kyo a Drasik tan concentrado en algo durante más de media hora seguida. Era como si se hubiese transformado en otra persona. Cuando estaba en el instituto, le gustaba hacer el tonto; cuando estaba en la calle con amigos, le gustaba hacer el loco; cuando estaba de relax en casa, le gustaba hacer el payaso. Pero cuando estaba en una misión para atrapar o matar a unos criminales y cuando estaba trabajando en el laboratorio… Kyo estaba un poco asustado, le daba miedo preguntarle si le había poseído algún espíritu que había sido un serio catedrático universitario en vida.

—La verdad es que en el entramiento había oído algo sobre las especialidades extra —comentó Kyo mientras lo ayudaba a cocinar el opurita—. Como los Hosha con la informática, o los Suna de muy alto nivel con la metalurgia… Entiendo que los Shokubutsu tienen la especialización botánica y curandera, y que los Sui tengáis opción a la química, pero ¿también sanáis?

—Meh… no es exactamente lo mismo —le explicó Drasik, con su mate calentito en una mano mientras que con la otra removía un líquido espeso y anaranjado en un recipiente de cristal—. Los Shokubutsu se especializan más en la química natural de sustancias exclusivamente provenientes de las plantas, y son los curanderos de cada RS en cuanto a lesiones, heridas o dolencias del cuerpo, como disparos, quemaduras, huesos rotos, cortes… Los Sui nos especializamos más en la química general, incluyendo sustancias más artificiales y adulteradas, y solucionamos problemas más relacionados con el estado mental o psíquico.

—Aaah… O sea que los Sui hacéis las drogas —casi rio.

—Bueno, dicho así, suena un poco mal. Pero sí. Hacemos remedios para calmar nervios, o para estimular el ánimo, o para la concentración, etcétera.

—Un momento… —puso una mueca pensativa—. ¿Entonces Yako es el curandero de la KRS? Porque no tengo noticia de que él tenga ese título, a pesar de que sí lo he visto curaros heridas con remedios vegetales.

—Hm, más quisiera él —contestó con un deje de fastidio—. Yako es curandero, pero no oficial.

—¿Y eso?

—Alvion, dolido por la decisión que tomó su nieto de rechazar su linaje Zou y su destino como Señor de los Iris, le dejó que siguiese su camino como iris normal pero con la condición de que no aprendiese las técnicas curativas. Fue como su castigo hacia Yako por haberle deshonrado.

—Alvion es un poco duro, ¿no? —frunció el ceño.

—Bueno, son cosas suyas personales con Yako. No es que la química botánica medicinal sea la mayor pasión de Yako o su gran sueño, pero sí que es su hobby preferido junto con la cocina, y le hacía ilusión especializarse como curandero porque decía que así sería de más utilidad para la KRS. Alvion simplemente lo castigó quitándole este hobby. Podría haber sido peor, y haberle prohibido a la fuerza ser iris o estar con nosotros en la KRS, o haberle quitado su cafetería. Porque la cafetería es de Alvion.

—Espera, ¿¡qué!? —se sorprendió Kyo—. Creía que era de Yeilang, y que Yako la heredó de su padre.

—La cafetería fue un regalo que Alvion le hizo a Yeilang. Él le compró el local, las instalaciones, los muebles y la reforma. Yako, y su padre antes que él, dirigían el negocio como pasatiempo. Yako es el dueño del negocio, quien decide cómo se hace y cómo funciona todo, a quién contrata, a qué proveedores compra, qué productos vende y todas esas cosas. Pero Alvion sigue siendo el dueño del local, quien decide si vende el lugar, o si lo cierra o si lo quiere usar para otro negocio.

—Ya entiendo.

—Yo, la verdad, no entiendo cómo a estas alturas de época no se han abandonado ya esos valores tradicionales chinos en los clanes de gran relevancia —resopló Drasik—. Los hijos han de seguir los pasos de sus padres o los que estos deciden darles, si no, deshonra para todo el clan. Ah, sin ofender.

—Yo no soy chino, soy medio chino —le corrigió Kyo por enésima vez—. Mi padre era chino y mi madre es japonesa, además que yo nací aquí, te recuerdo.

—Bueno —continuó, mirando en sus manos dos botes de cristal que contenían un líquido cristalino y los dejó sobre unas placas térmicas en la mesa central—. De todas formas, Yako consiguió al final aprender las técnicas de curandero. Recuerdas que ayer nos mostró lo que se había aplicado en las heridas de la pelea, ¿no?

—¿Pero cómo? —se extrañó, ayudándolo a llevar un pesado tanque desde una de las encimeras de la pared a la mesa central—. Si Alvion se lo prohibió, es imposible que haya podido salirse con la suya.

—Heheh… —rio Drasik—. A no ser que recurras a la única persona del mundo que es capaz de salirse siempre con la suya incluso ante las órdenes de Alvion.

—No digas más —Kyo supo enseguida a quién se refería.

—Yako tenía 10 años cuando le confesó al maestro Fuujin sus deseos de aprender alguna técnica curativa. ¿Y qué hizo Fuujin? Se fue al Monte Zou de inmediato y, con ayuda de Pipi, robó copias de los libros donde se enseñaban todas las técnicas de química botánica medicinal. A diferencia de los demás iris, Yako no necesitaba la instrucción de los monjes para aprenderlas, supo aprenderlas por sí solo siguiendo toda la información de los libros. No es ningún secreto que la química botánica es el talento natural de todos los Zou. Y, bueno… al final Alvion lo dejó pasar, porque, ya sabes, tiene un millón de cosas peores de las que preocuparse. Pero como no le firmó a Yako el título oficial de curandero, pues… oficialmente Yako no es curandero.

—Ya.

Ambos se quedaron un momento callados, mientras preparaban la máquina mezcladora sobre la mesa.

—Pues Fuujin me ha dicho que tú eres de los Químicos más excepcionales de la Asociación —le comentó Kyo—, y que por eso has creado algo tan único y especial como el opuritaserum.

—¿Él te ha dicho eso de mí? —lo miró sorprendido, y se le sonrojaron un poco las mejillas debajo de sus gafas negras protectoras, rascándose la barbilla con la puntita del dedo y una sonrisilla tímida. Se sentía enormemente halagado.

—Sí, pero ¿quiere eso decir que lo fabricaste exclusivamente para… ya sabes… la habilidad de Izan de afectar a alguien mentalmente con su elemento?

—Mmm… El opurita lo ideé para los efectos del elemento Yami en el cuerpo, cualesquiera que sean y donde sean, ya sea en tu mano, en tu hígado o en tu cerebro, e incluso en tu energía mental. Lo ideé tras observar en misiones del pasado, o en misiones de las que me hablaban otros, que a veces los propios compañeros de un iris Yami acababan alcanzados por su elemento por accidente o salían perjudicados.

—Aaahh, he oído algo de eso. Los iris Yami y los iris Hosha tienen el problema común de dominar elementos muy peligrosos. Son incluso más peligrosos que el mío, porque si yo veo que una de mis llamaradas va a alcanzar a uno de mis compañeros, la detengo, o cualquiera puede ver mi llamarada y reaccionar a tiempo y apartarse. Pero los Yami y los Hosha manejan elementos invisibles y que al mínimo contacto puede causar daños externos e internos, y además, no darte cuenta de esos daños hasta tiempo después —se señaló a sí mismo.

—Así es. Por culpa de lo que Izan te ha hecho, lo que quiera que te haya hecho y que no me está permitido preguntar… —añadió entre dientes—… tienes microcampos de vacío afectando a la energía de tu iris, que se hospeda en tu mente. Pero tranquilo, no te borra o te hace desaparecer neuronas, lo que hace es alterar la energía inmaterial de tu iris, provocando, por así decirlo, fallos de funcionamiento. Si Izan hubiera usado su elemento contra tu cuerpo o cerebro sin usar una Técnica mental, significa que habría usado su elemento del vacío de forma física, y habría afectado físicamente a tu cerebro. Es decir, que tendrías esos microcampos de vacío viajando entre tus neuronas y borrándolas a su paso. Es decir, que más o menos una hora después de habértelo hecho, habrías muerto. Porque habría hecho desaparecer tu cerebro. Y tu cadáver se habría quedado con el cráneo vacío. Literalmente.

—Vaaale, ya lo pillo, no hace falta que detalles —lo frenó Kyo, espeluznado al imaginarlo—. Así que lo de “microcampos” es a lo que Fuujin se refería cuando me dijo que tenía suerte de que Izan no se hubiese ensañado conmigo.

—Oh, colega, suerte es decir poco —le aseguró Drasik—. Por supuesto, esos microcampos de vacío son eso, micro, minúsculos, diminutos, de tamaño molecular. Es obvio que Izan te ha afectado con su elemento de la manera más suave e inofensiva a propósito. Si hubiera querido matarte o dejarte secuelas de por vida, lo habría hecho. Pero no lo ha hecho… y eso… —se le quebró un poco la voz, pero intentaba disimular, concentrándose en su labor con los tubos de ensayo—… eso es un alivio.

Kyo notó perfectamente el sentimiento en el tono de su voz.

—Eh… Tranquilo, Dras. Como bien dices, voy a estar bien, no me va a pasar nada. Sobre todo porque tú me vas a eliminar el problema de mi mente. Fuujin dice que eres infalible en eso, y yo le creo.

—¡Es que no entiendo por qué…! —brincó de repente, pero se quedó algo meditabundo—. No entiendo por qué Izan te ha hecho algo así… Obviamente agradezco que no haya decidido matarte ni dejarte secuelas irreparables, pero… si lo hubiese hecho… habría sido tan repentino… habrías muerto en aquel bar… solo… y tan inesperadamente… como… como Yousuke… ¿sabes? —lo miró con tristeza.

Kyo bajó la mirada. Sabía a qué se refería.

—No habría aguantado… no habría sobrevivido a recibir una noticia así por segunda vez —añadió Drasik—. No habría superado jamás perderte a ti también, Kyo. Perder a You ya fue… bastante insoportable para ti y para mí. Sois más que mis mejores amigos, ambos siempre fuisteis como hermanos para mí.

Kyo se separó de la encimera sobre la que estaba apoyado y se acercó a él. Le posó una mano en el hombro, sonriéndole con esa calma que él siempre emitía. Drasik suspiró y también le sonrió, indicándole que no pasaba nada, y siguió con su labor. Estuvieron largo rato en silencio, concentrados en las mezclas.

—Así que… tu opurita puede eliminar los campos de vacío que afectan tanto al cuerpo físico como a la energía inmaterial de la mente y el iris, ¿eh? —comentó Kyo—. Y yo que creía que ya era alucinante saber que también eres tú quien creó la Fire y la Ice Pomade.

—¡Oh, cierto! ¿Te dio tu abuelo la que te hice?

—Sí, el mismo día que regresé del Monte Zou a Tokio hace unas semanas, me dio el tarro que me habías preparado y me explicó su uso. Sinceramente, me parece un auténtico incordio tener que untarme una crema por todo el cuerpo cada vez que vaya a ciertos lugares de la ciudad o al aeropuerto, donde Takeshi Nonomiya mandó instalar cámaras térmicas de vigilancia.

—Ya, a mí me vas a contar. Es un incordio que tanto los Ka como los Sui tenemos que aguantar, y los demás iris no. Suerte que solamente es en algunos lugares específicos de la ciudad.

—Cuando te enteraste de que había ese tipo de cámaras por Tokio desde los años 90, y que podían identificar a un Ka o a un Sui sólo por la temperatura inhumana que presentan nuestros cuerpos, ¿se te ocurrió así sin más la solución de la crema térmica?

—Yo sólo recuerdo lo mucho que me acojoné por la sola idea de que una cámara del Gobierno me identificase como iris en un instante, sólo porque mi cuerpo tiene la mitad de la temperatura de un humano normal y ante una lente térmica parecería un cadáver andante.

—¡Hahah! Ya veo cómo funcionas tú —se rio.

—¿Cómo?

—Tus inventos. Esas ideas y soluciones tan geniales, sólo se te ocurren cuando el problema es grave y te da miedo.

—Hey… —lo miró con ojos recelosos tras las gafas—. ¿Capto un mensaje oculto en esa afirmación con cierto retintín?

—Todavía sigo esperando esa pintura acrílica tan especial que hace tres años me dijiste que fabricarías y que me regalarías en uno de mis cumpleaños. Ya sabes, la pintura que me dijiste que tú podías hacer que cambiase de color por sí sola en reacción con el frío y el calor.

—¡Ah! Eso está en “proyectos pendientes” —sonrió con inocencia.

—Claro, porque no es una urgencia. ¡Pero me tienes en ascuas! —exclamó, levantando las manos—. Me muero por usar esa pintura mágica en uno de mis cuadros.

—No es magia, my friend, ¡es química! —le corrigió Drasik con entusiasmo.

—Hah… —Kyo soltó una risotada y se cruzó de brazos, negando con la cabeza—. De verdad, te juro que a veces me recuerdas al tío Neu cuando defiendes tu ciencia con esa pasión.

A Drasik se le volvió a formar esa sonrisilla boba y tímida cuando Kyo lo comparó con su ídolo. Pero en ese momento algo explotó cerca de ellos y casi les causó un infarto de miocardio. Se dieron la vuelta, pálidos como el papel y una mano en el pecho. El líquido espeso de uno de los tarros que Drasik dejó antes sobre unas placas térmicas había estado borboteando con violencia por haber estado demasiado tiempo al fuego, y este líquido acabó prendiéndose de fuego. Del tarro salía una enorme llamarada continua, hasta el techo.

Un segundo después, el aspersor de seguridad del techo comenzó a rociar agua por todas partes.

—¡Kyo, tápate!

—¡Ah! —Kyo se lanzó de cabeza debajo de una mesa en la pared para ponerse a cubierto, pues el agua que caía estaba fría y le hacía daño en la piel.

—¡Nooo, mis mezclas, no se pueden mojar! —Drasik estiró una mano hacia el aspersor y lo congeló con una coraza de hielo con una orden de su iris para taponarlo, y el agua dejó de caer.

Pero la llamarada seguía saliendo rugiente del tarro y además era de color verde. Entonces, el tarro estalló en pedazos y el líquido prendido se extendió lenta y espesamente por la mesa junto con el fuego.

—¡Kyo, haz algooo! ¡Ayy! —Drasik hizo ademán de ir hacia el fuego sobre la mesa pero recordó que este le hacía daño sólo con aproximarse y corrió hasta la otra punta de la habitación—. ¡Apágalo, apágalooo!

—¡No puedo, no me obedece! ¡Es una llama verde, es distinta al fuego común, no tengo nivel para dominar la ignición de metales! —replicó Kyo, apuntando con su mano hacia ella sin éxito—. ¿¡Qué está quemando, cobre!?

—¡Sulfato de cobre con una mezcla mía especial de resina acrílica y etanol!

—¡Échale agua, escúpele agua o algo, ¿a qué esperas?!

—¡El agua no lo apagará! ¡Ahógalo con algooo!

Kyo salió de debajo de la mesa de la pared, se acercó a la isla central, se arremangó el jersey para no quemárselo y trató de extinguir ese fuego a base de manotazos, como si estuviera aplastando bichos por la mesa.

—Oh… —se quedó quieto un momento, dejando que ese fuego verde le envolviera manos y brazos—. Es precioso… Incluso agradable…

—¡Joder, Kyo!

—¿Me puedo llevar una muestra? —se giró para mirar a su amigo—. La combustión de metales se siente tan… interesante…

—¡Waaaahh! —de pronto Drasik apareció volando de un salto hacia la mesa, sujetando debajo de él una manta de un tejido muy grueso, y aterrizó en plancha sobre el fuego, ahogándolo por fin por completo.

Se quedó ahí, tumbado panza abajo sobre la isla, sobre la manta, en calzoncillos y en bata blanca. Se hizo el silencio.

—¡Drasiiiiiik! —se oyó un chillido furioso en la lejanía, y después unos pasos corriendo por ahí.

—Oh, no…

De repente se abrió la puerta del laboratorio e irrumpió Eliam con una cara de mil demonios y empapado de agua porque los aspersores del resto de la casa también se habían activado. Hasta que Eliam cerró la llave central del agua de la vivienda.

—¡Drasik Jones Álvarez, es la tercera vez en cuatro meses! ¡Se mojó toda la casa, carajo! ¡Ya estás quitando hasta la última gota de agua de los muebles y de los aparatos!

—Lo… lo sentimos, Eli —sonrió Kyo a duras penas.

—¡No te disculpes por el responsable, Kyo! ¡Drasik! ¡La asistente social va a venir dentro de poco!

—¡Cálmate, histérico, lo dejaré todo seco y como estaba! ¡No ha pasado nada grave! ¡Y además, estoy haciendo algo muy importante para Kyo!

—Mierda, no… Más desastres que ocultar… —sollozó el universitario, tapándose la cara con las manos y alejándose de allí—. Todos los meses ocurre algo…

—Hala, cómo se ha puesto —comentó Kyo con sorpresa.

—Siempre se estresa y se pone así de irascible cuando va a venir la asistente social dentro de poco.

—¿Siguen viniendo asistentes sociales a vuestra casa?

—¿Qué esperas? —se apartó de la mesa y quitó la manta, descubriendo los restos negros y endurecidos de la resina, que por suerte se quitaban fácilmente de la superficie de la mesa, hecha de un material especial resistente—. Somos dos hermanos menores de edad, extranjeros y viviendo solos sin ninguna relación con padres o tutores, es normal.

—¿Por qué parece que Eliam le tiene tanto miedo?

—Es que la nueva asistente social es muy dura, es nueva y sólo ha venido una vez aquí —le explicó, poniendo en orden todo—. Se llama Riku. Si viera que no somos capaces de cuidarnos a nosotros mismos adecuadamente o que causamos problemas, podrían separarnos o llevarnos a un centro tutelado.

—No… No os deportarían, ¿verdad? —preguntó preocupado.

—No, nuestro permiso de residencia ya está arreglado desde hace años.

—Uf… En fin. Pongamos esto en orden. Voy a coger la escoba, hay cristales por el suelo —dijo Kyo, saliendo de la habitación.

Drasik, mientras, se puso a despegar la resina calcinada de las placas térmicas de la mesa. «¡Ahí va!» saltó, recordando algo de repente. «¡Esto significa que me he quedado sin los ingredientes para hacer zuofreno!».

—¡Mierda! —exclamó, agarrándose de los pelos—. ¡Tendré que pedírselo prestado a la pesada de Sakura! Oh, no... —sollozó—. A esa pesada no… Me pedirá algo a cambio, y conociéndola…









34.
El opurita

Fuujin empezó a ser mundialmente conocido hace 25 años cuando se descubrió que había alcanzado un nuevo nivel máximo nunca antes visto en un iris. Fue el primero y único hasta la fecha en convertirse en lo que se denominó un “dios iris”, el rango de -sama. Fue algo sin precedentes, e inequívoco, porque este máximo nivel consistía en poder hacer algo que nadie más, excepto los Zou, había hecho nunca: convertirse a uno mismo en su elemento. Su propio cuerpo, físicamente, transformado en aire, conservando la consciencia, haciéndose a sí mismo un elemento natural vivo.

Esto confirmó la teoría que los Zou habían estado sosteniendo desde hace siglos de que el iris era una energía arraigada a la mente, o al alma –misma cosa para los Zou–, y no al cuerpo, porque cuando Fuujin se transformaba a sí mismo en aire, podía seguir pensando, viendo, oyendo, sintiendo y actuar conforme a la razón. Era un elemento consciente, un elemento con alma.

Hasta entonces, solamente los Zou habían sido las únicas “criaturas” del mundo en hacer algo así. Por eso, Fuujin se convirtió en un ejemplo para miles de iris que, estando en el nivel -san, no sabían que podían lograr subir un peldaño más. Sin embargo, casi todos los que lo intentaron, esforzándose más, haciendo el triple de entrenamientos físicos y mentales, usando el iris de manera continua, se toparon con un objetivo que parecía imposible. Pero imposible no era, simplemente era extremadamente difícil, y no sólo dependía del entrenamiento y el esfuerzo, sino también de un motivo.

El motivo emocional. Muchos olvidaron que el iris, siempre, siempre, se sostenía en un motivo emocional. Olvidaron que, precisamente, se convirtieron en iris por un motivo emocional. El iris no era un fenómeno físico, biológico, material… era una energía inmaterial, igual que el alma. E igual que el alma no podía existir si no estaba hecha de recuerdos y experiencias, de pensamientos y emociones, el iris tampoco.

El entrenamiento o usar mucho el poder del iris en misiones ayudaba, pero eso tenía que venir acompañado por un motivo emocional para despertar un nuevo nivel. Y no era igual para todos, por supuesto. Las personas son diferentes, cada una reacciona de una forma ante algún suceso, y no a todas les afectaba algo con la misma intensidad. Por ejemplo, para Pipi, el nacimiento de su hija Álex le produjo una enorme felicidad que alimentó a su iris de más poder. Pero, para Neuval, el nacimiento de su primer hijo fue el acontecimiento más significativo de toda su vida. Porque Neuval, a diferencia de Pipi, tenía un cierto pasado, y tenía un cierto trauma con su padre biológico, y una historia detrás de lo que era para él tener una familia, formar parte de una, y en ella, tener el papel de hijo, de hermano, de marido, de tío, y de padre.

Pipi venía de una familia complicada, pero normal, en la que siempre había tenido a sus padres, a sus abuelos, a tíos abuelos, a sus dos hermanos, varios tíos, muchos primos, varios sobrinos… y en la que siempre había habido cosas buenas y cosas malas, las típicas en las familias. Pipi venía de una familia enorme, y conocía tan bien el papel de cada uno en ella y había visto lo mismo una y otra vez, que había acabado saturado de ella. Y quizá, por eso, tener un nuevo hermano, o un nuevo primo, o sobrino… como que le alegraba pero como que ya no era tan importante. Tener a su hija fue el mayor motivo de felicidad que había tenido nunca, eso sin duda. Pero no llegó a ser “el motivo clave” para su iris para alcanzar el máximo nivel porque no tenía un trauma relacionado con eso.

Neuval, por el contrario… tenía unos orígenes bien diferentes, y para él, el nacimiento de Lex fue lo que dio sentido a todo: a su pasado, a su presente, a su futuro, a sí mismo, a su vida y a todo por lo que luchaba en ese mundo. Para él, fue motivo de sobra para que su iris rebosase de la mayor dicha, y despertara su mayor nivel de poder. Y de Fuujin-san, pasó a ser Fuujin-sama, estrenando nuevo nivel en la Asociación.

Pues por eso lo de “casi todos”. En los años siguientes, el ejemplo de Neuval sí sirvió, al menos, para un par de iris más en el mundo. Al ser un nivel tan excepcional, cabía esperar que apenas nadie más lo lograra. La siguiente fue una mujer en Estados Unidos, una iris Sui. Aquí, había que apuntar una excepción. Los Sui eran los únicos iris en los que sí era normal convertir su cuerpo en agua si alcanzaban un nivel -san alto, por la única e indiscutible razón de que el agua era el mayor componente básico del cuerpo humano. Sin embargo, no podían durar mucho tiempo, ni hacer muchos movimientos efectivos, porque se evaporaban, y si se evaporaban, significaba que pasaban a convertirse de agua a aire, y si se convertían en aire… era básicamente como morir, ya que era el estado donde su elemento dejaba de ser su elemento. Si un Sui se convertía en agua y a causa de un fuego o de un calor abrasador se evaporaba parte de su masa, al recuperar su cuerpo de carne y hueso podían aparecer sin un dedo, o sin un pie… dependiendo de cuánta agua hubiesen perdido.

Esta Sui de Estados Unidos alcanzó el máximo nivel cuando demostró ser capaz de, no sólo convertirse en agua, sino también en hielo, el más puro y frío hielo, y adoptar formas y moverse sin problema. El hielo era el estado del agua más estable y seguro, significaba que estaba mucho más lejos del estado de evaporarse, por lo que, para un Sui, ser hielo era el mayor nivel de su elemento, su estado más perdurable.

El siguiente, fue un iris Shokubutsu de Europa. Consiguió transformarse enteramente a sí mismo en planta, es decir, sustituir todas las células animales de su cuerpo humano en células vegetales, y de ahí, poder tener un cuerpo de dura madera, o de flexible fibra, extenderse, moverse sobre la tierra o bajo ella, y bajo el agua, si adquiría la composición celular de una planta acuática, etc.

Oficialmente, el siguiente en alcanzar el máximo nivel fue Raijin con su elemento Den. Extraoficialmente, fue Izan con su elemento Yami, pero como Izan había estado desaparecido siete años, no se contaba.

A partir de aquel momento en que Fuujin logró convertirse en un Dios del Viento a sus 21 años, su fama siguió creciendo, y no sólo por sus hazañas, sino por cómo ejecutaba sus hazañas. Y no sólo por el método, sino también por su disposición. Fuujin era un iris que siempre estaba ahí cuando alguien lo necesitaba, y cuando no lo necesitaban también. Nunca negaba un favor, nunca rechazaba una petición o una colaboración, ni aunque tuviera que irse a otro país o al otro lado del globo. Si alguna vez se negó por aquellos años, era porque priorizó cuidar de Lex, ocuparse de él y dedicarle todo el tiempo que merecía, por encima del trabajo de la Asociación.

Se ganó la envidia de algunos, el respeto de muchos y la amistad de muchísimos más. Por eso, a nadie le sorprendió cuando corrió la voz de que Fuujin iba a dejar la SRS de Hideki porque quería crear la suya propia. Se supone que esto iba en contra de las normas. Un iris no podía fundar una RS por su cuenta y sin permiso y con ello autoproclamarse Líder así por las buenas. Las RS las fundaban y autorizaban Alvion y los monjes de Administración, y se obtenía el título de Líder, o bien mediante la autorización del anterior Líder tras haber pasado con éxito su aprendizaje privado, o bien mediante una prueba supervisada por los monjes durante un mes.

Pero Neuval ya tenía en ese entonces arrogancia de sobra para autoproclamarse Líder de su nueva KRS de Tokio e ir reclutando en ella a quien él quisiese, desoyendo las quejas de Alvion y de los monjes de que debía cumplir las normas como todos. Y es que había algo que Neuval había estado años observando y que ya no aguantaba ver, y era la tendencia mayoritaria de las RS del mundo de acoger siempre a jóvenes y adultos, ignorando a los iris que tenía menos de 15 años y mucho más a los menores de 10.

No sólo fundó la KRS por capricho, sino también para predicar con el ejemplo. Con su propia iniciativa, impulsó a muchos Líderes de la Asociación a darles a los iris más pequeños y jóvenes la oportunidad que merecían. Y si no había RS o vacantes suficientes, que se creasen nuevas RS de una vez, sin más demora y burocracia y tonterías, donde nuevos Líderes pudieran tener la oportunidad de liderar y donde los iris más jóvenes tuvieran también su oportunidad de hacer aquello para lo que fueron entrenados y que su iris interior les pedía a gritos. Ser útiles, hacer cosas importantes, salvar a la gente, luchar contra el mal.

Antes no había una KRS de Tokio, había la de otros colores en la capital, siendo la más famosa la SRS de Hideki. Neuval hizo la KRS de Tokio. Y el primero en seguir su iniciativa fue Pipi, cuando Hideki murió y la SRS pasó a ser suya. La muerte de Hideki y de Emiliya afectó a los anteriores miembros tanto que muchos de ellos se fueron a otras, o bien, cumplieron su venganza y decidieron dejar la Asociación y volver a ser humanos. Por eso, la SRS se quedó con varias vacantes, y Pipi fue al Monte Zou a buscar, directamente, a iris pequeños que llevaban ya tiempo postulando, siendo rechazados y esperando ser aceptados en alguna RS.

Después, esta iniciativa se expandió hacia muchos más Líderes de Japón, y de ahí, a otros cuantos Líderes del resto del mundo. La cola de niños iris haciendo espera en el Monte Zou por entrar en alguna RS, que se estuvo haciendo larga hasta entonces, disminuyó casi por completo, y las cosas se equilibraron más justamente en esta situación.

Neuval siempre quiso a su padre como su mano derecha, por lo que Lao fue el primer miembro que tuvo. Y junto a él, Izan, y también Raijin, los cuales no fueron “niños marginados” pero Neuval los acogió por ciertas razones especiales. Después, ya fue integrando a los demás que sí eran “niños marginados”: a Sarah, a Sam, a Nakuru y a Drasik. Y, especialmente, al niño iris más rechazado del mundo. Yako.

Yako fue, de hecho, el primer “niño marginado” que acogió en la KRS, quien entonces tenía 5 años y apenas dos años antes había perdido a su padre, el hijo de Alvion, y se convirtió.

Nunca antes un Zou se había convertido en iris, era algo insólito. Pero porque nunca antes un Zou había presenciado la injusta y trágica muerte de un familiar o ser querido. Y no es que nadie quisiera acogerlo en su RS por ser pequeño, sino por ser un Zou. Los Líderes sabían que Alvion quería someterlo a la preparación para ser el siguiente Señor de los Iris, a pesar de su conversión, así que era intocable. Pero el niño no quería hacerlo, quería ser como los demás iris. Y un día, Neuval fue otra vez al Monte Zou y, tranquilamente, secuestró a Yako y se lo llevó a Tokio, para salvarlo de las ataduras de su abuelo y cumplir su deseo de ser un iris más.

Drasik fue el siguiente “niño marginado” después de Yako. Era, para ser más exactos, el primer “niño marginado desconocido” que acogió, es decir, que Neuval no lo conocía de antes en absoluto. Pero fue el único de todos que no era sólo rechazado por su cortísima edad récord de 4 años, sino porque ya se rumoreaba que ya estaba enfermo de majin.

Pequeño, desconocido, ignorado, don nadie y además con la mente sensible a las malas emociones y propensa al descontrol… y con un extraordinario e intrigante potencial oculto… Neuval nunca antes se había sentido tan identificado con alguien.


Kyo y Drasik acabaron su desayuno en silencio, y después se levantaron para recoger los platos. Kyo observó que Drasik volvía a hacer uso de su brazo izquierdo para llevar el plato y el vaso. Ya se había estado fijando antes en cómo su amigo evitaba mover el otro brazo, y eso no le cuadraba.

—¿Es un esguince de muñeca, dijiste? —le preguntó en la cocina.

Drasik se miró el brazo con indiferencia.

—Sí, ya sabes que no tengo mucho cuidado.

—¿Y por qué llevas vendado el antebrazo entero si se trata de la muñeca? —se extrañó, y luego frunció el ceño—. ¿No es ahí donde tienes el tatuaje?

—Tío, qué pesado —protestó—. Me di un golpe ayer cuando iba con Sakura, ¿vale?

—Vale, vale... —se estremeció, sorprendido por su repentina actitud.

—Que tenga el tatuaje ahí es pura casualidad, no pienses lo que no es —gruñó, dándole la espalda un momento, apoyando las manos sobre una de las repisas, y luego se volvió hacia él de nuevo y fue a salir de la cocina—. Claro, como tú lo tienes en el cuello, nadie tiene por qué preguntarte por qué lo tienes vendado, ya que el cuello no se venda.

—Tranquilo, no he dicho nada —se apuró Kyo, preocupado, siguiéndolo hasta la puerta.

—Pero lo piensas. Olvídalo, ¿quieres? Ven a ayudarme a preparar el opurita.

Kyo se quedó un momento quieto en la puerta mientras Drasik se dirigía a su casa echando humos y refunfuñando. «¿Por qué se ha puesto así? Se ha puesto nervioso» pensó. Finalmente cerró la puerta tras él y se fue hacia la casa de su vecino. Le había dejado un mal sabor de boca, aunque en realidad sí que pensaba lo que Drasik creía que pensaba.

Sólo vio un caso similar en Fuujin, en el pasado, y había oído de otros casos así en otros iris que compartían con ellos dos una característica común, que es tener una sensibilidad especialmente alta, es decir, conservar todavía mucha parte humana emocional, con la que sus iris a veces les costaba lidiar y apaciguar con la razón y la lógica, y de esa dificultad solía generarse una enfermedad que la Asociación llamaba majin. Por tanto, esta sólo aparecía en los iris más emocionales y propensos a perder el autocontrol, tal como le había pasado a Fuujin recientemente con esa docena de maleantes que había matado.

Había varios grados de majin, clasificados del uno al siete, siendo el uno de lo más insignificante y el siete de lo más alarmante. Se estimaba que la mitad de los iris no tenían ningún ápice de majin y que además eran inmunes, y que la otra mitad sí tenían, pero en su mayoría de grados bajos. Eran pocos los que desarrollaban grados altos y dependía de lo “sensible” que fuera el iris. Fuujin, por ejemplo, tenía el preocupante grado VI desde hace muchos años.

Antes del exilio, Neuval también tuvo una época de ponerse un parche en una parte específica del tatuaje de su espalda, para ocultar una señal concreta de que estaba teniendo problemas con su enfermedad del majin. Viniendo de él, no era de sorprender, porque el alto majin de Neuval ya llevaba muchos años siendo algo conocido. Lo que a Kyo le estaba preocupando es que Drasik se estuviera vendando el tatuaje por la misma razón, lo cual sí sería de sorprender, porque, aunque todos sabían que Drasik tenía un majin, se supone que tenía uno de muy bajo grado, y ese síntoma específico que el tatuaje solía delatar y que preocupaba a Kyo aparecía cuando el majin estaba empezando a ser alto.

Kyo entonces recordó que de pequeño conoció el peor caso. Ocho años atrás, llegó a ver en un puñado de ocasiones cómo Izan se cubría la parte derecha del pecho con una venda o una gasa. Siempre lo hacía a escondidas, pero en ese entonces, el pequeño Kyo humano de 8 años pensaba que simplemente se estaba tratando alguna herida obtenida en alguna misión iris, lo más normal para ellos. Y lo siguiente que ocurrió es que un día Izan acabó marchándose, desapareciendo sin explicaciones, acompañado de rumores de haberse convertido oficialmente en el único iris de la época actual cuyo majin presuntamente había alcanzado el último y séptimo grado, aunque Denzel y Alvion no lo creyeran posible, ya que, de ser así, los Dioses del Yin habrían avisado a la Asociación, tal como Denzel le dijo antes a Neuval. Sin embargo, Neuval no se equivocaba en su mal presentimiento. Creía que Izan sí había llegado al último grado, por el cual el iris se convertía en arki. Y si los Dioses del Yin no lo habían alertado, sería por algo.


* * * *


Después de todo, el Hotel Shibuya Excel Tokyu seguía sin corriente eléctrica. Habían estado los encargados toda la noche buscando el problema hasta que dieron con él. Frustrados al descubrir que anoche hubo un raro incidente, que la policía había encontrado a tres moteros delincuentes noqueados al final de un callejón y que la caja de cableado eléctrico había quedado destrozada porque se le estrelló una moto encima… tuvieron que recurrir a un especialista a que lo arreglase, y eso llevaría un poco de tiempo.

Por eso, sin tele, ni wifi ni luz en el hotel, Cleven decidió matar el tiempo en la calle hasta que llegara la hora del festival en el Templo Meiji. No podía evitar mirar su teléfono cada diez minutos, por si recibía de Toshiro la información de su tío, a pesar de que era improbable que se la enviara hoy. Estaba emocionada, nerviosa e impaciente, y la espera la mataba, pero por suerte, disfrutar del festival con sus amigos y posiblemente con Raijin sería distracción suficiente.

Una hora y media después de haber abandonado la Universidad de Tokio, estuvo dando paseos por el distrito de Shinjuku y mirando escaparates de ropa, libros y aparatos electrónicos –de los cuales se mostraba la marca de su padre en primera fila– hasta cansarse.

Acabó sentándose en un banco en medio de una agitada avenida, bajo la sombra de un árbol. Mientras se comía un gran bollo relleno de crema que había comprado en un 7-Eleven, observó a la gente de su alrededor, aburrida, indiferente.

No…

No era aburrimiento, ni indiferencia.

Cleven sintió algo raro dentro de ella. Por un momento pensó que el bollo le estaba sentando mal. Pero no era eso. Sentada ahí sola rodeada de tanta gente, tenía una sensación muy familiar, lejana, de un pasado recóndito. Ese pequeño malestar no era una indigestión, era una añoranza. Observaba a la gente, y notaba un extraño impulso, de ir hacia ella, mirarla más de cerca, indagar en sus problemas, hablar con ella, ayudarla, resolver enigmas, arreglar grietas…

Seguro que, si hacía algo así, además de rara, la tacharían de loca. Cleven no tenía ni idea de por qué sintió esto ahora. Se quedó un poco mosqueada. Miró el bollo. No creía que estuviese caducado ni nada.

 No le sorprendió ver que gran parte de la gente ya iba vestida con sus kimonos tradicionales, sobre todo las madres que iban con sus hijos, excitados por el festival que se acercaba y no paraban de correr de aquí para allá jugando con los otros. Eso le recordó que tenía que conseguir su kimono, para lo cual tenía que recurrir a su hermanito, su cómplice de toda la vida. Sacó el móvil y fue a ver qué saldo tenía.

—Fuoh... —farfulló, con la boca llena de pan—. Cero pelotero.

Esto era lo que pasaba cuando Neuval la castigaba por haber faltado a clase a escondidas, le anulaba la tarifa de llamadas y de datos de su móvil, y se la restringía a un saldo concreto. Por mucho que se comprase un móvil diferente a la marca de su padre para evitar su dispositivo de localización, no podía hacer nada con el contrato de la tarifa, la cual su padre podía modificar como quisiera. Las únicas llamadas y mensajes gratis que podía hacer eran a su padre y a Hana, ya que, por supuesto, Neuval no la iba a dejar con la imposibilidad de llamarlo a él o a Hana por alguna urgencia.

Volvió a guardar el teléfono y se levantó del banco, optando por ir a plena Shibuya a llamar por una cabina pública que aún existiese. Para ello decidió coger el metro, que estaba al lado, y a una parada la dejaría en el centro de Shibuya. Una vez en la estación, esperó en la cola del vagón. Cuando ya llegó el metro, avanzó lentamente por la cola a medida que la gente entraba, y mientras tanto giró la cabeza hacia la fila de al lado.

Le pegó otro bocado a su interminable bollo de crema y entonces se cruzó con una mirada. Había un hombre joven, atractivo y con una sonrisa amigable que esperaba algo o a alguien, cerca de la cola de al lado. Lo perturbador es que ese joven la estaba mirando a ella. Cleven apartó la vista, desconcertada. Era seguro que la estaba mirando a ella. «¿Quién es ese y por qué me mira?» se preguntó, viendo de reojo que el otro seguía observándola fijamente y sonriente.

La joven vio algo en él que la inquietaba bastante. Tal vez fuese esa sonrisa. Era como si escondiese algo oscuro bajo un disfraz de simpatía. Se dio cuenta de cómo las mujeres de su fila lo miraban también de reojo y cuchicheaban entre ellas.

—¡Qué guapo! —dijo una.

—¿Será extranjero? —preguntó otra más joven—. ¿Será un famoso?

Cleven frunció los labios y volvió la vista a él. Sí que era interesante, pero no tanto como su insuperable Raijin. Ese de ahí tenía el cabello rubio, con rastas largas y perfectamente cuidadas, recogidas con una diadema negra ancha, y tenía un aro en el labio inferior. Sin embargo, iba vestido con un elegante traje negro y camisa blanca, sin corbata. Se mostraba casual, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y porte viril, y le hacía, sin discusión alguna, un bombón que destacaba entre toda la gente de la estación.

Las mujeres de la cola fueron ya entrando en el vagón, continuando con sus comentarios, pero Cleven se quedó quieta donde estaba sin darse cuenta, cogiendo su bollo a la altura de su barbilla y mirando a ese hombre. «¿Por qué me está observando tanto?» se empezó a mosquear, «¿Será un pervertido, o me quiere atracar?». Y él seguía igual, quieto donde estaba, contemplándola con su siniestra pero a la vez conquistadora sonrisa. «¿Pero por qué está ahí parado? ¿Querrá algo de mí? ¿Me conocerá de algo? Mejor paso».

Cuando ya se metió en el vagón y las puertas se cerraron, Cleven no pudo evitar comprobarlo una vez más y miró discreta por la ventanilla. Ese joven seguía ahí parado en el andén, y seguía observándola risueño. Por un instante, a Cleven le pareció ver una diminuta luz violeta en su ojo izquierdo, y esto la desconcertó, pero cuando se giró para verlo mejor, un grupo de personas pasó por delante de ese rubio y este de repente desapareció. A ella no le dio tiempo a mirar por otras partes del andén porque el tren ya arrancó.

Cleven estaba tan intrigada tras lo ocurrido que no se dio cuenta cuando un trozo de crema de su bollo cayó al suelo. Estaba apretándolo demasiado fuerte. «¿Qué es lo que pasaba con ese?» se preguntaba. «¿Qué es esta sensación? Ese chico con rastas… es como si ya lo hubiese visto alguna vez. Su cara me suena mucho, incluso diría que se parece mucho a Raijin».

Decidió no darle más vueltas. Una vez llegó a Shibuya, se dirigió a la zona más transitada en busca de una cabina, aún con su bollo a medio terminar. Ya encontrada, llamó al móvil de su hermano, que no tardó en contestar.

—“Allô?

Yenkis, c’est moi —dijo Cleven.

—“Soeur! ¿Llamando desde una cabina? Te veo un poco pobre...” —se mofó.

—Sí, ya, oye —se impacientó—. Necesito que me hagas un favor. Tráeme mi kimono.

—“¡Ah! ¿Vas a ir al festival?”

—Así es. ¿Tú vas?

—“Mm... Sí, ¿por qué no? Iré con mi gente y con Evie. Bueno, ¿dónde estás para que te lleve el kimono?”

—¡Oh, gracias, Yen! —se alegró, apretando los puños con triunfo—. Te espero en Shibuya. Donde la estatua de Hachiko.

—“Ok. Llegaré ahí en una media hora.”

Merci, merci! ¡Ah! ¿Cómo van las cosas por ahí? ¿Y papá y Hana?

—“Hana está bien, haciendo su vida como siempre, aunque hay ratos en los que se pone a andar de un lado a otro con el teléfono a mano, esperando. Sigue preocupada por dónde puedes andar y por cómo está papá.”

—¿Cómo que “por cómo está papá”? —se extrañó, tapándose un oído para oír bien entre la barullo de la calle—. ¿Qué le pasa ahora a ese muermo?

—“Papá no aparece por casa desde hace un tiempo” —le explicó—. “Creo que está en la casa del... de ese hombre viejo que suele andar con él.”

—¿El viejo Lao? ¿Por asuntos de trabajo?

—“Lo dudo. Me parece que te está buscando.”

—¿¡Qué dices!?

—“¿Te sorprende?”

—Joder... —refunfuñó—. Tendré que ir con los ojos bien abiertos.

—“¿Todavía no has dado con el tío Brey?” —saltó—. “Cleven, eres un poco petarda para estas cosas.”

—No es fácil, ¿vale? Luego te cuento, que se agota el dinero. Date prisa.

Colgó el auricular y dio un suspiro, mirando a su alrededor con una nueva preocupación. Esperaba que su padre no estuviese andando por allí cerca, esperaba que no la descubriese, no tan pronto, no sin haber visto a su tío y haber hablado con él en mejores condiciones. Se fue hacia la estatua de Hachiko y se apoyó de espaldas contra el pedestal, mordiéndose las uñas, acechando los alrededores.


* * * *


—Pásame esa jarra —le indicó Drasik—. ¡Esa no! La de tu izquierda... ¡Tu otra izquierda!

Kyo agitó las manos con exasperación, haciéndose un lío.

Él y Drasik eran mejores amigos desde que tenían unos 6 años, pero esta era la primera vez que Kyo veía el laboratorio de su amigo. Siempre había sabido que desde que Drasik se especializó en Química en la Asociación, había estado usando una de las habitaciones de su casa como laboratorio privado. Drasik nunca había podido enseñárselo antes porque estaba prohibido que un humano externo a la Asociación entrase en los laboratorios de los iris que experimentaban con esta ciencia. Ahora que Kyo era un iris oficial de la Asociación, Drasik había podido por fin mostrarle su santuario.

La verdad es que Kyo no se esperó encontrarse con una habitación tan bien aclimatada, en una simple vivienda. Parecía un laboratorio profesional. Era una habitación grande y sin ventanas, supuestamente para usarse de trastero, pero no daba sensación claustrofóbica ni nada. Drasik le explicó que, cuando comenzó a demostrar un talento notable como Químico hace cinco años, el propio Pipi, Líder de la SRS y también arquitecto, se ofreció a ponerle en esa habitación las instalaciones adecuadas, como paredes hechas de un material a prueba de ácidos y fuegos, conductos de ventilación eficaces, fontanerías, iluminación… Luego, los aparatos avanzados, como los tanques de mezclas, microscopios y demás, fueron un regalo de Neuval.

Lo único que había incomodado a Kyo fue que, nada más entrar en la habitación, Drasik comenzó a quitarse la ropa hasta quedarse en calzoncillos. Y después, se puso una bata blanca encima. Drasik le dijo que era así como trabajaba, en calzoncillos y en bata, porque por nada en el mundo quería que su estilosa ropa normal se le estropease, manchase o quemase. Y luego, se puso unas gafas protectoras negras, quedándole el pelo mucho más raro de lo que ya lo tenía por la goma.

Cuando Kyo se vio ahí delante de semejante personaje en ropa interior, bata blanca, gafas protectoras, pelos de auténtico loco y sonrisa de bobo, se sintió de pronto dentro de la película de Frankenstein y tuvo un poquito de miedo.

Enseguida, el Sui se había puesto a preparar algo, y ahora estaba Kyo intentando ayudarlo, delante de una estantería repleta de recipientes de vidrio de todo tipo de formas y tamaños. Cuando dio por fin con lo que le pedía, una jarra de cristal, se la llevó a la mesa central, donde Drasik ya estaba lavando unos utensilios.

—Atiende, Kyosuke. Esto es un arte, y es imprescindible en la vida —le indicó.

—Vale —contestó, muy serio, prestando toda su atención.

Entonces Drasik, después de llenar de agua la jarra, cogió una especie de vaso, que era un poco esférico, hecho de madera y rematado con un borde y una base de acero. Lavó su interior con agua y un pañuelo muy brevemente. Después, sacó de un cajón de esa mesa central, que era como una isla, un tarro muy grande de vidrio, lleno de una especie de hierbas secas.

—¿Qué… es eso?

—Esto, Kyo, es yerba mate con palo.

—¿Yer-qué?

Yerba mate con palo.

—¿En qué idioma está eso?

—Atiende, Kyosuke —le repitió, superserio.

Kyo estaba un poco perdido, pero volvió a atender.

Mate de madera de algarrobo —Drasik le mostró el vaso.

—Sigo sin entender ese idioma.

—Lo llenas de yerba, dos tercios de su capacidad —vertió las hierbas del tarro dentro del vaso—. Lo bates un poco, para quitarle el polvo —tapó el vaso con la palma de la mano y lo agitó un poco, y al quitar la mano, tenía la palma llena de un fino polvito que después se limpió soplando.

—Mmmvale… —Kyo seguía perdido.

—Inclinación, 45 grados —continuó enseñándole Drasik, inclinando el vaso hasta que las hierbas de dentro dejaron una cavidad hasta el fondo—. Después, agua. A 80 grados Celsius, ni más ni menos —le acercó la jarra llena de agua. Kyo se la quedó mirando. Drasik siguió mirando a Kyo, callado. Kyo miró a Drasik y luego a la jarra, esperando algo. Drasik parpadeó con paciencia—. Agua, a 80 grados —repitió.

—¡Ah! ¡Que te lo caliente yo! —entendió Kyo al fin, y sostuvo la jarra con ambas manos—. ¿No tienes un calentador, o qué?

—El calentador tarda más y no siempre confío en que lo haga a la temperatura exacta. Si te digo a 80 grados, tú sabes calentarla a 80 grados exactos, ¿verdad?

—Sí, Drasik —contestó pacientemente—. Los Ka sabemos calentar cosas con perfecta precisión medida en grados. Toma, tus 80 grados Celsius —le acercó la jarra.

Pero Drasik hizo un gesto raro como si Kyo le estuviera acercando una caca de perro.

—Iiih…

—¿Me tomas el pelo? —dijo Kyo.

—No me gusta tocar cosas tan calientes.

—¿Y qué quieres que le haga?

—Tú verterás el agua, aquí —le acercó el vaso con la hierba inclinada—. Eso sí. Importantísimo. Poco a poco. Despacio. Que vaya cayendo en la parte del fondo, en la yerba de abajo, no en la de arriba.

—Doy por sentado que por yerba te refieres a estas hierbitas secas.

Kyo suspiró y siguió sus indicaciones, vertiendo el agua caliente con cuidado.

—Eso es. Que la yerba de abajo se vaya empapando y que desplace hacia arriba el resto de la yerba aún seca. Un poquito más… ¡Ya! Ahí está bien. Ahora, atiende, Kyo.

—Atiendo.

—Crucial —le enseñó un tubito de metal, algo aplanado, hueco por dentro—. La bombilla. Supercrucial.

—La bonyiya, crucial —repitió, o lo intentó.

—Tapas el agujero de arriba con el pulgar para que el aire dentro del tubo no permita que le entre yerba ni polvo, e introduces la bombilla por el hueco, así, de esta forma. A esta altura, y como si hicieras un poco de palanca, hasta que la bombilla se queda sujeta así, con esta inclinación.

—Ajá…

—Ya está listo. Luego se le irá añadiendo más agua caliente conforme se va consumiendo.

—Mm… de acuerdo… —Kyo fue a coger el vaso, preguntándose cómo tendría que tomarse eso, pero de repente Drasik lo cogió antes y se puso a sorber por el tubito—. ¡Pe…! ¿¡No se supone que soy yo quien tiene que tomarse el opurita!?

—¿Qué dices, tontín? Esto no es el opurita, es mi mate.

—¡Ay, Dios! ¡Es esa cosa rara que te pones a beber a veces! —acabó recordando.

—Mm, hm —siguió sorbiendo, disfrutando su bebida.

—¡Yo creía que ya estábamos haciendo el opurita! ¡No parabas de decir que era imprescindible y crucial!

—¡Efectivamente! No puedo trabajar debidamente sin un buen mate en mano.

Kyo lo miró muy quieto y callado mientras lo asesinaba de tres formas diferentes en su imaginación.

—Ahora sí, a fabricar el opurita —apremió Drasik, apuntando con un dedo firme hacia el horizonte, es decir, hacia una pared cualquiera de la habitación, como si liderase a todo un equipo.

Nunca en su vida había visto Kyo a Drasik tan concentrado en algo durante más de media hora seguida. Era como si se hubiese transformado en otra persona. Cuando estaba en el instituto, le gustaba hacer el tonto; cuando estaba en la calle con amigos, le gustaba hacer el loco; cuando estaba de relax en casa, le gustaba hacer el payaso. Pero cuando estaba en una misión para atrapar o matar a unos criminales y cuando estaba trabajando en el laboratorio… Kyo estaba un poco asustado, le daba miedo preguntarle si le había poseído algún espíritu que había sido un serio catedrático universitario en vida.

—La verdad es que en el entramiento había oído algo sobre las especialidades extra —comentó Kyo mientras lo ayudaba a cocinar el opurita—. Como los Hosha con la informática, o los Suna de muy alto nivel con la metalurgia… Entiendo que los Shokubutsu tienen la especialización botánica y curandera, y que los Sui tengáis opción a la química, pero ¿también sanáis?

—Meh… no es exactamente lo mismo —le explicó Drasik, con su mate calentito en una mano mientras que con la otra removía un líquido espeso y anaranjado en un recipiente de cristal—. Los Shokubutsu se especializan más en la química natural de sustancias exclusivamente provenientes de las plantas, y son los curanderos de cada RS en cuanto a lesiones, heridas o dolencias del cuerpo, como disparos, quemaduras, huesos rotos, cortes… Los Sui nos especializamos más en la química general, incluyendo sustancias más artificiales y adulteradas, y solucionamos problemas más relacionados con el estado mental o psíquico.

—Aaah… O sea que los Sui hacéis las drogas —casi rio.

—Bueno, dicho así, suena un poco mal. Pero sí. Hacemos remedios para calmar nervios, o para estimular el ánimo, o para la concentración, etcétera.

—Un momento… —puso una mueca pensativa—. ¿Entonces Yako es el curandero de la KRS? Porque no tengo noticia de que él tenga ese título, a pesar de que sí lo he visto curaros heridas con remedios vegetales.

—Hm, más quisiera él —contestó con un deje de fastidio—. Yako es curandero, pero no oficial.

—¿Y eso?

—Alvion, dolido por la decisión que tomó su nieto de rechazar su linaje Zou y su destino como Señor de los Iris, le dejó que siguiese su camino como iris normal pero con la condición de que no aprendiese las técnicas curativas. Fue como su castigo hacia Yako por haberle deshonrado.

—Alvion es un poco duro, ¿no? —frunció el ceño.

—Bueno, son cosas suyas personales con Yako. No es que la química botánica medicinal sea la mayor pasión de Yako o su gran sueño, pero sí que es su hobby preferido junto con la cocina, y le hacía ilusión especializarse como curandero porque decía que así sería de más utilidad para la KRS. Alvion simplemente lo castigó quitándole este hobby. Podría haber sido peor, y haberle prohibido a la fuerza ser iris o estar con nosotros en la KRS, o haberle quitado su cafetería. Porque la cafetería es de Alvion.

—Espera, ¿¡qué!? —se sorprendió Kyo—. Creía que era de Yeilang, y que Yako la heredó de su padre.

—La cafetería fue un regalo que Alvion le hizo a Yeilang. Él le compró el local, las instalaciones, los muebles y la reforma. Yako, y su padre antes que él, dirigían el negocio como pasatiempo. Yako es el dueño del negocio, quien decide cómo se hace y cómo funciona todo, a quién contrata, a qué proveedores compra, qué productos vende y todas esas cosas. Pero Alvion sigue siendo el dueño del local, quien decide si vende el lugar, o si lo cierra o si lo quiere usar para otro negocio.

—Ya entiendo.

—Yo, la verdad, no entiendo cómo a estas alturas de época no se han abandonado ya esos valores tradicionales chinos en los clanes de gran relevancia —resopló Drasik—. Los hijos han de seguir los pasos de sus padres o los que estos deciden darles, si no, deshonra para todo el clan. Ah, sin ofender.

—Yo no soy chino, soy medio chino —le corrigió Kyo por enésima vez—. Mi padre era chino y mi madre es japonesa, además que yo nací aquí, te recuerdo.

—Bueno —continuó, mirando en sus manos dos botes de cristal que contenían un líquido cristalino y los dejó sobre unas placas térmicas en la mesa central—. De todas formas, Yako consiguió al final aprender las técnicas de curandero. Recuerdas que ayer nos mostró lo que se había aplicado en las heridas de la pelea, ¿no?

—¿Pero cómo? —se extrañó, ayudándolo a llevar un pesado tanque desde una de las encimeras de la pared a la mesa central—. Si Alvion se lo prohibió, es imposible que haya podido salirse con la suya.

—Heheh… —rio Drasik—. A no ser que recurras a la única persona del mundo que es capaz de salirse siempre con la suya incluso ante las órdenes de Alvion.

—No digas más —Kyo supo enseguida a quién se refería.

—Yako tenía 10 años cuando le confesó al maestro Fuujin sus deseos de aprender alguna técnica curativa. ¿Y qué hizo Fuujin? Se fue al Monte Zou de inmediato y, con ayuda de Pipi, robó copias de los libros donde se enseñaban todas las técnicas de química botánica medicinal. A diferencia de los demás iris, Yako no necesitaba la instrucción de los monjes para aprenderlas, supo aprenderlas por sí solo siguiendo toda la información de los libros. No es ningún secreto que la química botánica es el talento natural de todos los Zou. Y, bueno… al final Alvion lo dejó pasar, porque, ya sabes, tiene un millón de cosas peores de las que preocuparse. Pero como no le firmó a Yako el título oficial de curandero, pues… oficialmente Yako no es curandero.

—Ya.

Ambos se quedaron un momento callados, mientras preparaban la máquina mezcladora sobre la mesa.

—Pues Fuujin me ha dicho que tú eres de los Químicos más excepcionales de la Asociación —le comentó Kyo—, y que por eso has creado algo tan único y especial como el opuritaserum.

—¿Él te ha dicho eso de mí? —lo miró sorprendido, y se le sonrojaron un poco las mejillas debajo de sus gafas negras protectoras, rascándose la barbilla con la puntita del dedo y una sonrisilla tímida. Se sentía enormemente halagado.

—Sí, pero ¿quiere eso decir que lo fabricaste exclusivamente para… ya sabes… la habilidad de Izan de afectar a alguien mentalmente con su elemento?

—Mmm… El opurita lo ideé para los efectos del elemento Yami en el cuerpo, cualesquiera que sean y donde sean, ya sea en tu mano, en tu hígado o en tu cerebro, e incluso en tu energía mental. Lo ideé tras observar en misiones del pasado, o en misiones de las que me hablaban otros, que a veces los propios compañeros de un iris Yami acababan alcanzados por su elemento por accidente o salían perjudicados.

—Aaahh, he oído algo de eso. Los iris Yami y los iris Hosha tienen el problema común de dominar elementos muy peligrosos. Son incluso más peligrosos que el mío, porque si yo veo que una de mis llamaradas va a alcanzar a uno de mis compañeros, la detengo, o cualquiera puede ver mi llamarada y reaccionar a tiempo y apartarse. Pero los Yami y los Hosha manejan elementos invisibles y que al mínimo contacto puede causar daños externos e internos, y además, no darte cuenta de esos daños hasta tiempo después —se señaló a sí mismo.

—Así es. Por culpa de lo que Izan te ha hecho, lo que quiera que te haya hecho y que no me está permitido preguntar… —añadió entre dientes—… tienes microcampos de vacío afectando a la energía de tu iris, que se hospeda en tu mente. Pero tranquilo, no te borra o te hace desaparecer neuronas, lo que hace es alterar la energía inmaterial de tu iris, provocando, por así decirlo, fallos de funcionamiento. Si Izan hubiera usado su elemento contra tu cuerpo o cerebro sin usar una Técnica mental, significa que habría usado su elemento del vacío de forma física, y habría afectado físicamente a tu cerebro. Es decir, que tendrías esos microcampos de vacío viajando entre tus neuronas y borrándolas a su paso. Es decir, que más o menos una hora después de habértelo hecho, habrías muerto. Porque habría hecho desaparecer tu cerebro. Y tu cadáver se habría quedado con el cráneo vacío. Literalmente.

—Vaaale, ya lo pillo, no hace falta que detalles —lo frenó Kyo, espeluznado al imaginarlo—. Así que lo de “microcampos” es a lo que Fuujin se refería cuando me dijo que tenía suerte de que Izan no se hubiese ensañado conmigo.

—Oh, colega, suerte es decir poco —le aseguró Drasik—. Por supuesto, esos microcampos de vacío son eso, micro, minúsculos, diminutos, de tamaño molecular. Es obvio que Izan te ha afectado con su elemento de la manera más suave e inofensiva a propósito. Si hubiera querido matarte o dejarte secuelas de por vida, lo habría hecho. Pero no lo ha hecho… y eso… —se le quebró un poco la voz, pero intentaba disimular, concentrándose en su labor con los tubos de ensayo—… eso es un alivio.

Kyo notó perfectamente el sentimiento en el tono de su voz.

—Eh… Tranquilo, Dras. Como bien dices, voy a estar bien, no me va a pasar nada. Sobre todo porque tú me vas a eliminar el problema de mi mente. Fuujin dice que eres infalible en eso, y yo le creo.

—¡Es que no entiendo por qué…! —brincó de repente, pero se quedó algo meditabundo—. No entiendo por qué Izan te ha hecho algo así… Obviamente agradezco que no haya decidido matarte ni dejarte secuelas irreparables, pero… si lo hubiese hecho… habría sido tan repentino… habrías muerto en aquel bar… solo… y tan inesperadamente… como… como Yousuke… ¿sabes? —lo miró con tristeza.

Kyo bajó la mirada. Sabía a qué se refería.

—No habría aguantado… no habría sobrevivido a recibir una noticia así por segunda vez —añadió Drasik—. No habría superado jamás perderte a ti también, Kyo. Perder a You ya fue… bastante insoportable para ti y para mí. Sois más que mis mejores amigos, ambos siempre fuisteis como hermanos para mí.

Kyo se separó de la encimera sobre la que estaba apoyado y se acercó a él. Le posó una mano en el hombro, sonriéndole con esa calma que él siempre emitía. Drasik suspiró y también le sonrió, indicándole que no pasaba nada, y siguió con su labor. Estuvieron largo rato en silencio, concentrados en las mezclas.

—Así que… tu opurita puede eliminar los campos de vacío que afectan tanto al cuerpo físico como a la energía inmaterial de la mente y el iris, ¿eh? —comentó Kyo—. Y yo que creía que ya era alucinante saber que también eres tú quien creó la Fire y la Ice Pomade.

—¡Oh, cierto! ¿Te dio tu abuelo la que te hice?

—Sí, el mismo día que regresé del Monte Zou a Tokio hace unas semanas, me dio el tarro que me habías preparado y me explicó su uso. Sinceramente, me parece un auténtico incordio tener que untarme una crema por todo el cuerpo cada vez que vaya a ciertos lugares de la ciudad o al aeropuerto, donde Takeshi Nonomiya mandó instalar cámaras térmicas de vigilancia.

—Ya, a mí me vas a contar. Es un incordio que tanto los Ka como los Sui tenemos que aguantar, y los demás iris no. Suerte que solamente es en algunos lugares específicos de la ciudad.

—Cuando te enteraste de que había ese tipo de cámaras por Tokio desde los años 90, y que podían identificar a un Ka o a un Sui sólo por la temperatura inhumana que presentan nuestros cuerpos, ¿se te ocurrió así sin más la solución de la crema térmica?

—Yo sólo recuerdo lo mucho que me acojoné por la sola idea de que una cámara del Gobierno me identificase como iris en un instante, sólo porque mi cuerpo tiene la mitad de la temperatura de un humano normal y ante una lente térmica parecería un cadáver andante.

—¡Hahah! Ya veo cómo funcionas tú —se rio.

—¿Cómo?

—Tus inventos. Esas ideas y soluciones tan geniales, sólo se te ocurren cuando el problema es grave y te da miedo.

—Hey… —lo miró con ojos recelosos tras las gafas—. ¿Capto un mensaje oculto en esa afirmación con cierto retintín?

—Todavía sigo esperando esa pintura acrílica tan especial que hace tres años me dijiste que fabricarías y que me regalarías en uno de mis cumpleaños. Ya sabes, la pintura que me dijiste que tú podías hacer que cambiase de color por sí sola en reacción con el frío y el calor.

—¡Ah! Eso está en “proyectos pendientes” —sonrió con inocencia.

—Claro, porque no es una urgencia. ¡Pero me tienes en ascuas! —exclamó, levantando las manos—. Me muero por usar esa pintura mágica en uno de mis cuadros.

—No es magia, my friend, ¡es química! —le corrigió Drasik con entusiasmo.

—Hah… —Kyo soltó una risotada y se cruzó de brazos, negando con la cabeza—. De verdad, te juro que a veces me recuerdas al tío Neu cuando defiendes tu ciencia con esa pasión.

A Drasik se le volvió a formar esa sonrisilla boba y tímida cuando Kyo lo comparó con su ídolo. Pero en ese momento algo explotó cerca de ellos y casi les causó un infarto de miocardio. Se dieron la vuelta, pálidos como el papel y una mano en el pecho. El líquido espeso de uno de los tarros que Drasik dejó antes sobre unas placas térmicas había estado borboteando con violencia por haber estado demasiado tiempo al fuego, y este líquido acabó prendiéndose de fuego. Del tarro salía una enorme llamarada continua, hasta el techo.

Un segundo después, el aspersor de seguridad del techo comenzó a rociar agua por todas partes.

—¡Kyo, tápate!

—¡Ah! —Kyo se lanzó de cabeza debajo de una mesa en la pared para ponerse a cubierto, pues el agua que caía estaba fría y le hacía daño en la piel.

—¡Nooo, mis mezclas, no se pueden mojar! —Drasik estiró una mano hacia el aspersor y lo congeló con una coraza de hielo con una orden de su iris para taponarlo, y el agua dejó de caer.

Pero la llamarada seguía saliendo rugiente del tarro y además era de color verde. Entonces, el tarro estalló en pedazos y el líquido prendido se extendió lenta y espesamente por la mesa junto con el fuego.

—¡Kyo, haz algooo! ¡Ayy! —Drasik hizo ademán de ir hacia el fuego sobre la mesa pero recordó que este le hacía daño sólo con aproximarse y corrió hasta la otra punta de la habitación—. ¡Apágalo, apágalooo!

—¡No puedo, no me obedece! ¡Es una llama verde, es distinta al fuego común, no tengo nivel para dominar la ignición de metales! —replicó Kyo, apuntando con su mano hacia ella sin éxito—. ¿¡Qué está quemando, cobre!?

—¡Sulfato de cobre con una mezcla mía especial de resina acrílica y etanol!

—¡Échale agua, escúpele agua o algo, ¿a qué esperas?!

—¡El agua no lo apagará! ¡Ahógalo con algooo!

Kyo salió de debajo de la mesa de la pared, se acercó a la isla central, se arremangó el jersey para no quemárselo y trató de extinguir ese fuego a base de manotazos, como si estuviera aplastando bichos por la mesa.

—Oh… —se quedó quieto un momento, dejando que ese fuego verde le envolviera manos y brazos—. Es precioso… Incluso agradable…

—¡Joder, Kyo!

—¿Me puedo llevar una muestra? —se giró para mirar a su amigo—. La combustión de metales se siente tan… interesante…

—¡Waaaahh! —de pronto Drasik apareció volando de un salto hacia la mesa, sujetando debajo de él una manta de un tejido muy grueso, y aterrizó en plancha sobre el fuego, ahogándolo por fin por completo.

Se quedó ahí, tumbado panza abajo sobre la isla, sobre la manta, en calzoncillos y en bata blanca. Se hizo el silencio.

—¡Drasiiiiiik! —se oyó un chillido furioso en la lejanía, y después unos pasos corriendo por ahí.

—Oh, no…

De repente se abrió la puerta del laboratorio e irrumpió Eliam con una cara de mil demonios y empapado de agua porque los aspersores del resto de la casa también se habían activado. Hasta que Eliam cerró la llave central del agua de la vivienda.

—¡Drasik Jones Álvarez, es la tercera vez en cuatro meses! ¡Se mojó toda la casa, carajo! ¡Ya estás quitando hasta la última gota de agua de los muebles y de los aparatos!

—Lo… lo sentimos, Eli —sonrió Kyo a duras penas.

—¡No te disculpes por el responsable, Kyo! ¡Drasik! ¡La asistente social va a venir dentro de poco!

—¡Cálmate, histérico, lo dejaré todo seco y como estaba! ¡No ha pasado nada grave! ¡Y además, estoy haciendo algo muy importante para Kyo!

—Mierda, no… Más desastres que ocultar… —sollozó el universitario, tapándose la cara con las manos y alejándose de allí—. Todos los meses ocurre algo…

—Hala, cómo se ha puesto —comentó Kyo con sorpresa.

—Siempre se estresa y se pone así de irascible cuando va a venir la asistente social dentro de poco.

—¿Siguen viniendo asistentes sociales a vuestra casa?

—¿Qué esperas? —se apartó de la mesa y quitó la manta, descubriendo los restos negros y endurecidos de la resina, que por suerte se quitaban fácilmente de la superficie de la mesa, hecha de un material especial resistente—. Somos dos hermanos menores de edad, extranjeros y viviendo solos sin ninguna relación con padres o tutores, es normal.

—¿Por qué parece que Eliam le tiene tanto miedo?

—Es que la nueva asistente social es muy dura, es nueva y sólo ha venido una vez aquí —le explicó, poniendo en orden todo—. Se llama Riku. Si viera que no somos capaces de cuidarnos a nosotros mismos adecuadamente o que causamos problemas, podrían separarnos o llevarnos a un centro tutelado.

—No… No os deportarían, ¿verdad? —preguntó preocupado.

—No, nuestro permiso de residencia ya está arreglado desde hace años.

—Uf… En fin. Pongamos esto en orden. Voy a coger la escoba, hay cristales por el suelo —dijo Kyo, saliendo de la habitación.

Drasik, mientras, se puso a despegar la resina calcinada de las placas térmicas de la mesa. «¡Ahí va!» saltó, recordando algo de repente. «¡Esto significa que me he quedado sin los ingredientes para hacer zuofreno!».

—¡Mierda! —exclamó, agarrándose de los pelos—. ¡Tendré que pedírselo prestado a la pesada de Sakura! Oh, no... —sollozó—. A esa pesada no… Me pedirá algo a cambio, y conociéndola…





Comentarios

  1. Drasik todod lo que tiene de listo, lo tiene de caotico, siempre me gusto este personaje muchisimo , ya lo sabes, porque era ultra pasada con él y no ha cambiado mi forma de verlo. Que tengo muchos eprsonajes que me encantan en esta hsitoria por diversoso motivos, es imposible no cogerles cariño y no entenderles cuando profunzidas e tla forma en el motivo de por que actuan como actuan, incluso cuando ahcen cosas que pueden considerarse "malas" en una balanza dependiendo de la perspectiva.

    Al fin de cuenta los iris matan gente, aunque sea gente malvada, matar es considerado algo malo tambien, entonces ese sentido del bien y el mal esta plagado de grises y algo que me encanta de esta historia, que no existe ni bien ni mal absoluto, porque eso causa extremos.

    Me encannta tambien el papel que empieza a tomar Izan en la historia, mas recordando un poco como era a continuación, es un personaje bastante dual. Me encnata este eprsonaje tambien, porque es ultra maquivelico e inquietante, el hecho de tener un poder que podria literalmente destruir a cualquiera y hacerlo desaparecer en el vacio, pero aun asi tener claras motivaciones que aun no se ven, es lo que lo hace mas inquietante. Porque no es maldad por maldad, es mas como una tortura psicologica y emocional, que al fin de cuentas es casi mas dañino para los iris eso que algo fisico.

    (Por cierto croe que pra que a mi me lleguen la notificacion aa los mensjaes que pongo, tiene que darle a responderme el mensaje, creo xD)

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