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2º LIBRO - Pasado y Presente









21.
Técnicas y debilidades del iris

Comienza otro día más, y hay muchas cosas de las que encargarse. De esto decidieron dar un repaso Lao y Neuval, así que, después de su tercera reunión mañanera en la empresa, se metieron en el despacho de este último para hablarlo.

De camino a la planta 47, Lao no calló ni un momento, expresando su emoción por la reintegración de Yenkis en la familia Lao, recordando la visita al cementerio de ayer. A todo Neuval le respondía: “Sí... Ya... Ajá...” pacientemente. Aunque no se esperaba otra actitud de él. Kei Lian tenía en lo más alto de su escala de valores la familia, por lo que recuperar la relación familiar con Yenkis le vivificaba como el viento soplando a las brasas. Como para él su familia era lo primero, siempre se había posicionado a sí mismo y sus otros intereses en un segundo plano. Por eso era vicepresidente de Hoteitsuba y Segundo al mando de la KRS.

—¡Pero Neuval! —de repente el viejo lo agarró de los hombros, ansioso, cuando estaban solos en mitad de un pasillo—. ¡Pero di algo! ¿Pero por qué no estás tan contento como yo? ¿Es que no estás contento?

—Ay… —Neuval sintió que le crujían los hombros—. Sí, estoy contento.

—Hmm… —Lao se acercó a su cara y le clavó una mirada analizadora—. Ya… Pero sigues preocupado.

—¿Obvio?

—No, olvídate de eso, jefe. Te prometo que has tomado la decisión correcta, y en el momento correcto. Yenkis ya tiene 12 añazos… uh… —hizo un gesto melodramático al darse cuenta de cómo pasaba el tiempo y lo mayor que se estaba haciendo su nieto más pequeño—. Ya era el momento de hacer este intento. Te has arriesgado y ha salido bien.

—Por ahora.

—¡No! Quítate eso de la cabeza. Todo seguirá por buen camino, ya lo verás. Nuestra familia, nuestras identidades, no van a correr peligro. Yenkis ya es lo suficientemente mayor para entender las cosas, y para saber tener cuidado con lo que decir y hacer y mantener las apariencias en público.

—¿Y quedar con Lex de vez en cuando es mantener las apariencias? —ironizó Neuval.

—¿Eh? ¿Qué hay de raro en que un joven hombre quede con el socio de su padre para tomar un café?

—Te reformularé la pregunta: ¿Qué hay de raro en que un joven y atractivo médico franco-japonés quede de vez en cuando con un viejo chino divorciado de admirables músculos para tomar café y para quedarse a dormir en su casa algunos fines de semana?

El viejo Lao se quedó mudo, y blanco como el papel. Tal como lo pintaba Neuval, no sólo parecía raro, sino también extremadamente inapropiado.

—Neuval, acabas de convertir en algo asqueroso la relación tan bonita que tengo con Lex de abuelo y nieto.

—Es lo que la gente vería desde fuera.

—La gente no ha visto nada de eso desde ningún ángulo, Neu. Lex y yo nunca hemos levantado sospechas. Si alguna vez algún conocido de esta empresa me ha visto en una cafetería o en un bar tomando un café o una cerveza con el hijo del jefe y me ha preguntado por ello, yo le respondo que hablamos de negocios, como del proyecto Nebiotec. Y la gente lo ve lógico.

—Ah… ya… el proyecto que Lex lleva desde su infancia contándome a mí y que al final, a la hora de hacerlo realidad, ha decidido ocultarme.

—No te lo quiere ocultar, Neu, él solamente quería esperar a que le dieran luz verde y después contártelo. Le daba reparo la idea de hablarte del proyecto para que después el Comité le dijera que no es plausible.

—¿No le han dado ya luz verde? Sigo esperando.

—Apenas ha pasado una semana desde la noticia, dale algo de tiempo, ¿no?

—De todas formas, ¿qué diantres hacéis cuando él te visita y se queda a dormir en tu casa? —preguntó Neuval, y siguió caminando por el pasillo.

Lao no pasó por alto ese constante tono irritado. Más bien, se trataba de unos celos enormes. Neuval tampoco es que se molestase en ocultarlos.

—Charlar… ver alguna película… echar largas partidas al ajedrez… A veces bajamos al parque deportivo y echamos unas canastas… Ming Jie también disfruta las visitas de Lex, él me cuenta que con ella se pone a cocinar recetas raras, a plantar cosas en el jardín de atrás…

Neuval volvió a pararse en medio del pasillo. Esta vez se quedó mirando al suelo, sin decir nada. Su cara parecía de enfado, pero no era enfado. Lao suspiró. Era obvio que Neuval se muriese de envidia y de rabia. Tampoco es que él hubiera carecido de esas actividades compartidas con Lex, de hecho, con Lex había tenido 18 largos y estupendos años de compartir mil actividades con él. Era, simplemente, que lo añoraba.

Tampoco podía echarle en cara a Lao que le contara lo mucho que él o Ming Jie disfrutaban con Lex, y mucho menos decirle que dejara de tener esa relación tan cercana con él porque le daba mucha envidia, por supuesto. Esto sería extremadamente infantil y egoísta. Sin duda, Neuval se alegraba de que tanto Kei Lian como Ming Jie tuvieran una relación muy afectuosa y cercana con Lex, igual que la tenían con Mei Ling y con Kyo. Además, Neuval lo sabía, que ese tipo de actividades que sus padres solían hacer con Lex les recordaba mucho a lo que solían hacer con Sai. Neuval siempre fue el iris, y estuvo más acostumbrado a hacer o a hablar de cosas de iris o derivadas con sus padres. En cambio, Sai siempre fue el humano y sus padres hacían o hablaban con él de cosas más de humanos.

—Lo más divertido es cuando viene Mei Ling a pasar la noche con nosotros —siguió contándole Lao—. Ahí es cuando los tres hacemos competiciones del Trivial, de póker con dinero, de ver quién monta y desmonta armas más rápido…

—¿Cuando Mei se une a vosotros? —repitió sorprendido.

—Ajá. Ha habido varios fines de semana en los que Mei Ling se pasaba horas y horas en la biblioteca pública del distrito de Taito, la que tiene incorporados varios talleres, como el taller mecánico, donde ella practica sus maquetas de motores. Cuando veía que se le había hecho muy tarde allí, como esa biblioteca está cerca de donde yo vivo, venía a pasar la noche a mi casa, para así no coger el transporte público tan de noche, y muchas veces coincidía con la visita de Lex. Entonces, los tres pedimos pizza, unas cervezas, estamos de cháchara… Para mí no hay fines de semana mejores que los que he pasado con Lex y con Mei Ling.

—Y… ¿Dónde duermen ellos?

—Lex, cuyas visitas son más frecuentes, siempre duerme en la habitación de invitados. Cuando Mei viene, se queda en el despacho pequeño, en una cama hinchable. ¿Por?

—Ah… por nada… —murmuró Neuval, rascándose un poco la barbilla, algo extrañado—. ¿No supone ninguna incomodidad entre ellos ni nada?

—Neuval, rompieron hace seis años.

—Ya, pero…

—Por supuesto que no existe ninguna incomodidad entre Lex y Mei Ling, nunca la ha habido. Se criaron como primos, siempre se han llevado de maravilla, salieron juntos un año, lo dejaron por decisión mutua, y ahora siguen siendo primos que se llevan de maravilla. Lo que hubo entre ellos dos terminó totalmente hace años. Sólo fue una experiencia temporal.

—¿Hasta qué punto debería de parecerme bien que Lex tuviera una relación sentimental con su prima? —seguía reticente con este asunto—. Ya sé que genéticamente nos separan un par de continentes, pero mentalmente se criaron bajo el vínculo familiar y eso todavía debería considerarse raro, ¿no? A veces me pregunto qué le habría parecido a Sai, que mi hijo y su hija estuviesen juntos románticamente…

—Precisamente por eso su relación fue temporal y corta. Lex y Mei solamente quisieron saciar una curiosidad y una atracción temporal que hubo entre ellos como dos personas de muy distinta sangre, pero al cabo de un año, el vínculo familiar con el que habían crecido pesó más sobre ellos y descubrieron que preferían y se sentían más a gusto manteniendo una relación familiar que una romántica. Ya está, no hay más misterio.

Los dos entraron por fin en el despacho de Neuval. Este se fue hacia su escritorio, y Lao fue a sentarse en una de las butacas junto a la estantería como de costumbre.

—No, en serio —insistió Neuval—. Imagina que Sai hubiera estado vivo en aquel entonces y que Katya no hubiera muerto y que yo nunca me hubiera peleado con Lex, y que estuviésemos todos en mi casa un domingo haciendo una barbacoa familiar… y Lex y Mei Ling fuesen de un lado a otro de la manita, intercambiando miradas, abrazos y besos en la boca. Yo me imagino a Sai acercándose a mí en un momento determinado y diciéndome algo como “dìdì, por favor, dile a tu hijo que deje de meterle la lengua a mi hija hasta la nuca y que aparte la mano de su trasero, si no es mucho pedir”.

—¡Ajajajaj…! —Lao se echó a reír con tantas ganas que Neuval, sentado en su escritorio con su traje y su corbata y con porte serio y sofisticado, tuvo que esperar más de un minuto hasta que el viejo se calmó—. Ahy… uf… —se secó las lágrimas—. Me matas...

—No estaba bromeando —gruñó—. Habría sido muy incómodo oír a mi hermano decirme algo así.

—Hahah… —volvió a reírse, y a secarse las lágrimas—. Bueno, aparte de que Sai nunca te habría dicho algo así, Lex y Mei Ling nunca se habrían paseado delante de la gente agarrándose las nalgas y haciendo nudos marineros con las lenguas. Ya sabes lo recatado que siempre ha sido Lex, y Mei también suele ser discreta con esas cosas.

—Lo único que me aliviaba de esa situación es que, por primera vez en su vida, Lex estaba saliendo con una buena chica —rezongó Neuval—. Era agotador quitarle de encima a esas chicas insoportables de su época de instituto, tóxicas, posesivas, malas personas… Mei Ling obviamente es todo lo contrario.

—¿Y qué opinas de Riku? —quiso saber Lao.

—¿Que qué opino de Riku? Opino que, si algún día ella y Lex rompen, me romperán a mí en mil pedazos y me moriré del disgusto. Adoro a Riku. Creo que no existe mujer mejor para él y espero que algún día acaben casándose. Además de ser un escenario mucho más apropiado y sin complicaciones. ¿Sabes lo extremadamente disparatado que me resulta imaginar que uno de mis hijos acabe casándose con uno de tus nietos?

—A esa pregunta le falta mucho contexto —defendió Lao, impasible, mientras se miraba en un espejo que había en la estantería de su lado, acicalándose un poco la barba blanca.

—¿Sabes que cuando me adoptaste, yo estaba emocionado porque creía que por fin iba a saber lo que era tener una familia normal? Y al final nunca nada fue normal en esta familia.

—Aaah, cuánto lamento oír eso, pero tranquilo, que ahora mismo lo soluciono —ironizó el viejo, y se llevó una mano hacia la oreja, con el meñique y el pulgar estirados a modo de teléfono imaginario—. “¿Sí, hola, estoy hablando con el Jing Wo de hace 35 años, mi antiguo compañero normal de trabajo, que era un humano normal, casado con una humana normal, que por aquel entonces no podían tener hijos y estaban buscando adoptar uno? ¡Oh! ¿Qué tal, Jing Wo de hace 35 años? Tengo una sorpresa para ti y tu mujer, he encontrado a un niño callejero de 10 años que quiere vivir en una familia normal, ¿os lo quedáis? ¡Qué bien! Lo lavaré un poco y te lo daré reluciente el lunes que viene”.

—Oh, pregúntale por favor si puede garantizarme que no me obligará a comer pepino y que no me echará la bronca cada vez que me levante tarde para ir al colegio —le pidió Neuval.

—“Jing Wo, ¿lo has oído?” —siguió Lao fingiendo hablar por teléfono, y después miró a Neuval—. Dice mi normal amigo que no puede garantizarte no hacerte unas cosas tan normales. Aun así, ¿te quieres ir con él?

—Dile que me lo pensaré —contestó Neuval, asomando por fin una sonrisa, mientras ordenaba unos papeles sobre su mesa.

—“Jing Wo, el niño callejero dice que ni lo sueñes, que prefiere mil veces vivir conmigo y tener una familia de todo menos normal. Puh” —hizo un sonido y colgó el teléfono imaginario—. ¿De qué estábamos hablando? Ah, sí… De cuándo vas a meter a Cleven en nuestro redil familiar.

—No estábamos hablando de eso —refunfuñó Neuval.

—Era el hilo de continuación sobre lo de Yenkis.

—Por ahora Cleven está feliz, tranquila y a salvo con su querido tío y sus queridos primos Saehara. Dame un respiro. Estamos en el segundo mes del año y ya he tomado como siete decisiones de enorme riesgo e importancia. Como por ejemplo, la de no estrangularte, después de ver ayer en las cuentas que durante el último año te has gastado casi 300 millones de yenes en tu misterioso proyecto sin avisar.

—Ouch...

—¿Qué demonios estás fabricando, chino loco? Dímelo de una vez.

—Naah, ya lo verás cuando estén listos —contestó Lao con simpleza y tono paciente, mientras se miraba coquetamente las uñas—. Qué adorable intento de hacerme cambiar de tema.

—Mira quién habla.

—Yo sólo digo… que ver ayer a tu madre en el cementerio con una sonrisa radiante en la cara mientras abrazaba a Yenkis fue la cosa más hermosa que jamás había esperado ver en un día tan triste —dijo Lao, manteniendo una calmada sonrisa agridulce.

Neuval lo miró y se contagió de esa misma sonrisa y ese mismo pensamiento. Luego vio que Lao se quedó mirando al techo con esa misma cara. Supo que ahora se estaba imaginando lo que sería para él y para Ming Jie poder volver a abrazar a Cleven también. Entendía que Lao estuviera ansioso por seguir haciendo realidad el sueño de reunificar a toda la familia, conforme veían que las circunstancias exteriores lo permitían, si bien forzosamente como lo de Yenkis, al menos de forma segura. Neuval no soñaba con menos, claro. Él sería el primero en desear que Cleven recuperara su vínculo familiar con los Lao.

Sin embargo, el caso de Cleven no era como el de Lex ni como el de Yenkis. De hecho, era el más peliagudo de todos, el más arriesgado y el que más miedos traía a Neuval. Cleven de pequeña tenía una extraña obsesión con la Asociación y las misiones que los iris hacían, hasta el punto de involucrarse en persona en situaciones de extremo peligro, muchas de esas ocasiones apremiada por el propio Drasik, y se había visto múltiples veces en escenarios que arriesgaban su seguridad o su vida. Neuval había tenido no pocos amagos de infarto en aquella época. ¿Cómo no iba a robarle el aliento la idea de que ella volviera a desarrollar esa obsesión de meterse donde no debía, si decidía revelarle la verdad y las memorias borradas y traerla de vuelta a la consciencia del mundo de los iris? No se explicaba cómo Cleven siempre terminaba saliendo ilesa de aquellas situaciones en su infancia, pero como es de comprender, tener suerte no era suficiente para Neuval para confiar en ella.

—¿Puedes darme una respuesta brutalmente honesta? —le preguntó a Lao tras ese rato de silencio. El viejo lo miró y le hizo un gesto de asentimiento, escuchándolo—. ¿Hasta qué punto crees que Cleven podría sufrir un trauma u odiarme… si un día de estos la sentara en una silla y le contara toda la verdad? ¿Empezando por: “Te voy a contar algo que ya sabías y que componía el 80 % de tu vida, pero que te quité de la memoria”?

Lao se cruzó de brazos y se rascó la barba mientras se quedaba reflexionando de manera lógica y racional sobre esa hipotética situación. Neuval empezó a sentirse desesperanzado cuando pasaron cuatro minutos y el viejo seguía sin decir nada.

—¿Tan mal lo ves?

—Me faltan muchas variables para poder hacer un análisis completo que me lleve a darte una respuesta convencida. Llevo siete años teniendo muy escasos contactos con Cleven. La Cleven de 16 años de ahora no es como la Cleven de 9 años que yo conocía, y no sólo porque le borrases la memoria, sino también porque obviamente ha crecido y ha ido desarrollando nuevos aspectos de su personalidad. Sinceramente, no sé cómo reaccionaría, o qué nivel de trauma podría experimentar. Tú la conoces mucho mejor que yo.

Neuval se tapó la cara con las manos y dejó salir un fuerte suspiro exasperado.

—Tranquilo —le dijo Lao, con una sonrisa apaciguadora—. Si alguna vez llegara ese día, ocurrirá como tenga que ocurrir. No podemos evitar que pasen cosas malas el cien por cien de las veces, Neu, pero cuando tengan que pasar, sí podemos evitar sufrirlo en soledad. No olvides que nos tienes a tu madre y a mí, y a Suzu, y a tus sobrinos. Y a toda la KRS, por supuesto. Incluso cuando se trata de un problema familiar, todos podemos ayudar. Fíjate lo que le pasó a Pipi. La SRS nos volcamos totalmente con él cuando su padre quería prohibirle seguir trabajando en ella.

—Ya… pero no es lo mismo —Neuval se apoyó contra el respaldo y giró el asiento para mirar distraídamente la ciudad por el ventanal recién arreglado—. Llevo siete años ocultándole a Cleven cosas muy importantes. Siete años engañándola… mintiéndole constantemente… manipulando sus recuerdos… Todos me decís que hice lo correcto dadas las circunstancias de lo que pasó en esa época, y quizá tengáis razón, pero nunca dejó de resultarme repulsivo lo que le hice a Cleven. Y a Lex. ¿Cuánto dolor le supondría a Cleven descubrir lo que le hice?

—¿Y si solamente le supone un pequeño dolor al principio, fruto del desengaño inevitable, pero después deja de dolerle porque comprende todas las razones y lo acepta todo?

—¿Como Hana? —dijo Neuval, y vio por el reflejo del ventanal que Lao le respondía encogiéndose de hombros como un “podría ser”—. No… Creo que en la comprensión y aceptación de Hana ha tenido mucho que ver el enorme amor que siente por mí.

—¿Y? ¿Crees que Cleven no siente un inmenso amor por ti?

Neuval volvió a girar su silla, solamente para dirigirle a Lao una mirada de lo más escéptica.

—Que no te lo haya demostrado todos los días con palabras y abrazos en siete años no quiere decir que no lo sienta, Neu —insistió Lao—. No sería la primera adolescente que tiene esa distancia con su padre, pero por dentro sabe que lo quiere con locura.

—Hmm… —Neuval dejó salir otro suspiro, girándose de nuevo hacia el ventanal—. Por ahora, lo único que me importa es asegurarme de que Cleven sepa lo mucho que yo la quiero. Empezando por no arrastrarla de vuelta a casa, porque se me revuelven las tripas cada vez que veo su habitación vacía. Pero ella necesitaba ese cambio. Y que yo le diera ese voto de confianza, y sincerarme con ella en esa conversación tan bonita que tuvimos aquel domingo, tras la cual ella acabó abrazándome, fue de lo más ¡AAAH! —soltó ese grito de manera repentina.

Lao dio un gran bote en su butaca del susto, y se puso en alerta. Neuval se giró en su silla, de vuelta frente a su mesa, en tensión, también con cara de susto, mirando a un punto del despacho. Se quedó así unos segundos. Luego su cara comenzó a relajarse, y a volverse pensativa. Luego hizo un gesto comprensivo y, acto seguido, cogió un papel y un boli y comenzó a tomar unas notas.

El vejo puso los ojos en blanco, expresando una mezcla de alivio y fastidio. Por un instante, había creído que Neuval había visto por el ventanal alguna bomba explotando en la ciudad, o que le había dado un brote de majin. Pero no tardó en reconocer ese comportamiento. Era Alvion, hablándole a Neuval dentro de su mente, algo común para todos los iris. No era algo que hiciera constantemente, solamente para emitir comunicados privados de mucha importancia o para apaciguar un brote de majin, pero seguía sintiéndose como algo natural para los iris, incluso agradable, como de estar a salvo.

—¿Ves? ¡Por esto usaba mi Técnica de Desvío! —protestó Neuval en voz alta—. Qué susto, putain de vie… —gruñó, terminado de escribir unas notas.

—Estás demasiado poco acostumbrado, por culpa de tantos años que has usado la Técnica de Desvío impidiéndole a Alvion conectar con tu mente —le dijo Lao—. Eres el único iris que se cabrea y se sobresalta cuando oye la voz de Alvion en su cabeza.

—No me gusta tener voces en mi cabeza que no sean la mía —masculló Neuval, poniéndose a teclear algo en uno de los tres ordenadores de su mesa.

—¿Y bien? ¿Qué te ha dicho nuestro Señor?

—Que ha estado estos últimos días indagando con los monjes el modo en que Hatori está llevando a cabo su investigación sobre mi masacre —le explicó, mientras consultaba en el ordenador en qué estado de seguridad se encontraban sus sectores secretos de la empresa—. Mediante el laboratorio forense, Hatori ya ha identificado a mis doce víctimas…

—A las doce víctimas de tu majin —le corrigió Lao.

Hubo un inesperado segundo de silencio por parte de Neuval cuando Lao dijo eso. Como iris, este pequeño detalle extrañó al viejo. Podía ser que Neuval se había distraído por un instante con lo que estaba viendo en el ordenador, pero el Ka lo sintió un poco raro.

—Y ha puesto a la policía a tratar de averiguar, pues, lo típico —continuó Neuval—: qué relación podían esos difuntos criminales tener con su asesino, con qué personas de su entorno se movían, antecedentes, problemas de juego o drogas, etcétera.

—¿Alvion te ha dicho que “Hatori ha puesto a la policía a averiguar eso”? —repitió Lao, cruzándose de brazos—. ¿En vez de “Hatori se ha puesto con la policía a averiguar eso”?

Neuval dejó de usar el ordenador y agachó la cabeza, con una expresión entre alicaída y preocupada.

—Denzel tenía razón. Hatori es más inteligente de lo que nos gusta pensar, Lao. Al parecer, él dio por sentado desde el primer momento que Fuujin era el responsable de esa masacre.

—¿Cómo le vino esa idea, le vino del cielo como el Espíritu Santo? —rechistó con sarcasmo.

—Tú solías hablar de lo mucho que te asombraba a veces la capacidad de intuición de Takeshi.

—¿Crees que su hijo la ha heredado de él?

—Como simple agente de policía y como posterior jefe de la Policía, los propios iris de Japón han estado comentando durante los últimos años lo mucho que Hatori y su forma de trabajar les ha sorprendido. ¿Recuerdas el evento de hace año y medio? Hatori estuvo a punto de cazar a dos iris. Los tenía acorralados. Casi consiguió lo que nunca nadie en más de un siglo había conseguido.

—Ya… lo recuerdo —caviló Lao—. Y luego sucedió lo más insólito, que aún a día de hoy muchos iris seguimos sin hallarle una razón, y es que Takeshi apareció en aquella operación de Hatori, y le obligó a cancelarla. Y aquellos dos iris acorralados pudieron escapar, con las caras tapadas.

—Yo creo que Takeshi hizo eso porque al final se acojonó ante las posibles consecuencias —dijo Neuval.

—A mí me da que había algo más detrás de sus razones.

—En fin. El caso es que Hatori sabe que un iris está detrás de la muerte de esos doce criminales, y por eso, sabe que no hay o no tiene por qué haber ningún tipo de relación previa entre esos criminales y Fuujin. Porque Hatori sabe que los iris matamos criminales simplemente por ser criminales que ponen en peligro vidas inocentes y evaden la justicia humana. Por tanto, sabe que investigar la vida y el entorno de esos doce criminales no le va a conducir a Fuujin, porque no hay nada que los conecte, no había un relación previa que derivase en un motivo, un ajuste de cuentas o pelea. Así que, él no se ha puesto a investigar con la policía información sobre esos criminales, pero ha ordenado a la policía que sigan esa línea de investigación, no porque le vaya a traer alguna respuesta, sino para mantener a la policía ocupada en lo que se espera que deben investigar.

—¿Qué significa eso, que Hatori está llevando otra investigación por otra línea clandestina con el fin de llegar hasta Fuujin, y que no puede compartir con la policía común al tratarse de un asunto iris que sólo él y un puñado de agentes conocen? ¿O te ha dicho Alvion que Hatori está en un callejón sin salida en la investigación de aquel crimen y que podemos dejar de preocuparnos?

—Dice que no ha podido averiguar más cosas sobre lo que Hatori pueda o no estar haciendo por su propia cuenta. Pero con eso me ha dado a entender que no puedo permitirme el lujo de bajar la guardia. Que por ahora Hatori no parezca tener aún ninguna pista sobre quién cometió la masacre o evidencia de que de verdad se tratara de Fuujin, no quiere decir que vaya a rendirse y no probar cualquier método para averiguarlo.

—En ese caso, mantén un perfil bajo en público —le dijo Lao—. Si vas por la calle y te encuentras con algún humano en peligro o siendo atracado por un ladrón, no intervengas, pasa desapercibido, sé un don nadie.

—¿¡Qué!? —brincó incrédulo—. ¡Lao! ¡Poner a un humano a salvo es mucho más importante que yo!

—Eso no es del todo cierto. Escucha, hijo. Hatori, en su afán por perseguir el rastro de Fuujin a partir de aquella masacre, si sus sospechas acaban por cualquier imprevisible razón conduciéndolo hasta Neuval Vernoux, será más de una vida humana la que termine corriendo peligro. Empezando por la de tus hijos… tus sobrinos, tu cuñada, tu madre… y terminando en los miles de humanos que trabajan en Hoteitsuba. Si Hatori descubre que tú eres Fuujin, esta información podría filtrarse en el mundo criminal.

Neuval se quedó uno segundos en silencio, pensando en ello.

—Hah… —suspiró—. Sabes que no puedo pasar de largo si veo ante mí a un criminal poniendo en peligro a un humano inocente. Simplemente, no puedo. No puedo.

Lao también suspiró, sabiendo que realmente era algo inevitable en él.

—Pues intervén del modo más discreto posible, ¿vale? Yo qué sé, lánzale un soplido al criminal que lo derribe y lo aturda lo suficiente para ahuyentarlo, y te vas con la cabeza gacha enseguida. Pero a partir de ahora, no más acciones llamativas —dijo esto señalando hacia el ventanal, aludiendo el incidente de ayer con aquellos almaati desertores que lo atacaron aquí mismo en su despacho.

—Si supieras lo mucho que me duele que me digas eso… —rezongó Neuval, apoyando la barbilla en una mano con desánimo—. Ay… Lo que daría ahora por estar en medio de una misión de gran calibre, en alguna remota región montañosa o en algún desierto, haciendo explotar camiones o helicópteros terroristas… arrasando sus bases con tornados de categoría EF5…

—¿No te gusta la misión que Alvion te ha dado ahora? Ya sabes, aquella en la que por lo visto hay unos terroristas planeando más de un atentado con bombas en Tokio. Ya sabes… es algo bastante grave que hay que evitar.

—Sí, sí, sí… Deja que te haga un spoiler. Terroristas jóvenes radicales tremendamente estúpidos intentando poner bombas en lugares de ámbito político, en una de las cuidades más vigiladas del mundo, donde, ¡por cierto!, viven los mejores iris y, ¿por qué no admitirlo?, un ministro de Interior sorprendentemente eficaz, acabarán siendo detenidos por Fuujin y su KRS a tiempo para llegar a casa a cenar y esperar a la siguiente misión.

—Alvion tiene razón —dijo Lao con aire de reproche, negando con la cabeza—. Eres un iris muy consentido y caprichoso.

—No digo que esa misión no tenga ninguna importancia, pero… —Neuval volvió a dejar salir un suspiro, mirando el paisaje de la ciudad por el ventanal—. Es solo que… no sé… —murmuró algo alicaído—. Es solo que a veces siento… que quiero sacar alas y volar lejos…

—¡Eres un maldito hombre que vuela y flota por el aire a placer desde hace 25 años! —exclamó Lao de repente con tono molesto—. Perdona mi lenguaje, ¡pero es que no te entiendo, Neu, cuando te pones a anhelar cosas incoherentes! Parece que nunca nada es suficiente para ti… ¿Qué más quieres?

—Ya, no… es que… No sabría explicarlo. Es algo… diferente a volar con mi iris.

—Y de todas formas, ¿volar lejos por qué? —insistió Lao, tratando de entenderlo, pues no era la primera vez que le frustraba ver que Neuval no terminaba de conformarse con todo lo que tenía y todo lo que ya había logrado—. ¿Volar lejos de dónde? ¿De Tokio? ¿De Japón?

—No sé… lejos de mí… —balbució de nuevo, vagamente, sin siquiera estar él mismo seguro de lo que quería decir—. Bueno, da igual —volvió a ponerse recto en su silla, y su tono cambió a uno más serio y algo enfadado—. Todavía tenemos un rato libre. ¿Qué más temas iris tenemos que repasar?

—Lo de Haru. Para el entrenamiento de Yenkis. Dijiste que querías ocuparte de ese tema lo antes posible. Así que, ¿cuándo vas a buscarlo y a contactar con él?

—No responde al móvil. Pero quiero contactar cuanto antes.

—Pregúntale a Pipi.

—Creo que ni Pipi sabrá con facilidad su paradero. Cuando no hay misiones, Haru desaparece. Y su gira terminó hace poco, podría incluso no estar en Tokio ahora.

En ese momento, alguien llamó a la puerta. Neuval indicó que pasara, y entró Hana, con un taco de carpetitas entre los brazos.

—¿Qué tal os va? ¿Interrumpo algo? —preguntó antes de dar un paso.

—No, sólo hablamos de las cositas que ya sabes —contestó Lao, sonriendo con una pizca de sorna—. Así que no pasa nada por que escuches ahí quieta y calladita como una buena humana.

—Puedes estar aquí —le dijo Neuval, viendo que Lao volvía a hacerla rabiar—. Ven, pasa.

Hana sonrió y se adentró, dejando las carpetitas matutinas en la mesa de Neuval y las empezó a ordenar en silencio tranquilamente.

—Neuval, Pipi sí que puede saber su paradero con facilidad —continuó hablando el viejo, mientras se ponía otra vez a mirarse la barba en el espejito de la estantería coquetamente.

—¿Qué quieres decir?

—Por su Técnica.

—¿En serio? ¿Cuál es? —se entusiasmó Neuval.

—¿No lo sabes? —le preguntó Hana con sorpresa.

—¿Eh? —Neuval no entendió su pregunta.

—A ver, un momento —pidió Hana, poniéndose reflexiva—, que ordene mis pensamientos. Si no recuerdo mal la historia, tú, Kei Lian, pertenecías a la HRS de Hong Kong cuando eras joven, o sea, hace millones de años. —El viejo Lao le lanzó una mirada fulminante—. Pero tras reencontrarte años después con tu viejo amigo Hideki Saehara, que entrenó contigo en el Monte Zou cuando erais pequeños, te pasaste a la SRS de Japón de Hideki, en la que Hideki era el Líder, su esposa Emiliya la Segunda al mando y tú el Guardián. Y cuando Neuval apareció en tu vida, acabó ingresando también en la SRS junto con su amigo del entrenamiento del Monte Zou, Pipi.

—Sí, Pipi y Neuval entrenaron juntos y entraron en la SRS juntos a los 12 años. ¿A dónde quieres ir a parar? —se cansó Lao.

—Según lo que Neu me contó, los miembros de una misma RS conocen la Técnica de su maestro, o de su Líder. O sea que vosotros conocíais la Técnica de Hideki, la Técnica de la SRS. ¿No se supone que Pipi tiene la misma, heredada de Hideki igual que heredó su liderazgo?

—Oh... —comprendió Neuval—. No, porque cuando hay un nuevo Líder en una misma RS, la Técnica se cambia. También van rotando de RS en RS si un Líder quiere cambiarla. La Técnica que tenía Hideki era la que Denzel bautizó como Técnica de Vibración Sincronizada Molecular. Como era un nombre muy largo, pasó a ser la Técnica de Traspaso.

—Es la Técnica que hace que las moléculas de tu cuerpo vibren a la misma intensidad que las de otros cuerpos sólidos —continuó explicando Lao—. O sea, que Hideki podía atravesar las paredes y los muros, como un fantasma. Y, se supone que es secreto, pero nosotros ya lo sabemos, esa Técnica ahora la tiene Viernes, la Líder de la ARS.

—Ay, madre mía, ¡casi había olvidado que Viernes es una iris también! —resopló Hana—. Todas las veces que he tratado con ella, como el otro día cuando vino a recoger a su hija Evie de nuestra casa, siempre la he visto como una vecina tan normal...

—A propósito de eso, Hana, procura mantener eso con discreción por ahora —le pidió Neuval—. Viernes podría enfadarse conmigo por haberle revelado su secreto a una humana externa a la Asociación, así que, si te la cruzas, finge que no sabes nada. Prefiero hablar con ella yo antes. Si es que me la encuentro algún día, ya que anda tan desaparecida... —añadió en voz baja.

—De acuerdo. Pero Neu, hablando de lo de antes, ¿entonces tu suegro podía atravesar las paredes? ¿No te preocupaba, haciendo hincapié en que era el padre de tu novia y más tarde tu suegro, que alguna vez utilizase esta habilidad para ver lo que hacías con Katya dentro de una habitación?

De repente Neuval se la quedó mirando pálido como un cadáver.

—Es... espero que no... —casi murmuró, horripilado.

—Neuval —lo llamó el viejo Lao—. Si tú tuvieras esa Técnica y tu hija Cleven estuviera encerrada en su habitación con un chico, ¿no lo harías?

—¡Por supuesto que lo haría, vamos, sin duda alguna! —exclamó al instante con enfado—. ¡Yo atravesaría cualquier pared con tal de ver qué hace Cleven con un chico! ¡No iba a dejar yo de vigilar a…! ¡Ahhhh! —Neuval se interrumpió con un largo y sonoro respingo, llevándose las manos a la boca con una cara apocalíptica al percatarse de lo que estaba diciendo—. ¡Hideki nos veía! ¡Aaah! ¡Seguro que nos veía! ¡Él con Katya era un padre tan sobreprotector como yo con Cleven, señor Jesucristo, es obvio que nos veía! —Abrió un cajón de su escritorio, sacó una bolsa de papel y empezó a respirar por ella, hiperventilando.

—Tranquilízate, Neuval —le reprochó Lao—. Eso nunca ha pasado, el maestro Hideki no haría algo así, al igual que tú no lees la mente de tus seres queridos sin antes haberles pedido permiso.

—Uuff... —Neuval dejó la bolsa a un lado, recuperando la calma—. Menos mal... Eso explica por qué sigo con vida.

—Pero eso no significa que Hideki fuera estúpido, sabía perfectamente lo que Katya y tú hacíais cuando os encerrabais en una habitación —añadió Lao, sonriendo.

—Lao, déjalo ya —le pidió Hana, viendo que Neuval volvía a respirar por la bolsa—. Estabas contándonos que conoces la Técnica actual de la SRS.

—Sí. Es la Técnica de Localización.

—Ah, sé cuál es. Pero nunca he sabido cómo funciona —dijo Neuval—. ¿Puede localizar a cualquier persona?

—No. Por supuesto tiene que tener un límite. Con esa Técnica, Pipi no puede localizar a una persona que le sea desconocida, a alguien a quien nunca haya visto en persona o de quien no sepa nada. Para que la Técnica funcione, debe depender de una conexión que una a Pipi con la persona en cuestión, y como esta es una Técnica mental, lo que conecta a Pipi mentalmente con otra persona son los recuerdos que tenga de ella, la información, los pensamientos y emociones que tenga sobre ella. Es decir, una persona a la que ya conoce. Y cuanto mejor la conozca, más rápido la localiza, en cualquier rincón del mundo.

—Pero… ¿qué hace la Técnica, decirle las coordenadas, o…?

—Mejor —le corrigió Lao—. Como todas, es una Técnica espaciotemporal. Verás. Cuando Pipi quiere captar la presencia, por ejemplo, de su hija Álex, para saber qué hace o dónde está, la Técnica absorbe y procesa todos los conocimientos que Pipi tiene en la cabeza sobre su hija y, con esa información, su Técnica localiza fácilmente el espacio que está ocupando Álex en tiempo real. La Técnica le ofrece a Pipi una visión espaciotemporal dentro de su mente, que le muestra a su hija y un cierto porcentaje de su entorno.

—Oh, interesante… —opinó Neuval.

—¡Y lo puede ser aún más! —brincó el viejo sobre su asiento, de repente muy entusiasmado—. Porque, ¿sabes qué se me ha ocurrido que podríais ha-…?

—¡Oh, Dios mío! —interrumpió Hana con gran emoción—. ¿Sabes lo que podríais hacer? ¡Combinar ambas Técnicas! Tú, Neu, podrías usar la telepatía sin necesidad de estar delante de la persona y comunicarte a distancia, usando de canal la propia conexión mental que tu amigo establece con la persona en cuestión. Hasta podrías borrar los recuerdos a distancia, ¡sin tener que ir a buscar a la persona! Eso te ahorraría tiempo, riesgo y esfuerzo. ¡Debería ser posible! ¿No crees?

Se hizo un silencio en el despacho. A la mujer se le borró la sonrisa y miró a ambos con un interrogante.

—Hana, fuera de aquí —le ordenó el viejo Lao severamente, señalando la puerta.

—¿¡Por qué!?

—Tranquila, Hana —se rio Neuval—. Es que a mi padre le da rabia cuando la gente le quita protagonismo, le roban las palabras de la boca o explican las cosas mejor que él.

—Neuval, largo —dijo Lao.

—Este es mi despacho.

—Qué quisquilloso, Kei Lian —protestó Hana.

—Vale, ¿podemos por favor centrarnos en el dato más importante aquí? —se impuso Neuval, de repente muy serio—. El cual es… ¿¡Por qué demonios no me quedé yo con esa Técnica para así espiar a Cleven fuera de casa!? —exclamó eufórico.

—Vale, Neu, cariño, eso ya se pasa de enfermizo —lo apaciguó Hana, dándole palmaditas en el hombro.

—¡Para nada! Hana, ¡cuántos disgustos y preocupaciones me habría ahorrado en estos últimos tres años, desde que Cleven empezó con el tema de los chicos y a salir por ahí con amigos por su cuenta! No podéis entender lo que es…

—¿Disculpa? —discrepó Lao.

—Tú nunca has tenido una hija.

—Pero sí una nieta que se quedó sin padre a los 13 años, ¿crees que no he vivido esos temores con Mei Ling?

—Mei no se pasó su adolescencia juntándose con los peores chicos sólo porque eran guapos.

—No, pero se la pasó saliendo de casa a escondidas constantemente para buscar delincuentes a los que zurrar, pretendiendo hacer el trabajo de un iris siendo humana.

—Deja de engañarme, te mueres de orgullo de que Mei Ling sea de esa forma. Quien sí habría sufrido por ese comportamiento es Sai. Se habría pasado la vida teniendo un par de ataquitos de pánico a la semana velando por la seguridad de su hija, como yo con la mía.

—No me digas que sólo por eso habrías preferido la Técnica de Pipi a la que tienes —dijo Lao, incrédulo.

—No, la mía es la más útil que podría haberme tocado. Lo que digo es que habría sido genial tener la de Pipi además de la mía.

—Sabes que nadie tiene la capacidad ni física ni mental para aprender y ejecutar dos Técnicas espaciotemporales.

—Oh, ¿en serio? —se sorprendió Hana, con gran interés—. Ese tal Denzel, el tam… o sea, el…

Taimu —la ayudó a recordar Neuval.

—Sí, eso. ¿Cuántas Técnicas ha creado? ¿Cuáles son? ¿Y cómo funcionan, es decir, cómo se aprenden? ¿Cualquiera puede aprenderlas?

—Sólo los iris y los taimuki tienen la capacidad, pero sólo los iris Líderes tienen el derecho —dijo Lao.

—¿Qué son los taimuki?

—Hana, si tanto quieres saber sobre Denzel y las cosas que ha hecho y puede hacer, le puedes preguntar a Hoti —le sonrió Neuval—. Ella tiene toda esta información guardada. Porque, de nuevo, nos estamos desviando del tema más importante aquí —volvió a ponerse muy serio de repente—. Que es que con esa Técnica podría localizar a Raijin y a Cleven y saber qué hacen sin que se den cuenta.

—¡Neuval! ¡Para ya con eso! —discrepó Hana—. Eso está mal. ¿No crees que espiar la vida de tu hija justo cuando tú le has prometido darle un voto de confianza se pasa de rosca? Déjala de una vez tener su propia vida privada y su derecho a tener secretos o a cometer errores y aprender de ellos, Neu. ¿O acaso a ti te habría gustado que Lao te hubiese espiado a tus espaldas a tus 16 o 17 años?

—¡Oh! Es gracioso que lo menciones, ya que Lao sí me espiaba a mis espaldas, y no, no me gustaba nada —corrigió Neuval, dirigiendo una mirada fría hacia el viejo.

—No puedes juzgarme si no has tenido un Neuval por hijo —replicó este, mirándose de nuevo en el espejito de la estantería tranquilamente.

—Tengo una Cleven, que es muy similar.

—Cleven es un angelito comparada contigo.

—Pero ahora ella está a cargo de su tío, uno de los mejores y más poderosos iris del mundo, ¿no? —repuso Hana—. ¿Qué te preocupa, como para querer espiarlos?

—Hmm… Es por algo que noté, el día en que discutí con Brey tras encontrarlo por la calle corriendo detrás de Cleven y me contó lo sucedido.

—¿Algo que notaste?

—A veces, a causa de haber usado tantas veces la telepatía, sin necesidad de la Técnica puedo llegar a intuir sin probabilidad de error lo que expresan los ojos de hasta los iris más expertos en ocultar emociones, ¡incluso de uno que suele carecer de ellas! Y eso lo vi cuando me encontré con Raijin el día que fui a buscar a Cleven. Vale que me confesara lo de los sentimientos de Cleven hacia él, que es lo más incómodo que me pudo haber dicho. Pero pude ver en sus ojos un temor extraño, como si temiese que yo me enterase de algo más, como si me ocultase algo más. Como se trate de su majin otra vez... —gruñó entre dientes.

—Pero Neuval —disintió Lao—, no creo que eso que percibiste que haya podido pasar entre Cleven y Raijin tenga que ver con el majin de él, Raijin lo controla muy bien. Dudo mucho que él la haya puesto en peligro en algún momento. Sé que ya ocurrió un accidente cuando eran pequeños, y por eso tomaste medidas con Raijin, amenazando a su “yo” del majin que no volviera a acercarse a tus hijos. Pero entonces Raijin tenía 13 años, y su majin se había vuelto muy alto de golpe a causa de un contagio de su hermano Ichi. Aquella vez no pudo controlar ese brote. Pero, desde entonces, no ha vuelto a tener problemas con eso. Sabes que él se controla mejor que tú o que cualquier otro iris enfermo, porque su majin es contagiado, no echó raíces en su mente.

—Entonces, ¿qué es lo que Raijin estaría ocultándome el día que hablé con él sobre Cleven? Parecía nervioso —insistió Neuval.

—Déjalo pasar, hijo, porque ya has visto lo bien que le va a Cleven viviendo con su querido tío, ¿no? Ella está feliz, él está feliz... Todos estamos felices —alzó un poco las manos, concluyendo el tema, y Neuval se encogió de hombros, resignado—. Así que, olvídate de la idea de pedirle a Pipi usar su Técnica para espiar a gente por caprichos personales. Ni Pipi usa su Técnica para espiar a su propia hija por mucho que quiera, porque pesa mucho más su código ético de iris, ni tú usas tu Técnica para leer sin permiso las mentes de cualquiera que no sea un criminal o un enemigo. Pero, viendo tu cara, está claro que tienes en mente utilizarla sobre alguien más, ¿no?

—Sí. Sobre la ARS.

—¿Qué te acabo de decir? —se enfadó Lao.

—¡Es importante! Puede que la ARS sea aliada nuestra, pero últimamente parece lo contrario. Cuanto más tiempo paso sin ver a Viernes en la casa vecina, más me intriga saber qué hace y dónde está. Ni siquiera su hija Evie ni su marido tienen idea, creen que simplemente tiene mucho trabajo en su oficina.

—Cuidado con eso, Neu —le advirtió el viejo—. Recuerda que Viernes acaba de convertirse en la hermana mayor del nuevo ministro de Interior. Si anda tan ausente últimamente, tendrá sus razones. Su vida es muy complicada.

Neuval procuró quedarse callado. Ya le había contado a Lao, y sólo a él, lo que Kyo le contó que le sucedió una mañana mientras huía de la MRS, que tuvo un encuentro con Izan y que lo sometió a un relativamente inofensivo ataque mental y con su elemento Vacío, del cual Kyo ya estaba fuera de peligro gracias al opuritaserum de Drasik. Pero todavía no había querido decirle a Lao ni a nadie lo que una de aquellos almaati desertores que lo atacaron ayer le dijo, sobre la verdadera razón de su ataque, y la mención de Viernes, diciendo que ellos habían desertado como sus almaati porque ella había cambiado y porque Izan estaba en Tokio tramando algo.

Obviamente, Neuval ya había hecho la relación que esa desertora pareció haber insinuado, que la vuelta de Izan y el comportamiento distinto y ausente de Viernes tenían algo ver entre sí. Pero le costaba imaginar que Viernes realmente tuviera cualquier mínima relación o contacto con Izan. Ella había sido la persona más íntegra que había conocido. Pero Neuval también era íntegro… hasta que la fastidiosa, poderosa y pesada enfermedad del majin se ponía de por medio.

«Viernes… ¿es posible que estés tan enferma como yo?» pensó para sus adentros, apesadumbrado. Pues había otra cosa que no había parado de rondar por la mente de Neuval desde que su majin se desató hace dos semanas y aniquiló a doce criminales, y que no le había contado a nadie. Ni pensaba contárselo nunca a nadie. Algo que le tenía atemorizado y preocupado en lo más hondo de sus capas y más capas de apariencia.

Cuando un iris actúa bajo un brote de majin, al volver en sí no podía recordar nada. Por eso, los Zou trataban de hacer hincapié e inculcar en la Asociación la importancia de diferenciar los actos de un iris de los actos de un majin. Para la Asociación, eran dos personalidades distintas. De ahí que no se culpara a un iris por el mal que hubiera podido cometer bajo un brote de majin, y se solían referir a este en tercera persona, como una entidad aparte. Por eso, Lao corrigió antes a Neuval, cuando este dijo “a mis doce víctimas”, y el viejo le dijo “a las doce víctimas de tu majin”.

Pues bien. Neuval recordaba cada segundo de la masacre que cometió en el callejón contra esos doce humanos. Y no sólo lo que vio y lo que hizo, sino también lo que sintió. Absoluto placer… éxtasis… diversión… vileza… Además, sintió su cuerpo extraño.

Fue igual que aquella vez. Fue lo mismo que aquella vez, hace 35 años, cuando su pequeño “yo” de 10 años vio el cuerpo inerte de Song, con un humillante disfraz de ardilla, tendida sobre un charco de sangre bajo su cabeza, en el suelo de la habitación de aquel ruso depravado y despreciable… y en ese momento, “algo” se desató dentro de Neuval; lo que los pocos testigos describieron como una “bestia del inframundo”.

Neuval aún recordaba esa furia y esa rabia que lo empujó a despedazar al señor Orlov, pero también el placer y el éxtasis mientras le arrancaba trozos de piel con los dientes.

El caso es… que esa no fue la primera vez. Tuvo episodios similares antes, durante su travesía de siete meses por medio mundo, e incluso antes, durante su infancia humana en París. Y por eso quiso insistir tanto, por eso quiso advertir a Lao varias veces: “hay algo malo dentro de mí, hay algo que no puedo controlar”. Fuera lo que fuese, había protagonizado todos los momentos críticos de su vida. Incluido aquel en que destruyó medio Japón hace siete años tras encontrar a Katya muerta, de la mano de unas misteriosas personas que previamente estaban atacando la ciudad.

Neuval había tenido no pocos brotes de majin durante su vida de iris, de los cuales, como cabe esperar, no recordaba nada. Ahora bien. Si por otra parte sí recordaba otros episodios de descontrol, estos entonces no podían tratarse de majin. Y si estos episodios concretos nunca fueron de majin, ¿de qué, entonces?

Esta pregunta se la llevaba haciendo toda su vida, y nunca hallaba respuesta, nunca hallaba consuelo, solamente miedo, miedo de sí mismo… a veces, había sido un miedo tan insoportable que las drogas habían sido su único y fugaz refugio.

—¿Neu? —se percató Lao de esa mirada pálida perdida en algún rincón del despacho.

Neuval lo miró. Y luego miró a Hana, viendo que ella también lo observaba preocupada. Transformó su cara por completo en un segundo.

—Oh, es que estaba pensando… —sonrió entusiasmado—… ¡que a quien sí podríamos espiar sería a Hatori!

—Hijo, para eso Pipi necesita conocerlo previamente —le recordó Lao—. Y no hablo sólo de conocerlo de vista y saber su nombre. Tiene que haber habido más conexión, absorber más datos, conocerlo en persona.

—Pero ¿y si yo le digo cómo es Hatori? ¿Y si le cuento cómo es, desde lo poco que lo conozco? ¿No sería suficiente?

—Perdona, pero ¿cuándo has conocido tú a Hatori en persona? —replicó el viejo.

—Es verdad —dijo Hana—. Las pocas veces que ha ido a la casa de Viernes de visita en estos tres años, tú has procurado estar bien alejado.

—Estuve cara a cara con él en el aeropuerto por primera vez en mi vida, el día que regresé del Monte Zou —les explicó Neuval—. Vi de primeras que no es más que un soso mandón y poco simpático. ¡Hasta me metió mano!

—¿¡Qué dices!? —saltó Hana.

—¿No será que te hizo el típico reconocimiento policial? ¿Te cacheó? —se mosqueó Lao.

—Hatori me acosó sexualmente —insistió Neuval—. Y con muchas ganas —sonrió—. Pero no le culpo. Es comprensible. Veréis —se señaló a sí mismo de arriba abajo—, cuando uno tiene este cuerpazo…

—No te lo tengas tan creído, francesito —bufó el viejo, tirándole un cojín del sofá de al lado, y le dio de lleno en la cara—. Te crees que por medir 1’92 y por estar en forma tienes un cuerpo de dios.

—Por eso y por otras cosas… —murmuró Hana discretamente, con las mejillas algo rojas; cuando los otros dos la miraron, dio un brinco e intentó disimular rápidamente, sentándose en el borde del escritorio con naturalidad—. O sea… ehem… Quizás no describiéndoselo con palabras, pero ¿y si puedes transmitirle a Pipi tus conocimientos sobre Hatori a través de tu conexión telepática, para que así Pipi absorba, por así decirlo, tu mismo conocimiento mental sobre Hatori?

—Hah… —caviló Neuval con interés, apoyándose sobre el cojín sobre su escritorio.

—No. Olvídate —insistió Lao—. No es suficiente, no os funcionará con Hatori con tan poco conocimiento de él. De todas formas, estábamos hablando de esto porque necesitas localizar a Haru para pedirle que entrene a Yenkis. Después de sus giras, Haru suele tomarse varios días de pura desconexión del mundo, por eso no podrás contactar con él ni mediante tecnología ni mediante la sola Técnica de Pipi, que sólo tiene la función de localizar, pero, como dijimos ant-…

—¡Oh, Dios mío, Neuval, tienes que probarlo con Haru entonces! —interrumpió Hana al viejo otra vez, con ojos brillantes de emoción—. ¡Lo de combinar ambas Técnicas! Ambos conocéis bien a ese chico. Tiene que funcionar. Te metes en la mente de Nicolás, luego este localiza a Haru, con tu telepatía probablemente podrías hasta ver tú mismo lo que Nicolás ve, y lo que sería alucinante sería comprobar si de verdad podrías meterte en la mente de Haru usando a Nico de canal. ¡Guau! —suspiró maravillada, mirando al techo—. Qué poderes tan interesantes, luego en casa pienso sonsacarle a Hoti todo lo que sepa sobre el señor taimu y sus obras…

Se volvió a formar un silencio en el despacho. Lao miró a su jefe.

—Perdóname, Neu.

—¿Por qué? —se extrañó este.

—Yo te impulsé a contarle toda la verdad a Hana. He cambiado de opinión. Es inaguantable.

—¡Oye! —protestó Hana.

—Ya es un poco tarde, papá —sonrió—. Haya paz, ¿vale? A ver. Voy a probar eso con Pipi para contactar con Haru, eso por descontado. Sin embargo… —murmuró, y la expresión de su rostro denotó un gran pesar y una intranquilidad con la que miró al viejo—. Creo que hay alguien… sobre quien deberíamos usar la Técnica de Pipi… por una razón de peso.

Lao al principio no entendió a quién se refería, pero, leyendo esa mirada en sus ojos, siendo la misma que tenía cuando le contó el ataque que sufrió Kyo por parte de esa persona, lo supo.

—No sé si será posible —dijo Lao.

—¿Qué?

—Neu —se puso recto sobre la butaca y apoyó los codos en las rodillas—. Yo ya le pedí a Pipi en un par de ocasiones si podía intentar localizar a Ichi. Bueno… a Izan. Una fue un año después de que desapareciera, y la otra fue hace tres años. Lo intentó varias veces.

—¿No pudo localizar a Izan ni una sola vez, ni con la Técnica de Denzel? —se sorprendió Neuval, y el viejo negó con la cabeza.

Entonces, Neuval abrió los ojos con horror, aunque procuró disimularlo enseguida. No había tardado en darse cuenta de la probable causa de eso. Si la Técnica de Desvío que el propio Neuval inventó podía evadir incluso la conexión mental de Alvion, sobradamente podía evadir el intento de conexión o localización de una Técnica de Denzel. Ahí sintió que se le derrumbaba un muro encima. «Mierda… yo se la enseñé… le enseñé esta Técnica a Ichi cuando era pequeño» pensó. Le avergonzaba reconocer ante Lao que él era el culpable de que ahora una amenaza tan grave como la de Izan siendo arki gozara de este poder de impunidad, así que se quedó callado.

—Esto… —murmuró Hana, detectando que era un tema delicado para ellos—. ¿Os importa si pregunto… quién es ese Izan?

—Es… —resopló Neuval, recostándose contra el respaldo de su silla, alicaído—. Katya tenía dos hermanos pequeños. Uno es Brey, con quien Cleven vive ahora, y el otro es Izan. Se convirtió en iris bastante pronto, a los 7 años, por la muerte injusta de un niño del que Lex e Izan se hicieron íntimos amigos dos años atrás. Trabajó primero en la SRS, con sus padres, pero solamente dos años, porque entonces mis suegros murieron. Entonces, lo acogí en mi KRS, y en mi casa, junto a Brey. Hasta que seis años después ellos mismos decidieron irse a vivir a otros lugares de acogida, porque querían quitarle tanta carga a Katya, y porque vivir tres iris en una misma casa era un tema inseguro, por culpa de lo tan perseguida que era mi identidad de Fuujin.

—Eso me lo contaste, cuando me explicaste sobre Brey. ¿Izan no se quedó con Brey?

—No. Se fue a otro hogar. Él decía que así era mucho más seguro para todos. Pero yo tardé en darme cuenta de a qué se refería realmente. No era por el riesgo de ser descubiertos por la policía o los cazadores de Takeshi, sino porque Izan ya sabía que estaba enfermo de majin y que le estaban aumentando los grados demasiado rápido.

—Ichi, como solíamos llamarlo —dijo Lao—, sólo quería proteger a Brey, y a Katya, e incluso a nosotros, su familia KRS, de su propio majin. Cuando visitaba a Brey, y cuando estaba con nosotros en reuniones familiares o en misiones, se comportaba como si estuviera perfectamente.

—Ichi siempre fue espléndido —continuó Neuval, con una mirada triste perdida por su escritorio—. Un iris espléndido, poderoso, eficaz, y un chico que iba a todas partes con una sonrisa, alegrando cualquier ambiente, atendiendo a todo el mundo. No sólo adoraba y cuidaba de Lex y de Brey, también del resto de la KRS. Era como el hermano mayor de todos. Incluso tras la muerte de sus padres, que fue devastadora para él y para todos, hizo lo posible por reunir todo el positivismo y animar a los demás a continuar. Pero… cuando una persona hace eso, tienes que estar alerta.

—¿A qué te refieres?

—Muchas veces, ver a alguien recuperarse demasiado rápido tras una tragedia no es signo de una buena salud mental. Nos alegramos cuando alguien supera una tragedia, pero debemos saber diferenciar entre una superación real y una superación forzada. Hay gente que sabe mostrarte la sonrisa más brillante, tan brillante que no te deja ver ni escuchar los gritos de agonía que hay detrás. Katya y yo empezamos a darnos cuenta con el tiempo de que algo no iba bien. Intentamos hablar con él y pedirle que fuera honesto sobre cómo se sentía realmente, que hablase de ello, que lo soltara, que no se avergonzara y pidiera ayuda. Pero para entonces, su majin ya debía de estar rozando el límite. Y un día, desapareció. Se marchó. Y nadie volvió a saber de él en siete años. Poco después de eso, murió Katya… en el evento que ya te conté. Yo le había prometido que traería a su hermano de vuelta. Pero… —Neuval respiró hondo y dejó salir un suspiro angustiado.

Hana se acercó a su silla y se puso a su lado. Le pasó un brazo sobre los hombros con consuelo.

—¿Es ese mismo majin… que me dijiste que tú también padeces? —le preguntó con voz suave—. ¿Por qué Izan y tú lo padecéis y por ejemplo Lao no?

—Dentro de este aspecto, existen dos tipos de iris: los de tipo soldado ejemplar, que son totalmente inmunes al majin —le explicó Neuval, señalando a Lao—. Y los de tipo sensible. Dentro de los sensibles, unos lo somos más que otros. Es una simple cuestión de carácter, viene tanto del factor genético como sociológico. Somos pocos los iris que padecemos una sensibilidad extrema. No es que no sepamos controlar nuestras emociones como el resto de iris, pero nos cuesta tener éxito en ello con más frecuencia.

»Tu personalidad se va transformando poco a poco, empiezas a comportarte como otra persona. Viene el mal humor… la agresividad… y cada vez eres más egoísta, solitario y malvado. Este majin, nacido de la inestabilidad emocional de nuestra antigua parte humana, va creciendo dentro de ti hasta que te "devora" como iris y te convierte en arki. Va cambiando poco a poco la energía Yang blanca de tu iris en una energía Yin negra. El majin te lleva de un extremo hasta el otro. Eso es lo que creemos que le ha pasado a Ichi, que su enfermedad del majin llegó a su último grado y lo ha convertido en otra persona, en lo contrario a un iris: un arki. Alguien que sólo vive para buscar su propio interés a costa de los demás, alguien que se nutre de la soledad y el beneficio propio.

Hana se quedó un rato en silencio, reflexionando sobre todo lo que había escuchado. Había algo que le dejaba una sensación muy incómoda. Tal vez era ese miedo que Neuval proyectaba sobre sí mismo cuando hablaba de la enfermedad que destruyó a Ichi y lo sustituyó por Izan, un miedo que esta vez la voz y los ojos de Neuval se olvidaron de disimular. Hana sintió la necesidad de decirle algo.

—¡Bueno! —Lao rompió el silencio, y se puso en pie de un impulso—. Se acabó el descanso. Vámonos, Hana, que el jefe tiene muchos informes de proyecto que revisar hoy.









21.
Técnicas y debilidades del iris

Comienza otro día más, y hay muchas cosas de las que encargarse. De esto decidieron dar un repaso Lao y Neuval, así que, después de su tercera reunión mañanera en la empresa, se metieron en el despacho de este último para hablarlo.

De camino a la planta 47, Lao no calló ni un momento, expresando su emoción por la reintegración de Yenkis en la familia Lao, recordando la visita al cementerio de ayer. A todo Neuval le respondía: “Sí... Ya... Ajá...” pacientemente. Aunque no se esperaba otra actitud de él. Kei Lian tenía en lo más alto de su escala de valores la familia, por lo que recuperar la relación familiar con Yenkis le vivificaba como el viento soplando a las brasas. Como para él su familia era lo primero, siempre se había posicionado a sí mismo y sus otros intereses en un segundo plano. Por eso era vicepresidente de Hoteitsuba y Segundo al mando de la KRS.

—¡Pero Neuval! —de repente el viejo lo agarró de los hombros, ansioso, cuando estaban solos en mitad de un pasillo—. ¡Pero di algo! ¿Pero por qué no estás tan contento como yo? ¿Es que no estás contento?

—Ay… —Neuval sintió que le crujían los hombros—. Sí, estoy contento.

—Hmm… —Lao se acercó a su cara y le clavó una mirada analizadora—. Ya… Pero sigues preocupado.

—¿Obvio?

—No, olvídate de eso, jefe. Te prometo que has tomado la decisión correcta, y en el momento correcto. Yenkis ya tiene 12 añazos… uh… —hizo un gesto melodramático al darse cuenta de cómo pasaba el tiempo y lo mayor que se estaba haciendo su nieto más pequeño—. Ya era el momento de hacer este intento. Te has arriesgado y ha salido bien.

—Por ahora.

—¡No! Quítate eso de la cabeza. Todo seguirá por buen camino, ya lo verás. Nuestra familia, nuestras identidades, no van a correr peligro. Yenkis ya es lo suficientemente mayor para entender las cosas, y para saber tener cuidado con lo que decir y hacer y mantener las apariencias en público.

—¿Y quedar con Lex de vez en cuando es mantener las apariencias? —ironizó Neuval.

—¿Eh? ¿Qué hay de raro en que un joven hombre quede con el socio de su padre para tomar un café?

—Te reformularé la pregunta: ¿Qué hay de raro en que un joven y atractivo médico franco-japonés quede de vez en cuando con un viejo chino divorciado de admirables músculos para tomar café y para quedarse a dormir en su casa algunos fines de semana?

El viejo Lao se quedó mudo, y blanco como el papel. Tal como lo pintaba Neuval, no sólo parecía raro, sino también extremadamente inapropiado.

—Neuval, acabas de convertir en algo asqueroso la relación tan bonita que tengo con Lex de abuelo y nieto.

—Es lo que la gente vería desde fuera.

—La gente no ha visto nada de eso desde ningún ángulo, Neu. Lex y yo nunca hemos levantado sospechas. Si alguna vez algún conocido de esta empresa me ha visto en una cafetería o en un bar tomando un café o una cerveza con el hijo del jefe y me ha preguntado por ello, yo le respondo que hablamos de negocios, como del proyecto Nebiotec. Y la gente lo ve lógico.

—Ah… ya… el proyecto que Lex lleva desde su infancia contándome a mí y que al final, a la hora de hacerlo realidad, ha decidido ocultarme.

—No te lo quiere ocultar, Neu, él solamente quería esperar a que le dieran luz verde y después contártelo. Le daba reparo la idea de hablarte del proyecto para que después el Comité le dijera que no es plausible.

—¿No le han dado ya luz verde? Sigo esperando.

—Apenas ha pasado una semana desde la noticia, dale algo de tiempo, ¿no?

—De todas formas, ¿qué diantres hacéis cuando él te visita y se queda a dormir en tu casa? —preguntó Neuval, y siguió caminando por el pasillo.

Lao no pasó por alto ese constante tono irritado. Más bien, se trataba de unos celos enormes. Neuval tampoco es que se molestase en ocultarlos.

—Charlar… ver alguna película… echar largas partidas al ajedrez… A veces bajamos al parque deportivo y echamos unas canastas… Ming Jie también disfruta las visitas de Lex, él me cuenta que con ella se pone a cocinar recetas raras, a plantar cosas en el jardín de atrás…

Neuval volvió a pararse en medio del pasillo. Esta vez se quedó mirando al suelo, sin decir nada. Su cara parecía de enfado, pero no era enfado. Lao suspiró. Era obvio que Neuval se muriese de envidia y de rabia. Tampoco es que él hubiera carecido de esas actividades compartidas con Lex, de hecho, con Lex había tenido 18 largos y estupendos años de compartir mil actividades con él. Era, simplemente, que lo añoraba.

Tampoco podía echarle en cara a Lao que le contara lo mucho que él o Ming Jie disfrutaban con Lex, y mucho menos decirle que dejara de tener esa relación tan cercana con él porque le daba mucha envidia, por supuesto. Esto sería extremadamente infantil y egoísta. Sin duda, Neuval se alegraba de que tanto Kei Lian como Ming Jie tuvieran una relación muy afectuosa y cercana con Lex, igual que la tenían con Mei Ling y con Kyo. Además, Neuval lo sabía, que ese tipo de actividades que sus padres solían hacer con Lex les recordaba mucho a lo que solían hacer con Sai. Neuval siempre fue el iris, y estuvo más acostumbrado a hacer o a hablar de cosas de iris o derivadas con sus padres. En cambio, Sai siempre fue el humano y sus padres hacían o hablaban con él de cosas más de humanos.

—Lo más divertido es cuando viene Mei Ling a pasar la noche con nosotros —siguió contándole Lao—. Ahí es cuando los tres hacemos competiciones del Trivial, de póker con dinero, de ver quién monta y desmonta armas más rápido…

—¿Cuando Mei se une a vosotros? —repitió sorprendido.

—Ajá. Ha habido varios fines de semana en los que Mei Ling se pasaba horas y horas en la biblioteca pública del distrito de Taito, la que tiene incorporados varios talleres, como el taller mecánico, donde ella practica sus maquetas de motores. Cuando veía que se le había hecho muy tarde allí, como esa biblioteca está cerca de donde yo vivo, venía a pasar la noche a mi casa, para así no coger el transporte público tan de noche, y muchas veces coincidía con la visita de Lex. Entonces, los tres pedimos pizza, unas cervezas, estamos de cháchara… Para mí no hay fines de semana mejores que los que he pasado con Lex y con Mei Ling.

—Y… ¿Dónde duermen ellos?

—Lex, cuyas visitas son más frecuentes, siempre duerme en la habitación de invitados. Cuando Mei viene, se queda en el despacho pequeño, en una cama hinchable. ¿Por?

—Ah… por nada… —murmuró Neuval, rascándose un poco la barbilla, algo extrañado—. ¿No supone ninguna incomodidad entre ellos ni nada?

—Neuval, rompieron hace seis años.

—Ya, pero…

—Por supuesto que no existe ninguna incomodidad entre Lex y Mei Ling, nunca la ha habido. Se criaron como primos, siempre se han llevado de maravilla, salieron juntos un año, lo dejaron por decisión mutua, y ahora siguen siendo primos que se llevan de maravilla. Lo que hubo entre ellos dos terminó totalmente hace años. Sólo fue una experiencia temporal.

—¿Hasta qué punto debería de parecerme bien que Lex tuviera una relación sentimental con su prima? —seguía reticente con este asunto—. Ya sé que genéticamente nos separan un par de continentes, pero mentalmente se criaron bajo el vínculo familiar y eso todavía debería considerarse raro, ¿no? A veces me pregunto qué le habría parecido a Sai, que mi hijo y su hija estuviesen juntos románticamente…

—Precisamente por eso su relación fue temporal y corta. Lex y Mei solamente quisieron saciar una curiosidad y una atracción temporal que hubo entre ellos como dos personas de muy distinta sangre, pero al cabo de un año, el vínculo familiar con el que habían crecido pesó más sobre ellos y descubrieron que preferían y se sentían más a gusto manteniendo una relación familiar que una romántica. Ya está, no hay más misterio.

Los dos entraron por fin en el despacho de Neuval. Este se fue hacia su escritorio, y Lao fue a sentarse en una de las butacas junto a la estantería como de costumbre.

—No, en serio —insistió Neuval—. Imagina que Sai hubiera estado vivo en aquel entonces y que Katya no hubiera muerto y que yo nunca me hubiera peleado con Lex, y que estuviésemos todos en mi casa un domingo haciendo una barbacoa familiar… y Lex y Mei Ling fuesen de un lado a otro de la manita, intercambiando miradas, abrazos y besos en la boca. Yo me imagino a Sai acercándose a mí en un momento determinado y diciéndome algo como “dìdì, por favor, dile a tu hijo que deje de meterle la lengua a mi hija hasta la nuca y que aparte la mano de su trasero, si no es mucho pedir”.

—¡Ajajajaj…! —Lao se echó a reír con tantas ganas que Neuval, sentado en su escritorio con su traje y su corbata y con porte serio y sofisticado, tuvo que esperar más de un minuto hasta que el viejo se calmó—. Ahy… uf… —se secó las lágrimas—. Me matas...

—No estaba bromeando —gruñó—. Habría sido muy incómodo oír a mi hermano decirme algo así.

—Hahah… —volvió a reírse, y a secarse las lágrimas—. Bueno, aparte de que Sai nunca te habría dicho algo así, Lex y Mei Ling nunca se habrían paseado delante de la gente agarrándose las nalgas y haciendo nudos marineros con las lenguas. Ya sabes lo recatado que siempre ha sido Lex, y Mei también suele ser discreta con esas cosas.

—Lo único que me aliviaba de esa situación es que, por primera vez en su vida, Lex estaba saliendo con una buena chica —rezongó Neuval—. Era agotador quitarle de encima a esas chicas insoportables de su época de instituto, tóxicas, posesivas, malas personas… Mei Ling obviamente es todo lo contrario.

—¿Y qué opinas de Riku? —quiso saber Lao.

—¿Que qué opino de Riku? Opino que, si algún día ella y Lex rompen, me romperán a mí en mil pedazos y me moriré del disgusto. Adoro a Riku. Creo que no existe mujer mejor para él y espero que algún día acaben casándose. Además de ser un escenario mucho más apropiado y sin complicaciones. ¿Sabes lo extremadamente disparatado que me resulta imaginar que uno de mis hijos acabe casándose con uno de tus nietos?

—A esa pregunta le falta mucho contexto —defendió Lao, impasible, mientras se miraba en un espejo que había en la estantería de su lado, acicalándose un poco la barba blanca.

—¿Sabes que cuando me adoptaste, yo estaba emocionado porque creía que por fin iba a saber lo que era tener una familia normal? Y al final nunca nada fue normal en esta familia.

—Aaah, cuánto lamento oír eso, pero tranquilo, que ahora mismo lo soluciono —ironizó el viejo, y se llevó una mano hacia la oreja, con el meñique y el pulgar estirados a modo de teléfono imaginario—. “¿Sí, hola, estoy hablando con el Jing Wo de hace 35 años, mi antiguo compañero normal de trabajo, que era un humano normal, casado con una humana normal, que por aquel entonces no podían tener hijos y estaban buscando adoptar uno? ¡Oh! ¿Qué tal, Jing Wo de hace 35 años? Tengo una sorpresa para ti y tu mujer, he encontrado a un niño callejero de 10 años que quiere vivir en una familia normal, ¿os lo quedáis? ¡Qué bien! Lo lavaré un poco y te lo daré reluciente el lunes que viene”.

—Oh, pregúntale por favor si puede garantizarme que no me obligará a comer pepino y que no me echará la bronca cada vez que me levante tarde para ir al colegio —le pidió Neuval.

—“Jing Wo, ¿lo has oído?” —siguió Lao fingiendo hablar por teléfono, y después miró a Neuval—. Dice mi normal amigo que no puede garantizarte no hacerte unas cosas tan normales. Aun así, ¿te quieres ir con él?

—Dile que me lo pensaré —contestó Neuval, asomando por fin una sonrisa, mientras ordenaba unos papeles sobre su mesa.

—“Jing Wo, el niño callejero dice que ni lo sueñes, que prefiere mil veces vivir conmigo y tener una familia de todo menos normal. Puh” —hizo un sonido y colgó el teléfono imaginario—. ¿De qué estábamos hablando? Ah, sí… De cuándo vas a meter a Cleven en nuestro redil familiar.

—No estábamos hablando de eso —refunfuñó Neuval.

—Era el hilo de continuación sobre lo de Yenkis.

—Por ahora Cleven está feliz, tranquila y a salvo con su querido tío y sus queridos primos Saehara. Dame un respiro. Estamos en el segundo mes del año y ya he tomado como siete decisiones de enorme riesgo e importancia. Como por ejemplo, la de no estrangularte, después de ver ayer en las cuentas que durante el último año te has gastado casi 300 millones de yenes en tu misterioso proyecto sin avisar.

—Ouch...

—¿Qué demonios estás fabricando, chino loco? Dímelo de una vez.

—Naah, ya lo verás cuando estén listos —contestó Lao con simpleza y tono paciente, mientras se miraba coquetamente las uñas—. Qué adorable intento de hacerme cambiar de tema.

—Mira quién habla.

—Yo sólo digo… que ver ayer a tu madre en el cementerio con una sonrisa radiante en la cara mientras abrazaba a Yenkis fue la cosa más hermosa que jamás había esperado ver en un día tan triste —dijo Lao, manteniendo una calmada sonrisa agridulce.

Neuval lo miró y se contagió de esa misma sonrisa y ese mismo pensamiento. Luego vio que Lao se quedó mirando al techo con esa misma cara. Supo que ahora se estaba imaginando lo que sería para él y para Ming Jie poder volver a abrazar a Cleven también. Entendía que Lao estuviera ansioso por seguir haciendo realidad el sueño de reunificar a toda la familia, conforme veían que las circunstancias exteriores lo permitían, si bien forzosamente como lo de Yenkis, al menos de forma segura. Neuval no soñaba con menos, claro. Él sería el primero en desear que Cleven recuperara su vínculo familiar con los Lao.

Sin embargo, el caso de Cleven no era como el de Lex ni como el de Yenkis. De hecho, era el más peliagudo de todos, el más arriesgado y el que más miedos traía a Neuval. Cleven de pequeña tenía una extraña obsesión con la Asociación y las misiones que los iris hacían, hasta el punto de involucrarse en persona en situaciones de extremo peligro, muchas de esas ocasiones apremiada por el propio Drasik, y se había visto múltiples veces en escenarios que arriesgaban su seguridad o su vida. Neuval había tenido no pocos amagos de infarto en aquella época. ¿Cómo no iba a robarle el aliento la idea de que ella volviera a desarrollar esa obsesión de meterse donde no debía, si decidía revelarle la verdad y las memorias borradas y traerla de vuelta a la consciencia del mundo de los iris? No se explicaba cómo Cleven siempre terminaba saliendo ilesa de aquellas situaciones en su infancia, pero como es de comprender, tener suerte no era suficiente para Neuval para confiar en ella.

—¿Puedes darme una respuesta brutalmente honesta? —le preguntó a Lao tras ese rato de silencio. El viejo lo miró y le hizo un gesto de asentimiento, escuchándolo—. ¿Hasta qué punto crees que Cleven podría sufrir un trauma u odiarme… si un día de estos la sentara en una silla y le contara toda la verdad? ¿Empezando por: “Te voy a contar algo que ya sabías y que componía el 80 % de tu vida, pero que te quité de la memoria”?

Lao se cruzó de brazos y se rascó la barba mientras se quedaba reflexionando de manera lógica y racional sobre esa hipotética situación. Neuval empezó a sentirse desesperanzado cuando pasaron cuatro minutos y el viejo seguía sin decir nada.

—¿Tan mal lo ves?

—Me faltan muchas variables para poder hacer un análisis completo que me lleve a darte una respuesta convencida. Llevo siete años teniendo muy escasos contactos con Cleven. La Cleven de 16 años de ahora no es como la Cleven de 9 años que yo conocía, y no sólo porque le borrases la memoria, sino también porque obviamente ha crecido y ha ido desarrollando nuevos aspectos de su personalidad. Sinceramente, no sé cómo reaccionaría, o qué nivel de trauma podría experimentar. Tú la conoces mucho mejor que yo.

Neuval se tapó la cara con las manos y dejó salir un fuerte suspiro exasperado.

—Tranquilo —le dijo Lao, con una sonrisa apaciguadora—. Si alguna vez llegara ese día, ocurrirá como tenga que ocurrir. No podemos evitar que pasen cosas malas el cien por cien de las veces, Neu, pero cuando tengan que pasar, sí podemos evitar sufrirlo en soledad. No olvides que nos tienes a tu madre y a mí, y a Suzu, y a tus sobrinos. Y a toda la KRS, por supuesto. Incluso cuando se trata de un problema familiar, todos podemos ayudar. Fíjate lo que le pasó a Pipi. La SRS nos volcamos totalmente con él cuando su padre quería prohibirle seguir trabajando en ella.

—Ya… pero no es lo mismo —Neuval se apoyó contra el respaldo y giró el asiento para mirar distraídamente la ciudad por el ventanal recién arreglado—. Llevo siete años ocultándole a Cleven cosas muy importantes. Siete años engañándola… mintiéndole constantemente… manipulando sus recuerdos… Todos me decís que hice lo correcto dadas las circunstancias de lo que pasó en esa época, y quizá tengáis razón, pero nunca dejó de resultarme repulsivo lo que le hice a Cleven. Y a Lex. ¿Cuánto dolor le supondría a Cleven descubrir lo que le hice?

—¿Y si solamente le supone un pequeño dolor al principio, fruto del desengaño inevitable, pero después deja de dolerle porque comprende todas las razones y lo acepta todo?

—¿Como Hana? —dijo Neuval, y vio por el reflejo del ventanal que Lao le respondía encogiéndose de hombros como un “podría ser”—. No… Creo que en la comprensión y aceptación de Hana ha tenido mucho que ver el enorme amor que siente por mí.

—¿Y? ¿Crees que Cleven no siente un inmenso amor por ti?

Neuval volvió a girar su silla, solamente para dirigirle a Lao una mirada de lo más escéptica.

—Que no te lo haya demostrado todos los días con palabras y abrazos en siete años no quiere decir que no lo sienta, Neu —insistió Lao—. No sería la primera adolescente que tiene esa distancia con su padre, pero por dentro sabe que lo quiere con locura.

—Hmm… —Neuval dejó salir otro suspiro, girándose de nuevo hacia el ventanal—. Por ahora, lo único que me importa es asegurarme de que Cleven sepa lo mucho que yo la quiero. Empezando por no arrastrarla de vuelta a casa, porque se me revuelven las tripas cada vez que veo su habitación vacía. Pero ella necesitaba ese cambio. Y que yo le diera ese voto de confianza, y sincerarme con ella en esa conversación tan bonita que tuvimos aquel domingo, tras la cual ella acabó abrazándome, fue de lo más ¡AAAH! —soltó ese grito de manera repentina.

Lao dio un gran bote en su butaca del susto, y se puso en alerta. Neuval se giró en su silla, de vuelta frente a su mesa, en tensión, también con cara de susto, mirando a un punto del despacho. Se quedó así unos segundos. Luego su cara comenzó a relajarse, y a volverse pensativa. Luego hizo un gesto comprensivo y, acto seguido, cogió un papel y un boli y comenzó a tomar unas notas.

El vejo puso los ojos en blanco, expresando una mezcla de alivio y fastidio. Por un instante, había creído que Neuval había visto por el ventanal alguna bomba explotando en la ciudad, o que le había dado un brote de majin. Pero no tardó en reconocer ese comportamiento. Era Alvion, hablándole a Neuval dentro de su mente, algo común para todos los iris. No era algo que hiciera constantemente, solamente para emitir comunicados privados de mucha importancia o para apaciguar un brote de majin, pero seguía sintiéndose como algo natural para los iris, incluso agradable, como de estar a salvo.

—¿Ves? ¡Por esto usaba mi Técnica de Desvío! —protestó Neuval en voz alta—. Qué susto, putain de vie… —gruñó, terminado de escribir unas notas.

—Estás demasiado poco acostumbrado, por culpa de tantos años que has usado la Técnica de Desvío impidiéndole a Alvion conectar con tu mente —le dijo Lao—. Eres el único iris que se cabrea y se sobresalta cuando oye la voz de Alvion en su cabeza.

—No me gusta tener voces en mi cabeza que no sean la mía —masculló Neuval, poniéndose a teclear algo en uno de los tres ordenadores de su mesa.

—¿Y bien? ¿Qué te ha dicho nuestro Señor?

—Que ha estado estos últimos días indagando con los monjes el modo en que Hatori está llevando a cabo su investigación sobre mi masacre —le explicó, mientras consultaba en el ordenador en qué estado de seguridad se encontraban sus sectores secretos de la empresa—. Mediante el laboratorio forense, Hatori ya ha identificado a mis doce víctimas…

—A las doce víctimas de tu majin —le corrigió Lao.

Hubo un inesperado segundo de silencio por parte de Neuval cuando Lao dijo eso. Como iris, este pequeño detalle extrañó al viejo. Podía ser que Neuval se había distraído por un instante con lo que estaba viendo en el ordenador, pero el Ka lo sintió un poco raro.

—Y ha puesto a la policía a tratar de averiguar, pues, lo típico —continuó Neuval—: qué relación podían esos difuntos criminales tener con su asesino, con qué personas de su entorno se movían, antecedentes, problemas de juego o drogas, etcétera.

—¿Alvion te ha dicho que “Hatori ha puesto a la policía a averiguar eso”? —repitió Lao, cruzándose de brazos—. ¿En vez de “Hatori se ha puesto con la policía a averiguar eso”?

Neuval dejó de usar el ordenador y agachó la cabeza, con una expresión entre alicaída y preocupada.

—Denzel tenía razón. Hatori es más inteligente de lo que nos gusta pensar, Lao. Al parecer, él dio por sentado desde el primer momento que Fuujin era el responsable de esa masacre.

—¿Cómo le vino esa idea, le vino del cielo como el Espíritu Santo? —rechistó con sarcasmo.

—Tú solías hablar de lo mucho que te asombraba a veces la capacidad de intuición de Takeshi.

—¿Crees que su hijo la ha heredado de él?

—Como simple agente de policía y como posterior jefe de la Policía, los propios iris de Japón han estado comentando durante los últimos años lo mucho que Hatori y su forma de trabajar les ha sorprendido. ¿Recuerdas el evento de hace año y medio? Hatori estuvo a punto de cazar a dos iris. Los tenía acorralados. Casi consiguió lo que nunca nadie en más de un siglo había conseguido.

—Ya… lo recuerdo —caviló Lao—. Y luego sucedió lo más insólito, que aún a día de hoy muchos iris seguimos sin hallarle una razón, y es que Takeshi apareció en aquella operación de Hatori, y le obligó a cancelarla. Y aquellos dos iris acorralados pudieron escapar, con las caras tapadas.

—Yo creo que Takeshi hizo eso porque al final se acojonó ante las posibles consecuencias —dijo Neuval.

—A mí me da que había algo más detrás de sus razones.

—En fin. El caso es que Hatori sabe que un iris está detrás de la muerte de esos doce criminales, y por eso, sabe que no hay o no tiene por qué haber ningún tipo de relación previa entre esos criminales y Fuujin. Porque Hatori sabe que los iris matamos criminales simplemente por ser criminales que ponen en peligro vidas inocentes y evaden la justicia humana. Por tanto, sabe que investigar la vida y el entorno de esos doce criminales no le va a conducir a Fuujin, porque no hay nada que los conecte, no había un relación previa que derivase en un motivo, un ajuste de cuentas o pelea. Así que, él no se ha puesto a investigar con la policía información sobre esos criminales, pero ha ordenado a la policía que sigan esa línea de investigación, no porque le vaya a traer alguna respuesta, sino para mantener a la policía ocupada en lo que se espera que deben investigar.

—¿Qué significa eso, que Hatori está llevando otra investigación por otra línea clandestina con el fin de llegar hasta Fuujin, y que no puede compartir con la policía común al tratarse de un asunto iris que sólo él y un puñado de agentes conocen? ¿O te ha dicho Alvion que Hatori está en un callejón sin salida en la investigación de aquel crimen y que podemos dejar de preocuparnos?

—Dice que no ha podido averiguar más cosas sobre lo que Hatori pueda o no estar haciendo por su propia cuenta. Pero con eso me ha dado a entender que no puedo permitirme el lujo de bajar la guardia. Que por ahora Hatori no parezca tener aún ninguna pista sobre quién cometió la masacre o evidencia de que de verdad se tratara de Fuujin, no quiere decir que vaya a rendirse y no probar cualquier método para averiguarlo.

—En ese caso, mantén un perfil bajo en público —le dijo Lao—. Si vas por la calle y te encuentras con algún humano en peligro o siendo atracado por un ladrón, no intervengas, pasa desapercibido, sé un don nadie.

—¿¡Qué!? —brincó incrédulo—. ¡Lao! ¡Poner a un humano a salvo es mucho más importante que yo!

—Eso no es del todo cierto. Escucha, hijo. Hatori, en su afán por perseguir el rastro de Fuujin a partir de aquella masacre, si sus sospechas acaban por cualquier imprevisible razón conduciéndolo hasta Neuval Vernoux, será más de una vida humana la que termine corriendo peligro. Empezando por la de tus hijos… tus sobrinos, tu cuñada, tu madre… y terminando en los miles de humanos que trabajan en Hoteitsuba. Si Hatori descubre que tú eres Fuujin, esta información podría filtrarse en el mundo criminal.

Neuval se quedó uno segundos en silencio, pensando en ello.

—Hah… —suspiró—. Sabes que no puedo pasar de largo si veo ante mí a un criminal poniendo en peligro a un humano inocente. Simplemente, no puedo. No puedo.

Lao también suspiró, sabiendo que realmente era algo inevitable en él.

—Pues intervén del modo más discreto posible, ¿vale? Yo qué sé, lánzale un soplido al criminal que lo derribe y lo aturda lo suficiente para ahuyentarlo, y te vas con la cabeza gacha enseguida. Pero a partir de ahora, no más acciones llamativas —dijo esto señalando hacia el ventanal, aludiendo el incidente de ayer con aquellos almaati desertores que lo atacaron aquí mismo en su despacho.

—Si supieras lo mucho que me duele que me digas eso… —rezongó Neuval, apoyando la barbilla en una mano con desánimo—. Ay… Lo que daría ahora por estar en medio de una misión de gran calibre, en alguna remota región montañosa o en algún desierto, haciendo explotar camiones o helicópteros terroristas… arrasando sus bases con tornados de categoría EF5…

—¿No te gusta la misión que Alvion te ha dado ahora? Ya sabes, aquella en la que por lo visto hay unos terroristas planeando más de un atentado con bombas en Tokio. Ya sabes… es algo bastante grave que hay que evitar.

—Sí, sí, sí… Deja que te haga un spoiler. Terroristas jóvenes radicales tremendamente estúpidos intentando poner bombas en lugares de ámbito político, en una de las cuidades más vigiladas del mundo, donde, ¡por cierto!, viven los mejores iris y, ¿por qué no admitirlo?, un ministro de Interior sorprendentemente eficaz, acabarán siendo detenidos por Fuujin y su KRS a tiempo para llegar a casa a cenar y esperar a la siguiente misión.

—Alvion tiene razón —dijo Lao con aire de reproche, negando con la cabeza—. Eres un iris muy consentido y caprichoso.

—No digo que esa misión no tenga ninguna importancia, pero… —Neuval volvió a dejar salir un suspiro, mirando el paisaje de la ciudad por el ventanal—. Es solo que… no sé… —murmuró algo alicaído—. Es solo que a veces siento… que quiero sacar alas y volar lejos…

—¡Eres un maldito hombre que vuela y flota por el aire a placer desde hace 25 años! —exclamó Lao de repente con tono molesto—. Perdona mi lenguaje, ¡pero es que no te entiendo, Neu, cuando te pones a anhelar cosas incoherentes! Parece que nunca nada es suficiente para ti… ¿Qué más quieres?

—Ya, no… es que… No sabría explicarlo. Es algo… diferente a volar con mi iris.

—Y de todas formas, ¿volar lejos por qué? —insistió Lao, tratando de entenderlo, pues no era la primera vez que le frustraba ver que Neuval no terminaba de conformarse con todo lo que tenía y todo lo que ya había logrado—. ¿Volar lejos de dónde? ¿De Tokio? ¿De Japón?

—No sé… lejos de mí… —balbució de nuevo, vagamente, sin siquiera estar él mismo seguro de lo que quería decir—. Bueno, da igual —volvió a ponerse recto en su silla, y su tono cambió a uno más serio y algo enfadado—. Todavía tenemos un rato libre. ¿Qué más temas iris tenemos que repasar?

—Lo de Haru. Para el entrenamiento de Yenkis. Dijiste que querías ocuparte de ese tema lo antes posible. Así que, ¿cuándo vas a buscarlo y a contactar con él?

—No responde al móvil. Pero quiero contactar cuanto antes.

—Pregúntale a Pipi.

—Creo que ni Pipi sabrá con facilidad su paradero. Cuando no hay misiones, Haru desaparece. Y su gira terminó hace poco, podría incluso no estar en Tokio ahora.

En ese momento, alguien llamó a la puerta. Neuval indicó que pasara, y entró Hana, con un taco de carpetitas entre los brazos.

—¿Qué tal os va? ¿Interrumpo algo? —preguntó antes de dar un paso.

—No, sólo hablamos de las cositas que ya sabes —contestó Lao, sonriendo con una pizca de sorna—. Así que no pasa nada por que escuches ahí quieta y calladita como una buena humana.

—Puedes estar aquí —le dijo Neuval, viendo que Lao volvía a hacerla rabiar—. Ven, pasa.

Hana sonrió y se adentró, dejando las carpetitas matutinas en la mesa de Neuval y las empezó a ordenar en silencio tranquilamente.

—Neuval, Pipi sí que puede saber su paradero con facilidad —continuó hablando el viejo, mientras se ponía otra vez a mirarse la barba en el espejito de la estantería coquetamente.

—¿Qué quieres decir?

—Por su Técnica.

—¿En serio? ¿Cuál es? —se entusiasmó Neuval.

—¿No lo sabes? —le preguntó Hana con sorpresa.

—¿Eh? —Neuval no entendió su pregunta.

—A ver, un momento —pidió Hana, poniéndose reflexiva—, que ordene mis pensamientos. Si no recuerdo mal la historia, tú, Kei Lian, pertenecías a la HRS de Hong Kong cuando eras joven, o sea, hace millones de años. —El viejo Lao le lanzó una mirada fulminante—. Pero tras reencontrarte años después con tu viejo amigo Hideki Saehara, que entrenó contigo en el Monte Zou cuando erais pequeños, te pasaste a la SRS de Japón de Hideki, en la que Hideki era el Líder, su esposa Emiliya la Segunda al mando y tú el Guardián. Y cuando Neuval apareció en tu vida, acabó ingresando también en la SRS junto con su amigo del entrenamiento del Monte Zou, Pipi.

—Sí, Pipi y Neuval entrenaron juntos y entraron en la SRS juntos a los 12 años. ¿A dónde quieres ir a parar? —se cansó Lao.

—Según lo que Neu me contó, los miembros de una misma RS conocen la Técnica de su maestro, o de su Líder. O sea que vosotros conocíais la Técnica de Hideki, la Técnica de la SRS. ¿No se supone que Pipi tiene la misma, heredada de Hideki igual que heredó su liderazgo?

—Oh... —comprendió Neuval—. No, porque cuando hay un nuevo Líder en una misma RS, la Técnica se cambia. También van rotando de RS en RS si un Líder quiere cambiarla. La Técnica que tenía Hideki era la que Denzel bautizó como Técnica de Vibración Sincronizada Molecular. Como era un nombre muy largo, pasó a ser la Técnica de Traspaso.

—Es la Técnica que hace que las moléculas de tu cuerpo vibren a la misma intensidad que las de otros cuerpos sólidos —continuó explicando Lao—. O sea, que Hideki podía atravesar las paredes y los muros, como un fantasma. Y, se supone que es secreto, pero nosotros ya lo sabemos, esa Técnica ahora la tiene Viernes, la Líder de la ARS.

—Ay, madre mía, ¡casi había olvidado que Viernes es una iris también! —resopló Hana—. Todas las veces que he tratado con ella, como el otro día cuando vino a recoger a su hija Evie de nuestra casa, siempre la he visto como una vecina tan normal...

—A propósito de eso, Hana, procura mantener eso con discreción por ahora —le pidió Neuval—. Viernes podría enfadarse conmigo por haberle revelado su secreto a una humana externa a la Asociación, así que, si te la cruzas, finge que no sabes nada. Prefiero hablar con ella yo antes. Si es que me la encuentro algún día, ya que anda tan desaparecida... —añadió en voz baja.

—De acuerdo. Pero Neu, hablando de lo de antes, ¿entonces tu suegro podía atravesar las paredes? ¿No te preocupaba, haciendo hincapié en que era el padre de tu novia y más tarde tu suegro, que alguna vez utilizase esta habilidad para ver lo que hacías con Katya dentro de una habitación?

De repente Neuval se la quedó mirando pálido como un cadáver.

—Es... espero que no... —casi murmuró, horripilado.

—Neuval —lo llamó el viejo Lao—. Si tú tuvieras esa Técnica y tu hija Cleven estuviera encerrada en su habitación con un chico, ¿no lo harías?

—¡Por supuesto que lo haría, vamos, sin duda alguna! —exclamó al instante con enfado—. ¡Yo atravesaría cualquier pared con tal de ver qué hace Cleven con un chico! ¡No iba a dejar yo de vigilar a…! ¡Ahhhh! —Neuval se interrumpió con un largo y sonoro respingo, llevándose las manos a la boca con una cara apocalíptica al percatarse de lo que estaba diciendo—. ¡Hideki nos veía! ¡Aaah! ¡Seguro que nos veía! ¡Él con Katya era un padre tan sobreprotector como yo con Cleven, señor Jesucristo, es obvio que nos veía! —Abrió un cajón de su escritorio, sacó una bolsa de papel y empezó a respirar por ella, hiperventilando.

—Tranquilízate, Neuval —le reprochó Lao—. Eso nunca ha pasado, el maestro Hideki no haría algo así, al igual que tú no lees la mente de tus seres queridos sin antes haberles pedido permiso.

—Uuff... —Neuval dejó la bolsa a un lado, recuperando la calma—. Menos mal... Eso explica por qué sigo con vida.

—Pero eso no significa que Hideki fuera estúpido, sabía perfectamente lo que Katya y tú hacíais cuando os encerrabais en una habitación —añadió Lao, sonriendo.

—Lao, déjalo ya —le pidió Hana, viendo que Neuval volvía a respirar por la bolsa—. Estabas contándonos que conoces la Técnica actual de la SRS.

—Sí. Es la Técnica de Localización.

—Ah, sé cuál es. Pero nunca he sabido cómo funciona —dijo Neuval—. ¿Puede localizar a cualquier persona?

—No. Por supuesto tiene que tener un límite. Con esa Técnica, Pipi no puede localizar a una persona que le sea desconocida, a alguien a quien nunca haya visto en persona o de quien no sepa nada. Para que la Técnica funcione, debe depender de una conexión que una a Pipi con la persona en cuestión, y como esta es una Técnica mental, lo que conecta a Pipi mentalmente con otra persona son los recuerdos que tenga de ella, la información, los pensamientos y emociones que tenga sobre ella. Es decir, una persona a la que ya conoce. Y cuanto mejor la conozca, más rápido la localiza, en cualquier rincón del mundo.

—Pero… ¿qué hace la Técnica, decirle las coordenadas, o…?

—Mejor —le corrigió Lao—. Como todas, es una Técnica espaciotemporal. Verás. Cuando Pipi quiere captar la presencia, por ejemplo, de su hija Álex, para saber qué hace o dónde está, la Técnica absorbe y procesa todos los conocimientos que Pipi tiene en la cabeza sobre su hija y, con esa información, su Técnica localiza fácilmente el espacio que está ocupando Álex en tiempo real. La Técnica le ofrece a Pipi una visión espaciotemporal dentro de su mente, que le muestra a su hija y un cierto porcentaje de su entorno.

—Oh, interesante… —opinó Neuval.

—¡Y lo puede ser aún más! —brincó el viejo sobre su asiento, de repente muy entusiasmado—. Porque, ¿sabes qué se me ha ocurrido que podríais ha-…?

—¡Oh, Dios mío! —interrumpió Hana con gran emoción—. ¿Sabes lo que podríais hacer? ¡Combinar ambas Técnicas! Tú, Neu, podrías usar la telepatía sin necesidad de estar delante de la persona y comunicarte a distancia, usando de canal la propia conexión mental que tu amigo establece con la persona en cuestión. Hasta podrías borrar los recuerdos a distancia, ¡sin tener que ir a buscar a la persona! Eso te ahorraría tiempo, riesgo y esfuerzo. ¡Debería ser posible! ¿No crees?

Se hizo un silencio en el despacho. A la mujer se le borró la sonrisa y miró a ambos con un interrogante.

—Hana, fuera de aquí —le ordenó el viejo Lao severamente, señalando la puerta.

—¿¡Por qué!?

—Tranquila, Hana —se rio Neuval—. Es que a mi padre le da rabia cuando la gente le quita protagonismo, le roban las palabras de la boca o explican las cosas mejor que él.

—Neuval, largo —dijo Lao.

—Este es mi despacho.

—Qué quisquilloso, Kei Lian —protestó Hana.

—Vale, ¿podemos por favor centrarnos en el dato más importante aquí? —se impuso Neuval, de repente muy serio—. El cual es… ¿¡Por qué demonios no me quedé yo con esa Técnica para así espiar a Cleven fuera de casa!? —exclamó eufórico.

—Vale, Neu, cariño, eso ya se pasa de enfermizo —lo apaciguó Hana, dándole palmaditas en el hombro.

—¡Para nada! Hana, ¡cuántos disgustos y preocupaciones me habría ahorrado en estos últimos tres años, desde que Cleven empezó con el tema de los chicos y a salir por ahí con amigos por su cuenta! No podéis entender lo que es…

—¿Disculpa? —discrepó Lao.

—Tú nunca has tenido una hija.

—Pero sí una nieta que se quedó sin padre a los 13 años, ¿crees que no he vivido esos temores con Mei Ling?

—Mei no se pasó su adolescencia juntándose con los peores chicos sólo porque eran guapos.

—No, pero se la pasó saliendo de casa a escondidas constantemente para buscar delincuentes a los que zurrar, pretendiendo hacer el trabajo de un iris siendo humana.

—Deja de engañarme, te mueres de orgullo de que Mei Ling sea de esa forma. Quien sí habría sufrido por ese comportamiento es Sai. Se habría pasado la vida teniendo un par de ataquitos de pánico a la semana velando por la seguridad de su hija, como yo con la mía.

—No me digas que sólo por eso habrías preferido la Técnica de Pipi a la que tienes —dijo Lao, incrédulo.

—No, la mía es la más útil que podría haberme tocado. Lo que digo es que habría sido genial tener la de Pipi además de la mía.

—Sabes que nadie tiene la capacidad ni física ni mental para aprender y ejecutar dos Técnicas espaciotemporales.

—Oh, ¿en serio? —se sorprendió Hana, con gran interés—. Ese tal Denzel, el tam… o sea, el…

Taimu —la ayudó a recordar Neuval.

—Sí, eso. ¿Cuántas Técnicas ha creado? ¿Cuáles son? ¿Y cómo funcionan, es decir, cómo se aprenden? ¿Cualquiera puede aprenderlas?

—Sólo los iris y los taimuki tienen la capacidad, pero sólo los iris Líderes tienen el derecho —dijo Lao.

—¿Qué son los taimuki?

—Hana, si tanto quieres saber sobre Denzel y las cosas que ha hecho y puede hacer, le puedes preguntar a Hoti —le sonrió Neuval—. Ella tiene toda esta información guardada. Porque, de nuevo, nos estamos desviando del tema más importante aquí —volvió a ponerse muy serio de repente—. Que es que con esa Técnica podría localizar a Raijin y a Cleven y saber qué hacen sin que se den cuenta.

—¡Neuval! ¡Para ya con eso! —discrepó Hana—. Eso está mal. ¿No crees que espiar la vida de tu hija justo cuando tú le has prometido darle un voto de confianza se pasa de rosca? Déjala de una vez tener su propia vida privada y su derecho a tener secretos o a cometer errores y aprender de ellos, Neu. ¿O acaso a ti te habría gustado que Lao te hubiese espiado a tus espaldas a tus 16 o 17 años?

—¡Oh! Es gracioso que lo menciones, ya que Lao sí me espiaba a mis espaldas, y no, no me gustaba nada —corrigió Neuval, dirigiendo una mirada fría hacia el viejo.

—No puedes juzgarme si no has tenido un Neuval por hijo —replicó este, mirándose de nuevo en el espejito de la estantería tranquilamente.

—Tengo una Cleven, que es muy similar.

—Cleven es un angelito comparada contigo.

—Pero ahora ella está a cargo de su tío, uno de los mejores y más poderosos iris del mundo, ¿no? —repuso Hana—. ¿Qué te preocupa, como para querer espiarlos?

—Hmm… Es por algo que noté, el día en que discutí con Brey tras encontrarlo por la calle corriendo detrás de Cleven y me contó lo sucedido.

—¿Algo que notaste?

—A veces, a causa de haber usado tantas veces la telepatía, sin necesidad de la Técnica puedo llegar a intuir sin probabilidad de error lo que expresan los ojos de hasta los iris más expertos en ocultar emociones, ¡incluso de uno que suele carecer de ellas! Y eso lo vi cuando me encontré con Raijin el día que fui a buscar a Cleven. Vale que me confesara lo de los sentimientos de Cleven hacia él, que es lo más incómodo que me pudo haber dicho. Pero pude ver en sus ojos un temor extraño, como si temiese que yo me enterase de algo más, como si me ocultase algo más. Como se trate de su majin otra vez... —gruñó entre dientes.

—Pero Neuval —disintió Lao—, no creo que eso que percibiste que haya podido pasar entre Cleven y Raijin tenga que ver con el majin de él, Raijin lo controla muy bien. Dudo mucho que él la haya puesto en peligro en algún momento. Sé que ya ocurrió un accidente cuando eran pequeños, y por eso tomaste medidas con Raijin, amenazando a su “yo” del majin que no volviera a acercarse a tus hijos. Pero entonces Raijin tenía 13 años, y su majin se había vuelto muy alto de golpe a causa de un contagio de su hermano Ichi. Aquella vez no pudo controlar ese brote. Pero, desde entonces, no ha vuelto a tener problemas con eso. Sabes que él se controla mejor que tú o que cualquier otro iris enfermo, porque su majin es contagiado, no echó raíces en su mente.

—Entonces, ¿qué es lo que Raijin estaría ocultándome el día que hablé con él sobre Cleven? Parecía nervioso —insistió Neuval.

—Déjalo pasar, hijo, porque ya has visto lo bien que le va a Cleven viviendo con su querido tío, ¿no? Ella está feliz, él está feliz... Todos estamos felices —alzó un poco las manos, concluyendo el tema, y Neuval se encogió de hombros, resignado—. Así que, olvídate de la idea de pedirle a Pipi usar su Técnica para espiar a gente por caprichos personales. Ni Pipi usa su Técnica para espiar a su propia hija por mucho que quiera, porque pesa mucho más su código ético de iris, ni tú usas tu Técnica para leer sin permiso las mentes de cualquiera que no sea un criminal o un enemigo. Pero, viendo tu cara, está claro que tienes en mente utilizarla sobre alguien más, ¿no?

—Sí. Sobre la ARS.

—¿Qué te acabo de decir? —se enfadó Lao.

—¡Es importante! Puede que la ARS sea aliada nuestra, pero últimamente parece lo contrario. Cuanto más tiempo paso sin ver a Viernes en la casa vecina, más me intriga saber qué hace y dónde está. Ni siquiera su hija Evie ni su marido tienen idea, creen que simplemente tiene mucho trabajo en su oficina.

—Cuidado con eso, Neu —le advirtió el viejo—. Recuerda que Viernes acaba de convertirse en la hermana mayor del nuevo ministro de Interior. Si anda tan ausente últimamente, tendrá sus razones. Su vida es muy complicada.

Neuval procuró quedarse callado. Ya le había contado a Lao, y sólo a él, lo que Kyo le contó que le sucedió una mañana mientras huía de la MRS, que tuvo un encuentro con Izan y que lo sometió a un relativamente inofensivo ataque mental y con su elemento Vacío, del cual Kyo ya estaba fuera de peligro gracias al opuritaserum de Drasik. Pero todavía no había querido decirle a Lao ni a nadie lo que una de aquellos almaati desertores que lo atacaron ayer le dijo, sobre la verdadera razón de su ataque, y la mención de Viernes, diciendo que ellos habían desertado como sus almaati porque ella había cambiado y porque Izan estaba en Tokio tramando algo.

Obviamente, Neuval ya había hecho la relación que esa desertora pareció haber insinuado, que la vuelta de Izan y el comportamiento distinto y ausente de Viernes tenían algo ver entre sí. Pero le costaba imaginar que Viernes realmente tuviera cualquier mínima relación o contacto con Izan. Ella había sido la persona más íntegra que había conocido. Pero Neuval también era íntegro… hasta que la fastidiosa, poderosa y pesada enfermedad del majin se ponía de por medio.

«Viernes… ¿es posible que estés tan enferma como yo?» pensó para sus adentros, apesadumbrado. Pues había otra cosa que no había parado de rondar por la mente de Neuval desde que su majin se desató hace dos semanas y aniquiló a doce criminales, y que no le había contado a nadie. Ni pensaba contárselo nunca a nadie. Algo que le tenía atemorizado y preocupado en lo más hondo de sus capas y más capas de apariencia.

Cuando un iris actúa bajo un brote de majin, al volver en sí no podía recordar nada. Por eso, los Zou trataban de hacer hincapié e inculcar en la Asociación la importancia de diferenciar los actos de un iris de los actos de un majin. Para la Asociación, eran dos personalidades distintas. De ahí que no se culpara a un iris por el mal que hubiera podido cometer bajo un brote de majin, y se solían referir a este en tercera persona, como una entidad aparte. Por eso, Lao corrigió antes a Neuval, cuando este dijo “a mis doce víctimas”, y el viejo le dijo “a las doce víctimas de tu majin”.

Pues bien. Neuval recordaba cada segundo de la masacre que cometió en el callejón contra esos doce humanos. Y no sólo lo que vio y lo que hizo, sino también lo que sintió. Absoluto placer… éxtasis… diversión… vileza… Además, sintió su cuerpo extraño.

Fue igual que aquella vez. Fue lo mismo que aquella vez, hace 35 años, cuando su pequeño “yo” de 10 años vio el cuerpo inerte de Song, con un humillante disfraz de ardilla, tendida sobre un charco de sangre bajo su cabeza, en el suelo de la habitación de aquel ruso depravado y despreciable… y en ese momento, “algo” se desató dentro de Neuval; lo que los pocos testigos describieron como una “bestia del inframundo”.

Neuval aún recordaba esa furia y esa rabia que lo empujó a despedazar al señor Orlov, pero también el placer y el éxtasis mientras le arrancaba trozos de piel con los dientes.

El caso es… que esa no fue la primera vez. Tuvo episodios similares antes, durante su travesía de siete meses por medio mundo, e incluso antes, durante su infancia humana en París. Y por eso quiso insistir tanto, por eso quiso advertir a Lao varias veces: “hay algo malo dentro de mí, hay algo que no puedo controlar”. Fuera lo que fuese, había protagonizado todos los momentos críticos de su vida. Incluido aquel en que destruyó medio Japón hace siete años tras encontrar a Katya muerta, de la mano de unas misteriosas personas que previamente estaban atacando la ciudad.

Neuval había tenido no pocos brotes de majin durante su vida de iris, de los cuales, como cabe esperar, no recordaba nada. Ahora bien. Si por otra parte sí recordaba otros episodios de descontrol, estos entonces no podían tratarse de majin. Y si estos episodios concretos nunca fueron de majin, ¿de qué, entonces?

Esta pregunta se la llevaba haciendo toda su vida, y nunca hallaba respuesta, nunca hallaba consuelo, solamente miedo, miedo de sí mismo… a veces, había sido un miedo tan insoportable que las drogas habían sido su único y fugaz refugio.

—¿Neu? —se percató Lao de esa mirada pálida perdida en algún rincón del despacho.

Neuval lo miró. Y luego miró a Hana, viendo que ella también lo observaba preocupada. Transformó su cara por completo en un segundo.

—Oh, es que estaba pensando… —sonrió entusiasmado—… ¡que a quien sí podríamos espiar sería a Hatori!

—Hijo, para eso Pipi necesita conocerlo previamente —le recordó Lao—. Y no hablo sólo de conocerlo de vista y saber su nombre. Tiene que haber habido más conexión, absorber más datos, conocerlo en persona.

—Pero ¿y si yo le digo cómo es Hatori? ¿Y si le cuento cómo es, desde lo poco que lo conozco? ¿No sería suficiente?

—Perdona, pero ¿cuándo has conocido tú a Hatori en persona? —replicó el viejo.

—Es verdad —dijo Hana—. Las pocas veces que ha ido a la casa de Viernes de visita en estos tres años, tú has procurado estar bien alejado.

—Estuve cara a cara con él en el aeropuerto por primera vez en mi vida, el día que regresé del Monte Zou —les explicó Neuval—. Vi de primeras que no es más que un soso mandón y poco simpático. ¡Hasta me metió mano!

—¿¡Qué dices!? —saltó Hana.

—¿No será que te hizo el típico reconocimiento policial? ¿Te cacheó? —se mosqueó Lao.

—Hatori me acosó sexualmente —insistió Neuval—. Y con muchas ganas —sonrió—. Pero no le culpo. Es comprensible. Veréis —se señaló a sí mismo de arriba abajo—, cuando uno tiene este cuerpazo…

—No te lo tengas tan creído, francesito —bufó el viejo, tirándole un cojín del sofá de al lado, y le dio de lleno en la cara—. Te crees que por medir 1’92 y por estar en forma tienes un cuerpo de dios.

—Por eso y por otras cosas… —murmuró Hana discretamente, con las mejillas algo rojas; cuando los otros dos la miraron, dio un brinco e intentó disimular rápidamente, sentándose en el borde del escritorio con naturalidad—. O sea… ehem… Quizás no describiéndoselo con palabras, pero ¿y si puedes transmitirle a Pipi tus conocimientos sobre Hatori a través de tu conexión telepática, para que así Pipi absorba, por así decirlo, tu mismo conocimiento mental sobre Hatori?

—Hah… —caviló Neuval con interés, apoyándose sobre el cojín sobre su escritorio.

—No. Olvídate —insistió Lao—. No es suficiente, no os funcionará con Hatori con tan poco conocimiento de él. De todas formas, estábamos hablando de esto porque necesitas localizar a Haru para pedirle que entrene a Yenkis. Después de sus giras, Haru suele tomarse varios días de pura desconexión del mundo, por eso no podrás contactar con él ni mediante tecnología ni mediante la sola Técnica de Pipi, que sólo tiene la función de localizar, pero, como dijimos ant-…

—¡Oh, Dios mío, Neuval, tienes que probarlo con Haru entonces! —interrumpió Hana al viejo otra vez, con ojos brillantes de emoción—. ¡Lo de combinar ambas Técnicas! Ambos conocéis bien a ese chico. Tiene que funcionar. Te metes en la mente de Nicolás, luego este localiza a Haru, con tu telepatía probablemente podrías hasta ver tú mismo lo que Nicolás ve, y lo que sería alucinante sería comprobar si de verdad podrías meterte en la mente de Haru usando a Nico de canal. ¡Guau! —suspiró maravillada, mirando al techo—. Qué poderes tan interesantes, luego en casa pienso sonsacarle a Hoti todo lo que sepa sobre el señor taimu y sus obras…

Se volvió a formar un silencio en el despacho. Lao miró a su jefe.

—Perdóname, Neu.

—¿Por qué? —se extrañó este.

—Yo te impulsé a contarle toda la verdad a Hana. He cambiado de opinión. Es inaguantable.

—¡Oye! —protestó Hana.

—Ya es un poco tarde, papá —sonrió—. Haya paz, ¿vale? A ver. Voy a probar eso con Pipi para contactar con Haru, eso por descontado. Sin embargo… —murmuró, y la expresión de su rostro denotó un gran pesar y una intranquilidad con la que miró al viejo—. Creo que hay alguien… sobre quien deberíamos usar la Técnica de Pipi… por una razón de peso.

Lao al principio no entendió a quién se refería, pero, leyendo esa mirada en sus ojos, siendo la misma que tenía cuando le contó el ataque que sufrió Kyo por parte de esa persona, lo supo.

—No sé si será posible —dijo Lao.

—¿Qué?

—Neu —se puso recto sobre la butaca y apoyó los codos en las rodillas—. Yo ya le pedí a Pipi en un par de ocasiones si podía intentar localizar a Ichi. Bueno… a Izan. Una fue un año después de que desapareciera, y la otra fue hace tres años. Lo intentó varias veces.

—¿No pudo localizar a Izan ni una sola vez, ni con la Técnica de Denzel? —se sorprendió Neuval, y el viejo negó con la cabeza.

Entonces, Neuval abrió los ojos con horror, aunque procuró disimularlo enseguida. No había tardado en darse cuenta de la probable causa de eso. Si la Técnica de Desvío que el propio Neuval inventó podía evadir incluso la conexión mental de Alvion, sobradamente podía evadir el intento de conexión o localización de una Técnica de Denzel. Ahí sintió que se le derrumbaba un muro encima. «Mierda… yo se la enseñé… le enseñé esta Técnica a Ichi cuando era pequeño» pensó. Le avergonzaba reconocer ante Lao que él era el culpable de que ahora una amenaza tan grave como la de Izan siendo arki gozara de este poder de impunidad, así que se quedó callado.

—Esto… —murmuró Hana, detectando que era un tema delicado para ellos—. ¿Os importa si pregunto… quién es ese Izan?

—Es… —resopló Neuval, recostándose contra el respaldo de su silla, alicaído—. Katya tenía dos hermanos pequeños. Uno es Brey, con quien Cleven vive ahora, y el otro es Izan. Se convirtió en iris bastante pronto, a los 7 años, por la muerte injusta de un niño del que Lex e Izan se hicieron íntimos amigos dos años atrás. Trabajó primero en la SRS, con sus padres, pero solamente dos años, porque entonces mis suegros murieron. Entonces, lo acogí en mi KRS, y en mi casa, junto a Brey. Hasta que seis años después ellos mismos decidieron irse a vivir a otros lugares de acogida, porque querían quitarle tanta carga a Katya, y porque vivir tres iris en una misma casa era un tema inseguro, por culpa de lo tan perseguida que era mi identidad de Fuujin.

—Eso me lo contaste, cuando me explicaste sobre Brey. ¿Izan no se quedó con Brey?

—No. Se fue a otro hogar. Él decía que así era mucho más seguro para todos. Pero yo tardé en darme cuenta de a qué se refería realmente. No era por el riesgo de ser descubiertos por la policía o los cazadores de Takeshi, sino porque Izan ya sabía que estaba enfermo de majin y que le estaban aumentando los grados demasiado rápido.

—Ichi, como solíamos llamarlo —dijo Lao—, sólo quería proteger a Brey, y a Katya, e incluso a nosotros, su familia KRS, de su propio majin. Cuando visitaba a Brey, y cuando estaba con nosotros en reuniones familiares o en misiones, se comportaba como si estuviera perfectamente.

—Ichi siempre fue espléndido —continuó Neuval, con una mirada triste perdida por su escritorio—. Un iris espléndido, poderoso, eficaz, y un chico que iba a todas partes con una sonrisa, alegrando cualquier ambiente, atendiendo a todo el mundo. No sólo adoraba y cuidaba de Lex y de Brey, también del resto de la KRS. Era como el hermano mayor de todos. Incluso tras la muerte de sus padres, que fue devastadora para él y para todos, hizo lo posible por reunir todo el positivismo y animar a los demás a continuar. Pero… cuando una persona hace eso, tienes que estar alerta.

—¿A qué te refieres?

—Muchas veces, ver a alguien recuperarse demasiado rápido tras una tragedia no es signo de una buena salud mental. Nos alegramos cuando alguien supera una tragedia, pero debemos saber diferenciar entre una superación real y una superación forzada. Hay gente que sabe mostrarte la sonrisa más brillante, tan brillante que no te deja ver ni escuchar los gritos de agonía que hay detrás. Katya y yo empezamos a darnos cuenta con el tiempo de que algo no iba bien. Intentamos hablar con él y pedirle que fuera honesto sobre cómo se sentía realmente, que hablase de ello, que lo soltara, que no se avergonzara y pidiera ayuda. Pero para entonces, su majin ya debía de estar rozando el límite. Y un día, desapareció. Se marchó. Y nadie volvió a saber de él en siete años. Poco después de eso, murió Katya… en el evento que ya te conté. Yo le había prometido que traería a su hermano de vuelta. Pero… —Neuval respiró hondo y dejó salir un suspiro angustiado.

Hana se acercó a su silla y se puso a su lado. Le pasó un brazo sobre los hombros con consuelo.

—¿Es ese mismo majin… que me dijiste que tú también padeces? —le preguntó con voz suave—. ¿Por qué Izan y tú lo padecéis y por ejemplo Lao no?

—Dentro de este aspecto, existen dos tipos de iris: los de tipo soldado ejemplar, que son totalmente inmunes al majin —le explicó Neuval, señalando a Lao—. Y los de tipo sensible. Dentro de los sensibles, unos lo somos más que otros. Es una simple cuestión de carácter, viene tanto del factor genético como sociológico. Somos pocos los iris que padecemos una sensibilidad extrema. No es que no sepamos controlar nuestras emociones como el resto de iris, pero nos cuesta tener éxito en ello con más frecuencia.

»Tu personalidad se va transformando poco a poco, empiezas a comportarte como otra persona. Viene el mal humor… la agresividad… y cada vez eres más egoísta, solitario y malvado. Este majin, nacido de la inestabilidad emocional de nuestra antigua parte humana, va creciendo dentro de ti hasta que te "devora" como iris y te convierte en arki. Va cambiando poco a poco la energía Yang blanca de tu iris en una energía Yin negra. El majin te lleva de un extremo hasta el otro. Eso es lo que creemos que le ha pasado a Ichi, que su enfermedad del majin llegó a su último grado y lo ha convertido en otra persona, en lo contrario a un iris: un arki. Alguien que sólo vive para buscar su propio interés a costa de los demás, alguien que se nutre de la soledad y el beneficio propio.

Hana se quedó un rato en silencio, reflexionando sobre todo lo que había escuchado. Había algo que le dejaba una sensación muy incómoda. Tal vez era ese miedo que Neuval proyectaba sobre sí mismo cuando hablaba de la enfermedad que destruyó a Ichi y lo sustituyó por Izan, un miedo que esta vez la voz y los ojos de Neuval se olvidaron de disimular. Hana sintió la necesidad de decirle algo.

—¡Bueno! —Lao rompió el silencio, y se puso en pie de un impulso—. Se acabó el descanso. Vámonos, Hana, que el jefe tiene muchos informes de proyecto que revisar hoy.





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