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2º LIBRO - Pasado y Presente









35.
Los dones de los brujos Xiaolang

Por fin. Después de tres semanas en el Monte Zou cumpliendo la tarea de investigación que Pipi le había encomendado, Yagami al fin dio con dos libros en los que podría estar la clave del misterio.

Tal como Pipi le había comentado a Neuval ayer, hace varias semanas, antes de que sucediera el problema de Kyo con la MRS y el pergamino que querían robar, él y su SRS habían tenido una misión de gran magnitud, en la cual Pipi había pedido la colaboración de la ORS de Kanon, la otra Líder e íntima amiga de ellos. Había sido una misión internacional porque habían tenido que seguir a una gran banda de tráfico humano que operaba en Japón con contactos en Corea, Taiwán y Filipinas. Ya la habían cumplido con éxito.

El caso es que, en una breve estadía en la pequeña ciudad taiwanesa de Taitung, Pipi se había topado con una vieja pareja de Knive, un hombre y una mujer ya mayores. Siempre eran muy fáciles de reconocer, vestían con ropajes negros y góticos, eran muy pálidos, algunos albinos y otros con cabello oscuro; solían llevar ojos pintados de negro, o los labios, o las uñas, y siempre portaban accesorios metálicos o joyas de plata. Y todos daban miedo a simple vista. Aunque algunos no lo pretendían.

De hecho, Pipi se llevó el susto de su vida cuando se topó con ellos, y pensó que él y su SRS estaban a punto de ser aniquilados, hasta que el pequeño Jannik llamó a la anciana por su nombre. Resultaba que era una tía abuela suya, por lo que ella y su marido eran Knive secundarios, es decir, la rama de los Knive aliada de la Asociación y alejada de los valores originales de los Knive primarios. Entonces, los testículos de Pipi volvieron a bajar a su sitio.

Encontrarse con Knive por el mundo y lejos de Europa no era imposible, pero sí bastante raro, aunque ya se sabía que había muchos por el mundo y nadie sabía qué hacían; todo en ellos siempre era un secreto. Nadie de la Asociación, ni siquiera los Zou, tenían derecho a preguntar o meterse en sus asuntos, era un acuerdo que tenían que respetar.

No obstante, Jannik estuvo un rato hablando a solas con la pareja, mientras Pipi y el resto de la SRS y la ORS de Kanon esperaban para continuar con la misión. Cuando Jannik se despidió de sus parientes y regresó con sus compañeros iris, se reunió con Pipi a solas para hablar en privado:

«—¿¡Que qué!? —exclamó Pipi—. No, no… Repítelo, creo que no te he entendido bien.

—Se que es harto extraño, maestro, pero mi familia es experta en reconocer a simple vista a cualquier tipo de ser. Mi tía dice que ya son varios Knive secundarios los que han llegado a ver o a hallar el rastro de un arki, a lo largo de los últimos tres o cuatro años en varias regiones de Europa y Asia. Nadie ha logrado seguirle la pista más de un día, pero se sospecha que ha llevado a cabo actividades en solitario, contactos muy breves y discretos con gente de todo tipo… Dice mi tía que fue el año pasado cuando ella se cruzó cerca de este arki, en Corea del Sur. Estaba solo, en una cafetería, sentado en una mesa. Lo oyó hablando solo, como si estuviera alucinando. Mi tía no entiende japonés, pero recuerda que la palabra que más repetía era “dones”.

—¿Dones? —arqueó una ceja—. Un momento… ¿ese arki hablaba en japonés?

Pipi de repente se quedó mirando al vacío con una cara como asustada. Jannik frunció el ceño, preguntándose qué se le había pasado por la mente.»

Por supuesto, eran dos factores bastante significativos como para no hacer una relación inmediata. ¿Un arki japonés? ¿Cómo no iba la imagen de Izan a cruzar la mente de Pipi? De ser cierto, sería una noticia devastadora. Hacía años que Izan fue cayendo en el olvido. Y era lo mejor. Porque su marcha dejó una enorme cicatriz, tanto en la SRS como en la KRS. El hijo de Hideki y de Emiliya…

Sin embargo, era crucial en el mundo de los iris no presuponer cosas, por muchas coincidencias que reuniese. Asegurarse de los datos era primordial, dar con pruebas certeras, visuales, palpables. ¿Quién sabe? Podría tratarse de otra persona, otro iris japonés que cayó hasta el final de la enfermedad, y a lo mejor Izan seguía perdido en otra parte del mundo.

Lo de “dones” no lo entendió. Pero tenía que ser importante, si era la palabra que más repetía.

Pipi era muy famoso en la Asociación por su infalible instinto. Cuando se olía algo, sabía prepararse de antemano y, sobre todo, solía acertar. Incluso con las cosas más pequeñas, sutiles y aparentemente sin importancia. Por eso, ya desde hace tres semanas había puesto en marcha una investigación privada. Se reunió a solas con Waine, su Segunda, y con Jannik, Guardián, en el Yoho Pub en la madrugada, el mismo antro secreto donde pocos días después se reunieron también Lao y Neuval a solas para hablar de la desaparición de Kyo.

En esa conversación, Jannik insinuó que tal vez él conocía algunas historias sobre los llamados “dones”. Como Pipi tenía el olfato más afilado del mundo, sabía que el niño, en realidad, estaba diciendo que conocía bastantes cosas sobre ese tema, pero era uno de esos enigmas del mundo que la familia Knive solía saber y guardarse para ellos, y Jannik tenía algún tipo de prohibición de hablar sobre ello.

No obstante, el niño le sugirió a Pipi que enviara a alguno de sus compañeros a investigar por sí mismo los datos de ese tema en la biblioteca Zou. Como Jannik se había criado en la Ciudadela de las tierras Zou, los libros y reliquias que guardaba el templo no eran desconocidos para él y sabía que existían libros donde se hablaba de este enigma. Un Knive no podía hablar sobre ello, pero un iris sí podía descubrirlo por sí mismo a través de los libros y documentos disponibles para el conocimiento de cualquier curioso.

Entonces, Pipi le encomendó esta tarea a Yagami, sabiendo que era el idóneo. Por una parte, porque él también creció en las tierras Zou y sabía desenvolverse muy bien allí; y por otra, porque la profesión humana de Yagami era librero, y uno bastante apasionado y erudito. Él sabría encontrar la información en menos tiempo que cualquier otro, especialmente porque tenía que hacerlo solo y no podía acudir a nadie que lo ayudara.

Después, tras lo sucedido con Kyo, el pergamino y la MRS, resultando que fue el propio Kaoru quien le chivó a la MRS que Kyo guardaba el pergamino, sumado al comportamiento cada vez más distante y raro que Viernes llevaba meses mostrando, sumado al detalle de que su ARS no se presentó a la bienvenida de Fuujin y sumado al hecho de las actividades sospechosas que Jannik ya había visto en Daiya y en Kaoru en el instituto, Pipi y Waine decidieron iniciar el espionaje sobre la ARS.

Ahora estaban saliendo los frutos. Sakura iba a confirmarle a Pipi el imperdonable acto de traición que la ARS había cometido esa noche. Y Yagami, cuando la luz del alba ya inundó el interior de la gran cúpula central acristalada de la biblioteca del templo, agarró los dos libros clave que había encontrado tras haber leído docenas en esas semanas.

—Ah… —murmuró cuando, al salir a uno de los jardines exteriores, vio a Yénova pasando por ahí—. ¡Monk! —la llamó, y corrió hacia ella.

La monje se dio la vuelta, revelando lo que sujetaba entre sus brazos, dos enormes cuencos llenos de palomitas de maíz. Contrastaba bastante, Yénova siempre solía ir de un lado a otro portando o cargando algún tipo de arma diferente cada vez, porque iba a instruir a los iris en su uso y manejo. Uno solía encontrársela por ahí llevando colgadas a la espalda un par de bazucas, por supuesto de la marca Hoteitsuba, o incluso arcos, espadas, naginatas… o entre las telas de sus ligeros ropajes asomaban cinturones con algunos cuchillos, machetes y granadas… Ahora solamente portaba su machete predilecto en un estuche sujeto en su muslo derecho. Con su piel morena con manchas decoloradas y su cabello blanco decorado con trenzas y abalorios, miró a Yagami con un interrogante.

—Monk Yénova, disculpa, ¿por casualidad sabes si Alvion está en su despacho ahora? No quiero hacer el viaje en vano.

La monje no dijo nada, se mostró pensativa unos segundos. Después, mirando a un lado y a otro con aire discreto, le hizo un gesto con la mano indicándole que le siguiera.

—Oh…

Yagami, confuso, la siguió y salieron de aquel jardín, metiéndose por un callejón estrecho entre otros edificios colindantes del templo, para después descender por un angosto sendero, en una parte escarpada de la ladera del monte por donde caía una pequeña cascada. Caminando un minuto por el pequeño bosque junto al riachuelo, Yagami divisó a tres personas sentadas juntas sobre un tronco caído, bastante camufladas entre la maleza, justo al borde del bosque. Estaban de espaldas, mirando hacia el exterior, hacia la orilla del riachuelo.

Cuando llegaron hasta esas personas, Yagami frunció el ceño. Se trataba del fortachón monje Squal; a su lado estaba el viejo Ian Crosbie, un Guardián del Monte ya retirado, y cabeza del clan Crosbie, una de las “familias internas” de las tierras Zou, con su característico pelo cobrizo. Y a su lado estaba su mujer Mandy, una ex-almaati. Eran los padres de Effie, la iris Rayo de Pipi, y de otros seis hermanos pelirrojos, siendo Nessie la mayor y la actual Guardiana Mayor de su clan, la misma mujer a la que le faltaba medio brazo y portaba una naginata y que el otro día recibió a Yako en la entrada de las tierras Zou. Pero también eran los padres adoptivos de Yagami, lo criaron dentro de su familia cuando este era un niño huérfano recién convertido en iris.

—¿Qué hacéis vosotros cuatro aquí, tan temprano en la mañana y tan escondidos? —les preguntó Yagami.

—Ssh —lo mandó callar monk Squal, mientras Yénova le daba uno de los cuencos rebosantes de palomitas y se sentaba a su otro lado con él.

—Yoshiyuki, cielo, no hagas ruido —le pidió Mandy en voz baja.

—No te lo pierdas, hijo —le sonrió Ian, haciendo gestos con la mano—. Hoy es una de esas mañanas.

El pobre Yagami estaba muy perdido, y entonces se asomó cautelosamente entre los arbustos para ver qué cosa tan interesante había en la orilla del pequeño río. Se quedó perplejo por un momento. Era Alvion. Iba vestido de un modo más ligero e informal, con una camisa de estilo chino sin mangas y unos pantalones bombachos de estilo árabe igual al que solían llevar los iris en su uniforme dentro de las tierras, y caminaba descalzo sobre la orilla del riachuelo. Se había recogido su larga melena blanca en un moño algo rudimentario. En una mano sostenía un libreto abierto, y en la otra sujetaba lo que parecía ser un cepillo gigante, formado por un gran mástil de metal de tres metros de longitud con un cabezal en su extremo lleno de rígidos y gruesos alambres.

Pero lo que más llamó la atención de Yagami, fue la gigantesca tigresa de cuatro metros de altura que tenía al lado, tumbada con medio cuerpo en el río y medio cuerpo en la orilla.

—Un momento… ¿Ese es… uno de los…?

—Uno de los tigres gigantes de Yeilang Zou —asintió Ian—. Esa es la hembra, puedes ver que tiene un pelaje naranja tan intenso que por eso el hijo de Alvion la bautizó Suhara, que significa “magma”. ¿A que es impresionante? Creo que esta es la cuarta o quinta vez que veo a uno de los tigres gigantes en toda mi vida. Es uno de esos momentos mágicos de vivir aquí.

—Pero no estamos aquí sólo por el deleite de ver tan de cerca a uno de los tigres gigantes —apuntó Yénova, con la boca llena de palomitas—. Estamos aquí por el show.

—¿El show? —repitió Yagami, y la monje le señaló a Alvion con el dedo.

Yagami volvió a observar a su Señor. Se le oía hablar en voz alta, pero en idioma árabe, así que no entendía lo que decía. Lo hacía mirando su libreto, por lo que parecía estar recitando algo escrito en él, mientras iba de un lado otro, como indeciso.

—“… y si descendiera por tu mar de piel, como alud de ternura y miel, con temblor en tu palabra, mi corazón se derrama…” Agh… —se interrumpió el anciano de repente, e hizo un gesto insatisfecho, y volvió a caminar hacia la tigresa hasta pararse junto a su enorme pata delantera, y comenzó a rascarla con ese gran cepillo de alambres, un placer que la tigresa expresaba cerrando los ojitos y emitiendo sonidos de garganta—. “Se derrama”… “se esparce”… No, qué bobada. ¿A ti te suena estúpido? —levantó la vista de su libro para mirar a Suhara, pero esta estaba demasiado ocupada disfrutando de cómo él le rascaba la pata con el cepillón—. No me estás ayudando nada. Esto es importante, Suhara, tengo que tenerlo terminado a tiempo.

—Monk Squal, tú hablas árabe, ¿qué está diciendo? —quiso saber Yagami—. De hecho, ¿qué narices está haciendo?

En ese momento, los dos monjes y los señores Crosbie se miraron entre ellos, compartiendo un silencio un poco pesaroso. Entonces, Yénova decidió explicárselo ella misma.

—Bueno, verás… Alvion empezó a hacer esto hace algunos meses. Más bien… empezó a volver a hacerlo, después de tantos años.

—¿Volver a hacer el qué?

—Escribir poesía. Solía hacerlo en el pasado, cuando nuestra Señora Lubna vivía. Él siempre le recitaba poesía a su esposa, en el idioma natal de ella, el árabe. No se trataba sólo de ser romántico y esas cosas… Para Lubna, era una costumbre muy importante, algo muy valioso. ¿Recuerdas la historia? ¿De los trágicos orígenes de nuestra Señora Lubna? —Yagami asintió con la cabeza—. Cuando Alvion la rescató de joven de aquel infierno, esto era lo único que conseguía hacer que Lubna dejara de gritar por las noches o llorar durante el día. Ella sanó de su trauma y de su intenso miedo a los hombres gracias a la paciencia, la delicadeza y por supuesto el tremendo amor con los que él la trataba. Lubna era una frágil flor de cristal porque la criaron para serlo. Pero Alvion la ayudó a convertirse en un gran roble, fuerte, importante, y lleno de ilusión por vivir. La poesía era un refugio para ambos, algo privado entre ellos, un hobby compartido muy apreciado.

»El caso es… —suspiró la monje con tristeza—… que cuando las gemelas de Alvion fallecieron antes de tiempo, todavía dentro del vientre de Lubna, la pena pesó tanto sobre ellos que abandonaron su hobby de la poesía. Cuando varios años más tarde falleció Lubna por vejez, Alvion guardó todos los poemas que escribieron en un baúl y los dejó abandonados en un armario. Y más tarde… cuando… nuestro Señor Yeilang murió asesinado por a saber quién y el pequeño Yako se convirtió en iris, Alvion prendió fuego al baúl. Todos sus escritos y los de Lubna, perdidos para siempre. Fue un acto impulsivo de ira y tristeza.

—Ya veo… ¿Y qué le ha animado a retomar la poesía ahora? —preguntó Yagami.

—La proximidad de su muerte —respondió monk Squal—. Consciente de que ya le quedan meses o quizá un par de años de vida, por lo visto Alvion no quiere morir sin antes haber compuesto el poema más perfecto y hermoso de su vida.

—Es un regalo para su esposa. Se está preparando para volver a ver a su querida Lubna en el más allá —continuó Mandy, agarrada al brazo de Ian—. Quiere presentarse ante su espíritu y saludarla con nuevos versos de amor. ¿No es precioso?

—Por lo menos una vez a la semana —explicó Ian—, Alvion se toma una o dos horas libres para esconderse en lugares como estos y trabajar en su poema final. Hoy se ha cruzado con Suhara de casualidad. Y está aprovechando para darle un baño a la gatita con ese enorme cepillo metálico de 200 kilos que sostiene en una mano como si fuera un simple cepillo de dientes.

—Alvion levanta con sus manos por lo menos mil toneladas de peso. Eso son 5.000 cepillos como ese —repuso Yénova.

—Por Dios, ¿y por eso estáis aquí espiándolo? —se escandalizó Yagami—. ¿Y con palomitas y todo? ¿Cómo tenéis la desfachatez de espiar a Alvion en algo tan íntimo y personal? ¿Cuántas veces lo habéis hecho ya?

—Desde que Yénova lo descubrió por primera vez hace meses… —dijo Squal, y empezó a contar con los dedos. Tardó bastante.

—¡Joder! ¿No os da vergüenza? —les reprimió Yagami, procurando no hablar demasiado alto—. ¿Cómo no ha sido capaz de detectaros aún?

—Supongo que porque somos humanos y energéticamente invisibles para él, y porque, como vivimos aquí, no le extrañará captar nuestros olores por el lugar.

—No esperaba algo así de unos monjes, mucho menos de vosotros —señaló a Ian y a Mandy.

—¿Ves? —le dijo Squal a su compañera monje—. Esto es lo que te dije que pasaría si un iris se enteraba, Yénova, no deberías haberlo traído. Se va a chivar.

—Respetar la privacidad de los demás es algo que también se espera de cualquier humano adulto decente, no sólo de los iris —gruñó Yagami.

—Hah… Eso lo dices porque tú estás casado con una famosa supermodelo japonesa —bufó Squal.

—¿Qué tiene que ver? —refunfuñó Yagami.

—Que te desespera no poder dar un simple paseo con tu mujer por Tokio sin que una horda de curiosos, cotillas, fans y pervertidos vayan corriendo a pedirle un autógrafo o a olisquearla profundamente de arriba abajo. Lo que nosotros hacemos es más inofensivo.

Tanto Yénova como los Crosbie no pudieron contener la risa, tapándose la boca con la mano, mientras la cara de Yagami se volvía rojo fosforito.

—Para que lo sepas, desde que Saori se disfraza con una peluca y una nariz postiza para salir a la calle, hemos podido tener los paseos más agradables de nuestras vidas. No sabéis lo molesto que puede ser cuando sólo quieres tener un rato de privacidad y ni siquiera tus propios amigos te lo conceden, y ni podéis imaginar lo mucho más duro que es cuando encima eres un iris y tu mujer humana está em-… —se calló de inmediato en medio de la palabra, y se quedó con una mueca muy graciosa con la boca apretada y los mofletes hinchados, paralizado y maldiciendo por dentro su tremendo descuido.

Igual de paralizados que se quedaron los otros cuatro.

—¡Ay! ¡Yoshiyuki! ¡No me lo creo! —Mandy fue la primera en levantarse de un brinco, acercando las manos al rostro de su hijo adoptado.

—Yoshi, ¿ibas a decir lo que creo que ibas a decir? —se levantó Ian también, con cara emocionada.

—¿¡De verdad!? —celebró Yénova—. ¿A qué viene esa cara? ¿Tenía que ser un secreto o qué?

—Me cachis… —masculló el Shokubutsu con fastidio, y miró a los Crosbie—. Tenía pensado decíroslo más adelante, trayendo a Saori aquí de visita en un momento más oportuno, no justo cuando estoy en medio de una investigación que Pipi y Jannik me han pedido hacer. Haced como si no hubieseis oído nada, por favor, y no le digáis todavía nada al resto del clan —les pidió a Ian y a Mandy, los cuales no podían dejar de mirarlo con ojos esplendorosos de ilusión y juntando las palmas sobre los labios, haciendo lo posible por no ponerse a gritar de alegría.

—¿Queréis parar de hablar tan alto? —protestó monk Squal, poniéndose delante de ellos—. A este paso Alvion acabará oyéndonos.

Los demás lo miraron. Pero, un segundo después, dieron un brinco y un respingo de susto, pues Alvion acababa de materializarse justo detrás del monje desde las sombras, y tenía un cara de todo menos contenta.

—No hace falta armar tanto escándalo, Yoshiyuki Yagami —seguía diciendo el fornido monje—. No nos chafes la diversión. Ver a un ser supremo haciendo algo tan cursi y tan bobo como recitar poesía y encima escondiéndose es lo más parecido que tenemos aquí a ver una comedia romántica. Pocas veces podemos ver una faceta tan sincera y tan humana del anciano. ¿Tan malo es que sintamos curiosidad por cómo los de su especie, tan inteligentes y con poderes divinos, se pueden volver tan blanditos y torpes en algunas situaciones cotidianas? ¿Qué os pasa en las caras? Lleváis como un minuto ahí mirándome como bobos. ¿Estáis sudando?

Nadie decía nada, ni pestañeaba ni respiraba, pues ahora mismo el aire estaba vibrando de una energía aterradora. Alvion miraba muy fijamente la nuca de monk Squal con sus inhumanos ojos amarillos, y una vena bien gorda palpitando en su frente. Squal no tardó en detectar, por fin, lo que estaba pasando. Sin siquiera girarse, y sabiendo que Alvion estaba ahí tras él y que lo había escuchado desde el principio, se le formó una temblorosa y esmirriada sonrisa, empezó a sudar igual que los otros y se alejó unos pasos, poniéndose directamente detrás de Yénova, Ian y Mandy, usándolos de escudo, a pesar de que Squal era más el más grande del grupo. Yagami, por su parte, se cruzó de brazos y suspiró, negando con la cabeza. Los otros seguían petrificados y pálidos mirando a Alvion.

El anciano daba miedo, tenía el rostro ensombrecido, y aunque sus ojos ahora mismo no estaban emitiendo luz, sus iris igualmente emitían un metálico reflejo dorado. Por un instante, observó esos dos cuencos de palomitas en el suelo junto al tronco caído, y después volvió a mirar a esos cuatro cotillas, que dieron otro respingo de disgusto. Tras dos minutos de tenso silencio, Alvion abrió la boca y tomó aire, como preparándose para decir algo. Entonces, señaló con el dedo pulgar a sus espaldas, por encima de su hombro, allá hacia donde estaba la tigresa gigante.

—Veréis, Suhara no ha desayunado aún… —les dijo con un tono casual.

—¡Waaah! —gritaron de inmediato las dos parejas, y salieron corriendo sendero arriba—. ¡Perdonadnos, Señooor…!

Acabaron huyendo, dejando a Alvion y a Yagami ahí solos.

—¡Gamberros! —exclamó el anciano.

El Shokubutsu vio que por fin podía tener un momento a solas con él para consultarle sobre esos dos libros que traía bajo el brazo. Pero cuando fue a hablarle, Alvion le pasó de largo un momento, para coger del suelo uno de los cuencos que todavía tenía palomitas. Y se puso a comérselas, así como si nada, y regresó tranquilamente a la orilla.

Mm. Masitda —murmuró para sí mismo en coreano. (= Mm. Qué ricas.)

—Aeh… —titubeó Yagami—. Mi Señor, me preguntaba si me podríais dedicar unos minutos de vuestro valioso tiempo para aclararme algunas dudas sobre lo que estos libros cuentan. Están escritos en inglés y no soy muy bueno leyendo en ese idioma, por lo que no he podido aún entenderlos en su plenitud, y… es una información que mi Líder y mi Guardián necesitan.

—¿Mm? —Alvion, allá junto a Suhara, se giró hacia él, abrazando el cuenco y masticando palomitas—. ¿Tu Guardián también? —preguntó extrañado de que lo incluyera, cuando lo normal era que sólo el Líder o el Segundo solicitaran las informaciones o investigaciones.

—Bueno… de hecho, él es quien nos ha indicado… o sugerido… investigar sobre este tema en concreto. Creo que es una de esas cosas que él sabe, pero de las que tiene prohibido hablar, por lo de las normas de su familia y eso. Él ha sugerido que busque sobre este tema, y mi Líder quien me ha dado la orden de hacerlo.

—Huh… —murmuró Alvion, comprendiendo, y poniendo una mueca de interés, pensativo.

Sin embargo, de pronto apareció una lengua gigante detrás de él, y le dio un lametón desde los talones hasta la nuca con tanto ahínco que acabó tirando a Alvion al suelo, enterrando la cara por toda la tierra fangosa de la orilla.

—¡Oh, no! —se alarmó Yagami—. ¡Alvion!

El anciano hizo un gesto levantando la mano y se incorporó un poco. Se abrieron unos ojos ámbar entre toda esa máscara de barro que cubría su cara. Su larga cabellera blanca también estaba manchada, cayendo despeinada por todos lados. Miró a la tigresa y emitió unos sonidos guturales, comunicándose con ella, transmitiéndole algún tipo de queja. La tigresa respondió apoyando la barbilla en el suelo, con aire un poco culpable, como si se disculpara.

—Esta niña no entiende que ya no tengo 70 años, ni 40 —farfulló Alvion, terminando de ponerse en pie, crujiéndole algún hueso en el proceso—. Ay.

—Señor, os ayudo a limpia-… —se apuró Yagami.

Pero, antes de dar un paso hacia él, vio a Alvion convirtiéndose de repente en agua. Su cuerpo se transformó en una masa de agua dentro de sus ropas embarradas, que se movió por el aire y se sumergió en el río con sus prendas incluidas, fusionándose con él. El barro se desprendió de las ropas y se lo llevó la corriente. A los pocos segundos, esta masa de agua viva volvió a emerger del río y se posó de regreso a la orilla, dentro de las prendas ya limpias. Acto seguido, se transformó de vuelta en el cuerpo de carne y hueso de Alvion. Al final, con una sola orden mental, el agua que le empapaba se desprendió de su cuerpo en un segundo, y quedó seco e impecable.

Yagami se sintió un poco tonto por creer que Alvion necesitaba ayuda para quitarse un poco de barro. Aunque tenía que admitir que le asombraba conocer esta faceta tan informal de él. Normalmente, siempre procuraba mostrarse ante sus iris de la forma más elegante, seria y educada posible, simplemente para dar una imagen ejemplar de un buen y respetable dirigente. Pero ahora estaba en su rato libre y tampoco parecía importarle mucho que Yagami lo viera con esa ropa tan sencilla y en un momento de humilde ocio.

El anciano recogió su libreto de poemas que antes había dejado junto al cepillo gigante cerca de Suhara, se lo guardó en un bolsillo del pantalón bombacho y se acercó a Yagami, mientras volvía a recogerse su melena blanca en un moño imperfecto con una cinta.

—¿Té o café? —le preguntó.

—¿Eh? Eh… —le chocó la pregunta—. ¿Café?

Alvion le tendió una mano. Yagami al principio no lo entendió, pensó si es que quería que le diera los libros para verlos, pero no, porque no la tendió con la palma hacia arriba, sino como si quisiera estrecharle la mano. Con un poco de duda, Yagami le agarró la mano. Entonces, Alvion despegó los pies del suelo y echó a volar, no muy rápido, para que el pobre Yagami no se asustara. Este, aun así, soltó una exclamación y procuró agarrarse bien fuerte a la mano del anciano.

Se lo llevó volando por lo menos 300 metros de altura hacia la Torre Mayor, la más alta del templo, donde tenía su despacho. Lo dejó posar cuidadosamente en el balcón, que, más bien, era una logia, o pasillo interno con un lado abierto al exterior mediante una serie de arcos y pequeñas columnas apoyadas sobre la barandilla. Después se posó Alvion, que fue directamente a abrir la puerta de la cristalera que accedía al despacho. Le hizo un gesto cortés a Yagami, invitándolo a pasar primero.

—Guau… Esto de volar te hace la vida incluso más fácil que poder saltar grandes alturas —sonrió Yagami, pasando al interior—. No me extraña que Neuval se pasara la vida flotando de un lado a otro cuando adquirió esa habilidad tras nacer su primer…

No pudo terminar la frase, porque una sobrecogedora imagen le robó la voz. Vio allá a pocos metros, en la otra zona del despacho, el brillante y pulcro Árbol de Lixue, con sus raíces enterradas entre las mismas losas de piedra del suelo y sus hojas de luz blanca, parecidas a plumas. Cualquier iris sentiría fascinación por verlo tan de cerca, pero Yagami, especialmente siendo un iris Planta, se quedó directamente hipnotizado. Pudo estar así dos minutos, en blanco, mientras Alvion preparaba café en la moderna cafetera de la marca Hoteitsuba que tenía allá en un rincón del despacho. La diseñó y se la regaló el viejo Lao hace unos años.

—Si lo llego a saber antes, te habría invitado a verlo antes —le comentó el anciano, apareciendo a su lado.

Yagami se sobresaltó, despertando del embelesamiento, y miró a Alvion, que estaba ahí con él sujetando una bandeja con dos tazas, una jarrita de leche, un tarrito de azúcar y otra jarra con café, observando también el Árbol de Lixue. Yagami era un hombre larguirucho, con un cabello marrón ceniza largo y un poco enmarañado, y la forma de sus ojos oscuros, con pómulos realzados, hacía parecer que siempre tenía la mirada jovial y risueña. Y, si no fuera porque debía llevar el traje iris reglamentario, que solían ser prendas blancas, grises y negras más el fajín de color verde claro alrededor de su cintura para indicar su elemento, llevaría su ropa habitual, de estilo más grunge o metalero, aunque en su muñeca seguía llevando su muñequera de pequeños pinchos. Solía ser un tipo muy tranquilo, suave y amable, por lo que a muchos les costaba creer que fuera fan del heavy metal.

Aun así, Alvion era todavía un poco más alto que él. Pero porque Alvion siempre había sido un tipo grande, al menos en sus años jóvenes y adultos. Antes solía medir algo más de 190 y tener una complexión fuerte; de hecho, todos los Zou compartían esa misma complexión. Como si todos estuvieran diseñados bajo un mismo patrón de perfección. Pero, ya llegado a esta avanzada edad, había menguado un poco, tanto en altura como en masa muscular, y ahora quizá medía 187. Quien más se le parecía con esa complexión de tipo grande de sus años jóvenes era Neuval.

Yagami no pudo evitar observar por unos segundos los brazos del anciano, ahora que vestía con esa camisa sin mangas. De cerca, se veía con más claridad, y era una imagen sobrecogedora, la cantidad de cicatrices que le cubrían la piel, y probablemente tenía más en el resto del cuerpo. Era sobrecogedor, porque normalmente un Zou tenía una alta capacidad regenerativa, capaz de curarse heridas sin dejar cicatriz detrás. Incluso si recibía una segunda herida en el mismo lugar, podía curarse sin dejar rastro. Pero cuando esa misma zona del cuerpo recibía una tercera, cuarta, quinta herida… esa capacidad regenerativa se cansaba, y al curarse, no podía evitar ya dejar marcas y cicatrices.

Siendo un iris Shokubutsu y además veterano, Yagami era un experto curandero como muchos de su mismo elemento, usando la ciencia de las plantas y su química para sanar. Pero la ciencia de la Química y la Botánica era la ciencia predilecta de los Zou, ellos eran los más sabios del mundo en esto. Cuántas veces habría usado Alvion sus propios remedios vegetales para curar sus heridas, y aun así tenía el cuerpo cubierto de todo tipo de lesiones porque no había parado de recibirlas.

Alvion le indicó con un gesto que se sentara en una de las sillas delante de su escritorio. Yagami obedeció, pero cuando vio al anciano posando la bandeja sobre la mesa y comenzando a servirle la taza de café, se volvió a levantar de un salto.

—¡Oh, no! Dejad que lo haga yo, no hace falta que vos…

—¿Leche y azúcar? —le interrumpió.

—Pero, Señor…

—Si tú me invitaras a mí a tu casa a tomar un café, ¿te parecería normal que fuera yo quien te lo sirviera?

—Eh… —titubeó, y se lo imaginó—. Ah —reconoció que, efectivamente, sería bien raro, además de inadecuado. Así que volvió a sentarse en la silla—. Con un poco de leche, sin azúcar.

—Marchando —sonrió el anciano por fin.

Yagami también dejó entrever una sonrisa, relajándose. A veces un iris se olvidaba de que Alvion no era su jefe de trabajo. Era más que eso. Cuando pasaban unos pocos minutos a su lado era cuando lo recordaban. La verdad es que le pareció curioso, y entrañable, lo mucho que esta imagen de Alvion sirviéndole un café le recordaba a Yako sirviendo a los clientes de su cafetería.

—Muchas gracias —dijo Yagami, tomando su taza.

—De nada —respondió el anciano, sentándose en su sillón al otro lado del escritorio con su taza también—. Pues, cuéntame, joven. Tengo mucha curiosidad. ¿Cuál es el tema que el pequeño Jannik Knive te ha sugerido que busques en los libros de la biblioteca?

—Pues veréis, es un tema del que nunca hemos oído hablar. No conozco a ningún iris que lo haya oído o mencionado alguna vez, ni siquiera los monjes o las gentes de las tierras. Se trata de algo que llaman “dones”.

Alvion sólo levantó las cejas, pero no dijo nada.

—Investigando aquí, he aprendido que la Asociación trató con este tema hace mucho tiempo, y en su momento fue objeto de estudio, pero hace mucho que volvió a caer en el olvido y apenas algunos libros de Ciencias Energéticas y de Historia de la Asociación lo mencionan. Donde he encontrado la información más detallada y extensa sobre unos “dones” en concreto, es en estos dos libros escritos por Denzel hace… —abrió uno de los libros para ver la fecha escrita en los créditos—… trescientos años. Este primer libro que he encontrado habla de algo que sí es bien sabido por toda la Asociación, el propio poder de Denzel y de Agatha, el llamado “don taimu”, o “don del Espacio-Tiempo”, simplificado a “don del Tiempo”.

»Todos los iris, en nuestro aprendizaje aquí, se nos enseña desde el principio qué tipo de seres son Agatha y Denzel. Pero se nos enseña lo básico de ellos —apuntó, levantando un dedo con énfasis; después miró al anciano con una expresión más agravada—. Señor… no sabía que los orígenes, la naturaleza y las condiciones alrededor de Agatha y Denzel fuesen tan complicadas… En nuestro aprendizaje, se nos enseña que Agatha no es humana y que nació con el don taimu porque los dioses del Yin se lo otorgaron. Pero… no nos detallaron el hecho de que ella no “nació” exactamente. Fue creada de la nada… fabricada por los dioses del Yin. Pero que los dioses puedan hacer una cosa así… ya sabéis… crear algo material y con vida… es… —gesticuló con la mano, sabiendo que estaba hablando de algo delicado—. ¿No se supone que es antinatural? Es decir… Los dioses del Yin y el Yang son los creadores del Equilibrio, es decir, de nuestra realidad, de las leyes de cómo funciona nuestra realidad, no del mundo físico ni de los seres vivos.

—Efectivamente, Yoshiyuki, los taimu, especialmente Agatha, son unos seres con unos orígenes y condiciones muy complicados de explicar, y ha habido mucha controversia alrededor de ello —le interrumpió Alvion con calma, sosteniendo su taza humeante entre sus dedos frente a su barba—. Por eso, a los iris, en vuestro entrenamiento, sólo os explicamos lo necesario y esencial sobre los taimu y su poder. Por respeto a Agatha, sobre todo, quien ha luchado toda su vida por ser reconocida en la misma categoría de los humanos libres, y no en la categoría de “instrumento divino”. Siempre ha estado bajo los estigmas de “monstruo”, “demonio”, “herramienta”, “amenaza” o “peligro mundial”… por ser la primera criatura de su tipo en la historia del universo. No es que sea un secreto o un tabú; de hecho, Agatha ya les ha comentado a muchos iris que ella es un ser artificial creado por los dioses. A iris de confianza, claro. Porque ella lo considera un simple dato íntimo y personal que no tiene por qué saber toda la Asociación.

»Si me preguntas por qué los dioses del Yin decidieron por primera vez en millones de años de su existencia salirse de su naturaleza equilibrista y carente de deseos y emociones y desear o sentir curiosidad por crear algo físico y vivo en lugar de una ley de realidad… la respuesta que ellos les dieron a mis antepasados es porque necesitaban un “instrumento” que pudiera actuar aquí, en el mundo terrestre, de parte de ellos, para poder controlar o intervenir “legalmente” en la vida de los humanos.

»Antes de crear a Agatha, estaban viendo cómo la humanidad se estaba haciendo cada vez más numerosa en este mundo y cómo cada vez avanzaba más en conocimientos e inteligencia. Medicina, matemáticas, tecnología, física, química… los humanos estaban jugando cada vez más con las leyes de la realidad y eso preocupaba a los dioses un poco. Agatha les servía como agente, como revisora de que las Corrientes de Realidad que fluyen por todas partes, que es lo único que los ojos de los taimu sí pueden ver, no se alteraran demasiado o se estropearan, e intervenir sobre los humanos directamente si era necesario, ya que los dioses del Yin y el Yang no tienen capacidad ni potestad alguna sobre los humanos, únicos seres que a diferencia de nosotros son libres de las normas del Equilibrio por ser energéticamente más inofensivos.

—Entiendo… Pero según dijisteis hace un momento, esta es la respuesta que los dioses os dieron. ¿Insinuáis que la razón es otra?

—Bueno… —Alvion miró un momento al techo, respirando hondo—… los dioses a veces son… muy complicados de entender. Sería un ingenuo si pensara que no nos ocultan un sinfín de enormes secretos sobre el mundo y la existencia de las cosas. El caso es… que un antepasado Zou, en lugar de preguntarles a los dioses, le preguntó a Agatha en privado. “¿De verdad te han creado para cuidar que los humanos no se propasaran alterando las Corrientes de Realidad?” Esto lo leí en el diario privado que escribió mi antepasado. Y decía que Agatha tardó veinte segundos enteros en responder: “Sí, fue por esa razón”.

—Eso es… muchísima demora en responder —afirmó Yagami.

—Sin duda. Pero mi antepasado lo entendió. No volvió a preguntarle a Agatha más sobre ello. Sabía que quizá la metería en algún problema con los dioses.

—¿Estáis diciendo que los dioses obligan a Agatha a guardar silencio sobre ciertos temas? ¿La castigarían si dice algo que no debe?

—Su relación con los dioses… es muy delicada —lamentó Alvion, cerrando los ojos—. Sólo sé que a ella no le gusta eso, estar obligada por ellos a callar cosas… bueno, estar obligada por ellos a hacer cualquier cosa. Hace ya unos siglos que se rebeló contra ellos y dejó de seguir sus órdenes respecto a qué hacer en este mundo o cómo vivir su vida. Pero sigue obligada a obedecerles en cuanto a lo que debe o no debe contar.

—Se supone que los dioses tendrán sus razones de peso, ¿no? Después de todo, ellos existen por y para proteger el Equilibrio, nuestra realidad, sin la cual no podemos subsistir. Vos debéis de pasar por lo mismo, seguro. Cuántos secretos o informaciones debéis ocultar a unas personas u otras con el fin de proteger el correcto funcionamiento de la Asociación, protegernos a todos nosotros y salvar vidas humanas por todo el mundo. ¿Verdad?

Alvion le dirigió a Yagami una mirada cándida. Le asintió con la cabeza.

—Así que por eso Denzel, en este libro, donde habla con detalle del don taimu, lo califica como “don artificial”, ¿no? —continuó Yagami hablando del tema principal—. Y en cambio en este otro libro, donde habla de dos dones que poseían dos amigos humanos suyos del pasado, ¿los califica como “naturales”?

—Así es. Verás, Yoshiyuki. Esos dos libros ya te lo habrán revelado, pero la definición de los “dones” de los que Denzel habla es la de “poderes divinos”. Denzel hace una distinción entre los dones naturales y los artificiales. Don artificial sólo existe uno y es el don taimu, y es considerado un poder divino artificial porque fue “fabricado” por los dioses y “metido” en un ser vivo artificial como Agatha. Y luego están, supuestamente, ese otro tipo de dones… —Alvion se estiró por encima del escritorio y agarró el segundo libro que Yagami le acercó, y lo abrió para echarle un vistazo—. Sí… Vaya… Hacía tanto tiempo que no recordaba este libro y lo que Denzel contaba en él… El don de los Ojos, y el don de la Mano Derecha. Los califica como “dones naturales” porque es un poder divino con el que alguien nace de forma natural, sin intervención de los dioses del Yin y el Yang ni causa conocida, ni están atados a las normas del Equilibrio. Por eso, tanto su causa u origen como su utilidad o razón de existir se consideran un misterio.

»Denzel solamente conoció estos dos dones naturales en dos personas. El don de la Mano Derecha se conoce también como el Poder de los Códigos, y es precisamente el poder que poseía el brujo Zhen Yu y con el cual creó vuestros tatuajes iris. Denzel era un niño de 50 años cuando conoció a mi antepasado Leander Zou y se unió a él para colaborar en la Asociación. Y fue apenas meses después cuando Denzel y Leander recibieron aquí en las tierras la visita de dos extraños, una mujer y un hombre, hermanos mellizos: Mó Xiaolang y Zhen Yu Xiaolang. Por sus extraños poderes, las gentes les ponían el título de “brujos”.

—Pero… ¿eran humanos, biológica y energéticamente hablando?

—Sí. Solo que especiales, usuarios de un don diferente cada uno. Enseguida se hicieron amigos de Denzel. Mó era más reservada y más de observar las cosas en silencio y desde la distancia, por eso Denzel entabló una amistad más cercana con Zhen Yu. Denzel lo considera su primer mejor amigo. Y a pesar de que Zhen Yu también era muy reservado a la hora de hablar o mostrar su poder, le contó y le enseñó a Denzel bastantes cosas, y aportó ayudas muy útiles a la Asociación para facilitar el trabajo de los Zou y de los iris, entre ellas, el tatuaje energético de comunicación sensorial que tenéis.

»El poder del brujo Zhen Yu funcionaba mediante la escritura y el dibujo. Era un experto en escribir, trazar, conocer, leer e interpretar todo tipo de símbolos, letras, caracteres, alfabetos, runas… ¿Qué es la escritura sino un código? Él mismo creaba sus propias combinaciones de símbolos, letras, trazos… escribía y dibujaba códigos con ellos, con un determinado orden, patrón o colocación que sólo él conocía o que sólo él daba sentido. Los trazos de vuestros tatuajes no son trazos al azar; los patrones que forman tienen un propósito, un efecto programado.

»Zhen Yu le dio a Leander la capacidad de reproducir estos tatuajes y de implantárselos en la piel a los iris que terminan su entrenamiento, un conocimiento que ha pasado por cada generación Zou hasta mí. Fue un magnífico aporte, especialmente antes de que existieran los teléfonos o las radios, permitiendo a los iris de una misma RS comunicarse entre ellos transmitiendo impulsos sensoriales desde sus tatuajes conectados sin importar la distancia.

—Aunque ahora tengamos tecnología, nos siguen siendo muy útiles —le aseguró Yagami—. ¿Se podría decir que es similar a esos códigos repletos de letras, cifras y símbolos que usan las computadoras o chips para funcionar?

—Eso es. Pero Zhen Yu nada más tenía que escribir o dibujar a mano algo, en cualquier superficie, incluso en el propio aire, usando su inseparable pluma cargada de una tinta negra que él mismo fabricaba, y sus códigos cobraban vida o producían efectos, incluso modificaban o alteraban la realidad. También creaba cosas de la nada. Ilusiones sólidas, palpables, muy realistas… Sus códigos no se borran a no ser que él los programara para ello, pero si creaba cosas, objetos o seres a partir de ellos, estas cosas sí que eran temporales y desaparecían en un tiempo. Podía crear, por ejemplo, un tigre, tan auténtico como uno de verdad, dibujándolo primero en cualquier superficie o en el aire con su pluma. Pero, según dice Denzel aquí, tal creación podía existir un máximo de media hora si Zhen Yu no lo hacía desaparecer antes con un simple movimiento de la mano.

—Señor… eso es… —Yagami intentaba asimilar todo lo que acaba de escuchar; no le salían las palabras, sólo negaba con la cabeza.

—Irracional, ¿verdad? —asintió el anciano—. Fantasía, magia, algo fuera de las leyes de la lógica, de la realidad y de la ciencia, un poder imposible… Poderes divinos en manos de una simple persona y no se sabe por qué. Creo que por eso Zhen Yu y su hermana Mó procuraban no hablar mucho de ello.

—¿No es precisamente lo que preocupaba a los dioses, que hubiera humanos que pudieran alterar la realidad del Equilibrio, y por lo cual crearon a Agatha?

—Agatha ya tenía más de cinco siglos cuando los brujos Xiaolang se dieron a conocer aquí en las tierras Zou, y la verdad es que la existencia de sus dones intrigó y sorprendió a los propios dioses, tanto como a Denzel y a Leander. Una de las razones por las que Denzel se apegó tanto a Zhen Yu y a su hermana es porque los dioses del Yin le encomendaron su primer deber como taimu, que era investigar y analizar a estos dos hermanos y sus extraños dones. En el proceso, lo que era una orden de los dioses y un simple objeto de estudio, acabó convirtiéndose en una gran amistad entre Denzel y los brujos.

—¿Al final no hubo nada de los brujos que preocupara a los dioses como para hacer algo al respecto, como encerrarlos por si acaso, o poner sobre ellos la supervisión continua de los Zou como ya sucede con Agatha y Denzel?

—Bueno, la verdad es que eso es algo curioso y un poco raro. Mó y Zhen Yu contentaron las preguntas y estudios de Denzel, enseñándole lo suficiente para que, al final, Denzel les dijera a los dioses que estos dones, si bien podían alterar la realidad, sus usuarios eran dignos de confiar en su uso responsable. Y los dioses por lo visto se quedaron conformes.

—Quizá porque confían en el honesto criterio de Denzel como taimu.

—Puede ser. Pero también puede ser porque Mó y Zhen Yu eran humanos, humanos que, a pesar de que vivieron unos pocos años aquí en las tierras y aportaron cosas de gran ayuda a la Asociación, insistieron, insistieron y reinsistieron en no formar parte de ella ni prestar un servicio oficial en ella. Mó y Zhen Yu eran viajeros. Vinieron, se quedaron una temporada, aportaron ayudas, y se marcharon.

—¿Adónde?

—No se sabe. Quizá a vivir a otra parte y usar sus dones para ayudar a otras gentes. Al negarse a ser miembros oficiales de la Asociación, conservaron su condición de “humanos libres” fuera de las normas del Equilibrio, y esto significaba que los dioses no podían ejercer ningún control sobre ellos ni sobre cómo usar sus dones, ni darles órdenes, ni encerrarlos ni nada.

—Oh… O sea que, aunque vieran en los brujos una amenaza contra el Equilibrio, no podían hacer nada de todas formas. Qué curioso, parece que los brujos Xiaolang se conocían muy bien las normas de los dioses y cómo funcionan las cosas con ellos.

—No es de sorprender, teniendo en cuenta el poder de Mó.

—¡Cierto! ¿Qué hay del poder o del don de ella?

—El don de los Ojos. Denzel también lo llamaba el don Oráculo. La bruja Mó tenía el poder de verlo todo, incluso el futuro —le explicó Alvion según releía el contenido del libro entre sus manos—. Todo, tanto lo que hay en el plano real como en el espiritual, incluso lo que hay en lo que Denzel llama “el plano intramaterial”.

—¿Cómo? ¿Los átomos? ¿O algo como la cuántica?

—Como la cuántica pero más allá, pues mezcla lo físico con la percepción de algo más. Según escribe aquí, a Denzel mismo le costó un poco entenderlo, y lo interpreta como un plano donde las cosas se conectan mediante hilos de tiempo, hilos de memoria, hilos de contacto físico e hilos de significado.

—Yo tampoco he entendido bien esa parte, pero el poder de ella lo define Denzel en tres partes: comunicación espiritual, visión del futuro y lectura de objetos.

—Así es. Por lo visto, la bruja Mó podía ver perfectamente a los fantasmas y espíritus, cuando para nosotros son totalmente invisibles, y podía hablar con ellos o invocarlos desde las otras dimensiones. Por otro lado, tenía la capacidad de predecir el futuro, pero no se trata de la predicción de un único evento exacto, sino de la predicción de probabilidades. Según vivía en el tiempo presente, y según lo que sucediera en el tiempo presente, a ella le venían visiones ocasionales de los futuros que más probabilidad tenían de suceder. Dependiendo del interés, la concentración y el esfuerzo que ella le pusiera a esta capacidad, podía tener desde visiones vagas y sin detalle hasta una visión clara de un evento futuro más probable de suceder con fecha y todo. Y por último, Mó también poseía la capacidad de “leer los objetos”, que es percibir el llamado “plano intramaterial” que hemos dicho antes.

—¿Cómo funcionaba?

—Ella tocaba un objeto, y podía ver todo lo que estaba relacionado con él: otras personas que lo habían tocado, el uso que le habían dado, a quién perteneció en el pasado o a quién pertenece en el presente, incluso el significado sentimental que guarda dentro; es decir, el significado tanto simbólico como emocional que las personas que lo habían poseído o utilizado depositaron en él.

»De hecho, aquí Denzel relata una demostración con la que la bruja Mó le obsequió. Denzel tenía una muñeca de trapo que pertenecía a una niña que conoció años atrás. Esa niña era hija de agricultores, y un día ella, su familia y todo su pueblo fueron arrasados por unos bárbaros. Denzel se quedó con su muñeca para recordarla, puesto que había hecho mucha amistad con ella y su familia mientras viajaba por esas tierras. Entonces decidió dársela a la bruja para ver qué podía hacer. La bruja tocó la muñeca y, a los pocos segundos, se le pusieron los ojos en blanco, se quedó en trance. Luego despertó y le contó a Denzel lo que había visto. Todo, absolutamente todo lo que decía era correcto. Le contó quién era la dueña de esa muñeca, las personas relacionadas con la niña y los eventos más importantes de su vida, incluyendo el desastroso día de su muerte. Describió a la niña y lo que vivió mientras los bárbaros se hicieron con su pueblo. Denzel lo había vivido, y puesto que sus recuerdos coincidían con las palabras de la bruja, quedó atónito.

—O sea… —caviló—… que Mó podía ver la historia de ese objeto, así como el sentimentalismo que guardaba.

—Así es. Otro ejemplo fue que, de esta misma manera, Denzel pudo resolver el enigma del asesinato de un primo de un señor feudal que ocurrió un mes antes, dándole a Mó el puñal que se había usado para el asesinato. Ella detectó la verdad encerrada dentro del puñal, viendo quién lo empuñó y cómo había sido el asesinato.

—Un don excepcional —dijo, asombrado y emocionado.

—Sí, pero ya no existe en este mundo. Los brujos Xiaolang pasaron a mejor vida hace tres siglos y no se ha vuelto a hallar a nadie más en el mundo con unos poderes iguales.

—Magnífico, Señor, es todo lo que necesitaba saber —sonrió Yagami, recuperando los libros que Alvion le dio de vuelta, dejándolos sobre sus piernas—. Creo que sospecho la razón por la que mi compañero Jannik tenía ya conocimiento de este tema. Una vez oí decir a mi maestro Pipi que los Knive son el linaje más antiguo que todavía existe en el mundo. Un clan tan antiguo y persistente, sobre todo con capacidades tan poderosas, debe de saber muchas cosas sobre antiguos misterios, seres y poderes que han pisado este mundo. ¿Es tan antiguo como el linaje Zou?

—Hah… —a Alvion se le escapó una risa, mientras jugueteaba desinteresadamente con una pluma sobre su escritorio, haciéndola girar entre los dedos—. ¿Tan?

—¿Más aún? —se sorprendió Yagami—. ¿De qué año es el primer registro que se tiene de la existencia de los Knive?

—No sé… ¿Desde cuándo existe el homo sapiens? —preguntó Alvion entonces.

Yagami se quedó mudo, abriendo los ojos como platos.

—¿Qué? ¿Habláis en serio? ¿Cómo se sabe eso?

—Los dioses tienen ese registro. Por lo visto, los Knive llevan existiendo en este mundo y poniendo nerviosos a los dioses unos trescientos mil años.

—Joder, la hostia… —murmuró Yagami, pero hizo un gesto apurado y se tapó la boca—. Perdón por mi lenguaje.

—No te preocupes, Fuujin lleva 33 años deleitándome los oídos con el sonido de las palabrotas más pintorescas de siete idiomas diferentes.

Yagami estuvo a punto de reírse, pero de pronto se encendieron las finas pantallas de los tres ordenadores grandes que Alvion tenía sobre el escritorio, dos a un lado y el tercero al otro lado.

—“Alvion. Confirmada la localización de la banda de mercenarios Cherenvulk” —habló la voz femenina de Hoti por el despacho—. “Acaban de tramitar el pago del cargamento de ojivas en la frontera de Bangladés. Conflicto civil inminente en la región.”

—Envía las coordenadas del lugar donde se ha hecho el intercambio a los Líderes de la LRS, SRS y la NRS de Calcuta de inmediato —dijo Alvion directamente, y tan tranquilo como siempre—. Intercepta las comunicaciones dirigidas a Dublín hacia la sede de la banda hasta que la captura finalice. Comunica a los monjes que vayan enviando dos aviones a la región y que los almaati de la LRS se encarguen de dirigir la operación de ocultamiento antes de que ningún signo de actividad llegue a ojos u oídos de algún medio de comunicación de la zona, autoridades o políticos. Y que la NRS cancele la ejecución de los dos condenados asignados, quiero que los traigan aquí vivos e intentar su reforma también, hasta que el nudo latente sea solucionado y la Hoti negra pueda darme datos certeros.

—“Hecho” —contestó la Hoti blanca.

Yagami se quedó algo impresionado. La respuesta de Alvion había sido tan inmediata, firme y natural que parecía un juego de niños para él. El anciano estaba sorbiendo el último trago de su taza de café cuando vio la cara anonadada del japonés, y levantó sus cejas blancas con un interrogante.

—Guau… En fin, Señor, no quiero robaros más tiempo —dijo Yagami—. Nada más quiero haceros una última consulta.

—Adelante.

—Veréis… se trata de la ARS de Tokio. Y es que su comportamiento de los últimos meses nos preocupa. Estamos ejerciendo un espionaje inofensivo sobre ellos, y…

—Yo no me ocupo de vuestros asuntos de competencia, rivalidad y peleas.

—Ya, lo sé, pero es que… me preguntaba si vos tal vez podríais saber si la ARS ha estado metida en actividades… digamos… que se saltan las normas primordiales de la Asociación.

Alvion se quedó callado, y de repente miró muy serio al Shokubutsu.

—Esa es una acusación muy grave.

—Señor… realmente es algo que nos preocupa a la SRS.

—Puedo asegurarte que no he detectado nada alarmante alrededor de Viernes. A los iris que padecen los majin más peligrosos, como ella o como Neuval, los tengo siempre en prioridad —se señaló la frente, aludiendo a su mente—. Si Viernes hubiese manifestado brotes de majin importantes o quebrantado alguna norma primordial, lo habría detectado en mi mente. Pero no es el caso.

—Entiendo… Sé que es impertinente por mi parte insistir, Señor, pero, ¿podríais por ejemplo ver ahora qué anda haciendo la ARS? No os pido que me digáis qué hacen, puesto que es información privada, pero si veis algo fuera de lugar…

—Está bien. Dame un momento.

Alvion cerró los ojos y comenzó a concentrarse. Dado que tenía a unos tres millones de iris conectados a su mente, localizar a unos en concreto podía llevar unos largos segundos. Cuando algún iris tenía un brote de majin grave, Alvion lo detectaba de forma automática como un impulso energético, como una alarma que saltaba sola. Pero, a veces, los brotes de majin no eran muy graves, y aun así el iris podía actuar bajo sus efectos y la alarma no llegaba a la mente de Alvion tan clara o rápida como el otro caso.

Algo fallaba. No estaba consiguiendo conectar bien con los miembros de la ARS. Sí podía detectar sus iris, y al menos eso era buena señal, pero le estaba costando visualizar en qué lugar estaban, y qué hacían.

Alvion volvió a abrir los ojos. Se quedó abstraído mirando su escritorio. Yagami vio su expresión de disgusto. Brincó en su silla y estuvo a punto de preguntarle si había visto a la ARS hacer algo malo, pero se dio cuenta de que no se trataba de eso. Alvion estaba disgustado, y callado, porque estaba decepcionado con la evidente falta de eficacia de su poder. Solamente intentando hacer este simple ejercicio, se dio cuenta de que sus capacidades estaban mermando.

—Lo siento —murmuró el anciano.

—¡No! No os disculpéis —se apuró Yagami—. No debí pediros hacer algo así.

—Si no me lo hubieras pedido, no habría sabido que mis capacidades están a este nivel. Es bueno ser consciente de esto. Si no soy capaz de detectar correctamente la energía de todos mis iris, no podré proteger correctamente su bienestar y la armonía de la Asociación. En ese caso, ahora sé que necesito acudir más de lo que pensaba a la ayuda de los monjes y de los propios iris para cuidarnos mejor los unos a los otros.

—Haremos lo que sea —afirmó Yagami.

—Al menos, puedo decirte que sigo conectado a todos los iris de la ARS. Eso quiere decir que siguen teniendo iris. Aunque estén enfermos de majin, parece que se mantienen en un grado controlable. Pero eso no es garante de que todo vaya bien con ellos. Con este debilitamiento de mi poder no podemos confiar en él. Por eso, si a Nicolás le preocupa algo sobre la ARS, no me queda más remedio que pediros a vosotros que comprobéis que todo va bien con ella.

—Por supuesto, mi Señor. Nos encargaremos nosotros, no os preocupéis. No dejaremos que nada ponga en peligro a los humanos ni a la Asociación, sean criminales o sean iris enfermos —concluyó el Shokubutsu con determinación, y se puso en pie, haciendo una inclinación de respeto—. Gracias por toda vuestra ayuda y vuestro tiempo, Alvion. Me ha servido mucho. Ya tengo lo necesario para regresar a Tokio y darles a mi Líder y a mi Guardián lo que pedían. Devolveré estos libros a la biblioteca y…

—Tranquilo. No pierdas tiempo con eso, déjamelos ahí en mi estantería y ya los llevaré yo a la biblioteca. Agatha acaba de venir al templo, ha traído a tres nuevos iris convertidos. Aprovecha y ve a buscarla al hall principal del templo para que te lleve de vuelta en un teletransporte.

—Estupendo —sonrió, y se dirigió al tramo final de la enorme estantería que cubría las tres paredes que rodeaban el escritorio de Alvion, que aún tenía algunos huecos libres y el anciano utilizaba para depositar los libros que más a menudo solía consultar o leer.

En cuanto los dejó ahí en un hueco, Yagami captó algo con el rabillo del ojo que le llamó la atención. Entre los otros libros que ahí había, reconoció uno de forma inmediata, porque era uno que había visto muchas veces. Era un libro de tapas duras negras, y en el lomo estaba escrito en blanco el título, La hipocresía justificada, y el nombre el autor, Naoki Katsu.

Yagami se quedó inmóvil, todavía con una mano sobre los libros de Denzel, mirando fijamente ese libro negro. Parecía haberse quedado en blanco. Alvion se dio cuenta, y entendió lo que pasaba.

—¿Por qué tenéis esto aquí? —preguntó Yagami, con una voz agravada.

—Porque es útil e interesante. Es conocimiento que valoro.

—Proviene de un criminal. De un asesino en serie sin escrúpulos.

—Tu padre era más cosas aparte de eso, Yoshiyuki.

Yagami terminó de colocar los libros de Denzel, y se quedó mirando la estantería en silencio, dándole la espalda al anciano. Estaba molesto, pero no por lo que el Zou le había dicho, ni porque tuviera ahí ese libro. Fue por traerle de nuevo estos recuerdos que llevaba desde los 8 años queriendo dejar atrás. La vergüenza, la rabia… Por eso tuvo que ponerse el apellido de su madre, Yagami, y dejar de llamarse Yoshiyuki Katsu.

—Lamento que te haya molestado ver ese libro ahí —dijo Alvion.

—No… No es culpa vuestra. Son mis batallas internas —concluyó más calmado, y volvió a girarse hacia Alvion y a inclinarse—. Por favor, decidles a mis padres adoptivos, si los ve, que lamento irme sin despedirme y que ya vendré de visita en otra ocasión. Oh, y me disculpo en nombre de ellos, por todas las veces que os han espiado en vuestros momentos privados componiendo poesía para vuestra esposa. No se lo tengáis demasiado en cuenta.

Tras decir eso, Yagami salió rápidamente del despacho para ir a buscar a Agatha antes de que esta se marchara del templo. Alvion ya estaba solo, pero se le había quedado una cara de tremendo disgusto, y roja de bochorno, con las palabras de Yagami de “por todas las veces que os han espiado” haciendo eco en su cabeza.

—¿¡Lo han hecho más de una vez!?









35.
Los dones de los brujos Xiaolang

Por fin. Después de tres semanas en el Monte Zou cumpliendo la tarea de investigación que Pipi le había encomendado, Yagami al fin dio con dos libros en los que podría estar la clave del misterio.

Tal como Pipi le había comentado a Neuval ayer, hace varias semanas, antes de que sucediera el problema de Kyo con la MRS y el pergamino que querían robar, él y su SRS habían tenido una misión de gran magnitud, en la cual Pipi había pedido la colaboración de la ORS de Kanon, la otra Líder e íntima amiga de ellos. Había sido una misión internacional porque habían tenido que seguir a una gran banda de tráfico humano que operaba en Japón con contactos en Corea, Taiwán y Filipinas. Ya la habían cumplido con éxito.

El caso es que, en una breve estadía en la pequeña ciudad taiwanesa de Taitung, Pipi se había topado con una vieja pareja de Knive, un hombre y una mujer ya mayores. Siempre eran muy fáciles de reconocer, vestían con ropajes negros y góticos, eran muy pálidos, algunos albinos y otros con cabello oscuro; solían llevar ojos pintados de negro, o los labios, o las uñas, y siempre portaban accesorios metálicos o joyas de plata. Y todos daban miedo a simple vista. Aunque algunos no lo pretendían.

De hecho, Pipi se llevó el susto de su vida cuando se topó con ellos, y pensó que él y su SRS estaban a punto de ser aniquilados, hasta que el pequeño Jannik llamó a la anciana por su nombre. Resultaba que era una tía abuela suya, por lo que ella y su marido eran Knive secundarios, es decir, la rama de los Knive aliada de la Asociación y alejada de los valores originales de los Knive primarios. Entonces, los testículos de Pipi volvieron a bajar a su sitio.

Encontrarse con Knive por el mundo y lejos de Europa no era imposible, pero sí bastante raro, aunque ya se sabía que había muchos por el mundo y nadie sabía qué hacían; todo en ellos siempre era un secreto. Nadie de la Asociación, ni siquiera los Zou, tenían derecho a preguntar o meterse en sus asuntos, era un acuerdo que tenían que respetar.

No obstante, Jannik estuvo un rato hablando a solas con la pareja, mientras Pipi y el resto de la SRS y la ORS de Kanon esperaban para continuar con la misión. Cuando Jannik se despidió de sus parientes y regresó con sus compañeros iris, se reunió con Pipi a solas para hablar en privado:

«—¿¡Que qué!? —exclamó Pipi—. No, no… Repítelo, creo que no te he entendido bien.

—Se que es harto extraño, maestro, pero mi familia es experta en reconocer a simple vista a cualquier tipo de ser. Mi tía dice que ya son varios Knive secundarios los que han llegado a ver o a hallar el rastro de un arki, a lo largo de los últimos tres o cuatro años en varias regiones de Europa y Asia. Nadie ha logrado seguirle la pista más de un día, pero se sospecha que ha llevado a cabo actividades en solitario, contactos muy breves y discretos con gente de todo tipo… Dice mi tía que fue el año pasado cuando ella se cruzó cerca de este arki, en Corea del Sur. Estaba solo, en una cafetería, sentado en una mesa. Lo oyó hablando solo, como si estuviera alucinando. Mi tía no entiende japonés, pero recuerda que la palabra que más repetía era “dones”.

—¿Dones? —arqueó una ceja—. Un momento… ¿ese arki hablaba en japonés?

Pipi de repente se quedó mirando al vacío con una cara como asustada. Jannik frunció el ceño, preguntándose qué se le había pasado por la mente.»

Por supuesto, eran dos factores bastante significativos como para no hacer una relación inmediata. ¿Un arki japonés? ¿Cómo no iba la imagen de Izan a cruzar la mente de Pipi? De ser cierto, sería una noticia devastadora. Hacía años que Izan fue cayendo en el olvido. Y era lo mejor. Porque su marcha dejó una enorme cicatriz, tanto en la SRS como en la KRS. El hijo de Hideki y de Emiliya…

Sin embargo, era crucial en el mundo de los iris no presuponer cosas, por muchas coincidencias que reuniese. Asegurarse de los datos era primordial, dar con pruebas certeras, visuales, palpables. ¿Quién sabe? Podría tratarse de otra persona, otro iris japonés que cayó hasta el final de la enfermedad, y a lo mejor Izan seguía perdido en otra parte del mundo.

Lo de “dones” no lo entendió. Pero tenía que ser importante, si era la palabra que más repetía.

Pipi era muy famoso en la Asociación por su infalible instinto. Cuando se olía algo, sabía prepararse de antemano y, sobre todo, solía acertar. Incluso con las cosas más pequeñas, sutiles y aparentemente sin importancia. Por eso, ya desde hace tres semanas había puesto en marcha una investigación privada. Se reunió a solas con Waine, su Segunda, y con Jannik, Guardián, en el Yoho Pub en la madrugada, el mismo antro secreto donde pocos días después se reunieron también Lao y Neuval a solas para hablar de la desaparición de Kyo.

En esa conversación, Jannik insinuó que tal vez él conocía algunas historias sobre los llamados “dones”. Como Pipi tenía el olfato más afilado del mundo, sabía que el niño, en realidad, estaba diciendo que conocía bastantes cosas sobre ese tema, pero era uno de esos enigmas del mundo que la familia Knive solía saber y guardarse para ellos, y Jannik tenía algún tipo de prohibición de hablar sobre ello.

No obstante, el niño le sugirió a Pipi que enviara a alguno de sus compañeros a investigar por sí mismo los datos de ese tema en la biblioteca Zou. Como Jannik se había criado en la Ciudadela de las tierras Zou, los libros y reliquias que guardaba el templo no eran desconocidos para él y sabía que existían libros donde se hablaba de este enigma. Un Knive no podía hablar sobre ello, pero un iris sí podía descubrirlo por sí mismo a través de los libros y documentos disponibles para el conocimiento de cualquier curioso.

Entonces, Pipi le encomendó esta tarea a Yagami, sabiendo que era el idóneo. Por una parte, porque él también creció en las tierras Zou y sabía desenvolverse muy bien allí; y por otra, porque la profesión humana de Yagami era librero, y uno bastante apasionado y erudito. Él sabría encontrar la información en menos tiempo que cualquier otro, especialmente porque tenía que hacerlo solo y no podía acudir a nadie que lo ayudara.

Después, tras lo sucedido con Kyo, el pergamino y la MRS, resultando que fue el propio Kaoru quien le chivó a la MRS que Kyo guardaba el pergamino, sumado al comportamiento cada vez más distante y raro que Viernes llevaba meses mostrando, sumado al detalle de que su ARS no se presentó a la bienvenida de Fuujin y sumado al hecho de las actividades sospechosas que Jannik ya había visto en Daiya y en Kaoru en el instituto, Pipi y Waine decidieron iniciar el espionaje sobre la ARS.

Ahora estaban saliendo los frutos. Sakura iba a confirmarle a Pipi el imperdonable acto de traición que la ARS había cometido esa noche. Y Yagami, cuando la luz del alba ya inundó el interior de la gran cúpula central acristalada de la biblioteca del templo, agarró los dos libros clave que había encontrado tras haber leído docenas en esas semanas.

—Ah… —murmuró cuando, al salir a uno de los jardines exteriores, vio a Yénova pasando por ahí—. ¡Monk! —la llamó, y corrió hacia ella.

La monje se dio la vuelta, revelando lo que sujetaba entre sus brazos, dos enormes cuencos llenos de palomitas de maíz. Contrastaba bastante, Yénova siempre solía ir de un lado a otro portando o cargando algún tipo de arma diferente cada vez, porque iba a instruir a los iris en su uso y manejo. Uno solía encontrársela por ahí llevando colgadas a la espalda un par de bazucas, por supuesto de la marca Hoteitsuba, o incluso arcos, espadas, naginatas… o entre las telas de sus ligeros ropajes asomaban cinturones con algunos cuchillos, machetes y granadas… Ahora solamente portaba su machete predilecto en un estuche sujeto en su muslo derecho. Con su piel morena con manchas decoloradas y su cabello blanco decorado con trenzas y abalorios, miró a Yagami con un interrogante.

—Monk Yénova, disculpa, ¿por casualidad sabes si Alvion está en su despacho ahora? No quiero hacer el viaje en vano.

La monje no dijo nada, se mostró pensativa unos segundos. Después, mirando a un lado y a otro con aire discreto, le hizo un gesto con la mano indicándole que le siguiera.

—Oh…

Yagami, confuso, la siguió y salieron de aquel jardín, metiéndose por un callejón estrecho entre otros edificios colindantes del templo, para después descender por un angosto sendero, en una parte escarpada de la ladera del monte por donde caía una pequeña cascada. Caminando un minuto por el pequeño bosque junto al riachuelo, Yagami divisó a tres personas sentadas juntas sobre un tronco caído, bastante camufladas entre la maleza, justo al borde del bosque. Estaban de espaldas, mirando hacia el exterior, hacia la orilla del riachuelo.

Cuando llegaron hasta esas personas, Yagami frunció el ceño. Se trataba del fortachón monje Squal; a su lado estaba el viejo Ian Crosbie, un Guardián del Monte ya retirado, y cabeza del clan Crosbie, una de las “familias internas” de las tierras Zou, con su característico pelo cobrizo. Y a su lado estaba su mujer Mandy, una ex-almaati. Eran los padres de Effie, la iris Rayo de Pipi, y de otros seis hermanos pelirrojos, siendo Nessie la mayor y la actual Guardiana Mayor de su clan, la misma mujer a la que le faltaba medio brazo y portaba una naginata y que el otro día recibió a Yako en la entrada de las tierras Zou. Pero también eran los padres adoptivos de Yagami, lo criaron dentro de su familia cuando este era un niño huérfano recién convertido en iris.

—¿Qué hacéis vosotros cuatro aquí, tan temprano en la mañana y tan escondidos? —les preguntó Yagami.

—Ssh —lo mandó callar monk Squal, mientras Yénova le daba uno de los cuencos rebosantes de palomitas y se sentaba a su otro lado con él.

—Yoshiyuki, cielo, no hagas ruido —le pidió Mandy en voz baja.

—No te lo pierdas, hijo —le sonrió Ian, haciendo gestos con la mano—. Hoy es una de esas mañanas.

El pobre Yagami estaba muy perdido, y entonces se asomó cautelosamente entre los arbustos para ver qué cosa tan interesante había en la orilla del pequeño río. Se quedó perplejo por un momento. Era Alvion. Iba vestido de un modo más ligero e informal, con una camisa de estilo chino sin mangas y unos pantalones bombachos de estilo árabe igual al que solían llevar los iris en su uniforme dentro de las tierras, y caminaba descalzo sobre la orilla del riachuelo. Se había recogido su larga melena blanca en un moño algo rudimentario. En una mano sostenía un libreto abierto, y en la otra sujetaba lo que parecía ser un cepillo gigante, formado por un gran mástil de metal de tres metros de longitud con un cabezal en su extremo lleno de rígidos y gruesos alambres.

Pero lo que más llamó la atención de Yagami, fue la gigantesca tigresa de cuatro metros de altura que tenía al lado, tumbada con medio cuerpo en el río y medio cuerpo en la orilla.

—Un momento… ¿Ese es… uno de los…?

—Uno de los tigres gigantes de Yeilang Zou —asintió Ian—. Esa es la hembra, puedes ver que tiene un pelaje naranja tan intenso que por eso el hijo de Alvion la bautizó Suhara, que significa “magma”. ¿A que es impresionante? Creo que esta es la cuarta o quinta vez que veo a uno de los tigres gigantes en toda mi vida. Es uno de esos momentos mágicos de vivir aquí.

—Pero no estamos aquí sólo por el deleite de ver tan de cerca a uno de los tigres gigantes —apuntó Yénova, con la boca llena de palomitas—. Estamos aquí por el show.

—¿El show? —repitió Yagami, y la monje le señaló a Alvion con el dedo.

Yagami volvió a observar a su Señor. Se le oía hablar en voz alta, pero en idioma árabe, así que no entendía lo que decía. Lo hacía mirando su libreto, por lo que parecía estar recitando algo escrito en él, mientras iba de un lado otro, como indeciso.

—“… y si descendiera por tu mar de piel, como alud de ternura y miel, con temblor en tu palabra, mi corazón se derrama…” Agh… —se interrumpió el anciano de repente, e hizo un gesto insatisfecho, y volvió a caminar hacia la tigresa hasta pararse junto a su enorme pata delantera, y comenzó a rascarla con ese gran cepillo de alambres, un placer que la tigresa expresaba cerrando los ojitos y emitiendo sonidos de garganta—. “Se derrama”… “se esparce”… No, qué bobada. ¿A ti te suena estúpido? —levantó la vista de su libro para mirar a Suhara, pero esta estaba demasiado ocupada disfrutando de cómo él le rascaba la pata con el cepillón—. No me estás ayudando nada. Esto es importante, Suhara, tengo que tenerlo terminado a tiempo.

—Monk Squal, tú hablas árabe, ¿qué está diciendo? —quiso saber Yagami—. De hecho, ¿qué narices está haciendo?

En ese momento, los dos monjes y los señores Crosbie se miraron entre ellos, compartiendo un silencio un poco pesaroso. Entonces, Yénova decidió explicárselo ella misma.

—Bueno, verás… Alvion empezó a hacer esto hace algunos meses. Más bien… empezó a volver a hacerlo, después de tantos años.

—¿Volver a hacer el qué?

—Escribir poesía. Solía hacerlo en el pasado, cuando nuestra Señora Lubna vivía. Él siempre le recitaba poesía a su esposa, en el idioma natal de ella, el árabe. No se trataba sólo de ser romántico y esas cosas… Para Lubna, era una costumbre muy importante, algo muy valioso. ¿Recuerdas la historia? ¿De los trágicos orígenes de nuestra Señora Lubna? —Yagami asintió con la cabeza—. Cuando Alvion la rescató de joven de aquel infierno, esto era lo único que conseguía hacer que Lubna dejara de gritar por las noches o llorar durante el día. Ella sanó de su trauma y de su intenso miedo a los hombres gracias a la paciencia, la delicadeza y por supuesto el tremendo amor con los que él la trataba. Lubna era una frágil flor de cristal porque la criaron para serlo. Pero Alvion la ayudó a convertirse en un gran roble, fuerte, importante, y lleno de ilusión por vivir. La poesía era un refugio para ambos, algo privado entre ellos, un hobby compartido muy apreciado.

»El caso es… —suspiró la monje con tristeza—… que cuando las gemelas de Alvion fallecieron antes de tiempo, todavía dentro del vientre de Lubna, la pena pesó tanto sobre ellos que abandonaron su hobby de la poesía. Cuando varios años más tarde falleció Lubna por vejez, Alvion guardó todos los poemas que escribieron en un baúl y los dejó abandonados en un armario. Y más tarde… cuando… nuestro Señor Yeilang murió asesinado por a saber quién y el pequeño Yako se convirtió en iris, Alvion prendió fuego al baúl. Todos sus escritos y los de Lubna, perdidos para siempre. Fue un acto impulsivo de ira y tristeza.

—Ya veo… ¿Y qué le ha animado a retomar la poesía ahora? —preguntó Yagami.

—La proximidad de su muerte —respondió monk Squal—. Consciente de que ya le quedan meses o quizá un par de años de vida, por lo visto Alvion no quiere morir sin antes haber compuesto el poema más perfecto y hermoso de su vida.

—Es un regalo para su esposa. Se está preparando para volver a ver a su querida Lubna en el más allá —continuó Mandy, agarrada al brazo de Ian—. Quiere presentarse ante su espíritu y saludarla con nuevos versos de amor. ¿No es precioso?

—Por lo menos una vez a la semana —explicó Ian—, Alvion se toma una o dos horas libres para esconderse en lugares como estos y trabajar en su poema final. Hoy se ha cruzado con Suhara de casualidad. Y está aprovechando para darle un baño a la gatita con ese enorme cepillo metálico de 200 kilos que sostiene en una mano como si fuera un simple cepillo de dientes.

—Alvion levanta con sus manos por lo menos mil toneladas de peso. Eso son 5.000 cepillos como ese —repuso Yénova.

—Por Dios, ¿y por eso estáis aquí espiándolo? —se escandalizó Yagami—. ¿Y con palomitas y todo? ¿Cómo tenéis la desfachatez de espiar a Alvion en algo tan íntimo y personal? ¿Cuántas veces lo habéis hecho ya?

—Desde que Yénova lo descubrió por primera vez hace meses… —dijo Squal, y empezó a contar con los dedos. Tardó bastante.

—¡Joder! ¿No os da vergüenza? —les reprimió Yagami, procurando no hablar demasiado alto—. ¿Cómo no ha sido capaz de detectaros aún?

—Supongo que porque somos humanos y energéticamente invisibles para él, y porque, como vivimos aquí, no le extrañará captar nuestros olores por el lugar.

—No esperaba algo así de unos monjes, mucho menos de vosotros —señaló a Ian y a Mandy.

—¿Ves? —le dijo Squal a su compañera monje—. Esto es lo que te dije que pasaría si un iris se enteraba, Yénova, no deberías haberlo traído. Se va a chivar.

—Respetar la privacidad de los demás es algo que también se espera de cualquier humano adulto decente, no sólo de los iris —gruñó Yagami.

—Hah… Eso lo dices porque tú estás casado con una famosa supermodelo japonesa —bufó Squal.

—¿Qué tiene que ver? —refunfuñó Yagami.

—Que te desespera no poder dar un simple paseo con tu mujer por Tokio sin que una horda de curiosos, cotillas, fans y pervertidos vayan corriendo a pedirle un autógrafo o a olisquearla profundamente de arriba abajo. Lo que nosotros hacemos es más inofensivo.

Tanto Yénova como los Crosbie no pudieron contener la risa, tapándose la boca con la mano, mientras la cara de Yagami se volvía rojo fosforito.

—Para que lo sepas, desde que Saori se disfraza con una peluca y una nariz postiza para salir a la calle, hemos podido tener los paseos más agradables de nuestras vidas. No sabéis lo molesto que puede ser cuando sólo quieres tener un rato de privacidad y ni siquiera tus propios amigos te lo conceden, y ni podéis imaginar lo mucho más duro que es cuando encima eres un iris y tu mujer humana está em-… —se calló de inmediato en medio de la palabra, y se quedó con una mueca muy graciosa con la boca apretada y los mofletes hinchados, paralizado y maldiciendo por dentro su tremendo descuido.

Igual de paralizados que se quedaron los otros cuatro.

—¡Ay! ¡Yoshiyuki! ¡No me lo creo! —Mandy fue la primera en levantarse de un brinco, acercando las manos al rostro de su hijo adoptado.

—Yoshi, ¿ibas a decir lo que creo que ibas a decir? —se levantó Ian también, con cara emocionada.

—¿¡De verdad!? —celebró Yénova—. ¿A qué viene esa cara? ¿Tenía que ser un secreto o qué?

—Me cachis… —masculló el Shokubutsu con fastidio, y miró a los Crosbie—. Tenía pensado decíroslo más adelante, trayendo a Saori aquí de visita en un momento más oportuno, no justo cuando estoy en medio de una investigación que Pipi y Jannik me han pedido hacer. Haced como si no hubieseis oído nada, por favor, y no le digáis todavía nada al resto del clan —les pidió a Ian y a Mandy, los cuales no podían dejar de mirarlo con ojos esplendorosos de ilusión y juntando las palmas sobre los labios, haciendo lo posible por no ponerse a gritar de alegría.

—¿Queréis parar de hablar tan alto? —protestó monk Squal, poniéndose delante de ellos—. A este paso Alvion acabará oyéndonos.

Los demás lo miraron. Pero, un segundo después, dieron un brinco y un respingo de susto, pues Alvion acababa de materializarse justo detrás del monje desde las sombras, y tenía un cara de todo menos contenta.

—No hace falta armar tanto escándalo, Yoshiyuki Yagami —seguía diciendo el fornido monje—. No nos chafes la diversión. Ver a un ser supremo haciendo algo tan cursi y tan bobo como recitar poesía y encima escondiéndose es lo más parecido que tenemos aquí a ver una comedia romántica. Pocas veces podemos ver una faceta tan sincera y tan humana del anciano. ¿Tan malo es que sintamos curiosidad por cómo los de su especie, tan inteligentes y con poderes divinos, se pueden volver tan blanditos y torpes en algunas situaciones cotidianas? ¿Qué os pasa en las caras? Lleváis como un minuto ahí mirándome como bobos. ¿Estáis sudando?

Nadie decía nada, ni pestañeaba ni respiraba, pues ahora mismo el aire estaba vibrando de una energía aterradora. Alvion miraba muy fijamente la nuca de monk Squal con sus inhumanos ojos amarillos, y una vena bien gorda palpitando en su frente. Squal no tardó en detectar, por fin, lo que estaba pasando. Sin siquiera girarse, y sabiendo que Alvion estaba ahí tras él y que lo había escuchado desde el principio, se le formó una temblorosa y esmirriada sonrisa, empezó a sudar igual que los otros y se alejó unos pasos, poniéndose directamente detrás de Yénova, Ian y Mandy, usándolos de escudo, a pesar de que Squal era más el más grande del grupo. Yagami, por su parte, se cruzó de brazos y suspiró, negando con la cabeza. Los otros seguían petrificados y pálidos mirando a Alvion.

El anciano daba miedo, tenía el rostro ensombrecido, y aunque sus ojos ahora mismo no estaban emitiendo luz, sus iris igualmente emitían un metálico reflejo dorado. Por un instante, observó esos dos cuencos de palomitas en el suelo junto al tronco caído, y después volvió a mirar a esos cuatro cotillas, que dieron otro respingo de disgusto. Tras dos minutos de tenso silencio, Alvion abrió la boca y tomó aire, como preparándose para decir algo. Entonces, señaló con el dedo pulgar a sus espaldas, por encima de su hombro, allá hacia donde estaba la tigresa gigante.

—Veréis, Suhara no ha desayunado aún… —les dijo con un tono casual.

—¡Waaah! —gritaron de inmediato las dos parejas, y salieron corriendo sendero arriba—. ¡Perdonadnos, Señooor…!

Acabaron huyendo, dejando a Alvion y a Yagami ahí solos.

—¡Gamberros! —exclamó el anciano.

El Shokubutsu vio que por fin podía tener un momento a solas con él para consultarle sobre esos dos libros que traía bajo el brazo. Pero cuando fue a hablarle, Alvion le pasó de largo un momento, para coger del suelo uno de los cuencos que todavía tenía palomitas. Y se puso a comérselas, así como si nada, y regresó tranquilamente a la orilla.

Mm. Masitda —murmuró para sí mismo en coreano. (= Mm. Qué ricas.)

—Aeh… —titubeó Yagami—. Mi Señor, me preguntaba si me podríais dedicar unos minutos de vuestro valioso tiempo para aclararme algunas dudas sobre lo que estos libros cuentan. Están escritos en inglés y no soy muy bueno leyendo en ese idioma, por lo que no he podido aún entenderlos en su plenitud, y… es una información que mi Líder y mi Guardián necesitan.

—¿Mm? —Alvion, allá junto a Suhara, se giró hacia él, abrazando el cuenco y masticando palomitas—. ¿Tu Guardián también? —preguntó extrañado de que lo incluyera, cuando lo normal era que sólo el Líder o el Segundo solicitaran las informaciones o investigaciones.

—Bueno… de hecho, él es quien nos ha indicado… o sugerido… investigar sobre este tema en concreto. Creo que es una de esas cosas que él sabe, pero de las que tiene prohibido hablar, por lo de las normas de su familia y eso. Él ha sugerido que busque sobre este tema, y mi Líder quien me ha dado la orden de hacerlo.

—Huh… —murmuró Alvion, comprendiendo, y poniendo una mueca de interés, pensativo.

Sin embargo, de pronto apareció una lengua gigante detrás de él, y le dio un lametón desde los talones hasta la nuca con tanto ahínco que acabó tirando a Alvion al suelo, enterrando la cara por toda la tierra fangosa de la orilla.

—¡Oh, no! —se alarmó Yagami—. ¡Alvion!

El anciano hizo un gesto levantando la mano y se incorporó un poco. Se abrieron unos ojos ámbar entre toda esa máscara de barro que cubría su cara. Su larga cabellera blanca también estaba manchada, cayendo despeinada por todos lados. Miró a la tigresa y emitió unos sonidos guturales, comunicándose con ella, transmitiéndole algún tipo de queja. La tigresa respondió apoyando la barbilla en el suelo, con aire un poco culpable, como si se disculpara.

—Esta niña no entiende que ya no tengo 70 años, ni 40 —farfulló Alvion, terminando de ponerse en pie, crujiéndole algún hueso en el proceso—. Ay.

—Señor, os ayudo a limpia-… —se apuró Yagami.

Pero, antes de dar un paso hacia él, vio a Alvion convirtiéndose de repente en agua. Su cuerpo se transformó en una masa de agua dentro de sus ropas embarradas, que se movió por el aire y se sumergió en el río con sus prendas incluidas, fusionándose con él. El barro se desprendió de las ropas y se lo llevó la corriente. A los pocos segundos, esta masa de agua viva volvió a emerger del río y se posó de regreso a la orilla, dentro de las prendas ya limpias. Acto seguido, se transformó de vuelta en el cuerpo de carne y hueso de Alvion. Al final, con una sola orden mental, el agua que le empapaba se desprendió de su cuerpo en un segundo, y quedó seco e impecable.

Yagami se sintió un poco tonto por creer que Alvion necesitaba ayuda para quitarse un poco de barro. Aunque tenía que admitir que le asombraba conocer esta faceta tan informal de él. Normalmente, siempre procuraba mostrarse ante sus iris de la forma más elegante, seria y educada posible, simplemente para dar una imagen ejemplar de un buen y respetable dirigente. Pero ahora estaba en su rato libre y tampoco parecía importarle mucho que Yagami lo viera con esa ropa tan sencilla y en un momento de humilde ocio.

El anciano recogió su libreto de poemas que antes había dejado junto al cepillo gigante cerca de Suhara, se lo guardó en un bolsillo del pantalón bombacho y se acercó a Yagami, mientras volvía a recogerse su melena blanca en un moño imperfecto con una cinta.

—¿Té o café? —le preguntó.

—¿Eh? Eh… —le chocó la pregunta—. ¿Café?

Alvion le tendió una mano. Yagami al principio no lo entendió, pensó si es que quería que le diera los libros para verlos, pero no, porque no la tendió con la palma hacia arriba, sino como si quisiera estrecharle la mano. Con un poco de duda, Yagami le agarró la mano. Entonces, Alvion despegó los pies del suelo y echó a volar, no muy rápido, para que el pobre Yagami no se asustara. Este, aun así, soltó una exclamación y procuró agarrarse bien fuerte a la mano del anciano.

Se lo llevó volando por lo menos 300 metros de altura hacia la Torre Mayor, la más alta del templo, donde tenía su despacho. Lo dejó posar cuidadosamente en el balcón, que, más bien, era una logia, o pasillo interno con un lado abierto al exterior mediante una serie de arcos y pequeñas columnas apoyadas sobre la barandilla. Después se posó Alvion, que fue directamente a abrir la puerta de la cristalera que accedía al despacho. Le hizo un gesto cortés a Yagami, invitándolo a pasar primero.

—Guau… Esto de volar te hace la vida incluso más fácil que poder saltar grandes alturas —sonrió Yagami, pasando al interior—. No me extraña que Neuval se pasara la vida flotando de un lado a otro cuando adquirió esa habilidad tras nacer su primer…

No pudo terminar la frase, porque una sobrecogedora imagen le robó la voz. Vio allá a pocos metros, en la otra zona del despacho, el brillante y pulcro Árbol de Lixue, con sus raíces enterradas entre las mismas losas de piedra del suelo y sus hojas de luz blanca, parecidas a plumas. Cualquier iris sentiría fascinación por verlo tan de cerca, pero Yagami, especialmente siendo un iris Planta, se quedó directamente hipnotizado. Pudo estar así dos minutos, en blanco, mientras Alvion preparaba café en la moderna cafetera de la marca Hoteitsuba que tenía allá en un rincón del despacho. La diseñó y se la regaló el viejo Lao hace unos años.

—Si lo llego a saber antes, te habría invitado a verlo antes —le comentó el anciano, apareciendo a su lado.

Yagami se sobresaltó, despertando del embelesamiento, y miró a Alvion, que estaba ahí con él sujetando una bandeja con dos tazas, una jarrita de leche, un tarrito de azúcar y otra jarra con café, observando también el Árbol de Lixue. Yagami era un hombre larguirucho, con un cabello marrón ceniza largo y un poco enmarañado, y la forma de sus ojos oscuros, con pómulos realzados, hacía parecer que siempre tenía la mirada jovial y risueña. Y, si no fuera porque debía llevar el traje iris reglamentario, que solían ser prendas blancas, grises y negras más el fajín de color verde claro alrededor de su cintura para indicar su elemento, llevaría su ropa habitual, de estilo más grunge o metalero, aunque en su muñeca seguía llevando su muñequera de pequeños pinchos. Solía ser un tipo muy tranquilo, suave y amable, por lo que a muchos les costaba creer que fuera fan del heavy metal.

Aun así, Alvion era todavía un poco más alto que él. Pero porque Alvion siempre había sido un tipo grande, al menos en sus años jóvenes y adultos. Antes solía medir algo más de 190 y tener una complexión fuerte; de hecho, todos los Zou compartían esa misma complexión. Como si todos estuvieran diseñados bajo un mismo patrón de perfección. Pero, ya llegado a esta avanzada edad, había menguado un poco, tanto en altura como en masa muscular, y ahora quizá medía 187. Quien más se le parecía con esa complexión de tipo grande de sus años jóvenes era Neuval.

Yagami no pudo evitar observar por unos segundos los brazos del anciano, ahora que vestía con esa camisa sin mangas. De cerca, se veía con más claridad, y era una imagen sobrecogedora, la cantidad de cicatrices que le cubrían la piel, y probablemente tenía más en el resto del cuerpo. Era sobrecogedor, porque normalmente un Zou tenía una alta capacidad regenerativa, capaz de curarse heridas sin dejar cicatriz detrás. Incluso si recibía una segunda herida en el mismo lugar, podía curarse sin dejar rastro. Pero cuando esa misma zona del cuerpo recibía una tercera, cuarta, quinta herida… esa capacidad regenerativa se cansaba, y al curarse, no podía evitar ya dejar marcas y cicatrices.

Siendo un iris Shokubutsu y además veterano, Yagami era un experto curandero como muchos de su mismo elemento, usando la ciencia de las plantas y su química para sanar. Pero la ciencia de la Química y la Botánica era la ciencia predilecta de los Zou, ellos eran los más sabios del mundo en esto. Cuántas veces habría usado Alvion sus propios remedios vegetales para curar sus heridas, y aun así tenía el cuerpo cubierto de todo tipo de lesiones porque no había parado de recibirlas.

Alvion le indicó con un gesto que se sentara en una de las sillas delante de su escritorio. Yagami obedeció, pero cuando vio al anciano posando la bandeja sobre la mesa y comenzando a servirle la taza de café, se volvió a levantar de un salto.

—¡Oh, no! Dejad que lo haga yo, no hace falta que vos…

—¿Leche y azúcar? —le interrumpió.

—Pero, Señor…

—Si tú me invitaras a mí a tu casa a tomar un café, ¿te parecería normal que fuera yo quien te lo sirviera?

—Eh… —titubeó, y se lo imaginó—. Ah —reconoció que, efectivamente, sería bien raro, además de inadecuado. Así que volvió a sentarse en la silla—. Con un poco de leche, sin azúcar.

—Marchando —sonrió el anciano por fin.

Yagami también dejó entrever una sonrisa, relajándose. A veces un iris se olvidaba de que Alvion no era su jefe de trabajo. Era más que eso. Cuando pasaban unos pocos minutos a su lado era cuando lo recordaban. La verdad es que le pareció curioso, y entrañable, lo mucho que esta imagen de Alvion sirviéndole un café le recordaba a Yako sirviendo a los clientes de su cafetería.

—Muchas gracias —dijo Yagami, tomando su taza.

—De nada —respondió el anciano, sentándose en su sillón al otro lado del escritorio con su taza también—. Pues, cuéntame, joven. Tengo mucha curiosidad. ¿Cuál es el tema que el pequeño Jannik Knive te ha sugerido que busques en los libros de la biblioteca?

—Pues veréis, es un tema del que nunca hemos oído hablar. No conozco a ningún iris que lo haya oído o mencionado alguna vez, ni siquiera los monjes o las gentes de las tierras. Se trata de algo que llaman “dones”.

Alvion sólo levantó las cejas, pero no dijo nada.

—Investigando aquí, he aprendido que la Asociación trató con este tema hace mucho tiempo, y en su momento fue objeto de estudio, pero hace mucho que volvió a caer en el olvido y apenas algunos libros de Ciencias Energéticas y de Historia de la Asociación lo mencionan. Donde he encontrado la información más detallada y extensa sobre unos “dones” en concreto, es en estos dos libros escritos por Denzel hace… —abrió uno de los libros para ver la fecha escrita en los créditos—… trescientos años. Este primer libro que he encontrado habla de algo que sí es bien sabido por toda la Asociación, el propio poder de Denzel y de Agatha, el llamado “don taimu”, o “don del Espacio-Tiempo”, simplificado a “don del Tiempo”.

»Todos los iris, en nuestro aprendizaje aquí, se nos enseña desde el principio qué tipo de seres son Agatha y Denzel. Pero se nos enseña lo básico de ellos —apuntó, levantando un dedo con énfasis; después miró al anciano con una expresión más agravada—. Señor… no sabía que los orígenes, la naturaleza y las condiciones alrededor de Agatha y Denzel fuesen tan complicadas… En nuestro aprendizaje, se nos enseña que Agatha no es humana y que nació con el don taimu porque los dioses del Yin se lo otorgaron. Pero… no nos detallaron el hecho de que ella no “nació” exactamente. Fue creada de la nada… fabricada por los dioses del Yin. Pero que los dioses puedan hacer una cosa así… ya sabéis… crear algo material y con vida… es… —gesticuló con la mano, sabiendo que estaba hablando de algo delicado—. ¿No se supone que es antinatural? Es decir… Los dioses del Yin y el Yang son los creadores del Equilibrio, es decir, de nuestra realidad, de las leyes de cómo funciona nuestra realidad, no del mundo físico ni de los seres vivos.

—Efectivamente, Yoshiyuki, los taimu, especialmente Agatha, son unos seres con unos orígenes y condiciones muy complicados de explicar, y ha habido mucha controversia alrededor de ello —le interrumpió Alvion con calma, sosteniendo su taza humeante entre sus dedos frente a su barba—. Por eso, a los iris, en vuestro entrenamiento, sólo os explicamos lo necesario y esencial sobre los taimu y su poder. Por respeto a Agatha, sobre todo, quien ha luchado toda su vida por ser reconocida en la misma categoría de los humanos libres, y no en la categoría de “instrumento divino”. Siempre ha estado bajo los estigmas de “monstruo”, “demonio”, “herramienta”, “amenaza” o “peligro mundial”… por ser la primera criatura de su tipo en la historia del universo. No es que sea un secreto o un tabú; de hecho, Agatha ya les ha comentado a muchos iris que ella es un ser artificial creado por los dioses. A iris de confianza, claro. Porque ella lo considera un simple dato íntimo y personal que no tiene por qué saber toda la Asociación.

»Si me preguntas por qué los dioses del Yin decidieron por primera vez en millones de años de su existencia salirse de su naturaleza equilibrista y carente de deseos y emociones y desear o sentir curiosidad por crear algo físico y vivo en lugar de una ley de realidad… la respuesta que ellos les dieron a mis antepasados es porque necesitaban un “instrumento” que pudiera actuar aquí, en el mundo terrestre, de parte de ellos, para poder controlar o intervenir “legalmente” en la vida de los humanos.

»Antes de crear a Agatha, estaban viendo cómo la humanidad se estaba haciendo cada vez más numerosa en este mundo y cómo cada vez avanzaba más en conocimientos e inteligencia. Medicina, matemáticas, tecnología, física, química… los humanos estaban jugando cada vez más con las leyes de la realidad y eso preocupaba a los dioses un poco. Agatha les servía como agente, como revisora de que las Corrientes de Realidad que fluyen por todas partes, que es lo único que los ojos de los taimu sí pueden ver, no se alteraran demasiado o se estropearan, e intervenir sobre los humanos directamente si era necesario, ya que los dioses del Yin y el Yang no tienen capacidad ni potestad alguna sobre los humanos, únicos seres que a diferencia de nosotros son libres de las normas del Equilibrio por ser energéticamente más inofensivos.

—Entiendo… Pero según dijisteis hace un momento, esta es la respuesta que los dioses os dieron. ¿Insinuáis que la razón es otra?

—Bueno… —Alvion miró un momento al techo, respirando hondo—… los dioses a veces son… muy complicados de entender. Sería un ingenuo si pensara que no nos ocultan un sinfín de enormes secretos sobre el mundo y la existencia de las cosas. El caso es… que un antepasado Zou, en lugar de preguntarles a los dioses, le preguntó a Agatha en privado. “¿De verdad te han creado para cuidar que los humanos no se propasaran alterando las Corrientes de Realidad?” Esto lo leí en el diario privado que escribió mi antepasado. Y decía que Agatha tardó veinte segundos enteros en responder: “Sí, fue por esa razón”.

—Eso es… muchísima demora en responder —afirmó Yagami.

—Sin duda. Pero mi antepasado lo entendió. No volvió a preguntarle a Agatha más sobre ello. Sabía que quizá la metería en algún problema con los dioses.

—¿Estáis diciendo que los dioses obligan a Agatha a guardar silencio sobre ciertos temas? ¿La castigarían si dice algo que no debe?

—Su relación con los dioses… es muy delicada —lamentó Alvion, cerrando los ojos—. Sólo sé que a ella no le gusta eso, estar obligada por ellos a callar cosas… bueno, estar obligada por ellos a hacer cualquier cosa. Hace ya unos siglos que se rebeló contra ellos y dejó de seguir sus órdenes respecto a qué hacer en este mundo o cómo vivir su vida. Pero sigue obligada a obedecerles en cuanto a lo que debe o no debe contar.

—Se supone que los dioses tendrán sus razones de peso, ¿no? Después de todo, ellos existen por y para proteger el Equilibrio, nuestra realidad, sin la cual no podemos subsistir. Vos debéis de pasar por lo mismo, seguro. Cuántos secretos o informaciones debéis ocultar a unas personas u otras con el fin de proteger el correcto funcionamiento de la Asociación, protegernos a todos nosotros y salvar vidas humanas por todo el mundo. ¿Verdad?

Alvion le dirigió a Yagami una mirada cándida. Le asintió con la cabeza.

—Así que por eso Denzel, en este libro, donde habla con detalle del don taimu, lo califica como “don artificial”, ¿no? —continuó Yagami hablando del tema principal—. Y en cambio en este otro libro, donde habla de dos dones que poseían dos amigos humanos suyos del pasado, ¿los califica como “naturales”?

—Así es. Verás, Yoshiyuki. Esos dos libros ya te lo habrán revelado, pero la definición de los “dones” de los que Denzel habla es la de “poderes divinos”. Denzel hace una distinción entre los dones naturales y los artificiales. Don artificial sólo existe uno y es el don taimu, y es considerado un poder divino artificial porque fue “fabricado” por los dioses y “metido” en un ser vivo artificial como Agatha. Y luego están, supuestamente, ese otro tipo de dones… —Alvion se estiró por encima del escritorio y agarró el segundo libro que Yagami le acercó, y lo abrió para echarle un vistazo—. Sí… Vaya… Hacía tanto tiempo que no recordaba este libro y lo que Denzel contaba en él… El don de los Ojos, y el don de la Mano Derecha. Los califica como “dones naturales” porque es un poder divino con el que alguien nace de forma natural, sin intervención de los dioses del Yin y el Yang ni causa conocida, ni están atados a las normas del Equilibrio. Por eso, tanto su causa u origen como su utilidad o razón de existir se consideran un misterio.

»Denzel solamente conoció estos dos dones naturales en dos personas. El don de la Mano Derecha se conoce también como el Poder de los Códigos, y es precisamente el poder que poseía el brujo Zhen Yu y con el cual creó vuestros tatuajes iris. Denzel era un niño de 50 años cuando conoció a mi antepasado Leander Zou y se unió a él para colaborar en la Asociación. Y fue apenas meses después cuando Denzel y Leander recibieron aquí en las tierras la visita de dos extraños, una mujer y un hombre, hermanos mellizos: Mó Xiaolang y Zhen Yu Xiaolang. Por sus extraños poderes, las gentes les ponían el título de “brujos”.

—Pero… ¿eran humanos, biológica y energéticamente hablando?

—Sí. Solo que especiales, usuarios de un don diferente cada uno. Enseguida se hicieron amigos de Denzel. Mó era más reservada y más de observar las cosas en silencio y desde la distancia, por eso Denzel entabló una amistad más cercana con Zhen Yu. Denzel lo considera su primer mejor amigo. Y a pesar de que Zhen Yu también era muy reservado a la hora de hablar o mostrar su poder, le contó y le enseñó a Denzel bastantes cosas, y aportó ayudas muy útiles a la Asociación para facilitar el trabajo de los Zou y de los iris, entre ellas, el tatuaje energético de comunicación sensorial que tenéis.

»El poder del brujo Zhen Yu funcionaba mediante la escritura y el dibujo. Era un experto en escribir, trazar, conocer, leer e interpretar todo tipo de símbolos, letras, caracteres, alfabetos, runas… ¿Qué es la escritura sino un código? Él mismo creaba sus propias combinaciones de símbolos, letras, trazos… escribía y dibujaba códigos con ellos, con un determinado orden, patrón o colocación que sólo él conocía o que sólo él daba sentido. Los trazos de vuestros tatuajes no son trazos al azar; los patrones que forman tienen un propósito, un efecto programado.

»Zhen Yu le dio a Leander la capacidad de reproducir estos tatuajes y de implantárselos en la piel a los iris que terminan su entrenamiento, un conocimiento que ha pasado por cada generación Zou hasta mí. Fue un magnífico aporte, especialmente antes de que existieran los teléfonos o las radios, permitiendo a los iris de una misma RS comunicarse entre ellos transmitiendo impulsos sensoriales desde sus tatuajes conectados sin importar la distancia.

—Aunque ahora tengamos tecnología, nos siguen siendo muy útiles —le aseguró Yagami—. ¿Se podría decir que es similar a esos códigos repletos de letras, cifras y símbolos que usan las computadoras o chips para funcionar?

—Eso es. Pero Zhen Yu nada más tenía que escribir o dibujar a mano algo, en cualquier superficie, incluso en el propio aire, usando su inseparable pluma cargada de una tinta negra que él mismo fabricaba, y sus códigos cobraban vida o producían efectos, incluso modificaban o alteraban la realidad. También creaba cosas de la nada. Ilusiones sólidas, palpables, muy realistas… Sus códigos no se borran a no ser que él los programara para ello, pero si creaba cosas, objetos o seres a partir de ellos, estas cosas sí que eran temporales y desaparecían en un tiempo. Podía crear, por ejemplo, un tigre, tan auténtico como uno de verdad, dibujándolo primero en cualquier superficie o en el aire con su pluma. Pero, según dice Denzel aquí, tal creación podía existir un máximo de media hora si Zhen Yu no lo hacía desaparecer antes con un simple movimiento de la mano.

—Señor… eso es… —Yagami intentaba asimilar todo lo que acaba de escuchar; no le salían las palabras, sólo negaba con la cabeza.

—Irracional, ¿verdad? —asintió el anciano—. Fantasía, magia, algo fuera de las leyes de la lógica, de la realidad y de la ciencia, un poder imposible… Poderes divinos en manos de una simple persona y no se sabe por qué. Creo que por eso Zhen Yu y su hermana Mó procuraban no hablar mucho de ello.

—¿No es precisamente lo que preocupaba a los dioses, que hubiera humanos que pudieran alterar la realidad del Equilibrio, y por lo cual crearon a Agatha?

—Agatha ya tenía más de cinco siglos cuando los brujos Xiaolang se dieron a conocer aquí en las tierras Zou, y la verdad es que la existencia de sus dones intrigó y sorprendió a los propios dioses, tanto como a Denzel y a Leander. Una de las razones por las que Denzel se apegó tanto a Zhen Yu y a su hermana es porque los dioses del Yin le encomendaron su primer deber como taimu, que era investigar y analizar a estos dos hermanos y sus extraños dones. En el proceso, lo que era una orden de los dioses y un simple objeto de estudio, acabó convirtiéndose en una gran amistad entre Denzel y los brujos.

—¿Al final no hubo nada de los brujos que preocupara a los dioses como para hacer algo al respecto, como encerrarlos por si acaso, o poner sobre ellos la supervisión continua de los Zou como ya sucede con Agatha y Denzel?

—Bueno, la verdad es que eso es algo curioso y un poco raro. Mó y Zhen Yu contentaron las preguntas y estudios de Denzel, enseñándole lo suficiente para que, al final, Denzel les dijera a los dioses que estos dones, si bien podían alterar la realidad, sus usuarios eran dignos de confiar en su uso responsable. Y los dioses por lo visto se quedaron conformes.

—Quizá porque confían en el honesto criterio de Denzel como taimu.

—Puede ser. Pero también puede ser porque Mó y Zhen Yu eran humanos, humanos que, a pesar de que vivieron unos pocos años aquí en las tierras y aportaron cosas de gran ayuda a la Asociación, insistieron, insistieron y reinsistieron en no formar parte de ella ni prestar un servicio oficial en ella. Mó y Zhen Yu eran viajeros. Vinieron, se quedaron una temporada, aportaron ayudas, y se marcharon.

—¿Adónde?

—No se sabe. Quizá a vivir a otra parte y usar sus dones para ayudar a otras gentes. Al negarse a ser miembros oficiales de la Asociación, conservaron su condición de “humanos libres” fuera de las normas del Equilibrio, y esto significaba que los dioses no podían ejercer ningún control sobre ellos ni sobre cómo usar sus dones, ni darles órdenes, ni encerrarlos ni nada.

—Oh… O sea que, aunque vieran en los brujos una amenaza contra el Equilibrio, no podían hacer nada de todas formas. Qué curioso, parece que los brujos Xiaolang se conocían muy bien las normas de los dioses y cómo funcionan las cosas con ellos.

—No es de sorprender, teniendo en cuenta el poder de Mó.

—¡Cierto! ¿Qué hay del poder o del don de ella?

—El don de los Ojos. Denzel también lo llamaba el don Oráculo. La bruja Mó tenía el poder de verlo todo, incluso el futuro —le explicó Alvion según releía el contenido del libro entre sus manos—. Todo, tanto lo que hay en el plano real como en el espiritual, incluso lo que hay en lo que Denzel llama “el plano intramaterial”.

—¿Cómo? ¿Los átomos? ¿O algo como la cuántica?

—Como la cuántica pero más allá, pues mezcla lo físico con la percepción de algo más. Según escribe aquí, a Denzel mismo le costó un poco entenderlo, y lo interpreta como un plano donde las cosas se conectan mediante hilos de tiempo, hilos de memoria, hilos de contacto físico e hilos de significado.

—Yo tampoco he entendido bien esa parte, pero el poder de ella lo define Denzel en tres partes: comunicación espiritual, visión del futuro y lectura de objetos.

—Así es. Por lo visto, la bruja Mó podía ver perfectamente a los fantasmas y espíritus, cuando para nosotros son totalmente invisibles, y podía hablar con ellos o invocarlos desde las otras dimensiones. Por otro lado, tenía la capacidad de predecir el futuro, pero no se trata de la predicción de un único evento exacto, sino de la predicción de probabilidades. Según vivía en el tiempo presente, y según lo que sucediera en el tiempo presente, a ella le venían visiones ocasionales de los futuros que más probabilidad tenían de suceder. Dependiendo del interés, la concentración y el esfuerzo que ella le pusiera a esta capacidad, podía tener desde visiones vagas y sin detalle hasta una visión clara de un evento futuro más probable de suceder con fecha y todo. Y por último, Mó también poseía la capacidad de “leer los objetos”, que es percibir el llamado “plano intramaterial” que hemos dicho antes.

—¿Cómo funcionaba?

—Ella tocaba un objeto, y podía ver todo lo que estaba relacionado con él: otras personas que lo habían tocado, el uso que le habían dado, a quién perteneció en el pasado o a quién pertenece en el presente, incluso el significado sentimental que guarda dentro; es decir, el significado tanto simbólico como emocional que las personas que lo habían poseído o utilizado depositaron en él.

»De hecho, aquí Denzel relata una demostración con la que la bruja Mó le obsequió. Denzel tenía una muñeca de trapo que pertenecía a una niña que conoció años atrás. Esa niña era hija de agricultores, y un día ella, su familia y todo su pueblo fueron arrasados por unos bárbaros. Denzel se quedó con su muñeca para recordarla, puesto que había hecho mucha amistad con ella y su familia mientras viajaba por esas tierras. Entonces decidió dársela a la bruja para ver qué podía hacer. La bruja tocó la muñeca y, a los pocos segundos, se le pusieron los ojos en blanco, se quedó en trance. Luego despertó y le contó a Denzel lo que había visto. Todo, absolutamente todo lo que decía era correcto. Le contó quién era la dueña de esa muñeca, las personas relacionadas con la niña y los eventos más importantes de su vida, incluyendo el desastroso día de su muerte. Describió a la niña y lo que vivió mientras los bárbaros se hicieron con su pueblo. Denzel lo había vivido, y puesto que sus recuerdos coincidían con las palabras de la bruja, quedó atónito.

—O sea… —caviló—… que Mó podía ver la historia de ese objeto, así como el sentimentalismo que guardaba.

—Así es. Otro ejemplo fue que, de esta misma manera, Denzel pudo resolver el enigma del asesinato de un primo de un señor feudal que ocurrió un mes antes, dándole a Mó el puñal que se había usado para el asesinato. Ella detectó la verdad encerrada dentro del puñal, viendo quién lo empuñó y cómo había sido el asesinato.

—Un don excepcional —dijo, asombrado y emocionado.

—Sí, pero ya no existe en este mundo. Los brujos Xiaolang pasaron a mejor vida hace tres siglos y no se ha vuelto a hallar a nadie más en el mundo con unos poderes iguales.

—Magnífico, Señor, es todo lo que necesitaba saber —sonrió Yagami, recuperando los libros que Alvion le dio de vuelta, dejándolos sobre sus piernas—. Creo que sospecho la razón por la que mi compañero Jannik tenía ya conocimiento de este tema. Una vez oí decir a mi maestro Pipi que los Knive son el linaje más antiguo que todavía existe en el mundo. Un clan tan antiguo y persistente, sobre todo con capacidades tan poderosas, debe de saber muchas cosas sobre antiguos misterios, seres y poderes que han pisado este mundo. ¿Es tan antiguo como el linaje Zou?

—Hah… —a Alvion se le escapó una risa, mientras jugueteaba desinteresadamente con una pluma sobre su escritorio, haciéndola girar entre los dedos—. ¿Tan?

—¿Más aún? —se sorprendió Yagami—. ¿De qué año es el primer registro que se tiene de la existencia de los Knive?

—No sé… ¿Desde cuándo existe el homo sapiens? —preguntó Alvion entonces.

Yagami se quedó mudo, abriendo los ojos como platos.

—¿Qué? ¿Habláis en serio? ¿Cómo se sabe eso?

—Los dioses tienen ese registro. Por lo visto, los Knive llevan existiendo en este mundo y poniendo nerviosos a los dioses unos trescientos mil años.

—Joder, la hostia… —murmuró Yagami, pero hizo un gesto apurado y se tapó la boca—. Perdón por mi lenguaje.

—No te preocupes, Fuujin lleva 33 años deleitándome los oídos con el sonido de las palabrotas más pintorescas de siete idiomas diferentes.

Yagami estuvo a punto de reírse, pero de pronto se encendieron las finas pantallas de los tres ordenadores grandes que Alvion tenía sobre el escritorio, dos a un lado y el tercero al otro lado.

—“Alvion. Confirmada la localización de la banda de mercenarios Cherenvulk” —habló la voz femenina de Hoti por el despacho—. “Acaban de tramitar el pago del cargamento de ojivas en la frontera de Bangladés. Conflicto civil inminente en la región.”

—Envía las coordenadas del lugar donde se ha hecho el intercambio a los Líderes de la LRS, SRS y la NRS de Calcuta de inmediato —dijo Alvion directamente, y tan tranquilo como siempre—. Intercepta las comunicaciones dirigidas a Dublín hacia la sede de la banda hasta que la captura finalice. Comunica a los monjes que vayan enviando dos aviones a la región y que los almaati de la LRS se encarguen de dirigir la operación de ocultamiento antes de que ningún signo de actividad llegue a ojos u oídos de algún medio de comunicación de la zona, autoridades o políticos. Y que la NRS cancele la ejecución de los dos condenados asignados, quiero que los traigan aquí vivos e intentar su reforma también, hasta que el nudo latente sea solucionado y la Hoti negra pueda darme datos certeros.

—“Hecho” —contestó la Hoti blanca.

Yagami se quedó algo impresionado. La respuesta de Alvion había sido tan inmediata, firme y natural que parecía un juego de niños para él. El anciano estaba sorbiendo el último trago de su taza de café cuando vio la cara anonadada del japonés, y levantó sus cejas blancas con un interrogante.

—Guau… En fin, Señor, no quiero robaros más tiempo —dijo Yagami—. Nada más quiero haceros una última consulta.

—Adelante.

—Veréis… se trata de la ARS de Tokio. Y es que su comportamiento de los últimos meses nos preocupa. Estamos ejerciendo un espionaje inofensivo sobre ellos, y…

—Yo no me ocupo de vuestros asuntos de competencia, rivalidad y peleas.

—Ya, lo sé, pero es que… me preguntaba si vos tal vez podríais saber si la ARS ha estado metida en actividades… digamos… que se saltan las normas primordiales de la Asociación.

Alvion se quedó callado, y de repente miró muy serio al Shokubutsu.

—Esa es una acusación muy grave.

—Señor… realmente es algo que nos preocupa a la SRS.

—Puedo asegurarte que no he detectado nada alarmante alrededor de Viernes. A los iris que padecen los majin más peligrosos, como ella o como Neuval, los tengo siempre en prioridad —se señaló la frente, aludiendo a su mente—. Si Viernes hubiese manifestado brotes de majin importantes o quebrantado alguna norma primordial, lo habría detectado en mi mente. Pero no es el caso.

—Entiendo… Sé que es impertinente por mi parte insistir, Señor, pero, ¿podríais por ejemplo ver ahora qué anda haciendo la ARS? No os pido que me digáis qué hacen, puesto que es información privada, pero si veis algo fuera de lugar…

—Está bien. Dame un momento.

Alvion cerró los ojos y comenzó a concentrarse. Dado que tenía a unos tres millones de iris conectados a su mente, localizar a unos en concreto podía llevar unos largos segundos. Cuando algún iris tenía un brote de majin grave, Alvion lo detectaba de forma automática como un impulso energético, como una alarma que saltaba sola. Pero, a veces, los brotes de majin no eran muy graves, y aun así el iris podía actuar bajo sus efectos y la alarma no llegaba a la mente de Alvion tan clara o rápida como el otro caso.

Algo fallaba. No estaba consiguiendo conectar bien con los miembros de la ARS. Sí podía detectar sus iris, y al menos eso era buena señal, pero le estaba costando visualizar en qué lugar estaban, y qué hacían.

Alvion volvió a abrir los ojos. Se quedó abstraído mirando su escritorio. Yagami vio su expresión de disgusto. Brincó en su silla y estuvo a punto de preguntarle si había visto a la ARS hacer algo malo, pero se dio cuenta de que no se trataba de eso. Alvion estaba disgustado, y callado, porque estaba decepcionado con la evidente falta de eficacia de su poder. Solamente intentando hacer este simple ejercicio, se dio cuenta de que sus capacidades estaban mermando.

—Lo siento —murmuró el anciano.

—¡No! No os disculpéis —se apuró Yagami—. No debí pediros hacer algo así.

—Si no me lo hubieras pedido, no habría sabido que mis capacidades están a este nivel. Es bueno ser consciente de esto. Si no soy capaz de detectar correctamente la energía de todos mis iris, no podré proteger correctamente su bienestar y la armonía de la Asociación. En ese caso, ahora sé que necesito acudir más de lo que pensaba a la ayuda de los monjes y de los propios iris para cuidarnos mejor los unos a los otros.

—Haremos lo que sea —afirmó Yagami.

—Al menos, puedo decirte que sigo conectado a todos los iris de la ARS. Eso quiere decir que siguen teniendo iris. Aunque estén enfermos de majin, parece que se mantienen en un grado controlable. Pero eso no es garante de que todo vaya bien con ellos. Con este debilitamiento de mi poder no podemos confiar en él. Por eso, si a Nicolás le preocupa algo sobre la ARS, no me queda más remedio que pediros a vosotros que comprobéis que todo va bien con ella.

—Por supuesto, mi Señor. Nos encargaremos nosotros, no os preocupéis. No dejaremos que nada ponga en peligro a los humanos ni a la Asociación, sean criminales o sean iris enfermos —concluyó el Shokubutsu con determinación, y se puso en pie, haciendo una inclinación de respeto—. Gracias por toda vuestra ayuda y vuestro tiempo, Alvion. Me ha servido mucho. Ya tengo lo necesario para regresar a Tokio y darles a mi Líder y a mi Guardián lo que pedían. Devolveré estos libros a la biblioteca y…

—Tranquilo. No pierdas tiempo con eso, déjamelos ahí en mi estantería y ya los llevaré yo a la biblioteca. Agatha acaba de venir al templo, ha traído a tres nuevos iris convertidos. Aprovecha y ve a buscarla al hall principal del templo para que te lleve de vuelta en un teletransporte.

—Estupendo —sonrió, y se dirigió al tramo final de la enorme estantería que cubría las tres paredes que rodeaban el escritorio de Alvion, que aún tenía algunos huecos libres y el anciano utilizaba para depositar los libros que más a menudo solía consultar o leer.

En cuanto los dejó ahí en un hueco, Yagami captó algo con el rabillo del ojo que le llamó la atención. Entre los otros libros que ahí había, reconoció uno de forma inmediata, porque era uno que había visto muchas veces. Era un libro de tapas duras negras, y en el lomo estaba escrito en blanco el título, La hipocresía justificada, y el nombre el autor, Naoki Katsu.

Yagami se quedó inmóvil, todavía con una mano sobre los libros de Denzel, mirando fijamente ese libro negro. Parecía haberse quedado en blanco. Alvion se dio cuenta, y entendió lo que pasaba.

—¿Por qué tenéis esto aquí? —preguntó Yagami, con una voz agravada.

—Porque es útil e interesante. Es conocimiento que valoro.

—Proviene de un criminal. De un asesino en serie sin escrúpulos.

—Tu padre era más cosas aparte de eso, Yoshiyuki.

Yagami terminó de colocar los libros de Denzel, y se quedó mirando la estantería en silencio, dándole la espalda al anciano. Estaba molesto, pero no por lo que el Zou le había dicho, ni porque tuviera ahí ese libro. Fue por traerle de nuevo estos recuerdos que llevaba desde los 8 años queriendo dejar atrás. La vergüenza, la rabia… Por eso tuvo que ponerse el apellido de su madre, Yagami, y dejar de llamarse Yoshiyuki Katsu.

—Lamento que te haya molestado ver ese libro ahí —dijo Alvion.

—No… No es culpa vuestra. Son mis batallas internas —concluyó más calmado, y volvió a girarse hacia Alvion y a inclinarse—. Por favor, decidles a mis padres adoptivos, si los ve, que lamento irme sin despedirme y que ya vendré de visita en otra ocasión. Oh, y me disculpo en nombre de ellos, por todas las veces que os han espiado en vuestros momentos privados componiendo poesía para vuestra esposa. No se lo tengáis demasiado en cuenta.

Tras decir eso, Yagami salió rápidamente del despacho para ir a buscar a Agatha antes de que esta se marchara del templo. Alvion ya estaba solo, pero se le había quedado una cara de tremendo disgusto, y roja de bochorno, con las palabras de Yagami de “por todas las veces que os han espiado” haciendo eco en su cabeza.

—¿¡Lo han hecho más de una vez!?





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