2º LIBRO - Pasado y Presente
—¡Es que no entiendo por qué siempre tienes un maldito problema conmigo! —protestaba Drasik, sentado de copiloto en el coche de Brey.
—¡No tengo un problema contigo, el problema lo tienes tú contigo! —respondió Brey, sentado al volante, conduciendo de regreso a Tokio tras haber huido con éxito de la base que acababan de desmantelar.
Llevaban ya un rato discutiendo. Drasik había acabado contagiándole el enfado y por eso Brey, aunque trataba de hablar racional y calmadamente, no podía evitar alzar la voz y estar agitado.
—La misión ha salido de perlas, hemos cumplido a la perfección —insistía Drasik—. ¿Sabes lo que cuesta hacer ese test en menos de diez minutos? ¿Te parece poco que haya tenido que improvisar un catalizador para acelerar la prueba? Ningún otro Sui hace eso. Y ahora gracias a eso hemos confirmado que son los explosivos que buscábamos y la misión puede continuar.
—Sabes que no estoy hablando de cómo has hecho las cosas. Lo que me molesta es tu actitud.
—¡A ti te molesta la actitud de todo el puto mundo, Brey!
—¡De eso nada!
—¡Quieres que todos fuesen más como tú, pero el mundo no puede ser así, nadie más que tú ha nacido así! ¡Y no es culpa del mundo, ni tuya, pero por eso no puedes andar exigiendo tanto!
—Drasik, ¡no estoy hablando de eso! ¿Desde cuándo te domina la arrogancia en medio de una operación en la que sólo debes mostrar concentración y discreción? ¿Por qué tuviste que llamar la atención de ese condenado y empezar a vacilarlo?
—¿Qué más te da? Lo tenía que matar de todos modos, ¿no? Tú has matado a tu condenado, y yo no voy diciéndote cómo hacerlo.
—¿A qué coño venía eso? Jugar con él, hacer que te siguiera, desquiciarlo. En lugar de darle una muerte directa y fría como hacemos todos, sentiste la necesidad de atormentarlo un buen rato, antes de matarlo.
—¡No me digas que te da pena que ese pobre asesino y torturador de mujeres haya sufrido un poco de tormento antes de morir!
—¡Joder, Drasik, eso me da igual! ¡No siento pena alguna por ningún tipo de criminal! ¡Lo que me preocupa eres tú! Que tengas esta actitud. Has sido cruel, no porque ese cabrón lo mereciera, sino porque te apetecía, por diversión… ¿No entiendes que eso es jodidamente preocupante?
—Será para ti —se cruzó de brazos—. He hecho mi trabajo, una vez más, de forma impecable. Al final eso es lo que importa.
—No. Eso no es lo que más importa.
Drasik no dijo nada, frunció más los labios, mirando por la ventanilla.
—Hay algo que no me estás contando —comentó Brey entonces.
El Sui dio un pequeño sobresalto. Se puso nervioso, pero siguió disimulando. Se preguntaba si Brey sospechaba algo sobre la situación de Izan.
—Sé que no tiene nada que ver con tu experimento actual, ni con los exámenes del instituto ni con esta misión. Creía que el regreso de Neuval te haría más feliz que a nadie…
—¡Me hace feliz, más que a toda la Asociación junta! —replicó Drasik, mirándolo—. No te atrevas a pensar lo contario. Llevaba siete años soñando con ello.
—¿Y qué ha pasado?
—¡Nada! ¡No ha pasado nada, joder, sigo alegrándome de estar por fin en una KRS renacida, de volver a tener a Neuval con nosotros, y de haber tenido esta misión hoy! Es que no estoy durmiendo bien últimamente, ¿vale? Sólo estoy un poco agobiado.
—Un poco agobiado estabas hace dos semanas. Ahora estás que te subes por las paredes como cuatro veces al día. Se te está yendo la cabeza, Dras. Y yo no soy como los demás. Tratándote con delicadeza y cuidado, con palabras bonitas, positivas, para no empeorar el problema. Temo al majin lo suficiente para hacer lo que sea por evitar que exista.
—Así que tú también crees que estoy enfermo.
—¿Y tú no? ¿Desde cuándo te has vuelto ciego o tonto?
—Es… un majin… de dos… putos… grados —vocalizó Drasik—. Estoy hasta los huevos de repetíroslo.
—Un majin de dos grados no te produce de repente las ganas de jugar y vacilar a un condenado antes de matarlo. Eso ya roza un majin de cuarto o quinto grado. Un iris no mata por diversión ni crueldad, no mata por sentimientos de autoplacer o egoísmo, mata por deber y lógica, por necesidad de las víctimas inocentes y no por necesidad propia…
—¡A ti lo que te da miedo es que te lo contagien! —exclamó Drasik, volviendo a explotar de rabia.
—¡Tú deberías sentir el mismo miedo a padecerlo! ¡Y no sólo no lo temes padecer, te da igual que crezca! Has visto lo que puede llegar a causar, lo has visto toda tu vida. ¿¡Qué quieres, acabar tú también despertando un día con una desgracia bajo tus pies!?
—Para el coche —se hartó Drasik, quitándose el cinturón.
—No seas idiota…
—¡Que pares el coche o te congelo el motor! Me vuelvo solo a casa.
Viendo que tenía firmes intenciones de bajarse en marcha y de que ya estaba abriendo el pestillo de la puerta, Brey detuvo el vehículo en el arcén de la carretera. Estaban en una carretera pequeña en una ladera boscosa, cerca de la costa. Drasik salió del coche al instante y se fue caminando por el arcén. Sin embargo, Brey también había salido del coche justo después, simplemente para correr hasta él y derribarlo al suelo.
—¿¡Qué haces!? —gruñó Drasik, dándose la vuelta, pero tenía al rubio encima—. ¡Se te ha ido la olla!
—¡Mejor! ¡Así podré expresarme en tu idioma, en el idioma de todos vosotros, humanos de nacimiento de los cojones! ¡A ver si oyéndome gritar como un loco y viéndome mi expresiva cara te enteras de una vez de que no me da la puta gana de mantenerme callado esta vez y no hacer nada! ¡Espabila, idiota, déjate ya de mierdas y ponte en tratamiento! ¡Tener majin no será tu culpa, pero sí lo es ignorarlo, ¿me oyes?! ¡He tenido ya bastante con los putos majin de mi familia y no voy a perder a otro hermano por ser un imbécil duro de mollera!
Drasik se quedó sobrecogido, por esas palabras pero también por la cara roja y airada que Brey tenía. Hacía años que no lo veía así.
Drasik y Brey se conocían desde bien pequeños. Brey tenía 8 años, y llevaba ya la mitad viviendo en la casa de su hermana mayor tras morir sus padres Hideki y Emiliya, cuando Neuval regresó de una larga visita al Monte Zou trayendo consigo a dos pequeños chicos extranjeros, un humano y el otro un iris recién entrenado, que iban a iniciar una nueva vida en Tokio. Eliam y Drasik estuvieron seis meses viviendo con ellos, hasta que Agatha ya les proporcionó su actual vivienda y se encargó ella misma de cuidarlos unos pocos años hasta que ya se valieron solos.
Al principio de su estadía en la casa de los Vernoux, Drasik daba algunos problemas. Con 4 años, era el iris más joven del mundo en convertirse. Había pasado un entrenamiento más aclimatado a alguien de su edad, pues nunca antes se había tratado con un iris de 3 años de edad que todavía usaba pañales y orinal. La edad mínima de conversión habían sido los 5 años hasta entonces, y entre un niño de 5 y uno de 3 ya había bastantes diferencias.
Quizá por eso Drasik fue uno de los escasos iris del mundo en desarrollar ya un primer grado de majin antes de acabar su entrenamiento. Aunque leves y breves, causaba estragos de vez en cuando, especialmente por las noches. Drasik tenía pesadillas constantes. Despertaba a los demás con sus lloros o gritos. A veces, algunas cosas, como ver un tipo de comida, oler un tipo de perfume o cualquier cosa que le recordara a sus padres o cómo los vio ser brutalmente asesinados, le hacía tener pequeños ataques de pánico. Aun así, su iris entrenado lo mantenía estable diez veces mejor de lo que estaría un niño humano de su edad y condición, sin duda. Pero lo que más le ayudó a fortalecerlo y a lidiar mejor con esos episodios de pánico o rabia, era el eterno apoyo, la eterna paciencia y el enorme afecto que Neuval y Katya le daban.
Neuval sentía una especial debilidad por él. Porque le recordaba muchísimo a sí mismo de pequeño y porque compartía con él el mismo problema. Ser un iris hipersensible era una forma más bonita de describir lo que otros dirían que es un iris “defectuoso”. Neuval hizo con Drasik lo que Lao hizo con él. Lo salvó. No de la muerte ni de un enemigo, sino de ese otro Drasik oscuro que quería apoderarse de su cuerpo, su mente y su vida.
Fue un proceso lento, pero poco a poco Drasik fue saliendo de su caparazón de hielo y mirando las cosas de su alrededor con la cabeza más alta, con más curiosidad e interés y menos miedo y apatía. Sobre todo, siempre tenía la mirada levantada y absorta apuntando hacia Neuval. Vio en él su propio yo futuro. Porque él era una prueba viviente de que incluso el iris más enfermo, problemático, rechazado y cuestionado había logrado convertirse en el más enfermo, problemático, respetado y admirado.
Sin embargo, no sólo fue Neuval. Porque un Izan de 13 años también vivía en esa casa con ellos en esa época. Otro iris “defectuoso” por tener un majin demasiado temprano, que, sin embargo, cumplía misiones de forma impecable, y no sólo eso, sino que además nada parecía ensombrecer su ánimo. Con él y con Neuval no había ni un solo día que fuera aburrido.
Pero quien sin duda lo cambió todo en su vida y en su alma, fue Cleven. Porque, con ella, descubrió un mundo aparte, un mundo diferente al de la Asociación y los iris. Un bello secreto que lo convirtió en alguien muy especial y le descubrió una gran verdad. Y una misión más importante que cualquier otra.
—Podrías empezar al menos por apreciar mejor lo que tienes… —volvió a hablarle Brey, con una voz agotada, y ojos tristes—. Igual que yo, te quedaste huérfano a una edad demasiado corta. Pero tú aún tienes a Eliam, un hermano de sangre… y parece que te da igual. Si supieras lo que yo daría por…
Brey intentó acabar la frase, pero al final no pudo, o no quiso. Drasik lo miraba afligido, pero también con rabia, conteniendo las lágrimas. Ver los ojos vidriosos de Brey, de ese verde tan familiar, por un instante vio en él la cara de Izan. Se parecían mucho. Eso lo hacía más difícil. Drasik desearía que no le hubiera dicho esto último. En los últimos años se había preguntado si Brey ya lo había superado, si ya había dejado a Izan atrás. Pero vio que, indudablemente, no. De hecho, era estremecedor ver a Brey expresándose de una forma tan emocionalmente desgarradora al mencionar a Izan. Incluso si no había llegado a acabar la frase y pronunciar su nombre.
¿Por qué había tenido que meter a Eliam en esto? Esto estresó a Drasik. No era justo. Sabía que no había sido últimamente el mejor hermano para Eliam, pero no era justo, porque Drasik, para empezar, no sabía por qué se sentía así, por qué era así, por qué se estaba convirtiendo otra vez en un desastre y estaba haciendo daño a los seres queridos de su alrededor. No entendía por qué su majin aumentaría ahora, cuando estaba en la mejor época de su vida, cuando ya había empezado a ir superando la muerte de Yousuke, teniendo a Kyo de regreso tras su año de entrenamiento, teniendo a sus amigos, a su hermano, y sobre todo, a Neuval y a la KRS de vuelta… ¿Por qué su mente estaba volviendo a ser un desastre, cuál estaba siendo el motivo?
No poder averiguarlo era lo que más le trastornaba. Si no había una provocación o motivo, su majin no podía crecer así porque sí. Por eso insistía, y quería convencerse a sí mismo, de que su majin no podía estar aumentando, porque no existía un motivo.
Pero lo había. Lo que pasa es que su iris no lo estaba entendiendo. Y era una consecuencia inevitable de una mente que había sufrido un importante borrado de memoria. Porque, una vez más, sin quererlo, sin razón aparente, sin permiso, en los ojos verdes de Brey lo que vio ahora fue el rostro de Cleven, mirándolo con esa misma expresión de dolor y tristeza. Otra vez, y otra vez, siempre aparecía la cara de ella en un reflejo, en un pensamiento fugaz, en una sombra de la calle… No podía dejar de verla en todas partes. Y con esa imagen, venían también sentimientos desconocidos que no comprendía.
—¡Quita, suéltame! —Drasik acabó apartándolo de un empujón, y se puso en pie rápidamente, trastabillando un poco—. No lo entiendes… No es tan fácil…
—Dras…
—Por favor, déjame en paz… por favor… —le rogó exasperado, mientras se marchaba caminando a través de la maleza, descendiendo el bosque y la pedregosa pendiente hacia la costa.
Desapareció en el mar. Brey, arrodillado en el arcén de la carretera, suspiró abatido. Salió vaho. La mañana ahí estaba muy fría y húmeda. Se miró las manos. Puede que su enfado hubiese comenzado porque Drasik se lo había contagiado, pero las palabras que había podido expresar a través de él eran realmente suyas, y al final el enfado se había vuelto naturalmente suyo por un motivo suyo. Sólo le pasaba cuando trataba temas sobre las personas que más le importaban. Era las únicas veces en las que se sentía más humano. Pero odiaba que tuviera que ser siempre por reabrir heridas.
Volvió al coche. Se sentó al volante, cerró la puerta y se quedó un rato mirando al frente. Normalmente, su iris le volvía a enfriar la cabeza y retomaba el control y un estado vacío de emociones en cuestión de segundos. Pero esta vez le estaba costando un poco. No pasa nada, se dijo. Esto ya había ocurrido muchas veces. Un par de horas solo por ahí perdido con sus pensamientos, y Drasik regresaría a casa por su cuenta más calmado, como hacía siempre.
Ahora era él quien tenía que regresar a casa y ocuparse de cosas más importantes. No había dejado de pensar en la tristeza que Clover llevaba dos días padeciendo por su culpa. No podía tolerarlo más tiempo.
Al cabo de media hora, ya llegó a casa. Dejó el coche en el garaje y subió por el ascensor.
En el quinto piso, Eliam estaba solo en medio del rellano. Observaba intranquilo la puerta abierta de la vivienda de Brey. La de Mei Ling y Kyo también estaba abierta. Sin embargo, cuando el argentino oyó el sonido de uno de los dos ascensores, se giró enseguida, preguntándose si sería otro vecino, o si esta vez ya sería Brey. Se le encogió el estómago al ver que era el susodicho. Pero fue a aún peor verlo aparecer sosteniendo en un brazo una bolsa grande de la compra, seguramente para hacer la comida, y en el otro brazo un enorme oso panda de peluche con un bonito lazo en el cuello. Al parecer, había hecho una parada en alguna tienda antes de llegar a casa.
Gastar el dinero en caprichos o cosas innecesarias para la supervivencia era algo muy irracional para Brey. Pero ya le había pasado más veces, no poder evitar el impulso de, de vez en cuando, comprar algún juguete o algún dulce especial. Eliam tenía un nudo en la garganta.
—Hey —saludó Brey pasivamente—. ¿Qué haces aquí fuera? Oye, Dras se ha ido a dar una vuelta por ahí, no te preocupes. La misión ha ido bien.
—Ah… gracias por decírmelo —murmuró Eliam.
Brey se percató de que le temblaban un poco los labios y que sus ojos avellana no paraban de mirarlo fijamente, como queriéndole decir algo y no ser capaz.
—Eliam, ¿qué…? —fue a preguntarle, pero entonces Agatha salió por la puerta abierta de su vivienda—. Agatha, ya he llegado —la llamó—. Voy a hacerles la comida, no hace falta que hagas nada más. ¿Cómo se han portado?
—Brey, querido… —murmuró la anciana, acercándose a él con una expresión desolada que intentaba mantener firme; le palpó los brazos, y descubrió que portaba la bolsa de la compra y el peluche—. Ven. Deja esto a un lado un momento. Eliam, ¿te importaría…? —le pidió, y el argentino asintió y le sostuvo a Brey las cosas—. Ven conmigo.
Agatha caminó de vuelta hacia la puerta de Brey, pero este no la siguió. Se quedó donde estaba. La anciana no podía verla, pero podía notarla, esa cara expresivamente asustada, la parálisis de sus músculos y la aceleración de su respiración.
—Agatha —dijo el rubio con voz entrecortada—. ¿Qué pasa?
—Brey…
—Agatha —repitió enseguida, oliéndolo en el aire, empezando a sentirlo, comenzando a alarmar a su iris—. Dime qué pasa.
—Querido, espera, no te alteres —volvió a su lado y alzó las manos para agarrar sus hombros, ya que él era más alto—. No ha ocurrido ninguna tragedia irreversible, te lo prometo.
Brey no sabía cómo interpretar eso. Lo que sabía, es que seguía sonando mal. Su mente comenzó a invadirse de todo tipo de pensamientos y razonamientos e hipótesis. Su iris se puso a trabajar en este instante para protegerlo con antelación. Lo habían entrenado para esto. Conocer todo tipo de malas noticias que una persona podía recibir en la vida, y cómo reaccionar ante ellas.
Era cierto, que presenciar con sus propios ojos cómo su padre y su madre morían en manos de un terrorista humano afectó su iris nato a sus 4 años, lo suficiente para crearle por primera vez un signo de trauma. Por eso, necesitó el entrenamiento como los demás. Desde entonces, empezó a padecer el conocido “contagio”. Antes de eso, era una mente puramente Yang e invulnerable, un bebé y un niño que nunca lloraba si no era por razones lógicas de supervivencia, como el hambre, el dolor o sentir peligro, y que nunca reía o sonreía, a no ser que fueran sus padres o hermanos produciéndole un intenso motivo. Ya con sólo 1 año, únicamente bastó decirle una vez que no tocara cosas afiladas o que quemaran, y él lo comprendió a la primera, porque era lógico, y él entendía y respetaba las cosas lógicas al instante. Y si veía a otro niño u otra persona a punto de tocar algo afilado o ardiente, incluso a esa temprana edad su primer impulso era ir corriendo, o gateando, a evitar que esa persona sufriera el daño y salvarla.
Ver la muerte de sus padres produjo un primer desajuste en su iris perfecto. Un primer, único y pequeño defecto, como una pequeña grieta por donde le podían entrar emociones ajenas. El contagio siempre era temporal, y le sucedía cuando una persona expresaba hacia él una emoción muy intensa, ya fuera buena o mala, lo suficientemente intensa para traspasar la pequeña grieta. Pero sin compartir o conocer el motivo.
Hace años, por ejemplo, un condenado al que debía matar se puso a llorar a gritos como un loco, suplicando por su vida. Brey comenzó a llorar en ese momento, sintiendo esa misma agonía, pero sin tener ni idea del origen, la causa, sin saber la historia o el porqué. Aun así, cumplió su deber, sobre todo cuando ese tipo dijo que él no tenía la culpa de haber violado y descuartizado a nueve niños, que la culpa era de ellos por provocarle la tentación con sus bellos e inmaduros cuerpos.
Era como si alguien con gripe le contagiara la tos y la fiebre, pero no el virus o bacteria en su cuerpo. Le contagiaban los síntomas, la manifestación física de las emociones, pero nunca la fuente o el origen. Lo peligroso de esto, es que le podían contagiar un majin si este era lo bastante intenso. Ya le pasó una vez. No le hizo “ser” un majin, pero le hizo “actuar” como un majin, manifestarse como uno, en contra de su voluntad durante varios minutos.
Brey era un iris admirado en la Asociación sobre todo por haber alcanzado el nivel máximo. Pero seguía siendo un iris raro, sin precedentes conocidos, diferente al resto, que ni siquiera Alvion sabía aún cómo funcionaba exactamente. Y por eso, cada vivencia que Brey experimentaba y reaccionaba de forma distinta al resto, hacía que Alvion aprendiera cosas nuevas sobre él. Y una de las rarezas que había aprendido de él, aparte del contagio, es que su reacción al trauma era diferente.
Los iris comunes, al sufrir un trauma, luchaban contra malas emociones peligrosas, es decir, de las que podían hacer daño a otros, como la ira, la rabia, la crueldad… Porque los iris comunes, habiendo nacido humanos, habían nacido con energía Yin y Yang, y el trauma hacía que este Yin saltase a la superficie. Pero a Brey no podía pasarle esto, porque carecía totalmente de energía Yin. Nunca la tuvo.
Por tanto, su reacción a un trauma, como la muerte de sus padres, o la de su hermana, o la de Yue, no le volvía rabioso, agresivo ni peligroso para los demás, no expresaba un Yin. Le producía otro efecto, que era el de no manifestar absolutamente nada, ni bueno ni malo. Su única energía, el Yang, se bloqueaba. Le apagaba el iris, le destrozaba el alma y le paralizaba el cuerpo. Sufría, pues, ese otro tipo de malas emociones que no eran peligrosas para los demás, pero sí para sí mismo. Depresión, decepción, tristeza, fracaso, culpa…
En esas tragedias anteriores con miembros de su familia, las había padecido, y de forma grave. Pero, con el tiempo, se había recuperado, gracias a que su iris persistía, porque su iris le recordaba que aún había motivos por los que seguir luchando, todavía tenía seres queridos y había gente a la que seguir salvando. Le recordaba que el motivo de su existencia seguía vigente.
Agatha confiaba en que su iris le haría afrontar este nuevo problema con la cabeza fría con la que siempre afrontaba sus misiones.
—Deja que te lo expliquemos, ¿vale? Confiamos en que todavía puede ser solucionado.
Brey la escuchó e hizo lo posible por aferrarse racionalmente a lo que le había dicho. Sus palabras le confirmaban que no había muerto nadie. Pero él sabía que en este mundo había cosas peores que la muerte. Aun así, Agatha aseguraba que había habido un problema que aún se podía solucionar. Y eso, para cualquier iris, siempre era un alivio. Un iris existía para solucionar problemas.
Sin embargo, no podía evitar que aún le recorriera el miedo por culpa de la incertidumbre. Quería saber qué pasaba, así que acompañó a Agatha hacia su casa. Atravesó la entrada y todo parecía en orden, no había habido ningún incendio o destrozo. No obstante, en medio del salón, encontró a Yako y a Neuval, juntos, hablando entre ellos en voz baja. Dejaron de hablar cuando vieron a Brey. No había nadie más que ellos dos ahí. ¿Qué hacían ahí? ¿Y por qué lo miraban así? Sus nervios aumentaron. Pero ahora sólo tenía una cosa en mente, especialmente tras observar toda la estancia y notar una clara ausencia.
—¿Dónde están? —preguntó directamente.
—Raijin… —Yako se acercó a él, titubeante.
—No, no, no —lo detuvo alzando una mano—. Los mellizos. ¿Dónde están? Suéltalo de una vez, sin irte por las ramas.
Yako se giró hacia atrás y miró un momento a Neuval. Este no hizo ni dijo nada, estaba de brazos cruzados, todavía con el chándal deportivo, y descalzo, habiendo dejado sus pantuflas en la entrada, y totalmente despeinado. Pero estaba muy serio. Y ver a Neuval serio era lo realmente preocupante.
—Daisuke está perfectamente, está ahora con Mei Ling y Kyo en su casa —le explicó Yako finalmente—. En cuanto a Clover… está desaparecida.
Brey cerró los ojos al instante y dio unos pasos, llevándose las manos a la cabeza.
—Se ha escapado… por mi culpa… lo sabía, sabía que tenía que haber hablado con ella antes, haber arreglado la situación antes… ¡No habrá ido muy lejos, la buscaré por el edificio y por la calle…!
—Raijin, no… No se trata de eso. Clover no se ha escapado.
El rubio se giró hacia su amigo, mirándolo con sorpresa.
—Hemos analizado todos los escenarios posibles. Hemos revisado dos veces las grabaciones de todo el edificio, hemos hablado con vecinos y hemos examinado pruebas. Raijin… —suspiró Yako un momento, conteniendo su propio disgusto—. Alguien la ha secuestrado en medio de la noche.
—¿¡Qué!? ¡No! ¡No, eso no es posible! ¡La fui a ver esta mañana temprano, antes de irme, la vi en su cama! No la desperté, sólo me despedí de ella y…
—¿La viste? ¿Viste su cara?
—Sí… bueno, no… Sólo su cabello. Y estaba tapada con el edredón, y…
—Quien se la haya llevado, dejó muñecos bajo el edredón y una peluca para simular que seguía ahí en su cama. Eso es lo que encontró Daisuke cuando fue a despertarla, cuando Agatha llegó para hacerles el desayuno.
—¿Qué? No, no, no, espera, no tiene sentido… Nadie ha entrado en mi casa en medio de la noche, nadie puede burlar sistema de seguridad Hoteitsuba que me instaló Lao —dijo mirando a Neuval—. Y las cámaras del edificio…
—No muestran nada ni a nadie —le interrumpió Yako de nuevo—, ni entrando ni saliendo por tu puerta, desde ayer cuando se marchó tu asistente social hasta esta mañana cuando tú saliste. Al poco rato de marcharte con Drasik, salió Cleven, con actitud normal. Y a los pocos minutos de marcharse Cleven, dice Agatha que se teletransportó directamente al interior de tu casa. Llamó a los niños para que despertaran. Bajó Daisuke, pero bajó solo, porque venía de tu habitación, y Agatha le dijo que fuera a buscar a Clover. Entonces Daisuke volvió a subir, dice que la llamó y que ella no respondía, y fue cuando apartó el edredón y descubrió los peluches amontonados y la peluca.
—Pero… no… —Brey seguía confuso, nervioso, convencido de que la causa era otra, de que los demás habían tenido que pasar algo por alto.
—¿Por qué durmió contigo el niño anoche? —habló Neuval por fin.
Brey se sobresaltó un poco. La voz de Neuval no sonaba como siempre.
—Mojó la cama, y estaba algo inquieto. Dijo que algo en su habitación le hacía sentirse incómodo y que no le dejaba dormir. Era poco probable, pero por si acaso fui a ver si detectaba algún campo electromagnético…
—Los fantasmas nunca se acercan a gente viva desconocida —objetó Neuval—. Sólo interaccionan con objetos o personas que entren en su zona de fallecimiento. Si salen de ella para interaccionar con algún vivo, siempre es con familiares o conocidos de su vida. Este edificio no es zona de muerte de ningún fantasma y todos nuestros familiares y conocidos fallecidos han acabado destinados como espíritus a las dimensiones de los dioses.
—¡Lo sé, joder! Pero os juro que ya he detectado cosas antes. Desde que vine a vivir aquí y desde que nacieron los mellizos, empecé a detectar más campos de lo normal, aquí en casa, o yendo por la calle o al parque con los niños.
—Como sea —repuso Neuval—. Obviamente no es un fantasma quien se ha llevado a la niña.
—¡Gracias por la obviedad, ¿y entonces quién coño ha sido?! —gritó, cada vez más alterado—. No, no, no… Nadie se la ha llevado. Se ha escondido en algún sitio, o se ha ido a algún sitio. Las cámaras pueden fallar, no hay otra explicación. Sigue aquí, en algún lugar, no habéis mirado bien…
—Brey, he comprobado personalmente el sistema de seguridad de todas las ventanas, tanto por dentro como por fuera, y de la puerta —le dijo Neuval—. Ninguna ventana ha sido forzada ni manipulada desde fuera. Y Hoti ha confirmado que no hay fallo en las cámaras.
—¿¡Y si Hoti se equivoca!?
—Por favor, no insultes a Katya —replicó Neuval—. ¿Adónde vas? —preguntó al ver que se iba hacia la cocina—. Deja que terminemos de explicarte…
—¡Clover! —comenzó a llamarla el rubio, ignorándolos.
Yako miró afligido a su amigo, viendo cómo estaba perdiendo la razón que siempre lo caracterizaba, tanto que ya no parecía el mismo. Si se tratara de otro niño o de otra persona, no estaría comportándose así. Pero esto estaba sorprendiendo tanto a Yako como a Neuval. Una cosa que ya conocían de él era verlo reaccionar con genuina tristeza tras entender que un ser querido había muerto y por tanto ya no se podía resolver nada, y otra cosa diferente era recibir la noticia de un crimen del que aún no se sabía nada y que por tanto aún tenía posibilidad de resolverse y verlo reaccionar de esta forma, perdiendo la cabeza y negándose a aceptar la lógica de las pruebas, siendo totalmente contrario a su naturaleza de iris nato.
Sinceramente, Neuval y Yako no esperaban esta respuesta de él. Creían que activaría su estado de mayor concentración y de cabeza fría para así no perder ni un segundo y pensar directamente en las pruebas, las hipótesis, en seguir las pistas, ponerse enseguida a ejecutar el plan de búsqueda más lógico y eficaz. Pero Brey se había puesto a correr por toda la casa, para abrir todas las puertas, todos los muebles, mirar hasta en lugares totalmente absurdos como bajo los cojines del sofá o dentro de la nevera. Hizo lo mismo en la planta de arriba, usando su velocidad, llamando a Clover sin parar.
—Nunca lo he visto así —dijo Yako, escuchando a su amigo desde el salón, preocupado—. Y llevo junto a él prácticamente toda su vida. Este comportamiento no tiene sentido en alguien como él…
—Es la primera vez que se le planta delante este problema, así que no sabemos lo que tiene sentido o no en un iris tan único como él —terció Neuval.
—Pero se parece a un brote de majin, solo que…
—Sin furia ni agresividad —determinó Neuval—. Porque esto no es un majin, no es energía Yin. Pero… temo que se trate de algo igual de malo.
—¿Qué puede haber malo como un Yin si no hay Yin?
—Estar perdiendo su Yang.
Yako abrió los ojos con sorpresa.
—Si a Brey le falla la única energía que tiene y no le queda ninguna que lo mueva, le espera el bloqueo.
—¿Cómo… sabes eso? —se asombró Yako.
—He visto algo parecido antes.
—¿Cómo? ¿En quién?
—Eso ahora no importa.
—Maestro, sí que importa. Si conoces un antecedente de un caso similar, podré entender mejor a Brey, sabré qué esperar de él y podré ayudarlo mejor.
—Yako, tú tan sólo… —suspiró Neuval, incómodo—… encárgate de vigilarlo bien. No te separes de él y estate atento, ¿vale?
—Por descontado. No pienso dejarlo solo en medio de esta crisis. Cuidaré de él. Pero aún no entiendo a qué te refieres con estar atento.
En ese momento Brey bajó corriendo las escaleras. Estaba sofocado, y su cara expresaba cada vez más angustia. Fue directo a salir de casa.
—¡Raijin!
—¡La buscaré en la calle! ¡Hay un parque pequeño cerca al que siempre le gusta ir, y también miraré en esa tienda llena de antigüedades horribles que siempre quiere visitar! —dijo mientras se marchaba.
—Mierda… —Yako se dispuso a seguirlo.
—Espera —lo frenó Neuval del hombro—. Déjalo ir y comprobar por sí mismo esos lugares. Necesita hacerlo. No tardará en volver.
En el rellano, Kyo, Agatha y Eliam se apartaron para dejar pasar al rubio, pues estuvo a poco de arrollarlos. Ellos tres también estaban desconcertados de verlo así. Especialmente Kyo, quien, desde la puerta abierta de la vivienda de Brey, miró hacia su tío en el salón. Neuval sabía por qué Kyo lo miraba con esa preocupación especial. Kyo también conocía ese caso similar, un comportamiento igual en un iris ejemplar inmune al majin, que no se había visto nunca en un iris ejemplar ni siquiera ante una nueva tragedia de un ser querido. Neuval le hizo un gesto suave a Kyo para que se tranquilizara. Kyo entonces entendió que él también era consciente de esta preocupación y que estaba atento al respecto.
—¡Daisuke, no, ven aquí! —se oyó la voz de Mei Ling en el rellano.
—¡Lo acabo de oír, papá está aquí! ¿¡Dónde está!? —acabó el niño escapándose de la casa de los Lao y entrando en la suya—. ¡Yako, ¿y mi pap-…?! —se quedó mudo al ver a Neuval ahí. No lo había visto hasta ahora porque cuando Neuval llegó, Mei Ling ya se había llevado al pequeño a su casa para mantenerlo alejado y distraído.
Daisuke de repente estaba muy callado, mirando fijamente a Neuval. A esos ojos grises casi blancos.
—Hey, mini-Brey —le sonrió Neuval—. ¿Te acuerdas de mí? Tranquilo. Tu padre volverá enseguida, y vamos a encontrar a tu hermana, no te preocupes.
—¿No eres tú quién le ordenó a esa energía mala que se llevara a Clover? —preguntó el niño entonces.
Esa pregunta no sólo chocó a Neuval, también al resto.
—Dai, no, pero ¿qué dices? —se le acercó Yako con una sonrisa para transmitirle calma, y se agachó frente a él—. Es el papá de Cleven, ¿recuerdas? Tu tío Neuval. Lo conociste el día que tu padre fue a la reunión del instituto de Cleven. Está aquí para ayudarnos, entre todos encontraremos a Clover.
Pero el niño ignoraba a Yako. No apartaba una mirada absorta de Neuval. Estaba dubitativo. Sin embargo, el móvil de Neuval sonó, rompiendo el silencio. Neuval lo sacó del bolsillo y vio que se trataba de un mensaje de Pipi. Todos miraban al Fuu en suspense, pues de repente se había quedado muy quieto. Nada más levantó la mirada hacia Mei Ling y hacia Eliam, sin decir nada. Pero ellos lo entendieron. Les estaba pidiendo la privacidad que muchas veces los humanos tenían que darles a los iris. Mei Ling y Eliam asintieron con la cabeza y entre los dos se llevaron a Daisuke, distrayéndolo, de vuelta a la casa de los Lao.
Una vez solos Neuval, Agatha, Yako y Kyo, el Fuu miró seriamente a la anciana.
—¿Has hablado últimamente con Denzel, Ata?
—No, querido. He estado la última semana ocupada en asuntos varios en otras partes del mundo. ¿Por qué lo dices?
—¿Entonces no te ha contado nada? ¿Ni por teléfono siquiera?
—¿Sobre qué?
—El nudo latente en el que llevamos viviendo desde el martes.
Agatha abrió un poco sus ojos tenebrosos. Se quedó muda unos instantes.
—No hablas en serio.
—Denzel nos pidió que no informáramos a nadie —comentó Yako—. Por seguridad y porque quería resolver él el asunto. Ha tolerado que se lo informáramos a Alvion el otro día. Creíamos que Denzel te lo haría saber también un día de estos.
Agatha abrió un poco más sus ojos, y su expresión se tornó algo severa.
—Pues no sabía nada. ¿Qué elemento del pasado está aquí en el presente?
—Pues… —Yako miró un momento a Neuval, preguntándole si estaba bien contárselo ahora, y su maestro asintió—. Algo o alguien que aún no sabemos con certeza provocó un salto en el tiempo accidental de los hijos de Denzel, de 200 años a esta época.
—¿¡De todos!? ¿¡De los ocho!? —exclamó la anciana, espantada con este dato—. ¿¡Os dice que lo mantengáis en secreto porque ya lo resolverá él solo y vais y se lo permitís!? —exclamó más fuerte y alterada, sorprendiendo a los tres iris frente a ella.
—¿Permitírselo? Es el segundo jefe de la Asociación —defendió Kyo—. ¿Y qué sabemos nosotros sobre asuntos taimu? ¿Qué íbamos a hacer sino?
—No… No tenéis ni idea de lo grave que es esto… —a Agatha empezó a temblarle la voz, y comenzó a caminar de un lado a otro, llevándose las manos a la cabeza—. ¿Tenéis idea de la cantidad de gente que hoy desciende de uno solo de sus hijos? ¿Tenéis idea de lo que pasaría si uno de los hijos de Denzel que todavía no ha tenido a sus propios hijos muere aquí? ¡Los actuales centenares o miles de descendientes de ese único hijo desaparecerían con él, en un instante! ¡Sería un genocidio humano por culpa del don taimu!
—Agatha, tranquila, no permitiremos… —le pidió Yako.
—¡Si ocurre semejante tragedia humana por culpa de este poder, Denzel y yo seremos erradicados, y los millones de taimuki que hoy existen con nuestra sangre serán capturados y encerrados bajo extrema vigilancia de por vida!
—¡No! ¡Los dioses no pueden hacer eso con los taimuki, son humanos libres! —objetó Yako—. Como mucho sólo podrán hacerlo con aquellos pocos taimuki que trabajen en la Asociación, pero el resto de taimuki inocentes del mundo son intocables por los dioses.
—¡No son intocables si envían a los…! —Agatha se interrumpió enseguida con un respingo, y se le escapó la mirada de sus ojos ciegos hacia Neuval, un gesto que rectificó enseguida con miedo.
Un gesto que Neuval no pasó por alto. No fue fortuito. Agatha había estado a punto de decir algo prohibido.
—¿Por qué has mirado hacia mí? —preguntó Neuval, percibiendo claramente la tensión de la anciana.
—¿De qué hablas, maestro? —dijo Yako.
—No, Agatha, ¿qué has querido decir? —insistió Neuval, dando un paso hacia ella—. ¿Qué tienen los dioses con derecho y capacidad de tocar a los humanos libres aparte de ti y de Denzel?
—Olvídalo, niño. Aquí hay algo más importante. Si seguimos en el nudo latente es porque “los ocho” no están juntos con Denzel para enviarlos de una vez al pasado.
—Está con cinco de ellos actualmente —dijo Yako—. Falta encontrar a Christine, An Ju y Robin. Sus paraderos aún son desconocidos.
—Ya no —objetó Neuval, y los otros tres lo miraron con las mismas caras de sorpresa.
—¿Te han dicho algo? —señaló Kyo el móvil en sus manos, aludiendo al mensaje que acababa de recibir.
—¿¡Los han encontrado!? —brincó Yako.
—No lo sé todo. Pipi me ha pedido que me reúna con él ahora mismo en privado aquí cerca, quiere hablar conmigo en persona primero y dice que es urgente, así que debo irme —fue a salir por la terraza del salón.
—¡No, Neuval, espera! —se teletransportó Agatha justo delante de él, cortándole el paso—. ¡Hay que buscar a Clover, hay que encontrarla primero! ¿¡Quién sabe lo que le estarán haciendo!? ¡Ayúdame a buscarla, ella nos necesita primero!
—Agatha —la interrumpió, y luego cambió a un tono más bajo y discreto—. Me temo que el secuestro de Clover puede estar relacionado con el asunto de Denzel.
—Oh, Dios mío… ¿Cómo puede ser?
—Os avisaré cuando sepa más —Neuval la esquivó, pero Agatha lo frenó una última vez.
—Neuval… dímelo aquí y ahora, sin tapujos —le rogó en voz baja, y le costó unos segundos preguntárselo—. ¿Crees… que ha sido Denzel?
—No ha sido él —le aseguró Neuval.
—Entonces sabes quién ha sido… —murmuró perpleja, y contrariada, sin entender por qué no lo había dicho ya.
—Sólo es una corazonada, Agatha. Ojalá me equivoque. Pero lo dudo —salió por fin a la terraza y miró primero a los alrededores para asegurarse de que nadie miraba—. Me huelo una reunión urgente entre la KRS, la SRS y Denzel hoy. Tú también deberás asistir, Agatha. Os confirmaré en un rato. Mientras tanto, cuidad de Brey —dijo esto último dirigiéndole una mirada a Yako, y se marchó volando.
—Yako, ¿qué te ha dicho? —corrió Agatha hasta el joven Zou—. Cuando estabais aquí solos, habíais terminado de investigar pruebas. ¿Qué ha descubierto Neuval?
—Estaba hablándome de ello antes, pero no llegó a terminar de explicármelo porque justo llegó Brey. Pero me ha confirmado dos cosas, que nadie ha abierto ninguna ventana desde fuera y que en la moqueta de la habitación de los niños hay una marca de unas botas, pero sólo una marca. Dentro de la casa de Brey nadie usa calzado de la calle. Alguien ha estado de pie al lado de la cama de Clover. No hay más pasos ni más huellas. Es como si hubiera aparecido justo en ese lugar y hubiera desaparecido en el mismo.
—¿Género? ¿Peso? —preguntó Kyo con ímpetu.
—83 kilos y probablemente masculino, con la talla 43.
—Ay, señor… —suspiró Agatha con agotamiento, masajeándose la frente—. Denzel usa una 44’5.
—No entiendo cómo alguien que no es taimu puede aparecer de pie en un punto y desaparecer del mismo con una niña de 5 años sin haber atravesado ninguna puerta o ventana —dijo Kyo—. Un Knive ya ha quedado descartado porque, por muy raros que sean, no pueden colarse en una casa sin pasar por una puerta o ventana. Es que tampoco un iris o arki encaja con lo que ha pasado. Ni siquiera un Sui, que ya en nivel medio pueden convertirse en agua, ha podido hacer esto colándose por alguna tubería o rendija. No se puede llevar a Clover de esta casa sin haberla sacado por una ventana o puerta.
—Neuval me estaba diciendo algo de los conductos de ventilación justo cuando Brey llegó —dijo Yako—. Dice que los ha recorrido transformado en aire y que ha visto algo inusual que sólo tiene una explicación. No sé más que eso.
—Pero si son de 15 por 22 centímetros, todos los del edificio. Ni la cabeza de Clover cabría por ellos —se extrañó Kyo—. Oye, deberíamos traer a Brey aquí. Debería estar aquí con nosotros esperando, para cuando el tío Neu nos avise con alguna noticia.
Yako asintió y se marchó a buscar a Brey. No fue difícil, siguió los caminos hacia los lugares que él mencionó que iba a mirar, y lo terminó encontrando en una calle cercana, justo cuando ya estaba saliendo de una tienda de antigüedades. Lo vio exasperado, ansioso, caminando calle arriba con intención de seguir mirando por la zona. Yako corrió hasta él y lo frenó, agarrándolo de un brazo.
—Brey…
—Yako… Bien… Ayúdame a peinar esta zona, ve por esa calle, yo iré por esta…
—Brey. Para —le pidió, volviendo a frenarlo del brazo.
El rubio lo miró contrariado. Yako observó su estado. Estaba rojo por el sofoco, sudando, respiraba muy rápido, y tenía los ojos desquiciados.
—No… —murmuró Brey, suplicándole con la mirada.
—No se ha escapado.
—Sí… Se ha escapado, y es por mi culpa, por no cuidar sus emociones humanas como debía, la he defraudado, y por eso…
—¿De qué hablas?
—Le dije a Jannik que no quería que siguiera acercándose a ella, se lo dije hace unos días, no quiero a Clover cerca de más iris, y él al final me hizo caso, cortó su amistad con ella el viernes, pero yo no sabía… no sabía que era tan importante para ella… no sabía que le estaba costando tanto tener amigos en el colegio… ser amiga de Jannik la estaba haciendo feliz y yo le he quitado eso, por eso ha estado defraudada conmigo… Se ha ido porque cree que no me importa cómo se siente… Y tiene razón, al final todos tenéis razón sobre mí, no tengo sentimientos, no me importan las cosas que deberían importarme, no estoy hecho para cuidar dos niños humanos…
—Calma… Calma… —lo apaciguó Yako poco a poco, y lo abrazó con fuerza—. No es cierto. Brey. Te conozco desde que éramos bebés. Sí que te importan las cosas que deben importarte. ¿Por qué crees que estás así ahora? Mírate…
Brey no podía dejar de respirar aceleradamente, y se sintió inmovilizado entre los brazos de su amigo. Pero se dio cuenta ahora, por primera vez en todo este rato, de su actual estado.
—Estás teniendo la reacción más humana que he visto nunca. Y eso es justo lo que necesitan Clover y Daisuke, un padre que se preocupa y sufre por ellos hasta este extremo de perder la cabeza. Pero es importante que no la pierdas demasiado tiempo. Recupera el control, Brey, y escúchanos, y déjanos ayudarte. Tienes a muchas personas dispuestas a volcar el mundo entero para encontrar a Clover. Yo el primero —se separó un poco de él para mirarlo a los ojos fijamente—. Asustaré o aniquilaré a quien haga falta para que devuelvan a Clover sin un rasguño.
Brey sintió un escalofrío cuando le oyó decir eso, mientras miraba sus ojos ámbar, emitiendo una leve luz dorada vibrante y divina. Pero más que estremecerle, le dio el alivio que tanto necesitaba ahora.
—Se la han llevado… —musitó, empezando a regresar a la realidad.
—Sí —dijo Yako.
—¿Alguien… se la ha llevado de mi propia casa, estando en la habitación de al lado… mientras… yo dormía?
—Eso me temo. Quien sea, ha dejado unas huellas en el suelo, junto a la cama de Clover. Neuval y yo lo hemos analizado. Los filamentos de la moqueta están ligeramente aplastados con un patrón de suela que suelen llevar las botas comunes. Alguien que pesa 83 kilos, talla 43…
Brey negaba con la cabeza conforme recibía esos datos horribles. Porque si era realmente un caso de secuestro de un niño, él había trabajado suficientes años en la Asociación y en suficientes misiones por el mundo para saber cómo terminaban ese tipo de secuestros. Había llegado a ver lo que muchos monstruos humanos les habían hecho a esos niños, tanto a los que lograban rescatar a tiempo con vida, como a los que, por desgracia, terminaban encontrando tarde.
Su iris estaba tan descolocado y errático que no pudo frenar esos pensamientos, esas proyecciones, e imaginarse a Clover en esas memorias, ver su rostro ensangrentado en uno de esos niños de misiones pasadas, con ojos abiertos y muertos, o en esos otros niños abusados, con marcas en el cuerpo, señales de atrocidades por todos ellos…
Se le encogió el estómago, de forma tan terrible que tuvo que apartar a Yako, apoyarse sobre dos coches aparcados junto a la acera y vomitar en el hueco entre ambos vehículos.
—¡Brey! —saltó Yako, desconcertado. Nunca había visto a un iris sin majin manifestar síntomas físicos a raíz de una emoción negativa intensa.
«¡Alvion!» lo llamó a través de su mente, mientras sujetaba a Brey. No obtuvo respuesta, y no parecía que el anciano estuviera tratando este brote de descontrol de Brey. Pero era porque la conexión del anciano sólo reaccionaba a la alerta de brotes de majin, y esto no lo era. Aun así, en alguien como Brey, esto tampoco tenía sentido. No tenía ningún porcentaje de parte humana en la mente, solamente un iris puro, un Yang sin ápice de Yin, y no había nadie contagiándole ninguna emoción. Si no había un contagio, ni tenía un Yin ni tampoco una parte humana produciéndole este desajuste, Yako no sabía cómo tratarlo, y dudaba que Alvion lo supiera también.
La teoría dice que, cuanto más puro era un iris, más racional y menos emocional era, con el objetivo de actuar de forma inmediata y eficaz a resolver el problema. Brey siempre había tenido esta reacción, la cual, aunque insensible, siempre había sido eficaz, en todos los escenarios horripilantes a los que se había enfrentado en las misiones, incluso en los casos de niños. Yako podía esperar que esta vez, al tratarse de su propia hija, le afectara emocionalmente al menos un poco, o al menos unos pocos minutos, pero no tanto, no tan fuerte. Su iris no se estaba portando como debería en este caso, que era precisamente el caso que más eficacia y razón le requería.
Brey se quedó arrodillado en el suelo y comenzó a sollozar de impotencia. Yako, agachado a su lado, lo apoyó sobre su hombro, sintiéndose igual de impotente, por no saber cómo ayudar al iris más importante para él.
—Sea lo que sea que estés pensando o imaginando, páralo ahora mismo, Brey. No dejes entrar ideas intrusas.
—He fracasado… Nací con un deber y he fallado…
—¿Qué? No, eso no es…
Yako no terminó la frase. Tenía que entender por qué Brey decía eso. Ser un iris convertido que previamente había nacido como humano libre y por tanto sin condiciones escritas ni destino decidido por deidades u otros no era lo mismo que haber nacido iris. Brey nunca había tenido opción a elegir libremente si ser una buena o una mala persona, ni la opción de no pertenecer a la Asociación. Es que ni siquiera existía esa opción en su cabeza. Desde bebé, veía al resto del mundo como seres a los que proteger si eran buenos y a los que detener si eran malos. Nadie le impuso ese deber, ni los Zou ni los dioses. Lo poseía naturalmente en su ser. Para él, era el gran sentido de su existencia.
—Escucha —Yako lo enderezó y lo sujetó de las mejillas para mantenerle la cabeza firme—. Clover sigue sana y salva.
—No lo sabes…
—Sí, Brey. Piensa. No ha sido un humano quien se la ha llevado, ¿de acuerdo? Porque las pruebas son inequívocas. Eso quiere decir que, quien se la ha llevado, lo ha hecho por una razón más importante. Clover tiene un valor para el secuestrador que nada tiene que ver con la perversidad humana.
—Es mi culpa…
—Brey —se puso severo, dándole un par de bofetadas suaves en la mejilla—. Céntrate. Neuval sabe algo más. Pipi acaba de contactar con él y parece algo urgente, algo está pasando. Y sabiendo que quien se ha llevado a Clover no es humano, dudo que lo que ha pasado con ella justo hoy sea una simple coincidencia.
—¿Qué saben? ¿¡Qué han descubierto!? —exclamó, agarrando sus brazos.
—Nos avisarán, tranquilo. Pero ahora tenemos que volver, ¿vale? Daisuke no paraba de llamarte.
—Daisuke… —murmuró Brey con sorpresa, y sin titubear más dio media vuelta y se encaminó de regreso a casa, seguido de Yako.
—¡Es que no entiendo por qué siempre tienes un maldito problema conmigo! —protestaba Drasik, sentado de copiloto en el coche de Brey.
—¡No tengo un problema contigo, el problema lo tienes tú contigo! —respondió Brey, sentado al volante, conduciendo de regreso a Tokio tras haber huido con éxito de la base que acababan de desmantelar.
Llevaban ya un rato discutiendo. Drasik había acabado contagiándole el enfado y por eso Brey, aunque trataba de hablar racional y calmadamente, no podía evitar alzar la voz y estar agitado.
—La misión ha salido de perlas, hemos cumplido a la perfección —insistía Drasik—. ¿Sabes lo que cuesta hacer ese test en menos de diez minutos? ¿Te parece poco que haya tenido que improvisar un catalizador para acelerar la prueba? Ningún otro Sui hace eso. Y ahora gracias a eso hemos confirmado que son los explosivos que buscábamos y la misión puede continuar.
—Sabes que no estoy hablando de cómo has hecho las cosas. Lo que me molesta es tu actitud.
—¡A ti te molesta la actitud de todo el puto mundo, Brey!
—¡De eso nada!
—¡Quieres que todos fuesen más como tú, pero el mundo no puede ser así, nadie más que tú ha nacido así! ¡Y no es culpa del mundo, ni tuya, pero por eso no puedes andar exigiendo tanto!
—Drasik, ¡no estoy hablando de eso! ¿Desde cuándo te domina la arrogancia en medio de una operación en la que sólo debes mostrar concentración y discreción? ¿Por qué tuviste que llamar la atención de ese condenado y empezar a vacilarlo?
—¿Qué más te da? Lo tenía que matar de todos modos, ¿no? Tú has matado a tu condenado, y yo no voy diciéndote cómo hacerlo.
—¿A qué coño venía eso? Jugar con él, hacer que te siguiera, desquiciarlo. En lugar de darle una muerte directa y fría como hacemos todos, sentiste la necesidad de atormentarlo un buen rato, antes de matarlo.
—¡No me digas que te da pena que ese pobre asesino y torturador de mujeres haya sufrido un poco de tormento antes de morir!
—¡Joder, Drasik, eso me da igual! ¡No siento pena alguna por ningún tipo de criminal! ¡Lo que me preocupa eres tú! Que tengas esta actitud. Has sido cruel, no porque ese cabrón lo mereciera, sino porque te apetecía, por diversión… ¿No entiendes que eso es jodidamente preocupante?
—Será para ti —se cruzó de brazos—. He hecho mi trabajo, una vez más, de forma impecable. Al final eso es lo que importa.
—No. Eso no es lo que más importa.
Drasik no dijo nada, frunció más los labios, mirando por la ventanilla.
—Hay algo que no me estás contando —comentó Brey entonces.
El Sui dio un pequeño sobresalto. Se puso nervioso, pero siguió disimulando. Se preguntaba si Brey sospechaba algo sobre la situación de Izan.
—Sé que no tiene nada que ver con tu experimento actual, ni con los exámenes del instituto ni con esta misión. Creía que el regreso de Neuval te haría más feliz que a nadie…
—¡Me hace feliz, más que a toda la Asociación junta! —replicó Drasik, mirándolo—. No te atrevas a pensar lo contario. Llevaba siete años soñando con ello.
—¿Y qué ha pasado?
—¡Nada! ¡No ha pasado nada, joder, sigo alegrándome de estar por fin en una KRS renacida, de volver a tener a Neuval con nosotros, y de haber tenido esta misión hoy! Es que no estoy durmiendo bien últimamente, ¿vale? Sólo estoy un poco agobiado.
—Un poco agobiado estabas hace dos semanas. Ahora estás que te subes por las paredes como cuatro veces al día. Se te está yendo la cabeza, Dras. Y yo no soy como los demás. Tratándote con delicadeza y cuidado, con palabras bonitas, positivas, para no empeorar el problema. Temo al majin lo suficiente para hacer lo que sea por evitar que exista.
—Así que tú también crees que estoy enfermo.
—¿Y tú no? ¿Desde cuándo te has vuelto ciego o tonto?
—Es… un majin… de dos… putos… grados —vocalizó Drasik—. Estoy hasta los huevos de repetíroslo.
—Un majin de dos grados no te produce de repente las ganas de jugar y vacilar a un condenado antes de matarlo. Eso ya roza un majin de cuarto o quinto grado. Un iris no mata por diversión ni crueldad, no mata por sentimientos de autoplacer o egoísmo, mata por deber y lógica, por necesidad de las víctimas inocentes y no por necesidad propia…
—¡A ti lo que te da miedo es que te lo contagien! —exclamó Drasik, volviendo a explotar de rabia.
—¡Tú deberías sentir el mismo miedo a padecerlo! ¡Y no sólo no lo temes padecer, te da igual que crezca! Has visto lo que puede llegar a causar, lo has visto toda tu vida. ¿¡Qué quieres, acabar tú también despertando un día con una desgracia bajo tus pies!?
—Para el coche —se hartó Drasik, quitándose el cinturón.
—No seas idiota…
—¡Que pares el coche o te congelo el motor! Me vuelvo solo a casa.
Viendo que tenía firmes intenciones de bajarse en marcha y de que ya estaba abriendo el pestillo de la puerta, Brey detuvo el vehículo en el arcén de la carretera. Estaban en una carretera pequeña en una ladera boscosa, cerca de la costa. Drasik salió del coche al instante y se fue caminando por el arcén. Sin embargo, Brey también había salido del coche justo después, simplemente para correr hasta él y derribarlo al suelo.
—¿¡Qué haces!? —gruñó Drasik, dándose la vuelta, pero tenía al rubio encima—. ¡Se te ha ido la olla!
—¡Mejor! ¡Así podré expresarme en tu idioma, en el idioma de todos vosotros, humanos de nacimiento de los cojones! ¡A ver si oyéndome gritar como un loco y viéndome mi expresiva cara te enteras de una vez de que no me da la puta gana de mantenerme callado esta vez y no hacer nada! ¡Espabila, idiota, déjate ya de mierdas y ponte en tratamiento! ¡Tener majin no será tu culpa, pero sí lo es ignorarlo, ¿me oyes?! ¡He tenido ya bastante con los putos majin de mi familia y no voy a perder a otro hermano por ser un imbécil duro de mollera!
Drasik se quedó sobrecogido, por esas palabras pero también por la cara roja y airada que Brey tenía. Hacía años que no lo veía así.
Drasik y Brey se conocían desde bien pequeños. Brey tenía 8 años, y llevaba ya la mitad viviendo en la casa de su hermana mayor tras morir sus padres Hideki y Emiliya, cuando Neuval regresó de una larga visita al Monte Zou trayendo consigo a dos pequeños chicos extranjeros, un humano y el otro un iris recién entrenado, que iban a iniciar una nueva vida en Tokio. Eliam y Drasik estuvieron seis meses viviendo con ellos, hasta que Agatha ya les proporcionó su actual vivienda y se encargó ella misma de cuidarlos unos pocos años hasta que ya se valieron solos.
Al principio de su estadía en la casa de los Vernoux, Drasik daba algunos problemas. Con 4 años, era el iris más joven del mundo en convertirse. Había pasado un entrenamiento más aclimatado a alguien de su edad, pues nunca antes se había tratado con un iris de 3 años de edad que todavía usaba pañales y orinal. La edad mínima de conversión habían sido los 5 años hasta entonces, y entre un niño de 5 y uno de 3 ya había bastantes diferencias.
Quizá por eso Drasik fue uno de los escasos iris del mundo en desarrollar ya un primer grado de majin antes de acabar su entrenamiento. Aunque leves y breves, causaba estragos de vez en cuando, especialmente por las noches. Drasik tenía pesadillas constantes. Despertaba a los demás con sus lloros o gritos. A veces, algunas cosas, como ver un tipo de comida, oler un tipo de perfume o cualquier cosa que le recordara a sus padres o cómo los vio ser brutalmente asesinados, le hacía tener pequeños ataques de pánico. Aun así, su iris entrenado lo mantenía estable diez veces mejor de lo que estaría un niño humano de su edad y condición, sin duda. Pero lo que más le ayudó a fortalecerlo y a lidiar mejor con esos episodios de pánico o rabia, era el eterno apoyo, la eterna paciencia y el enorme afecto que Neuval y Katya le daban.
Neuval sentía una especial debilidad por él. Porque le recordaba muchísimo a sí mismo de pequeño y porque compartía con él el mismo problema. Ser un iris hipersensible era una forma más bonita de describir lo que otros dirían que es un iris “defectuoso”. Neuval hizo con Drasik lo que Lao hizo con él. Lo salvó. No de la muerte ni de un enemigo, sino de ese otro Drasik oscuro que quería apoderarse de su cuerpo, su mente y su vida.
Fue un proceso lento, pero poco a poco Drasik fue saliendo de su caparazón de hielo y mirando las cosas de su alrededor con la cabeza más alta, con más curiosidad e interés y menos miedo y apatía. Sobre todo, siempre tenía la mirada levantada y absorta apuntando hacia Neuval. Vio en él su propio yo futuro. Porque él era una prueba viviente de que incluso el iris más enfermo, problemático, rechazado y cuestionado había logrado convertirse en el más enfermo, problemático, respetado y admirado.
Sin embargo, no sólo fue Neuval. Porque un Izan de 13 años también vivía en esa casa con ellos en esa época. Otro iris “defectuoso” por tener un majin demasiado temprano, que, sin embargo, cumplía misiones de forma impecable, y no sólo eso, sino que además nada parecía ensombrecer su ánimo. Con él y con Neuval no había ni un solo día que fuera aburrido.
Pero quien sin duda lo cambió todo en su vida y en su alma, fue Cleven. Porque, con ella, descubrió un mundo aparte, un mundo diferente al de la Asociación y los iris. Un bello secreto que lo convirtió en alguien muy especial y le descubrió una gran verdad. Y una misión más importante que cualquier otra.
—Podrías empezar al menos por apreciar mejor lo que tienes… —volvió a hablarle Brey, con una voz agotada, y ojos tristes—. Igual que yo, te quedaste huérfano a una edad demasiado corta. Pero tú aún tienes a Eliam, un hermano de sangre… y parece que te da igual. Si supieras lo que yo daría por…
Brey intentó acabar la frase, pero al final no pudo, o no quiso. Drasik lo miraba afligido, pero también con rabia, conteniendo las lágrimas. Ver los ojos vidriosos de Brey, de ese verde tan familiar, por un instante vio en él la cara de Izan. Se parecían mucho. Eso lo hacía más difícil. Drasik desearía que no le hubiera dicho esto último. En los últimos años se había preguntado si Brey ya lo había superado, si ya había dejado a Izan atrás. Pero vio que, indudablemente, no. De hecho, era estremecedor ver a Brey expresándose de una forma tan emocionalmente desgarradora al mencionar a Izan. Incluso si no había llegado a acabar la frase y pronunciar su nombre.
¿Por qué había tenido que meter a Eliam en esto? Esto estresó a Drasik. No era justo. Sabía que no había sido últimamente el mejor hermano para Eliam, pero no era justo, porque Drasik, para empezar, no sabía por qué se sentía así, por qué era así, por qué se estaba convirtiendo otra vez en un desastre y estaba haciendo daño a los seres queridos de su alrededor. No entendía por qué su majin aumentaría ahora, cuando estaba en la mejor época de su vida, cuando ya había empezado a ir superando la muerte de Yousuke, teniendo a Kyo de regreso tras su año de entrenamiento, teniendo a sus amigos, a su hermano, y sobre todo, a Neuval y a la KRS de vuelta… ¿Por qué su mente estaba volviendo a ser un desastre, cuál estaba siendo el motivo?
No poder averiguarlo era lo que más le trastornaba. Si no había una provocación o motivo, su majin no podía crecer así porque sí. Por eso insistía, y quería convencerse a sí mismo, de que su majin no podía estar aumentando, porque no existía un motivo.
Pero lo había. Lo que pasa es que su iris no lo estaba entendiendo. Y era una consecuencia inevitable de una mente que había sufrido un importante borrado de memoria. Porque, una vez más, sin quererlo, sin razón aparente, sin permiso, en los ojos verdes de Brey lo que vio ahora fue el rostro de Cleven, mirándolo con esa misma expresión de dolor y tristeza. Otra vez, y otra vez, siempre aparecía la cara de ella en un reflejo, en un pensamiento fugaz, en una sombra de la calle… No podía dejar de verla en todas partes. Y con esa imagen, venían también sentimientos desconocidos que no comprendía.
—¡Quita, suéltame! —Drasik acabó apartándolo de un empujón, y se puso en pie rápidamente, trastabillando un poco—. No lo entiendes… No es tan fácil…
—Dras…
—Por favor, déjame en paz… por favor… —le rogó exasperado, mientras se marchaba caminando a través de la maleza, descendiendo el bosque y la pedregosa pendiente hacia la costa.
Desapareció en el mar. Brey, arrodillado en el arcén de la carretera, suspiró abatido. Salió vaho. La mañana ahí estaba muy fría y húmeda. Se miró las manos. Puede que su enfado hubiese comenzado porque Drasik se lo había contagiado, pero las palabras que había podido expresar a través de él eran realmente suyas, y al final el enfado se había vuelto naturalmente suyo por un motivo suyo. Sólo le pasaba cuando trataba temas sobre las personas que más le importaban. Era las únicas veces en las que se sentía más humano. Pero odiaba que tuviera que ser siempre por reabrir heridas.
Volvió al coche. Se sentó al volante, cerró la puerta y se quedó un rato mirando al frente. Normalmente, su iris le volvía a enfriar la cabeza y retomaba el control y un estado vacío de emociones en cuestión de segundos. Pero esta vez le estaba costando un poco. No pasa nada, se dijo. Esto ya había ocurrido muchas veces. Un par de horas solo por ahí perdido con sus pensamientos, y Drasik regresaría a casa por su cuenta más calmado, como hacía siempre.
Ahora era él quien tenía que regresar a casa y ocuparse de cosas más importantes. No había dejado de pensar en la tristeza que Clover llevaba dos días padeciendo por su culpa. No podía tolerarlo más tiempo.
Al cabo de media hora, ya llegó a casa. Dejó el coche en el garaje y subió por el ascensor.
En el quinto piso, Eliam estaba solo en medio del rellano. Observaba intranquilo la puerta abierta de la vivienda de Brey. La de Mei Ling y Kyo también estaba abierta. Sin embargo, cuando el argentino oyó el sonido de uno de los dos ascensores, se giró enseguida, preguntándose si sería otro vecino, o si esta vez ya sería Brey. Se le encogió el estómago al ver que era el susodicho. Pero fue a aún peor verlo aparecer sosteniendo en un brazo una bolsa grande de la compra, seguramente para hacer la comida, y en el otro brazo un enorme oso panda de peluche con un bonito lazo en el cuello. Al parecer, había hecho una parada en alguna tienda antes de llegar a casa.
Gastar el dinero en caprichos o cosas innecesarias para la supervivencia era algo muy irracional para Brey. Pero ya le había pasado más veces, no poder evitar el impulso de, de vez en cuando, comprar algún juguete o algún dulce especial. Eliam tenía un nudo en la garganta.
—Hey —saludó Brey pasivamente—. ¿Qué haces aquí fuera? Oye, Dras se ha ido a dar una vuelta por ahí, no te preocupes. La misión ha ido bien.
—Ah… gracias por decírmelo —murmuró Eliam.
Brey se percató de que le temblaban un poco los labios y que sus ojos avellana no paraban de mirarlo fijamente, como queriéndole decir algo y no ser capaz.
—Eliam, ¿qué…? —fue a preguntarle, pero entonces Agatha salió por la puerta abierta de su vivienda—. Agatha, ya he llegado —la llamó—. Voy a hacerles la comida, no hace falta que hagas nada más. ¿Cómo se han portado?
—Brey, querido… —murmuró la anciana, acercándose a él con una expresión desolada que intentaba mantener firme; le palpó los brazos, y descubrió que portaba la bolsa de la compra y el peluche—. Ven. Deja esto a un lado un momento. Eliam, ¿te importaría…? —le pidió, y el argentino asintió y le sostuvo a Brey las cosas—. Ven conmigo.
Agatha caminó de vuelta hacia la puerta de Brey, pero este no la siguió. Se quedó donde estaba. La anciana no podía verla, pero podía notarla, esa cara expresivamente asustada, la parálisis de sus músculos y la aceleración de su respiración.
—Agatha —dijo el rubio con voz entrecortada—. ¿Qué pasa?
—Brey…
—Agatha —repitió enseguida, oliéndolo en el aire, empezando a sentirlo, comenzando a alarmar a su iris—. Dime qué pasa.
—Querido, espera, no te alteres —volvió a su lado y alzó las manos para agarrar sus hombros, ya que él era más alto—. No ha ocurrido ninguna tragedia irreversible, te lo prometo.
Brey no sabía cómo interpretar eso. Lo que sabía, es que seguía sonando mal. Su mente comenzó a invadirse de todo tipo de pensamientos y razonamientos e hipótesis. Su iris se puso a trabajar en este instante para protegerlo con antelación. Lo habían entrenado para esto. Conocer todo tipo de malas noticias que una persona podía recibir en la vida, y cómo reaccionar ante ellas.
Era cierto, que presenciar con sus propios ojos cómo su padre y su madre morían en manos de un terrorista humano afectó su iris nato a sus 4 años, lo suficiente para crearle por primera vez un signo de trauma. Por eso, necesitó el entrenamiento como los demás. Desde entonces, empezó a padecer el conocido “contagio”. Antes de eso, era una mente puramente Yang e invulnerable, un bebé y un niño que nunca lloraba si no era por razones lógicas de supervivencia, como el hambre, el dolor o sentir peligro, y que nunca reía o sonreía, a no ser que fueran sus padres o hermanos produciéndole un intenso motivo. Ya con sólo 1 año, únicamente bastó decirle una vez que no tocara cosas afiladas o que quemaran, y él lo comprendió a la primera, porque era lógico, y él entendía y respetaba las cosas lógicas al instante. Y si veía a otro niño u otra persona a punto de tocar algo afilado o ardiente, incluso a esa temprana edad su primer impulso era ir corriendo, o gateando, a evitar que esa persona sufriera el daño y salvarla.
Ver la muerte de sus padres produjo un primer desajuste en su iris perfecto. Un primer, único y pequeño defecto, como una pequeña grieta por donde le podían entrar emociones ajenas. El contagio siempre era temporal, y le sucedía cuando una persona expresaba hacia él una emoción muy intensa, ya fuera buena o mala, lo suficientemente intensa para traspasar la pequeña grieta. Pero sin compartir o conocer el motivo.
Hace años, por ejemplo, un condenado al que debía matar se puso a llorar a gritos como un loco, suplicando por su vida. Brey comenzó a llorar en ese momento, sintiendo esa misma agonía, pero sin tener ni idea del origen, la causa, sin saber la historia o el porqué. Aun así, cumplió su deber, sobre todo cuando ese tipo dijo que él no tenía la culpa de haber violado y descuartizado a nueve niños, que la culpa era de ellos por provocarle la tentación con sus bellos e inmaduros cuerpos.
Era como si alguien con gripe le contagiara la tos y la fiebre, pero no el virus o bacteria en su cuerpo. Le contagiaban los síntomas, la manifestación física de las emociones, pero nunca la fuente o el origen. Lo peligroso de esto, es que le podían contagiar un majin si este era lo bastante intenso. Ya le pasó una vez. No le hizo “ser” un majin, pero le hizo “actuar” como un majin, manifestarse como uno, en contra de su voluntad durante varios minutos.
Brey era un iris admirado en la Asociación sobre todo por haber alcanzado el nivel máximo. Pero seguía siendo un iris raro, sin precedentes conocidos, diferente al resto, que ni siquiera Alvion sabía aún cómo funcionaba exactamente. Y por eso, cada vivencia que Brey experimentaba y reaccionaba de forma distinta al resto, hacía que Alvion aprendiera cosas nuevas sobre él. Y una de las rarezas que había aprendido de él, aparte del contagio, es que su reacción al trauma era diferente.
Los iris comunes, al sufrir un trauma, luchaban contra malas emociones peligrosas, es decir, de las que podían hacer daño a otros, como la ira, la rabia, la crueldad… Porque los iris comunes, habiendo nacido humanos, habían nacido con energía Yin y Yang, y el trauma hacía que este Yin saltase a la superficie. Pero a Brey no podía pasarle esto, porque carecía totalmente de energía Yin. Nunca la tuvo.
Por tanto, su reacción a un trauma, como la muerte de sus padres, o la de su hermana, o la de Yue, no le volvía rabioso, agresivo ni peligroso para los demás, no expresaba un Yin. Le producía otro efecto, que era el de no manifestar absolutamente nada, ni bueno ni malo. Su única energía, el Yang, se bloqueaba. Le apagaba el iris, le destrozaba el alma y le paralizaba el cuerpo. Sufría, pues, ese otro tipo de malas emociones que no eran peligrosas para los demás, pero sí para sí mismo. Depresión, decepción, tristeza, fracaso, culpa…
En esas tragedias anteriores con miembros de su familia, las había padecido, y de forma grave. Pero, con el tiempo, se había recuperado, gracias a que su iris persistía, porque su iris le recordaba que aún había motivos por los que seguir luchando, todavía tenía seres queridos y había gente a la que seguir salvando. Le recordaba que el motivo de su existencia seguía vigente.
Agatha confiaba en que su iris le haría afrontar este nuevo problema con la cabeza fría con la que siempre afrontaba sus misiones.
—Deja que te lo expliquemos, ¿vale? Confiamos en que todavía puede ser solucionado.
Brey la escuchó e hizo lo posible por aferrarse racionalmente a lo que le había dicho. Sus palabras le confirmaban que no había muerto nadie. Pero él sabía que en este mundo había cosas peores que la muerte. Aun así, Agatha aseguraba que había habido un problema que aún se podía solucionar. Y eso, para cualquier iris, siempre era un alivio. Un iris existía para solucionar problemas.
Sin embargo, no podía evitar que aún le recorriera el miedo por culpa de la incertidumbre. Quería saber qué pasaba, así que acompañó a Agatha hacia su casa. Atravesó la entrada y todo parecía en orden, no había habido ningún incendio o destrozo. No obstante, en medio del salón, encontró a Yako y a Neuval, juntos, hablando entre ellos en voz baja. Dejaron de hablar cuando vieron a Brey. No había nadie más que ellos dos ahí. ¿Qué hacían ahí? ¿Y por qué lo miraban así? Sus nervios aumentaron. Pero ahora sólo tenía una cosa en mente, especialmente tras observar toda la estancia y notar una clara ausencia.
—¿Dónde están? —preguntó directamente.
—Raijin… —Yako se acercó a él, titubeante.
—No, no, no —lo detuvo alzando una mano—. Los mellizos. ¿Dónde están? Suéltalo de una vez, sin irte por las ramas.
Yako se giró hacia atrás y miró un momento a Neuval. Este no hizo ni dijo nada, estaba de brazos cruzados, todavía con el chándal deportivo, y descalzo, habiendo dejado sus pantuflas en la entrada, y totalmente despeinado. Pero estaba muy serio. Y ver a Neuval serio era lo realmente preocupante.
—Daisuke está perfectamente, está ahora con Mei Ling y Kyo en su casa —le explicó Yako finalmente—. En cuanto a Clover… está desaparecida.
Brey cerró los ojos al instante y dio unos pasos, llevándose las manos a la cabeza.
—Se ha escapado… por mi culpa… lo sabía, sabía que tenía que haber hablado con ella antes, haber arreglado la situación antes… ¡No habrá ido muy lejos, la buscaré por el edificio y por la calle…!
—Raijin, no… No se trata de eso. Clover no se ha escapado.
El rubio se giró hacia su amigo, mirándolo con sorpresa.
—Hemos analizado todos los escenarios posibles. Hemos revisado dos veces las grabaciones de todo el edificio, hemos hablado con vecinos y hemos examinado pruebas. Raijin… —suspiró Yako un momento, conteniendo su propio disgusto—. Alguien la ha secuestrado en medio de la noche.
—¿¡Qué!? ¡No! ¡No, eso no es posible! ¡La fui a ver esta mañana temprano, antes de irme, la vi en su cama! No la desperté, sólo me despedí de ella y…
—¿La viste? ¿Viste su cara?
—Sí… bueno, no… Sólo su cabello. Y estaba tapada con el edredón, y…
—Quien se la haya llevado, dejó muñecos bajo el edredón y una peluca para simular que seguía ahí en su cama. Eso es lo que encontró Daisuke cuando fue a despertarla, cuando Agatha llegó para hacerles el desayuno.
—¿Qué? No, no, no, espera, no tiene sentido… Nadie ha entrado en mi casa en medio de la noche, nadie puede burlar sistema de seguridad Hoteitsuba que me instaló Lao —dijo mirando a Neuval—. Y las cámaras del edificio…
—No muestran nada ni a nadie —le interrumpió Yako de nuevo—, ni entrando ni saliendo por tu puerta, desde ayer cuando se marchó tu asistente social hasta esta mañana cuando tú saliste. Al poco rato de marcharte con Drasik, salió Cleven, con actitud normal. Y a los pocos minutos de marcharse Cleven, dice Agatha que se teletransportó directamente al interior de tu casa. Llamó a los niños para que despertaran. Bajó Daisuke, pero bajó solo, porque venía de tu habitación, y Agatha le dijo que fuera a buscar a Clover. Entonces Daisuke volvió a subir, dice que la llamó y que ella no respondía, y fue cuando apartó el edredón y descubrió los peluches amontonados y la peluca.
—Pero… no… —Brey seguía confuso, nervioso, convencido de que la causa era otra, de que los demás habían tenido que pasar algo por alto.
—¿Por qué durmió contigo el niño anoche? —habló Neuval por fin.
Brey se sobresaltó un poco. La voz de Neuval no sonaba como siempre.
—Mojó la cama, y estaba algo inquieto. Dijo que algo en su habitación le hacía sentirse incómodo y que no le dejaba dormir. Era poco probable, pero por si acaso fui a ver si detectaba algún campo electromagnético…
—Los fantasmas nunca se acercan a gente viva desconocida —objetó Neuval—. Sólo interaccionan con objetos o personas que entren en su zona de fallecimiento. Si salen de ella para interaccionar con algún vivo, siempre es con familiares o conocidos de su vida. Este edificio no es zona de muerte de ningún fantasma y todos nuestros familiares y conocidos fallecidos han acabado destinados como espíritus a las dimensiones de los dioses.
—¡Lo sé, joder! Pero os juro que ya he detectado cosas antes. Desde que vine a vivir aquí y desde que nacieron los mellizos, empecé a detectar más campos de lo normal, aquí en casa, o yendo por la calle o al parque con los niños.
—Como sea —repuso Neuval—. Obviamente no es un fantasma quien se ha llevado a la niña.
—¡Gracias por la obviedad, ¿y entonces quién coño ha sido?! —gritó, cada vez más alterado—. No, no, no… Nadie se la ha llevado. Se ha escondido en algún sitio, o se ha ido a algún sitio. Las cámaras pueden fallar, no hay otra explicación. Sigue aquí, en algún lugar, no habéis mirado bien…
—Brey, he comprobado personalmente el sistema de seguridad de todas las ventanas, tanto por dentro como por fuera, y de la puerta —le dijo Neuval—. Ninguna ventana ha sido forzada ni manipulada desde fuera. Y Hoti ha confirmado que no hay fallo en las cámaras.
—¿¡Y si Hoti se equivoca!?
—Por favor, no insultes a Katya —replicó Neuval—. ¿Adónde vas? —preguntó al ver que se iba hacia la cocina—. Deja que terminemos de explicarte…
—¡Clover! —comenzó a llamarla el rubio, ignorándolos.
Yako miró afligido a su amigo, viendo cómo estaba perdiendo la razón que siempre lo caracterizaba, tanto que ya no parecía el mismo. Si se tratara de otro niño o de otra persona, no estaría comportándose así. Pero esto estaba sorprendiendo tanto a Yako como a Neuval. Una cosa que ya conocían de él era verlo reaccionar con genuina tristeza tras entender que un ser querido había muerto y por tanto ya no se podía resolver nada, y otra cosa diferente era recibir la noticia de un crimen del que aún no se sabía nada y que por tanto aún tenía posibilidad de resolverse y verlo reaccionar de esta forma, perdiendo la cabeza y negándose a aceptar la lógica de las pruebas, siendo totalmente contrario a su naturaleza de iris nato.
Sinceramente, Neuval y Yako no esperaban esta respuesta de él. Creían que activaría su estado de mayor concentración y de cabeza fría para así no perder ni un segundo y pensar directamente en las pruebas, las hipótesis, en seguir las pistas, ponerse enseguida a ejecutar el plan de búsqueda más lógico y eficaz. Pero Brey se había puesto a correr por toda la casa, para abrir todas las puertas, todos los muebles, mirar hasta en lugares totalmente absurdos como bajo los cojines del sofá o dentro de la nevera. Hizo lo mismo en la planta de arriba, usando su velocidad, llamando a Clover sin parar.
—Nunca lo he visto así —dijo Yako, escuchando a su amigo desde el salón, preocupado—. Y llevo junto a él prácticamente toda su vida. Este comportamiento no tiene sentido en alguien como él…
—Es la primera vez que se le planta delante este problema, así que no sabemos lo que tiene sentido o no en un iris tan único como él —terció Neuval.
—Pero se parece a un brote de majin, solo que…
—Sin furia ni agresividad —determinó Neuval—. Porque esto no es un majin, no es energía Yin. Pero… temo que se trate de algo igual de malo.
—¿Qué puede haber malo como un Yin si no hay Yin?
—Estar perdiendo su Yang.
Yako abrió los ojos con sorpresa.
—Si a Brey le falla la única energía que tiene y no le queda ninguna que lo mueva, le espera el bloqueo.
—¿Cómo… sabes eso? —se asombró Yako.
—He visto algo parecido antes.
—¿Cómo? ¿En quién?
—Eso ahora no importa.
—Maestro, sí que importa. Si conoces un antecedente de un caso similar, podré entender mejor a Brey, sabré qué esperar de él y podré ayudarlo mejor.
—Yako, tú tan sólo… —suspiró Neuval, incómodo—… encárgate de vigilarlo bien. No te separes de él y estate atento, ¿vale?
—Por descontado. No pienso dejarlo solo en medio de esta crisis. Cuidaré de él. Pero aún no entiendo a qué te refieres con estar atento.
En ese momento Brey bajó corriendo las escaleras. Estaba sofocado, y su cara expresaba cada vez más angustia. Fue directo a salir de casa.
—¡Raijin!
—¡La buscaré en la calle! ¡Hay un parque pequeño cerca al que siempre le gusta ir, y también miraré en esa tienda llena de antigüedades horribles que siempre quiere visitar! —dijo mientras se marchaba.
—Mierda… —Yako se dispuso a seguirlo.
—Espera —lo frenó Neuval del hombro—. Déjalo ir y comprobar por sí mismo esos lugares. Necesita hacerlo. No tardará en volver.
En el rellano, Kyo, Agatha y Eliam se apartaron para dejar pasar al rubio, pues estuvo a poco de arrollarlos. Ellos tres también estaban desconcertados de verlo así. Especialmente Kyo, quien, desde la puerta abierta de la vivienda de Brey, miró hacia su tío en el salón. Neuval sabía por qué Kyo lo miraba con esa preocupación especial. Kyo también conocía ese caso similar, un comportamiento igual en un iris ejemplar inmune al majin, que no se había visto nunca en un iris ejemplar ni siquiera ante una nueva tragedia de un ser querido. Neuval le hizo un gesto suave a Kyo para que se tranquilizara. Kyo entonces entendió que él también era consciente de esta preocupación y que estaba atento al respecto.
—¡Daisuke, no, ven aquí! —se oyó la voz de Mei Ling en el rellano.
—¡Lo acabo de oír, papá está aquí! ¿¡Dónde está!? —acabó el niño escapándose de la casa de los Lao y entrando en la suya—. ¡Yako, ¿y mi pap-…?! —se quedó mudo al ver a Neuval ahí. No lo había visto hasta ahora porque cuando Neuval llegó, Mei Ling ya se había llevado al pequeño a su casa para mantenerlo alejado y distraído.
Daisuke de repente estaba muy callado, mirando fijamente a Neuval. A esos ojos grises casi blancos.
—Hey, mini-Brey —le sonrió Neuval—. ¿Te acuerdas de mí? Tranquilo. Tu padre volverá enseguida, y vamos a encontrar a tu hermana, no te preocupes.
—¿No eres tú quién le ordenó a esa energía mala que se llevara a Clover? —preguntó el niño entonces.
Esa pregunta no sólo chocó a Neuval, también al resto.
—Dai, no, pero ¿qué dices? —se le acercó Yako con una sonrisa para transmitirle calma, y se agachó frente a él—. Es el papá de Cleven, ¿recuerdas? Tu tío Neuval. Lo conociste el día que tu padre fue a la reunión del instituto de Cleven. Está aquí para ayudarnos, entre todos encontraremos a Clover.
Pero el niño ignoraba a Yako. No apartaba una mirada absorta de Neuval. Estaba dubitativo. Sin embargo, el móvil de Neuval sonó, rompiendo el silencio. Neuval lo sacó del bolsillo y vio que se trataba de un mensaje de Pipi. Todos miraban al Fuu en suspense, pues de repente se había quedado muy quieto. Nada más levantó la mirada hacia Mei Ling y hacia Eliam, sin decir nada. Pero ellos lo entendieron. Les estaba pidiendo la privacidad que muchas veces los humanos tenían que darles a los iris. Mei Ling y Eliam asintieron con la cabeza y entre los dos se llevaron a Daisuke, distrayéndolo, de vuelta a la casa de los Lao.
Una vez solos Neuval, Agatha, Yako y Kyo, el Fuu miró seriamente a la anciana.
—¿Has hablado últimamente con Denzel, Ata?
—No, querido. He estado la última semana ocupada en asuntos varios en otras partes del mundo. ¿Por qué lo dices?
—¿Entonces no te ha contado nada? ¿Ni por teléfono siquiera?
—¿Sobre qué?
—El nudo latente en el que llevamos viviendo desde el martes.
Agatha abrió un poco sus ojos tenebrosos. Se quedó muda unos instantes.
—No hablas en serio.
—Denzel nos pidió que no informáramos a nadie —comentó Yako—. Por seguridad y porque quería resolver él el asunto. Ha tolerado que se lo informáramos a Alvion el otro día. Creíamos que Denzel te lo haría saber también un día de estos.
Agatha abrió un poco más sus ojos, y su expresión se tornó algo severa.
—Pues no sabía nada. ¿Qué elemento del pasado está aquí en el presente?
—Pues… —Yako miró un momento a Neuval, preguntándole si estaba bien contárselo ahora, y su maestro asintió—. Algo o alguien que aún no sabemos con certeza provocó un salto en el tiempo accidental de los hijos de Denzel, de 200 años a esta época.
—¿¡De todos!? ¿¡De los ocho!? —exclamó la anciana, espantada con este dato—. ¿¡Os dice que lo mantengáis en secreto porque ya lo resolverá él solo y vais y se lo permitís!? —exclamó más fuerte y alterada, sorprendiendo a los tres iris frente a ella.
—¿Permitírselo? Es el segundo jefe de la Asociación —defendió Kyo—. ¿Y qué sabemos nosotros sobre asuntos taimu? ¿Qué íbamos a hacer sino?
—No… No tenéis ni idea de lo grave que es esto… —a Agatha empezó a temblarle la voz, y comenzó a caminar de un lado a otro, llevándose las manos a la cabeza—. ¿Tenéis idea de la cantidad de gente que hoy desciende de uno solo de sus hijos? ¿Tenéis idea de lo que pasaría si uno de los hijos de Denzel que todavía no ha tenido a sus propios hijos muere aquí? ¡Los actuales centenares o miles de descendientes de ese único hijo desaparecerían con él, en un instante! ¡Sería un genocidio humano por culpa del don taimu!
—Agatha, tranquila, no permitiremos… —le pidió Yako.
—¡Si ocurre semejante tragedia humana por culpa de este poder, Denzel y yo seremos erradicados, y los millones de taimuki que hoy existen con nuestra sangre serán capturados y encerrados bajo extrema vigilancia de por vida!
—¡No! ¡Los dioses no pueden hacer eso con los taimuki, son humanos libres! —objetó Yako—. Como mucho sólo podrán hacerlo con aquellos pocos taimuki que trabajen en la Asociación, pero el resto de taimuki inocentes del mundo son intocables por los dioses.
—¡No son intocables si envían a los…! —Agatha se interrumpió enseguida con un respingo, y se le escapó la mirada de sus ojos ciegos hacia Neuval, un gesto que rectificó enseguida con miedo.
Un gesto que Neuval no pasó por alto. No fue fortuito. Agatha había estado a punto de decir algo prohibido.
—¿Por qué has mirado hacia mí? —preguntó Neuval, percibiendo claramente la tensión de la anciana.
—¿De qué hablas, maestro? —dijo Yako.
—No, Agatha, ¿qué has querido decir? —insistió Neuval, dando un paso hacia ella—. ¿Qué tienen los dioses con derecho y capacidad de tocar a los humanos libres aparte de ti y de Denzel?
—Olvídalo, niño. Aquí hay algo más importante. Si seguimos en el nudo latente es porque “los ocho” no están juntos con Denzel para enviarlos de una vez al pasado.
—Está con cinco de ellos actualmente —dijo Yako—. Falta encontrar a Christine, An Ju y Robin. Sus paraderos aún son desconocidos.
—Ya no —objetó Neuval, y los otros tres lo miraron con las mismas caras de sorpresa.
—¿Te han dicho algo? —señaló Kyo el móvil en sus manos, aludiendo al mensaje que acababa de recibir.
—¿¡Los han encontrado!? —brincó Yako.
—No lo sé todo. Pipi me ha pedido que me reúna con él ahora mismo en privado aquí cerca, quiere hablar conmigo en persona primero y dice que es urgente, así que debo irme —fue a salir por la terraza del salón.
—¡No, Neuval, espera! —se teletransportó Agatha justo delante de él, cortándole el paso—. ¡Hay que buscar a Clover, hay que encontrarla primero! ¿¡Quién sabe lo que le estarán haciendo!? ¡Ayúdame a buscarla, ella nos necesita primero!
—Agatha —la interrumpió, y luego cambió a un tono más bajo y discreto—. Me temo que el secuestro de Clover puede estar relacionado con el asunto de Denzel.
—Oh, Dios mío… ¿Cómo puede ser?
—Os avisaré cuando sepa más —Neuval la esquivó, pero Agatha lo frenó una última vez.
—Neuval… dímelo aquí y ahora, sin tapujos —le rogó en voz baja, y le costó unos segundos preguntárselo—. ¿Crees… que ha sido Denzel?
—No ha sido él —le aseguró Neuval.
—Entonces sabes quién ha sido… —murmuró perpleja, y contrariada, sin entender por qué no lo había dicho ya.
—Sólo es una corazonada, Agatha. Ojalá me equivoque. Pero lo dudo —salió por fin a la terraza y miró primero a los alrededores para asegurarse de que nadie miraba—. Me huelo una reunión urgente entre la KRS, la SRS y Denzel hoy. Tú también deberás asistir, Agatha. Os confirmaré en un rato. Mientras tanto, cuidad de Brey —dijo esto último dirigiéndole una mirada a Yako, y se marchó volando.
—Yako, ¿qué te ha dicho? —corrió Agatha hasta el joven Zou—. Cuando estabais aquí solos, habíais terminado de investigar pruebas. ¿Qué ha descubierto Neuval?
—Estaba hablándome de ello antes, pero no llegó a terminar de explicármelo porque justo llegó Brey. Pero me ha confirmado dos cosas, que nadie ha abierto ninguna ventana desde fuera y que en la moqueta de la habitación de los niños hay una marca de unas botas, pero sólo una marca. Dentro de la casa de Brey nadie usa calzado de la calle. Alguien ha estado de pie al lado de la cama de Clover. No hay más pasos ni más huellas. Es como si hubiera aparecido justo en ese lugar y hubiera desaparecido en el mismo.
—¿Género? ¿Peso? —preguntó Kyo con ímpetu.
—83 kilos y probablemente masculino, con la talla 43.
—Ay, señor… —suspiró Agatha con agotamiento, masajeándose la frente—. Denzel usa una 44’5.
—No entiendo cómo alguien que no es taimu puede aparecer de pie en un punto y desaparecer del mismo con una niña de 5 años sin haber atravesado ninguna puerta o ventana —dijo Kyo—. Un Knive ya ha quedado descartado porque, por muy raros que sean, no pueden colarse en una casa sin pasar por una puerta o ventana. Es que tampoco un iris o arki encaja con lo que ha pasado. Ni siquiera un Sui, que ya en nivel medio pueden convertirse en agua, ha podido hacer esto colándose por alguna tubería o rendija. No se puede llevar a Clover de esta casa sin haberla sacado por una ventana o puerta.
—Neuval me estaba diciendo algo de los conductos de ventilación justo cuando Brey llegó —dijo Yako—. Dice que los ha recorrido transformado en aire y que ha visto algo inusual que sólo tiene una explicación. No sé más que eso.
—Pero si son de 15 por 22 centímetros, todos los del edificio. Ni la cabeza de Clover cabría por ellos —se extrañó Kyo—. Oye, deberíamos traer a Brey aquí. Debería estar aquí con nosotros esperando, para cuando el tío Neu nos avise con alguna noticia.
Yako asintió y se marchó a buscar a Brey. No fue difícil, siguió los caminos hacia los lugares que él mencionó que iba a mirar, y lo terminó encontrando en una calle cercana, justo cuando ya estaba saliendo de una tienda de antigüedades. Lo vio exasperado, ansioso, caminando calle arriba con intención de seguir mirando por la zona. Yako corrió hasta él y lo frenó, agarrándolo de un brazo.
—Brey…
—Yako… Bien… Ayúdame a peinar esta zona, ve por esa calle, yo iré por esta…
—Brey. Para —le pidió, volviendo a frenarlo del brazo.
El rubio lo miró contrariado. Yako observó su estado. Estaba rojo por el sofoco, sudando, respiraba muy rápido, y tenía los ojos desquiciados.
—No… —murmuró Brey, suplicándole con la mirada.
—No se ha escapado.
—Sí… Se ha escapado, y es por mi culpa, por no cuidar sus emociones humanas como debía, la he defraudado, y por eso…
—¿De qué hablas?
—Le dije a Jannik que no quería que siguiera acercándose a ella, se lo dije hace unos días, no quiero a Clover cerca de más iris, y él al final me hizo caso, cortó su amistad con ella el viernes, pero yo no sabía… no sabía que era tan importante para ella… no sabía que le estaba costando tanto tener amigos en el colegio… ser amiga de Jannik la estaba haciendo feliz y yo le he quitado eso, por eso ha estado defraudada conmigo… Se ha ido porque cree que no me importa cómo se siente… Y tiene razón, al final todos tenéis razón sobre mí, no tengo sentimientos, no me importan las cosas que deberían importarme, no estoy hecho para cuidar dos niños humanos…
—Calma… Calma… —lo apaciguó Yako poco a poco, y lo abrazó con fuerza—. No es cierto. Brey. Te conozco desde que éramos bebés. Sí que te importan las cosas que deben importarte. ¿Por qué crees que estás así ahora? Mírate…
Brey no podía dejar de respirar aceleradamente, y se sintió inmovilizado entre los brazos de su amigo. Pero se dio cuenta ahora, por primera vez en todo este rato, de su actual estado.
—Estás teniendo la reacción más humana que he visto nunca. Y eso es justo lo que necesitan Clover y Daisuke, un padre que se preocupa y sufre por ellos hasta este extremo de perder la cabeza. Pero es importante que no la pierdas demasiado tiempo. Recupera el control, Brey, y escúchanos, y déjanos ayudarte. Tienes a muchas personas dispuestas a volcar el mundo entero para encontrar a Clover. Yo el primero —se separó un poco de él para mirarlo a los ojos fijamente—. Asustaré o aniquilaré a quien haga falta para que devuelvan a Clover sin un rasguño.
Brey sintió un escalofrío cuando le oyó decir eso, mientras miraba sus ojos ámbar, emitiendo una leve luz dorada vibrante y divina. Pero más que estremecerle, le dio el alivio que tanto necesitaba ahora.
—Se la han llevado… —musitó, empezando a regresar a la realidad.
—Sí —dijo Yako.
—¿Alguien… se la ha llevado de mi propia casa, estando en la habitación de al lado… mientras… yo dormía?
—Eso me temo. Quien sea, ha dejado unas huellas en el suelo, junto a la cama de Clover. Neuval y yo lo hemos analizado. Los filamentos de la moqueta están ligeramente aplastados con un patrón de suela que suelen llevar las botas comunes. Alguien que pesa 83 kilos, talla 43…
Brey negaba con la cabeza conforme recibía esos datos horribles. Porque si era realmente un caso de secuestro de un niño, él había trabajado suficientes años en la Asociación y en suficientes misiones por el mundo para saber cómo terminaban ese tipo de secuestros. Había llegado a ver lo que muchos monstruos humanos les habían hecho a esos niños, tanto a los que lograban rescatar a tiempo con vida, como a los que, por desgracia, terminaban encontrando tarde.
Su iris estaba tan descolocado y errático que no pudo frenar esos pensamientos, esas proyecciones, e imaginarse a Clover en esas memorias, ver su rostro ensangrentado en uno de esos niños de misiones pasadas, con ojos abiertos y muertos, o en esos otros niños abusados, con marcas en el cuerpo, señales de atrocidades por todos ellos…
Se le encogió el estómago, de forma tan terrible que tuvo que apartar a Yako, apoyarse sobre dos coches aparcados junto a la acera y vomitar en el hueco entre ambos vehículos.
—¡Brey! —saltó Yako, desconcertado. Nunca había visto a un iris sin majin manifestar síntomas físicos a raíz de una emoción negativa intensa.
«¡Alvion!» lo llamó a través de su mente, mientras sujetaba a Brey. No obtuvo respuesta, y no parecía que el anciano estuviera tratando este brote de descontrol de Brey. Pero era porque la conexión del anciano sólo reaccionaba a la alerta de brotes de majin, y esto no lo era. Aun así, en alguien como Brey, esto tampoco tenía sentido. No tenía ningún porcentaje de parte humana en la mente, solamente un iris puro, un Yang sin ápice de Yin, y no había nadie contagiándole ninguna emoción. Si no había un contagio, ni tenía un Yin ni tampoco una parte humana produciéndole este desajuste, Yako no sabía cómo tratarlo, y dudaba que Alvion lo supiera también.
La teoría dice que, cuanto más puro era un iris, más racional y menos emocional era, con el objetivo de actuar de forma inmediata y eficaz a resolver el problema. Brey siempre había tenido esta reacción, la cual, aunque insensible, siempre había sido eficaz, en todos los escenarios horripilantes a los que se había enfrentado en las misiones, incluso en los casos de niños. Yako podía esperar que esta vez, al tratarse de su propia hija, le afectara emocionalmente al menos un poco, o al menos unos pocos minutos, pero no tanto, no tan fuerte. Su iris no se estaba portando como debería en este caso, que era precisamente el caso que más eficacia y razón le requería.
Brey se quedó arrodillado en el suelo y comenzó a sollozar de impotencia. Yako, agachado a su lado, lo apoyó sobre su hombro, sintiéndose igual de impotente, por no saber cómo ayudar al iris más importante para él.
—Sea lo que sea que estés pensando o imaginando, páralo ahora mismo, Brey. No dejes entrar ideas intrusas.
—He fracasado… Nací con un deber y he fallado…
—¿Qué? No, eso no es…
Yako no terminó la frase. Tenía que entender por qué Brey decía eso. Ser un iris convertido que previamente había nacido como humano libre y por tanto sin condiciones escritas ni destino decidido por deidades u otros no era lo mismo que haber nacido iris. Brey nunca había tenido opción a elegir libremente si ser una buena o una mala persona, ni la opción de no pertenecer a la Asociación. Es que ni siquiera existía esa opción en su cabeza. Desde bebé, veía al resto del mundo como seres a los que proteger si eran buenos y a los que detener si eran malos. Nadie le impuso ese deber, ni los Zou ni los dioses. Lo poseía naturalmente en su ser. Para él, era el gran sentido de su existencia.
—Escucha —Yako lo enderezó y lo sujetó de las mejillas para mantenerle la cabeza firme—. Clover sigue sana y salva.
—No lo sabes…
—Sí, Brey. Piensa. No ha sido un humano quien se la ha llevado, ¿de acuerdo? Porque las pruebas son inequívocas. Eso quiere decir que, quien se la ha llevado, lo ha hecho por una razón más importante. Clover tiene un valor para el secuestrador que nada tiene que ver con la perversidad humana.
—Es mi culpa…
—Brey —se puso severo, dándole un par de bofetadas suaves en la mejilla—. Céntrate. Neuval sabe algo más. Pipi acaba de contactar con él y parece algo urgente, algo está pasando. Y sabiendo que quien se ha llevado a Clover no es humano, dudo que lo que ha pasado con ella justo hoy sea una simple coincidencia.
—¿Qué saben? ¿¡Qué han descubierto!? —exclamó, agarrando sus brazos.
—Nos avisarán, tranquilo. Pero ahora tenemos que volver, ¿vale? Daisuke no paraba de llamarte.
—Daisuke… —murmuró Brey con sorpresa, y sin titubear más dio media vuelta y se encaminó de regreso a casa, seguido de Yako.
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