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2º LIBRO - Pasado y Presente

6.
Nuestra realidad

Bien, dejad vuestros pases de visitante sobre el mostrador —les dijo el profesor—, e id saliendo.

Los alumnos de Medicina obedecieron, pero Brey se quedó de pie, apoyado en la otra punta del mostrador de Recepción, observando sus apuntes. Estaba esperando, con calma, pero su “iris” se dejó envolver un poco por ese sentimiento cálido de emoción cuando alguien se encuentra con un ser querido al que hace años que no veía. Entonces, se dio la vuelta y vio a Lex viniendo desde los pasillos hacia el mostrador. Venía directamente hacia él, mirándolo fijamente, con esa sonrisa seria tan característica suya. Se apoyó en el mostrador también, con naturalidad.

—Dime, ¿me has reconocido antes de que tu profesor mencionase mi nombre? —quiso saber Lex.

—Sí —contestó Brey.

—¿En serio? A mí me ha costado darme cuenta de que estabas entre el grupo.

—Te pareces mucho a mi padre, Lex. Y la última vez que te vi también seguías siendo un adulto. No has cambiado mucho.

—¡No puedo decir lo mismo de ti! —se rio—. Tú has pasado de niño a adulto de repente para mí. Pero puedo ver que tú también te pareces mucho al abuelo.

—Vaya… veo… —se dio cuenta de lo que llevaba puesto—… que sigues llevando sus gafas.

—Ah... sí... —sonrió Lex con nostalgia, quitándoselas para dárselas a Brey, y el rubio las cogió para observarlas con el mismo aire nostálgico—. Aún me sirven. Si tuviera que cambiarles la graduación, sólo tengo que cambiar las lentes de cristal. Siempre conservaré la montura.

—Recuerdo que yo solía quitárselas cuando era muy pequeño. Me las ponía, y me mareaba al verlo todo desenfocado —casi sonrió, y se las devolvió a su sobrino—. Te quedan bien, Lex. Sigues siendo tú quien guarda también las gafas de mi hermana, ¿verdad?

—Sí. Imaginé que, si algún día alguna chica de nuestra familia las necesitara, las gafas de mi madre serían para ella como yo adquirí las del abuelo Hideki.

Se quedaron un rato en silencio. Siguieron observándose el uno al otro, hasta que ambos dieron un paso al frente y se abrazaron con fuerza.

—Hace años desde la última vez que te vi —dijo Lex—. Has crecido un montón.

—Puedo verlo, por fin soy igual de alto que tú.

—Has estado tanto tiempo desaparecido por ahí, tío Brey, que me ha dejado perplejo encontrarte hoy aquí como alumno de Medicina. No sabía que te interesaba esta profesión. Creía que tú eras más... de luchar, como el abuelo Hideki.

—Esta profesión es la más racional y noble del mundo, para mí elegirla se convirtió en algo lógico. Y también soy de curar, como mi madre.

—Me parece magnífico, por fin alguien en la familia con quien me puedo entender —se rio—. Y estás enterito. No tienes mal aspecto —se apartó él un poco para observarlo bien—. Veo que después de todo no te ha ido mal, ¿eh?

—No... No tan mal como cabría —suspiró.

—Lo único que sé de tu vida es lo de tus hijos. Así que me has dado primos.

—¿Quién te lo dijo?

—Mi padre, en las Navidades de hace cinco años.

—Tú siempre has sido muy sensato y muy correcto en todo, Lex, incluso más que yo. ¿No me vas a reprochar tú también que haya acabado siendo padre adolescente?

—Sí, ya te lo reprocharé, pero otro día —hizo aspavientos con broma—. De todas formas, sé que no fue algo tan simple como suena. Sé, por lo que me han contado, que lo que había entre tú y esa chica llamada Yue era muy fuerte. Os queríais de verdad. Siento mucho que muriese, ojalá pudiera haberla conocido —le dijo muy serio, y Brey no pudo evitar sonreír—. Joder, tío Brey, te he echado de menos —volvió a abrazarlo.

Brey cerró los ojos con amargura. Desde luego le hubiera gustado que las cosas hubiesen ido de otra manera. Cuando era pequeño, pasó gran parte del tiempo con Lex, con Izan y con Cleven –Yenkis era muy pequeño entonces–, y con Katz. Brey también lo había echado de menos a él tanto como a Cleven.

Katz se casó con Neuval el mismo año en que nacieron Izan y Lex. Mientras Neuval, Katz y Lex vivían juntos, Izan vivía con sus padres, Hideki y Emily. Cinco años después nació Brey, y entonces eran Neuval, Katz y Lex por una parte, y Hideki, Emily, Izan y Brey por otra, pero Izan y Brey pasaban mucho tiempo también con Neuval y con Katz.

Cuando Brey tenía 4 años e Izan 9, murieron sus padres Hideki y Emily, y poco después de eso nació Cleven. Entonces Izan y Brey pasaron a vivir con Neuval, Katz, Lex y Cleven en la misma casa durante seis buenos años, ya que, tras la muerte de sus padres, Katz quiso hacerse cargo de sus dos hermanos pequeños.

Después de esos seis años nació Yenkis, y al año siguiente Izan y Brey decidieron irse a vivir a otros hogares de acogida para quitarle a su hermana tanta carga. Fueron a sitios diferentes por la diferencia de edad. De hecho, nadie estaba seguro de a dónde se fue Izan a vivir. Entraba… salía… a veces desaparecía unos días… Él decía que iba a hacer trabajos temporales y ganar algo de dinero. Eso sí, seguía yendo al instituto con normalidad, y siempre que estaba con ellos, siempre tenía su sonrisa feliz en la cara.

Izan era un Yami, pero irónicamente era una de esas personas que iluminaba todo a su paso. Era entrar en una habitación, y hacía sonreír a todos. Siempre estaba alegre, siempre estaba ahí cuando alguien lo necesitaba… pero por eso, nadie nunca vio que quien necesitaba más ayuda era él. Con 17 años, Izan desapareció. Y un año más tarde, murió Katz. Brey se liberó de su fraudulento lugar de acogida, y Lex se largó de su casa tras pelearse con su padre.

Fue bonito mientras duró, pero la cosa siempre acabó yendo de mal en peor. La mejor época que tanto Lex como Brey vivieron fueron esos seis años conviviendo bajo el mismo techo.

Los jóvenes de la facultad los observaban ahí abrazados y hablando no sin sentir curiosidad, pues parecía ser que no se veían desde hacía años. Cuando el profesor reparó en ellos, mientras los jóvenes ya se iban yendo de allí, se les acercó con sorpresa.

—¿Doctor Vernoux? —dijo con el ceño fruncido—. ¿Acaso conoce a este muchacho insolente?

—¿Insolente? —casi rio—. Vaya, entonces no has cambiado nada —le espetó a Brey.

—Es muy buen estudiante, pero con la fea manía de responder y corregir a los profesores como si supiera más que ellos. ¿Es que son viejos amigos?

—Brey es mi tío, señor Himura —contestó Lex firmemente, pasando un brazo sobre los hombros del rubio, como si estuviese orgulloso de ello.

—Su tío —repitió el profesor, más confuso todavía—. ¿Este crío?

—Que sí, pesado —se hartó Brey.

—¿Ve? —le indicó el profesor a Lex, señalando esa insolencia de Brey.

—Sí, él siempre ha sido muy directo. Sé que le parecerá un poco inusual, señor Himura, pero efectivamente soy su sobrino —sonrió, y se volvió hacia Brey—. Es la hora de comer, ¿tienes tiempo para contarme tu vida?

—Claro, ¿por qué no?

Lex se quitó la bata blanca y ambos se marcharon de allí, dejando al viejo profesor solo reflexionando sobre la vida, preguntándose cómo un franco-japonés de 25 años podía ser el sobrino de un ruso-japonés de 20. Pero no podía negar algo, y es que esos dos chicos compartían el mismo y exacto semblante serio y sublime heredado de Hideki.


Tanto Lex como Brey se alegraban por el reencuentro. Si había alguien con quien a Brey le gustase hablar, era con Lex, como en los viejos tiempos, pues de toda esa familia de locos a la que pertenecían, Lex y él siempre fueron los más serios y se entendían.

Brey llamó a Agatha por teléfono para pedirle que recogiese a los mellizos del colegio y les pusiera la comida, y tras explicarle la razón de por qué él no podía, la anciana aceptó rápidamente, contenta por la noticia.

Esto hizo que Lex recordara la otra noche, hace una semana, cuando visitó la casa de Agatha porque esta solicitó un doctor a domicilio, debido a que Clover no despertaba de su sueño y estaba teniendo un comportamiento extraño. Al final resultó no ser nada grave ni importante –que él supiera– y después de eso se quedó largo rato conversando con Agatha sobre sus problemas con su padre y lo que sucedió en el pasado.

Lex le pidió a la anciana en aquel momento que no le dijera a su tío que había venido a atender a Clover, para no preocuparlo. Pero es que había una cosa en el mundo que a Lex le costaba mucho, y era ser deshonesto. De todas formas, como no había pasado nada serio, tampoco importaba mucho ya.

—Tío Brey.

—¿Mm?

—Lo cierto es… que conocí a tus hijos hace unos días.

Brey se detuvo y lo miró algo sorprendido.

—Ah… ¿Te los cruzaste en algún lugar?

—No… Verás… Fue una coincidencia —le explicó, y le contó lo que pasó aquella noche—. Le pedí a Agatha que no te dijera nada para que no te preocuparas, ya que al final resultó no ser nada.

—¿Un estado de sueño profundo? —repitió el rubio—. ¿Pero no despertaba a pesar de que Dai la movía y la llamaba a voces?

—Es inusual, pero no algo fuera de lo normal. Hay gente que cuando duerme puede entrar en un estado de sueño muy profundo y les cuesta mucho despertar incluso ante ruidos o movimientos fuertes. ¿Por qué tienes esa cara tan inquieta? Te aseguro que Clover está bien.

—Ya, no… Es que eso no es nuevo para mí, Lex.

—¿Qué? ¿Ha pasado otras veces antes?

—Muchas. Pero al parecer Agatha nunca lo ha presenciado hasta el otro día, y yo nunca se lo he comentado. Normal que se preocupara y llamara a un médico. Desde que Clover nació, de vez en cuando ha tenido… episodios o comportamientos un poco extraños, pero muy breves.

—¿De qué tipo?

—A veces se queda muy quieta mirando un punto concreto, donde aparentemente no hay nada. Otras veces, la he oído hablando sola. Y otras veces, no sé, pero… cuando toca algunos objetos, manifiesta reacciones diferentes que no comprendo. Siempre he pensado que eso es porque ella es humana y yo un “iris” nato, y que eso serían cosas normales de niños humanos.

—No tengo experiencia alguna como padre, obvio, pero he tratado a muchos niños de la edad de los tuyos, y ese tipo de comportamientos suelen ser bastante comunes. La otra noche sólo pude interactuar un poco con Daisuke, ya que Clover estuvo dormida todo el rato.

—¿Le dijiste que eres su primo?

—No, no dije nada. No sabía hasta qué punto ellos sabían ciertas cosas, y yo por si acaso no quería complicar las cosas. El pobre ya estaba bastante preocupado por su hermana. Parece un niño dulce, y es muy espabilado.

—Es un mocoso irritante que ha heredado la vena dramática de su madre y que adora sacarme de quicio, hasta lo disfruta —bufó Brey—. Sin embargo… tiene buen corazón. Aunque se pase la mayor parte del tiempo huraño y arrogante, a veces es sorprendentemente atento con la gente que se siente mal o tiene algún problema. Con su hermana sobre todo, pero también conmigo y con los demás. Cuando ve a alguien o me ve a mí con un aspecto muy cansado o desanimado, el mocoso se transforma y se pone: “Siéntate, papá. ¿Quieres un vaso de agua? ¿Quieres una manta? Quédate tranquilo viendo la tele, yo te hago la cena, yo me encargo”. Un día me llevé un buen susto, porque yo creía que lo decía por decir, pero realmente intentó ponerse a cocinar él solo y tuve que apagar con el extintor una sartén en llamas.

—¡Hahaha! Cada día debe de ser una aventura con ellos, ¿no?

—Sí… de 24 horas diarias, siete días a la semana… —Brey respiró hondo y soltó el aire con un largo suspiro agotado—… 365 días al año…

—Supongo que Clover es más buena y no te da tanta guerra.

—Clover es lo contrario a su hermano. La mayor parte del tiempo es tranquila y simpática, pero cuando alguien la enfada… —de repente Brey miró a su sobrino muy fijamente a los ojos con expresión sombría, y Lex se asustó—… tiene un carácter de mil demonios.

—¿Clover? —reiteró Lex, sin poder creerlo—. ¿Grita mucho cuando se enfada?

—No. Es un tipo de enfado mucho peor. El tipo de enfado en el que ella se queda extremadamente callada, mirándote fijamente a los ojos, sin pestañear… y tú, con esa mirada y ese silencio, sin saber muy bien por qué, notas cómo te está taladrando el alma y te recorren escalofríos por todo el cuerpo.

—¿Clover te ha hecho sentir eso… incluso a ti? —enfatizó las últimas palabras, incrédulo—. Espera, ¿no es acaso esa la misma manera en que tú y yo expresamos nuestro enfado también?

—Precisamente —afirmó Brey—. Clover ha heredado el mismo temperamento que tú y yo hemos heredado de mi padre.

—Ooh… —dijo Lex con un deje tierno.

—Solo que Clover es más aterradora —añadió Brey.

—O… ah… —se estremeció Lex.

—Tengo que tener cuidado con eso. No es lo mismo el estado de enfado constante de Daisuke, que lo va expulsando en dosis pequeñas todos los días y es inofensivo, que el estado de enfado ocasional de Clover, que explota como una bomba cada cierto tiempo. Cuando otros niños alguna vez se han metido con ella o han hecho algo que la ha molestado mucho, Clover los mira de forma aterradora. Pero si la empujan o la molestan una segunda vez…

—¿Los agrede?

—Se lía a hostias con ellos —asintió—. Una vez le partió la nariz a un niño de 11 años y dejó a otros tres agonizando en el suelo. Así que Clover tiene las dos variantes: con el primer empujón, el temible semblante de mi padre; y con el segundo empujón, se vuelve bruta como…

—Como tu madre. Como la abuela Emily —adivinó Lex enseguida.

—Exacto.

—Peligrosa combinación —sonrió, negando con la cabeza—. No parece que Clover necesite realmente la protección de su hermano teniendo el carácter Saehara y el carácter Smirkov combinados. Se protege bien solita.

—El caso es que esas veces tengo que proteger yo a los otros niños de ella.

—¿Sueles regañar a Clover cuando hace eso?

—Le repito lo de siempre. Que está bien que se defienda. Pero tiene que aprender a controlar su modo de defensa para no convertirlo en ataque excesivo, el justo para asustar a tu adversario, no para partir narices.

—Caray… —resopló Lex—. La verdad, sería genial poder conocerlos más. Todo lo que sé de ellos es por boca de otros y ya parecen extraordinarios.

Brey se quedó un rato en silencio, y tardó un poco en responder a eso.

—Las cosas… —titubeó un poco, bajando la mirada con aire taciturno—… están empezando a ir un poco mejor hoy en día. Mi vida está volviendo a recuperar algo de luz últimamente. Reencontrarme contigo es una razón más en la lista —volvió a mirarlo y le sonrió—. No sé si tu padre seguiría en desacuerdo o si ya está más calmado y dispuesto a confiar en mí un poco más, ya que en muchos años no he vuelto a tener síntomas de… —fue a mencionar su problema con su majin, pero prefirió no hacerlo—. Lo que quiero decir es… que la vida ahora parece estar volviendo a asentarse en el cauce del que se desbordó hace años, con tantas muertes en nuestra familia… Así que, estaría bien mantener el contacto, Lex. Vernos de vez en cuando, tomar algo por ahí… venir a mi casa y estar un rato con los mocosos para conocerlos más y eso…

De repente Lex se paró delante de él y le puso una mano en el hombro, con una sonrisa muy entusiasmada.

—Eso me gustaría. Me gustaría muchísimo, tío Brey. De hecho, lo vamos a tener más fácil a partir de ahora. Vas a empezar muy pronto las prácticas en el hospital, ¿no? ¿Dónde las harás, en el hospital de la universidad o en este que has visitado hoy?

—Todavía no he decidido eso.

—Pues si eliges hacerlas ahí en el Hospital Kyoko, puedo mover algunos hilos para que me pongan de mentor del grupo de internos en el que te asignen.

Brey lo miró con un brillo nostálgico en los ojos, con esa rara calidez que apenas mostraba al exterior. La misma con la que miró a Cleven cuando ella aceptó irse a vivir con él. Los hijos de su hermana Katz habían sido para él algo muy parecido a hermanos durante un periodo de su infancia. Volver a recuperar el contacto con ellos, y ver que ellos también lo deseaban, engrandecía el regocijo de su “iris”. No por algo el “iris” se alimentaba de los lazos con los seres queridos.

—¿Eres un mentor muy duro con tus alumnos?

—Realmente duro —afirmó Lex sin tapujos—. Con tal de que el Hospital Kyoko albergue siempre a los médicos de la mejor calidad. Pero tranquilo. Después de machacarte en las clases, siempre puedo compensártelo invitándote a una cerveza en la hora de la comida.

—Que sean dos.

Lex se rio y pasó un brazo sobre sus hombros y siguieron caminando por la calle hacia algún restaurante que les apeteciese.

—Yo también debo confesar que te vi hace poco, Lex —le comentó Brey.

—¿Sí? ¿Dónde?

—En el Gesshoku.

—¿Cómo? Tío Brey, ahí no pueden entrar menores de 21 años. ¿Qué hacías ahí?

—Un trabajo.

—¿Y por qué no me avisaste?

—Porque estabas con Riku y yo tenía que huir de ella. ¿Es tu novia?

—¿De qué conoces a Riku? —se sorprendió Lex.

—Es mi nueva asistente social. Por eso no podía dejar que me viera en ese lugar. No tenía ni idea hasta entonces de que fuera tu pareja.

—¿En serio? —se rio—. Qué casualidad. Tranquilo, no le diré que estuviste en un local como ese a las tantas de la noche. Dime, tío, tienes que contarme cómo te las has arreglado para llegar hasta aquí. ¿Hiciste el instituto?

—Sí. Agatha me estuvo echando varios cables. Aún le debo pocas deudas de dinero. Me pagó el instituto, me dio la casa en la que ahora vivo y superó el récord de la paciencia enseñándome cómo cuidar de unos mocosos. Lo que me falta es pagarle la casa del todo, lo demás ya lo cubro yo.

—Vaya… ¿Ella y Denzel siguen a pie de cañón cuidando de los “iris”?

—Yo al principio creía que fue Alvion quien le ordenó a Agatha ayudarme a salir del abismo en el que yo me encontraba cuando Yue murió y los niños estaban recién nacidos. Pero ella me aseguró que ayudarme durante estos cinco años a salir adelante fue decisión de ella, que simplemente le apetecía hacerlo, porque, según me dijo, ella llevaba ya unos 80 años muriéndose del aburrimiento sin nada interesante que hacer en el mundo.

—Hah… Parece ser cierto lo que dicen de las mujeres inglesas. No les gusta mostrar debilidad. Porque te puedo asegurar que, tras conversar con ella la otra noche, siente un notable cariño por ti y por los mellizos.

—Yo también lo creo. Agatha es orgullosa, pero algunas veces no sabe esconder bien sus sentimientos. Además, me dijo que solamente me estaba enseñando a hacer algo que para ella es pan comido, lo de cuidar bebés y criar niños. Ella tuvo 28 hijos, al fin y al cabo.

—¿Cómo se llamaban, las personas que descienden de un Taimu? Había un término con el que la Asociación los llamaba…

Demi’on. Es un término que acuñaron los Dioses del Yin cuando Agatha tuvo a sus primeros dos hijos. Proviene del idioma de los dioses, pero está adaptado a la pronunciación humana. Dado que actualmente hay miles de personas que descienden de los Taimu, hay miles de demi’ons por todo el mundo, aunque la inmensa mayoría de ellos no lo sepa.

—Miles de personas con la capacidad innata de efectuar cualquiera de las técnicas espaciotemporales de Denzel, sin necesidad de convertirse en “iris” —comentó Lex con un tono intrigado—. Cualquiera de estas personas podría ser uno.

Brey y él observaron a la gente que había por las calles, ocupada con su normal vida, sin destacar en nada más allá de la rutina diaria y tranquila.

Sin embargo, Brey no pasó por alto el leve tono resentido que Lex había usado al decir la palabra “iris”. Al parecer, su sobrino seguía incómodo con el tema de los “iris” y la Asociación desde que tuvo aquella disputa con su padre hace siete años.

Ambos llegaron a un restaurante de wok y se sentaron en una mesa, dejando sus abrigos sobre las sillas vacías de sus lados.

—Sigues trabajando en eso, ¿no? —preguntó Lex de repente, pero mostrándose indiferente mientras colocaba su cartera encima del abrigo.

—Hm —asintió el rubio, sabiendo a qué se refería.

—Supongo que un Denjin-san como tú no tiene problema para cumplir cualquier misión —comentó Lex, con un tono todavía reservado, mientras sacaba su móvil para ponerlo sobre la mesa.

—Ya no soy Denjin-san, ahora soy un Denjin-sama.

Lex se dio una sorpresa tan grande al oír eso que se le resbaló el móvil de las manos y se le cayó a la mesa con poco cuidado. Lo miró con ojos como platos.

—Te… ¿¡Te has convertido en un “dios iris”!? Espera… ¿¡Será por eso que mi abuelo comenzó a referirse a ti como “Raijin” hace algunos años!?

—Ah… La gente de la Asociación empezó a llamarme así cuando voló la noticia de mi ascenso al máximo nivel.

—Y yo que creía que mi abuelo empezó a llamarte así sólo por ser un “iris” eléctrico y hacer un chiste o algo…

—¿Pero Lao no te contó el motivo?

—Oh… es que… —Lex se movió incómodo en la silla—. Cada vez que quedo con mi abuelo, le suelo preguntar qué tal están todos, pero… desde el principio ya le pedí que no quería saber nada sobre temas de la Asociación. El abuelo sólo me decía si alguno estaba bien, o regular… nada más que eso. Alguna vez le preguntaba por ti y me decía que estabas bien dentro de lo posible. Se refería a ti como “Raijin”. Así que este nuevo mote es por tu nivel máximo…

—Los humanos y exhumanos sois muy aficionados a ponerle motes a todo —dijo aburrido, con la barbilla apoyada en la mano—. Aunque yo he acabado apreciando más el apodo de Raijin que el de Denjin-sama… a pesar de la incongruencia que resulta de que “Raijin” hace referencia al nombre de la famosa deidad japonesa del “trueno” mientras que “denjin” hace referencia a una “persona eléctrica”, lo cual es una denominación más correcta, porque yo no domino los truenos, un trueno es un sonido… Los sonidos es algo que dominan los Fuu como tu padre, más bien.

—Esto es... Guau… —Lex seguían intentando asimilar la noticia—. Madre mía, ¿desde cuándo lo eres, y cómo?

—Hm... —titubeó Brey, rascándose un poco la nuca—. Fue inesperado, y… algo incomprensible para mí en ese momento, si bien ahora ya lo comprendo. Fue el día en que murió Yue. —Lex puso una cara apenada—. Fue terriblemente doloroso verla morir —continuó Brey, bajando la mirada—. Se supone que una emoción adversa oprime al "iris" y no debería avanzar de nivel, pero... el caso es... que Yue murió feliz. Sólo por tener sobre sus brazos a esos dos bebés que tanto se había esforzado por traer a la vida. Entonces sucedió. Fue cuando los vi por primera vez, a Clover y a Daisuke. La sensación fue extraña y desconocida, no pude darle explicación... Fue como una descarga eléctrica recorriendo todo mi cuerpo, y mi mente... y mi alma... Y al mismo tiempo fue contradictorio. Una parte de mí sintió miedo y rechazo por esos bebés. Pero... otra parte de mí los vio... como...

—Dos vidas más importantes y preciadas que la tuya —terminó Lex la frase, entendiendo. Brey lo miró sin decir nada, pero asintió con la cabeza—. Ya veo. Tío, para un chico de 15 años, sentir miedo y rechazo por unos bebés que no planeaba, aunque no esté bien, es algo muy comprensible y muy normal. Pero que tu "iris" reaccionara con otra emoción distinta aumentando su poder al último nivel es un milagro. Tío, ¿tú… seguiste adelante con ellos… por la culpabilidad? —preguntó con cuidado, aunque no hacía falta ser cuidadoso a la hora de hacer preguntas incómodas a Brey, ya que él las percibía con simple racionalidad.

—Me siento culpable —afirmó el rubio enseguida—. Por Yue.

—¿Pero te arrepientes de haber hecho existir a los mellizos, te arrepientes de ellos?

—No... —murmuró—. Eso es imposible, impensable... Hace años creía que me arrepentía, pero solo era el dolor del luto hablando en mi cabeza. Cuando empezaron a andar... y luego empezaron a decir palabras, a hablar... y luego empezaron a mostrar su forma de ser, su curiosidad por su alrededor... y sobre todo su amor incondicional hacia mí sólo porque me veían a su lado todos los días... Siempre me he preguntado si esa es la "magia" que conforma el misterio de los humanos, ¿cómo logran atraer tanto, embaucar tanto, a alguien que no siente nada como yo? ¿Cómo han conseguido esas dos personas tan simples y pequeñas, tan poco racionales y tan instintivas y emocionales, que tanto sueño, tiempo y energías me han quitado, convertirse pese a todo en el aire que respiro?

—Guau... —musitó Lex con asombro por su forma de describir un aspecto de la vida tan común.

—Esos dos mocosos han conseguido en cinco años hacerme sentir más emociones diversas que cualquier otra persona en veinte años. Veo en ellos rasgos de Yue y rasgos míos, y eso me fascina. Al principio sentí miedo y rechazo por ellos, pero esas dos cosas sólo las sentí, no las cumplí. Me quedé con ellos, por una parte por culpabilidad, pero por otra parte porque quería. Porque si en esa época tenía algo muy claro, es que no hay nada más irracional y maligno en este mundo que rechazar a tu propio hijo. Y yo soy un ser de puro Yang. Sea por accidente o no, eres el responsable de su existencia. Así que, si traje al mundo a esos dos niños, más me vale hacer de su vida la mejor y más feliz de todas. ¿No?

—Tío... —repitió Lex, anonadado—. ¿Cómo puedes no sentir nada por ti mismo de forma natural, y aun así hablar con más sentimiento que la mayoría de la gente?

—¿Qué? No... —frunció el ceño, confuso—. Estoy hablando con lógica.

—Desde tu punto de vista —repuso Lex. De pronto el médico parecía muy nervioso, pues dio un par de suspiros y no paraba de mirar a los lados—. Dios mío, creo que querré hacerte un montón de preguntas dentro de seis meses.

—¿Qué? —preguntó Brey, pues no lo había oído.

—¡No, nada! —brincó enseguida, tenso.

Tras un rato de silencio, Brey aún seguía analizando los gestos de Lex para tratar de descifrar por qué aquel tema le había puesto tan nervioso, era muy raro ver a Lex en ese estado. Parecía estar pensando ensimismadamente en algo. Llegado un momento, Brey sintió curiosidad por algo.

—¿Sigues enfadado con tu padre?

Esa pregunta lo pilló por sorpresa. Pero luego Lex se dio cuenta de que su actitud lo delataba. Tardó en contestar, disimuló un poco colocándose las gafas sobre la nariz.

—Mm... No lo sé. Es que... apenas nos vemos algunas veces al año, pero cada vez que lo miro se me vienen a la cabeza todas esas cosas que hablamos, y su intento de borrarme la memoria… y me siento traicionado, una vez más.

—¿No has pensado, en estos siete años, en volver a hablar con él del tema?

—Miles de veces —afirmó Lex—. Sin embargo, no sé si podré perdonarlo. Crees conocer a tu padre y luego descubres la cruda realidad. Intentó modificar mi memoria para hacerme creer que él era un tipo normal, que mi madre había muerto de una enfermedad, que mi familia Lao no existía, que todo iba bien y todo era normal… Pero como no le funcionó bien la Técnica en mi mente, recibí el golpe de dos realidades distintas… como si descubriera por primera vez que mi padre no es un ciudadano normal y ejemplar, sino que es un “iris” y un asesino… Ah… —se sobresaltó un poco—. No pretendo ofender.

—Las verdades no me ofenden —dijo con tono inanimado—. Ya veo. Por culpa de ese fallo de la Técnica, tu mente intenta aferrarse a una de las dos realidades. Sigues sin poder aceptar a lo que nos dedicamos.

—No puedo —asintió vehemente—. Yo… ni siquiera sé muy bien qué tipo de niño era yo antes del borrado de memoria fallido. Si lo aceptaba, o si no lo aceptaba… Yo lo que sé ahora, es que no logro entenderlo. Yo me dedico a evitar que la gente muera… vosotros matáis a gente…

—Sólo matamos a quienes no merecen vivir —objetó Brey—. No lo confundas, una cosa es entender y otra aceptar. Tú no entiendes ni aceptas nuestra ideología.

Vino un camarero y tuvieron que interrumpir esa conversación. Brey pidió un plato normal, y Lex se pidió ocho. Después estuvieron un buen rato en silencio.

—Nadie merece la muerte —murmuró Lex.

—Eso se lo tienes que decir a los asesinos que matan a inocentes, no a nosotros.

—Nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie.

—Eso es cierto, Lex —asintió, cerrando los ojos—. Mira, no quiero convencerte de algo en lo que no crees o no quieres creer. Lo que sí querría es que lo entendieses, independientemente de que lo aceptes. A los “iris” nos enseñan muy bien lo cierto que es que nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie. Pero nos enseñan que a lo que sí tenemos derecho, es a proteger nuestras vidas. Y a veces, para ello, sólo hay una opción.

—Si asesináis a los asesinos, ¿no estaríais vosotros haciendo lo mismo que ellos?

—En absoluto. Ellos matan a inocentes, y nosotros matamos a asesinos. Existe una inmensa diferencia entre ambas cosas. ¿Por qué en los dibujos animados y en las películas los héroes matan a los malos y nos parece bien? ¿Por qué por ello los llamamos "héroes" y los admiramos? Porque esos villanos que ellos matan atentan contra la vida de los inocentes de la película. ¿Y por qué aquí, en nuestro mundo real, nos parece mal ejecutar al villano? Aquí en nuestra realidad, nuestros villanos son personas, Lex, personas muy reales y algunos mil veces más crueles de lo que vemos en las películas.

»Matan o torturan a inocentes guiados por una idea corrupta. Nosotros matamos a asesinos por una idea necesaria. Y si matamos a alguien, ese alguien ha sido antes elegido por Alvion, y Alvion no lo elegiría si no tuviese una buena razón. Él tiene en cuenta la mentalidad de ese alguien, se asegura de que este podría seguir matando aun habiendo recibido un castigo. Y también tiene en cuenta el número de delitos que ha cometido y el tipo.

»Fuimos educados así, según los principios del Monte Zou. Tenemos el irrefutable derecho de proteger nuestra vida y lo que más queremos, todos, incluso los animales y las plantas, haciendo referencia a la ley del instinto de supervivencia. Pero la cuestión es cómo hacerlo. Alvion nos aseguró que si hubiese otra forma más eficaz y justa que defendiese todo tipo de vida, la utilizaría sin dudarlo. Desgraciadamente, en este mundo, en esta realidad creada por los dioses, no hay otro modo.

»Esta es nuestra realidad. Existe gente que, por mucho castigo que reciban por sus actos, aunque cumplan muchos años de cárcel o del programa de reforma de Alvion, luego vuelven a cometer crímenes, vuelven a arruinarles la vida a los inocentes que no han hecho nada para merecerlo. Para evitar que vuelvan a hacer eso por tercera, cuarta vez, tras haber derrochado dos oportunidades, lo mejor es borrarlos del mapa. Son gente que jamás se arrepiente, su mente ya está rota e irreparable, y eso es un problema que sólo desaparece de un único modo. Son gente que existe de verdad, en esta realidad. Auténticos monstruos.

Lex puso una mueca amarga mientras jugueteaba con una servilleta.

—No lo veas desde un punto de vista interno, Lex —continuó—. Velo desde un punto de vista más general. Lo que más importa en este mundo, en esta vida, es la supervivencia de este planeta, incluyendo la supervivencia de la especie humana y de la naturaleza. Los accidentes naturales, los fenómenos de la naturaleza y la muerte de los seres vivos por envejecimiento o enfermedad, son cosas que toleramos. Porque esas cosas son las que hacen que los humanos sean humanos, que la naturaleza sea naturaleza, y por supuesto nosotros respetamos ambos conceptos de la vida.

»Por lo tanto, nuestro enemigo es todo aquello que arrase en exceso con la naturaleza humana y la naturaleza del planeta, es decir, los propios humanos que destruyen a su propia especie y su propio mundo. Nuestro deber es proteger tanto a la humanidad como al planeta. Y a veces, para ello, la única solución es borrar del mapa a quienes libremente escogen destruirlos, por beneficio propio, placer o poder.

—Por eso existís, ¿no? —preguntó Lex—. Por eso domináis los elementos de la naturaleza por una parte, y por otra los sentimientos y las emociones humanas. Porque ambas son cosas muy poderosas que pueden producir grandes cambios en el equilibro. Y para hacer vuestro trabajo, debéis dominarlas y estar por encima de ambas.

—Sí. Lex, tú también podrías convertirte en un “iris”. Los “iris” eran originariamente humanos, por lo que esta fuerza Yang extra forma parte de la naturaleza humana, es un puro mecanismo natural de supervivencia, y, como tal, hay que respetarlo.

—Tío Brey —murmuró—. El “iris” de una persona surge cuando esa persona humana sufre un ataque de locura tras una gran tragedia. Los sentimientos y las emociones se mezclan entre sí en ese momento con tanta potencia y descontrol, matándose entre sí, que al final acaban muertas en vuestra mente, y es por eso por lo que acabáis pudiendo dominarlas. Es por eso por lo que vuestra mente es superior. La locura hace que vuestra mente humana se autodestruya y pase a ser una mente renovada y mejor.

—¿No crees que si esto pasa, significa que es porque es necesario? —sonrió Brey—. El ser humano ha ido evolucionando durante miles de años para poder sobrevivir, para poder adaptarse mejor, borrando más y más defectos. Desgraciadamente, muchos humanos poseen aún en su mente un defecto, la capacidad de corrupción, y por ello hemos surgido nosotros, los “iris”.

—Cada vez que surge una nueva especie humana, la anterior se extingue.

—Porque la anterior no supo o no pudo borrar sus defectos para equipararse a tu especie. Esto es diferente. Porque una nueva especie humana nace, y los “iris” no nacemos, sino que nos convertimos; una nueva especie humana surge poco a poco, y los “iris” surgimos de repente. Somos una evolución directa, somos originariamente humanos puros. Y es por esto que es diferente, porque por esta razón, los “iris” queremos proteger y mantener la existencia de los humanos, de aquello que todos, individualmente, fuimos. No estamos aquí para que tu especie se extinga y pasemos a ser nosotros los nuevos habitantes del mundo, tal como el Gobierno piensa. Estamos aquí precisamente para mejorar tu especie.

—¿Cómo? ¿Convirtiéndola en “iris”? —preguntó con ironía.

—No. Todo lo contrario. Evitando que se convierta en “iris”. Lo que queremos es… que el ser humano piense como nosotros. Queremos que aprenda a proteger lo que realmente importa en la vida: su planeta, su especie, sus seres queridos, su vida y la delicada pero necesaria armonía que mantiene todo en pie. En vez de preocuparse por banalidades como la vida privada de los famosos, el materialismo o de qué color es la piel de los demás o su religión.

»Queremos evitar que os convirtáis en nosotros, porque nosotros somos el resultado de los males humanos. Alvion dice que estamos aquí para arreglar este mundo y después irnos. Somos unos seres temporales que hemos surgido por una necesidad temporal. Ten en cuenta que los primeros “iris” surgieron hace ya unos cuantos siglos. Esto explica, por otra parte, el hecho de que un “iris” pueda volver a ser humano cuando quiera. Los “iris” que cumplen su venganza y han trabajado un tiempo en la Asociación, tienen derecho a volver a ser humanos. Alvion sólo tiene que extraerles la energía Yang extra que conforma el “iris”. Es, por tanto, un mero instrumento. Y por ello, las palabras correctas no son “somos” “iris”, sino “tenemos” el “iris”.

—Hm... —sonrió Lex, frunciendo el ceño—. Un instrumento. Sólo hay una cosa que no encaja en esa historia, tío Brey.

—¿Cuál?

—Tú —casi rio—. Te recuerdo que eres la única persona de todo el planeta que jamás ha sido humano. Tú eres el único “iris” que nació “iris”. No te convertiste, nunca fuiste humano. Tú no “tienes” el “iris”. Lo eres.

—Bueno... —titubeó—. Eso es algo raro, no te lo niego. Ni siquiera Alvion sabe la razón de por qué nací “iris”, cuando eso siempre ha sido algo imposible. No tiene sentido que yo haya nacido “iris”, es decir, que lo sea porque sí, y no por una causa anterior que lo originó. Desde que nací hasta mis 4 años, lo máximo que podía llegar a hacer era soltar algún que otro pequeño rayo desde la punta de mis dedos que no alcanzaba más allá de los mil doscientos voltios —se miró una de sus manos, frotando las yemas de los dedos, y Lex pudo ver unas diminutas corrientes azules—. No obstante, fue cuando presencié la muerte de mis padres cuando mi “iris” comenzó a emitir más energía y de forma impredecible, sin control, y necesité someterme al entrenamiento oficial, como todos los demás.

—¿No crees que hay alguna razón por la que naciste “iris”?

—¿Por?

—Porque me has dicho hace un momento que un “iris” puede volver a ser humano cuando cumpla su venganza, volver a ser lo que una vez fue. Pero ¿tú? Cuando cumplas tu venganza, tú no tienes esa opción, ¿no crees? No puedes volver a ser algo que nunca fuiste. Por lo tanto, eres el único que está obligado a ser “iris” para siempre. Alguna razón habrá, digo yo.

—¿Tú quieres que haya una razón? —se percató de su insistencia.

—¿Tú no? —sonrió Lex con seriedad.

Brey frunció un poco los labios, pensativo.

—Mi única razón de existir es servir a los Zou y proteger a los humanos inocentes hasta que muera. Nada más allá de eso me importa.

—¿Y si hay algo más que eso en tu razón de existir?

—¿Como suplantar a la especie humana? —ironizó lo que Lex le dijo antes.

—Puede —se encogió de hombros.

—Por un rato había olvidado que eres hijo de Neuval —suspiró Brey con desasosiego.

—¿Qué dices? No me parezco en nada a él.

—La tozudez a la hora de defender un argumento lleva la firma Vernoux, eso te lo aseguro.

—Tío Brey —sonrió tranquilo—, lo que quiero decir… es que tú más que nadie deberías saber que existe una razón para todos y cada uno de los sucesos, misterios o cosas que existen en nuestro mundo. Si crees que tu única razón de haber nacido “iris” es la de estar al servicio de los Zou y proteger a la humanidad para siempre, ¿por qué no haber nacido humano y después haberte convertido en “iris” igualmente con la muerte inevitable de los abuelos, si a partir de ahí tu deber iba a ser el mismo que el de todos los “iris” comunes?

—Los accidentes genéticos existen. Como heredar una enfermedad o una cualidad biológica de tus padres. El “iris” influye en los genes, algo que se sabe desde hace siglos. ¿Qué me dices de tu hermano? Yenkis también posee un “iris” de nacimiento, claramente heredado de Neuval, mismo elemento.

—Hm... No sé, tío Brey. Yo siempre he tenido la sensación de que el caso de Yenkis no es el mismo que el tuyo. A diferencia de ti, mi hermano puede tener sentimientos naturales propios, siente igual que los demás. Yenkis ha nacido con un “iris” pero también con una parte humana, de la cual tú careces.

—Hm… eso es cierto —dijo Brey, pensativo—. Aun así, el caso de tu hermano sigue siendo algo único también. ¿Por qué crees que será diferente al mío?

—No sé, es sólo una sensación. Mi padre también tiene esa sensación. Pero nos es imposible imaginar por qué —se encogió de hombros—. Otra rareza que tiene Yenkis, es que mi madre le dio a luz al sexto mes de embarazado perfectamente formado. Y tú naciste al décimo mes. Una gran diferencia.

—Escapa a mi comprensión —asintió el rubio.

Surgió un rato de silencio, que aprovecharon para seguir comiendo. Brey observó, abrumado, cómo Lex iba por su octavo plato como si nada y cómo les echaba kétchup a unos pastelitos de vainilla y luego echaba estos en su sopa de fideos picantes. Creía que ya era perturbador ver a Cleven engullir, literalmente, sin masticar, comida basura como un pato, algo que también veía en Katz y también en los mellizos con los dulces. Pero ver la extraña manía de Lex de hacer terribles mezclas y comer el triple que una persona normal era aún peor. Sin embargo, sabía que todos ellos estas manías con la comida las habían heredado de su madre, Emily.

 —Eh, si no te gusta, no mires —le dijo Lex, viéndolo con esa mueca disgustada—. Oye, por cierto. Dijiste antes que actualmente la vida te estaba yendo mejor. ¿En qué sentido?

—Oh… Bueno, es porque la KRS vamos a tener más trabajo importante a partir de ahora y no las misiones aburridas e irrelevantes que nos han estado mandando los últimos años. Por fin volvemos a estar más unidos, con el regreso de Fuujin, volvemos a ser una RS completa… bueno, aunque falten un par de miembros, pero…

—¿¡Cómo!? —se sobresaltó Lex, dando un manotazo en la mesa que hizo rebotar sus ocho platos de comida—. ¿Qué has dicho? ¿Que Fuujin ha vuelto? ¿Cuándo ha pasado eso?

—Hace tres días, ya es oficial.

—¿¡Qué!? ¿Mi padre ha vuelto a la Asociación hace apenas unos días, así sin más?

—Sí, lo sé. Inesperado —le comprendió, tomando un trago de su refresco.

—Pero… ¿Pero por qué? —se turbó Lex—. ¿Por qué después de siete años, tan de repente?

—Eh… Él nos contó varios de los motivos. No ha sido tan de repente, él dijo que lo había tenido que meditar a fondo durante la última semana a raíz de los acontecimientos actuales.

—¿Qué… acontecimientos? —desconfió Lex, esperando escuchar alguna catástrofe o mala noticia.

Brey, como “iris” experto, se cuidó muy bien de no expresar el más mínimo gesto que delatara que iba a ser sincero a medias. El motivo más importante de Neuval había sido que la semana anterior, dominado por su majin, había asesinado a doce personas, quienes afortunadamente no eran más que unos miserables criminales. Pero no quería atormentar a Lex con esta noticia ni complicar aún más las cosas entre él y su padre de lo que ya estaban.

—Hatori Nonomiya —le contestó entonces.

—Ah… es verdad… —entendió Lex—. Se ha convertido en el nuevo ministro. Eso tiene muy mala pinta, tío Brey. Por favor, tened mucho cuidado con él, Hatori Nonomiya sería capaz de cualquier cosa por cazar a un “iris”. ¿Mi padre ha vuelto porque no quería quedarse al margen de esta nueva amenaza?

—Eso es.

Lex inspiró hondo y soltó un largo suspiro intranquilo, pero comprendía que, para ellos, esos riesgos también formaban parte de su trabajo.

—Dios mío… Ahora me preocupa que Cleven se vea involucrada o se entere de algo, porque aunque mi padre le borró la memoria, ahora que él ha regresado, puede fastidiarla otra vez —negó, bebiendo un poco de su vaso.

—No pasa nada, Cleven no se enterará de nada. Ahora que vive conmigo, la mantendré alejada yo mismo.

—¡Pffrr!

Lex escupió la bebida en toda la cara de Brey, el cual se quedó paralizado y mojado.

—Ah... que no lo sabías... —entendió Brey, secándose la cara con las mangas.

—¿¡Que mi hermana vive contigo!? ¿Desde cuándo?

—Desde hace unos días. Otra larga historia, mejor que te la cuente ella misma, que no quiero volver a sentir esto —gruñó, optando por coger la servilleta para secarse toda la cara y el pelo.

—Haah... —resopló, saliendo de su asombro—. Bueno, entonces, dadas las circunstancias del regreso de Fuujin... la verdad es que me tranquiliza que Cleven esté contigo.

—¿Y no te preocupas por tu hermano también? —se extrañó Brey.

—No. Intentar ocultarle algo a Yenkis es un caso perdido —contestó, y Brey se lo quedó mirando con desconcierto—. Sí, Yenkis sospecha de mi padre desde hace tiempo y está tratando de averiguar la verdad. Hace poco descubrió lo del padre biológico de mi padre, y como me acorraló, no tuve más remedio que contarle.

—¿Qué le contaste?

—La vida de mi padre, de por qué se largó de su país siendo pequeño y lo de la familia Lao.

—¿Le has contado a tu hermano de 12 años todos los abusos que tuvo que sufrir vuestro padre de pequeño? —preguntó incrédulo.

—No, solamente le conté… el último abominable suceso que vivió en Hong Kong. Porque sólo así podía entender cómo mi padre pudo seguir sobreviviendo desde entonces, acogido por la familia Lao. No le conté nada acerca de los “iris”. Eso lo averiguará él solo, y estoy seguro de que se saldrá con la suya. No sé qué hará después de saberlo todo, cómo reaccionará... Espero que no se lo tome como yo me lo tomé. No sé… él es un “iris” desde que nació, al fin y al cabo, es uno de ellos. Yo soy un humano normal, seguramente Yen lo vea y lo sienta de manera diferente a mí.

Brey asintió con la cabeza, comprendiendo. Le sorprendía, sin embargo, que Yenkis hubiese podido descubrir algo, puesto que sabía que Neuval era muy bueno ocultando las cosas. Desde luego, tal como le había dicho Cleven, Yenkis debía de ser muy listo.

—Bueno, dejemos de hablar de esto —se animó Lex de repente—. Dime, ¿tienes a alguien por ahí... alguna chica…? Sé que habrás salido con varias como es propio de los chicos de tu edad, pero ¿alguna en especial?

—No. Es difícil encontrar a una que no le interese sólo mi físico. Sólo quieren tocarme, no conocerme de verdad.

—¡Hahaha…! Ya veo. Ser tan guapo al final es un problema, ¿eh?

—Las humanas están locas —bufó, tomando un trago de su refresco—. Pero para esas veces que sólo quieres pasar una noche divertida, no he tenido problema. El problema de eso, es que con el tiempo me canso de que sólo sea sexo y nada más. Quieres conversar, debatir sobre temas interesantes, dar un simple paseo para despejar la mente y liberar serotonina y endorfinas, hacer algún plan donde puedes compartir más cosas de tu ser, y no sólo fluidos.

—No te ofendas, pero es que tú todavía estás en una franja de edad muy joven, tío Brey. Lo que pasa es que eres más maduro que la mayoría.

—Yo tenía… Pude tener ese tipo de conexión con Yue… —bajó la mirada con pesar—. Con ella sí que lo compartía todo, absolutamente todo. Ella era una humana diferente.

—Vamos. Sé que Yue era perfecta para ti. Pero no me puedo creer que no hayas encontrado a alguien que mereciera la pena al menos un poco.

Por un instante, a Brey se le pasó la imagen de Cleven por la cabeza. Pero eso le hizo recordar el accidente, el desengaño y la decepción de descubrir que no era una humana cualquiera, sino su sobrina, y evaporó esos pensamientos enseguida, pues todavía le sentaban un poco mal.

—Hace un par de años conocí a una chica. Era de mi clase, en primer curso de la universidad. Estuvimos saliendo unos pocos meses. Era inteligente, seria… me atraía que era una chica muy racional, más de lo normal en la mayoría de humanos. Yo le interesaba por algo más que mi físico. Nos gustaba debatir sobre la Medicina contemporánea y las paradojas. Fueron unos buenos meses. Hasta que un día me preguntó: “¿Por qué siempre quedamos en mi casa y nunca en la tuya? ¿No quieres que vea dónde vives? ¿Y por qué siempre tienes tan poco tiempo? ¿Haces algo más importante que estar conmigo, aparte de estudiar?”. Se lo estuve ocultando todo ese tiempo, pero ese día tuve que decírselo: “Tengo dos hijos. Tienen 3 años”.

—No me digas… ¿Reaccionó mal? —lamentó Lex.

—Ella lo entendió perfectamente cuando se lo expliqué, lo que me pasó con Yue y demás. Y me dijo que era admirable por hacerme responsable. Sin embargo, ella me confesó que no era una persona nada afín a los niños. Ella tenía claro que no le gustaban los niños y que nunca tendría hijos, que sólo aspiraba a dedicarse a su trabajo y a nada más. Así que… —resopló con resignación—… hasta ahí llegó nuestra relación. Ella me dijo que no tenía problema, siempre y cuando no tuviera que hacer nada con los niños. Pero yo le dije que… tener una relación conmigo era tener una relación con los mellizos también. Porque ellos formaban parte de mi vida tanto como mis estudios o mis aficiones. Ella no se lo tomó bien. Discutimos. Entonces me dijo: “¿Es que no los puede cuidar otra persona, no tienen abuelos, no los puedes dejar viviendo con otra familia más normal, con dos adultos más mayores? Si para ti ellos son más importantes que yo, entonces no podemos seguir juntos”.

—¿Y qué le contestaste?

—Le dije que había sido un placer y hasta siempre. Seguidamente la dejé sola en la cafetería, me marché y no volví a verla.

—Caray… ¿Cómo pudo decirte algo así? Qué poca consideración.

—Por eso hay que conocer bien a la persona de la que crees que te estás enamorando. Puede darte una desagradable sorpresa al cabo de unas semanas, unos meses o, ¿quién sabe?, años.

—Tienes toda la razón. Antes de conocer a Riku, mis anteriores relaciones, creo que fueron tres, fueron terribles. Con 14, 16, 18 años… yo era muy ingenuo, y mi padre tuvo que abrirme los ojos y ahuyentar a esas malas chicas que querían aprovecharse de mí.

—Un momento, ¿tu relación con Mei Ling también fue terrible? Creía que tuvisteis una buena relación.

—¡Ah! —recordó—. No, no, con Mei Ling sin duda tuve una relación genial, la primera buena relación que tuve. Pero supongo que ella, o Kyo o quizá mi abuelo ya te lo contaron, que nuestra relación sólo duró un año. Ya sabes, era un poco complicado, por eso de que Mei Ling es mi prima, aunque no de sangre, pero crecimos juntos toda la vida como familia, y era justo el año en que mi padre y mi abuelo comenzaron a separar la relación entre las familias Lao y Vernoux por la seguridad y tal…

»Mei Ling y yo empezamos a salir juntos justo cuando yo me fui de casa, cuando me peleé con mi padre. La muerte de mi madre sucedió apenas cuatro meses atrás… Mei Ling me salvó de un abismo, me dio lo que necesitaba en esos momentos. Ella me comprendía, ya que ella había perdido a su padre tres años antes. Ambos éramos los primogénitos humanos de una familia llena de “iris” y tragedias. Por eso, nuestra relación no estaba destinada a durar para siempre. Pero fue un año con ella que no cambiaría por nada. Tiempo después, cuando ya estaba en tercer año en la universidad como tú, conocí a Riku. A los tres meses de salir con ella, lo supe. Ella era para mí y yo para ella.

—Así que, ¿lo de Riku es serio?

—¡Y tan serio! —sonrió—. Llevamos cinco años juntos. Verás… aún no se lo hemos contado a nadie, pero por ser tú...

Brey frunció el ceño. Lex parecía de repente muy contento.

—Estamos prometidos. Vamos a casarnos. Este año.

—Hah… Esa es una buena noticia —sonrió el rubio—. ¿Dices que no lo sabe nadie?

—Sí. Estoy tomándome mi tiempo para decírselo a mi padre.

—Seguro que se alegra, Lex. Ya sabes que Neuval en realidad es un majara.

—Sí, ya... pero a lo mejor le da un telele cuando sepa que dentro de seis meses va a tener un nieto... —masculló en voz baja.

—¿Eh? ¿Qué has dicho? —preguntó Brey, que no le había oído bien, otra vez.

—No, nada —contestó rápidamente.

Brey se encogió de hombros. Se tomaron una última cerveza para celebrar tanto el reencuentro como la buena noticia de Lex. Poco después, cada uno tenía ya que marcharse, y se despidieron con un abrazo. Durante ese abrazo, Lex estuvo tentado de preguntarle algo, algo que se moría de ganas por saber desde hacía años. Pero no lo consideró buena idea, porque tenía la sensación de que Brey, aparte de no saber la respuesta, podía acabar marchándose a casa con un mal sabor de boca y le habría estropeado ese buen día.

Quiso preguntarle si sabía algo de Izan. Pero en el fondo Lex sabía que nadie tenía ni idea. Izan, o Ichi, como solían llamarlo todos, desapareció hace siete años y Lex estaba empezando a plantearse dejar las esperanzas de volver a verlo. Izan, más que su tío, había sido su mejor amigo desde que ambos nacieron el mismo día y al mismo tiempo, y lo añoraba tanto que dolía. Y sabía que Brey también.


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