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2º LIBRO - Pasado y Presente

4.
Intrusos

Cuando Suzu, Brey, Kamui y Neuval entraron en el aula de Cleven, se encontraron allí ya a los otros padres hablando unos con otros y los jóvenes igual. Eliam también estaba, rodeado de los amigos de Drasik, charlando. Quien no estaba era Denzel, aún no había llegado, lo que les extrañó. Neuval dio media vuelta. Brey, al verlo, lo siguió por los pasillos, sabiendo que iba a buscarlo.

—¿Denzel impuntual? ¿El hombre que domina el tiempo? ¿Qué habrá pasado? —preguntó Brey.

—A saber —contestó Neuval, adentrándose en el baño de los chicos a echar un vistazo.

Ahí se sorprendieron al encontrar a Drasik, sentado en el suelo al lado de los lavabos, con las piernas cruzadas y cabizbajo.

—Sui-chan, ¿qué te pasa? —se preocupó Neuval.

Drasik levantó la cabeza poco a poco, parpadeando con molestia, como si acabase de despertar, pero no dijo nada.

—Sólo quiere escaquearse de la reunión —bufó Brey, optando por salir de allí y seguir buscando a Denzel.

Neuval, sin embargo, se agachó junto a Drasik y le levantó la barbilla. El chico parpadeaba mucho, como si le molestasen las luces del techo.

—Estoy bien —musitó Drasik, apartando la cabeza con brusquedad—. Sólo es un dolor de cabeza.

—¿Estás seguro? Pareces desorientado. ¿Te has mareado por alguna razón?

—No... —contestó con cansancio, apartándose de él—. He dicho que estoy bien, maestro. Me golpeé la cabeza el otro día, peleando con el imbécil de Kaoru. Nada más.

Neuval y Brey cruzaron una mirada silenciosa.

—Bueno, a tu ritmo, nosotros vamos a buscar a Denzel —le dijo Neuval amablemente, saliendo del baño con su cuñado.

Cuando se alejaron un poco por el pasillo, Neuval se puso delante de Brey para frenarle el paso, pero mirando hacia la puerta del baño.

—¿Es habitual en él? —le preguntó al rubio, en voz baja.

—Sí.

—¿Cómo de habitual?

—Una o dos veces al mes.

—¿Cuánto tiempo lleva así?

—De toda la vida, Neuval. Siempre ha sido así, desde que lo trajiste del Monte Zou. Tiene el mismo majin de grado II normal y corriente que siempre ha tenido. Ya sabes que sólo hay que dejarlo tranquilo cuando tiene esos cambios de humor. Ya se le pasará.

—Hmmm… —murmuró Neuval, pensativo, no conforme del todo, pero no dijo nada más.

Mientras, en el baño, Drasik se levantó con dificultad, apoyándose en un lavabo. Tras ponerse en pie, se miró en el espejo. Nadie lo había visto, pero hacía sólo un par de minutos había sufrido un inexplicable vahído. Se le había ido la mente a otra parte, como antes de ayer en la cafetería mientras Cleven y Brey discutían sobre la revelación de los mellizos, que tuvo un breve episodio de memoria lejana sin darse cuenta. Le acababa de pasar lo mismo, había revivido fugazmente unos recuerdos de su infancia, caminando junto a Cleven por una ciudad destruida, pero él ahora no lo sabía porque este nuevo episodio había vuelto a olvidarlo por completo, dejándolo confuso y mareado.

Últimamente le estaban pasando cosas raras en su interior y cada vez con más frecuencia. Con más frecuencia de lo que Brey creía. Aún no era consciente del motivo exacto, pero el motivo de hoy había sido pensar en el hecho de que él no sabía quién era Cleven cuando los demás sí, y en el hecho de haberla visto a ella y a Kyo de repente tan amigos durante el día de ayer en clase. Sintió cosas negativas por ese asunto, insanas, y no sabía por qué.

A los pocos segundos, empezó a sentir que le temblaban las manos y se las miró con rabia. Le dolía el tatuaje, cubriendo la piel de su antebrazo derecho.

Apretó los dientes y, de pronto, le dio un arrebato agresivo y pegó un puñetazo en la pared de al lado, la cual acabó con un boquete y las baldosas hechas trizas. Tras eso, sacó de su bolsillo una venda. Se arremangó el antebrazo derecho, cubriéndose el tatuaje “iris” con la venda, y después la volvió a tapar bien con la manga de la camisa del uniforme. Miró a su alrededor, exhausto, ofuscado. Su “iris” no le estaba funcionando bien en la mente.


—¿Hola? —saludó Neuval, abriendo la puerta del despacho de Denzel.

Allí lo encontraron, sentado en su silla con los dedos entrelazados bajo la nariz y los ojos cerrados. No llevaba sus gafas.

—Denzel —se extrañó Brey.

—Hola —murmuró, girando un poco la cabeza al oírlos.

—¿Qué te pasa? —preguntó Neuval—. Oye, tienes una reunión ahora. Siendo nuevo en este centro podrías jugarte el empleo.

—Su empleo número 152 en su vida. Como si importara —comentó Brey, pero Neuval le lanzó una mirada fría—. Qué.

—No veo nada —declaró Denzel, con aire apesadumbrado.

—Es lo que tiene ser ciego —contestó Brey, y Neuval lo volvió a mirar con fiereza—. ¡Qué!

—No encuentro las gafas —resopló Denzel, inundando el despacho de su apagado estado de ánimo, y abrió los ojos.

Brey y Neuval se estremecieron un poco. Aunque ya los habían visto otras veces, esos ojos inhumanos de los Taimu seguían causando escalofríos. Neuval buscó con la mirada y encontró las gafas debajo de unos papeles de su mesa, justo al lado de su brazo derecho.

—Ah, gracias —dijo el profesor, poniéndoselas.

—A ver, a ver... ¿Qué es lo que te pasa? —se cansó Neuval, obligándolo a levantarse, y lo condujo afuera, en dirección hacia su clase.

—Ha pasado algo... algo que me tiene muy preocupado —les explicó, andando junto a ellos por los pasillos lentamente.

—Como vuelvas a decir que el párroco de la iglesia católica cerca de tu casa sospecha de ti y que quiere quemarte en una hoguera, me largo de aquí de vuelta a mi uni —gruñó Brey; Neuval sacudió levemente una mano y golpeó a Brey con una ráfaga de viento que casi lo tira al suelo—. ¿¡Pero qué!? —protestó de nuevo, despeinado—. Está paranoico con ese cura, ¡le he dicho cien veces que si ese cura lo mira mal por la calle, no es porque haya descubierto que es un demonio, sino porque Denzel lo llamó “jovencito” una vez, y el cura, que tiene 80 años, obviamente se ofendió!

—¡Te juro que ese cura me quiere ver arder! —se defendió Denzel.

—Pues entonces estaría cumpliendo con su trabajo.

—¡Oye, mocoso! —se ofendió Denzel.

—¡Ahem! —carraspeó Neuval con fuerza, callándolos—. A ver, ¿qué es eso que te preocupa tanto?

—Fue anoche. Estaba durmiendo… hasta que noté que alguien me agarraba la mano. Noté que estaba tratando de quitarme mi alianza —se tocó el anillo dorado de su dedo.

—¿No sería un sueño? —preguntó Neuval, viendo que seguía llevando la alianza sana y salva.

—No, seguro, porque sé que me desperté y, al ponerme las gafas, vislumbré a ese alguien, lo agarré de la muñeca y encendí la luz. Me quedé en blanco.

—¿Quién era?

—Una niña —contestó, mirando a Neuval con desconcierto—. Era una niña muy pequeña, de pelo oscuro y ondulado, y unos ojos claros. Como desconozco los colores, no sabría dar más detalles. Me la quedé mirando unos segundos, perplejo. Y fue un poco raro, porque ella no me miraba de vuelta a los ojos, me miraba como al hombro. Y tenía una expresión bastante hostil.

Brey frunció el ceño y Neuval puso cara pensativa, tratando de descifrar la escena.

—Luego —prosiguió Denzel—, le miré la muñeca que le estaba agarrando. Me acuerdo de que tenía una pequeña mancha de nacimiento en ella, con forma... de renacuajo, o de gota doblada, pero con una cola más alargada… espera, la dibujaré —sacó de sus bolsillos una libreta y un boli y se puso a pintarla—. Entonces, esa niña se soltó de mí y salió por la ventana. Me asomé corriendo y no había ni rastro.

—Qué raro —murmuró Neuval, y miró el dibujo que le mostró Denzel en su libreta—. Hey, ¿no es esta la mancha que tenía Emily en…?

No acabó la frase, porque Brey los sobresaltó cuando le arrebató la libreta a Denzel de sopetón, fijándose bien.

—Estás a tiempo para decirnos que es una broma —le dijo muy seriamente Brey al Taimu.

—¿Qué te pasa?

—¿Qué mano le agarraste y en qué parte exacta viste esta mancha?

—La mano izquierda, y tenía la mancha aquí, en el filo interior de la muñeca —señaló en su propio brazo.

—¿Como esta? —Brey se arremangó el brazo izquierdo, y se quitó el reloj para mostrar la pequeña mancha de nacimiento de color café que tenía en ese mismo lugar, y exactamente igual que la que Denzel había dibujado.

—¡Eh, es esa! ¡Igual, con la misma posición! —exclamó Denzel.

—Sí, es como la mancha que tenía Emily en su muñeca —apuntó Neuval—. Brey la heredó de ella. Las manchas de nacimiento en la piel son de herencia genética directa entre padres e hijos. Igual que los lunares o las pecas —miró al techo, pensativo, y sonrió como un bobo—. Como las tres pequitas que tiene Cleven en la parte de arriba de su nalga derecha. Son exactamente las mismas que tengo yo en el mismo lugar. Hahah… es adorable.

De repente se dio cuenta de que Denzel y Brey lo estaban mirando muy fijamente, con caras muy serias.

—No es buen momento para hablar del culo de Cleven o del mío, entendido —rezongó Neuval.

—Bueno, ¿y entonces por qué demonios tenía la misma mancha esa intrusa de anoche…? —dijo Denzel, pero se calló y miró a Brey.

—Cuidado con lo que vas a decir —le advirtió el rubio.

—Raijin… Te lo tengo que preguntar —le hizo un gesto apaciguador—. Yo todavía no la he visto en persona. ¿Tiene tu hija el cabello negro y ondulado, ojos claros y esta mancha de nacimiento en su muñeca izquierda igual que la tuya?

Brey se rehusó a contestar. No estaba nada contento con lo que este asunto estaba insinuando, ¡era un disparate!

—Contéstame, “iris”, sé racional —le insistió Denzel, poniéndose severo—. He sido atacado en mi casa. Y casi me roban algo de lo que depende mi cordura.

—¡No puedes estar creyendo en serio que una humana de 5 años es quien te atacó! —se alteró Brey—. ¡Que esa descripción coincida con Clover no quiere decir que sea ella!

—Sí, tiene que haber otra explicación a lo que viste —afirmó Neuval, mirando a Denzel.

—Clover y Daisuke tienen la misma mancha de nacimiento que yo —añadió Brey, nervioso—. Y Clover, ¿para qué querría tu anillo? Y dudo que se dedique a saltar por las ventanas después de entrar en casas ajenas por la noche. ¡Es una niña humana de 5 años!

—Vale, vale... —suspiró Denzel—. Está claro que es algo muy raro. Investigaré sobre ello en otro momento, no sé, tal vez sí que me lo haya imaginado.

—¡Sí, ahora sí sacas la hipótesis de haber sido un sueño! —se alteró Brey otra vez—. ¡No me des esos sustos, joder! ¡Aclárate cuando hablas!

—¿¡Pero a ti qué te pasa!? —se hartó Denzel—. ¿¡Desde cuándo eres tan sensible, irascible y emocional!?

—¡Desde que Clover y Daisuke existen!

—Toda tu vida teniendo tu inhumana cabeza fría hasta delante de terribles crisis terroristas, ¿¡y ahora te calientas y sacas los colmillos y las garras por tus dos hijos!?

—¡Que no te quepa la menor duda! —aseveró el rubio.

—¿Se puede saber por qué siempre os ha costado tanto congeniar a vosotros dos? —dijo Neuval, cansado.

—Porque este crío ha nacido directamente como “iris” y su pura energía Yang choca naturalmente con la mía —dijo Denzel—. Igual que les pasa a todos los Zou, que necesitan unos cinco años desde que nacen para acostumbrarse a mi presencia y a la de Agatha.

—¡Para nada! —refutó Brey—. Porque yo con Agatha me llevo de fábula. Contigo es más difícil porque tienes la fea manía de tratar a todos como si fuéramos unos pobres bebés.

—¡Yo no hago eso!

—Pues entonces deja de interrogarme sobre mi hija sólo porque has tenido una extraña fantasía mientras dormías. ¡A ver si tantos años encima te están volviendo senil!

—¡Seré el hombre más viejo del mundo, pero sé cuándo algo es real y cuándo no! —replicó Denzel—. ¡Además, para un Taimu como yo, tener 393 años de edad es estar en plena juventud!

—¿Desde cuándo un demonio del tiempo es totalmente de fiar? ¡Tú mismo reconoces lo peligroso que eres por tu energía Yin atada con hilos a los dioses! ¿¡Quién sabe si estás viendo alucinaciones porque se te ha roto algún cable!?

—¡Tu pura energía Yang tampoco es que me huela a rosas a mí, mocoso! ¡Y bien que utilizas a mi tatarabuela para que críe a tus hijos, con toda la confianza del mundo!

—¡Agatha es una persona más energéticamente estable y fiable que tú, y no me los está criando ella, sólo me ayuda!

—¡Agatha es un ser totalmente artificial y yo soy hijo natural de humanos, ¿cómo voy a ser yo menos confiable que ella?!

—¡Precisamente, por tu emocional parte humana! ¡No es ningún secreto que tienes un pasado lleno de desvíos éticos y gustos raros!

—¡Al menos yo no he preñado a una chica con 15 años, degenerado!

—¡Pervertido, que sueñas con las hijas de los demás!

—¡Ahhhh! —Denzel pegó un gran respingo—. ¡Lo que me ha dicho el muy mocoso!

—Caaalma —intervino Neuval, poniendo paz entre los dos—. Esto es un malentendido. Raijin, tranquilo, obviamente tu hija no era esa niña en realidad. Y Denzel, tranquilo, te ayudaré a investigar sobre ello.

—Gracias —gruñeron a la vez y refunfuñaron por lo bajo.

Cinco minutos después ya estaban todos en el aula, que era lo suficientemente grande para todos, y Denzel explicando cómo iba a ir el curso, las excursiones, el plan de estudio, los festivales, en fin, lo que estaba obligado a explicar. Además, y no es que le gustase mucho, la valoración tanto mala como buena de algunos alumnos para advertir a los padres, sacada de las semanas que ya llevan de curso.

Había algunos padres que miraban de vez en cuando, curiosos, a Eliam sentado con su hermano Drasik, preguntándose si eso era lo que parecía, que no tenían padres. Y también miraban a Cleven, sentada entre su padre y su tío, los cuales se lanzaban algún que otro rayo por la mirada como dos críos y Cleven se limitaba a ignorarlos por el bien de su salud.

—Y… bueno —prosiguió Denzel—. Ahora que hemos aclarado cómo va a ser el nuevo sistema de pago para las excursiones, tengo que abordar el tema que menos nos gusta. Hay que tener en cuenta a algunos alumnos que no han arrancado muy bien, como me obligan a advertir. Takuya Hosoda y Alison Kuroki, por ejemplo —señaló a un chico y a una chica, los cuales se movieron en su silla con incomodidad—, no han traído ni un día los deberes hechos.

Los padres de los respectivos les reprocharon por lo bajo por la noticia.

—Luego, Drasik Jones —continuó, mirando al de los pelos de loco; Eliam miró a otra parte, para él no era una novedad—, no se esmera nada, salvo en Química y Educación Física. Drasik, es importante que no flojees en las demás asignaturas si no quieres quedarte toda tu vida recuperando.

Drasik resopló con cansancio, indiferente. Le parecía irreal que aquel Taimu, al que conocía desde los 3 años por la Asociación, de repente se hubiese convertido en su profesor.

—Cleventine Vernoux —dijo Denzel, siguiendo con la lista negra del director—. A veces no entregas los deberes, tampoco te esmeras en ninguna asignatura, y ya tienes dos faltas…

Cleven emitió una risilla avergonzada. Neuval carraspeó con reproche y Cleven borró la sonrisa enseguida, mientras Brey se mantenía impasible de brazos cruzados.

—Kyosuke Lao —continuó el tutor, y ahí su madre Suzu pegó un brinco de la sorpresa—. Te han mandado varias veces al despacho del director por... bueno, por esas peleas que tuviste a principio de curso. En fin, trata de controlarte y esas cosas.

Kyo suspiró, ajeno a la mirada de sorpresa de su madre y también de las de Drasik, Brey y los otros, ya que esa declaración no se la esperaban del propio Kyo, y se preguntaron qué había hecho, y por qué. «Ah, me acuerdo de cuando lo vi hablando con el director antes de encontrármelo en el metro» recordó Cleven. «¿Que se pelea? Si tiene pinta de no hacer daño ni a una mosca. ¿Y con quién se ha peleado?».

Denzel continuó con la lista negra con otros alumnos más de la clase. Kamui sonreía orgulloso de Nakuru, una de las que se salvaron, e igual con Raven.

La reunión fue dando a su fin, después de una hora. Neuval había acabado con una expresión alicaída en la cara, pues Denzel había comentado algunos ejemplos de comportamiento inadecuado en clase, sin mencionar nombre, pero mirando a Cleven, por lo que Neuval se había puesto a lamentarse por centésima vez sobre la incapacidad de esta de mejorar en su conducta. Además, Brey se había pasado la mayor parte del tiempo enseñándole a escondidas a hacer pajaritas de papel para pasar el tiempo.

Neuval la escuchaba soltar palabras malsonantes en voz baja cada vez que le salía mal una pajarita, en vez de escuchar lo que decía el tutor como todos sus demás compañeros. Estaba claro, Yenkis y Lex habían salido a su madre Katz, responsables, aplicados y sensatos. Pero en la actitud distraída, rebelde y un poco majara de Cleven, Neuval veía un claro reflejo de sí mismo a su edad, lo que no le tranquilizaba en absoluto. Por eso, miró a Brey con resquemor.

—Estoy empezando a temer haberme equivocado con mi decisión —declaró Neuval una vez todos caminaban por los pasillos hacia la salida del edificio.

—¿Qué dices? —se alarmó Cleven—. ¿Lo dices porque no voy muy bien con los estudios? Papá, sabes que siempre acabo aprobando.

—Porque yo estaba encima de ti todo el tiempo como si tuvieses 5 años —gruñó—. Pero ahora...

—No te vas a echar atrás ahora, ¿verdad? —se preocupó—. ¡No me hagas esto! ¡No han pasado ni dos días! ¡Te prometí antes de ayer que me esforzaría, así que espérate a la próxima reunión de finales de febrero y verás si he mejorado!

—Hey, hey —intervino Brey, que los había escuchado—. Neuval, no creas que me voy a quedar de brazos cruzados con Cleven.

—¿La pondrás a hacer papiroflexia en casa también? —replicó con sarcasmo.

—Tu hija se estaba quedando dormida a los 17 minutos de reunión. Realizar una actividad manual mantiene el desentrenado cerebro humano despierto y centrado.

—Ah… —Cleven oyó eso y miró todas las pajaritas de papel que tenía guardadas en el bolsillo de su jersey.

—No sé si sabrás ser lo suficientemente estricto con ella —siguió desconfiando Neuval.

—¿Pretendes compararte conmigo justo en ese aspecto? ¿Estás seguro de querer hacerlo? —le espetó Brey.

—Puede que seas igual que tu padre, pero él daba más miedo cuando se ponía estricto —contestó Neuval.

—Eeeh, basta ya, por favor —se cansó Cleven—. Papá, deja ya de ser así, ya es hora de que me dejes ir más a mi aire y confiar en mí un poco más.

—Es que me siento tan solo... —sollozó.

—Todavía tienes a Yenkis para regañarlo todo lo que quieras —le recordó.

—Para eso me tiene que dar motivos, y sólo me los da una vez al mes, no todos los días como tú.

—Eso me ha ofendido —refunfuñó Cleven.

—Y se vaaan… poco a poco se vaaan… uno a uno de mi lado se vaaan… —cantó Neuval melancólicamente, sin hacerle caso a nadie, marchándose por el pasillo—. Cómo pasa el tiempo… cuando los ves marchar…

—Tranquila —le dijo Brey a su sobrina al verla asustada—. Tu padre es así en realidad, a veces está un poco loco.

—Últimamente me da la sensación de que no lo conozco como yo creía. De repente lo veo cambiado. ¿Qué le ha pasado?

—Ha vuelto a ser él mismo, a recuperar una vida.

—¿Eh?

—No importa.

—Kyo, cielo —Suzu detuvo a su hijo un momento para hablarle a solas—. ¿Qué es eso de que te peleas con otros chicos? Por favor, dime que se trata de tu trabajo de "iris" y que te enfrentaste a unos chicos de manera defensiva para proteger a algún inocente.

—De hecho, mamá, se trata justo de eso —le explicó Kyo—. Fue en dos ocasiones. Unos chicos de último curso estaban metiéndose con una simple niña, en un callejón aquí cerca del instituto. Me enfrenté a ellos con intención de separarlos y alejarlos, no de hacerles daño, claro. Pero los profesores que lo vieron creyeron que yo estaba agrediendo a los otros.

—Ay, por el amor de Dios, ¿a una pobre niña? Qué mundo este —protestó Suzu—. Menos mal que hay "iris" como tú salvándolo cada día, en ese caso estoy orgullosa de ti —lo abrazó con fuerza—. ¿No le has aclarado eso a Denzel?

—No se lo he dicho a nadie, sólo es mi deber como "iris", nada que no hagan todos mis compañeros casi cada día. Además, no fue aquí, sino en la calle, aquella niña no llevaba el uniforme de este centro y tenía una pinta muy extraña. Seguramente por eso aquellos chicos la tomaron con ella. Pero ella huyó en ambas ocasiones, incluso se comportó arisca conmigo cuando traté de ayudarla a levantarse.

—Vaya, una niña desagradecida —rezongó Suzu—. Pero bueno, lo que importa es que la salvaste.

Expandiéndose el grupo de padres e hijos por el patio principal, los adultos se fueron marchando de allí y los alumnos se quedaron hablando unos con otros acerca de la reunión. Algunos padres tardaron más en marcharse, quedándose a charlar con otros padres sobre lo mismo. Drasik estaba deambulando por ahí solo, como sumergido en otro mundo. Sus amigos estaban echando unas risas con Eliam y llamaron varias veces a Drasik, pero este no hacía caso. Eliam se acercó a él al verlo así, a una zona aparte, y le pasó un brazo sobre los hombros.

—Llevás un tiempo con una actitud muy extraña, Dras —le susurró al oído, preocupado—. ¿Qué ocurre, hermanito?

—Estoy bien, sólo un poco agobiado con el instituto —contestó con desgana.

—No es eso. Mentís. ¿Por qué no me lo contás?

—Déjame en paz, Eli —protestó, quitando su brazo de sus hombros—. Te he dicho que estoy bien. Y de todas formas a ti no te importa.

—¡Drasik!

—Joder, dame un respiro, anoche igual —se enfadó—. Deja de preguntarme siempre lo mismo. Si tengo algún problema, ya tengo a los otros “iris” para contárselo y solucionarlo. Vete ya a tu facultad, anda.

Drasik se fue alejando hacia el edificio, dejando a Eliam ahí parado y a su grupo de amigos más allá observando a ambos con curiosidad. Eliam bajó la mirada.

—Como quieras —murmuró apenado.

Neuval había visto esta escena desde lo lejos, en la otra punta del patio. Se preguntó qué ocurría, después de haber visto a Drasik comportándose así de raro, y antes en los lavabos con tan mala cara. Él no solía ser tan antipático con su hermano. Le daba mala espina. Al parecer, ningún otro reparó en ello, Cleven estaba con Nakuru y los demás charlando a su lado sobre la marcha. Aún pensativo, Neuval fue a darse la vuelta para seguir caminando, y...

—¡Ay!

—¡Ah, he pisado algo! —brincó Neuval al oír el grito, y miró abajo, pero no había nadie, así que buscó rápidamente con la vista, desconcertado—. ¡Uah!

Encontró a un niño pequeñito aferrado a la pierna de Brey, rubio y con ojos de color azul oscuro, idéntico a él pero en miniatura. Brey se sobresaltó al notar que algo o alguien lo agarraba de la pierna, y aún más al ver que se trataba de Daisuke.

—¡Pero tú...! ¿Qué haces tú aquí, mocoso?

—¡Ha intentado matarme! —dramatizó Daisuke, señalando a Neuval.

Brey miró a su cuñado sin saber qué había pasado, pero Neuval seguía observando al niño con asombro.

—Neuval, ¿qué le has hecho? —preguntó Brey con recelo.

—¿Quién es este? —reaccionó—. ¿Este es tu hijo? ¿Este mini-clon de ti?

—¿Lo mismo que todo el mundo dice de Yenkis respecto a ti? —bufó Brey—. Se llama Daisuke —le informó seriamente, cerrando los ojos y cruzándose de brazos, pero de repente se asustó cuando Neuval apareció agachado a sus pies junto al niño, toqueteándole con el dedo como si se tratase de una criatura nueva.

—¡Pero qué crío tan guapo! Tiene tu misma cara de malas pulgas, ¡y como la de Hideki!

—¿Quién es Hideki? —preguntó Daisuke con malas pulgas, tratando de evitar que Neuval siguiera tocándolo escondiéndose entre las piernas de Brey.

De repente Neuval se irguió de nuevo y miró a su cuñado con cara sombría.

—¿Acaba de preguntar quién es Hideki? ¿No les has hablado a tus mellizos de mi honorable maestro ni de mi magnífica suegra? —le reprochó muy indignado—. ¡Son sus abuelos!

—Oye —gruñó Brey, ofendido—. Si me preguntaran por todos los miembros de la familia donde nací y les dijera que todos están muertos, ¿cómo esperas que reaccionen? Ya les hablaré de mis padres y de su madre cuando crezcan un poco más, ¿vale?

—¡Ni les has hablado de Yue! —se escandalizó Neuval—. ¿¡Pero qué te pasa!?

—¡Oye, no me juzgues! —se defendió el rubio.

—Bueno, bueno —lo calmó, olvidando el tema—. Da igual, porque mucho más importante es... ¡que este niño es adorable! —volvió a agacharse hacia Daisuke y empezó a perseguirlo alrededor de las piernas de Brey para agarrarlo de los mofletes.

Brey llegó a asustarse al ver que su cuñado era como la versión masculina y mayor de la propia Cleven, así que cogió al pequeño rápidamente en brazos, separándolo de él. Neuval siempre había sido muy niñero, pero era peor si encima se trataba de uno tan parecido a su suegro, que fue también el caso de Lex.

—¡Y parece sano y fuerte! —continuó Neuval, eufórico—. ¡Increíble, está bien cuidado!

—¡Claro que está bien cuidado! ¿¡Por quién me tomas!? —se enfadó Brey.

—Me falta conocer a Clover —dijo, mirando a su alrededor con la esperanza de encontrar a la hermana de Daisuke por ahí, pero no estaba—. ¿Qué está haciendo este aquí?

—Eso quisiera saber yo —farfulló Brey, mirando al niño fijamente—. ¿Cómo has entrado aquí, mocoso?

—Por ese abujero —señaló el niño hacia una parte de la valla que separaba el instituto del colegio de al lado, con una rotura medio escondida entre los arbustos—. Es que había salido de clase para ir al baño, y vi por la ventana a unos señores raros en la puerta del instituto entrando aquí hace un rato.

—¿Unos señores raros? —preguntó Neuval, mirando hacia la ventana del baño del tercer piso del edificio del colegio, por donde el niño había podido ver claramente la zona del patio del instituto—. ¿Qué hacían?

—Pues entraron aquí y luego se pararon ahí —señaló a la zona arbolada, cerca de ellos.

Neuval se dio cuenta de que desde ahí se veía el aula de Cleven a través de las ventanas.

—Era como si mirasen a algo o a alguien —continuó el niño—. No se movían de ahí, y pensé que eran unos ladrones, así que he salido a ver, pero ya se han ido. A lo mejor los habéis espantado cuando habéis empezado a salir. Jopé, iba a darles una lección. Me habéis arruinado la oportunidad de arrestarlos.

Brey frunció el ceño mientras el niño se aferraba a su cuello tan tranquilo. Neuval cruzó una mirada con él, igual de pensativo y teniendo la misma sensación de mala espina.

—¿Dónde está Clover? —preguntó Brey antes que nada, para asegurarse.

—En clase, pintando con los demás —contestó el niño.

—Dime, mini-Brey, ¿cuántos eran? —quiso saber Neuval.

El niño se incorporó y empezó a sacar dedos de la mano, reflexivo.

—Uno... dos... tres... ¡Cinco! Eran cinco señores —concluyó, enseñándole a su tío la palma entera de la mano—. Por cierto, ¿quién eres tú? ¿Eres amigo de mi papá?

—¿Yo? —sonrió Neuval, señalándose—. Yo soy el papá de la pelirroja charlatana que ahora vive en tu casa, que es tu prima. Así que yo soy tu tío Neu, ¿lo entiendes?

—Papá —el niño miró a Brey, dubitativo—. ¿Por qué el tío Neu tiene los ojos casi blancos?

—Porque es un bicho raro —contestó Brey tranquilamente.

—Efectivamente, lo soy —asintió Neuval alegremente—. Nací con estos ojos blancos para ver en la oscuridad y poder comerme a los niños mientras duermen. Los rubios son los más sabrosos.

—¡Ahhh! —Daisuke dio un respingo con espanto, llevándose las manos a la cabeza mientras Neuval se acercaba a él agitando las manitas con cara psicópata.

—Joder, Neuval, ¡que luego no duerme! —se enfadó Brey, apartando al niño de él otra vez.

—Lo sé, es lo mismo que te dije a ti a su edad. Gracias a eso, por fin dejaste de venir a dormir a la cama de Katz, que también era mi cama —sonrió felizmente, e ignoró la mirada fulminante de Brey—. Oye, Daisuke. ¿Cómo eran esos cinco señores raros que viste?

—Pues... Sé que eran ladrones porque vestían mal. Llevaban pantalones rotos, chaquetas como las de los moteros y… cadenas grandes colgando de los pantalones, aunque no llevaban una máscara en los ojos como los ladrones de la tele. Ah, y llevaban una cinta roja atada a un brazo.

—Dai, ¿no te lo estarás inventando? —se mosqueó Brey.

—¡No!

—Hm... —se inquietó Neuval, y Brey lo miró con sobresalto—. Sí, Brey. Me parece que ya sé quiénes son esas personas.

—¿Quiénes?

—No importa, es algo que tiene que ver sólo conmigo. Seguro que estaban aquí porque me han seguido. Ya lo solucionaré.

Neuval se dio la vuelta y se fue alejando.

—Espera, ¿qué vas a hacer? —preguntó el rubio.

—Voy a echar un vistazo por los alrededores, por si acaso —sonrió, volviéndose hacia él; Brey leyó al instante en sus ojos lo que pretendía hacer si los encontraba, y supo que charlar no—. No me acordaba de que había podido dejar varios cabos sueltos con lo que hizo mi majin. Tendré que atarlos antes de que me empiecen a molestar. Ah, mañana por la mañana te daré tu parte de los deberes de Alvion, ¿dónde vas a estar?

—Los de la facultad vamos a hacer una visita al Hospital Kyoko toda la mañana. Es para una asignatura, vamos a estudiar el funcionamiento de los aparatos médicos, que por cierto, son aparatos construidos por tu empresa. Así que, si vas a darme mi parte de la siguiente misión, estaré allí. ¿Nos encontramos en algún punto del hospital?

—¿En… en un... hosp... hosp...? —Neuval se puso un poco pálido, le costaba pronunciar esa palabra—. No, no. Ya te lo entregaré en otro momento y lugar.

—¿Por qué en otro lugar? —se extrañó Brey.

—Porque allí me cago de miedo.

—Hahh… —suspiró el rubio, recordando ese detalle y negando con la cabeza—. No me digas que te siguen dando pánico los hospitales. ¿En serio, poderoso Fuujin?

—Oye, tú nunca has estado debatiéndote entre la vida y la muerte durante seis días y seis noches en un hospital, con flashes y recuerdos fugaces de médicos metiéndome sus manos por dentro de las costillas e intentando dormirme con gas de anestesia en vano, porque obviamente ignoraban que soy inmune a los gases, y luego pasaron a inyectármela en vena con agujas así de gordas —le espetó molesto, poniendo los dedos como si cogiera un dado invisible.

—Has estado en carnicerías peores durante misiones terroristas en el extranjero —replicó Brey, impasible.

—Eso son vacaciones en el Caribe en comparación. Lo más irónico es que tú les tienes fobia a los espíritus y a los fantasmas, y en tu futuro trabajo vas a estar rodeado de ellos aunque no los veas, ¿no crees? —añadió, y después se marchó de allí.

Brey no contestó, sólo refunfuñó algo avergonzado, porque era verdad, tenía miedo a los fantasmas.

—No te preocupes, papá, él no lo entiende —le dijo Daisuke, palpándole la cabeza—. Yo te entiendo perfectamente, los fantasmas dan mucho, mucho miedo, y es normal que te asusten.

—A ti también te aterran.

—Sí, pero yo lo aguanto mejor que tú. ¿Por qué crees que me voy algunas noches a dormir a tu cama? No es porque yo esté superasustado, es porque tú estás superasustado y entonces yo voy a hacerte compañía para que duermas tranquilito.

—Claro que sí, Daisuke —puso los ojos en blanco, viendo que el propio Daisuke era el más fantasma de todos.

—Pero ya no hace tanta falta, porque Clover espanta a los fantasmas y ya no deja que entren en nuestra casa.

—Claro.

—¿Has visto lo bien que te cuidamos? ¿A que te sientes súper a salvo con Clover y conmigo?

Brey se lo quedó mirando. Daisuke inventaba muchas historias y a veces su tozudez le daba dolores de cabeza, pero no podía negar que debajo de toda esa fachada de niño gruñón y arrogante había un buen corazón.

—Más de lo que te imaginas, mocoso —murmuró Brey, sonriéndole. Pero luego volvió a adoptar su cara seria y dejó al niño de nuevo en el suelo—. Que sea la última vez que sales del edificio tú solo, ¿me has oído? —le reprimió—. ¿Tienes idea del problema que eso le puede causar a tu maestra? Confían en que vayáis al baño solos porque está en el mismo pasillo, pero si os pasa algo malo, ellos cargarán con toda la responsabilidad y la culpa y pueden perder su trabajo.

—Yo no quiero que mi maestra pierda su trabajo, me cae muy bien…

—Pues no le crees problemas. Piensa en cómo tus acciones podrían perjudicar a otros. Yo podría denunciarla ahora por ver que mi hijo se ha escapado de su vigilancia. A pesar de que ella depositó en ti la simple confianza de que solamente irías al baño. ¿Entiendes?

—¡No! ¡No hagas eso, no la denuncies!

—Pues toma parte de responsabilidad de tus propios actos, Daisuke. Dicen que no se le puede pedir responsabilidad a un niño de 5 años, pero eso es porque creen que los niños de tu edad son tontos y frágiles. Sé que tú no lo eres. ¿Entiendes las consecuencias de esto para la próxima vez?

—No me volveré a escapar. No quiero que culpen a mi maestra y la echen de su trabajo —lamentó el niño.

—Y no sólo eso. ¿Entiendes que salir afuera para perseguir a unos tipos con pinta peligrosa puede acabar en una desgracia para ti, para mí y para Clover si te hacen algo? Eso sólo lo hacen los niños con muy poca inteligencia.

—Mm… en verdad… no salí del edificio para ir a por esos tipos raros… —confesó, mirando tímido al suelo—. Es porque te vi salir del edificio de los niños mayores y quería saludarte y estar contigo.

Brey suspiró. Sabía que Daisuke estaba siendo sincero y que había salido del edificio por esa razón y no para acercarse a unos extraños. Había sido un impulso emocional, un acto inconsciente propio de los humanos de su edad. Desear de repente hacer una cosa y hacerla sin más, sin pensar en ello antes, era normal en los niños de 5 años, pero Brey sabía que no por eso no debía insistir en recordárselo, repetírselo, entrenarle, hasta que su mente se acostumbrara a pensar antes de actuar, igual que se ejercitaba un músculo con una repetición de ejercicios. No podía dejar que él con 7 años siguiera comportándose igual que con 5. En esos dos años intermedios, había habido una constante enseñanza llena de repeticiones. Y por su parte, una necesaria paciencia.

—Acostúmbrate a las normas de la escuela, Dai. Son para que estés a salvo. Yo también cumplo las normas de mi universidad, porque me protegen. Acabas de empezar prescolar y sé que es duro estar tantas horas fuera de casa y separado de mí. Pero tienes la mayor suerte del mundo, y es que tienes a tu hermana a tu lado, ¿verdad?

—¡Sí! —sonrió enseguida.

—La cual debe de estar muy preocupada al ver que tardas en regresar.

—¡Ahh! —Daisuke dio un respingo y se marchó corriendo de vuelta a su lugar, cruzando el hueco de la valla—. ¡Ya voy, Clover!

Después de asegurarse de que el niño volvía a meterse dentro de su edificio, Brey se marchó de vuelta a su facultad para seguir con sus clases.

Más allá, en la puerta de entrada del edificio del instituto, Denzel estaba apoyado en una esquina de la pared exterior, observando con aire natural y tranquilo al rubio abandonar el recinto, mientras por su lado pasaban Cleven, sus amigas y otros chicos de su clase al interior hablando sin parar.

Cuando todo el lugar quedó vacío y en calma, Denzel se despegó de la pared y caminó hacia los jardines del lateral del edificio, donde estaba la valla y al otro lado el edificio de la primaria. Se fue más al fondo para tener mejor vista de la parte trasera del edificio. En ese momento, todos los niños de prescolar estaban saliendo a uno de los jardines vallados de atrás lleno de columpios y juguetes y cajones de arena, acompañados por varios cuidadores, para pasar su hora de recreo.

Denzel estuvo observando atentamente a cada niño que salía… hasta que vio a esa niña de cabello negro y ondulado y ojos claros. Dio un respingo, pues era sin duda igualita que la niña que lo atacó anoche en su casa. Pero procuró no actuar precipitadamente. Se obligó a sí mismo a ser lógico. Esa era la hija de Raijin, una niña normal y corriente, y no la misma persona que allanó su casa. La estuvo observando largo rato, sin embargo, simplemente para intentar descubrir algo que no encajara o alguna pista o alguna razón por la que alguien, quienquiera que fuera, había elegido de algún modo adoptar el aspecto de esa niña, o bien, por qué él había visto ese aspecto, quizá como una alucinación o un truco visual.

—Un momento, aquí falta Daisuke —dijo una de las maestras tras hacer el recuento, en la puerta.

—¡Estoy aquí! —apareció el niño corriendo por el pasillo en el interior del edificio—. Es que el niño que había delante de mí usando el baño se tiró un pedo muy grande y entonces me fui a usar el otro baño del otro pasillo, seño. No quería morir ahogado en gas tóxico.

—Ay, Daisuke, tú y tus dramas —sonrió su maestra—. Venga, sal afuera, que voy a cerrar la puerta.

Daisuke se reunió enseguida con su hermana, que estaba jugando con unos muñecos junto a otros niños en un cajón de arena.

—Siento haber tardado en volver, Clover. Sé que estabas llorando de la preocupación por mí, pero aquí estoy sano y salvo.

—¡Hahaha! —se rio ella—. Dai, sé perfectamente dónde estabas.

Se pusieron a jugar juntos con normalidad, durante unos minutos. Después, por lo visto Daisuke se aburrió de los muñecos, y se fue a jugar a la pelota con otros niños y niñas en otra parte. Al parecer, alguien aprovechó esta ocasión para volver a acercarse a Clover. Denzel se llevó una sorpresa cuando reconoció a Jannik, llevando el mismo uniforme que los niños de primero de primaria, acercándose a Clover con las manos a la espalda. El pequeño albino saludó a la niña, y ella lo saludó de vuelta alegremente.

«¿Qué hace él aquí?» pensó Denzel. «¿Desde cuándo está yendo al colegio?». Al Taimu le extrañaba mucho esto, porque Jannik llevaba ya un año viviendo en Tokio desde que ingresó en la SRS de Pipi, pero no se había matriculado en la escuela hasta ahora, y Denzel tampoco entendía por qué lo había hecho. No esperaba que Jannik tuviera interés en estudiar en un colegio como si fuera un niño normal. No sólo sería el primer Knive en convertirse en “iris”, también en ir a la escuela.

Observó cómo Jannik sacaba las manos de detrás de su espalda, y sorprendía a Clover con un pequeño ramo de amapolas. Este gesto pareció gustar mucho a la niña, que las aceptó muy contenta. Jannik sonreía con aire vergonzoso y reservado, y tenía la cara más roja que las amapolas. Después de intercambiar algunas palabras más, Jannik se despidió de ella y volvió a reunirse con los otros niños de su edad.

Denzel estaba realmente extrañado por lo que acababa de ver. Claramente Jannik estaba completamente interesado en Clover y en ser su amigo. En los años anteriores a su conversión en “iris”, cuando vivía en el Monte Zou con su padre y era un niño humano, Denzel jamás lo había visto expresar tanta emoción y ser tan social y cálido con alguien. Tampoco había tenido apenas contacto con él en este último año que había estado viviendo en Tokio y trabajando como “iris” de la SRS, por lo que no lo conocía tan bien.

Tampoco es que le apeteciera. Se podría decir… que los Taimu no se llevaban muy bien con los Knive. Por muy sólidas razones. Y esta animadversión entre Knive y Taimu tenía siglos de edad. En el principio de los tiempos de la Asociación, hace cuatro siglos, los Knive cazaban y mataban “iris”. Y eso era muy compasivo, comparado con lo que habían llegado a hacerles a él y a Agatha. Denzel aún arrastraba algo de trauma del centenar de veces que había tenido que huir de los Knive desde que era pequeño, y de las cuatro ocasiones en que llegó a ser atrapado por ellos para “quitarle” cosas de su cuerpo para experimentos.

Sabía que ahora había una rama secundaria de los Knive y que habían demostrado en los últimos cien años ser verdaderamente aliados de la Asociación y estar totalmente en contra de la rama primaria. Y sabía que el monje Viggo Knive y su hijo Jannik eran fieles a la Asociación. Pero Denzel no podía desprenderse tan fácilmente de esas experiencias traumáticas con los Knive y de su prejuicio hacia ellos. Nunca se le quitó esa espina. Y por eso, ahora mismo no podía dejar de pensar en que le parecía demasiada coincidencia, que Jannik se hubiera matriculado este año a la escuela, y que se estuviera haciendo tan amiguito de Clover, justo cuando aparece una intrusa en su casa mientras dormía, con el mismo aspecto de Clover y con intenciones de “quitarle” algo suyo.

Por supuesto, sabía que la intrusa de anoche no era Clover. Obvio. Así que no podía ser otra cosa que una ilusión mental o truco visual. Algo que, casualmente, se les daba muy bien a los Knive.

Denzel no estaba nada contento con estas sospechas y era consciente de que debía pensar las cosas con calma y lógica. Así que, por ahora, decidió dejar el asunto a un lado y regresó a su trabajo.


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