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2º LIBRO - Pasado y Presente

10.
Descendencia

El edificio Tomonari de primaria y prescolar ya hizo sonar la campana de su reloj, y Brey les ordenó a los niños que se fuesen ya a la puerta de entrada, donde había un grupo de maestros y maestras esperando a todos los niños de 5 años para meterse con ellos dentro.

Cleven y los demás seguían de tertulia, al otro lado de la valla, dentro del recinto del instituto y cerca de la verja de entrada, pues uno de sus compañeros de clase le había escrito a Nakuru por el móvil que Denzel aún no había llegado al aula, ya que ella era la delegada de clase y solía informarse de estas cosas fácilmente. Cuando Drasik escuchó a Cleven decir que Kyo la había ayudado toda la noche a estudiar y que por eso estaba así de adormilado, puso una cara molesta que nadie percibió.

Brey los dejó allá con su parloteo y se fue hacia su coche, aparcado junto a la acera. Sin embargo, antes de abrir la puerta del vehículo, divisó a Denzel viniendo por la calle acompañado por otro joven que aparentaba su misma edad, con su cabello negro y largo recogido en una coleta y sus gafas de montura redonda como las antiguas, y vestido con unos vaqueros y una chaqueta moderna prestados por Denzel.

—Brey —lo saludó el profesor—. ¿Qué haces por aquí?

—Denzel... —murmuró el rubio, un poco inquieto, recordando la insólita visita que recibió anoche Yako en su cafetería—. He traído a los mellizos al colegio. Oye, ¿has visto a Yako? Hay algo impactante que debes saber cuanto antes…

—Anda, ¡un "iris"! —exclamó Owen, interrumpiéndolo, y se le acercó a dos palmos para observarlo de arriba abajo. Brey se quedó paralizado e incómodo—. Pues siguen siendo iguales que hace dos siglos…

—No jodas… —dijo Brey, señalando a ese cotilla y mirando fijamente a Denzel—. ¿Este es… uno de tus hijos? ¿Te ha encontrado él solo?

—¿Cómo lo…? —se sorprendió Denzel—. Espera, ¿es que tú sabes algo?

—¿Cómo coño ha adivinado que soy un "iris"? —se mosqueó el rubio—. El otro me dio un sopapo en la cara para descubrirlo.

—¿El otro? —Denzel no entendió.

—Qué lenguaje más soez —intervino Owen con su actitud analizadora y sabionda—. Sé que eres un "iris" por esa posición de alerta que adopta tu cuerpo sin que te des cuenta cada vez que estás cerca de seres queridos o se te acerca un enemigo. Nunca falla, siempre lo hacéis. Por cierto... "iris", rubio, ojos verdes, un ligero énfasis en la pronunciación de algunas vocales finales añadiendo una pequeña "i", los lóbulos de las orejas levemente punteados… Tú eres un Smirkov, ¿verdad que sí?

—¿Qué? —Brey se quedó perplejo—. Ese es el apellido de mi madre, ¿de qué conoces…?

—Seguís existiendo, sí que sois fuertes los rusos… Oh, pero tú eres mestizo japonés.

—Owen —intervino Denzel—. Déjalo, no es momento para estudiar a la gente como si fuesen especímenes.

—No me culpes por hacer lo mismo que haces tú —sonrió este, echándole un vistazo a las zapatillas deportivas de Brey y comparándolas con las suyas—. Colores en el calzado… me gusta.

—¿Qué clase de poderes tienen? ¿Estos seres pueden leerte la mente? —desconfió Brey, alejándose un paso del otro.

—¿“Seres”? Eh, corta el rollo prejuicioso, chaval —le dijo Denzel, ofendido y molesto—. Todos los demi’ons son humanos, a pesar de que los dioses se empeñaran en inventar este nombre diferente con el que llamarlos, y aunque las malas lenguas de los humanos de hace siglos y la ignorancia de la Iglesia los considerasen medio demonios erróneamente. Son humanos —repitió.

—¿Por qué te alteras?

—Porque mi padre sufrió esa discriminación cuando era joven, sólo porque el cura de su pueblo lo vio mover un guijarro con telequinesia 3 míseros centímetros sobre una tabla de madera. Tuvo que irse a vivir a otro lugar porque querían quemarlo en la hoguera. Y cuando yo nací, la vieja vecina chismosa de aquel barrio de Londres, cuando vio que el bebé de sus vecinos tenía estos lindos ojitos demoníacos —se subió las gafas de sol para mostrarle a Brey sus aterradores ojos—, dio la alarma y una horda de puritanos religiosos vinieron con hoces, antorchas y crucifijos a nuestra casa. Por suerte, Agatha, que tenía localizado a mi padre y reconocido como su descendiente, le dio la protección que nadie más podía darle, ya que los “iris” y la Asociación aún no existían.

—Es muy sensible con este tema —le dijo Owen al rubio.

—Vale, lo siento —se disculpó Brey.

—Escucha —prosiguió Denzel—. A diferencia de los “iris”, de los Zou y de los Taimu, mis descendientes y los de Agatha tienen una mente humana cuya energía Yin y Yang es y funciona igual que la humana. Es variante, pueden ser buenas o malas personas en función del tipo de vida que tengan, la educación que reciban o las decisiones que tomen, justo igual que el resto de humanos. No nacen con un tipo de mentalidad Yin o Yang ya arraigada, como los Zou o los Taimu, o los “iris” cuando se convierten.

»Lo único sobrehumano que tienen es una energía extra asentada en su cuerpo, una energía biológica, un pequeño trocito del Yin que tenemos los Taimu que ellos heredan en un pequeño porcentaje de sus genes. Sólo les otorga la habilidad de poder manipular de forma muy diminuta las Corrientes espaciotemporales, como el guijarro que mi padre movió mentalmente 3 insignificantes centímetros, que era lo máximo que podía hacer. Los “iris” también adquirís esa energía física extra cuando os convertís, lo que os hace capaces de dominar una materia o elemento natural a través de vuestro cuerpo, y también ejecutar mis Técnicas espaciotemporales.

»El factor principal por el que vosotros los “iris” no sois humanos es por la energía Yang extra que hay en vuestra mente, que está por encima del límite humano normal. Ahí radica la diferencia entre la energía física del cuerpo y la energía mental o alma. Esta última es la que dictamina si eres humano o no.

—¿Y por qué este de aquí sabe tanto de mí de repente? —insistió Brey.

—Porque tengo un alto nivel de observación y especulación —le dijo Owen—. Soy un humano listo y nada más, ¿te crees que los “iris” sois los únicos listos capaces de adivinar cosas mediante la observación meticulosa? Mis hermanos no habrían podido hacerlo. Yo soy el más listo de ellos.

—Eh, sé respetuoso con tus hermanos —le reprimió Denzel.

—De todas formas, podría leerte la mente de verdad, joven Smirkov, si volviera a aprenderme la Técnica de Telepatía de padre —añadió Owen—. Pero como no me deja… —gruñó.

—No empieces —dijo Denzel.

—¿Qué quieres decir? —quiso saber Brey.

—Las Técnicas de padre se olvidan, si pasas mucho tiempo sin usar la que aprendiste. Los demi’ons somos los únicos humanos que podemos aprenderlas y efectuarlas igual que los “iris”. Como sabrás, cada Líder de RS tiene una, y sólo puede aprender una a la vez, ya que son tan complejas que aprender dos al mismo tiempo es imposible. Si se hace uso de ella de vez en cuando, se mantiene fresca —se señaló la cabeza—. Si pasas mucho tiempo sin usarla, se olvida. En ese momento, si quieres volver a efectuarla, tienes que volver a aprenderla en su pergamino, o puedes aprovechar y aprender otra diferente. Mis hermanos y yo aprendimos varias Técnicas cuando éramos pequeños, una cada vez, para demostrar que podíamos hacerlo, pero la Asociación ya no nos deja tocar los pergaminos de padre ni a él dejárnoslos. Hace años que olvidamos las últimas Técnicas que probamos a aprender, por lo que ya no podemos hacerlas, para ello necesitaríamos volver a estudiarlas en sus pergaminos.

—¿Por qué la Asociación no permite que tus hijos aprendan y ejecuten un poder que es tuyo y de tu legado? —le preguntó Brey al Taimu—. ¿Y en cambio sólo los Líderes “iris” pueden?

—Oh, porque por lo visto ese poder no es mío —sonrió Denzel con notable sarcasmo—. Y eso es porque yo tampoco soy mío. No fue la Asociación quien tomó esa decisión, fueron los dioses, que como bien sabes, son muy simpáticos, y cuando yo me convertí en segundo al mando de la Asociación, mis queridos amos ordenaron a los Zou convertirse en mis supervisores y vigilantes. Y cuando nacieron mis hijos, los dioses le ordenaron a Elaye Zou impedirme enseñar a mi hijos mis Técnicas, diciendo que, como yo soy propiedad de la Asociación y de los dioses, mis Técnicas también son propiedad de la Asociación y deben ser usadas por “iris” autorizados y nadie más.

—Eso es… injusto —dijo Brey, sorprendido.

—Eso mismo opinan los Zou. Pero ya sabes, los dioses, al final, son los que mandan. Y tanto los Zou como yo y Agatha tenemos que obedecer lo que ellos digan. Los Zou siempre nos han respetado, apreciado y tratado como a iguales. Pero desde el punto de vista de los dioses, un Zou es un ser inferior, pero aun así una persona poderosa, especial y admirable; y en cambio, un Taimu es directamente un objeto.

—Oh, pero esta triste historia tampoco es tan triste —intervino Owen, cruzado de brazos—. Porque padre sí que pudo enseñarnos otro tipo de poder que, al no ser suyo, sino un regalo de otra persona, sí tenía pleno derecho para enseñárnoslo y nosotros para aprenderlo. Este poder, al ser su dueño un humano común, es decir, un humano libre externo a la Asociación que, por lo tanto, no tenía ninguna atadura con las normas del equilibrio y los dioses, es un poder sobre el que los dioses no tienen derecho a decidir.

—¿En qué consiste ese poder?

—Dibujar.

—Perdona, ¿qué?

—A ver, sólo para aclararlo —interrumpió Denzel, e inconscientemente se tocó el anillo dorado de su dedo anular—. El Poder de los Sellos es un poder pequeño que yo mismo desarrollé, intentando imitar su poder original mucho más grande, el Poder de los Códigos. Este extraordinario Poder de los Códigos es el poder único de Zhen Qing, el humano del que Owen estaba hablando.

—Ah, habláis del tipo ese que inventó nuestros tatuajes de comunicación sensorial, que lo llamaban “brujo” o algo así.

—Eso es. Vuestros tatuajes “iris” son Códigos Sensoriales creados por el brujo Zhen Qing. Él fue un querido amigo mío, un humano viajero que nos ayudó mucho a Leander Zou y a mí a impulsar el auge de la Asociación en sus inicios. Zhen nos ayudó, pero jamás quiso convertirse en miembro o socio de la Asociación, porque sabía que, en ese caso, tendría que acatar las normas y órdenes de los dioses. Su poder era inimitable y misterioso, y él quería mantenerlo libre y propio.

»Pero Zhen me ayudó a experimentar una parte de él, otorgándome la capacidad de hacerlo realidad aunque sólo se trate de una pequeña parte. Lo llamé el Poder de los Sellos, otro tipo de habilidad sobrenatural que sólo mi descendencia humana libre, o la de Agatha, puede efectuar y nadie más. Y este poder únicamente lo conocen los Zou y apenas lo saben unos pocos “iris” de confianza, así que no lo vayas contando por ahí.

—Un momento. Dado que has especificado que sólo puede ser utilizado por tu descendencia “humana” y “libre” —se percató Brey—, ¿quieres decir que, si un descendiente tuyo es un “iris”, o Menor, o monje, ya no puede efectuar ese Poder de los Sellos porque ya no entra en la categoría de “humano libre”?

—Así es. Por alguna razón, Zhen Qing quiso que este poder que me regaló no pudiera ser utilizado por nadie que fuera inhumano, ni nadie que perteneciera a la Asociación y por tanto estuviera atado al servicio de los dioses. Exceptuándome a mí, claro. Pero dejemos ya de hablar de esto, niños, tenemos que seguir averiguando qué diablos ha ocurrido con este salto temporal accidental. Estoy aquí para comunicarle al director Suzuki que hoy no voy a trabajar y a dejar una serie de pautas para el profesor que me sustituye. Así que, Raijin, ¿estabas a punto de decirme algo importante o puedo irme a seguir indagando?

—Sí, es cierto, escucha —recordó—. Ayer en la cafetería de Yako apareció un tipo... Link, creo que se llamaba —le explicó, y Owen y Denzel cruzaron una mirada exaltada—. Yako se lo llevó consigo a su casa. Hoy iban a buscarte aquí al instituto. ¿De qué va esto, Denzel?

—Eso trato de averiguar. Si es verdad lo que dices, esperaré aquí a Yako para…

—¡Eh, profe! —exclamó Cleven al salir del recinto del instituto a la calle y verlo ahí cerca; se le echó encima y lo agarró de las solapas de su chaqueta—. ¿¡A qué esperas para entrar!? ¡Haznos ya el examen! ¡Verás qué nota te saco! ¡Verás! ¡Verás!

Owen se alejó de ellos un par de pasos, asustado, y Brey miró a otra parte con vergüenza ajena.

—Ay... —agonizó Denzel, mareado—. Cleventine, cálmate...

Drasik, Nakuru y Kyo también salieron por la verja del instituto para ver qué pasaba y se acercaron a ellos.

—Hey, qué bien que estéis aquí —se alegró Denzel, todavía medio tirado en el suelo colgando de las manos de Cleven—. Nakuru, ya que eres la delegada de clase, informa de mi parte al director de que hoy no puedo trabajar, y le das esta nota al profesor que me sustituya —le dio un papel doblado.

—¿¡Qué!? —explotó Cleven, volviendo a tirar de sus solapas—. ¿¡Cómo que hoy no das clase!? ¿¡Y qué pasa con el examen!? ¿¡Qué pasa con mi sobresaliente!?

—¡Cleven, ya te lo hará mañana, deja de asesinarlo! —le reprochó Brey.

—¡Para mañana ya se me habrá olvidado todo!

—Jeje... pues muy mal —se rio Denzel.

—¡No! ¡Embustero! —sollozó.

Nakuru se vio obligada a agarrar a su amiga y, despidiéndose de los demás, se la llevó hacia el edificio, aunque Cleven seguía dando voces, llamando la atención de todos los demás estudiantes que pasaban por ahí. Sin embargo, Drasik y Kyo se aproximaron a su tutor, que se estaba levantando del suelo, recuperándose de la furia de Cleven.

—Dios mío, es igual que Fuujin —comentó Denzel, exhausto.

—¿Qué es lo que ocurre aquí? —preguntó Drasik, observando al desconocido.

—¡Uy, más “iris”! —sonrió Owen.

—Hey, ¿cómo lo sabe? —se sorprendió Kyo.

—¿Puedo darles un sopapo para averiguar sus elementos, padre? —le preguntó Owen a Denzel.

—¿Padre? —repitieron Drasik y Kyo.

—¿¡Pero por qué esa manía de abofetear a un “iris” para averiguar su elemento!? —exclamó Brey, recordando que Link se lo hizo anoche.

—No, nada de abofetear “iris”, ya sois mayores para esas travesuras, Owen —le reprochó Denzel.

—¡Eh, ¿este hombre tiene algo que ver con el tipo que salvé anoche de ser atropellado?! —se percató Drasik—. ¡Se parecen!

—¿¡Atropellado!? —repitió Denzel, poniéndose pálido, y se llevó las manos a la cabeza—. Mierda, ¡sin duda alguno acabará mal! ¡Como no los encuentre a tiempo, alguno acabará muerto, seguro! ¡En esta ciudad hay un peligro para ellos a cada cinco metros! ¡No saben cómo funciona un semáforo, no saben siquiera qué es un semáforo!

—Padre, tranquilízate, los demás estarán bien —le dijo Owen—. Eso sólo es Link, que siempre va por ahí sin prestar atención y tropezándose con cada piedra.

—¿¡Tienes más hijos perdidos por la ciudad!? —saltó Brey.

—¿¡Tus hijos!? —brincaron Kyo y Drasik—. Oh, my god! —exclamó Drasik, señalando a Owen con el dedo—. ¿¡Me estás diciendo que el tipo de anoche en la cafetería y este de aquí son demi’ons!? ¿¡Y de primera generación!? ¡Siempre quise conocer a uno!

—Encantado —Owen le estrechó la misma mano con la que el chico lo señalaba descaradamente.

—¿Por qué no nos habías dicho que tenías hijos en esta época, Denzel? —preguntó Drasik.

—Porque no los tiene —le respondió Owen—. Ahora mismo estamos bien muertos. Venimos de 1812.

—Oh, no, ¿esto es un salto en el tiempo accidental y estáis tratando de averiguar qué pasa? —comprendió Kyo—. Por eso Yako se quedó tanto tiempo ayer hablando con el otro. Denzel, ¿cuántos más hay perdidos? Si es uno o dos, podemos…

—Son seis más —contestó.

Drasik y Kyo se quedaron estupefactos.

—Espera… ¿Con… con cuántas mujeres…? —quiso saber Drasik.

—¡Con la misma! —se ofendió el Taimu.

—¿¡Qué!? —exclamó Drasik, espeluznado—. ¿¡Ocho hijos en total y con la misma mujer humana!? ¡Pobre humana, Denzel!

—¡Pe…! —Denzel se sonrojó con vergüenza—. No seas idiota, ¡en algunas épocas y culturas es normal tener incluso diez o catorce! Todos fueron deseados y… y… Lem hasta quería tener más, y… ¡Y no es asunto tuyo, dammit! No te entrometas en la vida privada de los demás —se cruzó de brazos y miró a otra parte, todavía sonrojado.

—¡Hahah! Me gusta este chico sin filtro —se reía Owen.

—¿Tú qué eres, el mayor de todos? —le preguntó Drasik.

—No, yo soy justo el hermano del medio —corrigió Owen.

—Pero siendo ocho no puede haber nadie justo en el medio... —dijo Kyo.

—Es que por debajo de mí hay unos gemelos idiotas —le explicó.

—¿¡Gemelos incluso!? —Drasik volvió a alucinar—. ¡Denzel, eres un semental!

Shut your bloody mouth! —le reprimió el profesor—. ¡O te hago repetir curso! Vamos a ver, quiero avanzar con este asunto, si no os importa.

—¿Quieres que ayudemos en la búsqueda? —le preguntó Kyo—. Haremos lo que haga falta.

—No. Gracias, Kyo, pero no quiero involucrar a “iris” en una anomalía temporal sin saber quién es el responsable o cuál es la causa, podría ser peligroso. Esto es por ahora un asunto Taimu, yo me encargaré. Si necesito ayuda, acudiré en todo caso a un alto rango. Brey, ¿dijo Yako a qué hora vendría al instituto?

—A primera hora, dijo. Ya casi son las 9 —dijo mirando su reloj—, así que ya deberían estar viniendo hacia aq...

¡Pum! Los cinco se llevaron las manos a la cabeza como por instinto al escuchar una lejana y leve explosión, dándoles un buen susto. Desconcertados, no tardaron en divisar allá a lo lejos a Yako corriendo como un descosido calle arriba, y detrás iba Link, con la misma cara de susto y su katana desenfundada.

—¿Qué demonios...? —se extrañó Kyo.

Cuando vieron que Yako, al percatarse de ellos, les hizo señas desesperadas para que se metieran dentro del recinto del instituto, estos lo hicieron al instante, pasando la verja. A los pocos segundos de esperar, oyeron a Yako derrapar y después a Link, metiéndose en el recinto y pegándose al muro, recuperando el aliento. Brey fue a preguntar algo, pero de pronto un numeroso grupo de mafiosos furiosos pasaron de largo calle arriba al otro lado del muro, como una estampida, con palos y cadenas en alto y soltando voces.

—¿¡Adónde han ido!? —gritó uno.

—¡Seguid adelante! —dijo otro—. ¡Yo me cargo a ese tío! ¡Me lo cargo!

Cuando se alejaron y la calma volvió a reinar en la zona, se inició un concurso de miradas entre los siete ahí presentes.

—¡Le he dicho que deje de ponerse delante de los coches! —le reprimió Yako a Link.

—¡El conductor de ese carro metálico había herido el honor de una dama que paseaba por la calle! ¡Empezó a llamarla con comentarios obscenos desde su ventanilla, el cobarde! ¡Tenía que proteger el honor de la dama!

—¡Pero no destruya a espadazos su coche, y menos si son de la Yakuza!

Los demás estaban callados, mirándolos con perplejidad mientras discutían, sin saber qué decir. Sin embargo, una mano no tardó en agarrar a Link del hombro y girarlo bruscamente.

—¡Hahah…! ¡Aquí estás! —celebró Denzel con gran alegría, hablándole en chino y dándole un fuerte abrazo—. No me lo puedo creer, ¡mírate! Tu rostro, la forma de tus facciones y cuerpo… ¡Hah! ¡Es verdad que te pareces a mí como decía la gente!

Link, confuso, lo apartó de sí rápidamente y, sujetándolo de los hombros, lo observó fijamente.

—¡Ah! ¡Padre, eres tú! ¡Hahah, al fin te encuentro! —lo zarandeó—. ¡Y Owen, tú también! Ya sabía yo que tú serías el primero en encontrar a padre, cerebrito. Me alegro de que estés bien, hermano —lo zarandeó también.

—Lo mismo digo.

—Vaya… —Link volvió a mirar a Denzel—. Casi no te reconozco con el cabello corto y estas ropas modernas y esas extrañas lentes negras... ¡Fíjate, has crecido! ¡Apenas te he visto cambiar de aspecto en mis 35 años! Oye, ¿cómo me has reconocido?

—Es la primera vez que te veo con los ojos, muchacho, pero podría reconocer tu voz a kilómetros.

—¿Que puedes verme, has dicho? ¿Es por estas extrañas lentes negras que tapan tus ojos? —se interesó Link—. No me digas que es un invento futurístico… ¡Déjame verlas!

—No te lo recomiendo, Denzel, todos los aparatos modernos de mi cafetería y de mi casa corrieron peligro anoche —le dijo Yako.

—Créeme que lo sé, Yako —sonrió el Taimu, agarrando a Link de las muñecas para frenarlo, pues había estaba a punto de quitarle las gafas—. Link, estas gafas son sagradas, prohibido tocarlas. No existen otras iguales y fueron un regalo muy especial.

—Vamos, ¡no seas así! Fíjate, con las lentes de Owen tengo cuidado… —le quitó a Owen sus gafas, pero no calculó su fuerza y ya de primeras partió la montura.

Todo el mundo se quedó mudo mirando las gafas de Owen rotas en su mano.

—¿¡Pero por quéeee!? —berreó Owen con horror, y empezó a zarandear a su hermano con rabia—. ¡Siempre andas rompiendo mis cosas!

—¡Ha sido sin querer, lo siento! ¡Te compraré otras!

—¡Eres un bushi cazarrecompensas y guardaespaldas de alquiler, eres más pobre que las ratas!

—¡Padre te comprará otras! —se corrigió Link entonces.

Denzel se puso entre los dos con una expresión feliz en la cara y abrazó a los dos juntos, impidiéndoles pelearse más. En ese momento, parecía como si se hubiese sumergido en un sueño que hace tiempo dejó de tener. Brey y Yako cruzaron una mirada silenciosa. Había algo más que un feliz encuentro ahí. Ambos sabían lo mucho que Denzel había odiado su vida y su existencia por ser quien era. Para él, la familia que tuvo lo fue todo, su única felicidad, la que había dejado atrás sin tener más remedio.

Yako, Kyo y Drasik se apenaron, pensando cuánto duraría esa felicidad que nunca antes habían visto en Denzel, porque esos dos hombres algún día tendrían que volver a su hogar, y él volvería a estar solo. Más que eso, les preocupaba hasta qué punto podría afectarle esto mentalmente.

—Hermano, tenemos que ponernos en marcha —dijo Owen finalmente, poniéndose de nuevo sus gafas rotas, por lo que le quedaron torcidas.

—Sí… es verdad —asintió Link, meciéndose la barba con aire más serio—. Tenemos que llegar al fondo del asunto.

Sólo Yako entendió lo que estaban diciendo en su idioma.

—Denzel... —lo llamó preocupado.

—Tranquilo, Yako —se adelantó este con un gesto de la mano, sonriéndole con calma—. Averiguaré qué pasa e informaré a Alvion sólo si el asunto es más grave de lo que yo puedo manejar. Te agradezco que te hayas ocupado de Link esta noche, y perdona las evidentes molestias que te habrá causado, siempre ha sido un chico demasiado curioso.

—No ha sido molestia —sonrió Yako también.

—Sí, gracias por tu amabi-... —fue a decirle Owen con una inclinación por educación, pero se quedó mudo de repente cuando se fijó bien en él—. ¡Que me aspen, amigo, te pareces un montón a Elaye! Padre, ¿cómo es que este chico se parece tanto a Elaye?

—¿Quién es Elaye? —preguntó Kyo.

—Sí, sí, un tatarabuelo mío —le respondió Yako—. El Zou que gobernaba en la época de donde vienen estas personas.

—¡Espera, ¿eres un Zou?! —brincó Owen, y puso una mueca horripilada—. ¿¡Y qué estás haciendo en Japón!? ¿¡Cómo es que no estás en dentro de tus tierras seguro y a salvo!? ¡Estás loco! ¿¡Cómo se te ocurre salir al exterior!? ¡Los Knive pueden ir a por ti en cualquier momento...!

—Owen, tranquilo —intervino Denzel—. No pasa nada, lo de los Knive ya es cosa del pasado, Yako está bien aquí. Es una larga historia, y nosotros deberíamos ponernos en marcha ya. Kyo y Drasik, a clase ahora mismo, no lleguéis tarde. El examen de hoy será aplazado.

Los dos chicos obedecieron y se fueron hacia el edificio, en silencio, cavilando sobre este inexplicable suceso. Igualmente, Brey y Yako se marcharon a sus respectivas universidades. Kyo, sobre todo, no estaba muy tranquilo. No sabía por qué, pero por alguna razón, su subconsciente le hizo recordar a esa niña extraña por la que tuvo que pelearse con otros chicos del instituto que la estaban molestando hace unas pocas semanas. Esa niña callejera, solitaria y hostil, la cual, tras salvarla de esos gamberros, repelió a Kyo y huyó de él sin siquiera darle las gracias.

¿Quién podría ser esa niña? ¿Podría tener algo que ver con Denzel? Kyo no sabía por qué se le vino esa idea a la cabeza. Pero quizá, tal vez, sería por el diminuto detalle de que esa niña, igual que Denzel, tenía el cabello negro con un mechón blanco.


* * * *


Denzel, Owen y Link anduvieron por las calles del centro hacia alguna cafetería donde poder sentarse y hablar tranquilos, intencionadamente en la zona más concurrida de Shibuya con la esperanza de ver, tal vez, a otro de sus hermanos entre la gente. Durante el camino, Link les estuvo contando lo que sabía.

—¿Le has contado a padre lo que pasó en casa, Owen? —preguntó Link.

—Sí, me lo ha mencionado —afirmó Denzel—. ¿Quién era la persona que me atacó?

—Ni idea —suspiró Link—. Lo que sé sin duda es que era una niña. Y que puede saltar en el tiempo. Estábamos todos en casa, preparando la comida de celebración por tu cumpleaños. Tú te fuiste con Daniel un momento a tu estudio, en la caseta del jardín, porque no paraba de pedirte que le mostraras tu arsenal de armas y fuiste a enseñárselo. Ahí es donde la intrusa te atacó…

—Recuerdo eso —le cortó Denzel, sorprendido—. Recuerdo ir con Danny de la mano hacia mi estudio. Le mostré mi colección de armas, no paraba de preguntarme por la historia de cada una de ellas. Era tan curioso como tú… —añadió con un tono nostálgico—. Sólo estuvimos ahí unos 20 minutos, vino Naminé a llamarnos porque la comida ya estaba en la mesa. Regresamos a la casa principal, comimos… Todos juntos… Lem, mis hijos y nietos… nueras y yernos… mi familia… —murmuró con tristeza, y tardó en continuar—. Fue un día feliz. Nada malo sucedió…

De repente Denzel se paró en mitad de la acera, con cara impactada. Owen y Link lo miraron confusos.

—Espera… Ahora estoy recordando otra cosa… Estaba con Danny en mi estudio, y de repente se oyó un estruendo, arriba. Creo que alguien entró, rompiendo el techo. Al instante noté la brisa y el olor a metal, y probablemente esquivé una espada o cuchillo que venía hacia mi cuello. Cogí una de mis espadas, la más cercana, y le grité a Daniel que saliera corriendo y que avisara a todos para que os marcharais de la casa por si había más atacantes… Hah… —suspiró amargamente—. Maldita sea… Ha terminado ocurriendo. Tengo dos memorias de dos sucesos diferentes, de la línea temporal donde no sucedió nada y de la línea donde sí sucedió. Agatha ya me enseñó que esto es lo que pasaría, la “memoria duplicada”.

—Fue mi hijo Danny quien vino corriendo a la casa principal gritando sin parar: “¡Están atacando al abuelo!” —dijo Link—. Todos mis hermanos y yo fuimos de inmediato hacia tu estudio. Tú intentabas defenderte de esa atacante y le preguntabas sin parar quién era. Ella no decía nada, se teletransportaba todo el rato, de un lado a otro, usando tus propias armas del arsenal para atacarte, pero tú no podías hacer uso de tu don porque estaba anulado. Estabas en desventaja. No tardó en darte un golpe y dejarte inconsciente en el suelo, y ahí nosotros nos lanzamos hacia ella todos a la vez. Pareció no vernos, llevaba la cabeza cubierta por un gorro, tapando sus ojos. Sólo se sobresaltó al oír nuestros gritos, se vio que nuestra intervención la desconcertó. Por eso, su reacción nada más tocarla fue teletransportarse. Fue ella la que nos arrastró por accidente en el salto hasta esta época.

—Entonces está claro —dijo Owen—. La intrusa ha provocado una nueva intervención temporal en 1812 y está conectada a este tiempo presente. Estamos, por lo tanto, en un “nudo latente”, donde ese pasado y este presente están compartiendo el mismo tiempo, donde no hay nada escrito y cualquier cosa aún puede suceder diferente. ¿No es así, padre? —preguntó, y Denzel asintió—. ¿Cómo es posible que nos trajera a todos en el salto, Link? Yo no hice contacto físico con ella.

—Es porque hicimos una cadena sin querer. Yo la agarré de un tobillo, entonces ella me cogió la katana, pero tú me cogiste a mí de la pierna y al tirar de mí, tiraste de ella. Entonces pareció que iba a huir, así que Naminé te agarró de una mano, a Naminé la agarró Chris; a Chris, James; a James, An Ju; a An Ju, Lu Kai; y a Lu Kai, Robin.

—Dios... —resopló Denzel, alicaído.

—Lo que nos queda por descubrir es quién era esa cría —continuó Link.

—Y qué quería —añadió Owen—. Y por qué.

—Y si actuaba sola o por orden de alguien. Y en ese caso, de qué alguien. Tendremos que preguntar a los demás, a ver si saben algo más.

—Espero que mientras los buscamos, esa niña no vuelva otra vez a nuestra época, al momento del ataque, y acabe el trabajo, ahora que no estamos allí y padre está inconsciente en el suelo.

—Por ahora no ha sucedido, ya que este padre del futuro sigue aquí —sonrió Link—. Por cierto, si el padre del pasado ha despertado, debe de estar muy preocupado por nuestra repentina ausencia.

—Y madre también.

—Bueno, bueno... —los frenó Denzel—. Vayamos poco a poco.

Una vez que Denzel, Link y Owen llegaron a una cafetería del abarrotado y alborotado centro de Shibuya, se sentaron en una mesa junto a la ventana, para tener buenas vistas de las calles, por si acaso. Link, al ver el menú plastificado sobre la mesa, fue a cogerlo rápidamente con gran curiosidad, pero Owen lo cogió a su vez sin querer. Se lanzaron un rayo con la mirada y cada uno tiró del menú para sí, peleándose por él. Denzel se vio obligado a coger otro de la mesa de al lado y se la dio a uno de ellos, negando con la cabeza.

—No sé para qué lo quieres si no entiendes nada de lo que pone —dijo Owen—. Bushi que no sabe leer japonés.

—Tú tampoco entenderías nada aunque lo leyeses, ¿no ves qué cosas más raras hay aquí? —replicó Link.

—Pero hay dibujos a color increíblemente realistas de los alimentos… ¿Qué es esto anaranjado?

—Zumo de maracuyá y papaya —le contestó Denzel, leyendo el nombre—. Y son fotografías.

Los dos se lo quedaron mirando en sumo silencio, y decidieron dejar los menús aparte, desconfiados. Denzel se rio y eligió por ellos cuando vino la camarera a tomarles el pedido. Esto hizo a Owen percatarse de algo, y se puso a susurrar con su hermano.

—Me he enterado de que en esta época existe una igualdad de derechos entre hombres y mujeres, en algunos pocos países del mundo —decía Owen con asombro—. Niños y niñas asisten a las mismas escuelas y acceden al mismo tipo de materias. Ambos aprenden en la escuela a cocinar y coser y ambos aprenden matemáticas y ciencias, si así lo eligen. Hay mujeres doctoras, científicas, defensoras de la ley, administrativas… Eso es una utopía en nuestro tiempo, ¡es increíble! ¿Por qué diantres el mundo tiene que tardar tanto en permitir algo así?

—Ya te digo —asintió Link—. Padre tuvo que pagar muchísimo dinero para conseguir institutrices de alto nivel para Christine, An Ju y Naminé, para que pudieran estudiar más cosas aparte de costura, música, dibujo y cocina. An Ju ha estudiado el campo de las leyes como James y Lu Kai, pero, a diferencia de ellos, ella no logra que le den un trabajo decente en eso.

—Pues en mi templo de eruditos, hay una chica de la limpieza que se pone a leer libros de ciencias políticas a escondidas en los rincones, la he visto ya cien veces haciendo eso. Ya sabes que si la descubren haciendo algo así, será penada por la ley. Ella no sabe que yo lo sé, y que más de una vez he distraído a los demás estudiantes por otro camino para que no la descubrieran.

—¿Le gusta leer eso? ¿Lo entiende?

—He hablado algunas veces con ella en las últimas semanas para preguntarle por eso precisamente, pero de forma sutil, para que no se alarmase. Sabe muchísimo, Link. Es increíble, se tiene todos los libros memorizados. Y saca ideas geniales de ellos de las que a mí me encanta debatir. Si fuera legal, yo la ayudaría a...

—Padre —cortó Link a su hermano y miró a Denzel con una sonrisa socarrona, justo cuando este terminó de hacerle el pedido a la camarera—. ¿Te has enterado?

—¿De qué?

—Owen ha conocido a una chica en su templo de eruditos que al parecer es muy lista y disfruta leyendo libros de ciencias políticas, y por eso Owen se ha enamorado perdidamente de ella y quiere casarse con ella y procrear mucho.

—¿¡Pero qué te inventas!? —rugió Owen con toda la cara roja.

—Ah, sí, ¿te refieres a Xia Lin?

—Espera, ¿te sabes su nombre? —se sorprendieron los otros dos—. Yo todavía ni se lo he preguntado —añadió Owen.

—Oh... Uy... —Denzel se tapó la boca con la manita, un claro gesto de que se había ido de la lengua.

Link y Owen se quedaron un eterno instante mirándolo con ojos como platos, hasta que Link esbozó una enorme sonrisa socarrona girando la cabeza hacia su hermano. Owen estaba boquiabierto, y rojo como un semáforo, creyendo entender el descuido de Denzel.

—¿O sea que lo que he dicho hace un momento se cumplió de verdad en tu pasado, padre? —rio Link.

—¡No debemos preguntarle por nuestro futuro, Link, son las normas del Tiempo! —se apuró Owen.

—Las mismas normas que dictan que padre, cuando regresemos a nuestra época, tendrá que borrarnos la memoria de este salto en el tiempo. Por tanto, saber cosas de nuestro futuro no importa, no las vamos a recordar... —se encogió de hombros.

—Bueno, eso es verdad —dijo Denzel—. No te preocupes, Owen. Serás muy feliz con Xia Lin. Y desde luego dejará de ser una chica de la limpieza. Una mujer superdotada nacida en el siglo XIX sigue siendo considerada como un animal de granja en China, por desgracia. Por eso le pedí ayuda a mi buen amigo Elaye Zou, os dio mucho dinero y os fuisteis a vivir a Inglaterra, donde ambos os convertisteis en profesores en la Universidad de Oxford y vivisteis felices y comisteis perdices.

—Oh, Dios mío... —Owen se llevó las manos a la cara, abrumado—. E-es un cambio muy grande... me asustan los cambios grandes... No quiero saber más, prefiero vivirlo según llegue, ¿vale?

—¿Hijos? —le preguntó Link a Denzel, continuando con su cotilleo.

—¡Que no quiero saberlo! —se apuró Owen.

—Tres —contestó Denzel.

—¡Ay, Dios...!

Cuando la camarera vino con los pedidos, los tres se callaron, un momento de silencio en el que Owen se estuvo abanicando con el menú por los calores que le daban al pensar en toda una vida hecha con esa chica que acababa de conocer. Cuando la camarera se fue, Denzel carraspeó.

—Bueno, recapitulemos. Decís que el día desde el que habéis saltado era mi cumpleaños, así que 9 de octubre de 1812, ¿verdad? Celebrábamos mis 194 años toda la familia reunida. Entonces tú, Link, tienes 35 años y Owen 26. Con esas edades vosotros dos, además de Naminé y Christine, ya vivíais en vuestras propias casas con vuestras propias familias. Bueno, Owen todavía vive solo.

—No por mucho tiempo... —susurró Link con tono burlón.

—Para ya, diantres —se mosqueó Owen.

—Así que la época de donde venimos es cuando An Ju, James, Lu Kai y Robin viven aún con madre y contigo en la casa familiar —prosiguió Link—. Aunque An Ju y su marido están en proceso ya de buscar una propia con la llegada de su primer hijo… En fin, el caso es que fue un día en que, por fortuna, estábamos toda la familia reunida en el mismo lugar. La atacante no debe de ser muy lista, si decidió atacarte justo el día en que más gente había a tu alrededor, padre.

—No… No fue ninguna estupidez. Fue una decisión inteligente, teniendo en cuenta lo que sucede en mi cumpleaños. Ya sabéis que en el aniversario del día de mi nacimiento mi don queda anulado durante 21 días, para que los Dioses del Yin me den mi “recarga” de energía Yin que me mantiene a mí y a mi don con vida, ya que desde que estoy en la Asociación, los Dioses del Yang ya nos prohibieron a Agatha y a mí alimentarnos de humanos. Durante tres semanas soy, por lo tanto, tan vulnerable como cualquier humano ciego.

—¿Y qué? —insistió Link—. Nos tenías aun así a todos nosotros. Nosotros fuimos tu defensa. De hecho, no es la primera vez que has sufrido un ataque de enemigos durante tus semanas de alimentación y nosotros hemos luchado contra ellos para protegerte.

—Esto es diferente. No se trata de un soldado de las tropas enemigas o de algún ninja o criminal. Tú mismo has descrito esos detalles antes, Link. Ella se teletransportaba de un lado a otro de mi estudio —fue enumerando con los dedos—, ella ha realizado el salto en el tiempo con vosotros, ella “llevaba la cabeza cubierta por un gorro, tapando sus ojos” y sólo se sobresaltó al oír vuestros gritos.

Link y Owen se quedaron callados. No pasaron por alto que Denzel enumeró esas cosas con un tono muy contenido. Lo sabían. Sabían en qué estaba pensando y, al parecer, no estaba nada contento con esa idea.

—A ver, no nos precipitemos… —intentó Link suavizar la situación.

—Vamos, Link… —le interrumpió su hermano con voz agravada, y mirando a Denzel de reojo por unos instantes—. Hasta su cabello era igual.

—¿Y si era un disfraz o una ilusión, precisamente para confundirnos? —insistió Link.

—¿Qué le ocurre a su cabello? —intervino Denzel, serio, y se señaló su propio pelo, que era negro con tres mechones blancos—. ¿Ella también tenía alguno de estos?

—Aeh… —titubeó Link.

—Sí, padre. Ella tenía un mechón blanco —terminó respondiendo Owen—. Y un segundo mechón empezando a emerger.

Denzel tuvo que levantarse de la mesa un momento, para obligarse a sí mismo a no reaccionar llamando mucho la atención en esa cafetería. Se quedó mirando las vistas de la calle frente al ventanal de su lado, frotándose la barbilla, nervioso. Estaba notablemente ofuscado, y reticente, se negaba a creer esa posibilidad.

—Es imposible —negaba con la cabeza—. Si fuera una Taimu, ¡yo lo sabría!, igual que Agatha supo de mí. Yo recuerdo quiénes eran todos y cada uno mis nietos, y biznietos... después ya no, porque me fui a vivir a Japón.

—Padre, en ese caso, si te separaste de la descendencia después de cien años, quiere decir que no conoces a todos tus descendientes que correspondan a esta época —le dijo Owen.

—Claro que no, conocerlos a todos es muy difícil, Owen. En esta época debo de tener alrededor de diez mil descendientes, así que solamente conozco a algunos pocos, a los descendientes directos. La mayoría vive en mi país natal, Inglaterra, y también en China. Pero todos son humanos, como vosotros. Bueno… hay dos “iris” también —recordó—. Una de ellas, Tania, tiene 22 años, trabaja en una RS de México y desciende de Christine. Y la otra, Shiwen, tiene 53 años y trabaja en una RS de Irlanda, y es precisamente tataranieta tuya, Owen.

—Oh… ¿E… en serio? —brincó, sonrojándose un poco.

—También… —siguió cavilando Denzel—. También tengo reconocidos a cuatro Menores. Dos de ellos hermanos, de una RS de Francia, descendientes de An Ju. Una Menor en una RS de Letonia, también descendiente de An Ju… y otra Menor de una RS del norte de China, descendiente de Link.

—¡Ah! ¿¡Una tataranieta mía es Menor!? ¿¡Puedo conocerla!? —se ilusionó Link.

—El tiempo ya ha sido alterado lo suficiente, nada de alterarlo más —negó Denzel—. Estos pocos demi’ons que he encontrado y reconocido dentro de la Asociación, y los otros que conozco de Inglaterra y China, sin duda, ninguno es un Taimu. Ni ninguno de sus padres o abuelos siquiera.

—Ya, pero ¿qué me dices de los otros miles de descendientes actuales que no conoces? —insistió Owen—. Alguna ha podido nacer Taimu y pudo pasar desapercibida.

—No, Owen, Link, pensad un poco —suspiró Denzel, volviendo a sentarse en la mesa frente a su sándwich sin tocar—. Decís que aquella niña tenía un mechón de cabello blanco completo y otro emergiendo.

—Mierda, es verdad… —dijo Link.

—Cierto. Significa que esa niña tiene… casi 200 años de edad —entendió Owen, y bajó la mirada, expresando la misma cara preocupada que su hermano—. No puede ser… Suponiendo que ella sea de esta época, debió de nacer entonces en nuestra época.

—¿Ves? Tiene que ser un truco, tiene que haber otra explicación —defendió Link, dando con el puño en la mesa—. Padre, tú mismo lo has dicho. Has estado al tanto de las tres generaciones que te descienden, ¿no? Si esa presunta Taimu tiene 200 años, ha de ser como mínimo una nieta o biznieta tuya, pero tú conociste a todos los que nacieron y confirmaste que ninguno era Taimu. Es algo muy fácil de confirmar, no podría haberse pasado por alto.

—En nuestra época tienes siete nietos —recapacitó Owen—. El hijo de Link, los tres de Naminé, los dos de Chris y el que viene en camino de An Ju. Entonces... ¿Los demás nietos...?

—No, no, no… tampoco —negaba Denzel, volviendo a levantarse y dando pasos de un lado a otro—. Chris tendrá otro hijo. An Ju tendrá otros tres; James una hija; Lu Kai cuatro; y tú, Owen, tres, como ya dije antes.

—¿Y Robin? —le recordó Link—. Te falta el peque.

—Sí, Robin tendrá tres... —Denzel vaciló un momento—. Ah, no. Tendrá dos.

—¿Qué? —se sorprendieron.

—El primer bebé de Robin falleció el día en que nació —les contó apenado—. Es... una larga historia que prefiero no recordar.

—¿Estás seguro?

—Al cien por cien. El bebé fue asesinado. Todos vimos el cadáver… es decir… vosotros lo visteis y lo comprobasteis —agachó la cabeza—. Fue una tragedia.

—Oh, no… —lamentó Link—. Pobre Robin…

—Y de los hijos de mis nietos, igual, todos nacieron humanos como vosotros —concluyó Denzel—. Así que no me explico esto. No entiendo cómo puede ser… ¿De dónde ha salido esa Taimu? Eso si de verdad es una Taimu… Pero tiene que serlo, habéis sido testigos de su poder, teletransporte, salto en el tiempo… claramente es el poder Taimu. Y encima tiene mechones de canas seculares. Sigo repasando sin cesar mi descendencia de hace 150 y 200 años, y no, ninguno pudo tener una hija perdida. Todos los varones de la familia ya fueron advertidos desde pequeños de que jamás tuvieran relaciones íntimas con mujeres desconocidas que luego no se pudieran volver a encontrar o localizar. Al menos, nietos y biznietos, todos cumplieron la norma… sabiendo que los dioses podían tomar represalias si la quebrantaban… Dios mío, al final los dioses tomarán represalias, ¡una Taimu perdida, nacida sin reconocimiento! —se llevó las manos a la cabeza, sin parar de dar vueltas—. Me van a culpar a mí… como se enteren…

—Padre —lo llamó Owen.

Denzel dejó de hablar consigo mismo y los miró en silencio. Se dio cuenta de que estaba desquiciándose él solo. Razón no le faltaba, pero Link y Owen lo miraban con caras muy preocupadas. Por eso, Denzel recobró la compostura rápidamente, y volvió a sentarse en la mesa frente a ellos.

—Tranquilos. No pasa nada —les sonrió con calma—. No os preocupéis, chicos, tiene que haber una explicación lógica para todo esto. La encontraré y todo se arreglará. Todo irá bien. Por favor, empezad a comer, debéis de estar muertos de hambre —señaló sus hamburguesas sin tocar—. Tomad también mi sándwich, yo no tengo mucha hambre ahora. ¿Queréis algo más?

Link y Owen sabían que él estaba tratando de quitarle hierro al asunto para tranquilizarlos y para que no temieran nada. Era el mismo comportamiento protector que él solía tener ante ellos cuando eran pequeños, pero parecía que había olvidado que ellos ahora eran bien adultos. El Denzel de su época sería más duro y no tendría reparo en decirles la verdad por muy cruda que fuese, porque ese Denzel ya estaba acostumbrado a que ellos dos ya eran humanos adultos.

Pero este Denzel estaba siendo más blando y protector porque aún no había terminado de asimilar el shock de que ellos dos estaban ahí, tras 200 años sin verlos y sin tratar con ellos. Estaba oxidado en este sentido, casi no recordaba cómo era lo de ser padre. Los últimos recuerdos que Denzel tenía de Owen y Link eran de dos ancianos ya cansados, sabios y satisfechos, y verlos ahora de vuelta a unas edades aún jóvenes le trastocaba un poco la mente, por lo que era normal que, por muy adultos que fueran ellos ahora, Denzel adoptase instintivamente su actitud más paternal sobreprotectora, como si ellos ahora fuesen niños.

Los dos hermanos decidieron no comentar nada por un rato y se comieron sus hamburguesas, descubriendo lo deliciosas que estaban.

—¡Esto está… esto está de muerte! —exclamó Link, con la boca llena y su hamburguesa chorreando de jugo y salsa por sus manos—. ¡Qué combinación de sabores!

—Sí, es lo que tiene la comida basura, la hacen deliciosa para que te vuelvas adicto —sonrió Denzel felizmente.

—¡Prrfff! —los dos hermanos escupieron lo que tenían en la boca de vuelta al plato—. ¿¡Esta comida viene de la basura!?

No, you morons! —les reprimió Denzel—. La llaman así porque no es muy saludable, como la masa frita que soléis comer en los festivales chinos de vuestra época.

—Adoro la masa frita… —babeó Link—. Ah, bueno, si te refieres a eso, no he de desperdiciar bocado alguno —dijo, y volvió a meterse en la boca lo que había escupido en el plato.

—¡Lincoln! —se enfadó Denzel.

—¡Qué! —protestó este.

—¡Eso es una guarrada, cuida tus modales en la mesa! ¡Y tú, mastica con la boca cerrada! —le dijo a Owen.

Link y Owen cruzaron una mirada muda, con las bocas llenas abultadas. Y de repente se echaron a reír con descaro. Denzel se mosqueó al ver que se estaban riendo de él. Recordó que era algo que solían hacer a menudo, cuando eran pequeños sobre todo, cuando él intentaba inculcarles los modales ingleses más refinados y los ocho hermanos terminaban haciendo bromas en la mesa. Por eso, al final Denzel no pudo evitar sonreír, y negó con la cabeza, viendo que podían tener ya una edad muy adulta, pero conservaban algunas facetas pueriles.

 Los tres se quedaron un buen rato en silencio, terminando de comer. Link pensó que ahora que su padre parecía más tranquilo, podría continuar preguntándole por el tema de antes.

—Padre. ¿No crees que, si de verdad esa niña es otra Taimu, ya tendría Kero noticia de ello? Deberías preguntarle, él debe de saberlo.

—¿Kero? —titubeó Denzel—. No, no creo que lo sepa. Si mis amos supieran algo de esto, habrían evitado este suceso desde el primer segundo. Además, desde que estamos en la Asociación, Agatha sigue prohibiéndome estrictamente ir a ver a los dioses o hablar con ellos. Procuremos por encima de lo posible solucionar esto sin que los dioses se enteren, ¿de acuerdo? Así que... —cogió una servilleta de papel y un bolígrafo del bolsillo de su cazadora—… por ahora vayamos recopilando información. Al final las piezas encajarán de algún modo u otro. Especialmente si encontramos al resto de vuestros hermanos.


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