2º LIBRO - Pasado y Presente
—Ah... —entendió Naminé, con cara anonadada—. O sea... que es cosa de un salto en el tiempo causado por la niña desconocida que atacó a padre ayer.
Link asintió, sentado frente a ella en la mesa del comedor del piso de Denzel. Le había estado explicando a su hermana todo lo sucedido con ellos. Tanto la espada de Link como el bolso de Naminé reposaban en otra silla junto a ellos. Owen estaba en el salón, en el sofá, leyendo con curiosidad una revista de coches y motos de carreras.
—Y… —continuó la mujer—. Eso significa que estamos muy lejos de casa.
Su hermano mayor volvió a asentir.
—Luego... Mis tres niños y mi marido están sin mí a dos siglos de distancia.
Otro asentimiento.
—¡No! ¡No puedo soportarlo! —saltó, agarrando a su hermano de la camiseta y lo zarandeó violentamente—. ¡Tengo que volver a casa! ¡Tengo que volver ahora mismo! ¿¡Qué harán mis niños sin su madre!?
—Calma, calma —sonrió Denzel, sujetándola, apareciendo tras ella.
—¡Y tú! —exclamó la mujer, volviéndose hacia él—. ¿De verdad eres tú? ¡Ayer seguías pareciendo un muchacho y ahora pareces más adulto! ¿Qué ha pasado contigo?
—Pues… que he crecido —se encogió de hombros—. Han pasado dos siglos, Nami. Sé que nunca me habéis visto cambiar de aspecto ni envejecer apenas nada durante el periodo de vuestras vidas, pero ya os dije que yo sí envejezco, y se nota más con el paso de los siglos que con el paso de los años. Mi edad aparente ahora es de unos 26 años, más o menos. Pero Nami, love, trata de calmarte.
—Quiero volver a casa, padre —repitió, abrazándolo y apoyándose en su pecho, sin poder tranquilizarse—. Este lugar me espanta. Hay muchas cosas que no conozco, dar un paso a izquierda o derecha es peligroso. Malhechores, máquinas, laberintos de calles, edificios que tocan el cielo... salen por todas partes.
—Lo sé, cariño, lo sé —palpó su cabeza para consolarla—. Es un gran contraste. El Tokio del siglo XXI no es tranquilo, que digamos.
—Amo a mi marido, padre, sabes que sí —le dijo Naminé con gran cara de pena—. Pero es un inútil…
—Lo sé… —masculló Denzel entre dientes.
—Tan inútil…
—Lo sé…
—Será un experto en finanzas y en jugar con los niños y contarles cuentos. Pero no sabe ni cocer arroz, ni remendar ropa ni tratar un resfriado. Tenemos tres hijos… El otro día nuestro pequeño se hizo una herida en la rodilla, y el que vino corriendo hacia mí llorando muerto de miedo fue mi marido, pensando que nuestro pequeño iba a morir por esa raspadura en la rodilla.
—Nami —la calló con un dedo en los labios—. Estate tranquila. Lo más probable es que tu madre y la esposa de Link se estén encargando de todo y de los niños ante vuestra ausencia. Y yo también estoy por allí.
—Si estamos en un “nudo latente”, ¿no estás adquiriendo nuevos recuerdos conforme tu “yo” pasado sigue su vida en mi época después de nuestra desaparición, ya que tu época y la mía comparten el mismo tiempo pero no el mismo espacio?
—Así es —suspiró Denzel—. Aunque no lo creas, por dentro estoy haciendo un enorme esfuerzo por mantener la coherencia, porque de vez en cuando me vienen nuevas memorias que no tenía antes. Y este mediodía me ha venido un recuerdo, un recuerdo de que el día después de mi 194 cumpleaños desperté de mi inconsciencia en el salón de casa, rodeado de tu madre y de la mujer de Link, muy preocupadas. Y creo que escuché los lloriqueos de tu marido en otra habitación junto a los sollozos también de mis nietos.
—Padre, ¿qué recuerdas que madre y mi mujer te dijeran al despertar? —le preguntó Link, intrigado.
—Nada que no sepamos ya. Recuerdo oír a tu mujer explicarme que me habían encontrado en mi estudio inconsciente ayer, que tú y tus hermanos fuisteis en mi ayuda, y que los ocho desaparecisteis de repente. Nadie sabe qué ha pasado y todos están preocupados. Ahora mismo me vienen recuerdos de estar pensando qué hacer al respecto o cómo investigarlo o a quién acudir para saber algo. Eso es lo que mi “yo” de vuestra época está haciendo ahora, mientras tu madre y tu mujer y el pequeño Daniel están poniendo orden y calma en el resto de la familia.
—Así que el padre de nuestra época está intentando decidir qué hacer para averiguar dónde estamos o resolver nuestra desaparición —dijo Owen—. Pero tú no puedes saber qué decidirá hacer, porque lo que sucede allí y lo que sucede aquí están compartiendo el mismo tiempo.
—Sí. Si mi “yo” pasado acaba tomando una decisión mañana, yo lo sabré, en forma de memoria, mañana también, y no antes. Lo más seguro es que elija ser prudente, y esperará un tiempo a que un Denzel de otra época, como yo, le dé alguna explicación. Pero yo por ahora no voy a hacer ningún viaje temporal, hasta que me cerciore de si es seguro o no hacerlo, ahora que sé que hay una supuesta taimu desconocida actuando contra mí.
—Así que… —lamentó Naminé—… no puedes llevarnos de vuelta por ahora.
—Lo siento —afirmó su padre—. Pero la única forma de desatar el “nudo latente” de manera segura y sin arriesgar la línea del Tiempo y poner el mundo en peligro, es resolver la anomalía, o sea, vosotros ocho, de manera completa y de una sola vez. Os tengo que llevar de regreso a todos a la vez y dejarlo todo como estaba antes.
Los tres taimuki guardaron un rato de silencio, con caras pesarosas e intranquilas, cada uno mirando a un rincón diferente de la casa. Denzel, de pie en medio de los tres con los brazos en jarra, también se quedó meditabundo un rato, hasta que encontró a Naminé terminando de dibujar una pequeña abeja en uno de sus pergaminos de su bolso con un pincel de tinta.
—Love, ¿qué haces? —preguntó Denzel, viendo el dibujo de tinta de la abejita desprenderse del papel y volar por el aire hacia la ventana abierta.
—Pues llamar a la abuela para que venga —contestó la mujer como si fuera obvio—. Debería estar aquí ella la primera de todas, ayudándonos a resolv-…
—¡No, no, no, no! —saltó Denzel de inmediato, espachurrando a la abeja de una palmada; sus manos quedaron manchadas de tinta unos segundos, hasta que esta se evaporó como humo negro—. ¡Ni de coña! No vamos a involucrar a esa anciana en esto.
Link y Owen, que también se habían sobresaltado ante esa reacción tan impetuosa de su padre, lo miraban con ojos abiertos de gran confusión.
—Pe… ¿¡Pero cómo no vamos a involucrar a la abuela en un accidente espaciotemporal causado por otra taimu!? —preguntó Owen.
—¡Puedo resolver esto yo mismo! —dijo Denzel.
—¡Pero si estamos estancados ahora mismo! —corroboró Link—. Padre, necesitamos a la abuela, ella sabe más que nadie…
—¡He dicho que no! ¡Basta! —gritó tan alterado y de forma tan repentina, que los tres taimuki se quedaron inmóviles—. ¡Agatha no se va a meter en esto! ¡Esto es un asunto relacionado conmigo y yo lo resolveré! ¡Y ni Agatha necesita enterarse, ni los dioses necesitan enterarse…! —hizo gestos tajantes con la mano, pero su voz comenzó a temblar un poco—. ¡Puedo arreglarlo sin su ayuda!
El salón se quedó en un súbito silencio helado. Los tres hermanos estaban mudos, desconcertados. Pero Link frunció el ceño, empezando a notar que había algo en todo este asunto que estaba afectando a su padre de manera especial, por algún motivo que claramente él quería guardarse. Había algo que le atemorizaba.
Denzel terminó calmándose, dándose cuenta de su reacción. Se frotó los párpados tras las gafas, cansado.
—Lo siento —se disculpó—. Por favor. Por ahora, dejad que yo me ocupe, y no hagáis nada sin consultarme antes. ¿Entendido?
—Sí, padre —respondieron ellos. Link se levantó de la silla del comedor y se acercó a él, posándole una mano en el hombro—. ¿Qué podemos hacer ahora?
—Necesitamos averiguar más cosas —contestó su padre, tranquilizándose completamente tras sentir ese gesto de Link—. Tal vez, ¿detalles que os llamaran la atención en el momento del ataque? Aparte de lo que ya me contasteis esta mañana, algo… —de repente se calló, al ver que su hija tenía una cara muy rara—. ¿Nami?
La mujer no respondió. Estaba absorta, observando las zapatillas deportivas con las que Link vestía, prestadas por Yako. Empezó a inclinarse lentamente sobre su silla, y a apuntar esas zapatillas con el dedo.
—Este calzado… —murmuró, abriendo los ojos con asombro—. Era como… Sí… Era parecido…
—¿Eh? —preguntó Link, mirándose sus zapatillas, confuso.
—¡Padre! —exclamó ella de repente—. Me acuerdo, estoy empezando a recordar… ¡Yo la vi, vi a la niña un día antes! Antes de que apareciera en casa. Tenía el mismo calzado raro…
—¿La viste antes del ataque? ¿¡Dónde!? —se sorprendió el taimu, y rápidamente los tres hombres la rodearon, con ojos ansiosos.
—Antes de ayer, la vi un día antes de tu cumpleaños —le explicó Naminé, tan nerviosa como ellos, agarrando a Denzel de los brazos—. Si ayer, en nuestra época, tu cumpleaños era el día icónico de la semana, yo vi a aquella muchacha el sexto día. Fue por la mañana, por un breve momento.
—¿Así que llevaba en nuestra ciudad al menos desde el sábado? ¿Con tanta anterioridad, para atacarme el domingo? —caviló Denzel para sí mismo, viéndolo muy raro.
—¿Qué? ¿Qué es “sábado” y “domingo”? No es eso lo que he dicho.
—Es el calendario gregoriano —dijo Owen con paciencia—. Hace 60 años que Gran Bretaña lo adoptó.
—Bueno, no vivimos en Gran Bretaña —le espetó su hermana.
—Disculpa, cariño —intervino Denzel—, son los nombres de los días de la semana que se utilizan actualmente. En vuestra época, China aún no ha cambiado al calendario gregoriano. Por favor, continúa.
—A ver —retomó Naminé—. Yo no diría que “estaba en nuestra ciudad con tanta anterioridad del ataque”. Lo que vi fue raro. Yo estaba en el mercadillo del oeste, ya sabéis, justo al lado de la Casa de Té donde trabajo. Aquella mañana teníamos una ceremonia importante, iba a venir a visitar la Casa el General Li Quo. Mientras mis compañeras hacían los preparativos del banquete, yo me fui a buscar a las damas de mantenimiento al mercadillo, donde me dijeron que estaban comprando los víveres. Entonces, la vi a lo lejos. Es como si apareciera de repente desde detrás de un árbol. Enseguida, parecía desubicada. Llevaba puesto un kimono de túnica larga, e iba encapuchada, pero estaba como mal ataviado, como si se lo hubiese puesto con prisa. Por abajo se le veía un calzado llamativo, un calzado de suela blanca y gruesa como el que lleva Link, con la parte superior de color negro y con motivos de un azul intenso, y con cordeles. Me llamó la atención la suela blanca, con ese aspecto tan flexible —señaló de nuevo las zapatillas de Link.
—Hm, calzado así es el más común que he visto por aquí. Así que definitivamente ella es de esta época —comentó Owen.
—¿Estaba desubicada? —se extrañó Denzel.
—Sí, y además pareció enfadarse —asintió Naminé—. Parecía muy alterada. Se acercó directamente a un vendedor, y muy groseramente lo agarró de su solapa y le preguntó qué día era. Cuando el vendedor, asustado, le respondió, la muchacha hizo un gesto brusco, soltó una palabra malsonante y la vi marcharse de vuelta al árbol de la calle junto al que la vi aparecer. Nada más pasar por detrás, ya no la vi. Fue como si se hubiera esfumando en un segundo.
Los otros tres estuvieron a punto de comentar la misma rareza que les vino a la cabeza tras escuchar aquello, pero decidieron quedarse callados. Link, Owen y Denzel cruzaron miradas. Las de Link y Owen eran de gran confusión por un dato que no les cuadraba. Si esa niña realmente era una taimu, dato que aún no se atrevían a dar por sentado al cien por cien, lo de equivocarse de fecha o sentirse desubicada era una torpeza más bien imposible en un taimu. Era como si le dijeran a uno que un delfín era torpe nadando o un halcón torpe volando. La mirada de Denzel, en cambio, era de preocupación, y también de intriga, porque él ya sabía a qué podía deberse esa equivocación de la niña.
—Ese día no la volví a ver. Me quedé muy desconcertada, lo tomé por un suceso extraño, pero enseguida me centré de nuevo en mi trabajo. Y la segunda vez que la vi, para mi sorpresa, claro, fue al día siguiente en tu sala de armas, justo antes de la comida familiar por tu cumpleaños. Pero ya no llevaba el kimono aquel mal puesto, vestía con ropas más ajustadas y negras. Supe que era la misma muchacha del día anterior porque llevaba el mismo calzado que tanto me llamó la atención. Y ya sabéis el resto. Vino el pequeño Daniel a avisarnos dando la voz de alarma —miró un momento a Link—. Fuimos todos hacia la caseta de tu estudio en el jardín y te vimos derrotado en el suelo y a esa niña a punto de rematarte, y luchamos contra ella. En ese momento no me lo explicaba, pero ella… se teletransportaba. Al principio, pensé que la niña era un miembro del Clan Himeh, una ninja, ya que tú tenías problemas con ellos desde hace tiempo, pero no.
—¿Pero no? —repitió Denzel, notando que lo decía muy segura—. Espera, ¿a qué te refieres con “en ese momento no me lo explicaba”? ¿Ahora sí te lo explicas?
—No me explicaba cómo podía tener tu mismo poder, hasta el momento en que Link se lanzó sobre ella y ella cayó al suelo, y el gorro que cubría su cabeza se movió y destapó sus ojos.
—¿¡Le viste los ojos!? —exclamó Denzel, esperando que por fin eso confirmase el resto de evidencias.
—Así es, ella los abrió tras el golpe y yo se los vi en una fracción de segundo. Eran iguales que los tuyos, padre, tus mismos ojos y que los de la abuela Agatha.
—Entonces queda confirmado —dijo Link—. Es una taimu.
Denzel suspiró y se dejó caer sobre una de las sillas del comedor. Por un lado, era un alivio poder tener al fin una evidencia irrefutable que confirmaba sin duda que esa niña era una taimu, pero, por otro lado, esto era motivo de mayor preocupación, no sólo para él y su familia, sino para el mundo entero.
—Estaba desubicada, un día antes del ataque… —caviló Denzel, murmurando para sí mismo—. Preguntó qué día era… Una taimu preguntando qué día es… desubicada en un lugar, y en el tiempo… se equivocó de día… Hmm… Teniendo en cuenta que un taimu es como el GPS y el reloj más perfecto del universo —les comentó a los otros—, me temo que sólo hay una razón que justifique tener fallos de eficacia o de precisión.
—¿Cuál? —se sorprendió Naminé.
—¿Qué narices es un GPS? —dijo Link.
—Es un dispositivo que, mediante la posición de satélites que orbitan el planeta —le explicó su hermano, muy emocionado—, puede reconocer e informarte de en qué coordenadas se ubica en todo el globo…
—Owen, ¿cuántas revistas y libros te has estado leyendo? —le frenó Denzel, molesto—. Te he dicho que pares.
—Cuando uno se encuentra en un lugar nuevo y extraño, lo primero que tiene que hacer es informarse y adaptarse para poder sobrevivir, padre. O eso es lo que siempre nos has dicho.
—Lo único que tenéis que saber para sobrevivir aquí, es qué es un coche, un semáforo, no tocar los enchufes de las paredes y no meter metales en el microondas. Déjate de satélites, Owen, me costará una eternidad borrarte la memoria cuando tenga que borrártela.
—Padre, ¿cuál es esa razón? —interrumpió Naminé—. ¿Qué hace que un taimu tenga fallos de cálculo o carencias en su poder?
Denzel tardó en responder. Tardó bastante rato. Y esto llamó la atención de los otros. Parecía querer contenerse.
—Hahh… —terminó suspirando, resignado—. No debería hablaros de ello. Pero… si queremos avanzar en todo este asunto, supongo que hay que poner todas las cartas sobre la mesa. —Hizo una pausa, en la que sus hijos no apartaban la vista de él, expectantes—. Mirad, cuando esté seguro de esa posibilidad, os lo explicaré con más detalle. Resumidamente, se llama el Pacto taimu. Pero es algo que Agatha y yo tenemos prohibido hacer desde que estamos en la Asociación. Ya sabéis… a los dioses no les gusta mucho la idea de que los humanos hagan pactos con demonios y esas cosas… —se encogió de hombros—. Y a los Zou también les asusta. Que yo lo entiendo, no digo que no esté de acuerdo, claro, pero… no sé, yo hice algunos pactos con humanos cuando era pequeño, y era divertido. Excepto cuando los sacerdotes y párrocos de las iglesias se enteraban y perseguían a mi amo humano temporal para acusarlo, y a mí para acuchillarme con crucifijo en mano…
—¿Pero nos vas a explicar en qué consiste o no? —se impacientó Naminé.
—No. No por ahora. Sólo cuando indaguemos más.
—Estupendo —bufó Link—. Pues el mundo corre un peligro potencial. Hay una pequeña demonio del Tiempo andando libre por ahí sin la vigilancia adecuada, como un tigre salvaje.
—Eh —protestó Denzel, captando ese tono.
—¿Qué? No te ofendas —protestó Link a su vez—. Todos aquí sabemos que los demonios del Tiempo en libertad sois un peligro. Sobre todo por ese detalle de que coméis humanos.
—Pe... ¡Que ya no comemos humanos! —se acabó ofendiendo Denzel—. Primero, era mi única forma de subsistir hasta que los Dioses del Yin establecieron un nuevo método de alimentarnos, transmitiéndonos su propia energía Yin durante nuestro cumpleaños. Segundo, siempre debían ser humanos malos, para absorberles su Yin. Y tercero, sabéis que sólo consistía en morderlos y absorberles tanto su Yin como su tiempo de vida, sólo eso.
—Una vez llegaste a comentar que no es sólo morderlos, sino que también teníais que comer literalmente parte de su cuerpo —le espetó Owen.
—Bueno, ¡sólo un poco! —intentó excusarse.
—Eres ese tipo de criatura que los padres usarían para contarles cuentos de miedo a los niños antes de dormir —corroboró Link.
—Y que saldría en nuestras pesadillas si no fueras nuestro padre —concluyó Naminé.
Denzel se los quedó mirando con una mueca molesta, sintiéndose atacado.
—¿Por qué no os calláis un rato?
—¡Hahah! Tranquilo, te estamos tomando el pelo —se rio Link—. Sabemos que la abuela Agatha y tú tuvisteis unos inicios un tanto oscuros y demoníacos, hasta que decidisteis cambiar y prestar servicio en la Asociación. Pero no podemos decir lo mismo de esa nueva joven taimu —dijo poniéndose serio—. Está claro que no está en el bando del bien. Seguro que vive con su naturaleza primaria y hace cosas malignas, como atacar nuestra casa e intentar matarte, y hacer ese tal Pacto, supuestamente prohibido. Lo que no entendemos es por qué fue a matar al Denzel de nuestra época, si ella es de esta época tuya… ¿por qué no ha ido a atacarte a ti? ¿Por qué al Denzel pasado?
Denzel escuchó esas preguntas, pero miraba hacia otra parte del salón, como queriendo ignorarlas. No comentó nada. Sin embargo, Link, a diferencia de sus hermanos, no interpretó su silencio como un “no tengo ni idea”, sino, más bien, como si su padre en realidad ya se hubiera figurado las respuestas, pero no quería comentarlas con ellos.
Lo que Denzel estaba pensando en este momento, es en la intrusa que la otra noche se coló en su casa e intentó quitarle su anillo mientras dormía, con el aspecto físico de Clover. Seguía sin encajar la posibilidad de que hubiese sido esa taimu desconocida, porque no había forma viable de que hubiera adoptado el aspecto de Clover, y su tamaño de niña pequeña, después de que sus hijos le hubieran descrito a la niña taimu como una muchacha claramente de 12 años como poco. Por mucho que se disfrazara, una niña de 12 años no podía reducir el tamaño de su cuerpo hasta el de una niña de 5. Por eso, para Denzel, lo único que seguía teniendo sentido sobre aquello, es que fue una ilusión visual hecha por un Knive, y en este punto estaba cada vez más convencido de que sólo podía haber sido Jannik.
Todavía no podía relacionar de manera lógica a la intrusa que intentó robarle el anillo la otra noche en su piso con el aspecto de Clover con la intrusa taimu que fue a atacar a su “yo” de hace dos siglos. Pero de lo que no le cabía duda era de que el poder los Knive podía hacer posible muchas cosas.
En ese silencio, Link observó cómo su padre se toqueteaba distraídamente el anillo dorado de su dedo, su alianza de boda. Su padre estaba callando demasiadas cosas, siendo él quien no paraba de insistir en averiguar todo lo posible y poner las cartas sobre la mesa. Aun así, Link decidió actuar como si no estuviera notando nada raro y no hacerle preguntas. Confiaba en su padre. O, al menos, quería confiar en él. Era un Denzel con 200 años de diferencia respecto al padre que él conocía, pero seguían siendo la misma persona, ¿no? ¿Cuánto podía cambiar una persona en dos siglos? Para Link era impensable dudar de él. Pero, por si acaso, no iba a bajar la guardia sobre el comportamiento de su padre, en qué medida iba a ser capaz de sobrellevar todo este asunto sin perder el norte.
—Taimuki —dijo Denzel después de unos minutos; se dirigió a una cómoda y sacó de un cajón tres pequeños móviles de prepago viejos pero que aún funcionaban, y le dio uno a Link, otro a Owen y el otro se lo quedó—. Separémonos. Link por una parte, Owen por otra y tú, Nami, conmigo.
—¿Qué pasa? —se extrañaron Owen y la mujer, mientras a Link se le caía la baba con el aparatito.
—Vamos a buscar a vuestros otros cinco hermanos. Cuanto antes.
—Sin duda —Naminé se levantó de la silla de un brinco—. Me preocupa la pobre An Ju, está de seis meses. Espero que esté con Chris, que es más fuerte físicamente.
—Y Robin es muy pequeño todavía para andar solo por aquí —añadió Denzel—. Por eso hemos de darnos prisa.
—Oye, ¿y nadie se preocupa por James y Lu Kai? —preguntó Link.
—Estando esos dos sueltos por ahí, me preocupa más el resto de la gente —dijo Denzel.
* * * *
A las cuatro de la tarde, a pesar de que ya habían acabado las clases hace mucho rato, Cleven estaba pasando un rato agradable con Kyo, Nakuru, Raven y Álex, sentados los cinco en la hierba de una zona arbolada y charlando. Faltaba Drasik. Él, al salir de las clases, se había desviado diciendo que iba un momento al baño, pero no había vuelto a dar señales en todo ese rato.
—Se habrá encontrado con Sakura —opinó Cleven, cuando Kyo comentó esto un tanto extrañado—. Esa petarda tan creída… Pero que, sin embargo, me cae de maravilla, porque se lleva arrastrando a Drasik con ella siempre que puede. Ahora el idiota no me da tanto la lata como antes, con ella de por medio.
—Pobre Drasik —se rio Álex—. No seas cruel, si estaba coladito por ti no es su culpa. Cuando una chica guapa te entra por los ojos... caes en la perdición —se rio, agarrándose al brazo de Nakuru, la cual se sonrojó y miró al suelo vergonzosa—. Además, no es tan malo. Las pocas veces que he estado cerca de él, Drasik me mata de la risa. Cuando él y tú os chincháis el uno al otro, es superdivertido.
—Pse… Ese chalado se cuela por todas las chicas cada día. Todos son iguales —masculló Cleven, pero en ese momento se cruzó con la mirada de Kyo—. Bueno, no todos. Mira Kyo —le dijo a Álex—. Tan educado, tranquilo y sensato...
—Me halagas —sonrió el chico.
—Puf, te falta por conocerlo —intervino Nakuru, socarrona—. No creas que Kyo es así todo el tiempo.
—¿En serio? ¿Kyo puede tener mal carácter?
—Ya te digo, ha heredado el carácter de su abuelo cuando se enfada —apuntó Nakuru.
—Ah, el viejo que trabaja con mi padre, ¿no? El vicepresidente de su empresa.
—Sí, bueno… —titubeó Kyo, nervioso, pensando que no era buena idea hablar mucho de estas relaciones familiares. Además, también le parecía algo injusto para Cleven, aunque ella no lo supiera, estar hablado del viejo Lao como el “abuelo de Kyo” cuando también era el abuelo de Cleven.
—¿Qué, el viejo Lao da mucho miedo? —se sorprendió Cleven—. He tratado muy poco con él, apenas intercambiamos algún saludo y algunas palabras en la cena de empresa que mi padre celebra cada Navidad en Hoteitsuba, y siempre me ha parecido un señor de lo más divertido y simpático. ¿Él no es así, Kyo? Creo que yo le caigo muy bien.
—¡Oh! Mira, Cleven —brincó Álex de repente, sacando de su mochila un teléfono móvil nuevecito—. Me acabo de comprar un Hotei. Este móvil lo fabrica tu padre, ¿no? Y tu abuelo también, ¿no, Kyo? ¡Alucino con lo bueno que es para el precio que tenía! Y me voy a comprar un ordenador nuevo también de Hotei, ya lo tengo elegido. No puedo creer que tenga toda esa memoria y esa RAM y ese procesador por un precio tan asequible.
—Que no te sorprenda —sonrió Kyo—. Hoteitsuba es la única empresa tecnológica que se preocupa más por darle a la gente lo mejor que por enriquecerse. Sobre todo porque es la única que sabe hacer las cosas con el más bajo coste de producción, ya que la propia maquinaria que tienen para fabricar las piezas y los dispositivos es la más rápida y eficaz. Mi abuelo dice que esa es la ley con la que Neuval Vernoux rige la empresa.
—¿En serio? —Álex miró a Cleven con ojos de gran admiración—. Tu padre debe de ser una maravilla de persona, Cleven. Y alguien superinteresante.
—Bueno… —titubeó Cleven, dándose cuenta de que no lo había visto desde ese punto de vista o del punto de vista de otra persona—. Supongo que hace muy bien su trabajo y se preocupa por las personas. Pero también es muy plasta.
—Sí, ya —rio Álex—. Seguro que no es más plasta que mi padre.
—Te lo aseguro, mi padre es superplasta —insistió Cleven con vehemencia—. No me dejaba hacer nada y estaba siempre controlándome.
—¡Anda ya! —saltó Álex—. ¡Pues igual que el mío! Acabo de mudarme aquí desde España para vivir con él, por primera vez desde mi infancia, y ya desde el primer día era “¿qué haces, qué comes, adónde vas, con quién vas, a qué hora vuelves…?”
—¡Pues imagínate al mío haciéndome eso mismo durante años! —refunfuñó Cleven.
Kyo y Nakuru se miraron de reojo. No sabían si reírse o decir algo al respecto. Les resultaba gracioso que Álex y Cleven estuvieran despotricando de sus respetivos padres, sin saber que ambos eran mejores amigos desde la infancia, casi como hermanos, y dos de los mejores Líderes de la Asociación.
—Pero tu padre, al menos, te ha dejado quedarte a vivir con tu tío y te está dando más espacio, ¿no? —le preguntó Álex—. Eso es una muestra de que ahora confía más en ti.
—Ya… bueno… —balbució Cleven, sonriendo un poco y encogiéndose de hombros—. Eso es verdad. La verdad es que noto a mi padre mejor que antes, es decir, con mejor humor y más cercano… y eso me gusta.
Nakuru y Kyo sonrieron para sus adentros, pensando ambos lo mucho que a Neuval le gustaría oír eso. En un momento de silencio, se hizo más evidente el silencio de Raven. La gal llevaba ya mucho rato sin abrir la boca y distraída de la conversación de los otros, y eso era muy inusual en ella.
—¡Bu! —la asustó Nakuru.
—¡Ah! —saltó Raven—. Jo, Nak, que estas cosas estropean el cutis.
—Llevas toda la tarde en las nubes —le dijo Nakuru.
—Ya, bueno... Es que pienso en cosas, y se me va la cabeza —sonrió inocentemente.
Álex, Kyo, Cleven y Nakuru cruzaron miradas cómplices. A Raven se le veía un poco el plumero. Sabían que estaba pensando en Sam. Ella nunca había ido a la cafetería hasta ayer, y como Sam llegó algo tarde a su turno, nada más fue verlo y a Raven le entró en los ojos como un caramelo.
De pronto sonó el móvil de Cleven.
—Ah, es mi tío —dijo, descolgando—. ¿Sí? ¿Ajá? Mm… Sí, sin problema, cuenta conmigo —y colgó, mirando a los demás y poniéndose en pie—. Tengo que irme, Raijin necesita que me haga cargo un rato de los mellizos mientras él va a hacer un trámite a la universidad.
—Vaya, veo que ya sois como uña y carne —sonrió Nakuru.
—Desde luego, es la primera vez en cinco años que veo a Raijin confiando en alguien que no es Yako ni Agatha para hacerse cargo de los niños —dijo Kyo, con ojos perplejos. «Y eso que mi hermana es quien más le ofrece su ayuda, pero el terco de Raijin siempre la rechaza» pensó para sus adentros, «Ya podría Raijin ser un poco más amable con mi hermana, que a veces parece que le tiene miedo o algo. Siempre se pone nervioso cuando ella es amable con él».
—Ah, ¿sí? —se sorprendió Cleven, sonrojándose con vergüenza al sentirse tan importante y especial para su tío, pero recobró la compostura—. ¡Bueno! Después de estar con los niños, ¡me iré un rato a la cafetería! —exclamó Cleven de repente—. ¿Quién se apunta?
—Yo… no sé… —titubeó Raven—. Quizá… tal vez…
—Álex y yo ya hemos quedado para luego, después de su entrenamiento de kickboxing —contestó Nakuru—. Al cual tienes que ir ahora, lobita —le dijo a su novia, mirando el reloj.
—Yo tenía plan de ir con Drasik ahora —dijo Kyo—. Lo voy a esperar un rato más, si se decide a dar señales de vida dondequiera que esté.
—Vale. Pues Raven, te doy un toque cuando vaya, por si te decides a venir. Kyo, nos vemos luego allí en la cafe. Álex, ¿también vas a la parada de bus?
—Sí, me voy contigo. Adiós, roquita —dijo esta, despidiéndose de Nakuru con un beso.
—Oye, ¿qué tal es eso del kickboxing? —le preguntó Cleven a Álex con curiosidad mientras ambas se marchaban de allí.
Kyo, Nakuru y Raven se quedaron ahí solos en los jardines del instituto. Nakuru fue a decirle a la californiana que se dejara de tonterías y timideces y se fuese luego a la cafetería con Cleven, pensando que Raven no se atrevía porque sentía un flechazo por Sam y le daba vergüenza. Sin embargo, sonó el móvil de Kyo, rompiendo el silencio, y el chico leyó un mensaje de su abuelo: “Estoy en la esquina de la calle, junto al muro del instituto. Reúnete conmigo”.
—Oh… —se extrañó el chico, y se levantó de la hierba—. Disculpadme, chicas, tengo que salir un momento.
Ellas asintieron, y Kyo cruzó el patio y la verja hacia la calle. No tardó en encontrar al viejo Lao ahí en la esquina, con su traje de trabajo y un grueso y elegante abrigo de tela encima.
—¿Qué hay, abuelo? ¿Qué pasa?
—Kyo, quiero que vayas ahora a la cafetería a hacer un recado, antes de nuestra reunión familiar en el cementerio.
—Oh… Bueno, es que estaba esperando a Drasik…
—Es importante. Este mediodía, Brey ya me informó de todo lo que sabe sobre este nuevo asunto insólito que acaba de ocurrir con los hijos de Denzel y su salto en el tiempo y todo lo que Denzel os explicó esta mañana, para que estemos toda la KRS al tanto.
—Sí, pero Denzel nos ha dicho que no quiere que nos involucremos.
—No quiere que lo ayudemos a investigar y averiguar por qué ha pasado, cómo y quién está detrás, pero sí nos ha pedido ayuda, al menos, en estar atentos por si hallamos a otro de sus hijos perdidos o sospechamos de alguien que pueda serlo y avisarle. Esta mañana tu tío Neu se metió en uno de sus líos, pero tranquilo, ya lo ha arreglado, y en medio del lío, encontró a una hija de Denzel. Él apareció justo después en compañía de otros dos de sus hijos, los que Brey ya me mencionó.
—¡Ah! ¿Entonces Denzel ya está con tres de ellos? —se alegró Kyo—. Falta encontrar a cinco, entonces.
—Le he contado todo a Pipi, para que su SRS se sume a la ayuda sobre este tema. Hoy Neuval ha tenido un día de locos, así que he estado yo discutiendo con Pipi sobre este asunto, y ambos estamos de acuerdo en que debe llegar a oídos de Alvion.
—Pero Denzel tampoco quiere que Alvion se involucre…
—Lo sé. Por eso, solamente se trata de informarle, para que esté al tanto. Por mucho que Denzel quiera resolver esto él solo, nosotros como iris debemos velar siempre por las opciones más seguras y óptimas para todos, y vemos necesario que, por ahora, al menos un grupo de personas estén enteradas del suceso. Si la cosa se torciera y Denzel necesitara una ayuda inmediata, tendrá por lo menos a dos RS y a Alvion preparados para actuar.
—Entiendo.
—No obstante, Pipi me ha advertido de algo. Me ha pedido que no hablemos más de este tema por teléfono ni por mensajes. Por eso he venido en persona a hablarte de esto.
—¿Por qué Pipi dice eso?
—No ha querido explicármelo, todavía. Solamente me ha dicho que no se fía de que otras RS puedan espiar nuestras llamadas y mensajes usando el poder de sus iris Hosha, que son los únicos en el mundo capaces de interceptar llamadas y mensajes sin importar cuántos mecanismos de seguridad y cifrados les pongamos.
—¿Pipi desconfía de otras RS hasta ese punto? Pero esto es un asunto importante, en el que cualquier iris reconocería su deber de ayudar. Esto ya no es robarle el pergamino a otra RS por simple competencia.
—Kyosuke. Pipi es el Líder de la SRS de Hideki por una razón. Lo conozco desde que era un mocoso de 12 años, y tiene el instinto más afilado que conozco. Por eso, si él dice que no se fía, mejor hacerle caso. Por lo tanto —suspiró el viejo, retomando el punto importante—, alguien tiene que ir a informar a Alvion, en persona, de todo lo que sabemos hasta ahora de la situación de Denzel y sus hijos. Y ese alguien va a ser Yako.
—Abuelo… —puso una mueca incómoda—. A Yako le va a dar un infarto de disgusto si le decimos eso.
—Bueno. Yako quiere ser un iris igual al resto y servir en nuestra KRS como hacemos los demás, pues tendrá que acatar órdenes como todos los demás. Tú que puedes ir a la cafetería ahora mismo, le informarás de esto y le darás esta orden de mi parte. Debe ir cuanto antes.
—¿Por qué Yako y no otro? —quiso saber.
—Porque Yako pasó la noche entera con el mayor de los hijos de Denzel, porque está bien enterado de todo y porque es el único que puede darle esta información tan confidencial a Alvion en la mitad de tiempo que cualquier otra persona y con total seguridad —le respondió sin más, pero Kyo frunció el ceño, sin entender eso último—. Un iris normal tendría que recorrer más camino, pasar por más barreras y respetar más turnos de espera y burocracia hasta verse con Alvion —le aclaró—. Yako sabe saltarse todo eso.
—Ya veo. Hmm… —resopló el chico con desánimo—. Está bien. Me marcho, entonces, a darle la mala noticia… —se fue caminando calle arriba, alicaído.
—Exagerados —bufó Lao, negando con la cabeza—. Dile a Yako que no llore tanto. ¡Y no llegues tarde hoy al cementerio! —le dijo antes de perderlo de vista, y se fue por otro camino.
Ya sólo quedaban Nakuru y Raven en los jardines junto al edificio del instituto, y se quedaron conversando, aunque la estadounidense seguía con esa rara actitud distraída. Nakuru la había visto colarse por otros chicos antes y volverse así de desubicada, flotando entre las nubes, pero esto era más fuerte que otras veces. De hecho, Nakuru, mientras la observaba con su mente analítica de iris, le pareció, por un instante, que más que estar en la nubes pensando en un chico, Raven estaba muy preocupada por algo. Por supuesto, fue a preguntarle sobre ello, pero de pronto un portazo las sobresaltó a ambas.
Acababa de salir del edificio Sam, y a juzgar por el golpe que dio al cerrar la puerta y por las zancadas apresuradas que daba al andar, parecía muy alterado.
—¡Hey, Sam! —lo llamó Nakuru cuando pasó cerca de ellas por el camino baldosado del patio, bastante perpleja de verlo con esa actitud, porque no era nada normal en él.
Raven dio un respingo de apuro cuando su amiga lo llamó, y miró para los lados, nerviosa, sin saber cómo reaccionar. Sam, al oír a su compañera, se acercó hasta ellas también a zancadas, colocándose la mochila bien sobre el hombro.
—Qué —espetó el chico, con una mirada tan severa como su tono.
—Oh… —se estremeció Nakuru—. Nada, disculpa… sólo quería preguntarte si estabas bien.
—Hah… —suspiró Sam, cerrando los ojos, intentando mostrarse más calmado—. Perdona. No es nada, no te preocupes. Tengo…
Sam se calló y se dio un pequeño susto, pues Raven de repente se había puesto en pie de un salto, y en su cara destacaban esos ojos negros abiertos como platos, clavados y estáticos sobre él. La chica sostenía entre sus manos el asa de su mochila rosa, y la retorcía, tímida, inquieta, ansiosa… Era como si deseara decirle algo, o coger algo de su mochila y dárselo, pero no se decidía…
—¿Y a esta qué le pasa? —preguntó Sam, ya extrañado, porque ya vio a Raven comportándose como una chalada ayer también en la cafetería—. ¿Te puedo ayudar en algo?
—Mmme parece que Rav solamente necesita un tiempo para poner en orden sus pensamientos —intervino Nakuru enseguida, en ayuda de su amiga, levantándose junto a ella—. Está un poco estresada últimamente, ya sabes, vienen los exámenes…
—Ya, bueno… Me tengo que ir al curro —dijo Sam sin más, dando media vuelta, y se marchó.
—Fuff… —resopló Nakuru con alivio—. De verdad, Raven, qué complicado te lo pones —le sonrió—. No tengas tanto miedo de hablarle, Sam no muerde ni nada…
La Suna dejó de hablar, porque se dio cuenta de que Raven tenía una expresión de miedo en el rostro, pero no de un miedo inofensivo y natural por timidez amorosa, sino un miedo real.
—¡Rav! —exclamó Nakuru, preocupada y sorprendida—. Pero… ¿estás bien? ¿Qué te pasa?
—Nak, lo siento… —contestó ella, poniéndose la mochila y recogiendo su abrigo del suelo—. Me… ¡Me había olvidado de que tenía una cita con el dentista, tengo que irme, no pasa nada, chao!
La Suna se quedó contrariada, mientras veía a Raven irse corriendo por otra dirección por la calle. «¿Qué le pasa a esta chica?» se preguntaba, poniendo los brazos en jarra. «En fin. Me he quedado sola… Supongo que no me queda más remedio que matar el tiempo hasta que quede con Álex. Quizá me ponga a patrullar por el distrito a ver si algún humano necesita ayuda. La verdad es que tengo ganas de patearle el trasero a algún delincuente…».
Nakuru recogió sus cosas del suelo. Por eso, al darse la vuelta, nada más volver a levantar la vista, se llevó otra sorpresa, porque encontró a Drasik caminando por los jardines laterales del recinto. Venía por un camino que conducía al edificio polideportivo que se ubicaba detrás del edificio principal del instituto, e iba solamente vestido con los pantalones marrones del uniforme. Tenía el pelo mojado, y su tronco desnudo también, sin afectarle en absoluto el hecho de que ahora mismo hacía 5 grados centígrados. Llevaba colgando de un brazo la camisa y el jersey del uniforme y su mochila de libros, y estaba ocupado tratando de colocar bien la camisa con las manos para ponérsela.
—¡Dras! —exclamó Nakuru, contrariada.
El chico, oyéndola a unos treinta metros, se paró en seco y la miró como con susto. No se esperaba encontrarse con nadie por esa zona arbolada a esas horas. Rápidamente, puso su mejor sonrisa, mientras se ponía la camisa a toda prisa, y procuró sujetar el jersey de manera que tapase bien su antebrazo derecho. Se acercó a su compañera con naturalidad.
—Hey, hola.
—¿“Hey, hola”? —protestó Nakuru, haciendo un gesto de reproche—. ¿Has estado en el instituto todo este rato? ¿Has estado en la piscina cubierta hasta ahora? No nos has dicho nada, creíamos que te habías marchado.
—Ya… es que… —se rascó la cabeza con la mano izquierda, sonriendo inocente—. Lo siento, ha sido una pequeña emergencia.
—Oh… —comprendió Nakuru perfectamente a qué se refería—. La verdad es que te había notado bastante agobiado después de las clases… ¿Te has ido a la piscina a meditar? ¿Has estado bajo el agua una hora entera?
—Sí, pero tranquila. Ya sabes… Sólo ha sido un episodio de agobio, nada más, ya sabes que a veces me dan, sobre todo cuando vienen exámenes y esas cosas…
Nakuru no dijo nada. No podía hacer otra cosa que observar a Drasik, mirarlo a los ojos y percibir con claridad que no estaba siendo del todo sincero con ella. Nakuru tenía la esperanza de que el regreso de Neuval a la KRS y el regreso de la KRS a la acción con una nueva misión antiterrorista serían motivo suficiente para animar a Drasik. Sin embargo, llevaba semana y media con estos incesantes cambios de ánimo.
Nakuru no quería creer que Drasik siguiera dándole vueltas al asunto de Cleven, al hecho de descubrir que era la hija de Fuujin y de no conseguir todavía recordar nada de ella del pasado, cuando los demás sí tenían recuerdos de ella del pasado. Nakuru temía que Drasik pudiera estar dándose cuenta de que su memoria sufrió un borrado muy diferente al de los demás. Pero él no debía conocer el motivo bajo ningún concepto, Neuval no quería, y por una razón de peso.
No obstante, Drasik ya había tenido etapas de cambio de humor otras veces antes, debido a su pequeño majin, síntoma normal de un majin de grado I, y se le acaba pasando solo. Por eso, Nakuru se aferró a la creencia de que esta vez era otra etapa pasajera y que Drasik no estaba así por ningún motivo en especial. Quería confiar en que él sería sincero con ella.
La Suna se tranquilizó y le sonrió a su compañero de vuelta. Aunque miró de reojo su brazo derecho. Drasik sujetaba su jersey en el antebrazo, y Nakuru vio que más que tener el puño simplemente cerrado, lo estaba apretando con fuerza, en tensión.
—Sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa, ¿verdad? —le dijo ella—. Y con Kyo. Ya sabemos que eso de tener un majin I es un fastidio a veces, y no te queremos dar la brasa para nada. Solamente que sepas que estamos ahí.
Drasik se quedó callado unos segundos, serio, mirándola fijamente.
—Claro que lo sé —sonrió de repente—. Tranqui, Nak, ya estoy mucho mejor. Sólo necesitaba eso, sumergirme en el agua un rato a solas y reubicarme.
—Creía que en este tipo de situaciones preferías ir al mar.
—Ah, sí… Bueno… Es que como ahora la piscina cubierta está cerrada y no podía entrar absolutamente nadie, he aprovechado la ocasión. La piscina, cuando no hay nadie, es un agua muy agradable donde meditar, y está mucho más cerca que el mar, así que… —se encogió de hombros.
—Ya… —sonrió Nakuru—. Creo que Kyo se ha ido a la cafetería. Te estaba esperando para ir contigo, pero… si lo prefieres, yo me voy ahora a patrullar un rato la ciudad. Si tenemos suerte, podemos encontrar a algún ladrón atracando alguna tienda y darle un buen escarmiento —se pegó con el puño en la palma de la mano—. ¿Qué me dices?
—Hah… —se rio—. Me encantaría hacer un poco de patrulla, la verdad… pero… —miró distraído hacia otro lado—… tengo muchos deberes que acabar en casa. Este año quiero intentar ir mejor con los estudios y eso… Quizá me pase por la cafetería luego, no sé, depende de si termino los deberes a tiempo.
—Entiendo. Pues dale duro, Drasik —lo animó.
—No sé, Nak… En realidad, sigo un poquito depre. ¿Sabes lo que me haría sentir mejor? —la miró con pena.
—¿¡El qué, dime!? —brincó.
—Un abrazo y un besito con lengua —extendió los brazos y se acercó a ella poniendo morritos de pez, pero Nakuru le pegó en la tripa—. ¡Pugh!
—No empieces, pervertido —le dijo ella con enfado—. Qué payaso eres, Dras —dio media vuelta y se fue marchando a zancadas.
—¡Un besito y un abrazo de “hermana”! —se defendió él.
—¡Ya, claro, besito con lengua de hermana de la caridad!
—¡Vale, pues sin lengua! —insistió el chico.
Nakuru le hizo un corte de manga sin girarse siquiera y salió a la calle. Drasik sonrió. Al menos así Nakuru había dejado de preocuparse. Pero luego se le fue borrando la sonrisa, recuperando él mismo una expresión agotada y preocupada, mientras se miraba el antebrazo derecho, el cual seguía llevando cubierto por una venda, porque es donde tenía el tatuaje iris.
Casos como el suyo, los había, pero muy pocos. Fuujin lo había padecido, Izan lo había padecido, y algunos otros iris… El tatuaje que tenían los iris, al ser un Código Sensorial, tenía su forma de funcionar. Su principal cometido era ser un medio de comunicación sensorial entre los iris de una misma RS; si uno de los miembros sufría heridas de gravedad, los demás recibían una señal inmediata en sus tatuajes para que fueran a buscarlo y socorrerlo enseguida. También, podía emitir pequeños impulsos, para transmitir una simple llamada, como hizo Neuval para reunirse con la KRS en la Torre de Tokio, o el Líder de la MRS para llamar a sus otros compañeros cuando creyó que Kyo le había dado el pergamino real.
Por otro lado, había otro tipo de reacción, que más bien era un efecto secundario imprevisto y que solamente habían mostrado esos otros pocos iris. El tatuaje iris encerraba en su centro el kanji del elemento de su dueño, pero era además el centro sensorial conectado con el iris de su dueño. Y raramente sucedía que, cuando un majin estaba aumentando de grados de una forma preocupantemente errática y veloz, y no uniforme y gradual como era lo común, el kanji en el centro del tatuaje comenzaba a sangrar un poco.
Drasik ya llevaba semana y media vendándose el antebrazo para esconder este sangrado. Y no hacía más que repetirse a sí mismo una y otra vez que sólo era un síntoma pasajero, un simple desajuste energético de su iris que se iría con la meditación adecuada. Teniendo en cuenta que los iris, más que dominar un elemento, sentían y se comportaban como él, era algo habitual que en momentos de malestar o estrés se fuesen a hacer los ejercicios de meditación aprendidos en el Monte Zou en lugares donde predominase su elemento. Nakuru lo hacía sentándose en la arena de las costas o en yacimientos de rocas; Neuval flotaba por lo cielos más altos; Lao se iba a lugares muy soleados o calurosos…
Drasik se sumergía en las aguas. Y Nakuru tenía razón, él solía preferir el mar. Pero es que en el momento de salir de las clases, no era un simple agobio lo que sentía, sino una inminente explosión de algo insano, y la piscina estaba mucho más cerca. No le habría dado tiempo a llegar al mar.
Drasik quería convencerse a sí mismo de que no era nada, pero por dentro estaba cada vez más asustado.
* * * *
—Padre, estoy agotada —jadeó Naminé, apoyándose en un árbol en mitad de una calle bulliciosa.
Denzel se detuvo y se volvió hacia ella. Frunció los labios, meditabundo, y echó un último vistazo a los alrededores. Después se acercó a ella y la rodeó con un brazo. Anduvieron hasta un callejón solitario y, en un parpadeo, desaparecieron. Un segundo después, reaparecieron en el piso de Denzel, en el salón. Naminé se sentó en el sofá, abatida.
—Lo siento. Normalmente tengo energía para encargarme de cualquier cosa. No sé qué me pasa…
—Yo sí. Llevas un día entero acumulando tensión y no has dormido ni un minuto después de un viaje de doscientos años. Ni siquiera lo haces en tu época, no paras de trabajar y de cuidar a tu familia todo el tiempo. Y, lo más importante, antes apenas has probado mi pescado rebozado. Mi pescado rebozado, Nami —reiteró con énfasis.
—Lo sé, es increíble, adoro tu pescado rebozado al estilo inglés y no he sido capaz de tomar ni tres trozos —suspiró largamente, cerrando los ojos—. No paro de pensar en mis hermanos y en mis hijos y... Maldita sea, ¿cómo pueden esos dos aguantar...?
—Owen y Link han llegado a dormir bien la noche anterior y a comer adecuadamente. Y no tienen tantas preocupaciones en vuestra época como tú. Lo estás pasando peor que ellos, así que escúchame bien —se puso severo, colocándose delante de ella con un dedo levantado—. Vas a comer lo que este mediodía no pudiste, está en la nevera y ya te he enseñado a usar el microondas. Y después vas a dormir. Usa la habitación de invitados, es cómoda. ¿Has entendido?
—No me hables como si fuera una niña, tengo 31 años —dijo molesta.
—Oooh, 31 añitos… —dijo con un tono tierno, pero Naminé lo miró más molesta, sabiendo que lo decía como burla—. Vale, perdona. Pero hazme caso —se puso de cuclillas frente a ella, cogiendo sus manos—. Yo seguiré buscando a tus hermanos. Los vamos a encontrar, o ellos a nosotros, tarde o temprano. Sois listos.
—Yo también quiero buscarlos. An Ju es muy tímida, debe de estar tan asustada… y está encinta, y… —insistió, pero Denzel le selló los labios con el dedo.
—Ya me encargo yo, con Link y con Owen. Te avisaremos enseguida si encontramos a alguno de tus hermanos. No sufras por An Ju. Es tímida, pero…
—La mejor usando el Poder de los Sellos, después de Robin —asintió Naminé.
—Tengo las tres hijas más invencibles del mundo —sonrió Denzel—. Christine pega puñetazos como una almaati. Incluso con 80 años los seguía dando bien fuertes, ¿sabes?
—Hahah… —se rio Naminé, imaginándolo—. ¿Cómo les irá a Link y Owen?
—Hace poco recibí un mensaje de cada uno en el teléfono —contestó, sacando el aparato del bolsillo, y Naminé lo miró con curiosidad—. Link no anda muy lejos de aquí, le va bien, y ya le he dicho que no vuelva a romper nada. Y Owen está un poco lejos, pero ya lo conoces, se ha aprendido ya la mayoría de las calles, así que perderse no creo que se pierda. Siguen buscando.
—¿Estás seguro de que no puedes usar tu Técnica de Localización?
—No, love. Está diseñada para videntes. Yo no puedo usarla, ni siquiera con estas gafas especiales.
—Pues déjanos reaprenderla. ¿Tienes alguno de sus pergaminos por aquí o todos están en manos de iris Líderes?
—Pipi es el único iris de esta ciudad que tiene un pergamino de la Técnica de Localización. El resto está en manos de otros Líderes en otras regiones y países. Sin embargo…
—Link, Owen y yo sí podemos efectuar la Técnica de Localización —insistió ella—. Sé que los dioses prohibieron que nosotros usáramos tus Técnicas espaciotemporales, pero no tienen por qué enterarse, y lo haríamos rápido y discreto…
—Sería la primera cosa que hubiese hecho desde el principio, si no fuera porque no serviría de nada. La Técnica de Localización no detecta a personas o cosas que pertenecen a otro tiempo.
—Oh…
La mujer asintió en silencio, comprendiendo. Pero se la veía todavía inquieta, por lo que Denzel posó una mano en su mejilla.
—Haz lo que te he dicho. Descanso y alimento. Repón energías, así nos ayudarás mejor. Sé lógica, sé eficaz. ¿Vas a ser buena?
—¿Me lo pregunta un demonio? —se rio.
Denzel también se rio y besó el dorso de su mano.
—Ya sabes, tienes comida, tele, música, váter, y ni se te ocurra meter los dedos en esos agujeros de las paredes, dan calambre —le recordó—. Y si llama alguien por teléfono —le señaló el aparato en la mesilla junto al sofá—, no contestes, y no abras la puerta a desconocidos.
—Vale...
—Y si ocurre algo urgente y no consigues localizarme, tienes ahí donde os indiqué antes, en la mesilla junto al sofá, el teléfono y el papel con el número de la abuela Agatha. Pero llámala sólo si es una situación de vida o muerte y yo no estoy disponible. En serio, Naminé. No quiero que ella se meta en mis asuntos, por ahora.
—Que sí, que sí, que ya nos lo has dejado claro. Márchate ya.
—Ah... —entendió Naminé, con cara anonadada—. O sea... que es cosa de un salto en el tiempo causado por la niña desconocida que atacó a padre ayer.
Link asintió, sentado frente a ella en la mesa del comedor del piso de Denzel. Le había estado explicando a su hermana todo lo sucedido con ellos. Tanto la espada de Link como el bolso de Naminé reposaban en otra silla junto a ellos. Owen estaba en el salón, en el sofá, leyendo con curiosidad una revista de coches y motos de carreras.
—Y… —continuó la mujer—. Eso significa que estamos muy lejos de casa.
Su hermano mayor volvió a asentir.
—Luego... Mis tres niños y mi marido están sin mí a dos siglos de distancia.
Otro asentimiento.
—¡No! ¡No puedo soportarlo! —saltó, agarrando a su hermano de la camiseta y lo zarandeó violentamente—. ¡Tengo que volver a casa! ¡Tengo que volver ahora mismo! ¿¡Qué harán mis niños sin su madre!?
—Calma, calma —sonrió Denzel, sujetándola, apareciendo tras ella.
—¡Y tú! —exclamó la mujer, volviéndose hacia él—. ¿De verdad eres tú? ¡Ayer seguías pareciendo un muchacho y ahora pareces más adulto! ¿Qué ha pasado contigo?
—Pues… que he crecido —se encogió de hombros—. Han pasado dos siglos, Nami. Sé que nunca me habéis visto cambiar de aspecto ni envejecer apenas nada durante el periodo de vuestras vidas, pero ya os dije que yo sí envejezco, y se nota más con el paso de los siglos que con el paso de los años. Mi edad aparente ahora es de unos 26 años, más o menos. Pero Nami, love, trata de calmarte.
—Quiero volver a casa, padre —repitió, abrazándolo y apoyándose en su pecho, sin poder tranquilizarse—. Este lugar me espanta. Hay muchas cosas que no conozco, dar un paso a izquierda o derecha es peligroso. Malhechores, máquinas, laberintos de calles, edificios que tocan el cielo... salen por todas partes.
—Lo sé, cariño, lo sé —palpó su cabeza para consolarla—. Es un gran contraste. El Tokio del siglo XXI no es tranquilo, que digamos.
—Amo a mi marido, padre, sabes que sí —le dijo Naminé con gran cara de pena—. Pero es un inútil…
—Lo sé… —masculló Denzel entre dientes.
—Tan inútil…
—Lo sé…
—Será un experto en finanzas y en jugar con los niños y contarles cuentos. Pero no sabe ni cocer arroz, ni remendar ropa ni tratar un resfriado. Tenemos tres hijos… El otro día nuestro pequeño se hizo una herida en la rodilla, y el que vino corriendo hacia mí llorando muerto de miedo fue mi marido, pensando que nuestro pequeño iba a morir por esa raspadura en la rodilla.
—Nami —la calló con un dedo en los labios—. Estate tranquila. Lo más probable es que tu madre y la esposa de Link se estén encargando de todo y de los niños ante vuestra ausencia. Y yo también estoy por allí.
—Si estamos en un “nudo latente”, ¿no estás adquiriendo nuevos recuerdos conforme tu “yo” pasado sigue su vida en mi época después de nuestra desaparición, ya que tu época y la mía comparten el mismo tiempo pero no el mismo espacio?
—Así es —suspiró Denzel—. Aunque no lo creas, por dentro estoy haciendo un enorme esfuerzo por mantener la coherencia, porque de vez en cuando me vienen nuevas memorias que no tenía antes. Y este mediodía me ha venido un recuerdo, un recuerdo de que el día después de mi 194 cumpleaños desperté de mi inconsciencia en el salón de casa, rodeado de tu madre y de la mujer de Link, muy preocupadas. Y creo que escuché los lloriqueos de tu marido en otra habitación junto a los sollozos también de mis nietos.
—Padre, ¿qué recuerdas que madre y mi mujer te dijeran al despertar? —le preguntó Link, intrigado.
—Nada que no sepamos ya. Recuerdo oír a tu mujer explicarme que me habían encontrado en mi estudio inconsciente ayer, que tú y tus hermanos fuisteis en mi ayuda, y que los ocho desaparecisteis de repente. Nadie sabe qué ha pasado y todos están preocupados. Ahora mismo me vienen recuerdos de estar pensando qué hacer al respecto o cómo investigarlo o a quién acudir para saber algo. Eso es lo que mi “yo” de vuestra época está haciendo ahora, mientras tu madre y tu mujer y el pequeño Daniel están poniendo orden y calma en el resto de la familia.
—Así que el padre de nuestra época está intentando decidir qué hacer para averiguar dónde estamos o resolver nuestra desaparición —dijo Owen—. Pero tú no puedes saber qué decidirá hacer, porque lo que sucede allí y lo que sucede aquí están compartiendo el mismo tiempo.
—Sí. Si mi “yo” pasado acaba tomando una decisión mañana, yo lo sabré, en forma de memoria, mañana también, y no antes. Lo más seguro es que elija ser prudente, y esperará un tiempo a que un Denzel de otra época, como yo, le dé alguna explicación. Pero yo por ahora no voy a hacer ningún viaje temporal, hasta que me cerciore de si es seguro o no hacerlo, ahora que sé que hay una supuesta taimu desconocida actuando contra mí.
—Así que… —lamentó Naminé—… no puedes llevarnos de vuelta por ahora.
—Lo siento —afirmó su padre—. Pero la única forma de desatar el “nudo latente” de manera segura y sin arriesgar la línea del Tiempo y poner el mundo en peligro, es resolver la anomalía, o sea, vosotros ocho, de manera completa y de una sola vez. Os tengo que llevar de regreso a todos a la vez y dejarlo todo como estaba antes.
Los tres taimuki guardaron un rato de silencio, con caras pesarosas e intranquilas, cada uno mirando a un rincón diferente de la casa. Denzel, de pie en medio de los tres con los brazos en jarra, también se quedó meditabundo un rato, hasta que encontró a Naminé terminando de dibujar una pequeña abeja en uno de sus pergaminos de su bolso con un pincel de tinta.
—Love, ¿qué haces? —preguntó Denzel, viendo el dibujo de tinta de la abejita desprenderse del papel y volar por el aire hacia la ventana abierta.
—Pues llamar a la abuela para que venga —contestó la mujer como si fuera obvio—. Debería estar aquí ella la primera de todas, ayudándonos a resolv-…
—¡No, no, no, no! —saltó Denzel de inmediato, espachurrando a la abeja de una palmada; sus manos quedaron manchadas de tinta unos segundos, hasta que esta se evaporó como humo negro—. ¡Ni de coña! No vamos a involucrar a esa anciana en esto.
Link y Owen, que también se habían sobresaltado ante esa reacción tan impetuosa de su padre, lo miraban con ojos abiertos de gran confusión.
—Pe… ¿¡Pero cómo no vamos a involucrar a la abuela en un accidente espaciotemporal causado por otra taimu!? —preguntó Owen.
—¡Puedo resolver esto yo mismo! —dijo Denzel.
—¡Pero si estamos estancados ahora mismo! —corroboró Link—. Padre, necesitamos a la abuela, ella sabe más que nadie…
—¡He dicho que no! ¡Basta! —gritó tan alterado y de forma tan repentina, que los tres taimuki se quedaron inmóviles—. ¡Agatha no se va a meter en esto! ¡Esto es un asunto relacionado conmigo y yo lo resolveré! ¡Y ni Agatha necesita enterarse, ni los dioses necesitan enterarse…! —hizo gestos tajantes con la mano, pero su voz comenzó a temblar un poco—. ¡Puedo arreglarlo sin su ayuda!
El salón se quedó en un súbito silencio helado. Los tres hermanos estaban mudos, desconcertados. Pero Link frunció el ceño, empezando a notar que había algo en todo este asunto que estaba afectando a su padre de manera especial, por algún motivo que claramente él quería guardarse. Había algo que le atemorizaba.
Denzel terminó calmándose, dándose cuenta de su reacción. Se frotó los párpados tras las gafas, cansado.
—Lo siento —se disculpó—. Por favor. Por ahora, dejad que yo me ocupe, y no hagáis nada sin consultarme antes. ¿Entendido?
—Sí, padre —respondieron ellos. Link se levantó de la silla del comedor y se acercó a él, posándole una mano en el hombro—. ¿Qué podemos hacer ahora?
—Necesitamos averiguar más cosas —contestó su padre, tranquilizándose completamente tras sentir ese gesto de Link—. Tal vez, ¿detalles que os llamaran la atención en el momento del ataque? Aparte de lo que ya me contasteis esta mañana, algo… —de repente se calló, al ver que su hija tenía una cara muy rara—. ¿Nami?
La mujer no respondió. Estaba absorta, observando las zapatillas deportivas con las que Link vestía, prestadas por Yako. Empezó a inclinarse lentamente sobre su silla, y a apuntar esas zapatillas con el dedo.
—Este calzado… —murmuró, abriendo los ojos con asombro—. Era como… Sí… Era parecido…
—¿Eh? —preguntó Link, mirándose sus zapatillas, confuso.
—¡Padre! —exclamó ella de repente—. Me acuerdo, estoy empezando a recordar… ¡Yo la vi, vi a la niña un día antes! Antes de que apareciera en casa. Tenía el mismo calzado raro…
—¿La viste antes del ataque? ¿¡Dónde!? —se sorprendió el taimu, y rápidamente los tres hombres la rodearon, con ojos ansiosos.
—Antes de ayer, la vi un día antes de tu cumpleaños —le explicó Naminé, tan nerviosa como ellos, agarrando a Denzel de los brazos—. Si ayer, en nuestra época, tu cumpleaños era el día icónico de la semana, yo vi a aquella muchacha el sexto día. Fue por la mañana, por un breve momento.
—¿Así que llevaba en nuestra ciudad al menos desde el sábado? ¿Con tanta anterioridad, para atacarme el domingo? —caviló Denzel para sí mismo, viéndolo muy raro.
—¿Qué? ¿Qué es “sábado” y “domingo”? No es eso lo que he dicho.
—Es el calendario gregoriano —dijo Owen con paciencia—. Hace 60 años que Gran Bretaña lo adoptó.
—Bueno, no vivimos en Gran Bretaña —le espetó su hermana.
—Disculpa, cariño —intervino Denzel—, son los nombres de los días de la semana que se utilizan actualmente. En vuestra época, China aún no ha cambiado al calendario gregoriano. Por favor, continúa.
—A ver —retomó Naminé—. Yo no diría que “estaba en nuestra ciudad con tanta anterioridad del ataque”. Lo que vi fue raro. Yo estaba en el mercadillo del oeste, ya sabéis, justo al lado de la Casa de Té donde trabajo. Aquella mañana teníamos una ceremonia importante, iba a venir a visitar la Casa el General Li Quo. Mientras mis compañeras hacían los preparativos del banquete, yo me fui a buscar a las damas de mantenimiento al mercadillo, donde me dijeron que estaban comprando los víveres. Entonces, la vi a lo lejos. Es como si apareciera de repente desde detrás de un árbol. Enseguida, parecía desubicada. Llevaba puesto un kimono de túnica larga, e iba encapuchada, pero estaba como mal ataviado, como si se lo hubiese puesto con prisa. Por abajo se le veía un calzado llamativo, un calzado de suela blanca y gruesa como el que lleva Link, con la parte superior de color negro y con motivos de un azul intenso, y con cordeles. Me llamó la atención la suela blanca, con ese aspecto tan flexible —señaló de nuevo las zapatillas de Link.
—Hm, calzado así es el más común que he visto por aquí. Así que definitivamente ella es de esta época —comentó Owen.
—¿Estaba desubicada? —se extrañó Denzel.
—Sí, y además pareció enfadarse —asintió Naminé—. Parecía muy alterada. Se acercó directamente a un vendedor, y muy groseramente lo agarró de su solapa y le preguntó qué día era. Cuando el vendedor, asustado, le respondió, la muchacha hizo un gesto brusco, soltó una palabra malsonante y la vi marcharse de vuelta al árbol de la calle junto al que la vi aparecer. Nada más pasar por detrás, ya no la vi. Fue como si se hubiera esfumando en un segundo.
Los otros tres estuvieron a punto de comentar la misma rareza que les vino a la cabeza tras escuchar aquello, pero decidieron quedarse callados. Link, Owen y Denzel cruzaron miradas. Las de Link y Owen eran de gran confusión por un dato que no les cuadraba. Si esa niña realmente era una taimu, dato que aún no se atrevían a dar por sentado al cien por cien, lo de equivocarse de fecha o sentirse desubicada era una torpeza más bien imposible en un taimu. Era como si le dijeran a uno que un delfín era torpe nadando o un halcón torpe volando. La mirada de Denzel, en cambio, era de preocupación, y también de intriga, porque él ya sabía a qué podía deberse esa equivocación de la niña.
—Ese día no la volví a ver. Me quedé muy desconcertada, lo tomé por un suceso extraño, pero enseguida me centré de nuevo en mi trabajo. Y la segunda vez que la vi, para mi sorpresa, claro, fue al día siguiente en tu sala de armas, justo antes de la comida familiar por tu cumpleaños. Pero ya no llevaba el kimono aquel mal puesto, vestía con ropas más ajustadas y negras. Supe que era la misma muchacha del día anterior porque llevaba el mismo calzado que tanto me llamó la atención. Y ya sabéis el resto. Vino el pequeño Daniel a avisarnos dando la voz de alarma —miró un momento a Link—. Fuimos todos hacia la caseta de tu estudio en el jardín y te vimos derrotado en el suelo y a esa niña a punto de rematarte, y luchamos contra ella. En ese momento no me lo explicaba, pero ella… se teletransportaba. Al principio, pensé que la niña era un miembro del Clan Himeh, una ninja, ya que tú tenías problemas con ellos desde hace tiempo, pero no.
—¿Pero no? —repitió Denzel, notando que lo decía muy segura—. Espera, ¿a qué te refieres con “en ese momento no me lo explicaba”? ¿Ahora sí te lo explicas?
—No me explicaba cómo podía tener tu mismo poder, hasta el momento en que Link se lanzó sobre ella y ella cayó al suelo, y el gorro que cubría su cabeza se movió y destapó sus ojos.
—¿¡Le viste los ojos!? —exclamó Denzel, esperando que por fin eso confirmase el resto de evidencias.
—Así es, ella los abrió tras el golpe y yo se los vi en una fracción de segundo. Eran iguales que los tuyos, padre, tus mismos ojos y que los de la abuela Agatha.
—Entonces queda confirmado —dijo Link—. Es una taimu.
Denzel suspiró y se dejó caer sobre una de las sillas del comedor. Por un lado, era un alivio poder tener al fin una evidencia irrefutable que confirmaba sin duda que esa niña era una taimu, pero, por otro lado, esto era motivo de mayor preocupación, no sólo para él y su familia, sino para el mundo entero.
—Estaba desubicada, un día antes del ataque… —caviló Denzel, murmurando para sí mismo—. Preguntó qué día era… Una taimu preguntando qué día es… desubicada en un lugar, y en el tiempo… se equivocó de día… Hmm… Teniendo en cuenta que un taimu es como el GPS y el reloj más perfecto del universo —les comentó a los otros—, me temo que sólo hay una razón que justifique tener fallos de eficacia o de precisión.
—¿Cuál? —se sorprendió Naminé.
—¿Qué narices es un GPS? —dijo Link.
—Es un dispositivo que, mediante la posición de satélites que orbitan el planeta —le explicó su hermano, muy emocionado—, puede reconocer e informarte de en qué coordenadas se ubica en todo el globo…
—Owen, ¿cuántas revistas y libros te has estado leyendo? —le frenó Denzel, molesto—. Te he dicho que pares.
—Cuando uno se encuentra en un lugar nuevo y extraño, lo primero que tiene que hacer es informarse y adaptarse para poder sobrevivir, padre. O eso es lo que siempre nos has dicho.
—Lo único que tenéis que saber para sobrevivir aquí, es qué es un coche, un semáforo, no tocar los enchufes de las paredes y no meter metales en el microondas. Déjate de satélites, Owen, me costará una eternidad borrarte la memoria cuando tenga que borrártela.
—Padre, ¿cuál es esa razón? —interrumpió Naminé—. ¿Qué hace que un taimu tenga fallos de cálculo o carencias en su poder?
Denzel tardó en responder. Tardó bastante rato. Y esto llamó la atención de los otros. Parecía querer contenerse.
—Hahh… —terminó suspirando, resignado—. No debería hablaros de ello. Pero… si queremos avanzar en todo este asunto, supongo que hay que poner todas las cartas sobre la mesa. —Hizo una pausa, en la que sus hijos no apartaban la vista de él, expectantes—. Mirad, cuando esté seguro de esa posibilidad, os lo explicaré con más detalle. Resumidamente, se llama el Pacto taimu. Pero es algo que Agatha y yo tenemos prohibido hacer desde que estamos en la Asociación. Ya sabéis… a los dioses no les gusta mucho la idea de que los humanos hagan pactos con demonios y esas cosas… —se encogió de hombros—. Y a los Zou también les asusta. Que yo lo entiendo, no digo que no esté de acuerdo, claro, pero… no sé, yo hice algunos pactos con humanos cuando era pequeño, y era divertido. Excepto cuando los sacerdotes y párrocos de las iglesias se enteraban y perseguían a mi amo humano temporal para acusarlo, y a mí para acuchillarme con crucifijo en mano…
—¿Pero nos vas a explicar en qué consiste o no? —se impacientó Naminé.
—No. No por ahora. Sólo cuando indaguemos más.
—Estupendo —bufó Link—. Pues el mundo corre un peligro potencial. Hay una pequeña demonio del Tiempo andando libre por ahí sin la vigilancia adecuada, como un tigre salvaje.
—Eh —protestó Denzel, captando ese tono.
—¿Qué? No te ofendas —protestó Link a su vez—. Todos aquí sabemos que los demonios del Tiempo en libertad sois un peligro. Sobre todo por ese detalle de que coméis humanos.
—Pe... ¡Que ya no comemos humanos! —se acabó ofendiendo Denzel—. Primero, era mi única forma de subsistir hasta que los Dioses del Yin establecieron un nuevo método de alimentarnos, transmitiéndonos su propia energía Yin durante nuestro cumpleaños. Segundo, siempre debían ser humanos malos, para absorberles su Yin. Y tercero, sabéis que sólo consistía en morderlos y absorberles tanto su Yin como su tiempo de vida, sólo eso.
—Una vez llegaste a comentar que no es sólo morderlos, sino que también teníais que comer literalmente parte de su cuerpo —le espetó Owen.
—Bueno, ¡sólo un poco! —intentó excusarse.
—Eres ese tipo de criatura que los padres usarían para contarles cuentos de miedo a los niños antes de dormir —corroboró Link.
—Y que saldría en nuestras pesadillas si no fueras nuestro padre —concluyó Naminé.
Denzel se los quedó mirando con una mueca molesta, sintiéndose atacado.
—¿Por qué no os calláis un rato?
—¡Hahah! Tranquilo, te estamos tomando el pelo —se rio Link—. Sabemos que la abuela Agatha y tú tuvisteis unos inicios un tanto oscuros y demoníacos, hasta que decidisteis cambiar y prestar servicio en la Asociación. Pero no podemos decir lo mismo de esa nueva joven taimu —dijo poniéndose serio—. Está claro que no está en el bando del bien. Seguro que vive con su naturaleza primaria y hace cosas malignas, como atacar nuestra casa e intentar matarte, y hacer ese tal Pacto, supuestamente prohibido. Lo que no entendemos es por qué fue a matar al Denzel de nuestra época, si ella es de esta época tuya… ¿por qué no ha ido a atacarte a ti? ¿Por qué al Denzel pasado?
Denzel escuchó esas preguntas, pero miraba hacia otra parte del salón, como queriendo ignorarlas. No comentó nada. Sin embargo, Link, a diferencia de sus hermanos, no interpretó su silencio como un “no tengo ni idea”, sino, más bien, como si su padre en realidad ya se hubiera figurado las respuestas, pero no quería comentarlas con ellos.
Lo que Denzel estaba pensando en este momento, es en la intrusa que la otra noche se coló en su casa e intentó quitarle su anillo mientras dormía, con el aspecto físico de Clover. Seguía sin encajar la posibilidad de que hubiese sido esa taimu desconocida, porque no había forma viable de que hubiera adoptado el aspecto de Clover, y su tamaño de niña pequeña, después de que sus hijos le hubieran descrito a la niña taimu como una muchacha claramente de 12 años como poco. Por mucho que se disfrazara, una niña de 12 años no podía reducir el tamaño de su cuerpo hasta el de una niña de 5. Por eso, para Denzel, lo único que seguía teniendo sentido sobre aquello, es que fue una ilusión visual hecha por un Knive, y en este punto estaba cada vez más convencido de que sólo podía haber sido Jannik.
Todavía no podía relacionar de manera lógica a la intrusa que intentó robarle el anillo la otra noche en su piso con el aspecto de Clover con la intrusa taimu que fue a atacar a su “yo” de hace dos siglos. Pero de lo que no le cabía duda era de que el poder los Knive podía hacer posible muchas cosas.
En ese silencio, Link observó cómo su padre se toqueteaba distraídamente el anillo dorado de su dedo, su alianza de boda. Su padre estaba callando demasiadas cosas, siendo él quien no paraba de insistir en averiguar todo lo posible y poner las cartas sobre la mesa. Aun así, Link decidió actuar como si no estuviera notando nada raro y no hacerle preguntas. Confiaba en su padre. O, al menos, quería confiar en él. Era un Denzel con 200 años de diferencia respecto al padre que él conocía, pero seguían siendo la misma persona, ¿no? ¿Cuánto podía cambiar una persona en dos siglos? Para Link era impensable dudar de él. Pero, por si acaso, no iba a bajar la guardia sobre el comportamiento de su padre, en qué medida iba a ser capaz de sobrellevar todo este asunto sin perder el norte.
—Taimuki —dijo Denzel después de unos minutos; se dirigió a una cómoda y sacó de un cajón tres pequeños móviles de prepago viejos pero que aún funcionaban, y le dio uno a Link, otro a Owen y el otro se lo quedó—. Separémonos. Link por una parte, Owen por otra y tú, Nami, conmigo.
—¿Qué pasa? —se extrañaron Owen y la mujer, mientras a Link se le caía la baba con el aparatito.
—Vamos a buscar a vuestros otros cinco hermanos. Cuanto antes.
—Sin duda —Naminé se levantó de la silla de un brinco—. Me preocupa la pobre An Ju, está de seis meses. Espero que esté con Chris, que es más fuerte físicamente.
—Y Robin es muy pequeño todavía para andar solo por aquí —añadió Denzel—. Por eso hemos de darnos prisa.
—Oye, ¿y nadie se preocupa por James y Lu Kai? —preguntó Link.
—Estando esos dos sueltos por ahí, me preocupa más el resto de la gente —dijo Denzel.
* * * *
A las cuatro de la tarde, a pesar de que ya habían acabado las clases hace mucho rato, Cleven estaba pasando un rato agradable con Kyo, Nakuru, Raven y Álex, sentados los cinco en la hierba de una zona arbolada y charlando. Faltaba Drasik. Él, al salir de las clases, se había desviado diciendo que iba un momento al baño, pero no había vuelto a dar señales en todo ese rato.
—Se habrá encontrado con Sakura —opinó Cleven, cuando Kyo comentó esto un tanto extrañado—. Esa petarda tan creída… Pero que, sin embargo, me cae de maravilla, porque se lleva arrastrando a Drasik con ella siempre que puede. Ahora el idiota no me da tanto la lata como antes, con ella de por medio.
—Pobre Drasik —se rio Álex—. No seas cruel, si estaba coladito por ti no es su culpa. Cuando una chica guapa te entra por los ojos... caes en la perdición —se rio, agarrándose al brazo de Nakuru, la cual se sonrojó y miró al suelo vergonzosa—. Además, no es tan malo. Las pocas veces que he estado cerca de él, Drasik me mata de la risa. Cuando él y tú os chincháis el uno al otro, es superdivertido.
—Pse… Ese chalado se cuela por todas las chicas cada día. Todos son iguales —masculló Cleven, pero en ese momento se cruzó con la mirada de Kyo—. Bueno, no todos. Mira Kyo —le dijo a Álex—. Tan educado, tranquilo y sensato...
—Me halagas —sonrió el chico.
—Puf, te falta por conocerlo —intervino Nakuru, socarrona—. No creas que Kyo es así todo el tiempo.
—¿En serio? ¿Kyo puede tener mal carácter?
—Ya te digo, ha heredado el carácter de su abuelo cuando se enfada —apuntó Nakuru.
—Ah, el viejo que trabaja con mi padre, ¿no? El vicepresidente de su empresa.
—Sí, bueno… —titubeó Kyo, nervioso, pensando que no era buena idea hablar mucho de estas relaciones familiares. Además, también le parecía algo injusto para Cleven, aunque ella no lo supiera, estar hablado del viejo Lao como el “abuelo de Kyo” cuando también era el abuelo de Cleven.
—¿Qué, el viejo Lao da mucho miedo? —se sorprendió Cleven—. He tratado muy poco con él, apenas intercambiamos algún saludo y algunas palabras en la cena de empresa que mi padre celebra cada Navidad en Hoteitsuba, y siempre me ha parecido un señor de lo más divertido y simpático. ¿Él no es así, Kyo? Creo que yo le caigo muy bien.
—¡Oh! Mira, Cleven —brincó Álex de repente, sacando de su mochila un teléfono móvil nuevecito—. Me acabo de comprar un Hotei. Este móvil lo fabrica tu padre, ¿no? Y tu abuelo también, ¿no, Kyo? ¡Alucino con lo bueno que es para el precio que tenía! Y me voy a comprar un ordenador nuevo también de Hotei, ya lo tengo elegido. No puedo creer que tenga toda esa memoria y esa RAM y ese procesador por un precio tan asequible.
—Que no te sorprenda —sonrió Kyo—. Hoteitsuba es la única empresa tecnológica que se preocupa más por darle a la gente lo mejor que por enriquecerse. Sobre todo porque es la única que sabe hacer las cosas con el más bajo coste de producción, ya que la propia maquinaria que tienen para fabricar las piezas y los dispositivos es la más rápida y eficaz. Mi abuelo dice que esa es la ley con la que Neuval Vernoux rige la empresa.
—¿En serio? —Álex miró a Cleven con ojos de gran admiración—. Tu padre debe de ser una maravilla de persona, Cleven. Y alguien superinteresante.
—Bueno… —titubeó Cleven, dándose cuenta de que no lo había visto desde ese punto de vista o del punto de vista de otra persona—. Supongo que hace muy bien su trabajo y se preocupa por las personas. Pero también es muy plasta.
—Sí, ya —rio Álex—. Seguro que no es más plasta que mi padre.
—Te lo aseguro, mi padre es superplasta —insistió Cleven con vehemencia—. No me dejaba hacer nada y estaba siempre controlándome.
—¡Anda ya! —saltó Álex—. ¡Pues igual que el mío! Acabo de mudarme aquí desde España para vivir con él, por primera vez desde mi infancia, y ya desde el primer día era “¿qué haces, qué comes, adónde vas, con quién vas, a qué hora vuelves…?”
—¡Pues imagínate al mío haciéndome eso mismo durante años! —refunfuñó Cleven.
Kyo y Nakuru se miraron de reojo. No sabían si reírse o decir algo al respecto. Les resultaba gracioso que Álex y Cleven estuvieran despotricando de sus respetivos padres, sin saber que ambos eran mejores amigos desde la infancia, casi como hermanos, y dos de los mejores Líderes de la Asociación.
—Pero tu padre, al menos, te ha dejado quedarte a vivir con tu tío y te está dando más espacio, ¿no? —le preguntó Álex—. Eso es una muestra de que ahora confía más en ti.
—Ya… bueno… —balbució Cleven, sonriendo un poco y encogiéndose de hombros—. Eso es verdad. La verdad es que noto a mi padre mejor que antes, es decir, con mejor humor y más cercano… y eso me gusta.
Nakuru y Kyo sonrieron para sus adentros, pensando ambos lo mucho que a Neuval le gustaría oír eso. En un momento de silencio, se hizo más evidente el silencio de Raven. La gal llevaba ya mucho rato sin abrir la boca y distraída de la conversación de los otros, y eso era muy inusual en ella.
—¡Bu! —la asustó Nakuru.
—¡Ah! —saltó Raven—. Jo, Nak, que estas cosas estropean el cutis.
—Llevas toda la tarde en las nubes —le dijo Nakuru.
—Ya, bueno... Es que pienso en cosas, y se me va la cabeza —sonrió inocentemente.
Álex, Kyo, Cleven y Nakuru cruzaron miradas cómplices. A Raven se le veía un poco el plumero. Sabían que estaba pensando en Sam. Ella nunca había ido a la cafetería hasta ayer, y como Sam llegó algo tarde a su turno, nada más fue verlo y a Raven le entró en los ojos como un caramelo.
De pronto sonó el móvil de Cleven.
—Ah, es mi tío —dijo, descolgando—. ¿Sí? ¿Ajá? Mm… Sí, sin problema, cuenta conmigo —y colgó, mirando a los demás y poniéndose en pie—. Tengo que irme, Raijin necesita que me haga cargo un rato de los mellizos mientras él va a hacer un trámite a la universidad.
—Vaya, veo que ya sois como uña y carne —sonrió Nakuru.
—Desde luego, es la primera vez en cinco años que veo a Raijin confiando en alguien que no es Yako ni Agatha para hacerse cargo de los niños —dijo Kyo, con ojos perplejos. «Y eso que mi hermana es quien más le ofrece su ayuda, pero el terco de Raijin siempre la rechaza» pensó para sus adentros, «Ya podría Raijin ser un poco más amable con mi hermana, que a veces parece que le tiene miedo o algo. Siempre se pone nervioso cuando ella es amable con él».
—Ah, ¿sí? —se sorprendió Cleven, sonrojándose con vergüenza al sentirse tan importante y especial para su tío, pero recobró la compostura—. ¡Bueno! Después de estar con los niños, ¡me iré un rato a la cafetería! —exclamó Cleven de repente—. ¿Quién se apunta?
—Yo… no sé… —titubeó Raven—. Quizá… tal vez…
—Álex y yo ya hemos quedado para luego, después de su entrenamiento de kickboxing —contestó Nakuru—. Al cual tienes que ir ahora, lobita —le dijo a su novia, mirando el reloj.
—Yo tenía plan de ir con Drasik ahora —dijo Kyo—. Lo voy a esperar un rato más, si se decide a dar señales de vida dondequiera que esté.
—Vale. Pues Raven, te doy un toque cuando vaya, por si te decides a venir. Kyo, nos vemos luego allí en la cafe. Álex, ¿también vas a la parada de bus?
—Sí, me voy contigo. Adiós, roquita —dijo esta, despidiéndose de Nakuru con un beso.
—Oye, ¿qué tal es eso del kickboxing? —le preguntó Cleven a Álex con curiosidad mientras ambas se marchaban de allí.
Kyo, Nakuru y Raven se quedaron ahí solos en los jardines del instituto. Nakuru fue a decirle a la californiana que se dejara de tonterías y timideces y se fuese luego a la cafetería con Cleven, pensando que Raven no se atrevía porque sentía un flechazo por Sam y le daba vergüenza. Sin embargo, sonó el móvil de Kyo, rompiendo el silencio, y el chico leyó un mensaje de su abuelo: “Estoy en la esquina de la calle, junto al muro del instituto. Reúnete conmigo”.
—Oh… —se extrañó el chico, y se levantó de la hierba—. Disculpadme, chicas, tengo que salir un momento.
Ellas asintieron, y Kyo cruzó el patio y la verja hacia la calle. No tardó en encontrar al viejo Lao ahí en la esquina, con su traje de trabajo y un grueso y elegante abrigo de tela encima.
—¿Qué hay, abuelo? ¿Qué pasa?
—Kyo, quiero que vayas ahora a la cafetería a hacer un recado, antes de nuestra reunión familiar en el cementerio.
—Oh… Bueno, es que estaba esperando a Drasik…
—Es importante. Este mediodía, Brey ya me informó de todo lo que sabe sobre este nuevo asunto insólito que acaba de ocurrir con los hijos de Denzel y su salto en el tiempo y todo lo que Denzel os explicó esta mañana, para que estemos toda la KRS al tanto.
—Sí, pero Denzel nos ha dicho que no quiere que nos involucremos.
—No quiere que lo ayudemos a investigar y averiguar por qué ha pasado, cómo y quién está detrás, pero sí nos ha pedido ayuda, al menos, en estar atentos por si hallamos a otro de sus hijos perdidos o sospechamos de alguien que pueda serlo y avisarle. Esta mañana tu tío Neu se metió en uno de sus líos, pero tranquilo, ya lo ha arreglado, y en medio del lío, encontró a una hija de Denzel. Él apareció justo después en compañía de otros dos de sus hijos, los que Brey ya me mencionó.
—¡Ah! ¿Entonces Denzel ya está con tres de ellos? —se alegró Kyo—. Falta encontrar a cinco, entonces.
—Le he contado todo a Pipi, para que su SRS se sume a la ayuda sobre este tema. Hoy Neuval ha tenido un día de locos, así que he estado yo discutiendo con Pipi sobre este asunto, y ambos estamos de acuerdo en que debe llegar a oídos de Alvion.
—Pero Denzel tampoco quiere que Alvion se involucre…
—Lo sé. Por eso, solamente se trata de informarle, para que esté al tanto. Por mucho que Denzel quiera resolver esto él solo, nosotros como iris debemos velar siempre por las opciones más seguras y óptimas para todos, y vemos necesario que, por ahora, al menos un grupo de personas estén enteradas del suceso. Si la cosa se torciera y Denzel necesitara una ayuda inmediata, tendrá por lo menos a dos RS y a Alvion preparados para actuar.
—Entiendo.
—No obstante, Pipi me ha advertido de algo. Me ha pedido que no hablemos más de este tema por teléfono ni por mensajes. Por eso he venido en persona a hablarte de esto.
—¿Por qué Pipi dice eso?
—No ha querido explicármelo, todavía. Solamente me ha dicho que no se fía de que otras RS puedan espiar nuestras llamadas y mensajes usando el poder de sus iris Hosha, que son los únicos en el mundo capaces de interceptar llamadas y mensajes sin importar cuántos mecanismos de seguridad y cifrados les pongamos.
—¿Pipi desconfía de otras RS hasta ese punto? Pero esto es un asunto importante, en el que cualquier iris reconocería su deber de ayudar. Esto ya no es robarle el pergamino a otra RS por simple competencia.
—Kyosuke. Pipi es el Líder de la SRS de Hideki por una razón. Lo conozco desde que era un mocoso de 12 años, y tiene el instinto más afilado que conozco. Por eso, si él dice que no se fía, mejor hacerle caso. Por lo tanto —suspiró el viejo, retomando el punto importante—, alguien tiene que ir a informar a Alvion, en persona, de todo lo que sabemos hasta ahora de la situación de Denzel y sus hijos. Y ese alguien va a ser Yako.
—Abuelo… —puso una mueca incómoda—. A Yako le va a dar un infarto de disgusto si le decimos eso.
—Bueno. Yako quiere ser un iris igual al resto y servir en nuestra KRS como hacemos los demás, pues tendrá que acatar órdenes como todos los demás. Tú que puedes ir a la cafetería ahora mismo, le informarás de esto y le darás esta orden de mi parte. Debe ir cuanto antes.
—¿Por qué Yako y no otro? —quiso saber.
—Porque Yako pasó la noche entera con el mayor de los hijos de Denzel, porque está bien enterado de todo y porque es el único que puede darle esta información tan confidencial a Alvion en la mitad de tiempo que cualquier otra persona y con total seguridad —le respondió sin más, pero Kyo frunció el ceño, sin entender eso último—. Un iris normal tendría que recorrer más camino, pasar por más barreras y respetar más turnos de espera y burocracia hasta verse con Alvion —le aclaró—. Yako sabe saltarse todo eso.
—Ya veo. Hmm… —resopló el chico con desánimo—. Está bien. Me marcho, entonces, a darle la mala noticia… —se fue caminando calle arriba, alicaído.
—Exagerados —bufó Lao, negando con la cabeza—. Dile a Yako que no llore tanto. ¡Y no llegues tarde hoy al cementerio! —le dijo antes de perderlo de vista, y se fue por otro camino.
Ya sólo quedaban Nakuru y Raven en los jardines junto al edificio del instituto, y se quedaron conversando, aunque la estadounidense seguía con esa rara actitud distraída. Nakuru la había visto colarse por otros chicos antes y volverse así de desubicada, flotando entre las nubes, pero esto era más fuerte que otras veces. De hecho, Nakuru, mientras la observaba con su mente analítica de iris, le pareció, por un instante, que más que estar en la nubes pensando en un chico, Raven estaba muy preocupada por algo. Por supuesto, fue a preguntarle sobre ello, pero de pronto un portazo las sobresaltó a ambas.
Acababa de salir del edificio Sam, y a juzgar por el golpe que dio al cerrar la puerta y por las zancadas apresuradas que daba al andar, parecía muy alterado.
—¡Hey, Sam! —lo llamó Nakuru cuando pasó cerca de ellas por el camino baldosado del patio, bastante perpleja de verlo con esa actitud, porque no era nada normal en él.
Raven dio un respingo de apuro cuando su amiga lo llamó, y miró para los lados, nerviosa, sin saber cómo reaccionar. Sam, al oír a su compañera, se acercó hasta ellas también a zancadas, colocándose la mochila bien sobre el hombro.
—Qué —espetó el chico, con una mirada tan severa como su tono.
—Oh… —se estremeció Nakuru—. Nada, disculpa… sólo quería preguntarte si estabas bien.
—Hah… —suspiró Sam, cerrando los ojos, intentando mostrarse más calmado—. Perdona. No es nada, no te preocupes. Tengo…
Sam se calló y se dio un pequeño susto, pues Raven de repente se había puesto en pie de un salto, y en su cara destacaban esos ojos negros abiertos como platos, clavados y estáticos sobre él. La chica sostenía entre sus manos el asa de su mochila rosa, y la retorcía, tímida, inquieta, ansiosa… Era como si deseara decirle algo, o coger algo de su mochila y dárselo, pero no se decidía…
—¿Y a esta qué le pasa? —preguntó Sam, ya extrañado, porque ya vio a Raven comportándose como una chalada ayer también en la cafetería—. ¿Te puedo ayudar en algo?
—Mmme parece que Rav solamente necesita un tiempo para poner en orden sus pensamientos —intervino Nakuru enseguida, en ayuda de su amiga, levantándose junto a ella—. Está un poco estresada últimamente, ya sabes, vienen los exámenes…
—Ya, bueno… Me tengo que ir al curro —dijo Sam sin más, dando media vuelta, y se marchó.
—Fuff… —resopló Nakuru con alivio—. De verdad, Raven, qué complicado te lo pones —le sonrió—. No tengas tanto miedo de hablarle, Sam no muerde ni nada…
La Suna dejó de hablar, porque se dio cuenta de que Raven tenía una expresión de miedo en el rostro, pero no de un miedo inofensivo y natural por timidez amorosa, sino un miedo real.
—¡Rav! —exclamó Nakuru, preocupada y sorprendida—. Pero… ¿estás bien? ¿Qué te pasa?
—Nak, lo siento… —contestó ella, poniéndose la mochila y recogiendo su abrigo del suelo—. Me… ¡Me había olvidado de que tenía una cita con el dentista, tengo que irme, no pasa nada, chao!
La Suna se quedó contrariada, mientras veía a Raven irse corriendo por otra dirección por la calle. «¿Qué le pasa a esta chica?» se preguntaba, poniendo los brazos en jarra. «En fin. Me he quedado sola… Supongo que no me queda más remedio que matar el tiempo hasta que quede con Álex. Quizá me ponga a patrullar por el distrito a ver si algún humano necesita ayuda. La verdad es que tengo ganas de patearle el trasero a algún delincuente…».
Nakuru recogió sus cosas del suelo. Por eso, al darse la vuelta, nada más volver a levantar la vista, se llevó otra sorpresa, porque encontró a Drasik caminando por los jardines laterales del recinto. Venía por un camino que conducía al edificio polideportivo que se ubicaba detrás del edificio principal del instituto, e iba solamente vestido con los pantalones marrones del uniforme. Tenía el pelo mojado, y su tronco desnudo también, sin afectarle en absoluto el hecho de que ahora mismo hacía 5 grados centígrados. Llevaba colgando de un brazo la camisa y el jersey del uniforme y su mochila de libros, y estaba ocupado tratando de colocar bien la camisa con las manos para ponérsela.
—¡Dras! —exclamó Nakuru, contrariada.
El chico, oyéndola a unos treinta metros, se paró en seco y la miró como con susto. No se esperaba encontrarse con nadie por esa zona arbolada a esas horas. Rápidamente, puso su mejor sonrisa, mientras se ponía la camisa a toda prisa, y procuró sujetar el jersey de manera que tapase bien su antebrazo derecho. Se acercó a su compañera con naturalidad.
—Hey, hola.
—¿“Hey, hola”? —protestó Nakuru, haciendo un gesto de reproche—. ¿Has estado en el instituto todo este rato? ¿Has estado en la piscina cubierta hasta ahora? No nos has dicho nada, creíamos que te habías marchado.
—Ya… es que… —se rascó la cabeza con la mano izquierda, sonriendo inocente—. Lo siento, ha sido una pequeña emergencia.
—Oh… —comprendió Nakuru perfectamente a qué se refería—. La verdad es que te había notado bastante agobiado después de las clases… ¿Te has ido a la piscina a meditar? ¿Has estado bajo el agua una hora entera?
—Sí, pero tranquila. Ya sabes… Sólo ha sido un episodio de agobio, nada más, ya sabes que a veces me dan, sobre todo cuando vienen exámenes y esas cosas…
Nakuru no dijo nada. No podía hacer otra cosa que observar a Drasik, mirarlo a los ojos y percibir con claridad que no estaba siendo del todo sincero con ella. Nakuru tenía la esperanza de que el regreso de Neuval a la KRS y el regreso de la KRS a la acción con una nueva misión antiterrorista serían motivo suficiente para animar a Drasik. Sin embargo, llevaba semana y media con estos incesantes cambios de ánimo.
Nakuru no quería creer que Drasik siguiera dándole vueltas al asunto de Cleven, al hecho de descubrir que era la hija de Fuujin y de no conseguir todavía recordar nada de ella del pasado, cuando los demás sí tenían recuerdos de ella del pasado. Nakuru temía que Drasik pudiera estar dándose cuenta de que su memoria sufrió un borrado muy diferente al de los demás. Pero él no debía conocer el motivo bajo ningún concepto, Neuval no quería, y por una razón de peso.
No obstante, Drasik ya había tenido etapas de cambio de humor otras veces antes, debido a su pequeño majin, síntoma normal de un majin de grado I, y se le acaba pasando solo. Por eso, Nakuru se aferró a la creencia de que esta vez era otra etapa pasajera y que Drasik no estaba así por ningún motivo en especial. Quería confiar en que él sería sincero con ella.
La Suna se tranquilizó y le sonrió a su compañero de vuelta. Aunque miró de reojo su brazo derecho. Drasik sujetaba su jersey en el antebrazo, y Nakuru vio que más que tener el puño simplemente cerrado, lo estaba apretando con fuerza, en tensión.
—Sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa, ¿verdad? —le dijo ella—. Y con Kyo. Ya sabemos que eso de tener un majin I es un fastidio a veces, y no te queremos dar la brasa para nada. Solamente que sepas que estamos ahí.
Drasik se quedó callado unos segundos, serio, mirándola fijamente.
—Claro que lo sé —sonrió de repente—. Tranqui, Nak, ya estoy mucho mejor. Sólo necesitaba eso, sumergirme en el agua un rato a solas y reubicarme.
—Creía que en este tipo de situaciones preferías ir al mar.
—Ah, sí… Bueno… Es que como ahora la piscina cubierta está cerrada y no podía entrar absolutamente nadie, he aprovechado la ocasión. La piscina, cuando no hay nadie, es un agua muy agradable donde meditar, y está mucho más cerca que el mar, así que… —se encogió de hombros.
—Ya… —sonrió Nakuru—. Creo que Kyo se ha ido a la cafetería. Te estaba esperando para ir contigo, pero… si lo prefieres, yo me voy ahora a patrullar un rato la ciudad. Si tenemos suerte, podemos encontrar a algún ladrón atracando alguna tienda y darle un buen escarmiento —se pegó con el puño en la palma de la mano—. ¿Qué me dices?
—Hah… —se rio—. Me encantaría hacer un poco de patrulla, la verdad… pero… —miró distraído hacia otro lado—… tengo muchos deberes que acabar en casa. Este año quiero intentar ir mejor con los estudios y eso… Quizá me pase por la cafetería luego, no sé, depende de si termino los deberes a tiempo.
—Entiendo. Pues dale duro, Drasik —lo animó.
—No sé, Nak… En realidad, sigo un poquito depre. ¿Sabes lo que me haría sentir mejor? —la miró con pena.
—¿¡El qué, dime!? —brincó.
—Un abrazo y un besito con lengua —extendió los brazos y se acercó a ella poniendo morritos de pez, pero Nakuru le pegó en la tripa—. ¡Pugh!
—No empieces, pervertido —le dijo ella con enfado—. Qué payaso eres, Dras —dio media vuelta y se fue marchando a zancadas.
—¡Un besito y un abrazo de “hermana”! —se defendió él.
—¡Ya, claro, besito con lengua de hermana de la caridad!
—¡Vale, pues sin lengua! —insistió el chico.
Nakuru le hizo un corte de manga sin girarse siquiera y salió a la calle. Drasik sonrió. Al menos así Nakuru había dejado de preocuparse. Pero luego se le fue borrando la sonrisa, recuperando él mismo una expresión agotada y preocupada, mientras se miraba el antebrazo derecho, el cual seguía llevando cubierto por una venda, porque es donde tenía el tatuaje iris.
Casos como el suyo, los había, pero muy pocos. Fuujin lo había padecido, Izan lo había padecido, y algunos otros iris… El tatuaje que tenían los iris, al ser un Código Sensorial, tenía su forma de funcionar. Su principal cometido era ser un medio de comunicación sensorial entre los iris de una misma RS; si uno de los miembros sufría heridas de gravedad, los demás recibían una señal inmediata en sus tatuajes para que fueran a buscarlo y socorrerlo enseguida. También, podía emitir pequeños impulsos, para transmitir una simple llamada, como hizo Neuval para reunirse con la KRS en la Torre de Tokio, o el Líder de la MRS para llamar a sus otros compañeros cuando creyó que Kyo le había dado el pergamino real.
Por otro lado, había otro tipo de reacción, que más bien era un efecto secundario imprevisto y que solamente habían mostrado esos otros pocos iris. El tatuaje iris encerraba en su centro el kanji del elemento de su dueño, pero era además el centro sensorial conectado con el iris de su dueño. Y raramente sucedía que, cuando un majin estaba aumentando de grados de una forma preocupantemente errática y veloz, y no uniforme y gradual como era lo común, el kanji en el centro del tatuaje comenzaba a sangrar un poco.
Drasik ya llevaba semana y media vendándose el antebrazo para esconder este sangrado. Y no hacía más que repetirse a sí mismo una y otra vez que sólo era un síntoma pasajero, un simple desajuste energético de su iris que se iría con la meditación adecuada. Teniendo en cuenta que los iris, más que dominar un elemento, sentían y se comportaban como él, era algo habitual que en momentos de malestar o estrés se fuesen a hacer los ejercicios de meditación aprendidos en el Monte Zou en lugares donde predominase su elemento. Nakuru lo hacía sentándose en la arena de las costas o en yacimientos de rocas; Neuval flotaba por lo cielos más altos; Lao se iba a lugares muy soleados o calurosos…
Drasik se sumergía en las aguas. Y Nakuru tenía razón, él solía preferir el mar. Pero es que en el momento de salir de las clases, no era un simple agobio lo que sentía, sino una inminente explosión de algo insano, y la piscina estaba mucho más cerca. No le habría dado tiempo a llegar al mar.
Drasik quería convencerse a sí mismo de que no era nada, pero por dentro estaba cada vez más asustado.
* * * *
—Padre, estoy agotada —jadeó Naminé, apoyándose en un árbol en mitad de una calle bulliciosa.
Denzel se detuvo y se volvió hacia ella. Frunció los labios, meditabundo, y echó un último vistazo a los alrededores. Después se acercó a ella y la rodeó con un brazo. Anduvieron hasta un callejón solitario y, en un parpadeo, desaparecieron. Un segundo después, reaparecieron en el piso de Denzel, en el salón. Naminé se sentó en el sofá, abatida.
—Lo siento. Normalmente tengo energía para encargarme de cualquier cosa. No sé qué me pasa…
—Yo sí. Llevas un día entero acumulando tensión y no has dormido ni un minuto después de un viaje de doscientos años. Ni siquiera lo haces en tu época, no paras de trabajar y de cuidar a tu familia todo el tiempo. Y, lo más importante, antes apenas has probado mi pescado rebozado. Mi pescado rebozado, Nami —reiteró con énfasis.
—Lo sé, es increíble, adoro tu pescado rebozado al estilo inglés y no he sido capaz de tomar ni tres trozos —suspiró largamente, cerrando los ojos—. No paro de pensar en mis hermanos y en mis hijos y... Maldita sea, ¿cómo pueden esos dos aguantar...?
—Owen y Link han llegado a dormir bien la noche anterior y a comer adecuadamente. Y no tienen tantas preocupaciones en vuestra época como tú. Lo estás pasando peor que ellos, así que escúchame bien —se puso severo, colocándose delante de ella con un dedo levantado—. Vas a comer lo que este mediodía no pudiste, está en la nevera y ya te he enseñado a usar el microondas. Y después vas a dormir. Usa la habitación de invitados, es cómoda. ¿Has entendido?
—No me hables como si fuera una niña, tengo 31 años —dijo molesta.
—Oooh, 31 añitos… —dijo con un tono tierno, pero Naminé lo miró más molesta, sabiendo que lo decía como burla—. Vale, perdona. Pero hazme caso —se puso de cuclillas frente a ella, cogiendo sus manos—. Yo seguiré buscando a tus hermanos. Los vamos a encontrar, o ellos a nosotros, tarde o temprano. Sois listos.
—Yo también quiero buscarlos. An Ju es muy tímida, debe de estar tan asustada… y está encinta, y… —insistió, pero Denzel le selló los labios con el dedo.
—Ya me encargo yo, con Link y con Owen. Te avisaremos enseguida si encontramos a alguno de tus hermanos. No sufras por An Ju. Es tímida, pero…
—La mejor usando el Poder de los Sellos, después de Robin —asintió Naminé.
—Tengo las tres hijas más invencibles del mundo —sonrió Denzel—. Christine pega puñetazos como una almaati. Incluso con 80 años los seguía dando bien fuertes, ¿sabes?
—Hahah… —se rio Naminé, imaginándolo—. ¿Cómo les irá a Link y Owen?
—Hace poco recibí un mensaje de cada uno en el teléfono —contestó, sacando el aparato del bolsillo, y Naminé lo miró con curiosidad—. Link no anda muy lejos de aquí, le va bien, y ya le he dicho que no vuelva a romper nada. Y Owen está un poco lejos, pero ya lo conoces, se ha aprendido ya la mayoría de las calles, así que perderse no creo que se pierda. Siguen buscando.
—¿Estás seguro de que no puedes usar tu Técnica de Localización?
—No, love. Está diseñada para videntes. Yo no puedo usarla, ni siquiera con estas gafas especiales.
—Pues déjanos reaprenderla. ¿Tienes alguno de sus pergaminos por aquí o todos están en manos de iris Líderes?
—Pipi es el único iris de esta ciudad que tiene un pergamino de la Técnica de Localización. El resto está en manos de otros Líderes en otras regiones y países. Sin embargo…
—Link, Owen y yo sí podemos efectuar la Técnica de Localización —insistió ella—. Sé que los dioses prohibieron que nosotros usáramos tus Técnicas espaciotemporales, pero no tienen por qué enterarse, y lo haríamos rápido y discreto…
—Sería la primera cosa que hubiese hecho desde el principio, si no fuera porque no serviría de nada. La Técnica de Localización no detecta a personas o cosas que pertenecen a otro tiempo.
—Oh…
La mujer asintió en silencio, comprendiendo. Pero se la veía todavía inquieta, por lo que Denzel posó una mano en su mejilla.
—Haz lo que te he dicho. Descanso y alimento. Repón energías, así nos ayudarás mejor. Sé lógica, sé eficaz. ¿Vas a ser buena?
—¿Me lo pregunta un demonio? —se rio.
Denzel también se rio y besó el dorso de su mano.
—Ya sabes, tienes comida, tele, música, váter, y ni se te ocurra meter los dedos en esos agujeros de las paredes, dan calambre —le recordó—. Y si llama alguien por teléfono —le señaló el aparato en la mesilla junto al sofá—, no contestes, y no abras la puerta a desconocidos.
—Vale...
—Y si ocurre algo urgente y no consigues localizarme, tienes ahí donde os indiqué antes, en la mesilla junto al sofá, el teléfono y el papel con el número de la abuela Agatha. Pero llámala sólo si es una situación de vida o muerte y yo no estoy disponible. En serio, Naminé. No quiero que ella se meta en mis asuntos, por ahora.
—Que sí, que sí, que ya nos lo has dejado claro. Márchate ya.
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