1º LIBRO - Realidad y Ficción
Llegó la última hora de clase del día, que era gimnasia. Todos los alumnos de la clase 2-A, vestidos con el chándal reglamentario, salieron de sus respectivos vestuarios hacia la piscina cubierta, para salir desde ahí al campo de atletismo. Mientras esperaban a que llegase la profesora de gimnasia, todos se dividieron en grupos para charlar en torno al campo.
Cleven estaba con Raven, sentada en un muro que separaba el lugar de una zona arbolada, bajo el sol. Nakuru, por su parte, estaba acabando de hablar con una compañera de clase que también era miembro del periódico del instituto, aclarando qué artículos escribiría cada una para la primera publicación del curso. Cuando hubo acabado, fue a reunirse con sus dos amigas, pero de pronto un brazo se posó sobre sus hombros, obligándola a girar sobre sus talones, y se quedó pegada al cuerpo de Drasik, aturdida.
—¿Qué haces? —masculló Nakuru, molesta.
—Suna-chan... —murmuró él, cerrando los ojos con gran drama—. Ibas a tropezarte con esa piedra —le señaló hacia el suelo, donde había una piedra enana, del tamaño de una uva—. Pero tranquila, aquí estoy yo para salvarte. No hace falta que me lo agradezcas, me conformaré con un beso...
¡Pum!
—¡Bugh!
Nakuru le había dado un codazo en el estómago.
—Deja de hacer el payaso —le gruñó mientras se alejaba de él.
—Esperagh... —jadeó con un brazo en el vientre y con el otro alzado hacia la chica, doblado por la mitad—. Era broma... Tengo que decirte algo importante... uh...
—Sí, claro —pasó de él.
—Sam ya tiene noticias —dijo entonces, mientras intentaba incorporarse.
—¿¡Cómo!?
—¡Ogh!
Nakuru se había abalanzado contra él con brusquedad, agarrándolo por los hombros.
—¿Qué te ha dicho? ¿Dónde está Kyo? ¿Está bien?
—¡Sí, venga! Cuando se trata de Kyo te preocupas, y cuando soy yo, que me parta un rayo, ¿no? —protestó Drasik, ofendido.
—Por supuesto, tú sólo eres el idiota del grupo. Dispara de una vez.
—No, si no he hablado con él. Durante el cambio de clase de después del recreo, salí un momento para ir al baño y me crucé con Denzel en el pasillo. Me comunicó que Sam me había estado buscando poco antes de acabar el recreo, pero yo entonces estaba en la reunión con el equipo, por lo que no he hablado con él todavía.
—¿Te estaba buscando a ti? —frunció el ceño—. ¿Y por qué no a mí? Soy tu superiora. Soy tres meses mayor que tú.
—Supongo que es porque Sam quiere que yo se lo comunique a Raijin.
—¿Y por qué tú?
—Porque vivo en el mismo edificio que Raijin, somos vecinos, ¿recuerdas? Por eso es más fácil que sea yo quien le pase la información en persona, ya que seguimos sin poder hacer uso de los teléfonos por si la MRS nos los han pinchado.
—En fin, los dos buscaremos a Sam después de la clase, yo también quiero enterarme.
En ese momento llegó la profesora de gimnasia, silbando con su pito para llamar la atención de todo el mundo. Todos se pusieron frente a la mujer guardando silencio.
—Bien, chicos —dijo entonces la profesora, sacando un cuaderno de su maleta deportiva—. Hoy me tenéis que decir, aquellos que queráis, a qué club deportivo queréis apuntaros este año. Sé que algunos de vosotros ya estáis en algún equipo, y por supuesto podéis elegir otra actividad, y los demás que quieran empezar un deporte este año, decídmelo ahora.
Lo chicos y chicas empezaron a hablar entre ellos, comentando unos con otros lo que iban a hacer. La mujer comenzó a nombrarlos al azar mientras apuntaba en su cuaderno. Cuando llegó a Cleven, esta levantó la mano.
—A natación —contestó.
Raven la miró con sorpresa, mientras la profesora seguía con la lista.
—Cleven, ¿te vas a apuntar a natación? ¿Y eso?
—Me encanta la natación, el año pasado no pude apuntarme porque mi padre me obligó a ir a esos cursillos de refuerzo... —titubeó un momento, no quería delatar lo mala estudiante que era—… muchos cursillos de refuerzo… —murmuró.
—No sabía que te gustase ese deporte —le sonrió.
—Desde pequeña, no sé por qué, me encanta el agua —le explicó.
Nakuru, que estaba cerca de ella, la observó durante unos segundos un poco preocupada. Al oír a Cleven decir que sentía fascinación por el agua, se le vinieron a la memoria ciertos recuerdos del pasado, los cuales Cleven ya no tenía, y eso preocupaba a Nakuru por la idea de que, tal vez, volver a hacer una actividad como la natación pudiera revivir alguno de esos recuerdos sepultados.
Por otra parte, Drasik entornó los ojos hacia Cleven, con una maliciosa sonrisa. Nakuru se dio cuenta de ello al instante.
—Drasik, no —le dijo secamente.
—¿Que no? —sonrió aún más malvado—. ¿Me vas a prohibir tú que me apunte a natación?
—¡Lo tienes prohibido! —exclamó en voz baja—. Tú no puedes apuntarte a natación. ¿O no recuerdas el incidente de hace unos años? ¡Congelaste toda la piscina con gente dentro!
—Eso fue hace años, y fue un accidente —repuso, sin quitarle la vista de encima a Cleven—. Ahora sé controlarme.
Nakuru abrió la boca para contradecirle lo último que había dicho, pero recordó rápidamente que ella tenía prohibido hablarle a Drasik de ciertas cosas. Él creía que se controlaba, pero… no era así del todo.
Era lo mismo desde hacía siete años. Nakuru debía guardar muchos secretos, tanto de Drasik como de Cleven, como hubo ordenado el Líder antes de abandonar la KRS. Supo que ese año lo tendría más difícil, ahora que los dos, Drasik y Cleven, estaban con ella en la misma clase. Sólo esperó no defraudar al Líder, por quien aún guardaba máximo respeto y lealtad. Como mejor amiga de Cleven por una parte, y como amiga de Drasik por otra, estaba entre dos mundos que no debían tocarse. Confió en que Sam, ya que estaba en el mismo instituto, pudiera ayudarla si ocurría algún problema.
—Drasik Jones —llamó la profesora.
—Natación —contestó él, con voz alta y clara.
—Sólo te metes ahí para intentar conquistar a Cleven —le susurró Nakuru de mala gana.
—Qué bien me conoces —le sonrió él tan tranquilo, posando un brazo sobre la cabeza de ella, pues él era bien alto.
Cleven miró a Drasik con cara de muy pocos amigos, sospechando que se había apuntado a lo mismo que ella adrede. No le agradó nada la idea de estar con él en la misma actividad deportiva.
—Bien —declaró la profesora cuando hubo acabado—. Antes de empezar la primera clase de gimnasia del curso, me gustaría felicitar a los miembros del equipo de fútbol que estén aquí por su segunda victoria del año pasado.
Todos comenzaron a vitorear a cuatro altos y robustos chicos, entre ellos estaba Drasik, que eran cuatro de los veinte jugadores que formaban el equipo del instituto. Los tres compañeros de Drasik le dieron a este palmaditas en la espalda o le revolvían el pelo, sonrientes y felicitándose unos a otros. Los demás chicos hicieron igual. Algunas chicas, en cambio, miraban a los cuatro futbolistas soltando risitas tontas, lanzando miraditas en especial a Drasik, el cual disfrutaba de su popularidad.
Cleven vio la situación y se quedó pasmada.
—Nakuru —la llamó, acercándose a ella como un gorrión—. ¿Por qué todos idolatran al idiota de Drasik?
—Cleven, estás un poco atrasada en los eventos de los dos últimos años —le sonrió Nakuru, con cierta desaprobación—. Eso te pasa por no leer mi periódico. Drasik es el capitán del equipo de fútbol, además del máximo goleador del año pasado.
—Venga ya.
—Seguro que tampoco sabes que Drasik es uno de los chicos más populares del instituto —añadió, cruzándose de brazos.
—¡No! ¡No puede ser! —exclamó con más rabia—. ¡Si es un imbécil, un chulo y arrogante! ¡Pero mira a estas, lanzándole guiños! —dijo señalando a la demás chicas de la clase con fastidio—. ¡Pero míralaaas!
—Gracias, gracias, yo también os quiero —decía Drasik con orgullo.
—Bueno, vamos a empezar —dijo entonces la profesora, intentando calmar a las masas que envolvían a Drasik—. Venga. Formad cuatro filas en el campo...
Todos empezaron haciendo relevos con una actitud animada. Cleven, durante la hora de gimnasia, estuvo pensando, más bien comiéndose el coco, al descubrir quién era Drasik en realidad en el instituto. Ella, que era la primera vez que tenía contacto con él por estar en su misma clase este año, había tenido una primera imagen de Drasik como un chico normal y corriente, un poco idiota, y mujeriego, el payaso de la clase, y bueno, al menos en eso no se equivocaba. Harta de pensar en esto, se puso a soñar con Raijin, el chico misterioso que había conocido el día anterior y con el que anhelaba conseguir una relación más estrecha. Confiaba en que lo volvería a ver, es más, había decidido pasar el mayor tiempo posible en la calle por si lo veía por la zona donde lo conoció.
Por otra parte, Nakuru, que en ese momento de la clase estaba de pareja con Cleven, no era consciente de que su amiga estaba un poco por las nubes, pues se mostraba muy patosa para coger el relevo que ella le pasaba. Estaba ansiosa por que se acabase la clase e ir en busca de Sam y saber lo que sea sobre el paradero de Kyo.
Al mirar a Drasik durante la clase de gimnasia, le molestó no notarlo tan preocupado por Kyo como ella. Drasik siempre había destacado por ser eso, un iris un poco alocado, despreocupado, que le costaba mantenerse centrado en una cosa durante varios minutos, que no se tomaba en serio el peligro real que pudiera depararle en medio de una misión. Era demasiado confiado. Era un tipo de iris mucho más regido por las emociones y menos racional que el resto, algo poco común. Aun así, en el momento de la verdad, sabía hacer bien su trabajo y tenía bien metida en la cabeza la máxima prioridad de un iris: proteger y salvar a los humanos inocentes en todo momento.
Tal vez fuera porque Drasik llevaba haciendo este trabajo prácticamente toda su vida. Llevaba siendo iris desde que tenía memoria. Apenas recordaba nada de sus tres primeros años de vida como humano. Se convirtió demasiado temprano. No conocía otra vida.
Sin embargo, también es posible que Nakuru se preocupaba demasiado. Ella era lo contrario, era una iris del tipo más ejemplar y racional. Su actitud era impecable trabajando en equipo, combatiendo contra criminales y salvando a inocentes. Pero además tenía una cierta obsesión con procurar mantener la armonía cuando algo se desmoronaba. Era rígida como la roca que ella podía dominar, la piedra de apoyo de todos sus compañeros, siempre mirando de mantener las cosas estables y seguras.
Kyo le preocupaba en especial porque acababa de iniciar su vida como iris oficial y dentro de la KRS como novato, por lo que Nakuru se sentía un poco hermana mayor de él, y también de Drasik, ya que la jerarquía entre los miembros inferiores de una RS, siempre que no hubiera una razón mayor, se regía por la edad, aunque la diferencia fuera de unos meses.
Pero Drasik le preocupaba también de forma especial, y siempre era por el mismo motivo, su falta de autocontrol, a pesar de sus doce años de experiencia siendo iris.
Anoche, Drasik y Nakuru hicieron inspección por la ciudad tal como Raijin les había encargado, y aunque no encontraron nada y ella dijo que debían dejarlo para el día siguiente, Drasik insistió en seguir buscando, ansioso por encontrar a cualquier miembro de la MRS y por luchar y desfogarse. Como ella no se fiaba mucho de dejar a Drasik solo cuando estaba tan exaltado, tuvo que ceder y pasar otras dos horas patrullando a pesar del sueño que tenía, hasta que a él también le entró el sueño. Nakuru tenía una paciencia admirable. Sobre todo, su gran afecto por todos sus compañeros.
Al llegar el final de la clase, todos estaban casi agotados después de tanto correr. Algunos volvieron a los vestuarios para cambiarse, otros ya se iban a sus casas con la ropa de gimnasia. Cleven decidió cambiarse antes de regresar al hotel, por lo que se fue a los vestuarios con Raven, aunque antes se acercó a Nakuru, la cual estaba ya con su mochila al hombro demostrando que tenía prisa.
—Nak, ¿te cambias? —le preguntó Cleven.
—No, lo siento, tengo prisa —se disculpó—. He de... acabar un artículo.
No dijo nada más y, despidiéndose de sus amigas con una sonrisa, disimulando, se marchó hacia el edificio principal del instituto.
—Vaya —dijo Cleven, encogiéndose de hombros.
—Sí, lo mismo digo —intervino Raven, cuando entraron en los vestuarios—. Para tener seis días de fiesta, Nakuru se toma sus responsabilidades muy en serio.
—¿¡Eh!? —saltó—. ¿Seis días de fiesta?
—¿Que no lo sabes? —frunció el ceño mientras se vestía—. Cleven, ¡es el festival local! Mañana no hay clase hasta la semana que viene.
—¡Madre mía, es verdad, ya estamos en esa semana de enero! —recordó de pronto—. ¿¡Y por qué nos han hecho venir hoy lunes a clase!?
—Vamos, Cleven, hoy nos han hecho venir para mandarnos las tareas de la semana que viene y los repasos para los próximos primeros exámenes del curso. ¿No has atendido en ninguna clase de hoy?
—Tengo muchas cosas en la cabeza, Rav —se defendió.
—No me extraña, estás en medio de un buen lío —se rio—. Si tu padre aún no se ha muerto de disgusto de tu huida de ayer, al menos se aliviará cuando sepa que hoy has tenido el detalle de asistir al instituto.
—Claro, porque a mi padre sólo le importa eso —masculló entre dientes—. ¡Pero me da igual todo eso! —exclamó con ojos rebosantes de alegría—. ¡Esta es la mejor noticia que podía recibir hoy! Seis días libres. ¡Así tendré más tiempo para localizar a mi tío! Y, bueno… para localizar también a Raijin e inventarme otra excusa para estar con él… ay…
* * * *
Nakuru entró por la puerta principal del edificio justo cuando sonó el timbre del final de las clases. Cuando todos los alumnos salieron de sus respectivas aulas abarrotando los pasillos, a la chica le fue un poco difícil moverse entre las masas. Era la única persona que iba en dirección contraria, por lo que no podía evitar empujones y tener que parase de vez en cuando. El curso de tercero estaba en el ala sur, bastante lejos de donde estaba ella ahora.
De pronto, notó que alguien la agarraba del brazo. Volvió la cabeza y vio que se trataba de Drasik, el cual también parecía tenerlo difícil para caminar por los pasillos.
—¿Yéndote sin mí? —le reprochó—. Yo también estoy preocupado, ¿sabes?
—Ja, tú estás preocupado por cuánto tiempo podrás aguantar sin poder retar a Kyo en una pelea —replicó, tirando de él para seguir la marcha—. Yo estoy preocupada por si le puede pasar algo malo.
—Oye, Kyo es mi mejor amigo desde la infancia, ¿vale? Me gusta pelear con él como entrenamiento, pero también me preocupa que esté a salvo. Acaba de convertirse en iris, es un novato y por eso peleo con él, para que adquiera nivel.
—Lo que tú digas, pero date prisa.
—Jo, Nak, ¿pero por qué no esperas a que salga toda esta marabunta de humanos? —se quejó, intentando esquivar los empujones y alzando la voz por encima del barullo—. Es a mí a quien Sam quiere anunciar las noticias sobre Kyo.
—Me da igual, quiero enterarme, y quiero enterarme ya.
Frente a ellos venía más gente, taponando los pasillos más que antes. Al ver a Nakuru desesperarse, a Drasik se le ocurrió una mala idea de las suyas. De repente, todo el mundo comenzó a dar resbalones y gritos de sorpresa. Al poco rato, todos se habían caído al suelo, y observaban con asombro que el suelo de los pasillos estaba mojado.
—¿Pero qué...? —dijeron algunos.
—¡El suelo está mojado! —exclamó una chica, frotándose el trasero por el golpe.
—Se habrá roto una cañería...
—¡Incluso hay placas de hielo! ¿De dónde han salido?
Drasik volvió a agarrar a Nakuru del brazo y la guio hacia delante sin problemas de retraso. Con toda la gente tirada en el suelo y desconcertada era más fácil caminar, así que consiguieron avanzar hasta el ala sur. Nakuru también se había sorprendido por lo ocurrido, pero supo al instante cuál fue la causa de que apareciera de pronto agua por los pasillos de salida.
—¡Tú, insensato! —le gritó, parándose de golpe al llegar a un pasillo más vacío, pero como seguía habiendo gente saliendo de las aulas, no elevó mucho la voz—. ¡No hagas eso en un lugar público!
—¿Y qué más da? —rio divertido—. ¿No tenías prisa?
—No lo has hecho por mí —gruñó—. Tú buscas cualquier excusa para fastidiar a los demás con tus bromas.
—Sí, eso es verdad —le dio la razón felizmente.
—¿Quién ha hecho qué en un lugar público? —se oyó la voz de Sam junto a ellos.
Ambos alzaron la vista con sorpresa. Sam iba con el mismo uniforme que Drasik, de pantalones ocre, jersey gris, camisa blanca y corbata añil, y los mechones largos de su cabello rubio ceniza que partían de la parte alta de su cabeza caían sobre sus hombros. Tenía su cara impasible de siempre, con las manos metidas en los bolsillos y la mochila en un hombro. Sin embargo, se notó un tono de reproche en su voz.
—¡Sam! —exclamó Drasik con una gran sonrisa angelical—. Nada, no hagas caso. Unas cañerías que se han roto y han inundado los pasillos de agua, pero Nakuru es tan mala que me echa la culpa a mí...
—No vuelvas a usar tu iris en un lugar público —replicó Sam seriamente.
Drasik refunfuñó. Sabía que Sam jamás creería en sus palabras.
—Sammy, ¿qué sabes de Kyo? —preguntó Nakuru por fin, impaciente.
Sam la miró con duda un momento. No esperaba que Nakuru fuera a venir también a informarse, se suponía que era a Drasik a quien iba a comunicar las novedades. Al final suspiró y se encogió de hombros, conforme. Pensó que no pasaría nada si Nakuru también recibía esa información, cuando ella sólo tenía que cumplir con la tarea que mandó Raijin ayer y esperar órdenes del superior, al igual que Drasik, solo que este tenía la ventaja de vivir al lado del superior y era más fácil pasar la información mediante él.
Les hizo un gesto para que lo siguieran hacia un lugar donde no hubiese nadie, y ambos obedecieron enseguida.
La jerarquía de la KRS de ahora había cambiado un poco con respecto a la de antes. La Asociación del Monte Zou estaba dividida en organizaciones llamadas RS, que venía del japonés Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón”. A pesar de que el origen de la Asociación estaba en China, se había establecido una mezcla de terminología japonesa y china en la nomenclatura de varias de sus características, como los apodos de cada tipo de iris y el nombre de sus organizaciones. Y también terminología turca, como, por ejemplo, el término por el que se llamaba a un iris que estaba en la primera mitad de su entrenamiento y por tanto sin dominio de elemento era un iris tohum, que significaba “semilla”, y en su segunda mitad de entrenamiento con un elemento ya adoptado era un iris filiz, es decir, “brote”.
El origen idiomático de estos términos recaía en el origen cultural de sus creadoras, que fueron dos esposas de dos Zou. Una de ellas era Amarey, esposa del hijo del fundador de la Asociación, que era otomana, y la otra su nuera, que era japonesa. Ambas vivieron en la época cuando la Asociación se estaba consolidando y fortaleciendo con una presencia mundial creciente, y con este crecimiento venían nuevos elementos, factores y características nunca antes existentes y había que ponerles nombres.
Cada una de las RS era de un color, por lo que KRS, a la que pertenecían Nakuru y los demás, era Kuroi Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Negro”. Otras, como por ejemplo la SRS, que era la mayor aliada de la KRS, significaba Shiroi Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Blanco”; la MRS, la de los que perseguían a Kyo, era Midoriiro no Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Verde”; y ARS, Akai Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Rojo”, otra aliada de la KRS y de la SRS.
Había de más colores, concretamente, once colores. Y, según el país de la RS, el color se decía con el idioma correspondiente. Todos los países del mundo tenían en cada una de sus ciudades once RS de los once colores, aunque también dependía del tamaño de la ciudad, teniendo las más pequeñas no más de tres RS. Entonces, al referirse de forma global a una RS, por ejemplo, a la ARS, había que decir su ubicación después, como ARS de Tokio, que era la roja en Japón, o ARS de Sevilla, que sería la azul en España, siendo AmRS para la amarilla.
Una RS normalmente contaba con nueve miembros principales, que eran los iris, exhumanos que adquirieron este poder así denominado como consecuencia de un gran trauma psíquico al presenciar una horrible tragedia injusta y que sólo podía entrenarse en el Monte Zou, sede de la Asociación. Y cada uno de estos miembros dominaba uno de los nueve elementos existentes. Eran ellos más los “cooperadores”, internacionalmente conocidos con el término almaati, humanos voluntarios entrenados para ayudar a los iris, y podían ser de un número indefinido. La mayoría de los almaati o cooperadores solía hacer el entrenamiento de la Areté, un tipo de entrenamiento que les permitía desarrollar habilidades físicas sobrehumanas, aunque seguían estando por debajo del nivel mucho más sobrehumano de los iris.
Las RS estaban dirigidas por el Líder, la persona más importante, la más fuerte, letal e inteligente del grupo; luego estaba el Segundo de a bordo, o Segundo, quien llevaba con el Líder parte del mando y otras tareas superiores. Después estaba el Guardián, quien cuidaba de todos y además podía ser Guardián de la ciudad donde estuviesen ubicados, con el deber de vigilar y proteger la ciudad, de enterarse de lo que sucedía por ahí. Los otros seis miembros eran los iris de menor categoría.
La KRS de hoy en día no tenía Líder porque se exilió hace siete años, y el viejo Lao era el Segundo de a bordo, pero el mando del liderazgo no había pasado a él porque Lao ya tenía muchos problemas con el Gobierno y era un tema inseguro. Entonces, ahora el mando lo tenía el Guardián, es decir, Raijin. Y Sam, Yako, Nakuru, Kyo y Drasik eran los de menor categoría. En cuanto a los almaati, ya no tenían, se fueron todos cuando se exilió el Líder.
Dado que el viejo Lao y su nieto Kyo compartían el mismo elemento dentro del grupo, faltaban en la KRS dos miembros principales, dos elementos. Uno de ellos abandonó la KRS después de que el Líder se exiliase, simplemente por esta misma razón. Y el otro la abandonó tiempo antes por… una grave complicación con su lealtad.
Además, la KRS también contó con un décimo miembro principal, aunque fuese un humano normal y corriente: el informático del grupo. Su tarea era controlar las comunicaciones de los demás miembros cuando estos se encontrasen en plena misión, dar coordenadas e información sobre nuevas actividades enemigas e infiltrarse en los archivos informáticos y confidenciales tanto de una organización criminal como del propio Gobierno, esto último siempre con permiso del Líder.
Cuando la madre de Cleven ganó prestigio en el grupo internacional clandestino de hackers fundado por Xaviero Massimiliano, la Sfera, y unificó la colaboración entre esta y la Asociación de iris del Monte Zou, comenzó a crecer esta tendencia de que cada RS podía contratar a un miembro de la Sfera como su propio miembro informático.
Así que, los miembros actuales de la KRS eran sólo siete iris, y apenas estaban activos, en comparación con antaño. Ya no trabajaban tanto como antes de que se marchase el Líder. Se había quedado siendo una RS pequeña y triste. Para todos ellos, el Líder era la pieza que los unía a todos. Ya no sólo en el trabajo, sino también en sus vidas, él fue alguien muy importante para todos ellos.
También había una pequeña jerarquía entre los iris de menor categoría del grupo: el que tenía más edad mandaba sobre los que fuesen más jóvenes que él. Se valoraba el tiempo de experiencia de vida, daba igual si uno había sido iris o humano más años que otro, porque cuando una persona adquiría el poder del iris, potenciaba la experiencia del tiempo vivido de esa persona, no la experiencia de su tiempo trabajando como iris. Al fin y al cabo, el iris era una energía Yang que funcionaba en la mente humana, y la mente se regía principalmente por la experiencia de memoria, pensamiento y sentimiento. A mayor edad, más tiempo vivido en el mundo y más valor tenía ese iris a la hora de tomar decisiones.
Por eso Sam, que era un año mayor, les podía dar órdenes a Nakuru, a Kyo y a Drasik perfectamente. Nakuru era unos meses mayor que Kyo y que Drasik y podía mandar sobre ellos. Y a pesar de que Kyo acabase de convertirse en iris, podía dar órdenes a Drasik porque era dos meses mayor que él.
Drasik lo veía injusto, y la verdad es que podía ser comprensible, porque él se convirtió en iris antes que Kyo y que Nakuru, incluso antes que Sam, y entró en la KRS antes de que entrasen ellos. No como persona en sí, pero como iris, tenía más experiencia que ellos tres, y, aun así, por edad, era el más joven de la KRS y no tenía mandato sobre nadie.
Drasik era un iris con característica especial, poseía un récord de la Asociación, al igual que el viejo Lao. El viejo Lao es el iris más veterano de la Asociación, el que más años ha sido iris en toda la historia y actualmente el más viejo; nunca antes ha existido un iris de 67 años o más como él y nadie ha sido iris durante 57 años seguidos como él. Por su parte, Drasik era el iris que más pronto se convirtió en la historia; nunca nadie se había convertido a una edad tan temprana como él, a los 3 años. Por tanto, era un iris que nació humano, como todos, pero que menos tiempo había sido humano.
Finalmente, Sam, Nakuru y Drasik entraron en la biblioteca, donde no había nadie a esas horas y reinaba un silencio sepulcral. Sam se apoyó contra una de las mesas y se cruzó de brazos, mientras que los otros dos se sentaban en unas sillas frente a él.
—Bien —comenzó Sam—. Según me ha transmitido uno de los cuervos, Kyo está a unos 25 kilómetros al suroeste de aquí.
—¿¡En la ciudad de Yokohama!? —saltó Drasik.
—Está en la casa de una persona que, según me ha dicho, su voz era diferente, más grave que la de Kyo, al igual que su tamaño, apariencia y de pelo rojizo, por lo que seguramente se trate de un hombre, y este hombre sea Xaviero.
—¿De Xavi, seguro? —se extrañó Drasik.
—¿A qué otro pelirrojo conocemos?
—Yo —respondió Drasik.
—Tú no eres pelirrojo —replicó Nakuru—. Tienes ahí una mezcla de marrones, rojizos y dorados.
—Y eso que no me tiño —rio el chico, pasándose los dedos entre su pelo con coquetería.
Sam carraspeó con impaciencia para llamarles la atención.
—¿Qué hace en casa de Xavi? —preguntó Nakuru.
—Pensad —dijo Sam, serio—. ¿Por qué Kyo se ha ido a Yokohama para visitar a Xavi?
—Ese tipo tiene toda la tecnología confidencial de la empresa Hoteitsuba en su casa —comentó Drasik, pensativo—. Seguramente para usar uno de esos aparatos, pero ¿cuál?
—El Replicador —contestó Sam.
—¿Cómo lo sabes? —se sorprendió Nakuru.
—El cuervo que localizó a Kyo los estuvo escuchando, y copió varias frases de su conversación. Me las ha repetido a mí, y en una de esas frases, imitando la voz de Kyo, decía claramente “mientras el Replicador cree un pergamino lo más creíble posible”.
—Siempre me da miedo cuando los cuervos imitan voces de personas —murmuró Drasik—. Así que pretendía hacer una réplica del pergamino. ¿Para qué exactamente?
—Para un engaño.
Sam, Nakuru y Drasik dieron un brinco al oír una voz ajena a la conversación desde la puerta de la biblioteca. Nakuru y Drasik se levantaron de sus sillas y los tres volvieron la vista para ver de quién se trataba. Al ver a Denzel, los tres suspiraron más tranquilos. El profesor hojeaba un libro en sus manos mientras se acercaba a ellos poco a poco.
—Cuando alguien hace una copia de una cosa, puede ser para seguir disponiendo del uso del objeto si pierde el otro, como cuando haces una copia de la llave de casa. Pero casi siempre es para proteger el objeto original y usar la copia para exponerla a todos los riesgos y peligros que persiguen a la original —decía Denzel, pasando de largo junto a ellos—. En este caso, es la segunda opción, porque como habéis nombrado un pergamino, deduzco que se trata de uno de mis pergaminos, y usar una réplica de él es totalmente inútil, ya que su poder es estrictamente imposible de copiar. Protejo todos mis pergaminos con un Sello del brujo Zhen Yu, como el que los iris lleváis de tatuaje.
Los tres jóvenes siguieron en silencio y sin moverse, mientras Denzel recorría las estanterías.
—Así que deduzco que Kyo pretende engañar a alguien que no sea muy listo, porque no darse cuenta de la falsedad de uno de mis pergaminos, es de idiotas. Kyo, analizando su estado de agotamiento o los pocos caminos que le quedan para huir, debe de pensar que llegará muy probablemente ese momento en el que sus perseguidores lograrán alcanzarlo, y al final tendrá que darles lo que buscan para poder salvarse. Les dará lo que buscan, o más bien, les hará creer que les ha dado lo que buscan. Y confía en que no se darán cuenta durante el tiempo suficiente para que él pueda huir sano y salvo con el verdadero pergamino.
El joven profesor dejó el libro que había traído en su sitio correspondiente y se acercó a los tres jóvenes de nuevo, poniéndose al frente, y se metió las manos en los bolsillos.
—¿Le está persiguiendo la MRS? —preguntó entonces—. Porque si pienso en quiénes podrían tardar lo suficiente en darse cuenta de un engaño de un pergamino falso, sólo se me ocurren ellos.
Los tres iris sonrieron con sorna.
—Has dado en el clavo —suspiró Nakuru—. A ti no sirve de nada explicarte las cosas, al final siempre las deduces por ti mismo.
—Cuando ya has vivido en este mundo 393 años, ya no adivinas las cosas; las revives —sonrió Denzel, haciendo aspavientos—. Bueno, supongo que ya me voy, porque os estaba buscando para preguntaros por Kyo, pero ya he oído suficiente. Hah… una nueva pelea entre dos RS distintas, a veces los iris sí que sois como niños… —dijo mientras se marchaba—. Pobre Kyo, a ver si le prestáis los apuntes que se ha perdido, o luego se enfadará conmigo si le suspendo los exámenes después de todo por lo que está pasando.
Cuando Denzel se marchó, Nakuru y Drasik miraron a Sam esperando una conclusión.
—De acuerdo. Sui-chan, informa a Raijin cuanto antes de esta novedad —le ordenó Sam a Drasik antes de irse también—. Después reúnete con Nakuru y seguid intentando localizar el rastro de miembros de la MRS por la ciudad.
—Dras, ven a buscarme a mi casa cuando acabes de hablar con Raijin —le indicó Nakuru.
—A la orden, a la orden… —respondió el chico con desgana.
* * * *
Cleven y Raven fueron las últimas en salir de los vestuarios. Cuando se adentraron en el edificio, vieron que ya quedaban muy pocas personas en el interior a punto de irse, tanto alumnos como profesores. Cleven le había estado contando a su amiga todo lo que pasó desde que se metió en el autobús hasta que salió de la cafetería con Raijin, pues la “cita” que tuvo con él ya la había relatado.
—Entonces, a ver... —dudó Raven—. Yako es el mejor amigo de Raijin y estudia Derecho, y tiene un año más que él. Luego están Kain y MJ, que son otros amigos de ellos y que trabajan en la cafetería de Yako. MJ es una compañera de clase de Yako, ¿no? Y después ese Sam, que está en nuestro instituto en tercer curso... Mm... Parece un grupo de buena gente.
—Sí que lo es —afirmó su amiga, contenta.
—Pues preséntamelos algún día —le suplicó.
—Claro —sonrió—. ¿Qué tal mañana?
—Hm… —lamentó—. Lo siento, estos días de fiesta me voy a San Francisco a ver a mis abuelos. Tendrá que ser ya la semana que viene.
—Vale.
—Oye, pero hay una cosa que no entiendo —le dijo Raven cuando salían por la puerta principal, parándose frente a ella y mirándola con duda—. Pareces estar coladita por ese Raijin, pero ¿qué pasa con Kaoru? ¿Ya no es tu novio?
Una ráfaga de viento helado atravesó el alma de Cleven. Raven se asustó un poco al ver la cara sombría que se le había puesto a su amiga.
—Verás... —masculló Cleven entre dientes, apretando los puños.
Sin embargo, inesperadamente alguien la agarró del brazo por detrás, obligándola a darse la vuelta. Raven soltó una exclamación de sorpresa, y ambas abrieron mucho los ojos al ver que se trataba del mismo Kaoru, que parecía claramente alterado.
—¡Oye, Cleven! —exclamó con enfado, sin soltar su brazo—. ¿¡A ti qué demonios te pasa!? ¡Habíamos quedado el sábado en el centro comercial y no apareciste! ¡Y te llevo llamando al móvil desde entonces, y escribiéndote! ¡Este recreo ni has venido a buscarme!
—¡Suéltame! —gritó ella, intentando librarse de él, pero en vano.
Por dentro sentía un estallido de rabia que deseaba soltar con todas sus fuerzas, pero por alguna razón no se atrevía. En ese momento Kaoru parecía excesivamente enfadado, nunca lo había visto así, y le dio miedo. Raven observó la escena, desconcertada, sin acercarse mucho. No había nadie más alrededor, y en ese momento no se le pasó por la cabeza ir a buscar a alguien.
«Está muy agresivo» pensó Raven, e instintivamente llevó una mano a su mochila, donde escondía un arma. «Si ataco a Kaoru, tendré problemas. No debo. Sigue siendo mi superior» lamentó, alejando la mano de la mochila.
—¿¡De qué vas, eh!? —exclamó Kaoru, dándole otro tirón.
—¡No! ¿¡De qué vas tú, cretino!? —le espetó Cleven, tratando de soltarse—. ¡Al parecer yo no tenía por qué quedar contigo esa tarde! ¡Ya había otra chica ocupando mi lugar! ¡Te vi con otra!
Kaoru se mostró sorprendido al saber que había sido descubierto, pero no iba a permitir que fuera ella la víctima.
—Ella no era nadie —replicó.
—¡Vaya, pues para no ser nadie te entregabas a ella muy a fondo! ¡Tu lengua casi le salía a ella por la nuca! ¿¡A cuántas más estás engañando!?
—¡Escúchame, Cleven! ¡No puedes dejarme así tal cual! ¡A mí nadie me deja tirado! ¿¡Me oyes!? ¿¡Me vas a decir que no estás deseando seguir conmigo!? Reconócelo, ¡babeas por mí desde que empezó el curso!
—¡Yo no quiero nada contigo! ¡Lárgate con todas tus fulanas y déjame en paz!
En ese momento, los tres se dieron cuenta de que estaban rodeados por unas cuantas personas en medio del pasillo, que observaban atónitas la escena y comentaban unas con otras, sin entender qué estaba pasando. Kaoru, consciente de esto, no iba a tolerar que Cleven lo humillase delante de todos.
—Deja de hacerte la dura. ¡Después de todo lo que he hecho por ti! —le dijo Kaoru, acercando su cara a la suya—. Soy yo el que te invita a comer y el que siempre cede a hacer los planes que tú quieres.
—¡Apenas hemos quedado ocho veces y me invitaste una vez porque insististe! Y la mitad de los planes que hemos hecho eran los que yo quería y la otra mitad los que tú querías, ¡deja de tergiversar y admite tu culpa, mujeriego!
—¡Mira quién habla! ¡Tú andas con un chico detrás de otro!
—¡Sí, con uno detrás de otro, no con dos o más a la vez! ¡Yo jamás he engañado a nadie, Kaoru!
—¡Todos deberían saber lo egoísta que eres! Resulta que no sirves para más que pasar un buen rato.
Cleven le dio una bofetada con la mano que tenía libre con todas sus fuerzas en defensa, porque no conseguía que soltara su brazo y le estaba haciendo daño. Kaoru se quedó con la cabeza hacia un lado por unos instantes, hasta que volvió la vista hacia ella lentamente, sintiéndose abochornado delante de todos esos estudiantes, y, por lo tanto, consumido por la rabia. Alzó una mano a lo alto. Raven se llevó las manos a la boca, al igual que los demás presentes, y Cleven cerró los ojos cuando vio esa mano dirigirse hacia ella velozmente.
Pero no notó nada. Oyó exclamaciones de asombro por parte de la gente que los rodeaba, y abrió los ojos para ver qué había pasado. Para su asombro, vio a su tutor, Denzel, detrás de Kaoru, agarrándole el brazo con el que iba a agredirla. Kaoru entonces soltó por fin el brazo de Cleven y se giró enseguida para plantar cara a aquel que lo había detenido.
—¡Suéltame! —le gritó a Denzel, intentando librarse de él, pero el hombre le apretó aún más el antebrazo.
Cleven contempló con asombro el semblante tan serio y casi oscurecido que tenía Denzel en ese momento. Parecía otra persona. Incluso otro ser. Era difícil de describir, sólo con verlo daba escalofríos. Todo el mundo pensó que ahora Kaoru iba a tener el descaro de enfrentarse a un profesor, pero no. En cuanto se dio cuenta de que era él, Kaoru se había quedado con un nudo en la garganta, nervioso.
—Oh... —se sorprendieron unos.
—¿Qué hace...? —preguntaron otros.
Cleven se alejó un paso, poniéndose al lado de Raven, y contemplaron al igual que los demás lo que había pasado. Kaoru se había arrodillado ante Denzel, con la cabeza gacha y la vista clavada en el suelo, en sumo silencio, sin atreverse a mover un músculo. El profesor, por su parte, se agachó frente a él.
—Voy a tener que decirle a tu Líder que haga algo contigo, Kaoru. Eres un iris, compórtate como tal. Nada de hacer daño a humanos inocentes, ¿entendido? —le susurró, para que los demás no lo oyesen—. Controla tu enfermedad del majin. Estoy harto de hacer de niñera con todos vosotros
—Nadie te lo ha pedido, demonio —le contestó Kaoru, evitando mirarlo a los ojos, o a las gafas de sol.
—Cuida esa lengua igual que cuidas el protocolo de respeto. De nada sirve que te arrodilles si se te escapa la arrogancia por la boca. —Tras unos segundos de tensión y de confusión por parte de los espectadores, Denzel volvió a ponerse en pie—. Lárgate —le dijo.
Kaoru, absteniéndose de decir palabra alguna, salió por la puerta a la calle a todo correr, no sin antes susurrarle a Cleven al pasar por su lado un “esto no va a quedar así”. Ella en ese momento no asimiló del todo esas palabras, estaba demasiado aturdida por lo que acababa de pasar.
—Bueeeno —saltó Denzel de pronto, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Qué hacéis aquí parados? ¿No tenéis que iros?
Los alumnos que formaban el corro permanecieron unos segundos en silencio, hasta que empezaron a dispersarse y a marcharse, comentando unos con otros lo sucedido, intrigados. Al poco rato sólo quedaban Raven, Cleven y Denzel en el pasillo.
—Profesor... —musitó Cleven, algo avergonzada por lo ocurrido.
—Vernoux, Vernoux —sonrió este, acercándose a ella—. Sé más observadora y menos impulsiva a la hora de conocer y confiar en una persona. Aunque no lo puedas apreciar a primera vista, por aquí hay mucha gente… que es más de lo que parece. Ten cuidado.
Denzel se despidió de las dos chicas con la mano y salió del edificio. Ambas se quedaron ahí plantadas recapacitando sobre lo ocurrido.
—Vale, ya no hace falta que me respondas a la pregunta —le dijo Raven, agarrando su mano—. Ya lo he visto todo. Lo siento.
—Tranquila, para mí Kaoru es historia —la tranquilizó, aunque seguía teniendo un malestar por dentro.
—Que vuelva a acercarse a ti —sonrió socarronamente—, y Nakuru y yo le daremos una paliza.
—O llamamos a Denzel —rio Cleven mientras las dos salían del instituto—. ¿Has visto? Se ha arrodillado ante él...
—No entiendo nada... —rio también.
* * * *
Mientras tanto, Neuval seguía metido en el coche en mitad de un atasco desde que hubo salido de la empresa. Intentó aflojarse la corbata por quinta vez, estaba agobiado. Ya era consciente de que las clases del instituto habían acabado, lo que le acabó desesperando, y optó por dejar el coche e ir andando, estaba seguro de que así llegaría antes.
Caminó por las calles de Shibuya mientras el cielo empezaba a oscurecerse, ya que en invierno anochecía muy pronto. Se adentró por una pequeña, oscura y solitaria calle que acortaba la trayectoria. Al mismo tiempo, estuvo pensando en qué haría si encontraba a Cleven. Desde luego, no estaba nada contento con la situación, por lo que su hija no se iba a librar por las buenas. Sólo esperó que no le hubiese pasado nada, y con esa preocupación fue caminando sin prestar mucha atención a su alrededor. No se percató de que unas sombras se movían en torno a él, acechando y riendo con malicia.
Neuval oyó entonces murmullos a su alrededor, lo que le apartó de sus pensamientos. Supo enseguida que algo no andaba bien, por lo que se paró en mitad de la callejuela y observó en derredor, inquieto. No tardó en aparecer una figura a unos metros de él, y seguidamente otras cinco más. Eran seis hombres jóvenes con muy malas pintas, vestidos con ropas rotas, llenos de piercings y tatuajes, y portando porras, cadenas y navajas. Los seis hicieron un círculo, cerrándole toda salida a Neuval.
—Vaya, vaya, vaya... —rio uno—. ¿Qué tenemos aquí?
—Carne fresca —dijo otro que tenía una fea cicatriz en la mejilla—. Un tipo rico. ¿Me regalas tu chaqueta?
Neuval no dijo nada y permaneció inmóvil. Pronto aparecieron otros seis sujetos, ya eran doce.
—Ricachón, hagamos un trato —le dijo uno que jugueteaba con una cadena—. Danos todo lo que tengas y te dejaremos marchar... sólo con un par de rasguños.
Los demás soltaron risotadas, mientras se acercaban cada vez más a Neuval.
—No os acerquéis, no tengo nada —les dijo este, intentando ver un hueco por el que poder escapar—. Dejadme.
—Ooh... Vamos, pórtate bien con nosotros, nos ofendemos con facilidad...
—Sí, venga, suelta la pasta, tío, haznos pasar un rato divertido.
Los seis maleantes empezaron a juguetear con sus respectivas armas, dejándole a Neuval bien claro que las iban a emplear si no hacía lo que le pedían, mientras los otros seis se quedaban algo apartados como refuerzo.
—No lo hagáis —les pidió Neuval, manteniendo la calma—. Lo digo por vuestro bien.
—¿De qué vas, carca? —rio el de la cadena—. ¿Nos estás amenazado? ¿Tú? Vuelve a decir una palabra de cura y no sales vivo de esta, nenaza. Estás cagado de miedo, ¿verdad?
—Sí —asintió Neuval—. Pero no por lo que me pueda pasar a mí. Os lo ruego, largaos de aquí y dejadme ir. No sé si dentro de unos segundos seré capaz de pediros lo mismo por las buenas. No tengo tiempo para esto.
—¿Pero quién te crees que eres, tipo rico? —se enfadó uno—. ¡Aquí mandamos nosotros! —se rio—. ¿Habéis visto este idiota? Jajaja...
Los demás también se rieron, y el de la cadena se acercó a Neuval y le dio un empujón con burla. Neuval cerró los ojos y trató de quedarse quieto. Empezó a sentirlo. Le estaba volviendo a costar mucho. No iba a lograrlo.
—¿Crees que puedes ir por ahí con esa ropa tan elegante y cara, la billetera llena de oro y bien peinadito por estas calles? —preguntó el de la cadena, dándole otro empujón; Neuval perdió la calma—. Quiero que me des toda esa ropa tan elegante, que te despeines y te arrastres por el suelo como un pobre gusano, y que te despojes de esos modales, nenaza. Quiero que te conviertas en un desgraciado, para que sepas cómo es sobrevivir en las calles. Comprenderás lo que es ser una sucia rata callejera que o mata, o muere.
—Sí, y si no lo haces, no dudes que te partiremos las piernas —dijo otro, riendo.
—Siento decepcionaros —contestó Neuval, desatándose por fin la dichosa e incómoda corbata de seda—. Pero no tengo que comprender cómo es ser algo que siempre he sido. Porque cuando vosotros todavía erais un tumor en el útero de vuestras madres, yo ya me arrastraba por las calles. Y mientras vosotros salíais a las calles para jugar, yo me crie en ellas —los miró fijamente a todos, con unos ojos extraños—. No os voy a dar ni mi cartera, ni mi ropa cara, ni mi apariencia de tipo rico y educado, porque se trata de una máscara tras la cual necesito esconderme. Si no me estáis entendiendo, lo repito por última vez. Dejadme seguir y marchaos. O me quitaré la máscara.
—¿De qué habla este? —bufó uno.
—¡Respuesta equivocada, idiota! —carcajeó uno que sostenía una barra de metal, alzándola por lo alto de su cabeza.
Neuval miró al cielo durante un segundo. Miró hacia el cielo con pesadumbre. Una vez más lo estaba perdiendo, se estaba perdiendo a sí mismo, notaba cómo le estaba invadiendo.
Con un rápido y violento movimiento, el atracador blandió la barra de metal hacia la cabeza de Neuval. Pero no llegó a rozarle. La barra se desprendió en cinco trozos, como si el viento la hubiera cortado limpiamente en el milisegundo antes de que el atracador la blandiera. Este miró perplejo los trozos de su barra en el suelo, a los pies de Neuval, y después levantó la vista temblorosa hacia él, sin saber qué hacer. No obstante, antes de que pudiera parpadear, sintió una fuerte presión del aire en los tímpanos y, acto seguido, le estalló la cabeza.
Los otros gritaron ante tan violenta escena. La sangre salpicó a Neuval en la cara, pero él continuaba quieto y en silencio mientras el cuerpo sin cabeza del jefe de la banda caía también a sus pies. Cuando Neuval vio que los otros maleantes se orinaban encima, dibujó una siniestra y vil sonrisa hacia ellos, y sus ojos grises emitieron un destello blanco.
—¡Es un demonio! —gritaron los maleantes.
—¡Un monstruo!
—¡Larguémonos de aquí...! ¡No...! ¡Gaaaggh!
—¡Aaagh...!
A los dos minutos, la callejuela se quedó en silencio y teñida de rojo.
Llegó la última hora de clase del día, que era gimnasia. Todos los alumnos de la clase 2-A, vestidos con el chándal reglamentario, salieron de sus respectivos vestuarios hacia la piscina cubierta, para salir desde ahí al campo de atletismo. Mientras esperaban a que llegase la profesora de gimnasia, todos se dividieron en grupos para charlar en torno al campo.
Cleven estaba con Raven, sentada en un muro que separaba el lugar de una zona arbolada, bajo el sol. Nakuru, por su parte, estaba acabando de hablar con una compañera de clase que también era miembro del periódico del instituto, aclarando qué artículos escribiría cada una para la primera publicación del curso. Cuando hubo acabado, fue a reunirse con sus dos amigas, pero de pronto un brazo se posó sobre sus hombros, obligándola a girar sobre sus talones, y se quedó pegada al cuerpo de Drasik, aturdida.
—¿Qué haces? —masculló Nakuru, molesta.
—Suna-chan... —murmuró él, cerrando los ojos con gran drama—. Ibas a tropezarte con esa piedra —le señaló hacia el suelo, donde había una piedra enana, del tamaño de una uva—. Pero tranquila, aquí estoy yo para salvarte. No hace falta que me lo agradezcas, me conformaré con un beso...
¡Pum!
—¡Bugh!
Nakuru le había dado un codazo en el estómago.
—Deja de hacer el payaso —le gruñó mientras se alejaba de él.
—Esperagh... —jadeó con un brazo en el vientre y con el otro alzado hacia la chica, doblado por la mitad—. Era broma... Tengo que decirte algo importante... uh...
—Sí, claro —pasó de él.
—Sam ya tiene noticias —dijo entonces, mientras intentaba incorporarse.
—¿¡Cómo!?
—¡Ogh!
Nakuru se había abalanzado contra él con brusquedad, agarrándolo por los hombros.
—¿Qué te ha dicho? ¿Dónde está Kyo? ¿Está bien?
—¡Sí, venga! Cuando se trata de Kyo te preocupas, y cuando soy yo, que me parta un rayo, ¿no? —protestó Drasik, ofendido.
—Por supuesto, tú sólo eres el idiota del grupo. Dispara de una vez.
—No, si no he hablado con él. Durante el cambio de clase de después del recreo, salí un momento para ir al baño y me crucé con Denzel en el pasillo. Me comunicó que Sam me había estado buscando poco antes de acabar el recreo, pero yo entonces estaba en la reunión con el equipo, por lo que no he hablado con él todavía.
—¿Te estaba buscando a ti? —frunció el ceño—. ¿Y por qué no a mí? Soy tu superiora. Soy tres meses mayor que tú.
—Supongo que es porque Sam quiere que yo se lo comunique a Raijin.
—¿Y por qué tú?
—Porque vivo en el mismo edificio que Raijin, somos vecinos, ¿recuerdas? Por eso es más fácil que sea yo quien le pase la información en persona, ya que seguimos sin poder hacer uso de los teléfonos por si la MRS nos los han pinchado.
—En fin, los dos buscaremos a Sam después de la clase, yo también quiero enterarme.
En ese momento llegó la profesora de gimnasia, silbando con su pito para llamar la atención de todo el mundo. Todos se pusieron frente a la mujer guardando silencio.
—Bien, chicos —dijo entonces la profesora, sacando un cuaderno de su maleta deportiva—. Hoy me tenéis que decir, aquellos que queráis, a qué club deportivo queréis apuntaros este año. Sé que algunos de vosotros ya estáis en algún equipo, y por supuesto podéis elegir otra actividad, y los demás que quieran empezar un deporte este año, decídmelo ahora.
Lo chicos y chicas empezaron a hablar entre ellos, comentando unos con otros lo que iban a hacer. La mujer comenzó a nombrarlos al azar mientras apuntaba en su cuaderno. Cuando llegó a Cleven, esta levantó la mano.
—A natación —contestó.
Raven la miró con sorpresa, mientras la profesora seguía con la lista.
—Cleven, ¿te vas a apuntar a natación? ¿Y eso?
—Me encanta la natación, el año pasado no pude apuntarme porque mi padre me obligó a ir a esos cursillos de refuerzo... —titubeó un momento, no quería delatar lo mala estudiante que era—… muchos cursillos de refuerzo… —murmuró.
—No sabía que te gustase ese deporte —le sonrió.
—Desde pequeña, no sé por qué, me encanta el agua —le explicó.
Nakuru, que estaba cerca de ella, la observó durante unos segundos un poco preocupada. Al oír a Cleven decir que sentía fascinación por el agua, se le vinieron a la memoria ciertos recuerdos del pasado, los cuales Cleven ya no tenía, y eso preocupaba a Nakuru por la idea de que, tal vez, volver a hacer una actividad como la natación pudiera revivir alguno de esos recuerdos sepultados.
Por otra parte, Drasik entornó los ojos hacia Cleven, con una maliciosa sonrisa. Nakuru se dio cuenta de ello al instante.
—Drasik, no —le dijo secamente.
—¿Que no? —sonrió aún más malvado—. ¿Me vas a prohibir tú que me apunte a natación?
—¡Lo tienes prohibido! —exclamó en voz baja—. Tú no puedes apuntarte a natación. ¿O no recuerdas el incidente de hace unos años? ¡Congelaste toda la piscina con gente dentro!
—Eso fue hace años, y fue un accidente —repuso, sin quitarle la vista de encima a Cleven—. Ahora sé controlarme.
Nakuru abrió la boca para contradecirle lo último que había dicho, pero recordó rápidamente que ella tenía prohibido hablarle a Drasik de ciertas cosas. Él creía que se controlaba, pero… no era así del todo.
Era lo mismo desde hacía siete años. Nakuru debía guardar muchos secretos, tanto de Drasik como de Cleven, como hubo ordenado el Líder antes de abandonar la KRS. Supo que ese año lo tendría más difícil, ahora que los dos, Drasik y Cleven, estaban con ella en la misma clase. Sólo esperó no defraudar al Líder, por quien aún guardaba máximo respeto y lealtad. Como mejor amiga de Cleven por una parte, y como amiga de Drasik por otra, estaba entre dos mundos que no debían tocarse. Confió en que Sam, ya que estaba en el mismo instituto, pudiera ayudarla si ocurría algún problema.
—Drasik Jones —llamó la profesora.
—Natación —contestó él, con voz alta y clara.
—Sólo te metes ahí para intentar conquistar a Cleven —le susurró Nakuru de mala gana.
—Qué bien me conoces —le sonrió él tan tranquilo, posando un brazo sobre la cabeza de ella, pues él era bien alto.
Cleven miró a Drasik con cara de muy pocos amigos, sospechando que se había apuntado a lo mismo que ella adrede. No le agradó nada la idea de estar con él en la misma actividad deportiva.
—Bien —declaró la profesora cuando hubo acabado—. Antes de empezar la primera clase de gimnasia del curso, me gustaría felicitar a los miembros del equipo de fútbol que estén aquí por su segunda victoria del año pasado.
Todos comenzaron a vitorear a cuatro altos y robustos chicos, entre ellos estaba Drasik, que eran cuatro de los veinte jugadores que formaban el equipo del instituto. Los tres compañeros de Drasik le dieron a este palmaditas en la espalda o le revolvían el pelo, sonrientes y felicitándose unos a otros. Los demás chicos hicieron igual. Algunas chicas, en cambio, miraban a los cuatro futbolistas soltando risitas tontas, lanzando miraditas en especial a Drasik, el cual disfrutaba de su popularidad.
Cleven vio la situación y se quedó pasmada.
—Nakuru —la llamó, acercándose a ella como un gorrión—. ¿Por qué todos idolatran al idiota de Drasik?
—Cleven, estás un poco atrasada en los eventos de los dos últimos años —le sonrió Nakuru, con cierta desaprobación—. Eso te pasa por no leer mi periódico. Drasik es el capitán del equipo de fútbol, además del máximo goleador del año pasado.
—Venga ya.
—Seguro que tampoco sabes que Drasik es uno de los chicos más populares del instituto —añadió, cruzándose de brazos.
—¡No! ¡No puede ser! —exclamó con más rabia—. ¡Si es un imbécil, un chulo y arrogante! ¡Pero mira a estas, lanzándole guiños! —dijo señalando a la demás chicas de la clase con fastidio—. ¡Pero míralaaas!
—Gracias, gracias, yo también os quiero —decía Drasik con orgullo.
—Bueno, vamos a empezar —dijo entonces la profesora, intentando calmar a las masas que envolvían a Drasik—. Venga. Formad cuatro filas en el campo...
Todos empezaron haciendo relevos con una actitud animada. Cleven, durante la hora de gimnasia, estuvo pensando, más bien comiéndose el coco, al descubrir quién era Drasik en realidad en el instituto. Ella, que era la primera vez que tenía contacto con él por estar en su misma clase este año, había tenido una primera imagen de Drasik como un chico normal y corriente, un poco idiota, y mujeriego, el payaso de la clase, y bueno, al menos en eso no se equivocaba. Harta de pensar en esto, se puso a soñar con Raijin, el chico misterioso que había conocido el día anterior y con el que anhelaba conseguir una relación más estrecha. Confiaba en que lo volvería a ver, es más, había decidido pasar el mayor tiempo posible en la calle por si lo veía por la zona donde lo conoció.
Por otra parte, Nakuru, que en ese momento de la clase estaba de pareja con Cleven, no era consciente de que su amiga estaba un poco por las nubes, pues se mostraba muy patosa para coger el relevo que ella le pasaba. Estaba ansiosa por que se acabase la clase e ir en busca de Sam y saber lo que sea sobre el paradero de Kyo.
Al mirar a Drasik durante la clase de gimnasia, le molestó no notarlo tan preocupado por Kyo como ella. Drasik siempre había destacado por ser eso, un iris un poco alocado, despreocupado, que le costaba mantenerse centrado en una cosa durante varios minutos, que no se tomaba en serio el peligro real que pudiera depararle en medio de una misión. Era demasiado confiado. Era un tipo de iris mucho más regido por las emociones y menos racional que el resto, algo poco común. Aun así, en el momento de la verdad, sabía hacer bien su trabajo y tenía bien metida en la cabeza la máxima prioridad de un iris: proteger y salvar a los humanos inocentes en todo momento.
Tal vez fuera porque Drasik llevaba haciendo este trabajo prácticamente toda su vida. Llevaba siendo iris desde que tenía memoria. Apenas recordaba nada de sus tres primeros años de vida como humano. Se convirtió demasiado temprano. No conocía otra vida.
Sin embargo, también es posible que Nakuru se preocupaba demasiado. Ella era lo contrario, era una iris del tipo más ejemplar y racional. Su actitud era impecable trabajando en equipo, combatiendo contra criminales y salvando a inocentes. Pero además tenía una cierta obsesión con procurar mantener la armonía cuando algo se desmoronaba. Era rígida como la roca que ella podía dominar, la piedra de apoyo de todos sus compañeros, siempre mirando de mantener las cosas estables y seguras.
Kyo le preocupaba en especial porque acababa de iniciar su vida como iris oficial y dentro de la KRS como novato, por lo que Nakuru se sentía un poco hermana mayor de él, y también de Drasik, ya que la jerarquía entre los miembros inferiores de una RS, siempre que no hubiera una razón mayor, se regía por la edad, aunque la diferencia fuera de unos meses.
Pero Drasik le preocupaba también de forma especial, y siempre era por el mismo motivo, su falta de autocontrol, a pesar de sus doce años de experiencia siendo iris.
Anoche, Drasik y Nakuru hicieron inspección por la ciudad tal como Raijin les había encargado, y aunque no encontraron nada y ella dijo que debían dejarlo para el día siguiente, Drasik insistió en seguir buscando, ansioso por encontrar a cualquier miembro de la MRS y por luchar y desfogarse. Como ella no se fiaba mucho de dejar a Drasik solo cuando estaba tan exaltado, tuvo que ceder y pasar otras dos horas patrullando a pesar del sueño que tenía, hasta que a él también le entró el sueño. Nakuru tenía una paciencia admirable. Sobre todo, su gran afecto por todos sus compañeros.
Al llegar el final de la clase, todos estaban casi agotados después de tanto correr. Algunos volvieron a los vestuarios para cambiarse, otros ya se iban a sus casas con la ropa de gimnasia. Cleven decidió cambiarse antes de regresar al hotel, por lo que se fue a los vestuarios con Raven, aunque antes se acercó a Nakuru, la cual estaba ya con su mochila al hombro demostrando que tenía prisa.
—Nak, ¿te cambias? —le preguntó Cleven.
—No, lo siento, tengo prisa —se disculpó—. He de... acabar un artículo.
No dijo nada más y, despidiéndose de sus amigas con una sonrisa, disimulando, se marchó hacia el edificio principal del instituto.
—Vaya —dijo Cleven, encogiéndose de hombros.
—Sí, lo mismo digo —intervino Raven, cuando entraron en los vestuarios—. Para tener seis días de fiesta, Nakuru se toma sus responsabilidades muy en serio.
—¿¡Eh!? —saltó—. ¿Seis días de fiesta?
—¿Que no lo sabes? —frunció el ceño mientras se vestía—. Cleven, ¡es el festival local! Mañana no hay clase hasta la semana que viene.
—¡Madre mía, es verdad, ya estamos en esa semana de enero! —recordó de pronto—. ¿¡Y por qué nos han hecho venir hoy lunes a clase!?
—Vamos, Cleven, hoy nos han hecho venir para mandarnos las tareas de la semana que viene y los repasos para los próximos primeros exámenes del curso. ¿No has atendido en ninguna clase de hoy?
—Tengo muchas cosas en la cabeza, Rav —se defendió.
—No me extraña, estás en medio de un buen lío —se rio—. Si tu padre aún no se ha muerto de disgusto de tu huida de ayer, al menos se aliviará cuando sepa que hoy has tenido el detalle de asistir al instituto.
—Claro, porque a mi padre sólo le importa eso —masculló entre dientes—. ¡Pero me da igual todo eso! —exclamó con ojos rebosantes de alegría—. ¡Esta es la mejor noticia que podía recibir hoy! Seis días libres. ¡Así tendré más tiempo para localizar a mi tío! Y, bueno… para localizar también a Raijin e inventarme otra excusa para estar con él… ay…
* * * *
Nakuru entró por la puerta principal del edificio justo cuando sonó el timbre del final de las clases. Cuando todos los alumnos salieron de sus respectivas aulas abarrotando los pasillos, a la chica le fue un poco difícil moverse entre las masas. Era la única persona que iba en dirección contraria, por lo que no podía evitar empujones y tener que parase de vez en cuando. El curso de tercero estaba en el ala sur, bastante lejos de donde estaba ella ahora.
De pronto, notó que alguien la agarraba del brazo. Volvió la cabeza y vio que se trataba de Drasik, el cual también parecía tenerlo difícil para caminar por los pasillos.
—¿Yéndote sin mí? —le reprochó—. Yo también estoy preocupado, ¿sabes?
—Ja, tú estás preocupado por cuánto tiempo podrás aguantar sin poder retar a Kyo en una pelea —replicó, tirando de él para seguir la marcha—. Yo estoy preocupada por si le puede pasar algo malo.
—Oye, Kyo es mi mejor amigo desde la infancia, ¿vale? Me gusta pelear con él como entrenamiento, pero también me preocupa que esté a salvo. Acaba de convertirse en iris, es un novato y por eso peleo con él, para que adquiera nivel.
—Lo que tú digas, pero date prisa.
—Jo, Nak, ¿pero por qué no esperas a que salga toda esta marabunta de humanos? —se quejó, intentando esquivar los empujones y alzando la voz por encima del barullo—. Es a mí a quien Sam quiere anunciar las noticias sobre Kyo.
—Me da igual, quiero enterarme, y quiero enterarme ya.
Frente a ellos venía más gente, taponando los pasillos más que antes. Al ver a Nakuru desesperarse, a Drasik se le ocurrió una mala idea de las suyas. De repente, todo el mundo comenzó a dar resbalones y gritos de sorpresa. Al poco rato, todos se habían caído al suelo, y observaban con asombro que el suelo de los pasillos estaba mojado.
—¿Pero qué...? —dijeron algunos.
—¡El suelo está mojado! —exclamó una chica, frotándose el trasero por el golpe.
—Se habrá roto una cañería...
—¡Incluso hay placas de hielo! ¿De dónde han salido?
Drasik volvió a agarrar a Nakuru del brazo y la guio hacia delante sin problemas de retraso. Con toda la gente tirada en el suelo y desconcertada era más fácil caminar, así que consiguieron avanzar hasta el ala sur. Nakuru también se había sorprendido por lo ocurrido, pero supo al instante cuál fue la causa de que apareciera de pronto agua por los pasillos de salida.
—¡Tú, insensato! —le gritó, parándose de golpe al llegar a un pasillo más vacío, pero como seguía habiendo gente saliendo de las aulas, no elevó mucho la voz—. ¡No hagas eso en un lugar público!
—¿Y qué más da? —rio divertido—. ¿No tenías prisa?
—No lo has hecho por mí —gruñó—. Tú buscas cualquier excusa para fastidiar a los demás con tus bromas.
—Sí, eso es verdad —le dio la razón felizmente.
—¿Quién ha hecho qué en un lugar público? —se oyó la voz de Sam junto a ellos.
Ambos alzaron la vista con sorpresa. Sam iba con el mismo uniforme que Drasik, de pantalones ocre, jersey gris, camisa blanca y corbata añil, y los mechones largos de su cabello rubio ceniza que partían de la parte alta de su cabeza caían sobre sus hombros. Tenía su cara impasible de siempre, con las manos metidas en los bolsillos y la mochila en un hombro. Sin embargo, se notó un tono de reproche en su voz.
—¡Sam! —exclamó Drasik con una gran sonrisa angelical—. Nada, no hagas caso. Unas cañerías que se han roto y han inundado los pasillos de agua, pero Nakuru es tan mala que me echa la culpa a mí...
—No vuelvas a usar tu iris en un lugar público —replicó Sam seriamente.
Drasik refunfuñó. Sabía que Sam jamás creería en sus palabras.
—Sammy, ¿qué sabes de Kyo? —preguntó Nakuru por fin, impaciente.
Sam la miró con duda un momento. No esperaba que Nakuru fuera a venir también a informarse, se suponía que era a Drasik a quien iba a comunicar las novedades. Al final suspiró y se encogió de hombros, conforme. Pensó que no pasaría nada si Nakuru también recibía esa información, cuando ella sólo tenía que cumplir con la tarea que mandó Raijin ayer y esperar órdenes del superior, al igual que Drasik, solo que este tenía la ventaja de vivir al lado del superior y era más fácil pasar la información mediante él.
Les hizo un gesto para que lo siguieran hacia un lugar donde no hubiese nadie, y ambos obedecieron enseguida.
La jerarquía de la KRS de ahora había cambiado un poco con respecto a la de antes. La Asociación del Monte Zou estaba dividida en organizaciones llamadas RS, que venía del japonés Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón”. A pesar de que el origen de la Asociación estaba en China, se había establecido una mezcla de terminología japonesa y china en la nomenclatura de varias de sus características, como los apodos de cada tipo de iris y el nombre de sus organizaciones. Y también terminología turca, como, por ejemplo, el término por el que se llamaba a un iris que estaba en la primera mitad de su entrenamiento y por tanto sin dominio de elemento era un iris tohum, que significaba “semilla”, y en su segunda mitad de entrenamiento con un elemento ya adoptado era un iris filiz, es decir, “brote”.
El origen idiomático de estos términos recaía en el origen cultural de sus creadoras, que fueron dos esposas de dos Zou. Una de ellas era Amarey, esposa del hijo del fundador de la Asociación, que era otomana, y la otra su nuera, que era japonesa. Ambas vivieron en la época cuando la Asociación se estaba consolidando y fortaleciendo con una presencia mundial creciente, y con este crecimiento venían nuevos elementos, factores y características nunca antes existentes y había que ponerles nombres.
Cada una de las RS era de un color, por lo que KRS, a la que pertenecían Nakuru y los demás, era Kuroi Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Negro”. Otras, como por ejemplo la SRS, que era la mayor aliada de la KRS, significaba Shiroi Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Blanco”; la MRS, la de los que perseguían a Kyo, era Midoriiro no Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Verde”; y ARS, Akai Ryuu no Soshiki, “Organización del Dragón Rojo”, otra aliada de la KRS y de la SRS.
Había de más colores, concretamente, once colores. Y, según el país de la RS, el color se decía con el idioma correspondiente. Todos los países del mundo tenían en cada una de sus ciudades once RS de los once colores, aunque también dependía del tamaño de la ciudad, teniendo las más pequeñas no más de tres RS. Entonces, al referirse de forma global a una RS, por ejemplo, a la ARS, había que decir su ubicación después, como ARS de Tokio, que era la roja en Japón, o ARS de Sevilla, que sería la azul en España, siendo AmRS para la amarilla.
Una RS normalmente contaba con nueve miembros principales, que eran los iris, exhumanos que adquirieron este poder así denominado como consecuencia de un gran trauma psíquico al presenciar una horrible tragedia injusta y que sólo podía entrenarse en el Monte Zou, sede de la Asociación. Y cada uno de estos miembros dominaba uno de los nueve elementos existentes. Eran ellos más los “cooperadores”, internacionalmente conocidos con el término almaati, humanos voluntarios entrenados para ayudar a los iris, y podían ser de un número indefinido. La mayoría de los almaati o cooperadores solía hacer el entrenamiento de la Areté, un tipo de entrenamiento que les permitía desarrollar habilidades físicas sobrehumanas, aunque seguían estando por debajo del nivel mucho más sobrehumano de los iris.
Las RS estaban dirigidas por el Líder, la persona más importante, la más fuerte, letal e inteligente del grupo; luego estaba el Segundo de a bordo, o Segundo, quien llevaba con el Líder parte del mando y otras tareas superiores. Después estaba el Guardián, quien cuidaba de todos y además podía ser Guardián de la ciudad donde estuviesen ubicados, con el deber de vigilar y proteger la ciudad, de enterarse de lo que sucedía por ahí. Los otros seis miembros eran los iris de menor categoría.
La KRS de hoy en día no tenía Líder porque se exilió hace siete años, y el viejo Lao era el Segundo de a bordo, pero el mando del liderazgo no había pasado a él porque Lao ya tenía muchos problemas con el Gobierno y era un tema inseguro. Entonces, ahora el mando lo tenía el Guardián, es decir, Raijin. Y Sam, Yako, Nakuru, Kyo y Drasik eran los de menor categoría. En cuanto a los almaati, ya no tenían, se fueron todos cuando se exilió el Líder.
Dado que el viejo Lao y su nieto Kyo compartían el mismo elemento dentro del grupo, faltaban en la KRS dos miembros principales, dos elementos. Uno de ellos abandonó la KRS después de que el Líder se exiliase, simplemente por esta misma razón. Y el otro la abandonó tiempo antes por… una grave complicación con su lealtad.
Además, la KRS también contó con un décimo miembro principal, aunque fuese un humano normal y corriente: el informático del grupo. Su tarea era controlar las comunicaciones de los demás miembros cuando estos se encontrasen en plena misión, dar coordenadas e información sobre nuevas actividades enemigas e infiltrarse en los archivos informáticos y confidenciales tanto de una organización criminal como del propio Gobierno, esto último siempre con permiso del Líder.
Cuando la madre de Cleven ganó prestigio en el grupo internacional clandestino de hackers fundado por Xaviero Massimiliano, la Sfera, y unificó la colaboración entre esta y la Asociación de iris del Monte Zou, comenzó a crecer esta tendencia de que cada RS podía contratar a un miembro de la Sfera como su propio miembro informático.
Así que, los miembros actuales de la KRS eran sólo siete iris, y apenas estaban activos, en comparación con antaño. Ya no trabajaban tanto como antes de que se marchase el Líder. Se había quedado siendo una RS pequeña y triste. Para todos ellos, el Líder era la pieza que los unía a todos. Ya no sólo en el trabajo, sino también en sus vidas, él fue alguien muy importante para todos ellos.
También había una pequeña jerarquía entre los iris de menor categoría del grupo: el que tenía más edad mandaba sobre los que fuesen más jóvenes que él. Se valoraba el tiempo de experiencia de vida, daba igual si uno había sido iris o humano más años que otro, porque cuando una persona adquiría el poder del iris, potenciaba la experiencia del tiempo vivido de esa persona, no la experiencia de su tiempo trabajando como iris. Al fin y al cabo, el iris era una energía Yang que funcionaba en la mente humana, y la mente se regía principalmente por la experiencia de memoria, pensamiento y sentimiento. A mayor edad, más tiempo vivido en el mundo y más valor tenía ese iris a la hora de tomar decisiones.
Por eso Sam, que era un año mayor, les podía dar órdenes a Nakuru, a Kyo y a Drasik perfectamente. Nakuru era unos meses mayor que Kyo y que Drasik y podía mandar sobre ellos. Y a pesar de que Kyo acabase de convertirse en iris, podía dar órdenes a Drasik porque era dos meses mayor que él.
Drasik lo veía injusto, y la verdad es que podía ser comprensible, porque él se convirtió en iris antes que Kyo y que Nakuru, incluso antes que Sam, y entró en la KRS antes de que entrasen ellos. No como persona en sí, pero como iris, tenía más experiencia que ellos tres, y, aun así, por edad, era el más joven de la KRS y no tenía mandato sobre nadie.
Drasik era un iris con característica especial, poseía un récord de la Asociación, al igual que el viejo Lao. El viejo Lao es el iris más veterano de la Asociación, el que más años ha sido iris en toda la historia y actualmente el más viejo; nunca antes ha existido un iris de 67 años o más como él y nadie ha sido iris durante 57 años seguidos como él. Por su parte, Drasik era el iris que más pronto se convirtió en la historia; nunca nadie se había convertido a una edad tan temprana como él, a los 3 años. Por tanto, era un iris que nació humano, como todos, pero que menos tiempo había sido humano.
Finalmente, Sam, Nakuru y Drasik entraron en la biblioteca, donde no había nadie a esas horas y reinaba un silencio sepulcral. Sam se apoyó contra una de las mesas y se cruzó de brazos, mientras que los otros dos se sentaban en unas sillas frente a él.
—Bien —comenzó Sam—. Según me ha transmitido uno de los cuervos, Kyo está a unos 25 kilómetros al suroeste de aquí.
—¿¡En la ciudad de Yokohama!? —saltó Drasik.
—Está en la casa de una persona que, según me ha dicho, su voz era diferente, más grave que la de Kyo, al igual que su tamaño, apariencia y de pelo rojizo, por lo que seguramente se trate de un hombre, y este hombre sea Xaviero.
—¿De Xavi, seguro? —se extrañó Drasik.
—¿A qué otro pelirrojo conocemos?
—Yo —respondió Drasik.
—Tú no eres pelirrojo —replicó Nakuru—. Tienes ahí una mezcla de marrones, rojizos y dorados.
—Y eso que no me tiño —rio el chico, pasándose los dedos entre su pelo con coquetería.
Sam carraspeó con impaciencia para llamarles la atención.
—¿Qué hace en casa de Xavi? —preguntó Nakuru.
—Pensad —dijo Sam, serio—. ¿Por qué Kyo se ha ido a Yokohama para visitar a Xavi?
—Ese tipo tiene toda la tecnología confidencial de la empresa Hoteitsuba en su casa —comentó Drasik, pensativo—. Seguramente para usar uno de esos aparatos, pero ¿cuál?
—El Replicador —contestó Sam.
—¿Cómo lo sabes? —se sorprendió Nakuru.
—El cuervo que localizó a Kyo los estuvo escuchando, y copió varias frases de su conversación. Me las ha repetido a mí, y en una de esas frases, imitando la voz de Kyo, decía claramente “mientras el Replicador cree un pergamino lo más creíble posible”.
—Siempre me da miedo cuando los cuervos imitan voces de personas —murmuró Drasik—. Así que pretendía hacer una réplica del pergamino. ¿Para qué exactamente?
—Para un engaño.
Sam, Nakuru y Drasik dieron un brinco al oír una voz ajena a la conversación desde la puerta de la biblioteca. Nakuru y Drasik se levantaron de sus sillas y los tres volvieron la vista para ver de quién se trataba. Al ver a Denzel, los tres suspiraron más tranquilos. El profesor hojeaba un libro en sus manos mientras se acercaba a ellos poco a poco.
—Cuando alguien hace una copia de una cosa, puede ser para seguir disponiendo del uso del objeto si pierde el otro, como cuando haces una copia de la llave de casa. Pero casi siempre es para proteger el objeto original y usar la copia para exponerla a todos los riesgos y peligros que persiguen a la original —decía Denzel, pasando de largo junto a ellos—. En este caso, es la segunda opción, porque como habéis nombrado un pergamino, deduzco que se trata de uno de mis pergaminos, y usar una réplica de él es totalmente inútil, ya que su poder es estrictamente imposible de copiar. Protejo todos mis pergaminos con un Sello del brujo Zhen Yu, como el que los iris lleváis de tatuaje.
Los tres jóvenes siguieron en silencio y sin moverse, mientras Denzel recorría las estanterías.
—Así que deduzco que Kyo pretende engañar a alguien que no sea muy listo, porque no darse cuenta de la falsedad de uno de mis pergaminos, es de idiotas. Kyo, analizando su estado de agotamiento o los pocos caminos que le quedan para huir, debe de pensar que llegará muy probablemente ese momento en el que sus perseguidores lograrán alcanzarlo, y al final tendrá que darles lo que buscan para poder salvarse. Les dará lo que buscan, o más bien, les hará creer que les ha dado lo que buscan. Y confía en que no se darán cuenta durante el tiempo suficiente para que él pueda huir sano y salvo con el verdadero pergamino.
El joven profesor dejó el libro que había traído en su sitio correspondiente y se acercó a los tres jóvenes de nuevo, poniéndose al frente, y se metió las manos en los bolsillos.
—¿Le está persiguiendo la MRS? —preguntó entonces—. Porque si pienso en quiénes podrían tardar lo suficiente en darse cuenta de un engaño de un pergamino falso, sólo se me ocurren ellos.
Los tres iris sonrieron con sorna.
—Has dado en el clavo —suspiró Nakuru—. A ti no sirve de nada explicarte las cosas, al final siempre las deduces por ti mismo.
—Cuando ya has vivido en este mundo 393 años, ya no adivinas las cosas; las revives —sonrió Denzel, haciendo aspavientos—. Bueno, supongo que ya me voy, porque os estaba buscando para preguntaros por Kyo, pero ya he oído suficiente. Hah… una nueva pelea entre dos RS distintas, a veces los iris sí que sois como niños… —dijo mientras se marchaba—. Pobre Kyo, a ver si le prestáis los apuntes que se ha perdido, o luego se enfadará conmigo si le suspendo los exámenes después de todo por lo que está pasando.
Cuando Denzel se marchó, Nakuru y Drasik miraron a Sam esperando una conclusión.
—De acuerdo. Sui-chan, informa a Raijin cuanto antes de esta novedad —le ordenó Sam a Drasik antes de irse también—. Después reúnete con Nakuru y seguid intentando localizar el rastro de miembros de la MRS por la ciudad.
—Dras, ven a buscarme a mi casa cuando acabes de hablar con Raijin —le indicó Nakuru.
—A la orden, a la orden… —respondió el chico con desgana.
* * * *
Cleven y Raven fueron las últimas en salir de los vestuarios. Cuando se adentraron en el edificio, vieron que ya quedaban muy pocas personas en el interior a punto de irse, tanto alumnos como profesores. Cleven le había estado contando a su amiga todo lo que pasó desde que se metió en el autobús hasta que salió de la cafetería con Raijin, pues la “cita” que tuvo con él ya la había relatado.
—Entonces, a ver... —dudó Raven—. Yako es el mejor amigo de Raijin y estudia Derecho, y tiene un año más que él. Luego están Kain y MJ, que son otros amigos de ellos y que trabajan en la cafetería de Yako. MJ es una compañera de clase de Yako, ¿no? Y después ese Sam, que está en nuestro instituto en tercer curso... Mm... Parece un grupo de buena gente.
—Sí que lo es —afirmó su amiga, contenta.
—Pues preséntamelos algún día —le suplicó.
—Claro —sonrió—. ¿Qué tal mañana?
—Hm… —lamentó—. Lo siento, estos días de fiesta me voy a San Francisco a ver a mis abuelos. Tendrá que ser ya la semana que viene.
—Vale.
—Oye, pero hay una cosa que no entiendo —le dijo Raven cuando salían por la puerta principal, parándose frente a ella y mirándola con duda—. Pareces estar coladita por ese Raijin, pero ¿qué pasa con Kaoru? ¿Ya no es tu novio?
Una ráfaga de viento helado atravesó el alma de Cleven. Raven se asustó un poco al ver la cara sombría que se le había puesto a su amiga.
—Verás... —masculló Cleven entre dientes, apretando los puños.
Sin embargo, inesperadamente alguien la agarró del brazo por detrás, obligándola a darse la vuelta. Raven soltó una exclamación de sorpresa, y ambas abrieron mucho los ojos al ver que se trataba del mismo Kaoru, que parecía claramente alterado.
—¡Oye, Cleven! —exclamó con enfado, sin soltar su brazo—. ¿¡A ti qué demonios te pasa!? ¡Habíamos quedado el sábado en el centro comercial y no apareciste! ¡Y te llevo llamando al móvil desde entonces, y escribiéndote! ¡Este recreo ni has venido a buscarme!
—¡Suéltame! —gritó ella, intentando librarse de él, pero en vano.
Por dentro sentía un estallido de rabia que deseaba soltar con todas sus fuerzas, pero por alguna razón no se atrevía. En ese momento Kaoru parecía excesivamente enfadado, nunca lo había visto así, y le dio miedo. Raven observó la escena, desconcertada, sin acercarse mucho. No había nadie más alrededor, y en ese momento no se le pasó por la cabeza ir a buscar a alguien.
«Está muy agresivo» pensó Raven, e instintivamente llevó una mano a su mochila, donde escondía un arma. «Si ataco a Kaoru, tendré problemas. No debo. Sigue siendo mi superior» lamentó, alejando la mano de la mochila.
—¿¡De qué vas, eh!? —exclamó Kaoru, dándole otro tirón.
—¡No! ¿¡De qué vas tú, cretino!? —le espetó Cleven, tratando de soltarse—. ¡Al parecer yo no tenía por qué quedar contigo esa tarde! ¡Ya había otra chica ocupando mi lugar! ¡Te vi con otra!
Kaoru se mostró sorprendido al saber que había sido descubierto, pero no iba a permitir que fuera ella la víctima.
—Ella no era nadie —replicó.
—¡Vaya, pues para no ser nadie te entregabas a ella muy a fondo! ¡Tu lengua casi le salía a ella por la nuca! ¿¡A cuántas más estás engañando!?
—¡Escúchame, Cleven! ¡No puedes dejarme así tal cual! ¡A mí nadie me deja tirado! ¿¡Me oyes!? ¿¡Me vas a decir que no estás deseando seguir conmigo!? Reconócelo, ¡babeas por mí desde que empezó el curso!
—¡Yo no quiero nada contigo! ¡Lárgate con todas tus fulanas y déjame en paz!
En ese momento, los tres se dieron cuenta de que estaban rodeados por unas cuantas personas en medio del pasillo, que observaban atónitas la escena y comentaban unas con otras, sin entender qué estaba pasando. Kaoru, consciente de esto, no iba a tolerar que Cleven lo humillase delante de todos.
—Deja de hacerte la dura. ¡Después de todo lo que he hecho por ti! —le dijo Kaoru, acercando su cara a la suya—. Soy yo el que te invita a comer y el que siempre cede a hacer los planes que tú quieres.
—¡Apenas hemos quedado ocho veces y me invitaste una vez porque insististe! Y la mitad de los planes que hemos hecho eran los que yo quería y la otra mitad los que tú querías, ¡deja de tergiversar y admite tu culpa, mujeriego!
—¡Mira quién habla! ¡Tú andas con un chico detrás de otro!
—¡Sí, con uno detrás de otro, no con dos o más a la vez! ¡Yo jamás he engañado a nadie, Kaoru!
—¡Todos deberían saber lo egoísta que eres! Resulta que no sirves para más que pasar un buen rato.
Cleven le dio una bofetada con la mano que tenía libre con todas sus fuerzas en defensa, porque no conseguía que soltara su brazo y le estaba haciendo daño. Kaoru se quedó con la cabeza hacia un lado por unos instantes, hasta que volvió la vista hacia ella lentamente, sintiéndose abochornado delante de todos esos estudiantes, y, por lo tanto, consumido por la rabia. Alzó una mano a lo alto. Raven se llevó las manos a la boca, al igual que los demás presentes, y Cleven cerró los ojos cuando vio esa mano dirigirse hacia ella velozmente.
Pero no notó nada. Oyó exclamaciones de asombro por parte de la gente que los rodeaba, y abrió los ojos para ver qué había pasado. Para su asombro, vio a su tutor, Denzel, detrás de Kaoru, agarrándole el brazo con el que iba a agredirla. Kaoru entonces soltó por fin el brazo de Cleven y se giró enseguida para plantar cara a aquel que lo había detenido.
—¡Suéltame! —le gritó a Denzel, intentando librarse de él, pero el hombre le apretó aún más el antebrazo.
Cleven contempló con asombro el semblante tan serio y casi oscurecido que tenía Denzel en ese momento. Parecía otra persona. Incluso otro ser. Era difícil de describir, sólo con verlo daba escalofríos. Todo el mundo pensó que ahora Kaoru iba a tener el descaro de enfrentarse a un profesor, pero no. En cuanto se dio cuenta de que era él, Kaoru se había quedado con un nudo en la garganta, nervioso.
—Oh... —se sorprendieron unos.
—¿Qué hace...? —preguntaron otros.
Cleven se alejó un paso, poniéndose al lado de Raven, y contemplaron al igual que los demás lo que había pasado. Kaoru se había arrodillado ante Denzel, con la cabeza gacha y la vista clavada en el suelo, en sumo silencio, sin atreverse a mover un músculo. El profesor, por su parte, se agachó frente a él.
—Voy a tener que decirle a tu Líder que haga algo contigo, Kaoru. Eres un iris, compórtate como tal. Nada de hacer daño a humanos inocentes, ¿entendido? —le susurró, para que los demás no lo oyesen—. Controla tu enfermedad del majin. Estoy harto de hacer de niñera con todos vosotros
—Nadie te lo ha pedido, demonio —le contestó Kaoru, evitando mirarlo a los ojos, o a las gafas de sol.
—Cuida esa lengua igual que cuidas el protocolo de respeto. De nada sirve que te arrodilles si se te escapa la arrogancia por la boca. —Tras unos segundos de tensión y de confusión por parte de los espectadores, Denzel volvió a ponerse en pie—. Lárgate —le dijo.
Kaoru, absteniéndose de decir palabra alguna, salió por la puerta a la calle a todo correr, no sin antes susurrarle a Cleven al pasar por su lado un “esto no va a quedar así”. Ella en ese momento no asimiló del todo esas palabras, estaba demasiado aturdida por lo que acababa de pasar.
—Bueeeno —saltó Denzel de pronto, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Qué hacéis aquí parados? ¿No tenéis que iros?
Los alumnos que formaban el corro permanecieron unos segundos en silencio, hasta que empezaron a dispersarse y a marcharse, comentando unos con otros lo sucedido, intrigados. Al poco rato sólo quedaban Raven, Cleven y Denzel en el pasillo.
—Profesor... —musitó Cleven, algo avergonzada por lo ocurrido.
—Vernoux, Vernoux —sonrió este, acercándose a ella—. Sé más observadora y menos impulsiva a la hora de conocer y confiar en una persona. Aunque no lo puedas apreciar a primera vista, por aquí hay mucha gente… que es más de lo que parece. Ten cuidado.
Denzel se despidió de las dos chicas con la mano y salió del edificio. Ambas se quedaron ahí plantadas recapacitando sobre lo ocurrido.
—Vale, ya no hace falta que me respondas a la pregunta —le dijo Raven, agarrando su mano—. Ya lo he visto todo. Lo siento.
—Tranquila, para mí Kaoru es historia —la tranquilizó, aunque seguía teniendo un malestar por dentro.
—Que vuelva a acercarse a ti —sonrió socarronamente—, y Nakuru y yo le daremos una paliza.
—O llamamos a Denzel —rio Cleven mientras las dos salían del instituto—. ¿Has visto? Se ha arrodillado ante él...
—No entiendo nada... —rio también.
* * * *
Mientras tanto, Neuval seguía metido en el coche en mitad de un atasco desde que hubo salido de la empresa. Intentó aflojarse la corbata por quinta vez, estaba agobiado. Ya era consciente de que las clases del instituto habían acabado, lo que le acabó desesperando, y optó por dejar el coche e ir andando, estaba seguro de que así llegaría antes.
Caminó por las calles de Shibuya mientras el cielo empezaba a oscurecerse, ya que en invierno anochecía muy pronto. Se adentró por una pequeña, oscura y solitaria calle que acortaba la trayectoria. Al mismo tiempo, estuvo pensando en qué haría si encontraba a Cleven. Desde luego, no estaba nada contento con la situación, por lo que su hija no se iba a librar por las buenas. Sólo esperó que no le hubiese pasado nada, y con esa preocupación fue caminando sin prestar mucha atención a su alrededor. No se percató de que unas sombras se movían en torno a él, acechando y riendo con malicia.
Neuval oyó entonces murmullos a su alrededor, lo que le apartó de sus pensamientos. Supo enseguida que algo no andaba bien, por lo que se paró en mitad de la callejuela y observó en derredor, inquieto. No tardó en aparecer una figura a unos metros de él, y seguidamente otras cinco más. Eran seis hombres jóvenes con muy malas pintas, vestidos con ropas rotas, llenos de piercings y tatuajes, y portando porras, cadenas y navajas. Los seis hicieron un círculo, cerrándole toda salida a Neuval.
—Vaya, vaya, vaya... —rio uno—. ¿Qué tenemos aquí?
—Carne fresca —dijo otro que tenía una fea cicatriz en la mejilla—. Un tipo rico. ¿Me regalas tu chaqueta?
Neuval no dijo nada y permaneció inmóvil. Pronto aparecieron otros seis sujetos, ya eran doce.
—Ricachón, hagamos un trato —le dijo uno que jugueteaba con una cadena—. Danos todo lo que tengas y te dejaremos marchar... sólo con un par de rasguños.
Los demás soltaron risotadas, mientras se acercaban cada vez más a Neuval.
—No os acerquéis, no tengo nada —les dijo este, intentando ver un hueco por el que poder escapar—. Dejadme.
—Ooh... Vamos, pórtate bien con nosotros, nos ofendemos con facilidad...
—Sí, venga, suelta la pasta, tío, haznos pasar un rato divertido.
Los seis maleantes empezaron a juguetear con sus respectivas armas, dejándole a Neuval bien claro que las iban a emplear si no hacía lo que le pedían, mientras los otros seis se quedaban algo apartados como refuerzo.
—No lo hagáis —les pidió Neuval, manteniendo la calma—. Lo digo por vuestro bien.
—¿De qué vas, carca? —rio el de la cadena—. ¿Nos estás amenazado? ¿Tú? Vuelve a decir una palabra de cura y no sales vivo de esta, nenaza. Estás cagado de miedo, ¿verdad?
—Sí —asintió Neuval—. Pero no por lo que me pueda pasar a mí. Os lo ruego, largaos de aquí y dejadme ir. No sé si dentro de unos segundos seré capaz de pediros lo mismo por las buenas. No tengo tiempo para esto.
—¿Pero quién te crees que eres, tipo rico? —se enfadó uno—. ¡Aquí mandamos nosotros! —se rio—. ¿Habéis visto este idiota? Jajaja...
Los demás también se rieron, y el de la cadena se acercó a Neuval y le dio un empujón con burla. Neuval cerró los ojos y trató de quedarse quieto. Empezó a sentirlo. Le estaba volviendo a costar mucho. No iba a lograrlo.
—¿Crees que puedes ir por ahí con esa ropa tan elegante y cara, la billetera llena de oro y bien peinadito por estas calles? —preguntó el de la cadena, dándole otro empujón; Neuval perdió la calma—. Quiero que me des toda esa ropa tan elegante, que te despeines y te arrastres por el suelo como un pobre gusano, y que te despojes de esos modales, nenaza. Quiero que te conviertas en un desgraciado, para que sepas cómo es sobrevivir en las calles. Comprenderás lo que es ser una sucia rata callejera que o mata, o muere.
—Sí, y si no lo haces, no dudes que te partiremos las piernas —dijo otro, riendo.
—Siento decepcionaros —contestó Neuval, desatándose por fin la dichosa e incómoda corbata de seda—. Pero no tengo que comprender cómo es ser algo que siempre he sido. Porque cuando vosotros todavía erais un tumor en el útero de vuestras madres, yo ya me arrastraba por las calles. Y mientras vosotros salíais a las calles para jugar, yo me crie en ellas —los miró fijamente a todos, con unos ojos extraños—. No os voy a dar ni mi cartera, ni mi ropa cara, ni mi apariencia de tipo rico y educado, porque se trata de una máscara tras la cual necesito esconderme. Si no me estáis entendiendo, lo repito por última vez. Dejadme seguir y marchaos. O me quitaré la máscara.
—¿De qué habla este? —bufó uno.
—¡Respuesta equivocada, idiota! —carcajeó uno que sostenía una barra de metal, alzándola por lo alto de su cabeza.
Neuval miró al cielo durante un segundo. Miró hacia el cielo con pesadumbre. Una vez más lo estaba perdiendo, se estaba perdiendo a sí mismo, notaba cómo le estaba invadiendo.
Con un rápido y violento movimiento, el atracador blandió la barra de metal hacia la cabeza de Neuval. Pero no llegó a rozarle. La barra se desprendió en cinco trozos, como si el viento la hubiera cortado limpiamente en el milisegundo antes de que el atracador la blandiera. Este miró perplejo los trozos de su barra en el suelo, a los pies de Neuval, y después levantó la vista temblorosa hacia él, sin saber qué hacer. No obstante, antes de que pudiera parpadear, sintió una fuerte presión del aire en los tímpanos y, acto seguido, le estalló la cabeza.
Los otros gritaron ante tan violenta escena. La sangre salpicó a Neuval en la cara, pero él continuaba quieto y en silencio mientras el cuerpo sin cabeza del jefe de la banda caía también a sus pies. Cuando Neuval vio que los otros maleantes se orinaban encima, dibujó una siniestra y vil sonrisa hacia ellos, y sus ojos grises emitieron un destello blanco.
—¡Es un demonio! —gritaron los maleantes.
—¡Un monstruo!
—¡Larguémonos de aquí...! ¡No...! ¡Gaaaggh!
—¡Aaagh...!
A los dos minutos, la callejuela se quedó en silencio y teñida de rojo.
El modod demonio de Neuval siemore me fascina.
ResponderEliminarEntiendo la frustracion de Drasik todo el mundo le miente o lo tratan con si fuera solo el tonto del grupo que la lia siempre, cuando es bastabte mas que eso, pero su evolucion de personajes de lo que mas me gustan, junto a Neuval, Raijin y Cleventine.