2º LIBRO - Pasado y Presente
Se notaba que era noche de sábado a domingo, porque incluso a las tantas de la madrugada aún había jóvenes continuando con la fiesta en algunos rincones de la ciudad. Las discotecas de menores cerraban demasiado pronto para su gusto, por lo que los estudiantes más rebeldes de secundaria se trasladaron a un escondite ya conocido, una amplia zona cementada bajo uno de los grandes puentes de la bahía, entre dos tramos de rocas y arena a orillas del mar.
Había pequeños grupos, unos sentados en las rocas, otros de pie, charlando y bebiendo alcohol que habían podido obtener gracias a varios universitarios que los acompañaban, en la penumbra que ofrecían las lejanas farolas de la autopista de la costa.
Algunos pocos se habían ido a rincones incluso más oscuros, en parejas, para tener intimidad. Aunque a algunos esa intimidad se les cortó de repente, cuando comenzaron a escucharse los gritos de una chica allá en un rincón entre las rocas y un muro de hormigón del puente. No, no eran gritos de auxilio, ni de dolor ni de terror. Los que estaban por ahí por la zona no veían de quién venían, pero se quedaron un poco en shock y se les escapaban algunas risas.
—¡Aah! ¡Por Dios…! ¡Uff…! —exclamó finalmente la afortunada, acalorada, y recuperando el aliento.
Entonces, de debajo de su falda larga salió una cabeza de voluminosos cabellos alocados.
—Madre mía, Drasik Jones, mi amiga no exageraba sobre ti —le sonrió la chica, acercándolo y acariciando sus cabellos cariñosamente—. No tenía uno así en mucho tiempo, mucho menos tres seguidos, ni siquiera haciéndolo yo misma. ¿Dónde has aprendido?
—Este es mi aprendizaje —se rio él, abriendo un botellín de cerveza, dando un trago, y compartió con ella—. Presto atención a las señales de tu cuerpo y de tu voz.
—Ya, pero no todo el mundo sabe interpretarlas. Incluso yo he tenido dificultad para detectar si mi antiguo novio, ahora ex, estaba sufriendo en silencio o estaba gozando cuando yo le hacía cosas.
—La gente subestima la comunicación, creen que hablar rompe el clímax. Pero eso es porque también hay que saber cómo decir las cosas —se acercó a su oído, susurrando, y ella lo apartó, riéndose por el cosquilleo y también sonrojada—. Te agradezco que me hayas estado dando algunas indicaciones.
—¡Hah! Yo te agradezco a ti que las siguieras. Ya te digo yo que muchos ni las oyen. Dime, Jones, ¿por qué te interesa aprender a hacerlo taaaan bien?
—¿Que por qué? Porque el día que encuentre al amor de mi vida, quiero hacerla feliz de manera perfecta y en todos los sentidos. En… to… dos —enfatizó, poniendo una mueca graciosa, sacando la lengua y moviéndola de un lado a otro.
—¡Hahah! ¿Y quién te dice que esa no soy yo?
—Tú me lo dices —respondió él, mirándola a los ojos.
La chica se quedó en silencio un rato, observando los ojos de él, ambos con la misma sonrisa serena en los labios.
—Eres bueno —le dijo ella entonces, y tomó un trago del botellín—. Te pido disculpas. La verdad es que te tomaba por un idiota en el instituto. Es que desde la distancia parecías el típico payaso arrogante. Pero las chicas que acaban conociéndote más, parece que te quitan la máscara.
—O ellas se quitan la venda —repuso él, y le robó el botellín para tomar otro trago. Se sentó sobre la roca junto a ella y se quedó mirando al mar, ahí frente a ellos, oscuro—. No te disculpes. Estoy acostumbrado.
—Hm… Oye… Si buscas al amor de tu vida, ¿por qué te lías con tantas chicas? Es decir… no te paras a conocer a una sola el tiempo suficiente.
—Guau… “liarse” es una palabra fea e inexacta. Pero no te equivoques, preciosa. Yo no estoy buscando al amor de mi vida. No ahora. Porque ahora mismo eso no me interesa. Pero sé que me interesará algún día en el futuro, cuando sea el momento. Hasta entonces, disfruto conociendo chicas. ¿Qué quieres que te diga? Me gustan demasiado.
—¿Y no te dan problemas de volverse celosas?
—Bastantes —asintió—. Pero el truco para eso es ser lo más claro posible, clarito como el agua. Les dejo claro desde el principio cómo soy y qué es lo que quiero. Si no les gusta, es problema de ellas, no mío. Que busquen a otro. Así que yo soy un libro abierto, cristalino, no me van los juegos de engaños y mentiras. Vivo como quiero, y no hago daño a nadie.
—Vaya, eso no está mal. Pero Jones, si te acuestas con todas las que vas conociendo, te haces difícil a ti mismo encontrar a la verdadera, incluso en el futuro.
—¿Qué dices? Yo no me acuesto con todas.
—Ah, ¿no? —se sorprendió.
—La gente asume eso con demasiada facilidad… humanos… —suspiró el chico, murmurando lo último—. Lo creas o no, sólo me he acostado con dos chicas, y ambas me importaban.
—¿Y te gustan las que son de un curso mayor, como yo?
—De mi edad y algo más mayores.
—¿Y qué pasó con esas dos?
—Bueno… mi primera vez fue el verano del año pasado, con una chica que me gustaba de verdad. Estuvimos juntos cinco meses. Terminamos porque ella se mudó a otro país con su familia. Y la segunda, estas Navidades pasadas, era otra piba que me molaba bastante. Pasamos unas semanas geniales, pero los dos al final queríamos lo mismo, no atarnos a nadie y salir con más gente. Fue pasajero, pero estuvo bien. Ese tipo de relaciones íntimas no las tengo con cualquiera, ¿sabes? —se bajó de la roca de un salto y se quedó de pie frente a ella—. Ese grado de intimidad… para mí es importante, lo suficiente para no compartirlo con cualquiera.
—Ya veo… —sonrió ella, y le lanzó una mirada pícara—. Así que esto es, como mucho, lo que haces con el resto de chicas. Besuqueos, tocamientos, sexo oral…
—Paseos por la ciudad, clases de skate, alguna que otra aventura arriesgada gastando bromas por ahí, probar comida callejera, baños sin ropa en el mar a escondidas… —añadió Drasik, acercándose a ella; apoyó las manos sobre sus muslos y se arrimó a su rostro—. Sé ofrecer muchas más emociones que el placer —susurró.
Ella sintió un escalofrío por el cuerpo. No sabía si era porque Drasik ya tenía de por sí unas manos frías y los labios, pero extrañamente aumentó la temperatura de su cuerpo. Incluso con esa escasa luz, los exóticos ojos de Drasik, azules intensos con un anillo anaranjado alrededor de las pupilas, y su piel bronceada, y la suavidad de sus cabellos de loco como corrientes de agua… tenía un gran atractivo especial.
Estuvieron con los labios muy cerca, tentando un beso, mientras la respiración de ella se aceleraba. Para ella, ese iba a ser un simple encuentro casual, el pago de un favor. Se supone que ya había quedado zanjado. Pero no pudo evitarlo. Drasik se le hacía irresistible.
Terminó echándolo a un lado, para bajarse de la roca. Seguidamente, lo agarró de los hombros y lo empujó contra la roca, al tiempo que deslizaba las manos desde sus hombros, descendiendo por su tronco, notando los relieves de los músculos de su torso bajo su camiseta, para terminar agarrando el cinturón de su pantalón y empezar a desabrocharlo.
—Esto… —murmuró Drasik, perplejo.
—Sé que el trato era que yo te conseguía los exámenes de segundo curso del año pasado y tú me hacías pasar un buen rato, pero déjame devolverte el favor con un extra. De todas formas, siempre he querido probar la famosa carne argentina.
—Aeh… ¿Estás segura?
—Ya te digo. Segurísima —musitó ella con un suspiro de asombro y excitación, después de desabrocharle el pantalón y descubrir el pastel—. A no ser que tú no quieras…
—Quiero. Quiero —afirmó él con vehemencia—. No me oirás quejarme de este f-favor… extraaaah… my God… —le tembló la voz cuando ella decidió comenzar directamente.
—¡Por fin te encuentro! —irrumpió una voz cerca de ellos.
Se llevaron un susto enorme, y al ojo izquierdo de Drasik se le escapó un brillo azul que ocultó al instante guiñándolo, aunque era difícil no mantener los ojos abiertos como platos cuando reconoció a su amigo en la penumbra.
—¡Hostia, Kyo! —protestó Drasik, con la cara completamente roja, abrochándose el pantalón a toda prisa, mientras la chica agachada al lado miraba confusa al recién llegado.
—Joder, Drasik… —protestó Kyo también, al percatarse de la situación que se estaba dando ahí, y se dio la vuelta, dándoles la espalda con algo de vergüenza—. Cuando termines de guardártela, ven conmigo.
—¿Qué? ¿A qué viene esto? ¿Y cómo sabías que estaba por aquí?
—Sakura me lo ha dicho, que algunas veces frecuentas estos botellones en la bahía. Date prisa.
—Será mejor que me vaya —le dijo la chica a Drasik en voz baja, resoplando resignada.
—¿Qué? No, no hace falta que… —intentó este ordenar el lío—. Kyo, ¿no puede esperar hasta mañana?
—No.
—Lo siento, Jones, otro día será —se despidió la chica de él con un beso en la mejilla y una caricia por el pecho—. Ya te iré a buscar… para acabar lo empezado.
Cuando ella ya se marchó por la orilla hacia la zona cementada donde estaban los demás grupos de jóvenes, Drasik dejó salir un sollozo triste y desesperado.
—Por una noche libre que me tomo… ¡Mañana madrugo para ir a Ibaraki a matar terroristas con el repelotudo de Raijin, ¿sabes?!
—¿Y precisamente por eso no deberías estar durmiendo y descansando, y no aquí a las 3 de la mañana jugando a los médicos con chicas?
—Kyo, el día que dejes de ser virgen o tengas una sesión de consulta médica oral con una chica, descubrirás que no existe nada más relajante y gratificante. Y ya estás tardando, que lo sepas.
—Drasik. Acabo de llegar del Monte Zou después de un año de luto y de entrenamiento. Cumplí allí los 16 años. No me toques las narices.
El Sui estuvo profiriendo algunos refunfuños más en inglés y en español mientras abandonaban la orilla escalando las rocas de regreso al paseo marítimo de arriba. Después se colaron dentro del recinto de una fábrica, a esas horas desértico y tenuemente iluminado por la luz anaranjada de las farolas lejanas, pasando por un hueco roto de la valla. No obstante, Drasik se paró ahí y puso los brazos en jarra.
—¿Y bien? ¿Qué pasa?
Kyo se giró y lo observó por unos segundos sin decir nada. A pesar de estar a unos congelantes 5 grados, Drasik iba bien fresco, en camiseta de manga corta, como siempre. Por eso, algo llamó la atención de Kyo. Se había acostumbrado los últimos días a ver el antebrazo derecho de su amigo cubierto con un vendaje, y ahora mismo no lo llevaba. Al fin volvía a tener su tatuaje iris al descubierto. Pero Kyo no sabía qué pensar… especialmente cuando divisó las marcas de dos pequeños pinchazos en la parte interior del codo.
—Me encontré con Sakura hace un rato. Parecía estar siguiendo el rastro de alguien, no me ha dicho quién, quizá un criminal, y me ha pedido que le eche un cable, aprovechando que ando despierto. Sabiendo que tú también lo estarías y que andarías por aquí, me ha mandado buscarte…
—¿Pero qué…? —farfulló Drasik, sin encajarle algunas cosas de esa historia.
—… me ha dicho que puede ser algo importante y que puede que necesite nuestra ayuda. Tenemos que esperar a que nos mande algún mensaje —concluyó Kyo, sacando su móvil del bolsillo y comprobando a ver si le había llegado algo.
—A ver, a ver, a ver —agitó Drasik una mano, cerrando los ojos un momento con gran confusión—. Vale, lo de Sakura lo capto. Pero hay algo que me chirría. ¿Qué hacías tú despierto a estas horas, para empezar, y deambulando por la ciudad?
—No podía dormir y he salido a patrullar, igual que haces tú continuamente.
—Kyo… —le interrumpió, arqueando una ceja. Lo miró muy extrañado, y molesto—. Me estás mintiendo.
—Dras…
—Llevo trece años siendo iris, no me tomes por idiota como hacen los demás —le dijo serio, y esperó que Kyo hablara, pero este sólo se limitó a suspirar—. Que me digas la verdad.
—Vale, vale, no te alteres —cedió el Ka, y se acercó a él unos pasos con aire apaciguador y cuidadoso—. Oye, no te lo tomes a mal, ¿vale? Es solo que… tu hermano me llamó antes, en la noche, y… estaba un poco preocupado por ti…
—Aaaagh… —resopló Drasik con fastidio, restregándose las manos por la cara.
—Dras, entiéndelo —insistió Kyo enseguida, sabiendo que reaccionaría así—. Eliam me ha contado algunas cosas preocupantes. Dice que te has pasado toda la tarde en el laboratorio y que tenías un comportamiento un poco neurótico… bueno… bastante neurótico, y dice que te ha visto inyectándote cosas y después tu actitud había cambiado de repente como si estuvieras en éxtasis… y cuando te oyó salir de casa de madrugada, pues…
—¡Eso no es asunto suyo! —protestó Drasik—. ¡Eliam es un paranoico! Después de trece años parece que todavía no se entera de que no soy como él, que los iris hacemos estas cosas continuamente, ¡que no tenemos una mente humana, joder! —dijo dándose con los nudillos en la cabeza, muy alterado.
—No se refiere a eso —intentó hacerle entender—. Te nota distinto, nota que algo no va bien, Drasik, ¡y reconócelo! Nosotros también lo notamos…
—¿Nosotros? ¿Tú y quién? ¿Nakuru? ¿Y Sam? ¿Toda la KRS, otra vez, hablando de mí a mis espaldas?
—¡No!
—¿Y Cleven también, tu querida prima, tu amiga del alma?
—¿Qué? Dras… —se sorprendió por ese tono, sin entender a qué venía de repente mencionar a Cleven.
—Me encontré con ella por la tarde tirando la basura, y ya me ha comentado lo terriblemente preocupados que Nakuru y tú estáis por mí. ¿De qué más cosas habláis con ella sobre mí? ¿Por qué tiene ella que opinar nada si no me conoce?
—No hablamos sobre ti. No hace falta. Lo vemos día tras día, tus cambios incesantes de humor, tus constantes intentos de ocultar o disimular el maldito problema que quiera que tengas. Tienes que hablar con nosotros, Drasik…
—¡Deja de decir eso! ¿¡De qué voy a hablar con vosotros si no tengo ni idea de lo que hablaros!? ¿Qué quieres que te diga, que me molesta la actitud que todos tenéis conmigo? ¡Sí, perdonadme, soy un idiota, doy la lata y me meto en líos, lo siento! ¡Siento mucho que tengáis que soportarme! ¿Pero qué quieres que haga, si es la única forma que tengo de lidiar con el hecho de que siempre me dejéis atrás? Me vienes aquí exigiendo la verdad, ¡pero sois vosotros quienes me mentís!
—¿Cómo que te mentimos? ¿A qué te refieres?
—¡Es que no entiendo…! —a Drasik se le escapó un sollozo, y se tomó unos segundos para recuperar el aliento, pero estaba lejos de calmarse—. No entiendo por qué no paro de verla, por todas partes, todo el tiempo…
—¿A quién?
—… en lugares que no recuerdo haber estado, en situaciones que no tienen ningún sentido, sólo la veo a ella, y tiene que ser por algo, por alguna razón, y creo que vosotros sabéis la razón, porque vosotros sabéis muchas cosas sobre Cleven, mientras que yo no tengo ni idea, ¡y eso no tiene sentido! ¿Por qué recordáis tantas cosas de ella en el pasado y yo no? ¿Es que yo estuve viviendo en otra parte, o nunca me la he cruzado por el camino? ¡Imposible! ¡Si yo tenía la misma nube en la memoria que los demás, ¿por qué a mí no termina de disipárseme?!
—Oye, Dras, por favor… Cálmate —le rogó Kyo—. Podemos seguir hablando de esto de una forma más racional.
—¿Racional?
Justo en ese momento Kyo miró la pantalla de su móvil al notar una vibración.
—Es Sakura, dice que está por esta zona —leyó el mensaje, pero luego frunció el ceño—. ¿Dos humanas capturadas por iris bajo los efectos del majin?
Drasik abrió los ojos con impacto al escuchar eso. Algo dentro de él volvió a detonar, una parte de él que no era él, una vez más, cayendo en la paranoia y las provocaciones inexistentes, siendo síntomas muy comunes de los brotes de majin de los primeros grados. Y todo por oír esa palabra.
—¿Es esto una broma?
—¿Qué? —se sorprendió Kyo.
—¿Me estáis gastando alguna broma Sakura y tú? ¿O qué es esto?
—Drasik, no lo sé, a mí también me choca este mensaje…
—¡Deja de mentir! —le gritó, con una furia tan repentina que Kyo llegó a estremecerse. El ojo del Sui empezó a emitir brillos parpadeantes e inestables—. ¡Has venido a buscarme para vigilarme! ¡Has venido con una excusa absurda para controlarme! ¡Piensas que estoy enfermo, ¿verdad?! ¡No sé cuántas veces tengo que deciros que no lo estoy! —dio un paso hacia él, y el suelo a su alrededor comenzó a cubrirse de hielo y escarcha.
Kyo apartó los pies de un salto a tiempo, antes de que le alcanzara.
—¡Drasik! ¡Espera! Por favor, tienes que calmarte —alzó una mano hacia a él, pero fue retrocediendo conforme él se le acercaba, porque estaba congelando el aire a una temperatura insoportable para su iris Fuego—. No te estoy mintiendo. Es verdad que he salido a buscarte porque tu hermano estaba preocupado, y encontré a Sakura y le pregunté si sabía dónde andabas a estas horas, y ella me dijo varios lugares donde podría encontrarte. Y me pidió que, si te encontraba, que la ayudásemos con una investigación que estaba ahora mismo…
—¡Mientes, mientes, mientes! ¡Todo el mundo me oculta cosas! Mi propia memoria me traiciona… —se puso a delirar de repente, mirando a un lado y a otro, agarrándose el pelo—. Yo tenía que guiarla… Yo tenía que guiarla… Estábamos juntos ella y yo, estábamos empezando el camino, sólo teníamos que esperar a encontrar a los otros cinco usuarios de los dones… Yo tenía que guiar a todos por el camino…
—Drasik, por favor, despierta… Estás teniendo un brote de majin, ¡este no eres tú! Recuerda quién eres, recuerda quién soy… Soy yo, Kyo, tu amigo, tu “hermano”…
—¡Un “hermano” no me trataría de engañar ni me trataría como a un enfermo! —volvió a girarse hacia él, recuperando esa actitud furiosa—. Igual que Eliam, siempre metiéndose, juzgando… ¿¡Dónde está You!? Él nunca me mentiría, ¡él siempre me entendió, siempre trabajábamos codo con codo en las misiones! ¡Tú no te le pareces en nada más que el aspecto!
Kyo no dijo nada. Por unos segundos, esas palabras le hirieron. Pero luego recordó todas las cosas que había aprendido con los años sobre el majin y cómo funcionaban sus brotes, cómo trataban de actuar, aprovechándose de los recuerdos o las emociones de la mente que invadían. Ese no era el auténtico Drasik. El majin utilizaba los traumas y las emociones negativas que un iris guardaba bajo control para lograr su objetivo, herir a los demás, cortar los lazos con los seres queridos para acabar aislándose del mundo y terminar siendo un arki.
No iba funcionar con Kyo. Él sabía perfectamente cómo se sentía Drasik en realidad hacia las cosas. Hacia él, hacia la KRS, hacia la muerte de Yousuke, hacia sí mismo… Obviamente Drasik aún lloraba por dentro la muerte de You y lo añoraba, pero no pensaba en absoluto que él fuera ni mejor ni peor que Kyo ni deseaba en absoluto que hubiera muerto Kyo en lugar de You. Era el majin, cruel, invasivo, la energía Yin, agarrando esa pena y esa añoranza y convirtiéndolas en palabras crueles que no eran ciertas.
Si Drasik, el auténtico, el de siempre, escuchara lo que su boca acababa de decir, sentiría horror absoluto. Pero el Drasik auténtico estaba ahora desconectado, inconsciente, pues su majin había tomado el control, y ni siquiera recordaría qué palabras había dicho. Eran como dos entidades en la misma persona.
Lo bueno de los grados de majin intermedios, del segundo al cuarto, era que el iris conseguía resistir el brote por sí solo, como la luz de una bombilla que parpadeaba insistentemente, negándose a quedarse apagada del todo. Se apagaba, se encendía, se apagaba y se encendía… era el brote de majin alternándose con brotes de lucidez y consciencia. Y cada vez que se encendía y se apagaba, aunque fuera por escasos segundos, era como si Drasik despertara y cayera dormido y despertara y cayera dormido. Por eso era tan difícil para algunos iris enfermos combatir esta enfermedad, con razón se volvían locos. Él no podía recordar qué hacía o decía cuando el majin tomaba el control o la bombilla se apagaba, pero sí podía comprender que algo iba mal, que estaba teniendo un brote, cuando la lucidez regresaba a él de esta forma intermitente.
Entre esta lucha interna, que era igual que un ataque de ansiedad, Drasik pareció resistirse a sí mismo en un momento determinado. Se llevó una mano atrás y sacó del bolsillo trasero de su pantalón un estuche negro, cuya cremallera abrió con prisas y manos temblorosas.
Cuando Kyo vio que el contenido de ese estuche eran cuatro pequeñas y finas jeringuillas y que Drasik cogió una, lo asoció al instante con ese par de puntitos rojos que tenía Drasik en la piel de su brazo, junto al tatuaje, y le horrorizó tanto descubrir esto, que su primer impulso fue agarrar a su amigo de los brazos para inmovilizarlo.
—¡No, Drasik, ¿qué estás haciendo?!
—¡Kyo, suelta!
—¡No, no! ¿¡Por qué haces eso!? ¿¡Por qué has caído en algo así!? —le preguntó con rabia y tristeza—. ¿¡Quieres imitar a mi tío hasta este punto, crees que vas a parecerte más a él de esta manera!? ¡Te equivocas, él odiaría ver que te haces esto a ti mismo!
—¡Kyo, no te montes películas! ¡Que me sueltes!
—¡A mi tío le costó una barbaridad dejar esas cosas, ¿sabes lo que ha sufrido por ello, y la gente de su alrededor?! ¡Por mucho que no perjudiquen tu salud, sí que te cambian, te hacen ser diferente! ¡No es la solución, Dras, no lo es!
—¡Kyooo! —gritó apretando los dientes, no podía contrarrestar la superior fuerza física de Kyo, y no tuvo más remedio que defenderse, haciendo que una escarcha helada cubriera las manos de su amigo.
—¡Aah! —exclamó el joven Lao con dolor.
Salió vapor de agua en el contacto entre ambos y al final tuvo que soltarlo y retroceder unos pasos. Kyo se abrigó las manos bajo cada axila, notando la quemazón. Sin embargo, había logrado arrebatarle el estuche en el último segundo.
—¡Devuélveme eso! —corrió Drasik hacia él.
—¡No! —Kyo desprendió algunas llamas de su cuerpo y Drasik tuvo que frenar en seco y mantener las distancias.
—¡No me tomes…! —le reprendió Drasik, respirando exhausto y apuntándole con un dedo de advertencia—. No me tomes por un loco… ¡No soy un drogadicto! ¡Soy un químico experto, más experto incluso que los doctorados de cualquier universidad! ¡Llevo casi toda mi vida haciendo esto, Kyo! Eso es una medicina… en la que llevo siete años trabajando. Devuélvemela.
—¿¡De qué estás hablando!? ¿¡Cuánto tiempo llevas inyectándote eso!?
—El último par de semanas.
—¿¡Cómo sabes que no es precisamente esto lo que te está corrompiendo!? Joder, tenía que haberlo adivinado, tu comportamiento últimamente, ¡es por culpa de esto!
—¡No tienes ni idea de lo que hablas!
—¡Te estás inyectando a ti mismo un puro experimento!
—¿¡Y a quién quieres que se lo inyecte para probarlo!? ¡Soy yo el primero que tiene que probar lo que fabrico, no podemos usar a otras personas como sujeto de pruebas! ¿¡Cómo crees que logré fabricar el opuritaserum!? El mismo opurita con el que te salvé el otro día.
—¿¡Y para qué se supone que es esto!?
—¡Eso…! —se trabó, mordiéndose los labios con rabia—. ¡Eso no te importa!
—¿¡Sabe mi tío que estás haciendo esto!?
—¡Lo estoy haciendo precisamente por él!
Kyo se sorprendió al oír eso, y la desesperación en la voz de Drasik.
—Y por todos los que sufren como él —añadió el Sui—. No es la solución, pero es un puente hacia ella. Tú nunca lo entenderás, eres un soldado ejemplar.
Kyo no sabía qué decir. Tal vez se había equivocado. Tal vez había cometido el mismo error que solían cometer muchas personas alrededor de Drasik, que era subestimarlo, pensar cosas de él que no eran ciertas. Pero había algo de él que sabía con certeza. Su majin estaba empeorando, y Drasik insistía en decir que él no estaba enfermo, en creérselo, en convencerse a sí mismo, en negar que su majin estaba creciendo. Decía que se inyectaba eso porque tenía que ser el primero en probar si la sustancia era perjudicial o no, que lo hacía por Neuval y por los demás iris enfermos, pero Kyo sabía que lo hacía también para sí mismo. Negar la enfermedad, ocultarla y hacer como si no existiera fue lo que llevó a Izan a una caída sin frenos hacia el extremo final, el arki.
La paciencia de Drasik pareció terminarse, volvió su rabia, su enfado, y esos incesantes fogonazos en su cabeza, esas visiones tan incomprensibles, breves, fugaces, de su infancia, de sí mismo haciendo cosas, sabiendo cosas… De sí mismo adentrándose en cada catástrofe, en cada grieta, junto a una Cleven pequeña con la que solía conversar de cosas prohibidas, de dioses, de dones especiales… de guiar a todos hacia el camino del gran cambio…
—¡Aaah! —gritó exasperado, agarrándose la cabeza—. ¡Dámelo de una vez, Kyo! ¡Devuélvemelo, lo necesito…!
—Dras…
El Ka no sabía qué hacer, intentó analizar la situación como un iris para dar rápidamente con la mejor respuesta o solución, pero temió de verdad que su amigo hubiese sucumbido a su majin definitivamente, sobre todo cuando Drasik de repente miró hacia él con unos ojos inyectados en cólera… o no sabía si era más bien de alarma… En todo caso, vio que el Sui echó a correr hacia él con una clara intención agresiva, preparando las manos para atacarlo con todas sus fuerzas.
Fue una imagen tan desgarradora para él que Kyo se quedó bloqueado. Entonces, Drasik lo agarró bruscamente de un brazo y del cuello de su abrigo, pero no para golpearlo, sino para echarlo a un lado. Un segundo después, Drasik alzó las manos con el fin de parar lo que venía, pero recibió el impacto de un coche que había sido lanzado por el aire hacia ellos. Kyo vio a su amigo siendo embestido por el vehículo y arrastrado a varios metros de distancia.
—¡Drasik! —se asustó.
Todos los tipos de iris tenían por defecto, como mínimo, el doble de fuerza que el humano más fuerte del mundo. Pero dentro de los iris, los Sui no eran de los más fuertes, aunque sí de los más ágiles. Kyo volvió a recuperar la respiración cuando vio que Drasik, apresado bajo el vehículo, levantó el coche con los brazos y lo volcó a un lado para quitárselo de encima. Seguidamente, se puso en pie, apenas con un par de rasguños, pero con los pantalones rasgados por una pierna.
Sin embargo, quedaba la pregunta de qué demonios acababa de pasar, y a Kyo no le dio tiempo a hacérsela. Primero, vio que Drasik volvía a correr hacia él a una velocidad que nunca había visto en él, y un instante después un torbellino de agua envolvió el cuerpo de Kyo de hombros para abajo y se solidificó en un parpadeo, dejándolo apresado en una coraza de hielo que seguía sin saber de dónde había salido.
Antes de que el frío de ese hielo comenzara a quemarle, Drasik aterrizó justo a su lado al tiempo que hacía un movimiento veloz con los brazos, haciendo que la coraza que aprisionaba a Kyo volviera de nuevo a convertirse en agua líquida, la cual Drasik redirigió contra el adversario que la había enviado. Kyo apenas tuvo medio segundo para ver de reojo la figura de alguien recibiendo ese impacto de agua y estrellándose contra el muro de ladrillos de la fábrica. Drasik se quedó a su lado, mirando hacia ese lugar, alerta.
Todo había pasado tan rápido que Kyo estaba atónito. Creía que Drasik iba a atacarlo, pero lo que había hecho había sido protegerlo de recibir el impacto de ese coche, recibiéndolo él en su lugar. Y, aun así, Drasik se había repuesto a una rapidez pasmosa, corriendo de regreso hasta Kyo antes de que este recibiera el ataque del agua. Pero un instante después de quedar apresado entre el hielo, Drasik ya estaba preparado para liberarlo de él y usarlo de vuelta contra el atacante.
El joven Lao por fin parpadeó al asimilar la situación. La verdad, todas las veces que había visto a Drasik pelear, siempre había sido de manera amistosa con él, o con Yousuke en el pasado u otro compañero iris. Kyo se dio cuenta ahora de lo mucho que Drasik se contenía en esas peleas amistosas. Contra un enemigo real era diferente y esta seguía sin ser la décima parte de su auténtico potencial. Se sintió incluso avergonzado de sí mismo, por la gran diferencia en su capacidad de reacción y contraataque, que no había visto venir dos ataques. Pero tenía que recordar que eso de esperar, ya que él apenas lleva trece meses siendo iris, y Drasik llevaba siéndolo trece años.
—Cierra la mandíbula de una vez, Ka-chan, y ponte en guardia —le dijo Drasik, agarrándolo de un brazo y poniéndolo detrás de él, sin quitar la vista de aquel atacante que se estaba poniendo en pie otra vez junto al edificio de ladrillos.
—¿Qué acaba de pasar, quién nos ha…? —preguntó este, pero justo divisó algo—. ¡Sui-chan, mira!
Drasik miró a donde Kyo señalaba. Al otro lado de la calle, había otros dos iris, una Fuu y un Hosha, que cargaban en sus brazos con dos mujeres jóvenes maniatadas y con mordazas en la boca, que además vestían con antiguos ropajes chinos. Una de ellas, que debía rondar los 30 años, tenía un cabello negro muy corto, a la altura de la barbilla, y una vieja cicatriz de un corte desde la ceja hasta el pómulo. Su vestimenta era algo más masculina, llevando pantalón negro bajo su qipao largo de color rojo. La otra, casi diez años más joven, tenía un aspecto más femenino y delicado, con un largo cabello castaño oscuro decorado con un lazo azul celeste y un bonito qipao del mismo color con flores blancas.
«Dos humanas… capturadas por iris con majin» pensó Drasik, desconcertado, recordando el mensaje de Sakura. Le chocó tanto como a Kyo, porque era la primera vez que veían a iris bajo los efectos del majin realizar malos actos complejos. Esto parecía planificado, organizado, no un impulsivo acto violento.
Kyo y Drasik se miraron por un segundo. La misma idea aterradora se les pasó por la mente. Más que actuar como iris bajo un brote de majin, actuaban como arki. Pero eso era imposible, los casos de arki eran tan escasos que se podían contar con los dedos de las manos, era un tema muy controlado por Alvion y por los monjes. Excepto el caso de Izan. Drasik vio a Kyo tragar saliva, recordando su encuentro personal con Izan hace pocas semanas. Drasik no quería pensarlo, pero ¿y si esto tenía algo que ver con el regreso de Izan a Tokio tras siete años desaparecido?
—No está mal para el payaso de la clase.
Ambos iris de la KRS reconocieron la voz burlona de Kaoru, allá junto al edificio de ladrillos, empapado de agua por el ataque que él mismo había lanzado y Drasik le había devuelto.
—Tú… —gruñó Drasik, y su mirada se volvió tan fría y contenida que se le hincharon las venas de la frente y los puños.
—Espera… —lo detuvo Kyo del brazo, pero tuvo que apartarlo enseguida, el frío que Drasik desprendía era muy intenso.
Con la inestabilidad que Drasik ya venía arrastrando, esto volvió a agravarla. Esos flashes del pasado regresaron, eran como fogonazos, y cada vez que sucedían, Drasik cerraba los ojos y sacudía la cabeza. Eran imágenes de Cleven de pequeña, apareciendo en fracciones de segundo, pero ahora también aparecieron imágenes de la Cleven actual, de aquella noche reciente, cuando Drasik la encontró en el Parque Yoyogi de madrugada siendo agredida por Kaoru.
Era irónico que a un Sui le hirviera la sangre, pero la ira que sentía Drasik ahora mismo por ese idiota era incontrolable. Perdió el raciocinio, sólo quería una cosa y en sus pupilas sólo se reflejaba la imagen de Kaoru.
—¡No, Drasik! —le gritó Kyo, percibiendo claramente sus intenciones.
Intentó avisarle, porque sólo él pareció darse cuenta de que Kaoru sacó una pistola de sus espaldas, y abrió fuego sin vacilar. En el mismo instante en que sonó el disparo, una gran ola de agua apareció formando un domo alrededor de ellos, solidificándose de inmediato y atrapando la bala entre el hielo justo a tiempo. Acto seguido, Sakura aterrizó delante de Kyo y de Drasik, con su ojo izquierdo brillando de luz azul claro, manteniendo ese enorme iglú de hielo cubriéndolos por completo. La lejana luz de las farolas que iluminaban el perímetro de la fábrica apenas traspasaba el hielo, por lo que estaban casi a oscuras, excepto por las luces azules de Sakura y Drasik y la luz roja de Kyo.
—¿¡No estabas atento a mis mensajes, novato!? —le reprochó la chica a Kyo—. ¡Te dije que os prepararais, que iban a pasar por aquí!
—Es que estábamos… con otro problema —intentó excusarse Kyo, mirando preocupado a su amigo.
—Oye, cielito —Sakura se giró hacia Drasik—. ¿Recuerdas lo que hablamos en la playa el otro día? O te centras o te apartas.
—¡No te interpongas, Sakura! —se enfadó Drasik—. ¡Tengo cuentas pendientes con ese cabrón! —señaló a donde estaba Kaoru al otro lado del hielo.
—¡De nada por evitar que ese cabrón te metiera una bala entre ceja y ceja! —se enfadó Sakura también—. ¡Espabilad, los dos! ¿¡No veis lo que está pasando!? Ayudadme.
Sakura pasó entre ambos chicos empujando bruscamente sus hombros. Estos se sorprendieron al verla acercándose a las dos mujeres que hace un minuto estaban apresadas por los otros dos iris. En algún momento de su llegada, Sakura había logrado arrebatarlas de sus captores, justo antes de formar la cúpula de hielo. Estaban arrodilladas en el suelo y la Sui les fue desatando las mordazas de la boca.
—El idiota de Kaoru y su compañero Hosha de ahí acabarán derritiendo o rompiendo el hielo de un momento a otro —dijo Sakura—. Eso si la Fuu no nos mata antes arrebatándonos el aire de aquí dentro, o haciéndonos estallar la cabeza o asfixiándonos con un gas inerte. Estad preparados para sacar a estas mujeres de aquí, alejadlas lo máximo posible de aquí mientras yo retengo a esos traidores.
—Espera, ¡espera! ¿Pero qué es lo que está pasando? —dijo Kyo—. ¿Quiénes son estas mujeres? ¿Y por qué esos tres iris de la ARS las estaban raptando?
Sakura no le respondió. Siguió desatando la mordaza de la otra mujer. Drasik la miró de reojo. Captó en ella el significado de ese silencio.
—¿Qué es lo que sabes, Sui-chan? Nos tienes que informar para que las protejamos debidamente.
—Sólo puedo deciros que hace tiempo mi maestro Pipi nos ordenó a mis compañeros y a mí espiar a los miembros de la ARS. Llevamos haciéndolo dos semanas, y hemos visto cosas cada vez más sospechosas. Mi Guardián, Jannik, ya detectó conductas extrañas en Kaoru y en Daiya en los que más, así que yo he estado siguiendo a Kaoru de cerca. Y me encuentro con esto. Esto lo confirma. He pillado a esos tres miembros de la ARS capturando a estas dos taimuki y no con buenas intenciones.
—¿¡Taimuki!? —exclamó Kyo, y miró a las dos mujeres—. ¿Son ustedes hijas de Denzel? —les preguntó en chino.
—Por fin alguien que habla nuestro idioma —masculló la mayor, la del pelo corto, y cuando Sakura terminó de cortar las bridas de sus muñecas con una hoja afilada de hielo que formó de la punta de sus dedos, la mujer se apartó de ellos, poniendo a su hermana pequeña detrás de ella—. No sé a qué estáis jugando los iris de este tiempo, pero no voy a tolerar más engaños. Puede que no tenga poderes espaciotemporales, pero os juro que os partiré las piernas si volvéis a ponernos las manos encima. Y os mataré si tocáis a mi hermana. Está embarazada. Ponedme a prueba —levantó los puños, poniendo postura de arte marcial.
—Mierda… —murmuró Kyo—. Espere, escuche, es… es usted Christine, ¿verdad? —La mujer hizo un gesto de sorpresa, pero sin bajar la guardia—. Y esa de ahí debe de ser An Ju. Escuche, no tenemos mucho tiempo. Nosotros somos de la SRS y la KRS, solamente nosotros estamos al tanto del salto temporal. Bueno… y por lo visto esos iris de la ARS, ¡pero no tenemos nada que ver con ellos! Vuestro padre nos ha pedido ayuda a nosotros, a la KRS y la SRS, para encontraros a todos. Cinco de vosotros ya están con él.
—¿Padre? ¿Padre de esta época ha encontrado a nuestros hermanos? —Christine fue bajando los puños, sintiendo por primera vez en días un ápice de alivio.
—Chris, he perdido mi bolso con el pincel, la tinta y los pergaminos —le susurró An Ju—. No puedo usar el Poder de los Sellos para protegernos.
—Eso ahora es trabajo de mis puños. No te separes de mí.
—Kyo, diles que se vayan cos vosotros, llevadlas con Denzel —le dijo Sakura.
—No —se impuso Drasik—. Tú y Kyo os las lleváis de aquí. Yo me encargo de los traidores.
—Tú lo que quieres es hacerle a Kaoru algo que cualquier iris tiene prohibido, y no pienso permitirlo —se impuso Sakura todavía más, acercándose a su cara para mirarlo fijamente—. Ahora mismo soy la de mayor rango por edad y aquí mando yo.
—No pretendo matarlo, sólo darle la tunda que se merece.
—¿Igual que ibas a hacer con Kyo?
—Q… —Drasik se quedó chocado con esa pregunta—. ¿De qué hablas? ¡Nunca le pondría la mano encima a un compañero, mucho menos al mejor amigo que tengo! Yo no estaba… —miró un momento a Kyo, y vio que este lo miraba a él con una expresión algo entristecida y callada, y esto lo trastocó—. Yo no estaba… —balbució, sintiéndose ahora confuso, empezando a dudar—. Sólo discutíamos, pero no más allá… y de repente vi venir ese coche lanzado hacia nosotros…
—¿Cómo se le llama a eso? —le espetó Sakura—. ¿Lagunas? ¿Pequeños fragmentos perdidos que no encajan con tus recuerdos? La causa de eso tiene otro nombre.
—¡No! —exclamó rabioso—. Yo sólo tengo un majin de apenas dos grados…
—Yo tengo un majin de dos grados —le interrumpió Sakura—. Y no tengo los problemas que tú tienes. Lo tuyo no son dos grados, Drasik, y si tuvieras las agallas de reconocerlo podríamos solucionarlo enseguida.
—¿Cómo que “podríamos”?
—Esto… chicos… —intentó llamarlos Kyo, todavía ahí con las dos taimuki.
—Te da vergüenza reconocerlo ante tus compañeros —siguió Sakura diciéndole a Drasik—. Lo entiendo, más de lo que crees. Y por eso puedes confiarme a mí lo que te atormenta y te avergüenza, yo no voy a juzgarte ni a darte la tabarra con consejos positivos. Sal conmigo —le pidió una vez más, agarrando una de sus manos—. Estemos juntos. En vez de consejos, te daré experiencias, te alejaré de lo que te sienta mal, te escucharé y apoyaré siempre. Los demás te subestiman, pero yo siempre he pensado que eres uno de los mejores iris que he conocido.
—Chicos, el hielo se está quebrando —insistió Kyo, viendo las grietas que comenzaron a formarse en ese iglú gigante por los golpes que recibía del exterior.
—A mí también me subestiman, Drasik. Soy la chica presumida que le gusta estar guapa e ir a la moda. Pero a mí Pipi me eligió por una razón y Neuval te eligió a ti por lo mismo. Somos más de lo que aparentamos y ellos lo saben desde el principio. Lo que los demás ven en nosotros sólo es la punta de un colosal iceberg. Yo veo todo tu iceberg, Drasik.
El chico estaba mudo, descolocado ante esta conversación que Sakura de repente había decidido tener ahí con él. Pero sus palabras no sólo le sorprendieron, le llegaron. Él nunca había sentido interés romántico en Sakura y seguía sin sentirlo, pero reconoció que quizá él también había pecado de subestimarla. Ella parecía conocerlo mejor de lo que esperaba, y las cosas que acababa de decirle le generaron por fin un sentimiento de comprensión que llevaba mucho tiempo esperando recibir de alguien.
Pero no quería recibirlo de ella. Él quería recibirlo de sus compañeros, de su mejor amigo, de su maestro, de su propio hermano. Drasik no quería reconocer en voz alta que su majin estaba creciendo, pero sí que lo reconocía en voz baja. Sin embargo, el problema estaba en la causa. La vida le había estado yendo estupendamente, había sido el chico feliz, positivo y siempre alborotador de la KRS. Y el regreso de Neuval debía de haber supuesto para él la cúspide de la felicidad. Pero entonces… habían empezado a llegar esos flashes, esas extrañas imágenes en su cabeza, memorias que él creía que no eran ciertas o suyas.
Por mucho que Kyo, Nakuru, Eliam o los demás se le acercaran con la mejor intención del mundo, con verdadero interés de ayudarlo, ¿cómo iban a hacerlo si le estaban ocultando cosas a sus espaldas? ¿Para ayudarlo necesitaban mentirle? Él no quería eso. Quería saber la verdad.
Algo sucedió en su pasado, en su infancia, que le fue arrebatado de la memoria con algo más que una simple nube.
Al final, la cúpula de hielo terminó rompiéndose en enormes trozos sobre ellos, obligándolos a centrar toda su atención en la lucha en apenas un segundo de tiempo. Esta vez, Kyo reaccionó rápido y pulverizó dos grandes bloques de hielo que estuvieron a punto de caer sobre él y sobre las taimuki, uno con una bola de fuego y otro con su propio puño. Como consecuencia, quedaron momentáneamente rodeados de una nube de vapor.
A la vez que esto sucedía, con un movimiento de manos Sakura había transformado un par de trozos de hielo que caían sobre ella en agua, la cual redirigió y lanzó contra la Fuu y el Hosha que estaban corriendo hacia ellos, consiguiendo derribarlos, al menos por unos segundos, que la Sui aprovechó para buscar a Kyo y a las hijas de Denzel entre la nube de vapor.
Drasik, por su parte, ya había tomado impulso para correr directo hacia Kaoru, pero fue Kaoru el que llegó primero hasta él, embistiéndolo contra el suelo, y se quedó encima de él, apresándole las muñecas.
—¡Suelta, capullo! —intentó contrarrestarle Drasik.
—Te dije aquella noche que no iba a quedar así —le sonrió este.
—¿¡Qué coño estáis haciendo!? ¿¡Desde cuándo sabéis lo de los hijos de Denzel, quién os lo ha dicho!?
—¿Que quién nos lo ha dicho? —se rio—. Nosotros estamos detrás.
—¿Qué…? —se sorprendió Drasik, pero después apretó los dientes—. ¿¡Qué pretendéis hacer!? Dudo que hayáis capturado a esas taimuki para llevarlas con Denzel, ¿¡a dónde las llevabais!?
—Esto no ha hecho más que empezar, americano, no tienes ni idea de lo que viene. Es el principio del fin de la Asociación.
—Vosotros… —se horrorizó Drasik, comprendiendo la gravedad de la situación de la ARS—. Traidores… ¡Putos traidores!
Logró propinarle a Kaoru un cabezazo y aturdirlo lo suficiente para quitárselo de encima, y se echó sobre él, estando ahora Kaoru contra el suelo, con la nariz sangrando.
—¿¡Por qué Alvion está permitiendo esto, por qué no os detiene…!? —intentó entender Drasik—. ¡No sois arki! ¡Si lo fuerais, él ya lo sabría y todas las RS de Japón ya habríamos sido informadas…!
Se quedó sin voz cuando divisó algo extraño. Sujetaba a Kaoru de las muñecas contra el suelo, pero vio junto a su mano una mancha negra asomando debajo. Cuando apartó la mano, Drasik reconoció ese tatuaje que rodeaba la muñeca de su contrincante, un tatuaje de energía, como la Marca que todos los iris llevaban.
Kaoru supo que había adivinado la respuesta a esas últimas preguntas y le sonrió arrogante. Drasik estaba muy confuso, sólo Neuval había inventado y sabía realizar ese tatuaje energético, que conformaba el código que hacía funcionar la Técnica de Desvío. ¿Podía Neuval habérselo enseñado a Kaoru, o a la ARS entera? No, él no habría hecho semejante estupidez y mucho menos para facilitar a la ARS hacer daño a los hijos de Denzel y traicionar a la Asociación sin que Alvion pudiera detectarlo. ¿Entonces quién?
Por un fugaz segundo, la imagen de Izan se le apareció a Drasik en la cabeza.
—¿Para quién trabajáis? ¿¡Viernes os ha ordenado hacer esto!? ¿¡O ha sido Izan!? —le preguntó a Kaoru, pero este no dijo nada, mantenía su sonrisa burlona—. ¡Contesta! ¿Cómo ha podido una RS entera de iris enfermar de majin hasta este punto? Algo o alguien ha alimentado vuestros majin con influencia directa, no puede ser casualidad que toda la ARS esté igual de enferma y de acuerdo con estos actos de traición. No puede ser casualidad que justo cuando Izan da señales de vida después de siete años… —masculló, y le dio tanta rabia empezar a aceptar que los rumores eran ciertos y que Izan realmente se había convertido en arki, que cerró los ojos y contuvo un grito exasperado.
Kaoru aprovechó este instante para lanzarle un soplido de vapor helado, lleno de pequeños y afilados trozos de hielo. Drasik se llevó las manos a la cara al recibir los pequeños cortes y Kaoru terminó empujándolo de una patada, tirándolo al suelo.
—El caso es, Drasik… —le dijo Kaoru, poniéndose en pie y sacudiéndose la ropa—… que si estar enfermo es vivir por fin libres y felices, sí, lo estamos. Cuesta abrir los ojos, cuando toda tu vida te han educado, entrenado, para servir a los demás, luchar y morir por los demás, velar por el bienestar y felicidad de los demás. ¿Qué están haciendo los demás últimamente por ti, Drasik?
Este se incorporó sobre el suelo, con diminutos cortes superficiales en la cara, mirando rabioso a su oponente.
—Que no te dé vergüenza admitirlo delante de mí —continuó Kaoru—. Si admites la cruda verdad, que te sientes mucho más libre y feliz cuando dejas que tu majin tome el control, no podré hacer más que darte toda la razón. En este lado de la balanza, cuando por fin mandas a todos a la mierda y te eliges a ti mismo, nadie te lo reprochará ni te hará sentirte culpable. En este lado, donde no hay lazos con los demás, no hay mentiras, ni desesperación ni decepciones, ¿sabes?
—¿Qué estáis planeando hacer? ¿Por qué ha ocurrido el salto temporal de los hijos de Denzel? Si de verdad estáis siguiendo las órdenes de un arki…
—¡Hahahah! —se rio Kaoru con ganas—. Un arki no tiene poder suficiente para prometernos aquello que más deseamos. Ahora servimos a otros Señores. Más poderosos que los Zou.
—¿¡Cómo que más p-…!? ¿¡Estás loco!?
—Tú precisamente no deberías juzgarme. La persona que llevas toda tu vida idolatrando es uno de ellos.
No supo por qué, esos sinsentidos que Kaoru no paraba de soltar por la boca le provocaron un escalofrío a Drasik. No tenía por qué creer nada de lo que decía, el Kaoru que tenía delante era el Kaoru enfermo de majin, no el verdadero, no el iris que llevaba años siendo, y cualquier mentira podría decir con tal de provocarle o cabrearle. Pero entonces ¿por qué una voz dentro de Drasik dijo “ah, pues es verdad, en eso tiene razón”? Lo que Kaoru acababa de decirle lo sintió cierto, como una verdad olvidada que hace mucho tiempo era obvia para Drasik.
Había estado tan absorbido por su pelea con Kaoru, que por fin se percató de que de repente todo se había quedado en silencio. Ya no se oían las voces de Sakura ni de Kyo luchando contra la otra Fuu y el otro Hosha. Tuvo un mal presentimiento. Por eso, Drasik se apoyó con el codo en el suelo y miró hacia atrás.
Se horrorizó cuando vio a Sakura y a Kyo inconscientes en el suelo, parcialmente enterrados en la tierra arenosa de esa zona entre el edificio de la fábrica y la verja, y envueltos en lo que parecía una maraña de hilos metálicos. Entonces se dio cuenta de que eran los alambres de la propia valla, porque a esta le faltaba toda una sección, como si alguien la hubiera deshecho y utilizado para aprisionar a Kyo y a Sakura.
Drasik conocía sólo a una persona que dominaba el metal de esa manera, y efectivamente, ella estaba ahí. Entre la iris Fuu, que sujetaba en sus brazos el cuerpo inconsciente de An Ju, y el iris Hosha, que sujetaba el de Christine, se encontraba Viernes.
Pocas personas eran capaces de dejar paralizadas y sin aliento a los demás sólo con su presencia. Neuval era sin duda quién más causaba este efecto, pero Viernes se le acercaba. No iba como los demás estaban acostumbrados a verla, con ropa elegante, sobria y aburrida y el cabello recogido. Ahora vestía con ropa más casual, vaqueros y chaqueta, y llevaba el cabello suelto, ondulado, castaño ceniza, y de sus ojos oscuros emanaba un frío vacío que estremeció a Drasik. Pero también una admirable calma. La manga derecha de su chaqueta estaba rasgada, inexistente, y su brazo desnudo brillaba, reflejando la luz de las farolas lejanas. Tenía el brazo transformado en metal. Drasik sabía que ella sólo hacía eso cuando iba totalmente en serio contra un enemigo.
—S… Señora Mukai… —masculló Drasik, terminando de levantarse del suelo—. Viernes… ¿Qué demonios hace? ¿Qué está pasando?
En realidad, Drasik no sabía si quería oír una respuesta, porque sentía que todo lo que estaba pasando era mucho más grande y más grave de lo que nadie imaginaba. Sin embargo, acabó prefiriendo que Viernes le respondiera. A veces había cosas incomprensibles, pequeñas, sutiles, que eran capaces de producir un miedo intenso. Un murmullo en la oscuridad en una casa vacía… Una sombra fugaz vista de reojo donde no había nadie… En el caso de Viernes, eran sus silencios.
Miraba a Drasik sin emoción alguna. Y este no podía moverse, no le respondían las piernas. De todas formas, aunque pudiera moverse, no tenía nada que hacer. La situación había quedado zanjada. Cuando Kaoru caminó hasta su maestra y se puso a su lado, él y sus otros dos compañeros la tocaron en los hombros con las manos. De repente, apareció delante de Viernes una niña, con media cabeza cubierta por un gorro de licra negro, del que caía una larga melena negra y lisa con un mechón blanco. Drasik se quedó perplejo.
Cuando Viernes posó una mano sobre el hombro de la niña, en un instante todos desaparecieron. Drasik había visto ese tipo de desaparición cientos de veces, era un teletransporte espaciotemporal igual al que podían hacer Agatha y Denzel.
—Mierda… —murmuró, intentando recapacitar, intentando entender, encajar las piezas, pero faltaban muchas—. Mierda… —repitió, y fue corriendo hasta Kyo y Sakura.
Los liberó de los alambres y trató de reanimarlos. No tardaron en despertar. Sakura sangraba por un labio, y Kyo por una ceja.
—¿Qué ha…? —balbució la chica, y se puso enseguida a mirar a su alrededor—. ¿¡Dónde…!? ¡He visto aparecer a Viernes, ¿dónde está?! —se levantó con algo de dificultad—. ¿¡Y las taimuki!?
Se lo preguntó a Drasik, pero él la miró sin saber qué contestarle, o cómo. De hecho, ni siquiera le apetecía responder, tan sólo agachó la cabeza con fastidio y cansancio. Sakura terminó comprendiendo. Se quedó un par de minutos callada, pensando. Finalmente, miró a los dos chicos.
—He fracasado. Tengo que informar a Pipi.
—¿Cómo no ibas a fracasar? —objetó Kyo—. ¿¡Se supone que tenías que enfrentarte a esto o solucionarlo sola!? ¡Aunque te hubieran ayudado todos tus compañeros y en lugar de Kaoru y otros dos iris de la ARS hubiera estado Viernes sola, no habríais tenido éxito! Cuando en la Asociación dicen que hacen falta treinta iris o más para ganar a Viernes en un combate, ¡me lo creo! ¡Hasta mi tío Neuval lo dice! No había forma de salvar a Christine y a An Ju si iba a aparecer Viernes en persona.
—Eso no va a hacerme sentir mejor. Escuchadme bien los dos. No informaréis de esto a nadie.
—¿Qué? —saltó Drasik.
—No todavía. Lo que ha pasado se lo tengo que informar yo a Pipi y a mis compañeros. Esto empezó como una tarea de espionaje confidencial que estábamos llevando a cabo mi SRS y yo, y por eso, todo suceso relacionado es una información clasificada que primero ha de llegar a los oídos de mi maestro, y luego será él quien decida qué hacer y si informar a más gente o no.
Ambos chicos no dijeron nada al respecto, porque recordaron que situaciones de este tipo formaban parte del protocolo y las normas.
—Volved a casa y no habléis de esto con nadie. De todas formas, estoy segura de que no pasará mucho tiempo hasta que esto salga a la luz. Ya habéis sido testigos de la gravedad del asunto que envuelve a la ARS. Mi Líder acabará compartiendo toda la información con Neuval y con vosotros la KRS tarde o temprano, así que guardad silencio hasta que él decida el momento. Hay que tratar esto con más delicadeza que ninguna otra misión que hayamos tenido nunca.
Ambos chicos terminaron asintiendo. Sakura, entonces, se marchó de allí, dando un gran salto, perdiéndose en la oscuridad de las alturas.
Drasik miró a Kyo de reojo, con aire retraído y avergonzado.
—Kyo… lo siento, yo… ¿he hecho o dicho algo…?
—Para —le pidió; se puso frente a él, le puso una mano en el hombro y le sonrió tranquilo—. ¿Te encuentras bien?
Drasik tardó en responder. Le chocaba su amabilidad, después de la situación que habían tenido. Pero, en realidad, no le chocaba demasiado, porque Kyo era así.
—Aparte del susto, el estrés, el fracaso, la preocupación y lo mucho que todavía quiero partirle los dientes a Kaoru… me siento un poco más… en mi sitio —intentó explicarse—. Me siento yo. Quizá es que me he desahogado, o… lo que acaba de pasar me ha dado un bofetón de realidad.
—Me tranquiliza oír eso. No te preocupes, Drasik, tú sólo… haz lo que necesites hacer. Yo confío en ti, ¿vale? —le preguntó, al mismo tiempo que le tendía de vuelta su estuche negro con las pequeñas jeringuillas dentro.
Drasik lo cogió con un poco de reparo, pero aun así lo guardó rápidamente en el bolsillo trasero de su pantalón, sin decir nada.
—Hagamos lo que Sakura nos ha dicho —concluyó el Ka—. Dejemos esto en manos de su SRS, hasta que Pipi decida qué hacer. Ya bastante tendrá con darle la mala noticia a Denzel. Vamos a casa, e intenta dormir algo. Mañana tienes misión con Brey.
—Sí… —suspiró, y se marchó con él.
Se notaba que era noche de sábado a domingo, porque incluso a las tantas de la madrugada aún había jóvenes continuando con la fiesta en algunos rincones de la ciudad. Las discotecas de menores cerraban demasiado pronto para su gusto, por lo que los estudiantes más rebeldes de secundaria se trasladaron a un escondite ya conocido, una amplia zona cementada bajo uno de los grandes puentes de la bahía, entre dos tramos de rocas y arena a orillas del mar.
Había pequeños grupos, unos sentados en las rocas, otros de pie, charlando y bebiendo alcohol que habían podido obtener gracias a varios universitarios que los acompañaban, en la penumbra que ofrecían las lejanas farolas de la autopista de la costa.
Algunos pocos se habían ido a rincones incluso más oscuros, en parejas, para tener intimidad. Aunque a algunos esa intimidad se les cortó de repente, cuando comenzaron a escucharse los gritos de una chica allá en un rincón entre las rocas y un muro de hormigón del puente. No, no eran gritos de auxilio, ni de dolor ni de terror. Los que estaban por ahí por la zona no veían de quién venían, pero se quedaron un poco en shock y se les escapaban algunas risas.
—¡Aah! ¡Por Dios…! ¡Uff…! —exclamó finalmente la afortunada, acalorada, y recuperando el aliento.
Entonces, de debajo de su falda larga salió una cabeza de voluminosos cabellos alocados.
—Madre mía, Drasik Jones, mi amiga no exageraba sobre ti —le sonrió la chica, acercándolo y acariciando sus cabellos cariñosamente—. No tenía uno así en mucho tiempo, mucho menos tres seguidos, ni siquiera haciéndolo yo misma. ¿Dónde has aprendido?
—Este es mi aprendizaje —se rio él, abriendo un botellín de cerveza, dando un trago, y compartió con ella—. Presto atención a las señales de tu cuerpo y de tu voz.
—Ya, pero no todo el mundo sabe interpretarlas. Incluso yo he tenido dificultad para detectar si mi antiguo novio, ahora ex, estaba sufriendo en silencio o estaba gozando cuando yo le hacía cosas.
—La gente subestima la comunicación, creen que hablar rompe el clímax. Pero eso es porque también hay que saber cómo decir las cosas —se acercó a su oído, susurrando, y ella lo apartó, riéndose por el cosquilleo y también sonrojada—. Te agradezco que me hayas estado dando algunas indicaciones.
—¡Hah! Yo te agradezco a ti que las siguieras. Ya te digo yo que muchos ni las oyen. Dime, Jones, ¿por qué te interesa aprender a hacerlo taaaan bien?
—¿Que por qué? Porque el día que encuentre al amor de mi vida, quiero hacerla feliz de manera perfecta y en todos los sentidos. En… to… dos —enfatizó, poniendo una mueca graciosa, sacando la lengua y moviéndola de un lado a otro.
—¡Hahah! ¿Y quién te dice que esa no soy yo?
—Tú me lo dices —respondió él, mirándola a los ojos.
La chica se quedó en silencio un rato, observando los ojos de él, ambos con la misma sonrisa serena en los labios.
—Eres bueno —le dijo ella entonces, y tomó un trago del botellín—. Te pido disculpas. La verdad es que te tomaba por un idiota en el instituto. Es que desde la distancia parecías el típico payaso arrogante. Pero las chicas que acaban conociéndote más, parece que te quitan la máscara.
—O ellas se quitan la venda —repuso él, y le robó el botellín para tomar otro trago. Se sentó sobre la roca junto a ella y se quedó mirando al mar, ahí frente a ellos, oscuro—. No te disculpes. Estoy acostumbrado.
—Hm… Oye… Si buscas al amor de tu vida, ¿por qué te lías con tantas chicas? Es decir… no te paras a conocer a una sola el tiempo suficiente.
—Guau… “liarse” es una palabra fea e inexacta. Pero no te equivoques, preciosa. Yo no estoy buscando al amor de mi vida. No ahora. Porque ahora mismo eso no me interesa. Pero sé que me interesará algún día en el futuro, cuando sea el momento. Hasta entonces, disfruto conociendo chicas. ¿Qué quieres que te diga? Me gustan demasiado.
—¿Y no te dan problemas de volverse celosas?
—Bastantes —asintió—. Pero el truco para eso es ser lo más claro posible, clarito como el agua. Les dejo claro desde el principio cómo soy y qué es lo que quiero. Si no les gusta, es problema de ellas, no mío. Que busquen a otro. Así que yo soy un libro abierto, cristalino, no me van los juegos de engaños y mentiras. Vivo como quiero, y no hago daño a nadie.
—Vaya, eso no está mal. Pero Jones, si te acuestas con todas las que vas conociendo, te haces difícil a ti mismo encontrar a la verdadera, incluso en el futuro.
—¿Qué dices? Yo no me acuesto con todas.
—Ah, ¿no? —se sorprendió.
—La gente asume eso con demasiada facilidad… humanos… —suspiró el chico, murmurando lo último—. Lo creas o no, sólo me he acostado con dos chicas, y ambas me importaban.
—¿Y te gustan las que son de un curso mayor, como yo?
—De mi edad y algo más mayores.
—¿Y qué pasó con esas dos?
—Bueno… mi primera vez fue el verano del año pasado, con una chica que me gustaba de verdad. Estuvimos juntos cinco meses. Terminamos porque ella se mudó a otro país con su familia. Y la segunda, estas Navidades pasadas, era otra piba que me molaba bastante. Pasamos unas semanas geniales, pero los dos al final queríamos lo mismo, no atarnos a nadie y salir con más gente. Fue pasajero, pero estuvo bien. Ese tipo de relaciones íntimas no las tengo con cualquiera, ¿sabes? —se bajó de la roca de un salto y se quedó de pie frente a ella—. Ese grado de intimidad… para mí es importante, lo suficiente para no compartirlo con cualquiera.
—Ya veo… —sonrió ella, y le lanzó una mirada pícara—. Así que esto es, como mucho, lo que haces con el resto de chicas. Besuqueos, tocamientos, sexo oral…
—Paseos por la ciudad, clases de skate, alguna que otra aventura arriesgada gastando bromas por ahí, probar comida callejera, baños sin ropa en el mar a escondidas… —añadió Drasik, acercándose a ella; apoyó las manos sobre sus muslos y se arrimó a su rostro—. Sé ofrecer muchas más emociones que el placer —susurró.
Ella sintió un escalofrío por el cuerpo. No sabía si era porque Drasik ya tenía de por sí unas manos frías y los labios, pero extrañamente aumentó la temperatura de su cuerpo. Incluso con esa escasa luz, los exóticos ojos de Drasik, azules intensos con un anillo anaranjado alrededor de las pupilas, y su piel bronceada, y la suavidad de sus cabellos de loco como corrientes de agua… tenía un gran atractivo especial.
Estuvieron con los labios muy cerca, tentando un beso, mientras la respiración de ella se aceleraba. Para ella, ese iba a ser un simple encuentro casual, el pago de un favor. Se supone que ya había quedado zanjado. Pero no pudo evitarlo. Drasik se le hacía irresistible.
Terminó echándolo a un lado, para bajarse de la roca. Seguidamente, lo agarró de los hombros y lo empujó contra la roca, al tiempo que deslizaba las manos desde sus hombros, descendiendo por su tronco, notando los relieves de los músculos de su torso bajo su camiseta, para terminar agarrando el cinturón de su pantalón y empezar a desabrocharlo.
—Esto… —murmuró Drasik, perplejo.
—Sé que el trato era que yo te conseguía los exámenes de segundo curso del año pasado y tú me hacías pasar un buen rato, pero déjame devolverte el favor con un extra. De todas formas, siempre he querido probar la famosa carne argentina.
—Aeh… ¿Estás segura?
—Ya te digo. Segurísima —musitó ella con un suspiro de asombro y excitación, después de desabrocharle el pantalón y descubrir el pastel—. A no ser que tú no quieras…
—Quiero. Quiero —afirmó él con vehemencia—. No me oirás quejarme de este f-favor… extraaaah… my God… —le tembló la voz cuando ella decidió comenzar directamente.
—¡Por fin te encuentro! —irrumpió una voz cerca de ellos.
Se llevaron un susto enorme, y al ojo izquierdo de Drasik se le escapó un brillo azul que ocultó al instante guiñándolo, aunque era difícil no mantener los ojos abiertos como platos cuando reconoció a su amigo en la penumbra.
—¡Hostia, Kyo! —protestó Drasik, con la cara completamente roja, abrochándose el pantalón a toda prisa, mientras la chica agachada al lado miraba confusa al recién llegado.
—Joder, Drasik… —protestó Kyo también, al percatarse de la situación que se estaba dando ahí, y se dio la vuelta, dándoles la espalda con algo de vergüenza—. Cuando termines de guardártela, ven conmigo.
—¿Qué? ¿A qué viene esto? ¿Y cómo sabías que estaba por aquí?
—Sakura me lo ha dicho, que algunas veces frecuentas estos botellones en la bahía. Date prisa.
—Será mejor que me vaya —le dijo la chica a Drasik en voz baja, resoplando resignada.
—¿Qué? No, no hace falta que… —intentó este ordenar el lío—. Kyo, ¿no puede esperar hasta mañana?
—No.
—Lo siento, Jones, otro día será —se despidió la chica de él con un beso en la mejilla y una caricia por el pecho—. Ya te iré a buscar… para acabar lo empezado.
Cuando ella ya se marchó por la orilla hacia la zona cementada donde estaban los demás grupos de jóvenes, Drasik dejó salir un sollozo triste y desesperado.
—Por una noche libre que me tomo… ¡Mañana madrugo para ir a Ibaraki a matar terroristas con el repelotudo de Raijin, ¿sabes?!
—¿Y precisamente por eso no deberías estar durmiendo y descansando, y no aquí a las 3 de la mañana jugando a los médicos con chicas?
—Kyo, el día que dejes de ser virgen o tengas una sesión de consulta médica oral con una chica, descubrirás que no existe nada más relajante y gratificante. Y ya estás tardando, que lo sepas.
—Drasik. Acabo de llegar del Monte Zou después de un año de luto y de entrenamiento. Cumplí allí los 16 años. No me toques las narices.
El Sui estuvo profiriendo algunos refunfuños más en inglés y en español mientras abandonaban la orilla escalando las rocas de regreso al paseo marítimo de arriba. Después se colaron dentro del recinto de una fábrica, a esas horas desértico y tenuemente iluminado por la luz anaranjada de las farolas lejanas, pasando por un hueco roto de la valla. No obstante, Drasik se paró ahí y puso los brazos en jarra.
—¿Y bien? ¿Qué pasa?
Kyo se giró y lo observó por unos segundos sin decir nada. A pesar de estar a unos congelantes 5 grados, Drasik iba bien fresco, en camiseta de manga corta, como siempre. Por eso, algo llamó la atención de Kyo. Se había acostumbrado los últimos días a ver el antebrazo derecho de su amigo cubierto con un vendaje, y ahora mismo no lo llevaba. Al fin volvía a tener su tatuaje iris al descubierto. Pero Kyo no sabía qué pensar… especialmente cuando divisó las marcas de dos pequeños pinchazos en la parte interior del codo.
—Me encontré con Sakura hace un rato. Parecía estar siguiendo el rastro de alguien, no me ha dicho quién, quizá un criminal, y me ha pedido que le eche un cable, aprovechando que ando despierto. Sabiendo que tú también lo estarías y que andarías por aquí, me ha mandado buscarte…
—¿Pero qué…? —farfulló Drasik, sin encajarle algunas cosas de esa historia.
—… me ha dicho que puede ser algo importante y que puede que necesite nuestra ayuda. Tenemos que esperar a que nos mande algún mensaje —concluyó Kyo, sacando su móvil del bolsillo y comprobando a ver si le había llegado algo.
—A ver, a ver, a ver —agitó Drasik una mano, cerrando los ojos un momento con gran confusión—. Vale, lo de Sakura lo capto. Pero hay algo que me chirría. ¿Qué hacías tú despierto a estas horas, para empezar, y deambulando por la ciudad?
—No podía dormir y he salido a patrullar, igual que haces tú continuamente.
—Kyo… —le interrumpió, arqueando una ceja. Lo miró muy extrañado, y molesto—. Me estás mintiendo.
—Dras…
—Llevo trece años siendo iris, no me tomes por idiota como hacen los demás —le dijo serio, y esperó que Kyo hablara, pero este sólo se limitó a suspirar—. Que me digas la verdad.
—Vale, vale, no te alteres —cedió el Ka, y se acercó a él unos pasos con aire apaciguador y cuidadoso—. Oye, no te lo tomes a mal, ¿vale? Es solo que… tu hermano me llamó antes, en la noche, y… estaba un poco preocupado por ti…
—Aaaagh… —resopló Drasik con fastidio, restregándose las manos por la cara.
—Dras, entiéndelo —insistió Kyo enseguida, sabiendo que reaccionaría así—. Eliam me ha contado algunas cosas preocupantes. Dice que te has pasado toda la tarde en el laboratorio y que tenías un comportamiento un poco neurótico… bueno… bastante neurótico, y dice que te ha visto inyectándote cosas y después tu actitud había cambiado de repente como si estuvieras en éxtasis… y cuando te oyó salir de casa de madrugada, pues…
—¡Eso no es asunto suyo! —protestó Drasik—. ¡Eliam es un paranoico! Después de trece años parece que todavía no se entera de que no soy como él, que los iris hacemos estas cosas continuamente, ¡que no tenemos una mente humana, joder! —dijo dándose con los nudillos en la cabeza, muy alterado.
—No se refiere a eso —intentó hacerle entender—. Te nota distinto, nota que algo no va bien, Drasik, ¡y reconócelo! Nosotros también lo notamos…
—¿Nosotros? ¿Tú y quién? ¿Nakuru? ¿Y Sam? ¿Toda la KRS, otra vez, hablando de mí a mis espaldas?
—¡No!
—¿Y Cleven también, tu querida prima, tu amiga del alma?
—¿Qué? Dras… —se sorprendió por ese tono, sin entender a qué venía de repente mencionar a Cleven.
—Me encontré con ella por la tarde tirando la basura, y ya me ha comentado lo terriblemente preocupados que Nakuru y tú estáis por mí. ¿De qué más cosas habláis con ella sobre mí? ¿Por qué tiene ella que opinar nada si no me conoce?
—No hablamos sobre ti. No hace falta. Lo vemos día tras día, tus cambios incesantes de humor, tus constantes intentos de ocultar o disimular el maldito problema que quiera que tengas. Tienes que hablar con nosotros, Drasik…
—¡Deja de decir eso! ¿¡De qué voy a hablar con vosotros si no tengo ni idea de lo que hablaros!? ¿Qué quieres que te diga, que me molesta la actitud que todos tenéis conmigo? ¡Sí, perdonadme, soy un idiota, doy la lata y me meto en líos, lo siento! ¡Siento mucho que tengáis que soportarme! ¿Pero qué quieres que haga, si es la única forma que tengo de lidiar con el hecho de que siempre me dejéis atrás? Me vienes aquí exigiendo la verdad, ¡pero sois vosotros quienes me mentís!
—¿Cómo que te mentimos? ¿A qué te refieres?
—¡Es que no entiendo…! —a Drasik se le escapó un sollozo, y se tomó unos segundos para recuperar el aliento, pero estaba lejos de calmarse—. No entiendo por qué no paro de verla, por todas partes, todo el tiempo…
—¿A quién?
—… en lugares que no recuerdo haber estado, en situaciones que no tienen ningún sentido, sólo la veo a ella, y tiene que ser por algo, por alguna razón, y creo que vosotros sabéis la razón, porque vosotros sabéis muchas cosas sobre Cleven, mientras que yo no tengo ni idea, ¡y eso no tiene sentido! ¿Por qué recordáis tantas cosas de ella en el pasado y yo no? ¿Es que yo estuve viviendo en otra parte, o nunca me la he cruzado por el camino? ¡Imposible! ¡Si yo tenía la misma nube en la memoria que los demás, ¿por qué a mí no termina de disipárseme?!
—Oye, Dras, por favor… Cálmate —le rogó Kyo—. Podemos seguir hablando de esto de una forma más racional.
—¿Racional?
Justo en ese momento Kyo miró la pantalla de su móvil al notar una vibración.
—Es Sakura, dice que está por esta zona —leyó el mensaje, pero luego frunció el ceño—. ¿Dos humanas capturadas por iris bajo los efectos del majin?
Drasik abrió los ojos con impacto al escuchar eso. Algo dentro de él volvió a detonar, una parte de él que no era él, una vez más, cayendo en la paranoia y las provocaciones inexistentes, siendo síntomas muy comunes de los brotes de majin de los primeros grados. Y todo por oír esa palabra.
—¿Es esto una broma?
—¿Qué? —se sorprendió Kyo.
—¿Me estáis gastando alguna broma Sakura y tú? ¿O qué es esto?
—Drasik, no lo sé, a mí también me choca este mensaje…
—¡Deja de mentir! —le gritó, con una furia tan repentina que Kyo llegó a estremecerse. El ojo del Sui empezó a emitir brillos parpadeantes e inestables—. ¡Has venido a buscarme para vigilarme! ¡Has venido con una excusa absurda para controlarme! ¡Piensas que estoy enfermo, ¿verdad?! ¡No sé cuántas veces tengo que deciros que no lo estoy! —dio un paso hacia él, y el suelo a su alrededor comenzó a cubrirse de hielo y escarcha.
Kyo apartó los pies de un salto a tiempo, antes de que le alcanzara.
—¡Drasik! ¡Espera! Por favor, tienes que calmarte —alzó una mano hacia a él, pero fue retrocediendo conforme él se le acercaba, porque estaba congelando el aire a una temperatura insoportable para su iris Fuego—. No te estoy mintiendo. Es verdad que he salido a buscarte porque tu hermano estaba preocupado, y encontré a Sakura y le pregunté si sabía dónde andabas a estas horas, y ella me dijo varios lugares donde podría encontrarte. Y me pidió que, si te encontraba, que la ayudásemos con una investigación que estaba ahora mismo…
—¡Mientes, mientes, mientes! ¡Todo el mundo me oculta cosas! Mi propia memoria me traiciona… —se puso a delirar de repente, mirando a un lado y a otro, agarrándose el pelo—. Yo tenía que guiarla… Yo tenía que guiarla… Estábamos juntos ella y yo, estábamos empezando el camino, sólo teníamos que esperar a encontrar a los otros cinco usuarios de los dones… Yo tenía que guiar a todos por el camino…
—Drasik, por favor, despierta… Estás teniendo un brote de majin, ¡este no eres tú! Recuerda quién eres, recuerda quién soy… Soy yo, Kyo, tu amigo, tu “hermano”…
—¡Un “hermano” no me trataría de engañar ni me trataría como a un enfermo! —volvió a girarse hacia él, recuperando esa actitud furiosa—. Igual que Eliam, siempre metiéndose, juzgando… ¿¡Dónde está You!? Él nunca me mentiría, ¡él siempre me entendió, siempre trabajábamos codo con codo en las misiones! ¡Tú no te le pareces en nada más que el aspecto!
Kyo no dijo nada. Por unos segundos, esas palabras le hirieron. Pero luego recordó todas las cosas que había aprendido con los años sobre el majin y cómo funcionaban sus brotes, cómo trataban de actuar, aprovechándose de los recuerdos o las emociones de la mente que invadían. Ese no era el auténtico Drasik. El majin utilizaba los traumas y las emociones negativas que un iris guardaba bajo control para lograr su objetivo, herir a los demás, cortar los lazos con los seres queridos para acabar aislándose del mundo y terminar siendo un arki.
No iba funcionar con Kyo. Él sabía perfectamente cómo se sentía Drasik en realidad hacia las cosas. Hacia él, hacia la KRS, hacia la muerte de Yousuke, hacia sí mismo… Obviamente Drasik aún lloraba por dentro la muerte de You y lo añoraba, pero no pensaba en absoluto que él fuera ni mejor ni peor que Kyo ni deseaba en absoluto que hubiera muerto Kyo en lugar de You. Era el majin, cruel, invasivo, la energía Yin, agarrando esa pena y esa añoranza y convirtiéndolas en palabras crueles que no eran ciertas.
Si Drasik, el auténtico, el de siempre, escuchara lo que su boca acababa de decir, sentiría horror absoluto. Pero el Drasik auténtico estaba ahora desconectado, inconsciente, pues su majin había tomado el control, y ni siquiera recordaría qué palabras había dicho. Eran como dos entidades en la misma persona.
Lo bueno de los grados de majin intermedios, del segundo al cuarto, era que el iris conseguía resistir el brote por sí solo, como la luz de una bombilla que parpadeaba insistentemente, negándose a quedarse apagada del todo. Se apagaba, se encendía, se apagaba y se encendía… era el brote de majin alternándose con brotes de lucidez y consciencia. Y cada vez que se encendía y se apagaba, aunque fuera por escasos segundos, era como si Drasik despertara y cayera dormido y despertara y cayera dormido. Por eso era tan difícil para algunos iris enfermos combatir esta enfermedad, con razón se volvían locos. Él no podía recordar qué hacía o decía cuando el majin tomaba el control o la bombilla se apagaba, pero sí podía comprender que algo iba mal, que estaba teniendo un brote, cuando la lucidez regresaba a él de esta forma intermitente.
Entre esta lucha interna, que era igual que un ataque de ansiedad, Drasik pareció resistirse a sí mismo en un momento determinado. Se llevó una mano atrás y sacó del bolsillo trasero de su pantalón un estuche negro, cuya cremallera abrió con prisas y manos temblorosas.
Cuando Kyo vio que el contenido de ese estuche eran cuatro pequeñas y finas jeringuillas y que Drasik cogió una, lo asoció al instante con ese par de puntitos rojos que tenía Drasik en la piel de su brazo, junto al tatuaje, y le horrorizó tanto descubrir esto, que su primer impulso fue agarrar a su amigo de los brazos para inmovilizarlo.
—¡No, Drasik, ¿qué estás haciendo?!
—¡Kyo, suelta!
—¡No, no! ¿¡Por qué haces eso!? ¿¡Por qué has caído en algo así!? —le preguntó con rabia y tristeza—. ¿¡Quieres imitar a mi tío hasta este punto, crees que vas a parecerte más a él de esta manera!? ¡Te equivocas, él odiaría ver que te haces esto a ti mismo!
—¡Kyo, no te montes películas! ¡Que me sueltes!
—¡A mi tío le costó una barbaridad dejar esas cosas, ¿sabes lo que ha sufrido por ello, y la gente de su alrededor?! ¡Por mucho que no perjudiquen tu salud, sí que te cambian, te hacen ser diferente! ¡No es la solución, Dras, no lo es!
—¡Kyooo! —gritó apretando los dientes, no podía contrarrestar la superior fuerza física de Kyo, y no tuvo más remedio que defenderse, haciendo que una escarcha helada cubriera las manos de su amigo.
—¡Aah! —exclamó el joven Lao con dolor.
Salió vapor de agua en el contacto entre ambos y al final tuvo que soltarlo y retroceder unos pasos. Kyo se abrigó las manos bajo cada axila, notando la quemazón. Sin embargo, había logrado arrebatarle el estuche en el último segundo.
—¡Devuélveme eso! —corrió Drasik hacia él.
—¡No! —Kyo desprendió algunas llamas de su cuerpo y Drasik tuvo que frenar en seco y mantener las distancias.
—¡No me tomes…! —le reprendió Drasik, respirando exhausto y apuntándole con un dedo de advertencia—. No me tomes por un loco… ¡No soy un drogadicto! ¡Soy un químico experto, más experto incluso que los doctorados de cualquier universidad! ¡Llevo casi toda mi vida haciendo esto, Kyo! Eso es una medicina… en la que llevo siete años trabajando. Devuélvemela.
—¿¡De qué estás hablando!? ¿¡Cuánto tiempo llevas inyectándote eso!?
—El último par de semanas.
—¿¡Cómo sabes que no es precisamente esto lo que te está corrompiendo!? Joder, tenía que haberlo adivinado, tu comportamiento últimamente, ¡es por culpa de esto!
—¡No tienes ni idea de lo que hablas!
—¡Te estás inyectando a ti mismo un puro experimento!
—¿¡Y a quién quieres que se lo inyecte para probarlo!? ¡Soy yo el primero que tiene que probar lo que fabrico, no podemos usar a otras personas como sujeto de pruebas! ¿¡Cómo crees que logré fabricar el opuritaserum!? El mismo opurita con el que te salvé el otro día.
—¿¡Y para qué se supone que es esto!?
—¡Eso…! —se trabó, mordiéndose los labios con rabia—. ¡Eso no te importa!
—¿¡Sabe mi tío que estás haciendo esto!?
—¡Lo estoy haciendo precisamente por él!
Kyo se sorprendió al oír eso, y la desesperación en la voz de Drasik.
—Y por todos los que sufren como él —añadió el Sui—. No es la solución, pero es un puente hacia ella. Tú nunca lo entenderás, eres un soldado ejemplar.
Kyo no sabía qué decir. Tal vez se había equivocado. Tal vez había cometido el mismo error que solían cometer muchas personas alrededor de Drasik, que era subestimarlo, pensar cosas de él que no eran ciertas. Pero había algo de él que sabía con certeza. Su majin estaba empeorando, y Drasik insistía en decir que él no estaba enfermo, en creérselo, en convencerse a sí mismo, en negar que su majin estaba creciendo. Decía que se inyectaba eso porque tenía que ser el primero en probar si la sustancia era perjudicial o no, que lo hacía por Neuval y por los demás iris enfermos, pero Kyo sabía que lo hacía también para sí mismo. Negar la enfermedad, ocultarla y hacer como si no existiera fue lo que llevó a Izan a una caída sin frenos hacia el extremo final, el arki.
La paciencia de Drasik pareció terminarse, volvió su rabia, su enfado, y esos incesantes fogonazos en su cabeza, esas visiones tan incomprensibles, breves, fugaces, de su infancia, de sí mismo haciendo cosas, sabiendo cosas… De sí mismo adentrándose en cada catástrofe, en cada grieta, junto a una Cleven pequeña con la que solía conversar de cosas prohibidas, de dioses, de dones especiales… de guiar a todos hacia el camino del gran cambio…
—¡Aaah! —gritó exasperado, agarrándose la cabeza—. ¡Dámelo de una vez, Kyo! ¡Devuélvemelo, lo necesito…!
—Dras…
El Ka no sabía qué hacer, intentó analizar la situación como un iris para dar rápidamente con la mejor respuesta o solución, pero temió de verdad que su amigo hubiese sucumbido a su majin definitivamente, sobre todo cuando Drasik de repente miró hacia él con unos ojos inyectados en cólera… o no sabía si era más bien de alarma… En todo caso, vio que el Sui echó a correr hacia él con una clara intención agresiva, preparando las manos para atacarlo con todas sus fuerzas.
Fue una imagen tan desgarradora para él que Kyo se quedó bloqueado. Entonces, Drasik lo agarró bruscamente de un brazo y del cuello de su abrigo, pero no para golpearlo, sino para echarlo a un lado. Un segundo después, Drasik alzó las manos con el fin de parar lo que venía, pero recibió el impacto de un coche que había sido lanzado por el aire hacia ellos. Kyo vio a su amigo siendo embestido por el vehículo y arrastrado a varios metros de distancia.
—¡Drasik! —se asustó.
Todos los tipos de iris tenían por defecto, como mínimo, el doble de fuerza que el humano más fuerte del mundo. Pero dentro de los iris, los Sui no eran de los más fuertes, aunque sí de los más ágiles. Kyo volvió a recuperar la respiración cuando vio que Drasik, apresado bajo el vehículo, levantó el coche con los brazos y lo volcó a un lado para quitárselo de encima. Seguidamente, se puso en pie, apenas con un par de rasguños, pero con los pantalones rasgados por una pierna.
Sin embargo, quedaba la pregunta de qué demonios acababa de pasar, y a Kyo no le dio tiempo a hacérsela. Primero, vio que Drasik volvía a correr hacia él a una velocidad que nunca había visto en él, y un instante después un torbellino de agua envolvió el cuerpo de Kyo de hombros para abajo y se solidificó en un parpadeo, dejándolo apresado en una coraza de hielo que seguía sin saber de dónde había salido.
Antes de que el frío de ese hielo comenzara a quemarle, Drasik aterrizó justo a su lado al tiempo que hacía un movimiento veloz con los brazos, haciendo que la coraza que aprisionaba a Kyo volviera de nuevo a convertirse en agua líquida, la cual Drasik redirigió contra el adversario que la había enviado. Kyo apenas tuvo medio segundo para ver de reojo la figura de alguien recibiendo ese impacto de agua y estrellándose contra el muro de ladrillos de la fábrica. Drasik se quedó a su lado, mirando hacia ese lugar, alerta.
Todo había pasado tan rápido que Kyo estaba atónito. Creía que Drasik iba a atacarlo, pero lo que había hecho había sido protegerlo de recibir el impacto de ese coche, recibiéndolo él en su lugar. Y, aun así, Drasik se había repuesto a una rapidez pasmosa, corriendo de regreso hasta Kyo antes de que este recibiera el ataque del agua. Pero un instante después de quedar apresado entre el hielo, Drasik ya estaba preparado para liberarlo de él y usarlo de vuelta contra el atacante.
El joven Lao por fin parpadeó al asimilar la situación. La verdad, todas las veces que había visto a Drasik pelear, siempre había sido de manera amistosa con él, o con Yousuke en el pasado u otro compañero iris. Kyo se dio cuenta ahora de lo mucho que Drasik se contenía en esas peleas amistosas. Contra un enemigo real era diferente y esta seguía sin ser la décima parte de su auténtico potencial. Se sintió incluso avergonzado de sí mismo, por la gran diferencia en su capacidad de reacción y contraataque, que no había visto venir dos ataques. Pero tenía que recordar que eso de esperar, ya que él apenas lleva trece meses siendo iris, y Drasik llevaba siéndolo trece años.
—Cierra la mandíbula de una vez, Ka-chan, y ponte en guardia —le dijo Drasik, agarrándolo de un brazo y poniéndolo detrás de él, sin quitar la vista de aquel atacante que se estaba poniendo en pie otra vez junto al edificio de ladrillos.
—¿Qué acaba de pasar, quién nos ha…? —preguntó este, pero justo divisó algo—. ¡Sui-chan, mira!
Drasik miró a donde Kyo señalaba. Al otro lado de la calle, había otros dos iris, una Fuu y un Hosha, que cargaban en sus brazos con dos mujeres jóvenes maniatadas y con mordazas en la boca, que además vestían con antiguos ropajes chinos. Una de ellas, que debía rondar los 30 años, tenía un cabello negro muy corto, a la altura de la barbilla, y una vieja cicatriz de un corte desde la ceja hasta el pómulo. Su vestimenta era algo más masculina, llevando pantalón negro bajo su qipao largo de color rojo. La otra, casi diez años más joven, tenía un aspecto más femenino y delicado, con un largo cabello castaño oscuro decorado con un lazo azul celeste y un bonito qipao del mismo color con flores blancas.
«Dos humanas… capturadas por iris con majin» pensó Drasik, desconcertado, recordando el mensaje de Sakura. Le chocó tanto como a Kyo, porque era la primera vez que veían a iris bajo los efectos del majin realizar malos actos complejos. Esto parecía planificado, organizado, no un impulsivo acto violento.
Kyo y Drasik se miraron por un segundo. La misma idea aterradora se les pasó por la mente. Más que actuar como iris bajo un brote de majin, actuaban como arki. Pero eso era imposible, los casos de arki eran tan escasos que se podían contar con los dedos de las manos, era un tema muy controlado por Alvion y por los monjes. Excepto el caso de Izan. Drasik vio a Kyo tragar saliva, recordando su encuentro personal con Izan hace pocas semanas. Drasik no quería pensarlo, pero ¿y si esto tenía algo que ver con el regreso de Izan a Tokio tras siete años desaparecido?
—No está mal para el payaso de la clase.
Ambos iris de la KRS reconocieron la voz burlona de Kaoru, allá junto al edificio de ladrillos, empapado de agua por el ataque que él mismo había lanzado y Drasik le había devuelto.
—Tú… —gruñó Drasik, y su mirada se volvió tan fría y contenida que se le hincharon las venas de la frente y los puños.
—Espera… —lo detuvo Kyo del brazo, pero tuvo que apartarlo enseguida, el frío que Drasik desprendía era muy intenso.
Con la inestabilidad que Drasik ya venía arrastrando, esto volvió a agravarla. Esos flashes del pasado regresaron, eran como fogonazos, y cada vez que sucedían, Drasik cerraba los ojos y sacudía la cabeza. Eran imágenes de Cleven de pequeña, apareciendo en fracciones de segundo, pero ahora también aparecieron imágenes de la Cleven actual, de aquella noche reciente, cuando Drasik la encontró en el Parque Yoyogi de madrugada siendo agredida por Kaoru.
Era irónico que a un Sui le hirviera la sangre, pero la ira que sentía Drasik ahora mismo por ese idiota era incontrolable. Perdió el raciocinio, sólo quería una cosa y en sus pupilas sólo se reflejaba la imagen de Kaoru.
—¡No, Drasik! —le gritó Kyo, percibiendo claramente sus intenciones.
Intentó avisarle, porque sólo él pareció darse cuenta de que Kaoru sacó una pistola de sus espaldas, y abrió fuego sin vacilar. En el mismo instante en que sonó el disparo, una gran ola de agua apareció formando un domo alrededor de ellos, solidificándose de inmediato y atrapando la bala entre el hielo justo a tiempo. Acto seguido, Sakura aterrizó delante de Kyo y de Drasik, con su ojo izquierdo brillando de luz azul claro, manteniendo ese enorme iglú de hielo cubriéndolos por completo. La lejana luz de las farolas que iluminaban el perímetro de la fábrica apenas traspasaba el hielo, por lo que estaban casi a oscuras, excepto por las luces azules de Sakura y Drasik y la luz roja de Kyo.
—¿¡No estabas atento a mis mensajes, novato!? —le reprochó la chica a Kyo—. ¡Te dije que os prepararais, que iban a pasar por aquí!
—Es que estábamos… con otro problema —intentó excusarse Kyo, mirando preocupado a su amigo.
—Oye, cielito —Sakura se giró hacia Drasik—. ¿Recuerdas lo que hablamos en la playa el otro día? O te centras o te apartas.
—¡No te interpongas, Sakura! —se enfadó Drasik—. ¡Tengo cuentas pendientes con ese cabrón! —señaló a donde estaba Kaoru al otro lado del hielo.
—¡De nada por evitar que ese cabrón te metiera una bala entre ceja y ceja! —se enfadó Sakura también—. ¡Espabilad, los dos! ¿¡No veis lo que está pasando!? Ayudadme.
Sakura pasó entre ambos chicos empujando bruscamente sus hombros. Estos se sorprendieron al verla acercándose a las dos mujeres que hace un minuto estaban apresadas por los otros dos iris. En algún momento de su llegada, Sakura había logrado arrebatarlas de sus captores, justo antes de formar la cúpula de hielo. Estaban arrodilladas en el suelo y la Sui les fue desatando las mordazas de la boca.
—El idiota de Kaoru y su compañero Hosha de ahí acabarán derritiendo o rompiendo el hielo de un momento a otro —dijo Sakura—. Eso si la Fuu no nos mata antes arrebatándonos el aire de aquí dentro, o haciéndonos estallar la cabeza o asfixiándonos con un gas inerte. Estad preparados para sacar a estas mujeres de aquí, alejadlas lo máximo posible de aquí mientras yo retengo a esos traidores.
—Espera, ¡espera! ¿Pero qué es lo que está pasando? —dijo Kyo—. ¿Quiénes son estas mujeres? ¿Y por qué esos tres iris de la ARS las estaban raptando?
Sakura no le respondió. Siguió desatando la mordaza de la otra mujer. Drasik la miró de reojo. Captó en ella el significado de ese silencio.
—¿Qué es lo que sabes, Sui-chan? Nos tienes que informar para que las protejamos debidamente.
—Sólo puedo deciros que hace tiempo mi maestro Pipi nos ordenó a mis compañeros y a mí espiar a los miembros de la ARS. Llevamos haciéndolo dos semanas, y hemos visto cosas cada vez más sospechosas. Mi Guardián, Jannik, ya detectó conductas extrañas en Kaoru y en Daiya en los que más, así que yo he estado siguiendo a Kaoru de cerca. Y me encuentro con esto. Esto lo confirma. He pillado a esos tres miembros de la ARS capturando a estas dos taimuki y no con buenas intenciones.
—¿¡Taimuki!? —exclamó Kyo, y miró a las dos mujeres—. ¿Son ustedes hijas de Denzel? —les preguntó en chino.
—Por fin alguien que habla nuestro idioma —masculló la mayor, la del pelo corto, y cuando Sakura terminó de cortar las bridas de sus muñecas con una hoja afilada de hielo que formó de la punta de sus dedos, la mujer se apartó de ellos, poniendo a su hermana pequeña detrás de ella—. No sé a qué estáis jugando los iris de este tiempo, pero no voy a tolerar más engaños. Puede que no tenga poderes espaciotemporales, pero os juro que os partiré las piernas si volvéis a ponernos las manos encima. Y os mataré si tocáis a mi hermana. Está embarazada. Ponedme a prueba —levantó los puños, poniendo postura de arte marcial.
—Mierda… —murmuró Kyo—. Espere, escuche, es… es usted Christine, ¿verdad? —La mujer hizo un gesto de sorpresa, pero sin bajar la guardia—. Y esa de ahí debe de ser An Ju. Escuche, no tenemos mucho tiempo. Nosotros somos de la SRS y la KRS, solamente nosotros estamos al tanto del salto temporal. Bueno… y por lo visto esos iris de la ARS, ¡pero no tenemos nada que ver con ellos! Vuestro padre nos ha pedido ayuda a nosotros, a la KRS y la SRS, para encontraros a todos. Cinco de vosotros ya están con él.
—¿Padre? ¿Padre de esta época ha encontrado a nuestros hermanos? —Christine fue bajando los puños, sintiendo por primera vez en días un ápice de alivio.
—Chris, he perdido mi bolso con el pincel, la tinta y los pergaminos —le susurró An Ju—. No puedo usar el Poder de los Sellos para protegernos.
—Eso ahora es trabajo de mis puños. No te separes de mí.
—Kyo, diles que se vayan cos vosotros, llevadlas con Denzel —le dijo Sakura.
—No —se impuso Drasik—. Tú y Kyo os las lleváis de aquí. Yo me encargo de los traidores.
—Tú lo que quieres es hacerle a Kaoru algo que cualquier iris tiene prohibido, y no pienso permitirlo —se impuso Sakura todavía más, acercándose a su cara para mirarlo fijamente—. Ahora mismo soy la de mayor rango por edad y aquí mando yo.
—No pretendo matarlo, sólo darle la tunda que se merece.
—¿Igual que ibas a hacer con Kyo?
—Q… —Drasik se quedó chocado con esa pregunta—. ¿De qué hablas? ¡Nunca le pondría la mano encima a un compañero, mucho menos al mejor amigo que tengo! Yo no estaba… —miró un momento a Kyo, y vio que este lo miraba a él con una expresión algo entristecida y callada, y esto lo trastocó—. Yo no estaba… —balbució, sintiéndose ahora confuso, empezando a dudar—. Sólo discutíamos, pero no más allá… y de repente vi venir ese coche lanzado hacia nosotros…
—¿Cómo se le llama a eso? —le espetó Sakura—. ¿Lagunas? ¿Pequeños fragmentos perdidos que no encajan con tus recuerdos? La causa de eso tiene otro nombre.
—¡No! —exclamó rabioso—. Yo sólo tengo un majin de apenas dos grados…
—Yo tengo un majin de dos grados —le interrumpió Sakura—. Y no tengo los problemas que tú tienes. Lo tuyo no son dos grados, Drasik, y si tuvieras las agallas de reconocerlo podríamos solucionarlo enseguida.
—¿Cómo que “podríamos”?
—Esto… chicos… —intentó llamarlos Kyo, todavía ahí con las dos taimuki.
—Te da vergüenza reconocerlo ante tus compañeros —siguió Sakura diciéndole a Drasik—. Lo entiendo, más de lo que crees. Y por eso puedes confiarme a mí lo que te atormenta y te avergüenza, yo no voy a juzgarte ni a darte la tabarra con consejos positivos. Sal conmigo —le pidió una vez más, agarrando una de sus manos—. Estemos juntos. En vez de consejos, te daré experiencias, te alejaré de lo que te sienta mal, te escucharé y apoyaré siempre. Los demás te subestiman, pero yo siempre he pensado que eres uno de los mejores iris que he conocido.
—Chicos, el hielo se está quebrando —insistió Kyo, viendo las grietas que comenzaron a formarse en ese iglú gigante por los golpes que recibía del exterior.
—A mí también me subestiman, Drasik. Soy la chica presumida que le gusta estar guapa e ir a la moda. Pero a mí Pipi me eligió por una razón y Neuval te eligió a ti por lo mismo. Somos más de lo que aparentamos y ellos lo saben desde el principio. Lo que los demás ven en nosotros sólo es la punta de un colosal iceberg. Yo veo todo tu iceberg, Drasik.
El chico estaba mudo, descolocado ante esta conversación que Sakura de repente había decidido tener ahí con él. Pero sus palabras no sólo le sorprendieron, le llegaron. Él nunca había sentido interés romántico en Sakura y seguía sin sentirlo, pero reconoció que quizá él también había pecado de subestimarla. Ella parecía conocerlo mejor de lo que esperaba, y las cosas que acababa de decirle le generaron por fin un sentimiento de comprensión que llevaba mucho tiempo esperando recibir de alguien.
Pero no quería recibirlo de ella. Él quería recibirlo de sus compañeros, de su mejor amigo, de su maestro, de su propio hermano. Drasik no quería reconocer en voz alta que su majin estaba creciendo, pero sí que lo reconocía en voz baja. Sin embargo, el problema estaba en la causa. La vida le había estado yendo estupendamente, había sido el chico feliz, positivo y siempre alborotador de la KRS. Y el regreso de Neuval debía de haber supuesto para él la cúspide de la felicidad. Pero entonces… habían empezado a llegar esos flashes, esas extrañas imágenes en su cabeza, memorias que él creía que no eran ciertas o suyas.
Por mucho que Kyo, Nakuru, Eliam o los demás se le acercaran con la mejor intención del mundo, con verdadero interés de ayudarlo, ¿cómo iban a hacerlo si le estaban ocultando cosas a sus espaldas? ¿Para ayudarlo necesitaban mentirle? Él no quería eso. Quería saber la verdad.
Algo sucedió en su pasado, en su infancia, que le fue arrebatado de la memoria con algo más que una simple nube.
Al final, la cúpula de hielo terminó rompiéndose en enormes trozos sobre ellos, obligándolos a centrar toda su atención en la lucha en apenas un segundo de tiempo. Esta vez, Kyo reaccionó rápido y pulverizó dos grandes bloques de hielo que estuvieron a punto de caer sobre él y sobre las taimuki, uno con una bola de fuego y otro con su propio puño. Como consecuencia, quedaron momentáneamente rodeados de una nube de vapor.
A la vez que esto sucedía, con un movimiento de manos Sakura había transformado un par de trozos de hielo que caían sobre ella en agua, la cual redirigió y lanzó contra la Fuu y el Hosha que estaban corriendo hacia ellos, consiguiendo derribarlos, al menos por unos segundos, que la Sui aprovechó para buscar a Kyo y a las hijas de Denzel entre la nube de vapor.
Drasik, por su parte, ya había tomado impulso para correr directo hacia Kaoru, pero fue Kaoru el que llegó primero hasta él, embistiéndolo contra el suelo, y se quedó encima de él, apresándole las muñecas.
—¡Suelta, capullo! —intentó contrarrestarle Drasik.
—Te dije aquella noche que no iba a quedar así —le sonrió este.
—¿¡Qué coño estáis haciendo!? ¿¡Desde cuándo sabéis lo de los hijos de Denzel, quién os lo ha dicho!?
—¿Que quién nos lo ha dicho? —se rio—. Nosotros estamos detrás.
—¿Qué…? —se sorprendió Drasik, pero después apretó los dientes—. ¿¡Qué pretendéis hacer!? Dudo que hayáis capturado a esas taimuki para llevarlas con Denzel, ¿¡a dónde las llevabais!?
—Esto no ha hecho más que empezar, americano, no tienes ni idea de lo que viene. Es el principio del fin de la Asociación.
—Vosotros… —se horrorizó Drasik, comprendiendo la gravedad de la situación de la ARS—. Traidores… ¡Putos traidores!
Logró propinarle a Kaoru un cabezazo y aturdirlo lo suficiente para quitárselo de encima, y se echó sobre él, estando ahora Kaoru contra el suelo, con la nariz sangrando.
—¿¡Por qué Alvion está permitiendo esto, por qué no os detiene…!? —intentó entender Drasik—. ¡No sois arki! ¡Si lo fuerais, él ya lo sabría y todas las RS de Japón ya habríamos sido informadas…!
Se quedó sin voz cuando divisó algo extraño. Sujetaba a Kaoru de las muñecas contra el suelo, pero vio junto a su mano una mancha negra asomando debajo. Cuando apartó la mano, Drasik reconoció ese tatuaje que rodeaba la muñeca de su contrincante, un tatuaje de energía, como la Marca que todos los iris llevaban.
Kaoru supo que había adivinado la respuesta a esas últimas preguntas y le sonrió arrogante. Drasik estaba muy confuso, sólo Neuval había inventado y sabía realizar ese tatuaje energético, que conformaba el código que hacía funcionar la Técnica de Desvío. ¿Podía Neuval habérselo enseñado a Kaoru, o a la ARS entera? No, él no habría hecho semejante estupidez y mucho menos para facilitar a la ARS hacer daño a los hijos de Denzel y traicionar a la Asociación sin que Alvion pudiera detectarlo. ¿Entonces quién?
Por un fugaz segundo, la imagen de Izan se le apareció a Drasik en la cabeza.
—¿Para quién trabajáis? ¿¡Viernes os ha ordenado hacer esto!? ¿¡O ha sido Izan!? —le preguntó a Kaoru, pero este no dijo nada, mantenía su sonrisa burlona—. ¡Contesta! ¿Cómo ha podido una RS entera de iris enfermar de majin hasta este punto? Algo o alguien ha alimentado vuestros majin con influencia directa, no puede ser casualidad que toda la ARS esté igual de enferma y de acuerdo con estos actos de traición. No puede ser casualidad que justo cuando Izan da señales de vida después de siete años… —masculló, y le dio tanta rabia empezar a aceptar que los rumores eran ciertos y que Izan realmente se había convertido en arki, que cerró los ojos y contuvo un grito exasperado.
Kaoru aprovechó este instante para lanzarle un soplido de vapor helado, lleno de pequeños y afilados trozos de hielo. Drasik se llevó las manos a la cara al recibir los pequeños cortes y Kaoru terminó empujándolo de una patada, tirándolo al suelo.
—El caso es, Drasik… —le dijo Kaoru, poniéndose en pie y sacudiéndose la ropa—… que si estar enfermo es vivir por fin libres y felices, sí, lo estamos. Cuesta abrir los ojos, cuando toda tu vida te han educado, entrenado, para servir a los demás, luchar y morir por los demás, velar por el bienestar y felicidad de los demás. ¿Qué están haciendo los demás últimamente por ti, Drasik?
Este se incorporó sobre el suelo, con diminutos cortes superficiales en la cara, mirando rabioso a su oponente.
—Que no te dé vergüenza admitirlo delante de mí —continuó Kaoru—. Si admites la cruda verdad, que te sientes mucho más libre y feliz cuando dejas que tu majin tome el control, no podré hacer más que darte toda la razón. En este lado de la balanza, cuando por fin mandas a todos a la mierda y te eliges a ti mismo, nadie te lo reprochará ni te hará sentirte culpable. En este lado, donde no hay lazos con los demás, no hay mentiras, ni desesperación ni decepciones, ¿sabes?
—¿Qué estáis planeando hacer? ¿Por qué ha ocurrido el salto temporal de los hijos de Denzel? Si de verdad estáis siguiendo las órdenes de un arki…
—¡Hahahah! —se rio Kaoru con ganas—. Un arki no tiene poder suficiente para prometernos aquello que más deseamos. Ahora servimos a otros Señores. Más poderosos que los Zou.
—¿¡Cómo que más p-…!? ¿¡Estás loco!?
—Tú precisamente no deberías juzgarme. La persona que llevas toda tu vida idolatrando es uno de ellos.
No supo por qué, esos sinsentidos que Kaoru no paraba de soltar por la boca le provocaron un escalofrío a Drasik. No tenía por qué creer nada de lo que decía, el Kaoru que tenía delante era el Kaoru enfermo de majin, no el verdadero, no el iris que llevaba años siendo, y cualquier mentira podría decir con tal de provocarle o cabrearle. Pero entonces ¿por qué una voz dentro de Drasik dijo “ah, pues es verdad, en eso tiene razón”? Lo que Kaoru acababa de decirle lo sintió cierto, como una verdad olvidada que hace mucho tiempo era obvia para Drasik.
Había estado tan absorbido por su pelea con Kaoru, que por fin se percató de que de repente todo se había quedado en silencio. Ya no se oían las voces de Sakura ni de Kyo luchando contra la otra Fuu y el otro Hosha. Tuvo un mal presentimiento. Por eso, Drasik se apoyó con el codo en el suelo y miró hacia atrás.
Se horrorizó cuando vio a Sakura y a Kyo inconscientes en el suelo, parcialmente enterrados en la tierra arenosa de esa zona entre el edificio de la fábrica y la verja, y envueltos en lo que parecía una maraña de hilos metálicos. Entonces se dio cuenta de que eran los alambres de la propia valla, porque a esta le faltaba toda una sección, como si alguien la hubiera deshecho y utilizado para aprisionar a Kyo y a Sakura.
Drasik conocía sólo a una persona que dominaba el metal de esa manera, y efectivamente, ella estaba ahí. Entre la iris Fuu, que sujetaba en sus brazos el cuerpo inconsciente de An Ju, y el iris Hosha, que sujetaba el de Christine, se encontraba Viernes.
Pocas personas eran capaces de dejar paralizadas y sin aliento a los demás sólo con su presencia. Neuval era sin duda quién más causaba este efecto, pero Viernes se le acercaba. No iba como los demás estaban acostumbrados a verla, con ropa elegante, sobria y aburrida y el cabello recogido. Ahora vestía con ropa más casual, vaqueros y chaqueta, y llevaba el cabello suelto, ondulado, castaño ceniza, y de sus ojos oscuros emanaba un frío vacío que estremeció a Drasik. Pero también una admirable calma. La manga derecha de su chaqueta estaba rasgada, inexistente, y su brazo desnudo brillaba, reflejando la luz de las farolas lejanas. Tenía el brazo transformado en metal. Drasik sabía que ella sólo hacía eso cuando iba totalmente en serio contra un enemigo.
—S… Señora Mukai… —masculló Drasik, terminando de levantarse del suelo—. Viernes… ¿Qué demonios hace? ¿Qué está pasando?
En realidad, Drasik no sabía si quería oír una respuesta, porque sentía que todo lo que estaba pasando era mucho más grande y más grave de lo que nadie imaginaba. Sin embargo, acabó prefiriendo que Viernes le respondiera. A veces había cosas incomprensibles, pequeñas, sutiles, que eran capaces de producir un miedo intenso. Un murmullo en la oscuridad en una casa vacía… Una sombra fugaz vista de reojo donde no había nadie… En el caso de Viernes, eran sus silencios.
Miraba a Drasik sin emoción alguna. Y este no podía moverse, no le respondían las piernas. De todas formas, aunque pudiera moverse, no tenía nada que hacer. La situación había quedado zanjada. Cuando Kaoru caminó hasta su maestra y se puso a su lado, él y sus otros dos compañeros la tocaron en los hombros con las manos. De repente, apareció delante de Viernes una niña, con media cabeza cubierta por un gorro de licra negro, del que caía una larga melena negra y lisa con un mechón blanco. Drasik se quedó perplejo.
Cuando Viernes posó una mano sobre el hombro de la niña, en un instante todos desaparecieron. Drasik había visto ese tipo de desaparición cientos de veces, era un teletransporte espaciotemporal igual al que podían hacer Agatha y Denzel.
—Mierda… —murmuró, intentando recapacitar, intentando entender, encajar las piezas, pero faltaban muchas—. Mierda… —repitió, y fue corriendo hasta Kyo y Sakura.
Los liberó de los alambres y trató de reanimarlos. No tardaron en despertar. Sakura sangraba por un labio, y Kyo por una ceja.
—¿Qué ha…? —balbució la chica, y se puso enseguida a mirar a su alrededor—. ¿¡Dónde…!? ¡He visto aparecer a Viernes, ¿dónde está?! —se levantó con algo de dificultad—. ¿¡Y las taimuki!?
Se lo preguntó a Drasik, pero él la miró sin saber qué contestarle, o cómo. De hecho, ni siquiera le apetecía responder, tan sólo agachó la cabeza con fastidio y cansancio. Sakura terminó comprendiendo. Se quedó un par de minutos callada, pensando. Finalmente, miró a los dos chicos.
—He fracasado. Tengo que informar a Pipi.
—¿Cómo no ibas a fracasar? —objetó Kyo—. ¿¡Se supone que tenías que enfrentarte a esto o solucionarlo sola!? ¡Aunque te hubieran ayudado todos tus compañeros y en lugar de Kaoru y otros dos iris de la ARS hubiera estado Viernes sola, no habríais tenido éxito! Cuando en la Asociación dicen que hacen falta treinta iris o más para ganar a Viernes en un combate, ¡me lo creo! ¡Hasta mi tío Neuval lo dice! No había forma de salvar a Christine y a An Ju si iba a aparecer Viernes en persona.
—Eso no va a hacerme sentir mejor. Escuchadme bien los dos. No informaréis de esto a nadie.
—¿Qué? —saltó Drasik.
—No todavía. Lo que ha pasado se lo tengo que informar yo a Pipi y a mis compañeros. Esto empezó como una tarea de espionaje confidencial que estábamos llevando a cabo mi SRS y yo, y por eso, todo suceso relacionado es una información clasificada que primero ha de llegar a los oídos de mi maestro, y luego será él quien decida qué hacer y si informar a más gente o no.
Ambos chicos no dijeron nada al respecto, porque recordaron que situaciones de este tipo formaban parte del protocolo y las normas.
—Volved a casa y no habléis de esto con nadie. De todas formas, estoy segura de que no pasará mucho tiempo hasta que esto salga a la luz. Ya habéis sido testigos de la gravedad del asunto que envuelve a la ARS. Mi Líder acabará compartiendo toda la información con Neuval y con vosotros la KRS tarde o temprano, así que guardad silencio hasta que él decida el momento. Hay que tratar esto con más delicadeza que ninguna otra misión que hayamos tenido nunca.
Ambos chicos terminaron asintiendo. Sakura, entonces, se marchó de allí, dando un gran salto, perdiéndose en la oscuridad de las alturas.
Drasik miró a Kyo de reojo, con aire retraído y avergonzado.
—Kyo… lo siento, yo… ¿he hecho o dicho algo…?
—Para —le pidió; se puso frente a él, le puso una mano en el hombro y le sonrió tranquilo—. ¿Te encuentras bien?
Drasik tardó en responder. Le chocaba su amabilidad, después de la situación que habían tenido. Pero, en realidad, no le chocaba demasiado, porque Kyo era así.
—Aparte del susto, el estrés, el fracaso, la preocupación y lo mucho que todavía quiero partirle los dientes a Kaoru… me siento un poco más… en mi sitio —intentó explicarse—. Me siento yo. Quizá es que me he desahogado, o… lo que acaba de pasar me ha dado un bofetón de realidad.
—Me tranquiliza oír eso. No te preocupes, Drasik, tú sólo… haz lo que necesites hacer. Yo confío en ti, ¿vale? —le preguntó, al mismo tiempo que le tendía de vuelta su estuche negro con las pequeñas jeringuillas dentro.
Drasik lo cogió con un poco de reparo, pero aun así lo guardó rápidamente en el bolsillo trasero de su pantalón, sin decir nada.
—Hagamos lo que Sakura nos ha dicho —concluyó el Ka—. Dejemos esto en manos de su SRS, hasta que Pipi decida qué hacer. Ya bastante tendrá con darle la mala noticia a Denzel. Vamos a casa, e intenta dormir algo. Mañana tienes misión con Brey.
—Sí… —suspiró, y se marchó con él.
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